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☪ 37 ☪

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"Nuevos visitantes"

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Narradora Pov

—Hola... ¿Qué haces aquí? —saludó confusa Akko a la persona de cabello pelinegro que se encontraba en su hogar.

—Vengo a hablar con tu hermana.

Akko sonrió y la tomó por los hombros.

—¿Si sabes que a mi hermana le gustan los hombres? ¿verdad? —dijo en un tono que solamente su amiga pudiera escucharla.

—¿No hay una oportunidad que tenga?

Akko hizo una mueca y tomó distancia.

—No lo creo, pero buena suerte intentando.

Antes que saliera de su hogar, Barbara, habló.

—Salúdame a tu padre de mi parte.

—Lo haré.

Una vez fuera empezó a caminar con tranquilidad en dirección a la casa de la Sra. Du Nord. En ese día había quedado en tener otra de las amigables conversaciones que llevaban a cabo. Akko tenía pensado en conversarle acerca de lo ocurrido en su hogar hace muchos años atrás. Por si mal no recordaba su hermana, Amanda, había tomado las petunias de la Sra. Du Nord para cambiar la tonalidad de su cabello. Tal vez había sido la madre de ésta, puesto que, Chariot no tenía tanto tiempo en el pueblo.

Recordando a su hermana, su padre le había conversado un poco del tema. Él envió una carta hace aproximadamente dos semanas y, hasta el momento, no había recibido alguna respuesta. Johan estaba preocupado y lo demostraba a través la inquietud que tenía en su pierna derecha cada vez que tomaba asiento.

Luego de anunciar el embarazo, él no perdió alguna comunicación e intentaba mantenerla, puesto que, era complicado enviar cartas a un sitio poco lejos. El negocio de correos tampoco era muy bueno. Johan no quería imaginarse el tiempo que les tomaría hacer una entrega a un lugar que tomara días en llegar. Y no dudaba de que habían personas en ese pueblo que tuvieran parientes lejanos.

En el sitio donde habitaba con otros más, habían llegado nuevos que compraron terrenos y empezaron a construir sus hogares. Algunos aún estaban en proceso, pero no tardarían mucho en acabar. Las viejas personas que estuvieron antes, los recibían con amabilidad demostrando lo pacífico y cooperativos que eran.

Akko había ayudado. Y muchos se encantaron de la belleza y la felicidad que trasmitía. Algunos se habían acercado a darle propuestas que parecían buenas, pero que, en realidad, no lo eran para ella. Tener a una pareja o a un marido, no le gustaba para nada. Sin embargo, imaginarlo con la guardiana era diferente.

Había pasado un año más. En total llevaba dos conociendo el bosque. Siempre le resultaba maravilloso cada vez que ingresaba. Le encantaba demasiado permanecer a lado de Diana mientras hablaban de distintos temas que eran de interés para la protectora. Diana había estado un poco más amable después de aquella conversación donde sus emociones explotaron. Ahora media sus palabras e intentaba no decirle algo que le afectara, no obstante, a Akko no le gustaba del todo.

Quería que la guardiana fuera sincera en cada conversación tuvieran, pero cuando lo era, no contenía el mal estar que le causaban los humanos. Aunque se expresaba con tranquilidad, sus palabras eran como el hielo. Algunas veces refrescaban y otras veces quemaban dejándote una herida.

Akko sonrió ligeramente y se ruborizó con sutileza al recordar el poco acercamiento que había tenido con Diana. Ella no dejaba que se le acercara mucho, pero sus manos lo hacían en pocas ocasiones. «Son suaves... y frías». Le gustaba el tacto; le gustaba poder sentirla al menos de esa manera.

Los dos meses que había pasado intentando rechazar sus sentimientos y continuar con más claridad su propósito, fueron completamente en vano debido a esa acción y el regalo repentino de la guardiana. El collar era hermoso. Le encantaba demasiado y lo llevaba consigo a todas partes.

Muchas personas le preguntaron de donde lo había sacado, puesto que, era muy poco común encontrar un dije con esa apariencia tan detallada. Akko les respondía que había sido un obsequio de alguien que apreciaba mucho.

Esas mismas personas, no tardaron en especular las posibilidades de que, la hermosa mujer del pueblo que resaltaba por su alegría y acciones cooperativas, tuviera a alguien especial que todavía no quería mostrar.

Al llegar a la casa de Chariot, tocó la puerta dos veces esperando ser recibida por la pelirroja, sin embargo, al no tener una respuesta después de unos minutos volvió a tocar; no obstante, nadie le abrió. Confundida se volteó y observó a una multitud lejana, causándole curiosidad.

En el público, se encontraba la mujer que había estado esperando. Akko se acercó a ella y tanteó su hombro.

—Hola. ¿Qué está sucediendo?

—Los caballeros vienen y darán un anuncio importante que cambiarán la vida de muchos. O eso han dicho. ¿Fuiste a mi hogar?

—Sí. Y no estabas.

—Lo siento por no responderte.

—Está bien. ¿De qué crees que se tratará la noticia?

—No lo sé. Pero si ellos vienen, no significa nada bueno.

«¿Qué? ¿Por qué no significaría nada bueno?» Ella había dicho las mismas palabras que su padre, pero, Akko jamás había visto a los caballeros del rey que protegían el pueblo donde habitaba. Simplemente había escuchado de ellos gracias a la Sra. Holbrook y otros conocidos, e incluyendo a su progenitor, aunque el ultimo no le gustaba hablar de ese tema. Y, ella sabía el por qué.

Caballeros ajenos atacaron por órdenes de un rey el pueblo en el que antes estaba; costándole la vida de su abuelo. Akko se encontraba segura de que esos recuerdos aún lo atormentaban, y no se sorprendió de no verlo entre la multitud. Era posible que él se enterara por sus amistades. O, quizás, de su propia persona.

Pasaron unos minutos, y Akko se estaba cansando de encontrarse bajo el sol. Despojó de su maleta una botella de agua y empezó a beberla. Cuando la cerró y guardó una mano se situó en su hombro captando su atención.

—¿Frank? —soltó sorprendida.

«Que rayos...» El chico que había desaparecido hace unos años, estaba de nuevo a su lado.

—Hola. Ha pasado un tiempo sin vernos.

«Y mucho...» Hace un año había abandonado a su mejor amigo en el show de talentos. O, como le había dicho Mary: "Cita". Y hace dos años había entrado por primera vez en el bosque mágico; habían pasado tantas cosas que se perdió el joven rubio.

—Sí... Oye, lamento no responder tu carta.

«Y no haber leído la carta». Después de conocer a la hija del dueño del lugar, se retiró con un dolor de cabeza intenso. Agradeció que, su mejor amigo, no la siguiera y la dejara descansar. Honestamente, necesitaba encontrarse sola con sus pensamientos en un intento de calmar su malestar.

Luego de que él show acabara, al día siguiente fue a buscar al joven con intenciones de disculparse, pero, el señor Garret le avisó que se había retirado por la mañana. Lo que quería decir que no lo vería en un cierto tiempo más. Akko se sintió más mal de lo que estaba, sin embargo no hizo nada para comunicarse con su amigo.

Ella necesitaba pensar primero: en las palabras de la joven que la encontró en un pésimo estado emocional, y en que hacer después de lo ocurrido con la guardiana.

—Está bien. Probablemente querías darme mi espacio —dijo con una sonrisa.

Akko asintió y le sonrió forzosamente. El ambiente se sentía un poco incomodo. La aparición repentina de Frank, la había tomado por sorpresa.

—He decidido quedarme en este pueblo. Y pensaba que podríamos ponernos al día. ¿Qué dices? Yo invito los aperitivos.

—Hoy... no puedo. Ya había quedado con... Chariot. —Akko buscó a la mencionada, pero no lo encontró. «¿Cómo desapareció tan rápido?»

—Disculpa. ¿Quien?

—La Sra. Du Nord.

—Oh. ¿La vecina de la loca de los inventos?

—Su nombre es Croix, y sí.

—Entiendo. No te preocupes. Será otro día. —Una sonrisa forzosa se dibujó en sus labios—. Bonito collar.

—Gracias. Me lo regalo un amigo.

—¿Un amigo?

—Sí. Es muy amigable.

«Y muy hermosa». Una ligera sonrisa apareció en sus labios.

—Está bien... —susurró recordando como lo había rechazado. Él se rascó con incomodidad detrás de su cabeza—. Qué bonito detalle —halagó.

—Gracias. ¿Tienes idea de lo que dirán?

Frank suspiró y ocultó sus manos en los bolsillos de su pantalón.

—No. Es extraño que vengan después de muchos años.

—También es extraño para mí.

—Hey —saludó alguien al costado de la castaña.

—Hola —contestó sonriéndole.

—No pensé verte aquí. Creí que estarías con... —Mary notó la presencia de Frank, sorprendiéndose también—. Tu padre —concluyó.

Akko no comprendió, pero luego de unos segundos lo hizo.

—Sí. Mi padre. Me ha dado un poco de tiempo libre.

«Rayos...» Ahora se daba cuenta de lo dicho anteriormente. «Debí decirle que mi padre lo confeccionó». Una mentira piadosa, pero funcional. Lamentablemente, Frank, sabía que había alguien más capturando su atención.

—También están aquí —dijo una persona atrás de la espalda de la peli azul.

Mary: Un gusto también verte, Sucy.

La menciona suspiró con cansancio y cruzó sus brazos.

Sucy: Otro anuncio ridículo.

—Espera. ¿Otro? —soltó confundida, Akko.

Sucy: Sí. Mi padre recibe noticias casi a menudo de los nuevos cambios, pero esta vez me ha enviado a que escuche a unos estúpidos caballeros hablar de ellos. Sólo para estar seguro.

Frank: ¿Y qué supones que dirán está vez?

Sucy: Algo de los impuestos. Las mismas tonterías.

—¿Tu padre tiene contactos altos?

Sucy: Digamos que conoce a algunas personas importantes.

Mary: Eso es impresionante.

—Hey, también están aquí —dijo alguien al costado de Mary.

Mary: Hola. Hasta que te dejas ver.

Barbara sonrió.

Barbara: He estado ocupada.

Mary levantó una ceja y asintió.

Barbara: ¿Saben de qué trata?

—¿Algo de impuestos? No lo sabemos. Sucy supone que hablaran de eso.

Barbara: Oh. Entonces, no es nada malo.

Mary: Cuando los caballeros visitan un pueblo, siempre es algo malo.

«Casi lo mismo que dijo Chariot y mi padre».

Frank: Cierto. Vienes de otro pueblo, ¿no? ¿Has pasado por esto?

Mary: Mas o menos. Sus avisos a veces no suelen ser buenos.

Frank: Entonces, esperemos que nada malo suceda.

Sucy suspiró y se dio la vuelta.

Sucy: Esa es mi señal —dijo, para después retirarse.

Mary se acercó a la castaña.

Mary: ¿Leíste la carta? —le murmuró para que sólo ella pudiera escucharla.

«La carta...» La que le había llegado de parte de Andrew.

—No. Se me olvidó —contestó con el mismo tono.

Mary: ¿Cómo pudiste olvidarla?

—He estado ocupada.

Mary: ¿Con tu princesa?

—No es mi princesa.

Mary: ¿Entonces que son? Sigues perdiéndote en ese bosque.

—Es... complicado.

Mary suspiró y a punto de decir otra palabra, pisadas continuas de caballos la interrumpieron. Los caballeros habían llegado con sus resplandecientes armaduras que les daban un aura imponente. El líder de ellos iba al frente de todos y cargaba consigo una hoja enrollada con, probablemente, el sello del rey.

Todas las personas se le quedaron mirando con curiosidad esperando a que hablara. El hombre que los guiaba, miró a la multitud con un semblante neutro. Akko contempló a los otros tres caballeros que se encontraban atrás de él, causando que su entrecejo se arrugara con extrañes.

Esos tres hombres no le daban una sensación agradable. Su corazón cosquilleo irritablemente. «¿Quiénes son?»

—¡Damas y caballeros! Espero estén teniendo un gran día. Traigo noticias de nuestro rey; dueño de estas tierras donde habitan.

«Su voz...» Era normal, pero por una extraña razón le causó escalofríos. Los caballeros detrás del líder se bajaron de los caballos y empezaron a examinar a las personas entre la multitud. Un hombre de cabello negro posó sus ojos en Akko, maravillándose casi de inmediato por la belleza natural que poseía. «Impresionante...», pensó y sonrió sutilmente con un gesto de amabilidad.

Akko no lo notó, pero, al sentir una mirada posada en su persona, volteó a ver de dónde provenía. Sus ojos rubíes hicieron contacto con los azules del joven. La castaña levantó una ceja, para después ignorarlo y continuar escuchando con sus brazos cruzados las palabras del líder.

—¡Por órdenes de mi rey! Los impuestos subirán y mis caballeros cuidarán de estas tierras por un tiempo para asegurarnos que ningún peligro exterior venga a dañarlos.

Mary: Espera. ¿Ellos se quedarán? —dijo con clara molestia.

Frank: Eso parece.

Barbara: Sólo será por un tiempo —concluyó colocando una mano en el hombro de su amiga.

A Akko no le había gustado para nada. Nuevamente observó al caballero que le había puesto un ojo encima, pero éste estaba mirando a otras personas. «Que extraño...» Él se le hacía un poco conocido y la sensación que le trasmitía cada uno de los treinta hombres del rey, no era bueno.

Akko salió de la multitud y empezó a caminar hacia la casa de la Sra. Du Nord. «Necesito hablar con ella». Sus pasos eran firmes y rápidos. No quería escuchar más de las palabras de aquel tipo y deseaba más que nada hablar con la pareja secreta que habitaba en el pueblo.

La castaña sabía que la novia de Chariot no demoraría en llegar. Ella era amigable y simpática, pero también poseía un carácter imponente. «Las personas son como una moneda», se recordó.

En el camino acarició el collar con sus dedos, sin percatarse cómo el pequeño ojo de éste, brilló ligeramente.

«Está comenzando».

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Fin del Cap. 37 (Nuevos visitantes) 

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