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☪ 32 ☪

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"¿De qué eres capaz?

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Narradora Pov

La guardiana, estaba frente a sus ojos tocando esa hermosa melodía que había escuchado en pocas ocasiones. Lo adoraba; adoraba lo que oía. Le entregaba una paz interior que disfrutaba demasiado. Akko no deseaba interrumpirla, pero tenía muchas preguntas al respecto de lo que había visto.

Diana en cambio no se veía que tuviera intenciones de detenerse, sin embargo, estaba consciente que debía hacerlo; ella sentía la mirada de la humana de cabello castaño. La guardiana suspiró sutilmente y acabó su nota musical suavemente, debido a que no quería crearse una emoción de molestia si terminaba con un chirrido como la otra vez.

Al concluir con lo empezado, chasqueó sus dedos e hizo desaparecer el instrumento tomando por sorpresa a la humana. Para después, ponerse de pies y dar un ágil salto que la llevó a tierra firme. Akko no había dejado de mirarla con impresión; su corazón tampoco había dejado de latir con rapidez. Claramente, eso, Diana lo notó.

Ahora que la humana se encontraba en el bosque, Diana podía sentir sus emociones y conocer sus pensamientos. Las dudas que le había creado con anterioridad una de sus acciones previas, se aclararon en ese momento, sin embargo, no tenía intenciones de decir algo al respecto. Ella poseía un motivo de una orden dada por el Árbol. Él le había repetido unas palabras que le fueron dichas hace mucho tiempo atrás.

Y para hacerlo, Diana, debía conocer aquellos deseos. Por eso y otras razones la había dejado entrar al bosque. Le tomó mucho tiempo tomar esa decisión; y tiempo era lo que no tenía por las circunstancias que se encontraba el lugar donde habitaba. Poco a poco empezaba a deteriorarse cada vez más. Algunos sitios no durarían muchos. Diana les había calculado un tiempo aproximado, no obstante, no podía estar segura.

Cuando un lugar empezaba a morir, lo hacía de manera imprevista. Muchos animales, plantas y árboles fallecían; pocos se salvaban. Sin embargo, algo estaba sucediendo en el bosque. La guardiana podía sentirlo y se encontraba segura que, la castaña, era la responsable de ese cambio.

Con una postura firme y segura, se aproximó con sus manos juntas detrás de su espalda. Akko se hallaba muriendo de miedo en cada paso que daba. Iba a hablar con la guardiana frente a frente, sin que un muro invisible se interpusiera. Era extraño y nuevo para ella. Las emociones que empezaba a sentir no le disgustada, e intentaba contener la emoción que revoloteaba por todo su cuerpo.

—Bienvenida al Bosque Mágico, Atsuko Kagari —dijo con tranquilidad.

«Rayos... Que suave». Su voz se sentía y escuchaba diferente. Akko quería abrazarla; deseaba tocarla y sentir su calor corporal, pero enseguida esa pequeña esperanza de poder hacerlo, murió por las palabras de Diana.

—Mantén tu distancia y te mostraré las maravillas del bosque.

Era un acuerdo sensato, e intentaba comprenderlo, no obstante, en verdad quería tocarla. Su cabello se veía sedoso; su rostro suave; y sus ojos... «Maldición. Sus ojos...» Akko suspiró inconscientemente.

—¿Estás escuchándome?

—Sí... Sí —respondió saliendo de su trance—. Yo... Esto... —Akko miró hacia otro lado—. Es maravilloso... —concluyó.

Diana lo supo en ese momento, gracias a su magia. La humana no poseía ninguna intención mala en contra del bosque, sin embargo, no podía confiarse. Las previas personas que habían ingresado tenían el mismo sentimiento puro, pero poco a poco fue cambiando. Diana esperaba que las intenciones de la castaña cambiaran también; ella la vigilaría desde cerca ahora que le había concedido la entrada al bosque.

Akko estaba en su territorio y no volvería a cometer el mismo error, aunque eso significara invadir su privacidad personal.

—Es tarde —dijo causando que la humana girara a verla—. Debes regresar.

Diana se dio la vuelta dispuesta a continuar con lo que había dejado previamente, sin embargo, el llamado de la castaña la detuvo.

—Espera... ¿No quieres... hablar? Sé que es... tarde, pero... puedo quedarme otros minutos... más —concluyó.

«Mi padre me regañará, pero quiero quedarme». Quedaron en silencio unos pocos segundos. Diana se volteó nuevamente con su expresión neutra.

—Mencionaste algo acerca de tu hermana.

Akko sonrió ilusionada.

—¡Sí! —soltó con felicidad, pero luego se reprochó—. Lo siento. No quería gritar.

—Tu hermana está embarazada. ¿Por qué sospechas?

—Presiento que algo sucede. Algo... no está bien en esa relación. Mi padre estaba igual de impresionado cuando recibió la noticia. Él no podía creer que, Amanda, hubiera hecho tal cosa. Él esperaba que volviera con nosotros y se fuera a trabajar con mi tía Bertha o... ayudará en el negocio.

Diana no respondió. Ella notó lo exasperada que se encontraba la persona frente a sus ojos.

—Es extraño... Nadie puede cambiar tanto de un día para otro.

—Es posible. —Akko se sorprendió—. Dependiendo de la persona humana.

—¿No crees que hay algo extraño?

—No.

—¿Estás segura?

—Sí.

Akko frunció el ceño, pero no podía enojarse con ella; no teniéndola a tan pocos metros. No demoró en ruborizarse al recordar ese dato, sin embargo, cruzó sus brazos y giró su cabeza hacia un lado en un intento de ocultar su sonrojo.

—Bueno, a mí sí me parece extraño.

—Eso es porque la conoces. No obstante, es importante conocer las dos caras de una moneda. En este caso, de una persona. —La castaña la miró nuevamente sorprendiéndose de que tuviera una moneda de oro en su mano. Diana la lanzó y la desapareció en el aire—. Ella era una niña cuando cometía esas acciones que me contabas. Ahora es una adulta desarrollada. ¿Lo entiendes?

Akko arrugó en confusión su entrecejo.

—Pero... sí cambió tanto... ¿Yo también lo haré de esa manera?

Diana levantó una ceja y juntó nuevamente sus manos detrás de su espalda.

—Eres humana —le recordó—. Los humanos evolucionan. Sin embargo, el cambio lo crean ellos mismos. Si decides cambiar lo harás; si decides permanecer, permanecerás. No obstante, lo dicho previamente no aplica para su tiempo de vida.

«Eso lo sé». Akko sabía que lo último no podían cambiarlo o controlarlo, pero gracias a las palabras de Diana, sus pensamientos acerca del tema de su hermana cobraban más sentido; sin embargo, no la convencía del todo.

—Tu magia.

Diana la miró con atención esperando a que continuara.

—¿Puede verlo?

—¿Qué deseas descubrir?

—Lo que mi corazón siente ante esa situación. —Ella colocó una mano en su pecho—. Siento que algo malo sucede. Y si no puedes, o no quieres ayudarme, lo descubriré por mi cuenta —acotó con una mirada segura.

Por ver su expresión decidida y la intensidad del brillo en sus ojos, la guardiana, sabía que sus palabras e intenciones iban en serio. Suspiró suavemente antes de responder.

—Crea tu propio camino y alternativas. Descubrirás y aprenderás de muchas cosas en el trascurso.

«En pocas palabras no me ayudarás», se respondió en su cabeza con leve molestia. Ella hizo un puchero y le dio la espalda, aunque su corazón rogaba que no lo hiciera. Akko se había cansado de dejarse llevar por ese sentimiento.

—Tengo preguntas acerca... del bosque. ¿Me dejarás entrar después?

—Tienes concedido el paso en cualquier momento que desees visitar el bosque, sin embargo, debo advertirte que si traes a alguien más contigo me tendré que deshacer de él o ella.

«¿Deshacerse de él?», se repitió confundida y la miró a ver de la misma manera.

—¿Qué quieres decir?

—Lo que quise decir.

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Llegando a su hogar con su cabeza hecha un completo lio, abrió la puerta e ingresó cerrándola con lentitud. Ella no podía sacarse de sus pensamientos las maravillas que había visto y lo que le faltaba por conocer, sin embargo, las últimas palabras de Diana la habían desconcertado un poco.

La guardiana no era capaz de matar a un humano, ¿verdad?

—Llegas tarde —habló Johan causándole un leve sobresalto.

Akko lo miró con pena y bajó la mirada.

—Lo sé... —musitó.

—Te he guardado la cena. Vamos, te acompaño. Quiero hablar contigo.

«¿No ha comido aún?», se preguntó con sorpresa. Se sentó en la mesa y Johan colocó los dos platos, para después tomar asiento frente a ella.

—¿A dónde estabas?

—Yo... fui a hablar con Mary.

Johan suspiró y miró su plato con una expresión de cansancio.

—¿También sospechas? ¿verdad?

—¿Hablas de la relación de Amanda?

—Sí. No puedo creer que llegara a ese punto. —Su ceño se frunció—. Yo la metí en eso. No debí aceptar nunca esa propuesta.

—Mi tía Bertha te impulsó a tomarla. No es del todo tu culpa.

El señor se quedó pensando sin mirarla. Honestamente, se encontraba bastante abatido por la noticia imprevista recibida en esa tarde. Él intentaba alegrarse por su hija, pero no podía. Todo había pasado muy rápido ante sus ojos. ¿Desde cuándo se había descuidado tanto de ella? Tal vez si la hubiera visitado más a menudo no hubiera sucedido, sin embargo, la comunicación por cartas era esencial.

Johan le escribía y recibía respuestas, pero varios días después. Él quería saber que las cosas se hallaban en orden, y tenía muchas ganas en ese momento de hablar con Amanda; no obstante, no lo logró cuando estuvo a su lado debido al miedo y dudas que lo dejaron congelado por varios minutos preocupantes.

Claramente él había fingido felicidad luego de que lo llamaran más de cinco veces. Se excusó diciendo que le chocó la tan repentina noticia, para después, ir al baño y lavarse el rostro. Cuando regresó a la mesa observó a Akko tratando de no sentirse incomoda. Johan lo notó; ese ambiente no le gustaba para nada a la castaña.

—¿Qué vas a hacer?

—Necesito que me ayudes. Algo debe estar pasando y la sacaré a la fuerza si es necesario.

—¿Qué sucederá con el bebe?

—Lo traeremos de ser necesario. Lo cuidaremos y criaremos.

Akko no le agradaba mucho esa idea y se lo demostró con una expresión insegura.

—Lo sé —continuó—. Sé que Lotte y tú empezarán su vida tarde o temprano. Y yo estoy envejeciendo. Amanda puede hacerse cargo de él en esta casa. Recibirá apoyo y estaremos ahí para ella. La comida nunca ha hecho falta y poco a poco nuestro negocio va en crecimiento.

Una persona de caballera rubia se había asomado por los escalones escuchando sigilosamente la conversación.

—Ese es el problema. Nosotros trabajamos, papá. Lotte no se puede incluir y debo decirte que me molestó que lo hicieras en esa charla.

—Es tu hermana. No puedo decirles a las personas que lo único que hace en este hogar es leer, comer, ducharse y dormir. Los hombres jóvenes la verán como una mujer perdida, ya que no trabaja o hace algo para mejorar su vida.

—¿Aún intentas conseguirle a alguien?

—Intento de que no quede sola, Akko. Tú has encontrado a alguien a tu edad de veintiuno, pero, Lotte... tiene veintitrés años.

—Bueno... A ella le gustó alguien. Es un avance.

—Ni siquiera habló con él, Akko. No he visto a Frank desde... esa vez que lo rechazaste en el negocio.

«Es cierto...» Frank había desaparecido después de la pequeña declaración rechazada, y tampoco había leído la carta. Ella tenía un poco de interés en saber que era lo que deseaba decirle el chico, pero en su mente le parecía más recomendable no hacerlo. Quizás luego se animará a leerla; por el momento quería concentrarse en el gran paso que había dado con la guardiana.

—¿Quieres que Lotte socialice?

—Sí. Lotte ha estado encerrada en esta casa durante años. Le hace falta un poco de aire.

—O tal vez lo que necesita es que hables con ella.

Johan la miró incrédulo.

—Lo he hecho y sabes que no presta atención a mis palabras.

—¿Y ahora?

Su padre levantó una ceja.

—¿Le has hablado ahora? Las personas cambian... —Ladeó su cabeza hacia un lado—. Las personas tienen dos caras. Como una moneda —dijo, y tanteó su bolsillo en busca de una. Para su sorpresa encontró una de oro. Akko no había recordado haber puesto una moneda en ese sitio—. Yo... La moneda —empezó nuevamente no permitiendo que sus pensamientos se desviaran—. La moneda tiene dos caras. —Ella la lanzó y la atrapó, para luego mostrar el resultado en la mesa—. Es importante conocer ambas. Lotte era una niña... rebelde con un sentimiento de tristeza en su corazón. La pérdida... de mi madre, la lastimó hasta cierto grado de aislarse de las personas que alguna vez la conocían como la hija de Kioko Kagari, pero ahora... es diferente. Su cambio es casi nulo, pero estoy segura que ha cambiado. Al menos... un poco.

El salón quedó en silencio cuando acabó. Johan analizaba lo que había dicho. Akko aprovechó que su mente se encontraba ocupada, para observar la moneda de oro con curiosidad. «Diana...» Era posible que hubiera terminado en ese sitio por la magia de la guardiana, puesto que, ella muy pocas veces llevaba dinero consigo cuando iba a visitarla.

—¿Estás... decepcionado? —preguntó con sutileza.

—¿Decepcionado? —repitió confuso.

—¿Lotte, te decepciona?

—Un poco... Es mi hija, al igual que tú. No le daría la espalda a ninguna, ni siquiera a Amanda. Es sólo que... deseo que tengan una buena vida, pero si, Lotte, no quiere poner de su parte... no puedo obligarla. Tu tía Bertha a tratado de hablarle, sin embargo, no he visto algún progreso.

—Tal vez debas encargarte de ese asunto... por tu cuenta.

Era extraño. Akko se sentía un poco extraña aconsejando a su padre. Ella no conocía mucho a su hermana y había dejado de ayudarlo en ese problema. Lotte evitaba hablar y permanecía más en la habitación.

Johan suspiró profundo captando la atención de su hija castaña.

—Trataré.

Akko asintió y le sonrió con sutileza. Seguidamente tomó la cuchara dispuesta a comer. Su padre la miró con un poco de nostalgia y tristeza. «Cada día... te pareces más a ella».

—Por cierto, te llegó una carta de Andrew hace... dos horas. Será mejor que muestres a tu interesado, antes que más aparezcan con esas intenciones, Akko.

La mencionada se sobresaltó ligeramente y, de repente sus nervios se hicieron presentes, pero intentó que no se notaran.

—No... no puedo. No ahora. Es... complicado —acotó.

Johan asintió ligeramente.

—Ten cuidado cuando sales. No tardarán en llegar los caballeros del rey a este pueblo. Y eso... no significa nada bueno.

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Fin del Cap. 32 (¿De qué eres capaz?)

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