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"La entrada a lo desconocido"

Parte 2

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Narradora Pov

"¿Qué estás esperando, Atsuko Kagari?"

«¿Qué...?» Akko miraba con confusión e impresión donde supuestamente estaba el muro invisible. Ella se había quedado quieta en su lugar tratando de asimilar las palabras escuchadas. En su mente aparecieron varias posibilidades de lo que se refería la guardiana, pero también pensaba en que tal vez. Sólo tal vez. Lo estuviera malinterpretando.

Diana la observó desde la distancia y notó las dudas en su rostro. Suspiró suavemente y dejó de prestarle atención para enfocarse nuevamente en continuar tocando su instrumento de cuerda.

Era tarde y el sol no demoraría en ocultarse. Akko lo sabía. Ella debía regresar antes de la cena, pero... había querido hablar con la guardiana acerca de lo que pasó en ese día. Su hermana dio la noticia de un posible embarazo y su disgusto no lograba contenerlo mucho. Algo estaba pasando; ella sospechaba que algo sucedía en esa relación.

Akko había pensado que, la guardiana, pudiera darle otros de esos consejos, sin embargo, nunca se esperó a que dijera tales palabras. Estaba nerviosa; se había puesto nerviosa de repente, pero, con lentitud empezó a avanzar.

Se detuvo frente al muro y lo observó con curiosidad. Quería llamar a la guardiana y asegurarse de que se encontrara para que no le pasara lo de la última vez. Ella no quería volver a pasar por ese indescriptible dolor.

Suspiró agarrando el valor necesario para acercar despaciosamente su mano derecha. Ella temblaba de miedo y cerró sus parpados antes de que sus dedos tocaran el muro. Se sorprendió cuando sintió un leve cosquilleo, pero con rapidez los sacó. «¿Qué estoy haciendo? ¿Qué está pasando?», se preguntó sujetando su muñeca.

¿Y si lo que había escuchado había sido producto de su imaginación? La guardiana se enojaría demasiado si ingresara sin permiso, pero... ¿Cómo era posible que pudieran sus dedos traspasar aquella barrera cuando era ella misma quien podía otorgar esa autorización? «¿Y si está débil?» Akko recordó la vez que sangró y desapareció frente a sus ojos. Había quedado inconsciente después de eso.

Diana la salvó de recibir otra herida intensa y profunda. La castaña hizo memoria atrás recordando el momento donde le pidió a su padre que tocara el muro que había descubierto. Fue extraño lo que ocurrió en ese entonces. La mano de Johan no había podido tocar, ni sentir absolutamente nada, sin embargo, Akko si lo hacía.

Tragó pesado y miró el muro nuevamente. Su expresión estaba llena de dudas e inseguridades. Ella no quería hacer enojar a la guardiana; no quería tirar a perder todos esos años que le costó tener lo que tenían hasta ahora. Diana era muy conservadora y una mujer que desprendía un aura de fortaleza a simple vista.

No deseaba ni imaginarse el daño que podría hacerle si desobedecía o hacía algo en contra de su voluntad.

A punto de hablar y preguntar acerca de lo que había dicho, unas palabras azules se dibujaron en el muro provocando que su corazón volviera a latir con fuerza.

"Adelante."

Sus mejillas se ruborizaron y sus ojos se llenaron de lágrimas. Ella no podía creerlo. La guardiana le estaba concediendo el paso. No había algo más extraordinario que eso. Estaba segura que, en ese momento, todo lo que alguna vez había visto daría un giro completo de 180 grados.

Exhaló impresionada y bajó la cabeza, para después inhalar y exhalar varias veces llenándose de nuevo de valor. «Aquí vamos...» Se sentía ansiosa e insegura, aparte de la otra emoción que la comía por dentro. Akko tenía miedo de lo que sucedería una vez dentro; de lo que vería cuando diera el paso definitivo.

¿Qué sucedería si todo lo que había leído en un libro no fuera verdad? ¿Qué pasaría si la guardiana no era una persona, y en cambio era un espíritu maligno que intentaba llevarse su alma? «No. No pienses en eso». Ella confiaba en Diana; ella conocía la historia de cómo el bosque había cerrado sus puertas, aunque no sabía los detalles, pero con el bajo conocimiento que poseía acerca de eso, le daba una idea.

Negó su cabeza y cerró sus parpados con fuerza, para luego... dar un salto hacia al frente.

Sintió escalofríos y empezó a enseguida a escuchar sonidos de animales en el cielo. Lentamente abrió uno de sus ojos humedecidos topándose primero con un césped bastante brillante y, de nuevo con lentitud abrió su parpado faltante. Poco a poco su cabeza se levantó hacia el cielo y se acostumbró al bello atardecer que iluminaba el lugar.

Sus iris se expandieron y un brillo adornó sus ojos. Aves de diferentes aspectos y colores pasaron volando sobre ella en conjunto. Akko bajó la cabeza y miró lo que tenía al frente. Se maravilló de inmediato; su corazón latió con más prisa; e inconscientemente lagrimas empezaron a descender por sus mejillas.

«Es hermoso...», pensó a la vez que intentaba contener la emoción que se apoderaba de todo su cuerpo. «Es hermoso...», repitió sin dejar de mirar lo que estaba frente a sus ojos. Habían pequeños animalitos en unas flores que jamás había visto en su mundo. Las plantas, árboles y lagos, eran mágicos. Todo era mágico.

Akko giró su cabeza hacia un lado contemplando un lago cristalino que la incitó a acercarse con lentitud. El lago brillaba de un intenso color celeste como si tuviera estrellas dentro. La castaña se asomó e intentó no tocarlo. Se impresionó al instante cuando observó los peces. Su apariencia en verdad le causaba mucha intriga.

Todo era absolutamente nuevo. Nada de lo que estaba viendo en ese instante se comparaba al mundo donde había estado con anterioridad.

Cambió su punto de vista contemplando ahora unos tallos de bambú que se hallaban muy bien formados; unos sutiles rayos de luz alumbraran un lugar en específico que estaba rodeado de estos grandes brotes. Akko se aproximó cuidadosamente con el mismo sentimiento curioso.

Al llegar ladeó su cabeza con confusión e inclinó sus rodillas para ver más de cerca lo que se movía dentro del césped. Una pequeña cabecita se asomó de repente causándole un susto que provocó que cayera hacia atrás. El animal la observó y admiró la expresión de miedo que tenía en el rostro.

Él estaba interesado en la humana que se había acercado a su habitad. Con pasitos lentos y seguros se acercó causando que, Akko, se tensara al sentir sus patitas en el abdomen. El animal le creó demasiada curiosidad lo blandita que era; nunca en su vida había tocado algo tan blando... y débil.

Parecía tan frágil que se quitó de encima por miedo a causarle algún daño, sin embargo, se sorprendió cuando la humana le tocó la cabeza. Akko lo examinó con cuidado tocando la capa dura que poseía. Su forma se asimilaba más a la de un armadillo, pero poseía un pelaje bastante suave en algunas zonas, aparte de unas uñas cortas semejante a las de un reptil pequeño. El animal era chiquito.

En el momento que, agarró más confianza lo acarició recibiendo una respuesta positiva. Akko sonrió y lo tomó en sus brazos haciéndole sutiles mimos.

«Que lindo... Quiero adoptarlo», pensó al verlo disfrutar de la suavidad de sus manos. Sin embargo, otro pensamiento apareció en su mente causándole dudas acerca de esa repentina petición emocional que había tenido. «¿Qué le pasaría si saliera del bosque?». Era posible que la criatura falleciera, o así, lo creía.

Lo soltó cuando sintió que deseaba bajarse. El animal caminó con sus patitas cortas y regresó a su hogar. La castaña observó cómo se había escondido en la hierba alta y desaparecido de su vista en cuestión de segundos. Sonrió satisfecha y se puso de pies sacudiendo su vestimenta.

Ella inhaló profundamente y exhaló sutilmente, disfrutando con más seguridad estar en ese lugar. No obstante, aún estaba consciente de que debía tener cuidado. Desconocía mucho del bosque y no deseaba regresar con una herida notable a su hogar, aunque la guardiana pudiera curarla, no debía aprovecharse de la amabilidad y confianza que había tenido en dejarla entrar.

«Ella confía en mí», pensó alegre llenando su corazón de orgullo. Akko había conseguido que Diana confiara en ella. Y no iba a meter la pata o, al menos, intentaría no hacerlo.

Una melodía sutil captó de inmediato su atención. Ella reconocía de quien era. Su corazón entró en pánico y sus mejillas volvieron a sonrojarse con fuerza. El sentimiento que estaba experimentando en ese instante eran un remolino de emociones que no podía controlar.

«La... guardiana». La persona la cual la hacía sentir de esa forma, se encontraba esperándola.

Respiró agitadamente tratando de calmar su apresurado corazón. «Me va a dar un infarto», se dijo sin dejar de observar lo que había más allá del lago; aunque no podía ver mucho. Los árboles y las plantas tapaban su visión.

Caminó con lentitud e intentó dispersar un poco sus pensamientos a aquellos recuerdos que la ponían peor. Akko siguió el sonido alejándose del lago y adentrándose más en el bosque. Las plantas se apartaron cuando la sintieron acercarse, creándole gran impresión. «¿Están vivas?». ¿O era causado por la guardiana? Su respuesta obviamente no sería respondida, pero supuso que era por lo segundo.

Juntó sus manos mientras miraba a los animales que pasaban volando sobre su cabeza y los que pasaban a sus costados. Akko aún le impresionaba sus aspectos y agradecía que ninguna intentara hacerle daño. Sin embargo, sus pasos se detuvieron cuando una sombra gigante pasó repentinamente a una distancia bastante lejos.

Akko lo observó unos pocos segundos y sus parpados se abrieron en grande. «¿Qué es eso?», se consultó anonadada. ¿Acaso había visto a un... dragón? «¿Los dragones aún existen?». Ella había leído libros mitológicos que hablaban de esos seres pasados que, supuestamente, mantuvieron el orden y cuidaron de lugares sagrados; no obstante, en algunas historias los grandes animales luchaban en las guerras humanas y eran domesticados. A Akko le parecía un poco ridículo lo último.

«¿Un humano puede domesticar a un animal tan grande?». Ella negó con su cabeza, sonrió y se percató de la humedad en sus mejillas. Había dejado de llorar de felicidad y emoción. Poco a poco estaba segura que se acostumbraría a lo que estaba viendo; eso si la guardiana la dejaba entrar otra vez. Akko pedía internamente que no fuera la última, puesto que, sabía que no dejaría de soñar con lo visto en ese día.

Si algunos de sus conocidos entraran a ese sitio, pensarían en la posibilidad de encontrarse soñando, o peor aún, de que estuvieran muertos. Nadie creería que un lugar como ese existiese a escondidas de sus ojos. Era tan... irreal. Y Akko los podía entender muy bien.

Sus pasos se detuvieron en el momento que, sus ojos se posaron en un enorme árbol que se hallaba cerca de otros. Seguidamente contempló una cascada dividida en cuatro que no parecían tener algún final. En el tronco del gran árbol se encontraba un hogar bien construido en las raíces. Al suponer de inmediato de quien era, su corazón se disparó nuevamente. «No puede ser...» Tragó pesado y prosiguió a mirar el largo puente que la separaba.

La caída no se veía tan mala, pero si le daba un poco de miedo imaginarse pisar mal y caer. Además, de que el puente se movía hacía una dirección por la ligera brisa. Con temor y cuidado pisó la primera madera y, rápidamente al poner el otro pie en ésta, se sostuvo de la soga con sus dos manos. El puente se tambaleó ocasionando que su corazón no se tranquilizara.

Respiró hondo y mentalmente maldijo que tuviera que llegar al otro lado, sin embargo, cuando empezó a caminar muy temerosamente, éste permaneció quieto entregándole más seguridad. Akko se confundió al instante, pero continuó más tranquila mirando al frente.

Hallándose por la mitad, su cabeza se volteó en el momento que sintió al mismo enorme dragón, que pasó anteriormente arriba de su cabeza, ahora salir de las nubes que se encontraban a su costado, para luego desaparecer casi de inmediato en éstas.

Más maravillada no podía estar en ese momento.

Al llegar al otro lado observó hacia atrás asombrándose de que, el puente, volviera a moverse al compás de la suave brisa. Sonrió satisfecha y siguió caminando.

El hogar de la guardiana no era tan grande a comparación de la suya. Ésta parecía tener más habitaciones a los costados, pero quizás se estaba equivocando. La inspeccionó desde afuera sorprendiéndose de los pocos, casi nulos, detalles que tenía.

El hogar no se asemejaba mucho a uno de los que conocía, pero igualmente, le creaba curiosidad en saber que había dentro. Mas sin embargo, no lo hizo y retrocedió para darle la vuelta con intenciones de llegar a donde provenía aquella melodía.

Su corazón de nuevo empezó a latir con prisa y su cuerpo se congeló al instante de encontrarse a punto de verla. Enseguida sus manos temblaron y se aprisionaron contra su pecho, y sus ojos se cerraron con fuerza. Recuerdos pasados empezaron a presentarse en su cabeza.

"Yo... —«¿Te gusto?»— Quiero decir, ¿Tú...? —«¿Sientes algo por mí?»" Su respiración se volvía más errática. "Atsuko..." Dio un paso y luego otro. "¿Siempre vamos a estar así, Diana?" Hasta salir de la pequeña oscuridad.

Lentamente sus parpados se abrieron y se humedecieron al verla. Ella se encontraba sentada encima de una roca que estaba rodeada por el agua de un hermoso lago. Y sus ojos se hallaban cerrados mientras seguía tocando con tranquilidad.

Las mejillas de Akko se ruborizaron intensamente y su corazón latió con calidez. «Diana...»

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Fin del Cap. 31 (La entrada a lo desconocido. Parte 2)

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