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☪ 29 ☪

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"Sospechas"

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Narradora Pov

En un bosque mágico que no había sido visto hace mucho tiempo por algún ojo humano, se encontraba una persona alimentando a una de las grandes bestias que había salvado de un lugar que empezó a desaparecer y quedar como el resto; sin vida. Algunas hadas de aquel sitio murieron y otras llegaron a salvarse. Había ocurrido lo mismo que la última vez y Diana no estaba contenta con el resultado.

Una fruta de gran tamaño con sabor a carne fue lanzada con ayuda de su magia en dirección a la boca del animal. Él la atrapó y masticó bien antes de ingerir. La expresión de la guardiana era neutra y la postura que tenía era recta. Ella se hallaba pensado detalladamente en lo ocurrido. Era probable que, nuevamente, se desmayara: por cómo iban las cosas.

Un tintineo repentino captó y escuchó sus oídos con claridad, y antes de abandonar el lugar tomó un total de tres frutas de los grandes árboles para dejarlas cerca del hambriento animal. «Con tres será suficiente», aseguró. En el camino pasó diferentes sitios que eran el hogar de las actuales y grandes bestias divinas.

Cuando llegó al Árbol, hizo el mismo procedimiento y se dirigió al lago más cercano. Esperó unos pocos segundos y las palabras de la nueva orden se revelaron ante sus ojos, sin embargo, a la guardiana le costó un poco comprenderla; pero la aceptó sin ninguna reclamación y haría lo posible para cumplirla.

Un nuevo sonido de pasos acercándose captaron su atención. «Justo a tiempo», pensó y no tardó en moverse para recibirla. Ella se hizo presente y tomó asiento como de costumbre, no obstante Diana notó que había algo diferente. La castaña parecía otra vez enojada, pero a la vez sus ojos ocultaban una ligera esperanza que desconocía.

—¿Me vas a contar?

—Buenas tardes para ti también, Atsuko.

Akko suspiró con frustración.

—Quiero saber lo que sucedió aquella vez.

—Le dije que lo ocurrido estaba resuelto.

—Mientes —dijo y despojó su cuaderno de la bolsa a la vez que tomaba asiento cerca del muro—. Estuve pensando y analizando algunas cosas durante.

Diana observó atentamente cada una de sus acciones y esperó pacientemente a que continuara. Lo ocurrido esa vez había sido hace un año atrás; la joven estaba a unos días de cumplir veintiún años.

—La sensación en mi pecho cuando tenía... ocho, creo. ¿Sabes a que se debe?

La guardiana no respondió y Akko frunció el ceño. Ella exhaló e inhaló agarrando valor.

—El daño que los humanos le hicieron al bosque, aún persiste —atacó mirándola retadoramente—. Cuando te desmayaste sentí... la misma sensación que aquella vez; cuando el muro me lastimó. Tú... —La apuntó con su lápiz— Sabes algo y me lo has estado escondiendo.

Diana se estaba empezando a molestar por su carácter y acusaciones. Atsuko había venido directamente a averiguar lo que actualmente sucedía con el bosque, sin embargo, la guardiana no iba a soltarle alguna información; y menos con ese genio.

—Las ocurrencias del bosque no son de tu incumbencia —contraatacó.

—Lo sé, pero aún si hay una posibilidad de que pueda ayudar...

—Eres una humana —le interrumpió—. No posees magia y nunca la tendrás —soltó con frialdad.

Esas palabras lastimaron severamente el corazón de la joven. Era cierto lo que decía; ella era una humana, pero igualmente trataba de ayudar. No le gustaba como la estaba haciendo sentir Diana en ese momento; otra vez esa impotencia se apoderó de su pecho.

—Me preocupo... por ti —susurró triste y a la vez confundida—. Sera mejor que me vaya —dijo levantándose del césped.

Diana la miró alejarse. La castaña había durado menos que las anteriores veces y eso debido a como había contestado a sus preguntas. La guardiana estaba consciente de que lo había arruinado nuevamente, y que no estaba siguiendo las ordenes correctas del Árbol. Ella debía arreglar lo hablado.

«Humanos...», pensó con cierto desagrado. Era cierto que la joven había demostrado en todos esos años que era diferente, aunque para Diana al comienzo lo viera como necesario, ahora las cosas eran distintas. La humana en realidad poseía algo que otro de su raza no tenía; ella era especial y merecía un mejor tratado.

Además, de que debía seguir las ordenes de manera correcta. La guardiana suspiró suavemente, para luego, con ayuda de su magia, levantar el cuerpo de la castaña causándole un pequeño grito. Lentamente de forma sutil la atrajo a ella.

Akko miró con impresión lo que sucedía. «¿Estoy... volando?», se preguntó con asombro. Era obvio que no lo estaba haciendo por voluntad propia, sin embargo era sorprendente; la sensación era simplemente increíble. No obstante, Diana la dejó sin cuidado en el suelo y se golpeó la retaguardia al caer.

—¡Auch! —soltó en queja cerrando sus parpados—. ¿Puedes ser un poco más gentil?

—Humana —llamó.

—Tengo un nombre —dijo cruzando sus brazos.

Diana nuevamente suspiró con suavidad.

—Atsuko —corrigió.

—Mejor —expresó con una sonrisa orgullosa y la miró con atención.

—Tienes razón con respecto al daño que conserva el bosque.

—¿Por qué no lo has arreglado?

—No es sencillo.

Akko frunció ligeramente su ceño.

—¿Tengo alguna conexión con el bosque?

Diana la miró fijamente en silencio dándole a entender que no respondería. La castaña suspiró y giró su cabeza hacía un lado.

—Las cosas están cambiando en el pueblo —comentó—. Mi tía Bertha tal vez no venga para un evento que se llevará a cabo en dos días. —De nuevo la observó— ¿Tú... quieres que vaya?

—No tengo el derecho de decidir por...

—Un amigo me invitó —le interrumpió—. Es posible que no sean con esas intenciones que pienso, pero... —Instintivamente acercó su mano derecha al pecho— No lo sé.

Diana se demoró unos segundos en comprender lo que intentaba con palabras trasmitirle la humana.

—¿Te gusta? —consultó sin demostrar sorpresa o resentimiento. Diana estaba completamente normal teniendo la típica expresión neutra en su rostro, sin embargo, Akko se sobresaltó un poco ante esa pregunta y se ruborizó levemente.

—¿Que? No, no. Yo... —Akko intentaba no hacer contacto con los ojos azules que la miraban fijamente. «Me gustas tú», se contestó en su cabeza— Yo... —«¿Te gusto?»— Quiero decir, ¿Tú...? —«¿Sientes algo por mí?».

Akko cerró nerviosa sus ojos y retrocedió unos pasos con sus manos aprisionadas en su pecho. Su corazón latía con prisa y el nerviosismo la atacaba sin piedad. Ella deseaba decirle a la guardiana aquellas palabras de afecto, pero... a la vez no quería por miedo a ser rechazada.

—Atsuko... —llamó con cierta confusión. La humana se había quedado callada.

Pasaron unos segundos más en silencio y la acción repentina de la castaña no sorprendió o asustó a Diana. Akko había colocado con rapidez y brusquedad la mano derecha en el muro y la había cerrado un poco. En ese momento, la guardiana, empezó a sentir esos sentimientos que fluían en ella e intentó identificarlo.

Diana tuvo una ligera idea, pero no podía asegurarla; su magia era débil fuera del muro y necesitaría más de eso para poder afirmar lo que presentía.

—¿Siempre vamos a estar así...? —susurró y con sutileza levantó la cabeza mirándola directamente con sus ojos brillosos—. ¿Diana? —Una sonrisa débil se dibujó en sus labios.

Ligeramente los parpados de la mencionada se abrieron en impresión, pero en contar de segundos volvieron a su lugar anterior. En un movimiento lento y preciso, la guardiana, empezó a mover sus dedos sin necesidad de levantar las manos de su regazo. Pequeñas hojas del verano empezaron a elevarse y volar alrededor de la castaña.

Akko cerró sus ojos y sintió la suave brisa merodear por su cabeza. Lo que no se esperó fue que una de las hojas se deslizara por su mejilla de arriba a abajo entregándole una sutil caricia. Al abrir sus parpados para observar con sorpresa a Diana, ella ya no estaba; había desaparecido otra vez.

Las hojas descendieron y la castaña agarró la hoja que había cometido tal acción previa. La observó con atención y se sonrojó recordando la sensación. «Diana...»

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—¡Bienvenida! —exclamó su padre con alegría al verla entrar, pero se desconcertó al no escuchar una respuesta—. ¿Estás bien?

Akko que se encontraba sumida en sus pensamientos con su mirada puesta en la hoja naranja que se hallaba en la palma de su mano derecha, salió en el segundo llamado y parpadeó con confusión.

—¿Estás bien? —le preguntó Johan tomándola sutilmente por los hombros.

—Sí... —murmuró.

El padre sonrió y la acarició de arriba a abajo antes de alejarse para continuar con lo que estaba haciendo. El hombre de la casa se encontraba preparando la cena como de costumbre, y para sorpresa de Akko su hermana se hallaba en uno de los sofás del hogar esperando pacientemente.

La castaña se sentó en uno de los muebles a lado de ella y examinó nuevamente la hoja. La acción de la guardiana la había tomado por sorpresa, al igual que la magia que utilizó en ella. Era extraordinario y aun recordaba la sensación de ser cargada por el viento. Diana decía que su magia era poca fuera del muro, pero a Akko le parecía mucha.

Y, nuevamente se encontraba en sus pensamientos aquel recuerdo que la hizo ruborizar y sonreír estúpidamente en ese instante.

—Encontraste a alguien —habló Lotte provocando que Akko se sobresaltara y la volteara a ver.

—Eh... Sí... —contestó con nerviosismo. Era la primera vez en años que su hermana le dirigía tan firmemente la palabra.

Lotte hizo una ligera mueca y recogió sus piernas para luego abrazarlas.

—¿Cómo esta Frank?

—No lo sé. No lo he visto hace... meses.

—¿Por qué no ha venido a trabajar?

—Ah... Bueno.... —«¿Cómo le digo?», se preguntó dudosa. «¿Se lo tomara mal?», se cuestionó nuevamente— Él... consiguió otro trabajo.

La rubia frunció levemente su ceño.

—¿Por qué no lo has traído o te has ido con él?

Akko se rio con sutileza. «La traería si pudiera.»

—¿Te refieres a Frank?

Lotte negó con la cabeza.

—A tu interesado.

—Bueno... mi interés es complicado.

—¿No es Andrew?

De nuevo, la castaña se sobresaltó.

—¿Qué? No.

—Te vi con él, el otro día —dijo mirando hacia otro punto de la sala—. Lo abrazaste.

—Abrazo de amigos —aclaró.

—¿Por qué engañas a Frank?

—¿Engañar a Frank? —«¿De qué está hablando?». Su ceja se levantó por confusión.

—¿Estás interesada en él? ¿no?

—Por supuesto que no.

Lotte rio con suavidad.

—No engañas a nadie, ojos rojos. Te envió una carta.

«¿Qué?» ¿Frank le había enviado una carta?

—Y recibimos otra —continuó—, de parte de la persona que nació primera que nosotras.

«¿Amanda?»

—Está bien... —musitó extrañada.

«Una carta de Frank y Amanda.»

—¿No vas a leerla?

Akko frunció el ceño.

—No.

—¿Por qué no?

—Porque no.

—Probablemente espere una respuesta de tu parte.

—La leeré después.

—Es mejor que lo hagas ahora.

—¡Entonces léela tú! —exclamó cansada.

El salón permaneció en silencio y Johan que sostenía una bandeja en sus manos las miró con sorpresa. Él no quiso involucrarse y retiró con cuidado los alimentos en la mesa, para después ir en busca de la bebida preparada.

—La carta no tiene mi nombre escrito en ella. Admítelo —dijo poniéndose de pies—. Estás interesada en él y simplemente lo estás ignorado —concluyó tomando asiento en una de las sillas de la mesa.

Akko la imitó posicionándose frente a ella. Luego de unos minutos llegó Johan con los vasos.

—Bueno chicas, es hora de...

—No estoy interesada en Frank —dijo Akko interrumpiéndolo mientras agarraba los cubiertos.

—No te creo.

—No me interesa.

—Debería.

—¿Por qué?

—Lotte, Akko —llamó nervioso Johan.

—Porque es la verdad.

—¿Cómo puedes asegurar algo de mi vida? ¿Acaso me estás espiando con tu mente dentro de esa habitación?

—No es necesario ver lo que haces para saber lo que sientes.

—Argh —soltó y rodó los ojos en señal de frustración.

—Siempre has obtenido lo que quieres. Has sido la consentida desde que naciste y mataste mi madre.

«Otra vez con ese mismo cuento...», pensó con molestia.

—¿Ah sí? —dijo con cierta diversión—. Pues fíjate, Lotte, esta persona que "asesinó" a tu madre enamoró el corazón de tu príncipe azul.

—Chicas —llamó de nuevo Johan, pero fue ignorado.

—¡Tú no tienes nada de especial! —gritó con enojo colocando las dos manos sobre la mesa.

—¡Tú tampoco porque él no te quiso y no creo que lo haga con esa actitud que tienes! —contestó utilizando el mismo tono de voz—. ¡Ya no soy una niña como para dejar que vuelvas a utilizar esas palabras contra mí!

—¡Tu hiciste que se fuera!

—¡¿Acaso yo pedí nacer?!

—¡Basta! —exclamó poniéndose de pies y calló a las dos mujeres. Akko tomó asiento y Lotte igual—. Es hora de comer y no de discutir.

—Parece que mi tía Bertha no te ha enseñado nada —murmuró la castaña con la mirada fija en el plato.

—Atsuko —regañó su padre.

Lotte permaneció callada y observó igualmente los alimentos frente a ella. Johan nuevamente se sentó cuando miró las cosas más calmadas, pero segundos después Akko de nuevo le dirigió la mirada a la persona que tenía en frente. Lotte la observó de reojo con el ceñó fruncido.

—Su nombre es Dian —habló mirándola con intensidad, ocasionando que el entrecejo de su hermana se cerrara aún más—. Y lo amo.

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Fin del Cap. 29 (Sospechas)

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