☪ 28 ☪
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"Amor, tiempo y afecto"
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Narradora Pov
—¿Has aprendido?
—Mas o menos. Mi padre me ha enseñado algunas cosas y mi tía también, pero... digamos que no se me da muy bien la cocina, aún —le dijo Akko sonriendo con leve esfuerzo.
Chariot frunció sutilmente el ceño. Durante todo ese tiempo que habían conversado juntas, la castaña estaba actuando de manera preocupada a cada momento; las expresiones en su rostro cambiaban, al igual que la tonalidad de su voz.
—¿Todo está bien?
—¡Sí! ¡Por supuesto! ¿Por qué la pregunta?
—Bueno... —Levantó la taza de té— Parece que algo te preocupa.
—¿A mí? Claro que no —soltó con diversión—. Es sólo... —«Diana...»— Yo... —Su expresión empezó a decaer.
—Hey, está bien —habló dedicándole una mirada gentil—. Sé que no hablamos mucho, pero si algo llega a molestarte puedes contar conmigo.
Akko asintió en agradecimiento.
—Tengo curiosidad en algunos cultivos nuevos y pasados de tu padre que crecerán y aún seguirán creciendo. Donde vivía antes intente sembrar un árbol de manzanas. Tardó alrededor de unos tres años en dar frutos, pero de repente... desapareció después de que le hiciera su primer cultivo.
—Los árboles frutales, al igual que otras plantas, crecerán y producirán mejor si reciben los cuidados necesarios. ¿Alguna vez lo podó? —Chariot elevó una ceja— Mientras el árbol crece —comenzó a explicar Akko al ver su confusión—, tiene que podar las ramas que están muy cerca o rozándose entre ellas. Esto le permite que el aire y la luz circulen por el árbol, reduciendo plagas y promoviendo la fructificación. También está la fertilización y riegos de sequias sensibles. E incluso el lugar donde están situado y la distancia que tienen con otras plantas, es importante.
—Vaya... Si que sabes mucho. Ahora puedo entender mejor el cuidado que conllevaba y en algunas cosas que probablemente dejé pasar de largo. Debí estudiar más. —Ella sonrió— Gracias, Akko.
—Es un placer ayudar. º
—Bien... —Chariot arrojó en su té con una ayuda de una cuchara un bloque de azúcar— ¿Me contaras porqué la cara larga?
Akko suspiró. «¿Puedo decirlo?», se preguntó. La Sra. Chariot no parecía una mala persona; en sus ojos podían verse la amabilidad que poseía consigo y la tranquilidad que trasmitían. Gracias a ella, la castaña se encontraba un poco relajada. Sin embargo, la preocupación la atacaba repentinamente en algunas partes de la charla que habían tenido previamente.
Tenían aproximadamente dos años de conocerse y la amistad que conservaban iba bastante bien. Chariot la entendía en la mayoría de las cosas; como si ella hubiera pasado por lo mismo donde se encontraba. Akko no conocía su pasado; muy poco Chariot hablaba de ello, pero tenía cierta curiosidad en conocerlo. Tal vez más adelante la mujer hablaría.
Sus ojos eran de la misma tonalidad, solamente que los de ella eran de un rojo más claros. A la castaña le agradaba su compañía y de los alimentos que le ofrecía cuando iba a verla. Chariot hace un tiempo atrás no tenía tantos conocidos y le gustaba igualmente que la castaña fuera a verla. No obstante, después de esos dos años hizo muchos y dejó de sentirse tan sola.
Akko desconocía de que pueblo venía; si era del norte, sur, este u oeste. Tampoco había visto al esposo que Chariot mencionó que tenía. ¿Acaso la mujer le estaba mintiendo respecto a eso? Pero, si era así, ¿Por qué lo hacía o haría? Al principio no le encontró el motivo, sin embargo, tras recibir esas miradas molestas y disgustadas y contestaciones de la gente por no tener a una pareja a la edad que poseía, lo entendió.
Mary, Sucy, Barbara y Constanze, tampoco tenían a alguien. Al parecer ella era la única que les prestaba atención a aquellas cosas debido a la presión que recibida de cada uno de sus conocidos. "Una jovencita tan hermosa como tú, no debería estar sola". "Eres hermosa, Akko, pronto conseguirás a alguien." "Tienes muchos ojos interesados en ti, alguno te gustará." "Te recomiendo pensar en buscar a esa persona que te ayudará en la vida." La castaña frunció el ceño ante eso ultimo. Las palabras de ese señor que se encargaba de transportar peces, habían sido las peores.
Lo recordaba bien, su nombre era Barry, y no le agradaba en absoluto.
—Estoy interesada en alguien —habló con la mirada fija en otro punto de la casa. En su mente apareció el rostro de la guardiana, pero, de repente pasó a esa imagen donde vio sangre saliente de los labios—. Pero... no podemos estar juntos.
—¿Por qué no?
«Somos mujeres y ella es un ser mágico». Era seguro que lo segundo no lo diría, sin embargo dudaba mucho si responder con lo primero. Akko suspiró y apoyó sus codos en la mesa sujetando su cabeza. Se encontraba frustrada de todo ese tema, y los consejos de Mary no servían de mucho. Ella necesitaba la opinión de un mayor con más experiencia en ello. Su padre la tenía, pero aun así no cooperaba mucho porque pensaba que era un hombre, cuando en realidad no era una hermosa mujer.
—¿Qué piensas de las personas que se enamoran de alguien... igual?
—¿Igual? —repitió confundida.
—Sí... —murmuró insegura—. De alguien... igual a ellos.
Chariot frunció ligeramente su ceño, aun no comprendiendo. Akko suspiró de resignación al ver ese gesto. Era probable que se metiera en problemas, pero, también era seguro que la convenciera para que no dijera nada si reaccionaba mal. Así que, lo soltó.
—¡Me gusta una mujer! —exclamó, causando una gran sorpresa en el rostro de la pelirroja.
El lugar quedó en silencio, pero no por mucho. Una risa abundó en la casa. «¿Qué es tan gracioso?», se preguntó Akko con molestia. «Mejor me voy», dijo poniéndose de pies.
—¡Ja, ja, ja, ja! ¡Espera, espera! —exclamó tomando a la castaña de la muñeca.
Akko no la miró.
—Lo siento —dijo aun calmando su reciente alegría. Ella no se reía de burla—. Solamente no me lo esperé.
En ese momento alguien abrió la puerta del hogar sorprendiendo a las dos que se encontraban dentro. Sin embargo, Chariot lo reconoció y se levantó de la silla.
—¡He vuelto! —exclamó con una pequeña tira de caña en su boca.
—Bienvenida, cariño —dijo la pelirroja acercándose con seguridad.
Akko la observó pasar a su lado y caminar hacia él. La persona que se hallaba de pies frente a la puerta, tenía el cabello gris y corto más arriba de sus hombros, y ojos verdes. Después de analizarlo unos segundos, Akko, recordó el saludo de bienvenida de Chariot. «¿Acaso dijo bienvenida?». ¿Ella había escuchado bien?
Miró a la pareja una vez más topándose con la sonrisa de los dos.
—Akko, te presento a mi esposo. O, mejor dicho, esposa.
Los parpados de la nombrada se abrieron en grande al instante. «¿Esposa...?»
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Caminando de regreso a su hogar con su mente hecha un total lio, escuchó una voz dirigirse a ella, pero la ignoró al estar tan sumida en sus pensamientos. La conversación que tuvo con Chariot y la mujer de la pelirroja que se hacía pasar por un hombre para conseguir lo que tenían, la había hecho pensar demasiado.
Akko quería decirles que la mujer que quería era alguien de otro mundo, sin embargo, probablemente la hubieran tomado por loca en ese momento. No lo mencionó y sólo les comentó que era bastante hermosa. Ella les inventó que era de otro pueblo y habló sobre el miedo que poseía por su padre y las demás personas del sitio.
¿Qué dirían si la vieran con una mujer? La respuesta que le dio Chariot era más que obvia. La gente del pueblo no estaba preparada para ver algo totalmente diferente; lo diferente les causaba miedo. No obstante, habían otras personas como ella que se acoplaban a los nuevos cambios y las cosas distintas.
"Ella no confía en mi", les había dicho. "Para confiar en alguien, primero hay que desconfiar", le dijo la Sra. de Chariot. El nombre que utilizaba aquella mujer para trabajar entre los hombres y recibir mejor paga, era Alex. Pero en realidad se llamaba: Alexandra. No había mucha diferencia, pero le había servido hasta el momento.
Las dos mujeres no podían salir como eran y demostrar su amor; ese era el precio de su relación y el precio que la castaña tenía que tomar en cuenta si deseaba comenzar una vida con la persona que quería. Chariot le recomendó seguir trabajando con su padre y adquirir el negocio que tenía e iba en aumento. Luego hablar con ella si estaba dispuesta a hacer lo mismo que su esposa.
No obstante, a Akko no le gustó esa idea. No quería vivir a escondida de los ojos de los demás, pero intentaba entender que esa era la única manera de existir en ese mundo sin ser despreciados, apedreados o discriminados. Honestamente le parecía absurdo que la gente del pueblo viese ese tipo de relaciones como algo impuro.
La castaña le había comentado acerca de unas palabras que recibió por parte de la dueña de la biblioteca. Ella le declaró que tuvo ciertas confusiones, pero que nunca se llegó a sentir mal por querer a esa persona; sin embargo, estaba empezando a sentir leve culpa. Sus sentimientos parecían un crimen, y lo malo era que ya se encontraban ahí; no podía y no quería quitarlos porque era más que obvio que le dolería.
No obstante, aun parecía estar a tiempo de hacerlo.
—¡Akko! —exclamó la misma persona que la había llamado con anterioridad.
La mencionada no estaba de humor y con agresividad le contestó.
—¡¿Qué quieres?! —le gritó dirigiéndose a él.
El castaño frenó en seco ante esa contestación y, cuando Akko lo miró se quedó sorprendida y sintió arrepentimiento. El que la llamaba era ni más ni menos que la persona que no había visto en un año entero. Estaba cambiado y la castaña lo notó. Andrew se acercó luego de ver la expresión de su amiga calmarse.
—Lo siento por gritarte —le dijo con nerviosismo.
«Su voz...» La voz del joven también había cambiado.
—Yo... Lo siento. He estado...
—No te preocupes. Ha pasado un tiempo desde que... no nos hemos visto. ¿Te acompaño a casa?
Akko parpadeó tres veces saliendo de su pequeña reacción de sorpresa.
—Sí. Por supuesto. Claro.
Andrew rio ante esas afirmaciones y Akko se sonrojó de vergüenza. Juntos empezaron a caminar en dirección al hogar de la castaña.
—¿Y cómo te ha ido?
—Bien. Las cosas han ido bastante bien. ¿Y a ti?
—Igualmente. No me he quejado tanto de mi nuevo trabajo, pero aún lo hago —comentó causando una leve risa en su amiga.
—¿Cómo has estado después de eso?
—Mucho mejor. No me ha vuelto a dar y el doctor dice que es probable que no lo haga otra vez.
—Eso es bueno.
Andrew asintió.
—Has crecido —dijo provocando que Akko lo mirara con extrañes y burla.
—¿Yo he crecido? Mírate a ti.
—Sólo he agarrado un poco de musculo —contestó con una sonrisa amplia reluciendo sus blanquecinos dientes.
Akko rio y lo empujó levemente.
—Claro, niño bonito.
Andrew se ruborizó y miró el bello cielo del atardecer ocultarse.
—He escuchado que habrá un nuevo evento que se llevará a cabo dos veces al año y se hará aquí en algunos meses.
—¿De qué se trata? —preguntó con curiosidad.
—Personas de diferentes pueblos vendrán a mostrarnos sus talentos. —Él la giró a ver y sus ojos hicieron contacto visual de inmediato— ¿Quieres ir conmigo?
Akko detuvo sus pasos una vez que se encontró un poco lejos de la entrada de su hogar. Andrew hizo lo mismo y le sonrió esperando una respuesta de su parte. La castaña instintivamente acercó sus manos al rostro del joven inspeccionando los rasgos maduros de éste. Andrew se ruborizó más al recibir su tacto e imprevistamente recibió un abrazo.
—Te extrañé —musitó Akko.
Andrew la correspondió atrayéndola hacia su cuerpo.
—Yo también.
En ese momento sus mejillas se sonrojaron y su cabeza se escondió en el pecho del joven. Ella se sentía cómoda, tranquila y segura.
Al parecer, aun estaba a tiempo de escoger a alguien.
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Fin del Cap. 28 (Amor, tiempo y afecto)
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