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''La importancia de tus latidos''
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Narradora Pov
Un año había pasado desde la última conexión cercana que había tenido con la guardiana. La mayoría de sus conversaciones eran casi las mismas, pero nunca aburridas. Akko le contaba a Diana de las cosas que había hecho en esos dos días que no la veía.
En ese tiempo, la guardiana, notó una leve tristeza en los ojos carmesí que anteriormente la miraban con felicidad, emoción e impresión. «Algo sucedió», había pensado en ese momento, pero desconocía cuál era el motivo de lo que causaba esa emoción triste en la joven castaña. Y, tampoco, deseaba preguntarle porque no tenía algún interés en saberlo.
Sin embargo, luego de días observando la sonrisa forzosa que se dibujaba en los labios de Akko. Diana decidió preguntar muy directamente sobresaltando a la de ojos rubíes. Ella tartamudeó y pasó un mecho de su cabello detrás de su oreja, e igualmente sus mejillas se sonrojaron en ese momento.
Diana estaba confundida por sus acciones y, lastimosamente no pudo quedarse más debido a un llamado del Árbol. Rápidamente la abandonó y se olvidó de ello. Cuando llegó al Árbol, agarró la hoja que se aproximaba en su dirección y fue al lago más cercano. La orden recibida en ese instante la desconcertó, pero, como de costumbre, no lo demostró por fuera.
"No dejes que las esperanzas de su corazón, muera."
¿Qué significaban aquel mandato? ¿Qué debía hacer ella para mantener su corazón latiendo de ilusión? Las palabras escritas por la corriente del lago desaparecieron en cuestión de segundos que le tomó descifrar lo que intentaba decirle. En ese momento un recuerdo bastante claro alumbró sus pensamientos.
"Creo en la magia, pero no lo digo en voz alta."
«Ese secreto». La castaña tenía muy poca edad esa vez, sin embargo, gracias a eso sabía qué hacer. Mantener su corazón vivo con la magia. Diana, le mostraría lo bueno en ella. Ahora estaba más segura de que, Akko, era especial. El Árbol le ponía mucha atención y sabía con certeza lo que deseaba, pero primero debía alimentarlo hasta que llegara el momento indicado.
Encontrándose en la piedra de un lago tocando nuevamente su instrumento con agilidad, escuchó desde la distancia unos pasos acercándose al muro. No tuvo que voltear para saber de quien se trataba, sin embargo la caminata de la joven era un poco robusta. Ella estaba molesta.
—¿Puedes creerlo? —dijo con el ceño fruncido. Diana dejó de tocar su instrumento al instante—. ¡Mi padre contrató a Frank como ayudante! ¿A Frank, enserio? ¿No pudo haber sido alguien más?
Diana no conocía en físico a la persona de la que estaba hablando, sin embargo, tenía un poco de conocimiento de cómo era gracias a que anteriormente, Akko, le había contado sobre él.
—Dijo que sería temporal, pero... —Ella se abrazó con sus manos— No me gusta.
La guardiana suspiró suavemente, se levantó de la piedra y dio un leve salto para llegar al extremo izquierdo del lago. Seguidamente, caminó con tranquilidad hacia su hogar, abandonó el instrumento y salió nuevamente dirigiéndose ahora, al muro.
Cuando llegó se dejó ver como las incontables veces anteriores, y Akko no tardó en sorprenderse y ruborizarse ante eso. Parecía como si su enojo se hubiera dispersado con tan sólo verla. La guardiana la miró unos segundos, para luego sentarse con las piernas cruzadas en el césped. La castaña la imitó dejando a lado su cuaderno y libro.
—Quiero hacerte algunas preguntas con respecto... a las guerras pasadas —dijo agarrando y abriendo el libro en una página específica para mostrarle una imagen.
Diana contempló la fotografía implantada en el libro e, inconscientemente esperaba que éste se moviera y tuviera la posibilidad de tomarlo por el borde para, así, sacarlo de la hoja. Sin embargo estaba segura que eso no pasaría; simplemente había sido una costumbre de su parte al haber ido incontable veces a una biblioteca mágica que era organizada y guiada por hadas de otro mundo.
Durante ese tiempo que había pasado, Akko, no le había hecho ninguna pregunta referente con guerras ocasionadas por el mismo ser humano. No se atrevía, ya que aún pensaba de que era un tema delicado, hasta el momento. Las preguntas de averiguar lo ocurrido en años pasado no la dejaban dormir con tranquilidad.
—¿Qué opinas de las guerras?
—El combate entre humanos simplemente trae más destrucción.
—¿Crees que para arreglar un conflicto de ese tamaño es necesario pagarlo de la misma forma?
Diana negó con la cabeza.
—Si los humanos fueran más inteligentes, educados, seguros y confiados, las cosas no obtendrían ese resultado. Sin embargo, al ser personas con múltiples emociones y baja confianza propia y con los demás, toman decisiones precipitadas que son razonables en sus pensamientos. Luego, incitan a otros para que piensen igual.
—¿Lo has visto?
Diana asintió levemente.
—¿Y no has querido hacer nada al respecto?
—Sus disputas no son de mi incumbencia.
Akko frunció el ceño. Esas palabras las había escuchado antes.
—Mi deber es proteger el bosque —le recordó—. No tengo ningún interés a involucrarme en ocurrencias ocasionadas por la misma raza. Cada uno tiene la voluntad de tomar sus propias decisiones.
—No me creo capaz de tomar mis propias decisiones —dijo dejando el libro a un lado, para después abrazar sus piernas y apoyar el mentón en las rodillas—. Tengo diecinueve y mi padre de suerte no me ha obligado a casarme, pero... hay personas interesadas y otras que me miran de mala manera por no tener a alguien a esta edad —contó con desanimo.
Akko suspiró levemente y, de nuevo estaba esa expresión de tristeza. Gracias a sus palabras, Diana descubrió el motivo verdadero de su aflicción. Ella no deseaba contestar a lo dicho y escuchado, pero debía hacerlo si quería que el corazón de la castaña dejara de sentirse de esa forma.
—Si tienes la capacidad de pensar, entonces tienes la capacidad de tomar tu propio camino —dijo ganándose una mirada de preocupación—. Los pensamientos y costumbres de las personas son diversas. Algunos tendrán otros puntos de vista de lo que haces o, de lo que deseas.
—Eso lo sé.
—¿Entonces por qué deberías tomarle valor?
—Porque son personas importantes para mí —contestó.
Diana suspiró sutilmente.
—Los humanos son débiles —soltó.
Akko arrugó el entrecejo ante esas palabras.
—Que yo sienta tristeza me hace humana. Todas las personas me están comenzando a preguntar acerca de esa "persona" que estará a mi lado —dijo con molestia—. Frank se me ha estado acercando de más —declaró—, y mi hermana gusta de él, pero él no la quiere. Entonces, Barbara está enamorada de ella, pero Lotte no la quiere. Es... ¡Argh!
—¿Por qué te frustras de algo que no puedes controlar?
—¡Porque Frank no deja de molestarme, y mi hermana ha comenzado con sus comentarios otra vez! Por esa razón no estuve de acuerdo con mi padre. No quería que algo como eso... sucediera, pero después... sucedió.
—La vida es impredecible.
—No estás ayudando —le dijo con molestia.
—¿Qué deseas escuchar, Atsuko Kagari?
La expresión de la mencionada se calmó lentamente al escuchar a la guardiana dirigirse a ella por su nombre. Su mandíbula se tensó con sutileza y tragó un poco de saliva. Enseguida, al salir de ese pequeño trance giró la cabeza a un lado evitando que viera el sonrojo en sus mejillas. Apretó sus puños y soltó un leve quejido.
Diana la miraba con su típico semblante neutro. Ella sabía que las emociones de la castaña se habían salido un poco de control y que, debía darle tiempo para que se calmara. No era la primera vez que sucedía, pero si la primera vez que le quitaba la mirada.
—La verdad es más valiosa que la mentira —habló luego de unos minutos en silencio.
Akko cerró más sus puños, y después se calmó un poco soltando un largo suspiro, sin embargo no la miró aún.
—¿Qué quieres decir?
—Algunos amores serán correspondidos y otros no.
La mirada de Akko se posó en la de ella una vez más. A Diana no le sorprendió ver los ojos brillosos de la joven.
—¿Qué quieres decir? —repitió en un hilo de voz.
—Es el ciclo de la vida, humana.
«¿Humana...?». Su corazón dolía. ¿Acaso Diana la estaba rechazando? ¿O que estaba sucediendo? La verdad era que la guardiana se refería a las personas que había Akko mencionado previamente, sin embargo, lo había tomado para ella, ya que sus palabras encajaban con lo que sentía.
Akko no podía asegurar que la amaba, simplemente la quería. Le tenía un gran aprecio sentimental. Durante ese tiempo que la pasaba con ella, su corazón no dejaba de latir con la misma intensidad que hacía dos años atrás. No obstante, ahora las cosas se habían tornado un poco diferente.
La castaña tenía una lucha de sentimientos cada noche. Ella sabía que la emoción que sentía por la guardiana, no se podía dar. Y, al escucharla llamarla: "humana", causó que asegurara sus pensamientos nocturnos. Era... un amor no correspondido e imposible. Ella era la única que intentaba demostrar ese afecto con distintas acciones o miradas, pero Diana... no hacía más que mirarla con la misma expresión de siempre.
Algunas lágrimas abandonaron sus ojos y se deslizaron en sus mejillas. Su pecho dolía mientras sus manos se agarraban de sus brazos en un intento de contenerse.
Diana la observó sollozar, no sintiendo absolutamente nada. Sus lágrimas no le causaban ese sentimiento de tristeza, dolor o lastima. Sin embargo, estaba segura de que no iba a dejar que se fuera de esa manera. Ella debía hacer latir el corazón de la castaña.
La guardiana se puso de pies y atrajo a Akko utilizando su magia. Cuando ésta abrió sus ojos se sorprendió instantáneamente de la distancia que se encontraba del muro; no recordaba haberse movido.
Diana movió sus dedos y su mano derecha por encima del parpado izquierdo y derecho de Akko. Las lágrimas que se deslizaban empezaron a moverse, en un movimiento lento y fluido, frente a los brillosos ojos rubíes. Akko lo observó impresionada. Su llanto había cesado; su malestar aún se sentía. Y gracias a la cercanía en la cual se encontraba, la guardiana, pudo sentirlo también.
Ella miró su pecho donde se hallaba su corazón, y luego regresó su mirada. Pocos minutos después, Akko, la miró haciendo contacto visual enseguida con sus profundos orbes azules. Diana se inclinó levemente hacia delante, aun moviendo su mano derecha con sutileza.
—¿Has perdido el rumbo, Atsuko Kagari?
Los labios de Akko se separaron, pero no dijeron nada. Estaba conmocionada por la magia que había visto y por la cercanía de la guardiana.
—Tienes un propósito, ¿no? —continuó Diana, al ver esa leve expresión de confusión en su rostro.
Diana sintió enseguida como ese dolor en el pecho de Akko, se apaciguaba lentamente. Sus palabras y acciones estaban funcionando, pero aún faltaba.
—La vida para ustedes es incierta e impredecible. El amor es un sentimiento confuso, descuidado y controlador. —Hizo una pausa pequeña— No dejes que los pensamientos de los humanos te desvié del objetivo que te habías propuesto en un comienzo.
Akko abrió ligeramente sus ojos ante la impresión causada por lo escuchado. «¿En serio... ha dicho eso?». La guardiana estaba siendo dulce con ella. E instintivamente colocó la palma de su mano en el muro, y Diana la imitó sin quitarle la mirada.
El corazón de Akko latía con prisa e intensidad e imploración. Ella deseaba decirle aquella palabra que poseía un enorme significado. Aparecieron en su mente, las sintió en su pecho y cosquilleo en su lengua.
—Diana... —susurró.
«Te quiero.» Su corazón palpitó con más rapidez; sus mejillas se sonrojaron con más intensidad; y sus manos temblaron.
—Yo...
—Ten cuidado en el mundo humano —interrumpió tomando distancia. Akko parpadeó confusa y soltó una gran cantidad de aire a la vez que bajaba de la nube donde se encontraba sus pensamientos.
—¿Qué...? —murmuró confusa.
—En unos años, la desigualdad entre los humanos se verá nuevamente.
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Fin del Cap. 24 (La importancia de tus latidos)
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