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☪ 23 ☪

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''El verdadero motivo''

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Narradora Pov

—Dicen que ser la sirvienta de una gran casa noble es un enorme honor. ¿Lo consideras así?

—Por supuesto —habló la Sra. Holbrook—. Nadie tiene dicha suerte de servir a un rey.

«¿Por qué alguien desearía servir?», se preguntó con confusión.

—Un rey, es el máximo poder en una región correspondiente —continuó—. Si algún día te topas con algunos de sus guardias no olvides guardar el respeto. Son personas más fuertes y con poder.

—He leído sobre esos guardias —dijo recordando lo escrito en un libro—. ¿Por qué darían la vida por un señor?

—Lo reyes tienen el máximo poder —repitió—, son ellos quien gobiernan nuestras tierras y cuidan de nuestros hijos.

—¿Qué poseen ellos que los hace tan importante? —volvió a consultar aún no convencida de las palabras de la Sra. Holbrook.

—Justicia. Muchos no son capaces de hacer justicia por otros.

«Justicia...», reiteró en su mente. Aún no le encontraba sentido, sin embargo lo apuntó en su cuaderno.

—Una deuda de sangre tiene que ser pagada de la misma manera. Si no fuera así, no existiría el respeto. Ni la paz.

«¿La paz?». Akko admitía que se sentía en plena tranquilidad en el pueblo donde vivía, pero eso no quería decir que siempre había sido así. Anteriormente leyó algunos libros acerca de guerras y destrucción que sucedió años antes de que naciera. A veces se preguntaba si su padre había estado en dichas guerras, no obstante, no se atrevía a consultarlo.

Pensaba que tocar el tema de personas entregando su vida por una disputa del estado y decisión final del rey, era delicado. La gente no merecía ese final, pero, en última elección eran utilizado a gusto de los grandes gobernantes que se hacían llamar: "Reyes".

A Akko no le gustaba para nada ese tipo de monarquía y reflexionaba en ciertas ocasiones sobre aquellos que se sentían honrados por servirlos. «Que ridiculez.» De vez en cuando se hacía algunas preguntas que deseaba que fueran contestadas en ese momento, sin embargo sabía que eso no era posible; no obstante, al haber quedado en un silencio, algo acogedor, con la Sra. Holbrook, su mente se alumbró como una bombilla y la imagen de la guardiana apareció.

«Eso es...» La guardiana tenía muchos años. «Tal vez ella conozca sobre esos acontecimientos.» Una sonrisa se dibujó en sus labios y sus mejillas se ruborizaron sutilmente. «Un tema nuevo de que hablar.»

—Conozco ese gesto —habló sacando a la castaña de sus pensamientos.

Akko la miró con extrañez y Holbrook sonrió con ternura.

—Estás enamorada —soltó.

«¿Eh?». La castaña la observó aun con confusión, pero, cuando entró en cuenta de sus palabras hizo el mayor intento para que sus mejillas no la delataran con ese típico color carmesí intenso que las decoraba. Giró la cabeza de inmediato ocultando su rostro con su largo cabello castaño.

—¿Enamorada? —repitió como si fuera lo más gracioso que hubiera escuchado—. Eso es ridículo.

Akko cerró los ojos y apretó la mandíbula. «Rayos.» No quería que, aparte de Mary, alguien más conociera sobre eso. Le avergonzaba y no deseaba contestar preguntas referentes a ese tema. Respiró con profundidad calmando un poco su rubor, para luego voltear a verla.

—No estoy enamorada —aclaró, y en cierta parte era cierto.

A Akko sólo le gustaba y le atraía la guardiana. Además, no era como si la mencionada previamente la correspondiera de la misma manera o pudieran llegar a estar juntas. Primero: ¿La guardiana llegaría a sentir algún afecto romántico hacia ella? Segundo: La guardiana poseía demasiado años, aunque eso no le importaba a Akko, aun así, sabía que ella no duraría una eternidad a su lado. Y, tercero: Era una humana.

Lo último era parecido a lo anterior, pero en su cabeza tenían sus diferencias. Holbrook rio ligeramente ante esa declaración y aseguración que había tomado como falsa.

—La persona que este a tu lado, será muy afortunado.

Akko sonrió sutilmente.

—Gracias.

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Saliendo de la biblioteca con un libro en sus manos, se detuvo cuando escuchó su nombre ser mencionado por una voz desconocida. Akko volteó a ver a la persona que se había dirigido a ella, y grande fue su impresión al ver a un chico de cabello anaranjado acercarse con seguridad.

—Hola, mi nombre es Aryeh.

—Hola —contestó con la misma amabilidad—, ¿Te conozco?

Él negó la cabeza con una sonrisa.

—No hablamos nunca. Era... uno de los amigos de tu hermana, Amanda —soltó un poco nervioso.

«Oh...» Ahora tenía sentido como conocía su nombre.

—Quería entregarte esto —dijo y le mostró unas flores amarillas que escondía detrás de su espalda—. Una vez te vi recolectándolas y... no me atreví a acercarme. —Akko las tomó y lo miró con curiosidad— Quería ayudarte —aclaró—. Como sea, gracias por hablar conmigo, ¡Adiós! —exclamó y se apresuró a retirarse.

La castaña arqueó extrañada una ceja al verlo irse tan apresuradamente. El chico parecía de su edad, sólo que era unos centímetros más altos que ella. Akko observó las flores e intentó recordar cuando la había visto, supuestamente, recogerlas. Con la ceja elevada miró hacia arriba haciendo memoria. Sin embargo, no recordó y se rindió a seguir tratando.

Había pasado aproximadamente dos semanas desde que la guardiana se había acercado a ella. Anteriormente iba a verla como de costumbre y conversaban, aunque Diana no hablara mucho. Sin embargo, que la estuviera escuchando era suficiente. Le gustaba bastante la atención que obtenía de su parte.

Lentamente acercó las flores a sus fosas nasales e inhaló el dulce aroma. «El olor de algo nacido en la naturaleza», pensó. «Es hermoso», dijo maravillada con la imagen creada por su mente del bosque mágico que yacía detrás de un enorme muro. Akko jamás lo había visto y Diana no hablaba mucho sobre él. Lo único que podía hacer en ese caso, era imaginarlo.

Retomando su caminó a unos pasos más adelante tropezó con alguien por causa de su mente distraída en las flores amarillas que le habían sido entregadas con anterioridad.

—Disculpe —soltó apenada e intentó pasar a un lado, pero fue detenida.

—¡Akko! —exclamó alegre una mujer de cabellos morados.

La mencionada se sobresaltó ante la exclamación.

—Tiempo sin verte —continuó—, ¿Lista para ver mi proyecto en acción?

—Ahora mismo no creo poder...

—¡Vamos! —gritó emocionada llevándose a la jovencita a rastras hacia su taller.

Akko no tuvo otra opción que seguirle el paso y en la entrada del hogar antes de ingresar, hizo contacto visual con la mujer de las plantas. No alcanzó a saludarla por la prisa que llevaba la persona que conocían en el pueblo como: "La loca de los inventos".

Al entrar se topó con Constanze acabando al parecer otro de sus perros. Akko hizo una mueca y se detuvo observando como su amiga preparaba aquella arma.

—¡Los Mini Rubs han mejorado! —exclamó llamando de nuevo la atención de la castaña.

Akko miró lo que parecía ser una pila de basura acumulada. Ella arqueó una ceja intentando encontrarle forma a lo que veían sus ojos. Croix, al notar eso presionó enseguida un botón azul del control que había agarrado de una mesa cercana.

El basurero juntado comenzó a tomar un aspecto totalmente extraño y desconocido que le creó desconcierto e impresión. Lo que estaba reunido en una gran pila había empezado a moverse. Akko retrocedió y Constanze dio un pequeño vistazo.

—¡Te presento a! ¡Mini Boy!

«¿Qué es eso...?». Su mente estaba en blanco, no podía pensar con claridad.

A continuación, Croix movió la pequeña palanca que tenía el control haciendo que la chatarra con vida diera una vuelta entera en su mismo eje, para luego ser apagado por su creadora. Akko giró enseguida a ver a Croix topándose con una sonrisa llena de orgullo.

—Es un avance. Lo que sigue es hacerlo resistente. Un explosivo puede acabar con él, pero haré que las balas no lo atraviesen. Además de agregarle algunas armas a su cuerpo. El fallo que tiene es grande, no logro controlarlo a largas distancias. Me tomará unos meses más hacer la pieza que necesita.

Akko aún anonadada escuchó atentamente sus palabras. Ella volteó a ver a su amiga recibiendo un pulgar arriba. Tragó pesadamente sintiéndose un poco atemorizada e insegura.

—Es... ¡Genial! —soltó con una sonrisa falsa, pero creíble—. Es un gran invento, pero ahora... tengo que irme. —Rio ligeramente mientras retrocedía para irse por donde había sido arrastrada— ¡Buen traba...!

—Espera, aún no acabamos —detuvo Croix y Akko se encogió en sus hombros—. Debes tener preguntas.

Y las tenía, sólo que no quería hacerlas porque poseía una leve sospecha de cuáles serían sus respuestas. Sin embargo debido a la mirada interrogativa de la mujer que le dio a entender que no la dejaría ir sin hacer lo dicho con anterioridad, Akko no tuvo otra opción que pensar en cual hacer; omitiendo las otras.

—Las armas... ¿A quién se las mostraras?

—Al rey de estas tierras.

«Espera.» ¿Existía un rey? «Claro que existe», se contestó con obviedad. Simplemente ella nunca lo había visto y no le interesaba saber de él. Le parecía una total pérdida de tiempo. Además, cada vez más le estaba comenzando a disgustar la monarquía. Ella pensaba que servían a la persona equivocada; que había un ser más poderoso que se escondía de todos ellos.

La guardiana confió en los humanos, pero, al confiar el costo fue demasiado alto.

—Estas armas pueden ser revolucionarias. Las personas con hijos, que son padres, tíos, abuelos, etcétera. No tendrán que luchar nunca más en esas guerras. Esto, cambiará muchas cosas.

Los motivos de Croix eran buenos, Akko los reconocía, sin embargo le disgustaba pensar que, lo que estaba creando, más adelante, no sería solamente una chatarra andante. Estos se multiplicarían a un mayor número creando un ejército completo. No obstante, la castaña estaba consciente también que la apariencia que tenían cambiaría. «Esa forma...», pensó y observó otra vez a la pila de basura.

El aspecto de aquel proyecto era curioso y extraño. Poseía cierto interés acercar de donde había sacado, tomado o visto ese modelo. Ella no demoró en preguntar directamente.

—La apariencia —habló—. ¿De dónde...?

—Lo vi en unos libros —dijo interrumpiéndola con la mirada fija en su creación.

«¿En unos libros?», se preguntó con más curiosidad que la anterior.

—¿Qué tipo de libros?

—Cosas de fantasía —respondió y giró a verla con una sonrisa—. No creo que existan ese tipo de criaturas, pero si lo hicieran sería... asombroso; sin embargo como no son reales, los tomé como referencia.

«Fantasía... ¿Croix lee esos libros?», se dijo sorprendida. «Espera un momento», empezó a analizar. «Si fue sacado de un libro de fantasía, ¿Quiere decir que...?»

"¿Es cierto que hay hadas, duendes, bestias enormes?", recordó esa vez que hizo aquella pregunta que no fue respondida. Era obvio que la guardiana escondía un sin fin de secretos y lo entendía perfectamente, aunque por dentro deseaba conocerlos y volver a cuestionarla para descubrirlos, pero no podía; debía ser paciente si quería conseguirlas.

Volviendo con la mujer de cabellos morados, Akko, se acercó con cuidado a lo que había visto reconstruirse frente a sus ojos. Colocó su mano derecha en la supuesta mejilla del Mini Boy y ladeó su cabeza como tratando de descubrir algo más dentro de él. No obstante, al no conseguirlo se rindió y dio algunos pasos atrás.

—La guerra... —susurró sin quitarle la mirada de encima al proyecto.

—Las deudas de sangre deben ser pagadas con sangre —dijo Croix. Y Akko supo de inmediato de donde habían venido esas palabras. Era lo mismo que le había dicho la Sra. Holbrook—. No hay otro remedio —continuó—. Si quiero que me reconozcan necesito terminar mi creación. —Akko la miró de reojo y Croix nuevamente le sonrió— Ese es mi sueño.

—¿Iniciar una guerra?

La mujer rio.

—Por supuesto que no, pero este bebe. —Apuntó con su dedo índice la pila de chatarra— Hará historia. —Hizo una pequeña pausa— Sé que soy capaz de poner un alto respeto a estas tierras. Nadie más se atreverá a atacarnos, Akko. Ese es mi objetivo.

La castaña inhaló profundamente y exhaló suavemente. Ella también tenía un propósito y un objetivo en mente, pero era totalmente distinto. Volteó y observó ahora a su amiga trabajar en otro de sus perros; en total había cinco en la mesa situados a un costado. Su ceño se arrugó ligeramente y una expresión de preocupación se dibujó en su rostro.

«¿Que daño pueden causar?», se dijo con ciertas dudas. «¿Y a qué costo?». Se encontraba segura de que vidas se perderían en el camino, pero... no era algo que ella pudiera impedir; sin embargo, conocía a alguien sí.

La guardiana.

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Fin del Cap. 23 (El verdadero motivo)

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