☪ 17 ☪
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''Descubrimientos''
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Narradora Pov
—Algunas culturas son llevadas a cabo en diferentes regiones. No todo es igual, aunque lo parezca, siempre va a haber algo distinto que los identifique —concluyó Diana, mientras era observada atentamente por la chica castaña de ojos de rubíes. Sin embargo... ocurría algo extraño esta vez.
Akko se había quedado mirándola por más tiempo del que acostumbraba. A la guardiana se le había hecho costumbre que la niña escribiera a la vez que ella respondía una que otras preguntas. No obstante, en ese caso no era así.
Diana había terminado de hablar y miró fijamente con su semblante neutral a Akko, provocando que ésta recogiera sus piernas y las abrazara.
—Es... interesante —comentó Akko escondiendo el sutil rubor en sus mejillas.
La guardiana notó la actitud diferente de lo que consideraba el Árbol "el fruto de la esperanza". Su presencia estaba siendo vista y su voz escuchada, de eso se encontraba segura, pero la niña... parecía estar teniendo una discusión con sus pensamientos.
Diana la observó acercarse y tocar el muro con la palma de su mano. Por instinto sintió que debía alejarla, pero no lo hizo; sin embargo estuvo a punto de mandarla hacia atrás como había sucedido dos veces hace años pasados.
Akko se sentó nuevamente en el pasto sin despegar su mano y, seguidamente apoyó su frente en la pared sintiendo... la tranquilidad que emitía aquel lugar que parecía tan... lejano, pero la realidad era que se encontraba cerca; demasiado cerca. La guardiana la miró con atención, esperando una de esas reacciones que tenía el Bosque por el simple hecho de "sentir" a la humana.
Sin embargo, no sucedió nada. La castaña permanecía con sus ojos cerrados disfrutando de aquella paz. Y Diana aprovechó para acercarse con cuidado. Akko no notó que la guardiana había empezado a "examinarla" más detenidamente al encontrarse bastante cerca.
La niña estaba creciendo, eso era algo obvio, pero Diana... la había visto crecer por sus innumerables visitas que era considerado para ella, su nuevo "hallazgo". El cabello castaño le llegaba hasta su cintura y su flequillo se mantenía con naturalidad desde la primera vez que la vio. Sus rasgos faciales no habían cambiado mucho y la mirada en sus ojos que tenía cada vez que la veía, o hablaban de la magia, no desapareció después de tanto tiempo.
Ella seguía creyendo y eso le sorprendió levemente a Diana. Sin embargo suponía porqué la había visitado continuamente; no obstante, cualquiera persona se hubiera rendido luego de ser empujada por una fuerza sobrenatural, o haber escuchado su voz "tenebrosa" que casi nunca utilizaba.
«Los humanos se asustan con facilidad», eso siempre había pensado, y uso ese miedo para alejarlos del muro, pero la castaña... no se había rendido. Y muy internamente lo agradecía, porque ella era: "el fruto de la esperanza".
La guardiana colocó con seguridad la palma de su mano donde se encontraba la de Akko reposando con sutileza. «Atsuko Kagari has crecido... Espero, pueda confiar en ti». Diana bajó la cabeza y cerró sus parpados. «Sino tendré que deshacerme de ti».
—Oye... —susurró Akko, pero al levantar la mirada y abrir sus ojos se sobresaltó, no esperando encontrar... a la guardiana tan... cerca de ella.
Diana la miró sin decir alguna palabra. Akko había abierto ligeramente sus labios ante el asombro. La miraba con impresión y sorpresa. Y cuando observó su mano y encontró la de la guardiana en ese mismo sitio, creó que un inevitablemente rubor se esparciera por sus mejillas y orejas. Un rubor intenso que la hizo estremecer.
El palpitar de su corazón era rápido. Demasiado rápido. Diana notó enseguida los cambios del Bosque que estaba esperando, pero de nuevo y de repente se esfumó.
—¡Tengo que irme! —avisó con prisa, ajustando su maleta mientras se levantaba del suelo y se despedía de manera fugaz.
El rojo, no abandonó su rostro hasta que llegó al pueblo.
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Respiró con profundidad calmando su agitado corazón, a la vez que su mano se encontraba apoyada en lo que parecía un... ¿Tubo? Akko miró el objeto que estaba tocando y frunció el ceño con extrañes.
—¡Hey, niña! —exclamó alguien a la lejanía que se acercaba a la castaña—. ¡Aléjate de ahí! —le ordenó.
Akko obedeció y retrocedió apenada.
—Lo siento, yo no...
Sus palabras fueron cortadas al ver de cerca el aspecto de la mujer. Su cabello era morado y cargaba lo que parecía una máscara de protección que recordaba haber visto en su amiga Constanze, pero con un estilo un poco diferente.
—Esta construcción cambiará el presente y mejorará el futuro, ten más cuidado.
Akko asintió confundida y dio un paso atrás, dispuesta a retirarse.
—Espera —la detuvo la mujer—. ¿Te he visto antes?
Akko negó, no queriendo iniciar una conversación con ella, pero lo que parecía evitable se volvió... inevitable.
—Sí... —susurró—. Eres la clienta favorita de la dueña de la biblioteca. La Sra. Holbrook.
La castaña tragó saliva con pesadez. Si ella la reconocía, no era una sorpresa, pero por su apariencia... le recordaba a alguien que le había mencionado previamente la Sra. Holbrook, pero no quería adivinar y tampoco deseaba que fuera la que tenía en mente.
—Soy su hija. Bueno, hijastra —dijo con desgrado para después dejar caer la máscara que ocultaba su rostro—. Sígueme.
—No... gracias.... Tengo otras cosas...
—No te arrepentirás, niña. Mi ayudante ha hecho buenos proyectos y los está elaborando muy bien.
«¿Ayudante?». La castaña miró el tubo que tenía una forma... bastante extraña, y luego volvió a mirar a la mujer.
—Por casualidad... ¿Su nombre es Constanze? —preguntó curiosa.
La mujer se colocó la máscara y contestó con normalidad.
—Sí. ¿Eres su amiga?
—¡Sí! —le respondió más segura y animada.
«¿Esta será la maestra de Constanze?», se preguntó con emoción. La mujer se rio ligeramente y después le hizo una seña para que la siguiera.
—Mi nombre es, Croix, por cierto —dijo entrando a una casa con múltiples herramientas de cualquier tipo colgadas en las paredes.
—Atsuko Kagari.
—¿Eres hija Johan y Kioko Kagari? ¿cierto? De paso, si lo eres, lo siento por tu madre, pequeña.
—No te preocupes, sucedió hace mucho tiempo. ¿Qué son esas cosas? —consultó señalando los muñecos hechos de lata—. Quiero decir: ¿Para qué sirven?
—Pruebas —contestó de inmediato.
—¿Pruebas? —dijo extrañada.
—Son explosivos. No lo toques.
Y rápidamente, la castaña retiró su mano.
—¿Por qué me has traído aquí?
—Necesito la opinión de alguien acerca de un nuevo proyecto. Y que fortuna, fuiste la primera en cruzar mi vista. Puedes ver las creaciones de Constanze a tu izquierda.
Akko viró hacia la izquierda encontrando: un barco hecho de madera dentro de una botella, —eso le pareció asombroso—, luego observó lo que era una pieza hecha desde cero y, por último, contempló un animal creado igualmente de madera, pero éste tenía algunas piezas metálicas.
—¿Se puede mover? —preguntó, señalando al animal.
—Debería, pero aún no puede. El mecanismo es un poco complicado y le falta esa pieza que supongo que viste. Al no encontrar una que se acoplara, Constanze tuvo que crearla desde cero. Aún no la termina. No ha tenido mucho tiempo —dijo limpiándose las manos con un trapo—. Ella se está guiando con los planos de una máquina de vapor. ¿Las conoces?
—He escuchado y leído un poco sobre ellas —respondió.
—¡Perfecto! Fuera de este pueblo, como ya sabrás, hay otras cosas que muchas personas no han visto por miedo a evolucionar y ver esas maravillas que han creado grandiosos inventores. ¡Sus ideas son extraordinarias! Pero las mías, ¡Los superaran! ¡Impresionaré a la reina! —comentó con ánimos—. ¡Y no sólo eso! ¡Me convertiré en el mejor inventor del siglo!
Akko la miraba conmocionada, pero a la vez un poco desconcertada.
—¿Por qué me cuentas todo esto?
—¡Son mis hazañas! ¡Mis grandes hazañas deben ser contadas para que lleguen a oídos de las demás personas! ¡Primero! —Croix caminó hasta unas escaleras y empezó a descender—. ¡Mira lo que he creado!
La castaña la siguió. Ella se había interesado completamente en ver que era lo que tanto le hacía emoción a la mujer. Cuando llegó al sótano, se maravilló de las cosas que se encontraban aún en proceso, pero le prestó más atención a lo que estaba cubierto por una manta negra.
Croix se encontraba esperándola con una emoción que se reflejaba en su rostro.
—¡Observa, mis mini Rubs! —exclamó quitando lo que lo ocultaba.
Akko esperó ver algo grandioso; algo que la hiciera sentir... esa conmoción que había sentido cuando encontró el muro que protege el Bosque. Sin embargo, al ver lo que en verdad era se decepciono o, mejor dicho, desconcertó.
—¿Qué es eso? —le preguntó.
—Sé que su aspecto no es el mejor. He estado mejorándolo, pero cuando lo acabe... ¡Será el arma más poderosa que haya existido!
«¿Arma?». ¿Había escuchado bien?
—Acompañada de las otras, claro —concluyó, mostrándole a la castaña con el tiro de una palanca lo que se hallaba escondido detrás de una pared hecha de madera—. Podremos defendernos de los invasores y lograremos ganar más territorio. Mientras más nos expandamos, más tierras tendremos para sembrar nuestros cultivos y crear nuevas cosas que nos beneficien. —Croix regresó la palanca en su lugar y la pared descendió lentamente—. Lo que está haciendo Constanze, es el principio. El perro es un arma disfrazada.
«Oh...» Era un perro. No tenía apariencia de un perro, parecía más a un caballo. «Caballo...», pensó recordando... aquella historia que había leído en uno de los libros de la biblioteca.
—¿Está haciendo algo parecido a la guerra de Troya?
Croix ladeó la cabeza de un lado a otro.
—Mas o menos. Pero este es mejor. Es pequeño, pero el daño que llegará a hacer será enorme —dijo con emoción.
Akko no estaba conforme. Akko no estaba para nada conforme con todo lo que le decía. Algunas personas morían por enfermedades que eran conocidas como "comunes", y la muerte era considerada "normal".
Y la mujer... en vez de crear alguna cura o antídoto o algo parecido, se encontraba haciendo... armas para dañar a otros. Y lo peor, era que su amiga estaba involucrada en sus planes.
No le parecía bien; no le gustaba para nada. La guardiana había tenido razón, otra vez. "Los humanos son la destrucción de su propio mundo."
—Las personas creen que las armas no son buenas. Y tienen razón, pero por un motivo se han creado y han evolucionado a medida que pasa el tiempo. —Croix suspiró sosteniendo una herramienta—. Personas malas estarán en todas partes, y las personas inocentes como nosotras debemos defendernos. ¿No te parece?
«Eso... tiene cierto sentido», pensó, pero aún no le gustaba para nada la idea.
—Nosotros vivimos en un mundo donde las personas con poder desean... eso: reclamar territorio y hacerse reconocer. Sin embargo, nosotras estamos en un pueblo donde no llegaran esas cosas —comentó inocentemente.
Croix se rio.
—Necesitas más libros de historia. La realidad es otra, niña. En cualquier día puede aparecer soldados con cañones dispuestos a atacarnos. —Akko abrió sus labios dispuesta a responder, pero Croix la interrumpió asimilando lo que diría—. No importa que motivos tengan o que digas, ellos igualmente harán daño.
Croix pasó a su lado derecho y subió los escalones. Akko hecho un último vistazo al lugar antes de seguirla.
—Es necesario estar preparado, Atsuko Kagari.
—¿Y tus inventos nos salvaran? —preguntó confusa llegando a la planta de arriba.
—Es probable. Puedo proteger el pueblo, pero requiero un poco más de tiempo.
—Tiempo es lo que a veces no hay.
—Tú lo has dicho. A veces —dijo con una sonrisa—, pero nosotros decidimos que hacer con el tiempo que tenemos. Cuando algunos duermen, otros trabajan. ¿Entiendes?
—No descansaras hasta terminar lo que empezaste —respondió con seguridad.
—¡Es correcto!
Akko la miró insegura. Sus inventos podían llegar a hacer la salvación o la destrucción... de las personas.
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Fin del Cap. 17 (Descubrimiento)
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