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☪ 12 ☪

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''El Árbol''

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Narradora Pov

Mientras más se acercaba su corazón más latía con prisa. Su presentimiento se había hecho mayor, y su preocupación igual. Sin embargo, no se tomó el tiempo de pensar por qué le estaba ocurriendo eso; por qué ella sentía ese cosquilleo. ¿Tenía alguna conexión con el Bosque, o se trataba simplemente de una intuición?

Dentro de éste se encontraba la guardiana intentando calmar y salvar a los que se hallaban de lo que parecía un incendio, pero no era uno cualquiera, las llamas verdes se movían sin control por el área que trataba de proteger. Cada vez que las apagaba nuevamente se encendían y atacaban en su dirección o a los árboles o criaturas que estaban escapando gracias a la protección de ella.

Diana no podía acabar con la bestia que se había creado de agua y fuego. Su única opción era encerrar, lo que tenía dentro en su interior, en una cúpula que ella misma crearía, pero no había encontrado distraerlo para atinar en el punto débil que se reflejaba claramente dentro de él. Era como una esfera hecha de roca y lava.

Su apariencia era similar a la de un dragón sin alas; sin manos; y sin piernas. Lo único que hacía era arrastrarse por el aire a una velocidad bastante rápida, pero no inalcanzable.

La guardiana era más veloz que él, pero el reflejo de la bestia era mucho mayor. Superaba a su aspecto humano, y la única solución de detenerlo por completo era optar en la otra forma que le daría mayor movilidad y visión, e incluyendo que sus otras cualidades y magia aumentaran. Sin embargo no veía que era necesario utilizarlo.

Esa situación ella podía manejarlo; simplemente necesitaba que todos evacuaran para poder usar con libertad su magia.

Diana movió con rapidez su mano que emanaban su magia a través de ella. Cubrió a unas hadas con un escudo que creó al instante cuando vio las llamas ir en esa dirección. Con su otra mano libre, que era la derecha, hizo un círculo en su palma y lanzó un hechizo que impactó directo en el cuerpo de la bestia.

La guardiana no sonrió al haber atinado con precisión, y mantuvo su expresión neutra mientras se dedicaba en proteger a los últimos que quedaban en su entorno. Cuando todos habían abandonado lo que parecía ser una isla, recuperó su postura firme y posicionó su mano izquierda detrás de la espalda y, seguidamente levantó su mano derecha con su mirada fija en la bestia.

Hizo un chasquido que creo una esfera de color morado que mantuvo en su palma. La criatura rugió y empezó a retroceder por la inmensa magia que sentía provenir de la guardiana. En el momento que se dio la vuelta con su largo cuerpo, Diana, reaccionó enseguida y como un destello se posicionó a su lado.

El golpe de aire que había recibido el animal lo enterró en la tierra. Y sin dejarlo defenderse después de eso, la guardiana, le colocó la esfera encima de su cuerpo absorbiendo lo que era el corazón. La criatura atacada pareció haber salido de un trance cuando esa "roca" salió de su interior.

Diana lo miró y asintió al verlo mejor. Él entendió y no dudó en regresar a su habitad.

Lentamente la Guardiana se acercó a una de las hadas que no había escapado con éxito. La observó en el suelo sin vida. Inclinó su rodilla derecha para verla más de cerca. Lastimosamente su magia tenía varios límites, y revivir a los ya fallecidos era uno de esos. Suspiró sintiendo lastimada por el pequeño espíritu de familia de los elfos, gnomos y duendes.

Sin embargo, su sorpresa fue bastante grande cuando notó un ligero movimiento. Estaba viva, pero, ¿Cómo? Hace unos segundos se encontraba bastante segura que su "corazón" no daba alguna señal de palpitaciones. Si seguía con vida, era su deber llevarla a la fuente más cercana para que sus heridas fueran sanadas.

Con delicadeza acercó su mano, pero la distanció de inmediato cuando imprevistamente de la húmeda tierra empezó a aparecer hierva y flores que la rodearon. Ella sabía que lo que estaba pasando no era obra suya; algo más estaba provocando que sucediera.

Y ahí fue cuando lo notó. Se encontraba tan sumida en sus pensamientos y en lo que había ocurrido que no había percibido que la humana, que la visitaba cada dos días, se hallaba golpeando con fuerza el muro y exclamando su llamado.

Diana volvió su mirada al hada, que lentamente era abrazada por el pasto convirtiéndose uno con la tierra. Ese hecho la mantenía demasiada atenta y curiosa. Y lo que ocurrió después, hizo que su sorpresa y curiosidad aumentaran. La tierra comenzó a brotar más hierva y flores de la poca que había salido y, despaciosamente todo lo que parecía destruido nació nuevamente.

No obstante, fue muriendo con la misma lentitud. La guardiana se extrañó de ver a su alrededor retornándose en la apariencia anterior. Con rapidez volteó a ver a la niña castaña y notó que sus manos ya no estaban en el muro. Al bajar la mirada encontró de nuevo el cuerpo del hada sin vida en la tierra húmeda.

Con la esfera aun en su palma derecha, tomó con cuidado el cuerpo del espíritu y lo llevó consigo al habitad donde ya hacían las demás criaturas fallecidas. Estás eran enterradas como alimento para el Árbol. El lugar fallecido se encontraba bastante cerca del Gran Árbol que era el corazón del Bosque.

Al terminar de sepultar el pequeño cuerpo con ayuda de su magia, se dirigió a la única entrada que había para ingresar al tronco del Árbol. Seguidamente se aproximó al círculo del agua que estaba en el centro y hundió, sin agacharse, con lentitud la esfera dentro de él. Con sus tres tareas terminadas, le puso atención a la persona fuera del muro que la esperaba con impaciencia.

Sin embargo, antes de acercarse y que la pequeña niña sintiera su presencia, se devolvió al lugar donde había combatido para asegurarse de que no quedara ningún otro ser sin vida.

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Unos minutos después que, Akko, sintió eternos, la guardiana se había acercado lo suficiente para que la notara. La castaña miró el lugar donde sentía que estaba y le habló.

—¿Está todo bien?

Diana había arqueado una ceja y evitó responder la pregunta. Su preocupación era bastante clara, ya que se reflejaba demasiado en su rostro.

—¿Qué sucedió? —volvió a preguntar Akko.

La guardiana exhaló con suavidad y nuevamente no respondió, pero tomó asiento como esperando una pregunta mejor.

—¿Por qué no puedo verte?

«¿Por qué desearías verme otra vez?» La primera vez que lo hizo fue simplemente para comprobar una de sus sospechas, sin embargo no creía que, una simple humana de un nacimiento de otro humano causara algo en el Bosque; no obstante con lo sucedido hace aproximadamente una hora atrás, sus suposiciones habían incrementado.

—¿Puedes hablarme al menos?

Diana continuó observándola sin alguna expresión en su rostro. La guardiana miraba más sus ojos rubíes, como intentando... encontrar algo que le diera la respuesta de lo que había ocurrido. Sin embargo, no halló nada.

—Toca el muro —le ordenó.

Akko frunció el ceño, no muy conforme con esas palabras.

—Contéstame mis preguntas y lo haré —propuso.

—El Bosque se encuentra en buen estado.

—¿Entonces... qué era esa sensación? —dijo mirándose el pecho—. Picaba mucho, y luego... sentía como si algo estaba pasando ahí dentro —concluyó apuntando el muro invisible.

Diana pensó detenidamente sus palabras. Era obvio que la humana tal vez... «No», se negó. «No es posible», se negó nuevamente. No era posible que una simple humana pudiera hacer tal cosa. No cabía la posibilidad de que eso fuera verdad. No obstante al estar pensando no se percató cuando la niña colocó su palma en el muro.

Y ahí estaba... esos cambios que sentía desde muy lejos de su ubicación. Sus orejas y colas aparecieron en un tintineo, y gracias a la audición aumentada por su apariencia pudo sentir con más profundidad como la tierra agarraba ese aire que necesitaba. También escuchó el llamado del Árbol acudiéndola.

La guardiana reaccionó al instante, abandonando a la castaña que esperaba unas palabras de su parte. Al llegar al Árbol, observó una de las ramas moverse y acercarse a su dirección con una hoja tendida. Diana la agarró como si fuera lo más frágil que existiera y, posiblemente lo era.

Ella hizo una ligera reverencia y se retiró con la hoja en sus dos manos. Llegó a la otra fuente que tenía dos cataratas y lentamente depositó la hoja en el agua que se dejó guiar por la débil corriente.

Diana esperó pacientemente a que su reflejo cambiara. Se arrodilló y colocó sus dos manos en las piernas. Su imagen fue tomando forma en letras que no eran entendidas por nadie más que ella. El lenguaje era un poco complicado cuando se trataba del Árbol, pero cuando eran palabras de otros arboles eran más sencillo.

No tenía que ir a una fuente para poder saber lo que trataban de decirle, sino que sólo tenía que acariciar la punta o simplemente ingerirla. Optaba por el primero, pero para los principiantes era mejor ingerirla y así aprender su lengua. Lastimosamente muchos ya hacían pulverizados por el daño del Bosque, y muy pocos quedaban los que tenían esa capacidad de trasmitir lo que sentían.

La guardiana arrugó levemente su cejo leyendo las palabras que se les estaban mostrando. Se trataba de una orden, pero no una simple orden. El Árbol decía cosas de la humana fuera del Bosque, y le sorprendió lo que le estaba encomendado.

«Entonces... es cierto». Sus sospechas se encontraban en lo correcto y su historia detrás de ese suceso que le daba a la castaña ese "sentir" era un poco impactante.

Ya no cabía duda de que la niña poseía algo muy valioso. No se trataba de un simple don, era algo más que eso.

Hace mucho tiempo atrás se había rendido con la vieja historia que le fue trasmitida cuando tenía alrededor de unos cincuenta años. El Bosque en ese tiempo se encontraba en buenas condiciones y no debía porque preocuparse que algo le llegara a pasar.

Ella era la guardiana después de todo, y eso no cambiaría. Ella protegería el Bosque y volvería a hacer que estuviera como antes. Costará lo que costará... ella conseguiría lo que el Árbol le había encomendado.

No dándole importancia cuanto tiempo le tomara en hacerlo, pero suplicaba internamente que no fuera demasiado tarde como para que el Bosque, ya no tuviera alguna salvación.

Si el Bosque fallecía por completo, ella igualmente moriría.

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Fin del Cap. 12 (El Árbol)

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