☪ 10 ☪
───────✧✦✧───────
''Pasos de los años''
───────✧✦✧───────
Narradora Pov
—¿Lista para el día de hoy?
—No puedo estar más emocionada, tía —murmuró Akko sarcásticamente teniendo en sus brazos una canasta.
«Es tarde... Tal vez ya no pueda visitar a la guardiana hoy. Mi tía ha ocupado todo de mi tiempo con sus enseñanzas». Y era cierto, había pasado unos meses desde que su tía la visitó por primera vez, pero ahora parecía tener más tiempo libre para pasarse cada tres meses. No le molestaba, claro. Cada vez que su tía se hacía presente, llevaba siempre consigo un regalo para entregarle.
Aunque, honestamente para Akko, prefería estar cerca del muro que hallarse de compras con su tía. Para ella, llevaba bastante tiempo sin visitarlo y la inquietud del deseo de escuchar otra vez la voz de la guardiana, se hacía cada vez más grande.
«Su voz...» Recordó. «Era muy hermosa». Una sonrisa curva apareció en sus labios. Y de nuevo un recuerdo la hizo recuperar sus ánimos.
"Si quieres conseguir que esa persona sea cercana a ti, tienes que tener paciencia."
Un consejo dado por su tía, fue de mucha de utilidad. Claramente no le dijo de quien se trataba. Pero, quería creer que ella tenía razón: no podía presionar a la guardiana a abrir las puertas del bosque porque estaba consciente que, en otra parte, personas se encontraban muriendo debido a las enfermedades. Las consecuencias que sufrió en el pasado, eran una herida profunda que no sería fácil de cerrar o cicatrizar.
Primero debía ganar su confianza.
—¿No estás cansada?
—Para nada. He descansado en el trayecto. Ahora vamos, no perdamos el tiempo.
.
—Hola, Sra. Finnelan.
—Atsuko, es bueno verte —habló la señora sonriendo levemente—. ¿Qué te trae por aquí?
—Estoy acompañando a mi tía con sus compras. ¿Puede darme... dos rebanas de pan? —De su bolsillo, despojó dos monedas de plata.
La Sra. Finnelan, empacó para ella lo ordenado. Akko agradeció y lo guardó en la canasta. Rápidamente se despidió y buscó en el lugar donde su tía con anterioridad le había dicho que la esperaría. Pero, para su mala fortuna, no la encontró.
Desconcertada y a punto de voltearse sintió una mano posarse en su hombro.
—Tres minutos tardes —dijo la señora, provocándole un susto a Akko.
Akko se llevó la mano a su corazón latiente con prisa. Miró a su tía con una ceja levantada luego de calmarse.
—La puntualidad es importante, Atsuko. Continuemos.
.
.
—¡Constanze! —exclamó alegre—. ¿Qué estás haciendo? —le preguntó con el aprendizaje tomando anteriormente.
El lenguaje de señas le era de mucha utilidad con su amiga.
—La Sra. Croix me está enseñando en lo que trabaja. Sólo vine a buscar unas cosas —respondió, de la misma manera.
—¿En que trabajan ahora?
—Algo para evitar la lluvia y algunos nuevos materiales para la agricultura.
—¡Eso es impresionante! ¿No ayudarás a tu papá con el negocio?
—Hoy es mi día libre. Puedo suponer que también estas ocupada. Esa canasta llena de alimentos es una clara evidencia.
Akko rio nerviosa.
—Es cierto. Estoy ayudando a mi tía con sus compras. Justamente vino a comprarle a algunas cosas a tu papá.
Constanze levantó su dedo pulgar.
—¿Te sirvió lo que te obsequié?
Todavía no había averiguado para que funcionaba.
—Sí, sí, por supuesto. Es... ¡Increíble!
Constanze nuevamente alzó su dedo pulgar.
—Suerte en tu día.
—Igualmente —dijo con una sincera sonrisa.
Akko observó a Constanze alejarse cargando un bolso en su hombro.
—He regresado —habló su tía teniendo unos platos, vasos y cubiertos en las manos—. Tu padre en verdad necesita remodelar ese hogar donde viven —dijo colocando las cosas tomadas en una bolsa aparte—. Un buen cambio hará la diferencia.
—No hay mucho espacio —le recordó Akko.
—Lo hay, pero no saben cómo utilizarlo. No te preocupes, cariño. Estoy aquí para arreglar esta familia.
Akko la miró insegura. Sus hermanas no habían cambiado; sólo se mantenían calladas cuando su tía se encontraba presente. Y, al Bertha irse comenzaba Lotte y a Amanda a reclamarle a su padre por el poco autocontrol que tenía su tía en hablarles de su comportamiento.
«Son ellas las que están fueras de control», pensó con una mueca en sus labios.
.
.
—Buenas tardes, Andrew.
—Buenas tardes, Akko. ¿Cómo estás?
—Bien, gracias. ¿Y tú?
Andrew, ladeó un poco su cabeza.
—Mas o menos. Me cuesta un poco acostumbrarme a esta rutina. Ya sabes. Salir de mi casa y ayudar a mi padre con los clientes aparte de aprender a hacer buenas artesanías. Frank ha estado colaborando un poco. A papá le agrada.
Akko le sonrió suavemente.
—Me alegro.
—Podrías venir un día si quieres. Como antes.
—Me encantaría, pero... Bueno las cosas han cambiado un poco.
—¿A ocurrido algo malo? —preguntó preocupado.
—No. Bueno... Ya conoces a mis hermanas. Soy la única que ayuda a mi padre con el trabajo laboral y dentro de poco pondrá un puesto de alimentos. Necesita que mis hermanas colaboren, pero como van las cosas... No creo que lo hagan. Entonces... no creo que tenga mucho tiempo libre cuando eso comience —finalizó con una pequeña sonrisa.
—¿Un puesto de alimentos? Suena bien. Puedo ayudarte cuando tenga tiempo libre.
—Gracias, Andrew.
—Que hermosas mariposas —dijo Bertha.
—¿Ese es tu tía? —le susurró Andrew.
—Sí.
—Parece buena onda.
Akko susurró esta vez su siguiente contestación.
—Lo es, pero también es un poco regañona.
—Oh...
—Me llevaré tres, señor...
—Garrett.
—Señor Garrett, es un placer —dijo con una sonrisa curva.
—Oh no...
—¿Qué sucede? —le consultó extrañada Akko, ante su reacción y expresión de temor.
—Conozco esas miradas.
—¿Miradas?
—¡Le está coqueteando! —exclamó abrumado muy bajamente para que sólo Akko lo escuchara.
—¿Enserio? —Arqueó una ceja, inocentemente.
—¿No te das cuenta?
—No le he prestado atención a esas cosas. —Rio nerviosa.
—Oh... —dijo sorprendido—. Con razón.
El tema relacionado con el amor... sí le había interesado, pero nunca había sentido esas dichas mariposas en su estómago o el latir apresurado de su corazón, aunque... tal vez sí, pero, ¿Cómo sabía si eso era amor o un simple palpitar rápido por una sorpresa o susto de algo? ¿Cómo puede identificarlo?
Akko, bajó la cabeza y analizó esa última pregunta. «¿Cómo se sentirá estar enamorado de alguien?»
.
.
.
Nueve años de edad
—¡Entonces el perro saltó sobre el hombre y lo arrojó junto a él al agua! —Akko rio—. ¡Fue asombroso!
La guardiana continúo tocando tranquilamente su instrumento, encontrándose en la misma roca del río cristalino con peces de diferentes colores nadando a su alrededor.
—¿Te recuerdas del objeto que te mencioné que me obsequio Constanze en mi cumpleaños? ¡Es un abrelatas! Oh bueno... creo, pero, ¡Funciona perfectamente para eso! ¡Hoy también la Sra. Finnelan me regaló un trozo de pan recién horneado por ayudarla a limpiar su casa! ¡¡¡Estaba sabroso!!! ¡Y adivina...!
Diana, detuvo su melodía y abrió uno de sus ojos para verla desde la distancia donde se encontraba.
—¡El puesto de comida es para regalar, no para venderla! Papá me contó que esa actividad lo hacía antes con mamá, pero que dejaron de hacerlo cuando ella salió embarazada. Ninguno de los dos tenía tiempo como para seguir con eso.
La guardiana exhaló con suavidad y continúo tocando despaciosamente las notas.
—¡Oh! ¡Y Andrew me obsequió una caja de chocolate que compartí en casa! Mis hermanas lo aceptaron de mala manera, pero ¡Es un avance, ¿no crees?!
Diez años de edad
—¡Muchas personas empezaron a mudarse a este pueblo! ¡Y he hecho dos nuevas amigas, sus nombres son: Mary y Sucy! Mary es muy amable, y Sucy... bueno es... amigable. ¡Papá igualmente hizo una nueva amiga! Es la mamá de Mary, se conocieron por mí. —Cruzó sus brazos e infló su pecho en orgullo—. Los he presentado uno al otro cuando nos topamos en una de las tiendas. ¡Oh, cierto! Gracias a que hay nuevos habitantes, también hay nuevas tiendas con cosas un poco modernas.
Arriba de una montaña, Diana se encontraba alejando su mano de una piedra con una gran mancha roja. Lentamente y sin temor, se adentró a la cueva en busca de la bestia herida.
—La mamá de Mary es costurera, y ayer por mi cumpleaños me regaló un hermoso vestido a juego con mi cabello y color de mis ojos.
Dentro de la montaña halló al animal lastimado. Diana se aproximó e hizo con su mano derecha un movimiento ligero para dormirlo al instante que la bestia le mostró los dientes. Sus ojos azules se posaron en la cortada profunda de su pata derecha, causada por uno de los lugares que empezaban a fallecer. Por eso y otras razones, los animales tenían prohibido pisar esas tierras.
Sin embargo, lo entendía. La bestia buscaba comida. Parecía que los alimentos se habían quedaron escasos donde habitaba.
Las cosas no habían mejorado, pero tampoco habían cambiado.
Once años de edad
Hace mucho que, no escuchaba su voz, pero la recordaba perfectamente. Akko no la presionaba y se acostumbró a no recibir ninguna respuesta de sus charlas. Con que ella la escuchara, era más que suficiente. La castaña, ya no tocaba el muro con la mano por miedo a que le sucediera lo de la última vez. Ahora para comprobar que estaba allí, le tiraba un libro o una rama. Y esta vez, le tiró un libro que trajo de la biblioteca.
—¡Buenos días!
Diana abrió con lentitud sus parpados acostumbrándose a la tenue luz que entraba por su ventana, mientras estaba acostada en su cama hecha de paja y algodón.
—¡Hoy leeremos! ¡La bruja y el hada encantada!
Trece años de edad
—¿Te recuerdas del hombre que lo empujó un perro y cayó en el agua de un lago? —le dijo, un poco recaída—. Murió esta mañana. Se enfermó y murió —aclaró.
Akko mantuvo su mejor sonrisa, pero Diana pudo notar el sentimiento de tristeza que la envolvía. Ella no respondió y, simplemente continuó con su labor.
—Es la primera vez que... veo a alguien que una vez estuvo con vida y luego... ya no. Lo incineraron hace poco. Su familia decidió incinerarlo en vez de enterrarlo. Él era un buen hombre. Me regaló una pulsera de caramelo como un agradecimiento por ayudarlo con sus compras. —Akko suspiró—. Tienes razón, las personas como nosotros estamos destinados a morir un día.
—Los humanos se entristecen por una muerta común que es probable que les suceda después. En otras palabras, la mayoría no derraman sus lágrimas por esa persona. Si no, por el hecho que le quitó la vida.
«¡Hablo!» Pensó inmediatamente Akko, observando con sorpresa el muro.
—La vida de ustedes es muy corta —continuó y agarró un fruto de una planta cercana a ella—. Las personas que entraban a este bosque, sólo duraban un tiempo determinado. Unas morían a sangre fría y otros llegaban a quitarse la vida.
Diana examinó el fruto en su mano, para después arrojarlo hacia la boca de un pequeño animal que volaba a su costado derecho.
—Entonces dime, Atsuko Kagari. Sin los métodos requeridos, ¿Cómo impedirías una muerte segura?
Akko miró con tristeza el suelo.
—No... no se puede.
—Es correcto. Solamente tienes que asimilarlo y dejar que la vida siga su curso.
—¡Pero! ¡Si hay una forma...! ¡Si hay una posibilidad...!
—¿La tomarías? —Le interrumpió.
—¡Sí! —dijo muy segura.
La castaña bajó la cabeza y cerró fuertemente sus parpados en un intento de quitar todo rastro de tristeza. Sin embargo, la muerte de aquel hombre amable que conoció, si le llegó a afectar; le afectó hasta cierto punto de derramar más lagrimas que las personas que estuvieron presentes. Su padre la abrazó y calmó antes de que visitara el muro; no obstante, todo su lamentar no la abandonaron por completo.
Pasaron tan sólo unos pocos minutos, y el día nublado dio una clara señal de que una tormenta se aproximaba.
—Tal vez... demore un poco en...
—Toca el muro —le ordenó Diana.
Akko levantó la cabeza y miró con asombro la pared. Dudosa y temerosa acercó su palma. Y, al posarla por completo ninguna corriente la lastimó. Sin embargo, al estar distraída no se percató de la presencia de la guardiana, hasta segundos después que sintió el cosquilleo en su corazón. Seguidamente su mano libre se posicionó, inconscientemente, en su pecho.
Dentro del bosque, algo nuevo... estaba sucediendo. Y Diana, se hallaba consciente de ese diminuto cambio. Había algo... en la pequeña niña que hacía que el bosque reaccionara.
—¿Qué sientes?
—Es... es... blando y suave. Mi corazón... cosquillea mucho.
—¿Crees plenamente en la magia?
—Sí.
—Entonces...
«Necesito comprobarlo». Una silueta, se apareció frente a los ojos de la castaña. Sus parpados se abrieron en impresión, quedando totalmente atónica. La persona frente a ella, era más alta de tez... blanca; su cabello era rubio; y sus ojos azules. Akko permaneció congelada ante la mirada seria de la guardiana, que no notó cuando ésta empezó a alejarse y desaparecer lentamente en neblina, hasta que su voz resonó en sus oídos.
—Regresa a tu hogar.
Akko, parpadeo varias veces saliendo de su trance.
—¡Espera!
Un rayo opacó sus oídos esta vez. Y ella, sabía que tenía que regresar... antes que lloviera.
══════════
Fin del Cap. 10 (Pasos de los años)
.
.
.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro