Capítulo 1
Era considerado un genio por las historias que mi mente creaba, todo un hombre intelectual de letras. Desde pequeño tuve un ahínco que llevó a pasión y luego a talento para las narrativas, uno que otro poema, pero más que todo destacaba en los cuentos.
No creo haber luchado como otros necesitan hacerlo para llegar a ese pico de fama tan alto. Es verdad que el que tiene talento lo logra en gran parte; sin embargo, he notado que hasta ahora no se habla acerca de la facilidad que te da el dinero para lograr tus metas. Las relaciones, el dinero y el talento es un complot que tuve en gran beneficio mío.
Lo tenía todo: una hermosa casa, una hermosa esposa que era una buena persona, una bella hija, un gran trabajo, buenos contactos y el cariño de las personas que me rodeaban.
Les causará intriga saber lo que me llevó a estar vagando por las calles de París sin rumbo alguno y sin compañía, así que empecemos con el día donde lo conocí.
Fue un día como todos, el ocho de enero de 1895 me levanté a las seis de la mañana (como solía hacer) para dar mi paseo matutino con mi perro "Zeus", un cliché de nombre si me preguntan, pero a mi pequeña le gustaba. Luego regresé a mi casa, el desayuno estaba siendo servido por nuestras sirvientas.
En la puerta sostuve a mi esposa quien iba en camino hacia el comedor y le di un beso en los labios que ella aceptó, al separarnos ella rio y me dio un golpe en el hombro como juego. Nos sentamos en nuestros lugares y comimos.
Ese día también fui a recoger a mi hija después de pasar por la editorial a verificar el trabajo. Estaba rodeado de señoras y algunas sirvientas que iban a recoger a las niñas, creo que siempre he sido el único padre que esperó a su hija en la puerta del colegio.
—¡Señor Wilde! —gritó una señora como si hubiera visto a alguien que no quisiese—. ¿Qué hace usted aquí?
—Pues... Vengo a recoger a mi hija —respondí como si no fuera algo tan obvio.
—Claro, claro —dijo la señora con una sonrisa hipócrita—. Debe ser una molestia para usted que su esposa no pueda recogerla o simplemente mandar a alguna de las sirvientas a hacerlo. ¡Mi esposo estaría tan molesto conmigo si incluso bromeo con que recoja a mi hija! —rio al final tratando de "empatizar con mi situación".
—Lo lamento por usted —le contesté sin devolver la sonrisa—. En mi caso, no es ninguna molestia recoger a mi hija por mi propia cuenta. Solo quiero pasar tiempo con ella.
Con mi princesa, desde que ella era un diminuto cigoto, siento que he tenido una conexión especial que sobrepasaba la comprensión de la mente humana, porque justo cuando buscaba alguna excusa en mi mente para dejar de hablar con esta señora, Diana apareció en la puerta. Ella corrió a mis brazos al verme.
A Diana por supuesto que respondí con una sonrisa, me agaché con los brazos abiertos esperando a cargarla. Ella rio conmigo cuando la alcé, le di un beso en la mejilla y ella me abrazó por el cuello.
—Adiós —dije a la señora quien me miró como si fuera un ser mitológico.
La llevé a comer helado a escondidas de su madre y como un par de culpables volvimos a casa. Diana saludó a su madre, luego a Zeus y se fue al patio corriendo mientras saludaba a los sirvientes que encontraba en su camino. La familia de Margot veían vulgar que salude a personas de bajo rango económico; en cambio, a nosotros, sus padres, nos parecía vulgar que los tratase como invisibles a su realidad.
Caminé hasta la puerta de vidrio, me recosté en ella para ver a mi hija jugar con el perro. Sentí que mi esposa se puso a un costado mío y se abrazaba a uno de mis brazos.
—Hoy me encontré con el marqués de Queensberry —dijo Margot, luego dejó un beso en mi mejilla—. Te ha invitado a una de sus fiestas.
—¿Solo a mí?
—Es que llevaré a nuestra pequeña a su pijamada.
—Clara, lánzame con los tiburones —dije con una sonrisa. Margot se abrazó a mí riendo—. Para qué quiero enemigos si tengo esposa.
—Dios mío, Taehyung, eres un melodramático. Solo ve treinta minutos, haz acto de presencia y vuelves.
Así fue. Mi chofer me llevó hasta la mansión del marqués alrededor de las cinco de la tarde donde me bajé y le pedí que guardara la carroza y los caballos muy bien porque yo volvería caminando a casa. Quería despejar mi mente con ayuda de las calles vacías de Londres, las calles vacías de la parte aristocrática de Londres, claro.
El portero me reconoció cuando lo saludé. Yo era un amigo cercano al marqués de Queensberry, el señor Alfred Douglas. Para ser sincero, nunca me agradó como yo le agradaba a él. El marqués era demasiado intenso al hablar, atropellaba a las personas con sus palabras, recuerdo que lo hacía cuando mi mujer lo hacía. Estar con él nunca fue algo cómodo para mí, pero ayudó a conseguir contactos que me ayudaron a subir de puesto en la editorial que entonces trabajaba así que sentía que por lo menos tenía que tratarlo con respeto y hablarle. Me gustaría saber qué vio en mí para que continúe hablándome e invitándome a su casa.
La puerta de su casa estaba abierta, había un par de sirvientes que vigilaban que todo fuera en orden. Caminé hacia los esposos Douglas, ambos estaban en mesas diferentes con sus amigos riendo y hablando de cosas que no me importaban, nunca les vi la química que una pareja de casados debería tener. Me acerqué al señor Douglas y le dije:
—Buenas noches, marqués, perdón por haber llega-
Él me interrumpió con un abrazo con olor a alcohol, las risas estallaron entre los invitados y yo quería marcharme a mi casa a leerle el cuento a mi hija. Cuando me soltó me dio un par de golpes bastantes bruscos en el hombro y dijo:
—¡Wilde! ¡Qué bueno es verte aquí! ¡Toma una copa de vino! ¡Deja tu abrigo! ¡¿Acaso no te lo han pedido?! ¡Qué descaro!
Tras constantes gritos de su para nada delicada voz, las sirvientas vinieron, me pidieron mi abrigo el cual les di y de pronto tuve una copa de vino en mano.
—¿Saben quién es él? —dijo él, seguía parado enfrente de todos. Las personas que estaban sentados en la mesa negaron con una sonrisa mientras me veían de arriba a abajo—. Es Taehyung Wilde, el famoso dramaturgo y novelista, el que escribió "El retrato", ese libro del que tanto hablan.
He de confesar que no me gustaba que me presentaran de esa manera en eventos sociales en los que nadie me había visto antes, porque "El retrato" estaba muy mal visto para algunos y muy bien recibidos por otros, razón por la cual censuré y probablemente hable más adelante de ello con exactitud. Pero en resumen, mencionar que era autor de dicha obra era como decir que tenía esposa, pero no hijos por decisión propia, algunos lo veían muy mal, otros bien y a otros no les importaba en lo absoluto.
Pasaron diez minutos para que quedara en el olvido, así que me paré de la silla y vagué por los pasillos del gran lugar. Vi que en muchos cuartos del lugar había personas tomando vino en un espacio más privado, pero con las puertas abiertas. Yo quería uno así, pero solo para mí y con puertas cerradas para pasar lo que quedaba de la velada en paz y lejos del bullicio que generaban las voces estruendosas.
No encontré ni uno vació. Llegué al final del pasadizo que tenía un par de puertas abiertas y te dirigían hacia el balcón. Caminé hasta el barandal de mármol mientras veía con impacto los jardines bien cuidados de la familia.
Hay algo que nunca me ha gustado del marqués: a pesar de ser un punto muy importante de la aristocracia, teniendo un poder mayor al de un conde, él era muy vulgar. Odio la vulgaridad y él lo era en todas sus expresiones, era ridículo, brusco de movimientos y palabras, no se medía al hablar, su persona era vulgar.
—¿Hola? —escuché a alguien decir.
Esa voz me sacó de todos mis pensamientos, volteé a ver de quién se trataba, no había nadie atrás mío ni a los costados. Entonces me di cuenta que el balcón seguía detrás de la pared. Fue suficiente dar un paso más para ver que había una mesa donde se recostaba un par de manos unidas entre sí.
Frente mío estaba sentado un hombre de cabellos negros y cortos, tenía tez blanca, uno que otro lunar decorando su rostro. Sus ojos eran penetrantes, estáticos en su expresión, un poco intimidantes y grandes. Parecía de mi edad.
—Buenas noches —dijo él. Enderecé mi espalda, incliné mi cabeza como un saludo.
—Buenas noches —contesté—. No sabía que estaba aquí.
—Por supuesto que no lo sabía, alguien que se esconde de una fiesta busca un lugar vacío para hacerlo —habló relajando sus expresiones. Se recostó en la silla y me miró con una sonrisa ladeada desde allí—. ¿Viene alguien más con usted?
—No, solo soy yo.
—Interesante.
Supe que estaba incómodo, yo también lo estaba. Volteé mi mirada hacia los jardines y apoyé mis brazos en el balcón mientras sacaba mi cigarrera del bolsillo de mis pantalones. Se trataba de una caja pequeña de cigarrillos, tan solo cabían tres, el más grande estaba en mi abrigo. Puse un cigarrillo entre mis labios y me di cuenta que no tenía con qué prender, el encendedor estaba en el abrigo.
—¿Quiere fuego? —preguntó él.
—Sí, por favor.
De uno de sus bolsillos sacó un encendedor, no tenía ninguna intención de pararse hacia mí, así que tuve que caminar hacia él. Al estar a un metro me incliné, él puso su mano a un costado del cigarrillo con el mechero y lo prendió por mí.
Di una calada a la par que lo tapaba con mi mano, luego solté el aire que contenía en mi boca una vez me enderecé.
—Gracias —le dije. Él asintió.
Le extendí un cigarrillo, él me miró de reojo y me mostró su palma así negándome el cigarrillo.
—No fumo —contestó. No evité soltar una pequeña carcajada de ironía.
—Tiene un encendedor, pero no fuma.
—¿Es necesario que fume para llevar un encendedor?
—¿Para qué otra cosa debería llevar un encendedor a todas partes? Porque supongo que debe llevarlo a todas partes.
—Es cierto —habló con una sonrisa—. Pero veo que tiene poca creatividad si hablamos de fuego.
Vi en sus ojos que me retaba y eso fue un gran error, a mí nadie me reta y cuando lo hace, hago lo que se pueda por ganar el reto. Claro que la conversación no era nada seria, por algo le sonreí de vuelta. Arrastré la silla y me senté allí. Una conversación banal sobre cigarrillos era mil veces mejor que el bullicio del marqués y sus amigos.
—¿Para qué más llevaría el fuego a todas partes y cada día? —pregunté, él rio—. ¿Quemar documentos? Pero, ¿todos los días?
—No.
—¿Quemar viviendas?
—No.
—¿Es algo sobre la religión?
—No —contestó riendo.
—Fumar, no encuentro otra respuesta.
—Yo no fumo —reiteró—, otros sí.
Me costó un par de segundos comprenderlo. Y cuando lo hice, sonreí, me recosté en mi silla como él y reí.
—Lleva fuego solo para ofrecerle a otros.
—Efectivamente.
Miré hacia los jardines sin quitar mi sonrisa. No fue la conversación más brillante que ninguno de los dos hubiera tenido, pero fue interesante darme cuenta como me exalto tan rápido. Es decir, fue un encendedor la razón por la que me senté frente a él.
—¿Por qué ha venido a la fiesta si se iba a esconder? —preguntó él.
—Por la misma razón que usted.
—¿No le quedaba opción? —Asentí.
—¿Cómo se llama? —pregunté mirándolo. Él me miró de la misma forma y negó.
—No se lo diré. Me parece vulgar decir nuestros nombres en tan solo minutos de conocerlos.
—Oh... Qué melodramático.
—Me lo dicen seguido.
—Igual a mí.
Hubo un corto silencio después de nuestras risas.
—¿Por qué piensa que es vulgar? —pregunté. Él volteó hacia mí sin quitar su sonrisa, luego miró hacia los jardines.
—¿No le parece que le damos el placer de conocer algo tan íntimo como nuestro nombre a cualquiera? Una noche me puse a pensar de que si no protegemos algo tan simple como nuestro nombre, ¿cómo podemos proteger algo más complejo? Lo considero practicar los mejores secretos de uno, me ha funcionado muy bien. Si protejo bien mi nombre, entonces puedo proteger bien mis secretos.
—Entonces, ¿qué propone?
—Póngame un nombre ahora, yo le pondré otro. Así, después de esta noche usted no me habrá conocido del todo, ni yo a usted. Incluso, ni nos habremos conocido.
Me pareció una idea espléndida. Además que me ahorraba las conversaciones sobre mi trabajo si es que me conocía.
—Le llamaré Vincent —dijo él con convicción. Sonreí al nombre y asentí—. ¿Cómo me llamo?
Sin embargo, sentí que esa pregunta era tan íntima después de que me explicara su filosofía. Sentí que tenía todo el poder de darle el nombre después de lo que sea que hubiera percibido de él en minutos de poca interacción, pero aún así tenía el poder de decidir cómo se llamaría esa noche porque esa noche solo yo lo conocí. Era eso lo que trató de decirme o solo fui muy romántico al respecto.
—Bosie —nombré.
—¿Muchacho? Eso es un apodo, pero no importa, funciona —se burló él, pero aceptó el nombre entre risas.
Lo que quedó de la noche hablamos de libros y poemas, al parecer él también escribía.
—Es un pasatiempo que busco convertirlo en mi estilo de vida —me comentó—. Pero por ahora estoy corrigiendo mi novela.
Hablamos de teatro un largo y tendido rato. Tanto él como yo habíamos conocido a algunos actores y actrices famosos, hablamos bien como mal de ellos, según lo que su persona merecía. Al final de la noche, no pude ni terminar mi cigarrillo que devolví a la caja para fumarlo cuando sea una ocasión que lo requería, una ocasión que fuera aburrida y sin buena compañía.
Me paré de la silla a la par que veía la hora en mi reloj de bolsillo, no pensé en quedarme más de dos horas y media en la fiesta. Ordené mis ropas con mis manos y estiré mi cuerpo.
—Adiós, Vincent. Fue bueno conversar contigo.
—Adiós, Bosie. Espero que si nos volvemos a encontrar, esta vez sí me diga su nombre, entonces te diré el mío.
Esa noche no pensé en él más que en su grata compañía y en el gusto que me dio haber conversado con él en una fiesta en la que no esperaba nada y mucho menos encontrarme entretenido bajo palabras de un invitado allí. Pensé en que quizá iba a volver a verlo en alguna reunión porque no cualquiera es invitado a la fiesta de un marqués.
No sabía entonces que haberlo conocido iba a traerme tantas cosas de mi pasado al presente.
Al llegar a mi casa, me tope con mi hija que salía de la casa corriendo con su mochila rosa, faltaban pocos minutos para que fueran las ocho de la noche.
—¿A dónde vas pequeña fugitiva? —le dije mientras la cargaba. Ella no quería mirarme.
—A una pijamada con mis amigas...
—Oh, ¿por qué me lo dices con vergüenza? —Ella se cubrió la cara con sus dos manitos.
—Es viernes, viernes de cuentos. No quería que te molestaras porque hoy no me vas a contar un cuento.
Con una sonrisa de ternura en mi rostro le saqué las manos de su cara con una mía y ordené su cabello más de lo que estaba, Margot amaba usar a Diana como una muñequita a quien vestir y peinar, mi pequeña no se quejaba, le gustaba la atención que le daba su madre.
—Princesa, no habría por qué molestarme. Es más, si tú quieres, mañana te puedo contar el cuento, o el domingo, incluso un miércoles. Cualquier día puede ser viernes, ¿está bien?
Mi pequeña me miró con sus grandes ojos y me sonrió. La bajé cuando vi a su mamá cruzar la puerta del salón a la de recepción de nuestra casa. Cuando bajé a Diana, la saludé con un beso en los labios.
Esa noche, cuando Margot volvió, hicimos el amor y nos fuimos a dormir.
...
Haberlo conocido no alteró la normalidad de mis días. Iba a trabajar, comía bien, incluso le conté a mi esposa sobre él, salía a pasear con mi hija y Zeus, dormía bien, no tuve ni un sueño fuera de lo normal que recuerde ni mucho menos me sentí extraño después.
Pero debo aceptar que después de haberlo conocido, pensé en Bosie más de lo que un hombre debería pensar en otro hombre, no me sentí mal al respecto. No tuve pensamientos vulgares esos días, sino que lo recordaba cada que podía. Pensaba en sus ojos, su sonrisa, sus manos, su penetrante mirada y la confianza con la que entabló una conversación conmigo.
Después de casarme no podía evitar admirar a uno que otro hombre, no obstante, esa atracción a su físico se limitaba a ese instante, algo que no me ocurrió con Bosie porque su imagen me siguió durante días, sin embargo, como repito, no traté de crear problemas fantasmas con eso. Pues Bosie no solo era atractivo a mis ojos por lo poco que vi de él en una noche mientras él estaba sentado, sino que también era un hombre con quien hablar y no aburrirse.
Había pasado un tiempo considerable desde que un hombre no me había ocasionado eso. Pensé entonces que era mejor que no lo volviera a ver, me convencí que esos pensamientos sobre él iban a desaparecer con calma y sin forzar nada con el pasar de los días que se iban a convertir en meses, luego en años con solo no verlo.
Ahora que lo pienso, había tanta posibilidad que mi teoría fuera cierta como que no lo fuera; no lo sabría porque una semana después de haberlo conocido lo volví a ver.
Me encontraba en la editorial "Ágape" en la que trabajaba entonces. Tenía que verificar si la revista estaba apta para publicarse, que cada artículo dentro estuviera en orden para ser mandado a imprimir y más cosas con los autores de cada apartado, era un trabajo más agotador de lo que sonaba que toma días y me encantaba tanto.
Para ese entonces, tenía un poco más de un año con ese trabajo además de otros donde era el autor de todo un apartado de otra revista o vendía uno que otro relato a otra revista más. Pero, "Ágape" era mi trabajo más importante y que más tiempo me llevaba cumplirlo.
Recuerdo haber estado hablando con el jefe de ventas sobre el número de copias de esa semana, le di una palmada en el hombro y caminé hacia mi oficina, fue allí donde me tropecé con un pie que no vi. Fastidiado volteé a ver de quién se trataba, mi expresión de fastidio se convirtió una de sorpresa. Bosie estaba allí sentado, recogió su pie hacia sí, no quitaba sus ojos sorprendidos de los míos mientras se empezaba a parar de su asiento.
Nos quedamos estáticos un par de segundos. Luego, me mantuve en mi sitio mientras él se acercaba a mí con lentitud con una sonrisa que se formaba en sus labios, no pude evitarlo y le mostré una sonrisa también.
—Perdón —dijo sin darle importancia porque no la tenía en realidad.
—Bosie —nombré. Él rio.
—¿Trabaja aquí? —me preguntó.
—Soy editor ejecutivo de "Ágape".
Bosie abrió sus ojos con sorpresa nada exagerada. Volvió a ver al hombre con quien él hablaba y le dijo que lo esperase un rato. Me invitó a caminar, algo que yo debí hacer, pero seguí el juego y lo llevé a mi oficina.
Una vez dentro, le ofrecí una copa de vino, no tuve una respuesta inmediata, se demoró más de lo que una persona debía, aunque al final aceptó un poco. Serví una copa con menos vino que la otra, le di la que tenía menos. Recién allí empezó a caminar a los alrededores sin tocar nada, solo viendo desde su posición las cosas dentro de mi santuario.
—Taehyung Wilde —leyó en el rectángulo de mi mesa—. Eres Taehyung Wilde, por supuesto que lo eres.
—Entonces me conoce.
—¿Es posible no hacerlo?
Se sentó frente mío, hacía girar su copa de vino. Sus ojos estaban puestos en la foto al costado de mi nombre, se detuvo a verla con una expresión amable y luego puso sus ojos en mí, los míos ya estaban puestos en él.
—¿Es su familia? —me preguntó sobre la foto.
Abrí los ojos como si fuera una sorpresa hasta para mí que tuviera una, asentí varias veces, me relajé en mi asiento y me recosté sin siquiera ver antes la foto que él sentía intriga porque la conocía muy bien. Era mi esposa con mi hija de entonces dos años en sus piernas, Margot está sentada en una silla hermosa blanca en medio de un jardín de flores.
—Mi esposa y mi hija —respondí. Él sonrió, se agachó un poco para ver más cerca la foto.
—Tiene la nariz de su madre —comentó ensanchando su sonrisa, como si ese bebé fuera un familiar muy querido—. Y tiene los ojos y labios de usted.
Sonreí mientras lo veía, luego él se apartó de la foto y se sentó correctamente.
—¿Cuántos años tiene?
—Este año cumple cuatro.
Me sentí con la necesidad de preguntarle por si tenía una familia hecha también, si quiera por su edad, quizá su trabajo o por lo menos su nombre. Pero no lo hice porque ni su apellido tenía, mucho menos podía tener esos datos con tanta facilidad.
—¿Ha leído algo mío? —hablé por fin, fueron un par de segundos de silencio donde él siguió viendo la foto de las dos mujeres de mi vida.
—Todo lo que ha estado a mi alcance. Sus cuentos, los guiones de sus dramas, las revistas en las que participó. Pero primero, como la gran mayoría, "El retrato".
—Si sigue aquí significa que le gustó.
—Claro que sí —aceptó—. Incluso es la razón por la que lo he estado buscando.
No sabía si había leído la versión con o sin censura, por eso mi corazón dio un vuelco por lo que pudieran significar sus palabras. Se veía de mi edad, ¿había participado conmigo en alguna de las cosas que hice en mi pasado?, es lo que me pregunté también. Sobrepensé tanto en tan pocos segundos, porque de pronto tenía mucho sentido que viera con una sonrisa la foto de mi familia, que me casé con una mujer y que incluso tengo una hija. Aunque tras un segundo más me pareció poco sensato porque él parecía tener la misma edad que yo y rebuscando en mi pasado, no había convivido con alguien que se viera así.
—¿Me ha estado buscando? ¿Por qué? —le pregunté con una sonrisa que me esforcé en crear, como si la situación me fuera divertida y no me causara ni un poco de temor.
—Porque quería conversar con usted. Lo he buscado desde 1890, que fue cuando leí "El retrato". Lo busqué en sus obras de teatro, en las editoriales, las universidades que fue y nunca lo encontré.
Todo el calor de mi cuerpo volvió, mi mirada se relajó al igual que todos mis músculos.
—Me siento halagado y asustado —confesé.
Él se rio y bajó la mirada en un vago intento por esconder su sonrisa. Tomó todo lo que le quedaba de vino, puso la copa en la mesa y me miró con una sonrisa que en ese momento me empezó a gustar más, pero nunca la pude lograr a pesar de que la imitaba en mi soledad. Se recostó en la silla, no me miraba con superioridad, sino como un igual, se mostró sorprendido en un principio porque era "Wilde, el escritor", sin embargo, pareció que le halló el sentido mientras más me veía.
—No se asustes —dijo con esa sonrisa—. Su libro me impactó y me vi en la necesidad de verlo en carne y hueso. Muchas personas me dijeron que era amargado, otras que era arrogante, otras que era muy amable, gracioso y así características que no tienen que ver con la otra.
—No me importa lo que opinen los demás de mí, pero sí de mis libros.
—Lo supuse por la variedad de opiniones sobre usted. Quería saber si era como yo, pensé que con tan solo verlo lo sabría.
—¿Y qué tal?
—Me equivoqué, sigo sin saber la respuesta a pesar de que lo sigo viendo.
Tenía una facilidad de palabra que me encantó desde el momento en el que hablé con él y no sabía su nombre. Siempre he sido muy selectivo con las personas que me rodean, odio a las personas mediocres, estúpidas y sin agallas de nada. Sé más de lo que odio de la gente que de lo que me agrada, no obstante, si debo mencionar algo que me encante, son las conversaciones.
Si lo que destaca de alguien son sus conversaciones, lo más seguro es que esa persona sea alguien con quien hable constantemente y pueda considerarlo una amistad.
Él tenía eso, tenía conversaciones que me ensanchaba a seguirla, su vestimenta no llamaba la atención sino que se detenía a ser elegante y cómodo, tenía ojos curiosos y grandes que apreciaban el mundo a detalle, su voz era agradable, la velocidad con la que hablaba era la adecuada, ayudaba que la conversación siga por la cuenta de los participantes y no la propia, era modesto, todos sus acciones eran masculinas y delicadas, por último, su sonrisa tenía la confianza y belleza que debía tener.
—¿Estará por aquí a menudo? —pregunté.
—Sí. Como te dije, estoy corrigiendo mi libro por mi cuenta antes de que alguien más lo haga y quiero tener un presupuesto fijo para imprimir las primeras copias.
No evité sonreír a sus palabras, era agradable saber que él estaría caminando por los mismos pasillos que yo a menudo. Ambos nos paramos de nuestros asientos para dar por terminada la improvisada reunión. Desde mi asiento extendí mi mano para estrecharla con la suya, él la chocó con la mía.
—¿Cómo se llama? —pregunté mientras nuestras manos seguían juntas.
Abrió la boca para responder y se detuvo allí mismo. Lo sorprendí con la pregunta, sonrió irónico por el "atrevimiento" y con esa serenidad que empezaba a caracterizarlo respondió:
—Jungkook Douglas.
"Douglas", eso me sorprendió a mí. Lo miré con más sorpresa que él a mí cuando le pregunté por su nombre.
—¿Familiar del marqués?
—Hijo menor.
En mi cabeza no cabía la posibilidad, conocía al marqués desde 1991, tuve muchas comidas no solo con él, sino con su esposa también. Nunca me habían mencionado un tal "Jungkook Douglas", nunca mencionaron a otro hijo que no fuera el doctor Jin Douglas.
—Mi padre nunca ha sido de hablar mucho de mí —contestó. Supongo que leyó mi curiosa mirada—. Un hijo dedicado a la medicina pesa más que un letrado.
—Eso me ofende un poco —bromeé, separamos nuestras manos.
—No hay por qué. Por algo le agrada más que yo le agrado a él, espero no sea nada malo.
—Es lo que una novela famosa y un par de obras exitosas te dan de regalo.
—¿La compañía de un señor vulgar y con problemas de ira es el regalo? —se burló de su propio padre mientras caminaba hacia la puerta.
Caminé a su costado y reí por su comentario, puse mi mano en la manija de mi puerta.
—Más que eso, son los contactos —respondí mientras abría un poco la puerta.
Él asintió a mis palabras, dio un paso fuera de la oficina, volteó a verme.
—Espero verlo más seguido, Taehyung.
—Igualmente, Bosie.
Sonrió por última vez antes de que cerrara mi puerta.
Tuve un indicio de lo que iba a pasar más adelante después de cerrar mi puerta, pues los latidos de mi corazón se sentían como si hubiera subido todas las escaleras hasta el piso quince. Sin embargo, no le hice caso, nunca he sido el mejor para socializar como lo he aparentado. Cuando estoy solo pienso en las palabras que dije y me regaño por no haber dicho otra cosa en vez de lo que en realidad dije, pensé que me pasaba eso.
La razón que le quise dar a mis nervios fue mi lamentable habilidad social, cuando el verdadero diagnóstico fue mi atracción a un hombre.
Primer capítulo!! No sé si será el oficial, pero ya voy como por 5 borradores y este es el que dije: "Listo, me gusta". Si hay errores, más adelante lo corregiré.
Datos de Oscar Wilde: sí era amigo del marqués de Queensberry y su esposa (más de su esposa). Aunque aquí no he mencionado la edad de su hijo (Bosie), en la vida real se llamaba "Alfred Douglas" y tenía 21 años mientras Oscar tenía 36. También, he de aclarar que Oscar Wilde no tenía una hija, sino que tenía 2 hijos. Oscar y Bosie se conocieron en 1891. Wilde, además de ser conocido por "El retrato de Dorian Gray", creo muchas obras de teatro, cuentos y algunos poemas.
El retrato de Dorian Gray: en un principio los capítulos de esta historia fueron publicados paulatinamente en una revista, es decir que por cada tomo había un nuevo capítulo (wattpad vintage xd). En 1890 se publicó como libro por fin, donde Wilde se vio obligado a eliminar algunas partes y también aumentó otros capítulos, por eso, en la actualidad existe tanto la versión con censura y sin censura del libro.
Toda esta información que les acabo de compartir la saqué del libro "Los juicios de Oscar Wilde", misma información que estaré utilizando para escribir esto. El libro mencionado muestra TAL CUAL fueron los juicios que tuvo Wilde después de haber denunciado al marqués por difamación, en este libro te presentan fragmentos de "El retrato de Dorian Gray" que fueron censurados, las cartas que él enviaba y recibía, etc. Es decir, el chisme completo y con pruebas de ambas partes implicadas.
Angel.
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