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capítulo 4: mundial

✴✴✴

Miranda miraba de reojo al muchacho que caminaba a su lado; el campamento, por muy enorme que fuese, estaba repleto de magos y brujas que se paseaban entusiasmados por la final de Quidditch para la que tan solo faltaban unas horas.

Cedric y ella charlaban tranquilamente, poniéndose al día y contando sus veranos. Había una armonía entre ellos que contrastaba con el caos que los fanáticos, puestos de comida o souvenirs y fuegos artificiales provocaba.

Además de los gritos de Sabrina cada que veía algo que le gustaba.

Dominic iba tras ella, enfocado en la misión de no perderla entre el mar de gente, mientras que ella iba prácticamente saltando entre puesto y puesto, sus manos ya llenas de cosas que había comprado de forma impulsiva.

Estaba sumamente feliz. Ya se había hecho con un conjunto completo para asistir al partido, tenía: una gorra, bufanda, camiseta y hasta un dedo de espuma de Irlanda. Había también comprado gorras de Bulgaria para Miranda y Dominic, y bufandas de Irlanda iguales a la suya para Fred y George.

—Sabrina, por favor —Dominic la detuvo frente a un puesto de helados. La chica lo miró, su mano ya en su bolso para sacar la billetera.

—¿Qué sabor quieres? —le preguntó ella, ignorando la mirada molesta de su amigo— ¿Pistacho?

—Has gastado más dinero que todos nosotros en este viaje, detente —la regañó el Slytherin, haciéndola fruncir el ceño.

—No te quejaste cuando compré tu gorra —se quejó la Ravenclaw, sus labios en un puchero exagerado para hacer énfasis en sus palabras.

—Es una linda gorra —asintió Dominic— Pero ya te has comido todos los dulces que pudiste encontrar en las últimas dos horas y yo no quiero tener que sostener tu cabello cuando tu estómago quiera vengarse.

El puchero se hizo más evidente en los labios de Sabrina, que guardó su billetera y asintió, dejando que Dominic la ayudase a cargar sus bolsas y la guiara devuelta a su carpa.

Cedric soltó una carcajada al terminar de ver la interacción, Miranda riendo también y dándole un suave golpecito en el brazo.

—Me agradan tus amigos —le dijo él a su amiga, dedicándole una sonrisa que, según Miranda, tendría que estar en la portada de una revista.

—Veamos si sigues diciendo eso al final del día —la menor tomó la mano del chico y sonrió cuando no obtuvo más reacción que una sonrisa aún más grande devuelta— Ya debemos prepararnos para el partido.

El mayor asintió y, tal como Sabrina hace unos momentos, se dejó guiar devuelta a su carpa.

Cuando llegaron se separaron, Miranda entrando a la pequeña habitación que compartía con Sabrina, la pelinegra intentando trenzar su cabello frente al espejo en la pared.

—¿Necesitas ayuda? —ofreció la Hufflepuff, aguantando una risita que quería escapar de su garganta.

Sabrina la miró, sabiendo que su amiga quería reírse. Asintió, sentándose sobre su cama con Mir detrás, relajándose mientras la chica trenzaba su cabello, haciendo una linda y larga trenza que caía por su espalda.

Cuando ya estaba lista Bri saltó de la cama y buscó entre sus muchas bolsas, sacando el sombrero rojo y negro que había comprado esa tarde.

—Feliz cumpleaños, M —le dijo a su mejor amiga, riendo cuando esta la abrazó de inmediato— ¿Te gusta?

La Hufflepuff no respondió enseguida, sino que se inclinó para tomar todo su cabello en un moño rápido antes de colocar el sombrero sobre su cabeza, una enorme sonrisa en sus labios cuando se miró en el espejo.

—¡Me encanta! —respondió al fin, aún observando con cuidado su reflejo— Gracias, S.

Sabrina asintió y respondió un simple de nada, observándola con cuidado. Jamás había visto a Miranda sin querer lucir su larga cabellera, pero allí estaba, ocultándola bajo su nueva gorra, y luciendo sumamente feliz al respecto.

Acabó por encogerse de hombros y decidiendo no pensarlo demasiado, al final no era nada más que cabello.

—Iré a darle a Fred y Georgie sus bufandas —anunció entonces, tomando la última bolsa que quedaba junto a la litera que compartiría con Mir esa noche— Nos vemos allá.

Miranda sonrió al escuchar la distinción entre los nombres, pero no comentó nada al respecto. Le dedicó un pulgar arriba y la vió dejar el cuarto sin añadir nada más.

Sabrina se permitió a sí misma la entrada a la carpa de los Weasley, no sabiendo muy bien cómo podría llamar a la puerta cuando no había ninguna. Se plantó en el salón y miró  a su alrededor, asumiendo que todos estaban alistándose para ver la final de la copa.

Escuchó las risas de los gemelos tras una de las puertas a la derecha y dió un paso en esa dirección, mas una voz tras ella la detuvo.
Volteó y sintió su corazón latir sobresaltado en su pecho cuando lo vió: Charlie Weasley le sonreía desde la puerta del que asumió era su cuarto, Bill tras él.

Guapos, guapos, guapos.

—¡Sabrina! —la saludó Charlie, acercándose alegre a ella y dándole un rápido abrazo— Estás más alta.

—No la ves hace un año —rió Bill, repitiendo la acción de su hermano tras plantarse frente a ella— ¿Cómo estás, Bri?

La palabra guapos seguía dando saltitos dentro de su cabeza cuando su cerebro tuvo la tarea de formular una respuesta. Carraspeó, dándose unos segundos antes de poder separar sus labios y soltar palabras.

—Entusiasmada —dijo, moviéndose inquieta en su lugar— Jamás he visto Quidditch profesional en vivo.

—Te encantará —le dijo Bill, arreglando distraídamente uno de los aretes en su oreja.

—Lindo atuendo —comentó Charlie, mirando su camiseta y demás accesorios que dejaban claro que la pelinegra apoyaba a Irlanda.

—Gracias —se sonrojó Sabrina, Charlie sonriéndole suavemente.

Una puerta se abrió a sus espaldas, Bill Y Charlie viendo a sus hermanos menores antes que ella, que tardó un momento en girarse, demasiado absorta en el domador de dragones frente a ella.

—¿Brina?

—¡Georgie! —la menor salió de su trance y caminó hacia los gemelos, su enorme y entusiasta sonrisa regresando a su ya no sonrojado rostro— ¡Tengo obsequios!

Fred se contagió de su entusiasmo y dió un salto, recibiendo su bufanda y colgándola de su cuello enseguida.
George, a su lado, miró a su hermano Charlie por unos segundos más antes de poner una sonrisa en su rostro y mirar a la Ravenclaw, que le entregó su bufanda entonces.

El Gryffindor la tomó y sintió la tela con sus dedos, adorando lo suave que se sentía. Envolvió su cuello con ella y se inclinó para dejar un rápido beso en la mejilla de la chica, soltando un suave gracias que solo ella alcanzó a oír.

—¿Vamos? —le preguntó entonces, ofreciéndole el brazo derecho, Fred siguiéndole el juego y haciendo lo mismo con el izquierdo.

Sabrina rió, poniéndose entre ambos y entrelazando sus brazos, dejando la carpa con el resto del clan Weasley, Hermione y Harry detrás.

✴✴✴

El partido terminó más rápido de lo que se imaginó, con Irlanda ganando al final.

Ella y Cedric estaban burlándose de Miranda y Dominic por el triunfo de los irlandeses contra los bulgaros cuando lo escucharon.

Primero pensaron que eran fuegos artificiales y magos y brujas aún celebrando, pero luego pudieron distinguir el verdadero terror en cada uno de los gritos que oían.

Stephen Astra y Amos Diggory salieron de sus habitaciones entonces, sus varitas en alto y miradas llenas de preocupación en sus rostros.

Las expresiones de todos se transformaron entonces y Sabrina dejó de pensar.

No hubo tiempo para nada, solo logró tomar su varita antes de ser empujada a la fría noche fuera de la tienda de campaña. A su alrededor la gente corría y los gritos se oían más fuerte, la tierra levantándose bajo los pies de todos los que intentaban arrancar.

Escuchó las voces de los dos adultos dándoles indicaciones pero no logró descifrar sus palabras; sus ojos estaban en las figuras encapuchadas que se hacían paso entre la multitud, el olor a quemado ocasionado por el fuego que salía de sus varitas haciendo arder su garganta.

Una mano tomó la suya y la obligó a moverse. Chocaba con el resto de personas a medida avanzaba, pero nadie se detenía. Sostenía firmemente su varita con su mano libre e intentaba no tropezar al tener que correr llevando pantuflas, entrecerrando sus ojos cuando el aire se llenó de humo.

Su atención se vió atraída entonces por un grito ahogado. Una niña estaba en el suelo y, entre tantas personas corriendo, no lograba ponerse de pie otra vez.

No lo pensó demasiado, solo se soltó del agarre de quien iba con ella —asumió que se trataba de Dominic— y se metió entre el gentío, agachándose y tomando a la pequeñita en sus brazos, pidiéndole que la ayudase a encontrar a su familia.

Avanzó por un par de minutos hasta que una mujer apareció, lágrimas cayendo por sus mejillas. No se detuvo a decirle gracias, simplemente llamó por su nombre a la niña y la tomó, echando a correr nuevamente.

Y ahora Sabrina estaba sola; se giró en su lugar, esperando encontrar algún rostro familiar, sin éxito.
Volteó asustada cuando los gritos se hicieron más desesperados y llegaron más fuerte a sus oídos, viendo una capa negra frente a ella antes de caer al suelo con un golpe seco.

Se llevó una mano al ojo derecho, quejándose lastimosamente. Ardía, y procesó el hecho de que la habían golpeado con algo parecido a un bate.

Intentó ponerse de pie solo para caer de cara a la tierra. Se quedó allí, en posición fetal, hasta que ya no pudo sentir pies pisoteándola y obligándola a quedarse en el suelo. Se levantó entonces, sintiendo en el brazo izquierdo un dolor tan agudo que no era capaz de siquiera alzarlo.

El humo a su alrededor se había vuelto más denso y podía distinguir poco y nada, pero comenzó a avanzar de todas formas.
Logró adentrarse al bosque que daba a la colina por la que habían llegado y sonrió. Había pasado un buen rato ya, pues ya no había gritos y el fuego se había apagado, dando paso a una oscuridad que sería absoluta si no fuese por los faroles cada tantos metros.

—¡Bri!

—¡Brina!

Dos pares de brazos la rodearon. Le costó procesar lo que pasaba, pero reconoció el olor del perfume de quienes la abrazaban casi de inmediato.

Suspiró contenta, extendiendo el abrazo hasta que se sintió segura de nuevo. Cuando se separó alzó la vista, encontrándose con dos pares de ojos inundados en preocupación.

—Estoy bien —murmuró, su garganta tan seca que dolió soltar las palabras.

—¿Qué te pasó en el ojo? —Fred tocó la piel alrededor de su ojo con cuidado, pero incluso así la chica no pudo evitar soltar un quejido.

—Estás helada —dijo despacio George, pasando sus manos por los brazos de la pelinegra— Ten —se apresuró, sacándose el sweater que llevaba, ayudándola a colocárselo, Bri ahogando un grito de dolor cuando debió mover su brazo.
Pero había valido la pena, ahora al menos no temblaba de frío.

Los gemelos se miraron y asintieron, ayudando y guiando a la Ravenclaw hasta el lugar donde Charlie y Bill los esperaban junto a un nuevo traslador.

Los mayores miraron preocupados a sus hermanos acercarse junto a la muchacha, pero no dijeron nada. Todos pusieron una mano sobre el objeto, George sujetando también la cintura de la pelinegra para evitar perderla de nuevo.

Sabrina no recuerda demaiado después de eso.

✴✴✴

espero que les gustara y me disculpo por la demora :(

besitos

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