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capítulo 3: traslador

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Tres fuertes golpes la hicieron moverse un poco entre las sábanas, mas no abrió los ojos. Estaba en un estado del sueño en el que no distinguía si había despertado o estaba soñando, así que ignoró todo.

—Te dije que estaría dormida —oyó una voz, ahora jugando con la idea de que quizá, tan solo quizá, ya no estaba dormida— No importa cuántas alarmas le pongas, podría dormir a través de un huracán.

—Programé tres relojes despertadores —oyó a alguien más decir; comenzó a estirarse, un bostezo dejando su boca— Sabrina, despierta, floja.

—¿Umm...? —murmuró, sacando el cabello de su rostro y, por fin, abriendo los ojos.

Dominic y Miranda la miraban desde el umbral de la puerta, ambos con pequeñas y divertidas sonrisas.

—¿Sabes qué hora es? —le preguntó el chico, cruzándose de brazos y apoyándose en la pared.

—Demasiado temprano —respondió tras otro bostezo la pelinegra, luchando para mantener los ojos abiertos.

—Ya son las seis —le informó Miranda— el transportador se activa a las siete y media, estemos ahí o no.

Lo recordó. Ella y Dominic habían pasado la noche en casa de la familia de Miranda, los Astra, ya que debían levantarse temprano esa mañana para poder ir a la final del mundial de Quidditch.

—¡¿Por qué no me despertaron?! —chilló, su pie enredándose entre las sábanas cuando intentó levantarse, haciéndola caer al suelo, despertando completamente— ¡Saben que no soy buena haciéndolo por mi cuenta!

Sabrina tomó la pila de ropa que había preparado la noche anterior y corrió a darse un baño, las risas de sus amigos persiguiendola hasta que cerró la puerta.

—¡Feliz cumpleaños Mir! —gritó desde la ducha, sonriendo al oír la risotada de su mejor amiga.

Dos años habían pasado ya desde que había rehecho su vida en Inglaterra, cambiando Ilvermony por Hogwarts y, hasta ahora, habían sido los mejores años de su vida, principalmente por los increíbles amigos que había hecho y las increíbles experiencias que había tenido. Sin contar el enorme basilisco que por poco la petrifica, o los dementores que intentaron quitarle toda la felicidad a respiros.

Ahora, por ejemplo, iba camino a tener una gran, gran experiencia.

Los padres de Miranda habían comprado las entradas a la final para todos como regalo de cumpleaños para su hija, que cumplía quince.
Era una forma tanto de celebrarle como de despedir las vacaciones antes de que debieran regresar a Hogwarts, y los tres adolescentes habían estado más que felices con la oportunidad.

No tuvo tiempo de desayunar por pasar más de diez minutos intentando trenzar su cabello, solo para dejarlo suelto al final. Tuvo que tostar un trozo de pan y llevarlo con ella cuando partieron, llenando su abrigo de migas, pero no le importaba, estaba demasiado emocionada.

El papá de Miranda los esperaba en la planta baja y, en cuanto todos estuvieron listos, partieron. Debieron caminar un largo rato, la ravenclaw quejándose todo el camino, la hufflepuff sacándole la lengua desde la espalda del slytherin.

Hasta que, finalmente, pudieron detenerse a tomar un pequeño descanso.

—¡Stephen! —saludaron al Sr. Astra, el hombre sonriendo y devolviendo el saludo, estrechando la mano de quien lo había saludado.

—Amos —exclamó, ambos hombres dándose unas palmadas en la espalda— Cedric, estás altísimo.

El mencionado soltó una risa cortéz, estrechando también la mano del mayor y luego dirigiéndose a Miranda.

—Mir —le sonrió, la chica sintiendo el calor en sus mejillas instantáneamente.

La castaña y él se conocían desde pequeños, sus padres siendo amigos desde la escuela. Cedric Diggory era perfecto a sus ojos, y nada podría cambiar eso.

Sabrina aún recordaba como había llegado gritando a los jardines después de haber hecho las pruebas para el equipo de Quidditch. ¡Quedé en el equipo! ¡podré mirar a Cedric todos los días y nadie lo cuestionará!

La pelinegra escondió sus risitas tras su cabello, Dominic mirándola con una pequeña sonrisa cómplice, probablemente recordando exactamente lo mismo que ella.

—Cedric —el rostro de Miranda se iluminó aún más al decir su nombre— ¿Recuerdas a Dominic y Sabrina, verdad?

—Por supuesto —el chico se dirigió a ellos entonces— ¿Cómo no hacerlo si comen en nuestra mesa más que en las de ellos?

Dominic se movió avergonzado— Sí, bueno...

—Los Hufflepuff son los únicos que no nos miran mal cuando estamos todos juntos —dijo Sabrina, terminando la oración por su amigo— los Slytherin no quieren a una Hufflepuff y una Ravenclaw y los Ravenclaw...

—No son especialmente agradables con los Slytherin —terminó de decir Dominic.

Cedric los miró y asintió— Siempre hay un lugar para los amigos de Mir en nuestra mesa —les dijo, abrazando a Miranda por los hombros, la chica gritando internamente.

—¡Arthur!

La voz de Amos Diggory los sacó de su pequeña burbuja, los cuatro volteando para ver a la familia Weasley, Potter y Granger acercarse a ellos.

Los gemelos Weasley se miraron con una sonrisa, acelerando ligeramente el paso para encontrarse con su amiga, que ya los había visto y daba saltitos en su lugar.

—Yay, ahora hay dos neuronas en lugar de una —se burló Dominic al ver a los pelirrojos acercarse, explicándose cuando la pelinegra lo miró cruzada de brazos— Los gemelos Weasley comparten una neurona, al menos contigo ya tienen dos.

Sabrina le sacó la lengua de forma casi automática, girándose dramáticamente para golpearle el hombro con su largo cabello antes de caminar hacia sus amigos.

—Fred —rió, dándole un empujoncito al mencionado cuando comenzó a despeinarla a modo de saludo— Georgie —sonrió, abrazando al muchacho, rodeando su torso con los brazos, él haciendo lo propio al rodear sus hombros— Agh, los extrañé tanto.

—Claro que nos extrañaste —dijo Fred, orgulloso.

—¿Quién no lo haría? —continuó George, dedicándole una sonrisa.

—Y... Arruinaron el momento —negó con la cabeza la chica, comenzando a caminar lejos de ellos para saludar a los demás.

—¡Brina! —rieron los gemelos, siguiéndola a pesar de que no les respondía, viéndola abrazar a los demás— También te extrañamos —dijeron a la vez, cuando la pelinegra ya había dicho hola a todo el mundo.

—Claro que lo hicieron —les sonrió arrogante. Fred resopló, divertido— ¿Costaba tanto admitirlo?

La vieron seguir a los demás a la cima de la colina, negando con la cabeza. Fred miró a su hermano, dandole un golpe en el brazo antes de correr para alcanzar a la Ravenclaw, George riendo antes de hacerlo también.

Sabrina tragó saliva antes de acercarse al traslador, tocandolo con una mano temblorosa. Odiaba esas cosas, detestaba aparecerse. ¿Por qué no podían tomar un tren? ¿O ir en escoba? Cualquier cosa era mejor que ir en un traslador.

Cerró los ojos con fuerza cuando el Sr. Diggory empezó a contar en reversa, preparándose mentalmente para lo que venía. El dolor de estómago, el girar sin control y, por sobretodo, el tener que soltarse y confiar en el universo al final, además del tener que aterrizar.

No sabía aterrizar.

Dominic estaba junto a ella. La vio cerrar los ojos con miedo y suspiró, tomando su otra mano con la que no sujetaba también el traslador, viendo conforme como se relajaba ligeramente y entrelazaban sus dedos con los de él, más tranquila.

Fred y George se miraron, el segundo encogiéndose de hombros y tocando también el traslador.

Segundos después todo comenzó a girar a su alrededor y, cuando los mayores lo dijeron, todos se soltaron.

Se escucharon varios quejidos y los golpes de cuerpos al golpear el suelo, los únicos que llegaron al suelo con gracia siendo los señores Weasley, Diggory y Astra, además de Miranda, Cedric y Dominic.

Miranda ayudó a Harry y Ron a levantarse, Cedric haciendo lo mismo con Hermione y Ginny. Dominic, en cambio, se acercó a Sabrina, Fred y George con una enorme sonrisa.

—¿Jamás aprenderás a viajar en traslador, verdad? —rió, ofreciéndole una mano a Sabrina que, bufando, la aceptó, poniéndose de pie con la ayuda de su amigo.

—¿Para qué? Lo detesto —respondió— Deja de reírte a mi costa —bufó otra vez, ambos acercándose entonces a los gemelos— Arriba, se ven más lindos de pie.

Rieron y caminaron todos juntos, viendo desde la pequeña colina en la que habían aparecido todo el enorme campamento en el que fans del Quidditch de todo el mundo esperaban ansiosos el gran partido.

Sería increíble.

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¿Quién les dice?

Próximo capítulo Quidditch y mortífagos, poor baby Sabrina.

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