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capítulo 1: destino

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Era inusual.

Es decir, no es que no sucediera, pero tampoco pasaba a menudo. Ni siquiera los alumnos de séptimo habían sido testigos de eso antes, así que sí, era definitivamente algo diferente.

Y es que, como mencioné, no era común, en absoluto, que alguien se cambiase de escuela. ¿En el mundo muggle? Sí, claro que era normal, pero estamos en el mundo mágico, donde tener a sapos como parte del coro escolar era completamente aceptado. Pero, ¿cambiar de colegio? Nope. No se veía seguido.

Era peculiar.

La nueva, la nueva lo era. La habían visto el primero de septiembre aparecer tras los alumnos de primer año llevando un uniforme que no era el de Hogwarts. No era especialmente más alta que los niños y niñas de once años, pero su ancha sonrisa a pesar de estar en un lugar nuevo y el brillante color de su uniforme, además del extraño animal que lucía en el escudo en su pecho, solo la hacían resaltar más.

Muchos la miraron con recelo, pues el animal, de lejos, lucía como una serpiente, misma criatura que decoraba los uniformes de la casa de Slytherin.

Pero no lo era, bueno, no del todo. No era una serpiente ordinaria, era una serpiente cornuda, y la identificaba como a una estudiante de la casa Horned Serpent, casa en su antigua escuela: Ilvermorny.

Así que la gran mayoría —todos— quedaron gratamente sorprendidos cuando el Sombrero Seleccionador la envío a la casa azul. Los Ravenclaw estallaron en aplausos para recibirla, como habían hecho con los demás, y la ceremonia siguió su curso.

Era interesante.

Los estudiantes de Hogwarts estaban intrigados. ¿Quién era la nueva? ¿Por qué había cambiado escuelas? ¿Por qué tenía un acento diferente?

Pronto, como era de esperarse, rumores comenzaron a surgir. Que había sido expulsada, que había hecho daño a alguien en su antiguo colegio, que en realidad era una squib y su último recurso para hacer aparecer su magia era Hogwarts, etc. De las bocas de muchos salían palabras sin sentido que intentaban explicar la existencia de la chica en la escuela, pero ninguna se acercaba a la realidad.

Era ridículo.

Parecía, al menos para ella, que nada interesante ocurría jamás en Hogwarts, porque de ser así, que ella se incorporara a clases e iniciara su tercer año allí ya habría dejado se ser noticia, pero lamentablemente aún lo era.

No estaba segura de cómo, pero independiente de lo que hiciera la gente hablaba de ella. ¿Escucharon que toma café por la mañana? ¡Café! ¡Por favor! Tenía trece años, sí, pero necesitar cafeína para empezar su día no era algo del otro mundo. ¿Sabían que es hija de muggles? ¿Creen que en su antigua escuela no lo sabían? ¿Qué? ¿Cómo habría llegado a Ilvermorny si no supiesen que mis padres son muggles? ¿Eres tonto? No respondas. ¡Escuché que le rompió la cara a golpes a un profesor y por eso la expulsaron! Ya me gustaría romperte la cara a golpes a ti.

Era insoportable.

Ella tan solo quería continuar sus estudios en paz. ¿Era eso demasiado pedir? Quería estudiar, tener amigos y disfrutar su etapa escolar al máximo, pero parecía que todo lo que los demás allí querían era inventar rumores ridículos y dormir.

Además, ¿qué era esa estúpida rivalidad entre casas? Que sí, que en Ilvermorny había casas también, pero no se peleaban por otra cosa que no fuera Quidditch.

En Ilvermorny las casas eran un complemento la una de la otra. Si una no existiera, seguramente el equilibrio tampoco lo haría, así de bien funcionaban. Brillantes por separado, pero aún más en conjunto, cada una con las cualidades que hacían a un gran mago.

Wampus era el cuerpo, representaba a los guerreros; pero no crean que hablamos de soldados de plomo con espadas listos para salvar a quien sea, no. Los wampus son sobrevivientes, fuertes no solo física, pero mental y emocionalmente.

En Pukwudgie se encuentran los sanadores, quienes representan el corazón. Son los sentimientos, la empatía, los que se encargan de que todo a su alrededor funcione perfecto no porque es más fácil, sino que lo más sano.

Luego tenemos a todos en Thunderbird, los aventureros que representan el alma. Magos y brujas guiados por sus más íntimos deseos, por sus más grandes sueños y aspiraciones. No se dejan vencer por normas ni temor, porque son más grandes que eso.

Y por último, pero no por eso menos importante, tenemos a la casa de la chica que ha estado en boca de todos: Horned Serpent. Los magos y brujas que forman esta casa son los llamados estudiosos, y representan la mente.

No, no son un grupo de ñoños. Son aquellos que aprecian la belleza, magia y conocimiento en todas las cosas, los que buscan la verdad y crean con mucho más que sus varitas.

O al menos así les explicó a sus nuevos amigos todo sobre su antigua escuela.

—Era mágico —suspiró Sabrina, dejando caer la cabeza sobre la palma de su mano a la vez que movía su varita para hacer volar a ella una rana de chocolate— La gente allí es maravillosa, obviamente no todos se llevan bien con todos, pero no existe la rivalidad que hay aquí.

—Jamás lo he entendido del todo —confesó Miranda, intentando sacar de su rostro su largo cabello castaño, atándolo torpemente con un listón amarillo— Pero así el Quidditch es más divertido —sonrió bromista, dándole un suave codazo al chico a su lado— ¿A que sí, Dominic?

El rubio levantó la cabeza de su ensayo de pociones, asintiendo lentamente— Las expresiones de los Slytherin cada que me siento en la mesa de Hufflepuff contigo alegran mi día, Miranda —confirmó el chico.

No estaban muy seguros de cuándo ni cómo había sucedido, pero Sabrina Bennet, de Ravenclaw, había acabado siendo parte del dueto conformado por Miranda Astra y Dominic Barnes, Hufflepuff y Slytherin, en tan solo su primera semana en Hogwarts, los tres convirtiéndose en aquel grupito de raros cuya dinámica nadie entendía.

Miranda era un pequeño rayito de sol que iluminaba el día de todos, tan dulce como la miel, la representación perfecta de lo que Hufflepuff debía ser. Trabajadora, leal y optimista, pero también sumamente brava y ruda cuando era necesario.

Dominic, por su parte, era un chico un tanto ansioso y ensimismado que prefería la compañía de libros y el silencio. No era misterioso, o al menos no pretendía serlo, pero sí tenía muy claro lo que quería y lo que debía hacer para conseguirlo, por lo que estaba siempre entre los mejores de la clase y era su mayor autocrítico.

Y Sabrina... Bueno, Sabrina era todo lo que un Ravenclaw debía ser, pero también todo lo que nadie esperaría que sería. Amaba leer, vaya que lo hacía. Cuando la veían por los pasillos la chica iba colgada del brazo del rubio con una mano y con la otra llevaba un libro. Adoraba la paz y tranquilidad de leer en el exterior y sentir la brisa mientras pasaba las páginas; le fascinaba estudiar, aprender cosas nuevas y sumar conocimientos sobre todos los temas habidos y por haber; añoraba crear, pintaba y escribía como si no hubiese un mañana, como si el día no tuviese un inicio y un final.

Pero también era el desorden hecho persona. Su corbata nunca colgaba bien de su cuello y su blusa siempre llevaba los botones abrochados en el lugar equivocado, dejando un espacio al final. Su cabello jamás estaba recogido, solo saltaba con ella cada que corría por los pasillos por estar llegando tarde a clase, una tostada colgando de sus labios para no morir de hambre en medio de Historia de la Magia.

Era como si una fuerza inexplicable los hubiese hecho toparse y no volver a separarse. Claro, la amistad entre Miranda y Dominic siempre fue extraña, nadie entendía realmente cómo es que dos personas tan distintas se llevaban tan bien como ellos parecían hacerlo, pero en cuanto Sabrina llegó todo pareció tener un poco más de sentido.

No era que la amistad del grupo dejase de ser extraña, pero parecía demasiado correcta como para que los demás pudiesen siquiera imaginar a uno sin el otro.

Normal era ver correr a la Ravenclaw tras el estoico Slytherin. Normal era que la Hufflepuff saltara sobre la espalda de la Ravenclaw para ser llevada a clase. Normal era que el Slytherin le preparase té a la Hufflepuff cuando se sentía ansiosa. Normal era ver al chico con ambas chicas.

¿Era el destino?

✴✴✴

espero que les gustara este primer capítulo, dar inicio a esta historia que lleva dando vueltas en mi cabeza desde hace tiempo se siente muuuuy bien!

feliz primero de septiembre amores, espero que hayan llegado a Hogwarts sin ningún inconveniente!

besos,
connie.

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