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Especial: Extra Short.

Había sido en una mañana de septiembre cuando, acariciando su no tan hinchado vientre, Nayeon miró las noticias, y su respiración se irregularizó.

Recuerda que Mina estaba en la cocina, preparándole uno de los primeros antojos que tendría durante el día. Aquello del embarazo le tenía comiendo montones de alimentos, desde cereales hasta palomitas con mostaza, y aquello era rarísimo.

Habían adquirido una TV ante su insistencia, es decir, amaba jugar con Ray, y platicar con MoonByul, también muy a menudo SiYeon iba y le regalaba algunas golosinas, pero también se aburría y demasiado.

Su esposa le regalaba bastantes cariñitos en su cabello, y susurraba palabras dulces contra su vientre. Y amaba ver a la pelinegra a punto de llorar cuando le pedía a su bebé que ya naciera, porque estaba muy emocionada por conocerlo.

Nayeon sabía que tenía en la palma de su mano a Mina, y muy a menudo se aprovechaba de aquello. Lo utilizaba para poder conseguir dulces, o besitos en la noche. Así que haciendo un adorable puchero se había parado frente a ella y le había dicho:

"—¿Sabes? Nuestro bebé se aburre viendo tu cara, por eso me ha dicho que prefiere ver un poquito la televisión—"

Mina se había reído, y después se había hecho la indignada. Aunque claro, jamás podría enojarse con su Nay, mucho menos cuando ella se veía tan adorable con los cabellos revueltos mientras le chantajeaba.

Y tras mucho insistir, habían terminado por comprar una TV. Sí, de esas grandes y de excelente calidad. —Era obvio, Mina no escatimaría en gastos, y menos si se trataba de Nayeon.

Nayeon le había agradecido con un besito en la mejilla, y había amado ver esa sonrisa reluciente en su rostro por los siguientes días.

En retrospectiva, Nayeon se había pasado la mañana viendo alguna caricatura. Y sí, se había vuelto demasiado mimada desde que se había enterado que estaba embarazada, ¿Cómo? Aún no lo entendía bien. Pero había una hermosa criaturita creciendo en su interior.

Se había entretenido viendo Winx, a pesar de que fuera una caricatura para niñas, ella amaba ver a Musa, y al idiota de Riven. ¡Definitivamente ella merecía algo más! Aún así ella los shippeaba.

Y el programa había terminado, y mientras cambiaba los canales, uno tras otro, hubo algo que le llamó la atención de uno en especial.

Era el canal de las noticias, y ella claramente había escuchado al reportero decir:

"Aún se desconoce el paradero de Im Nayeon, familiares solicitan que si le han visto se contacten con ellos"

E inmediatamente pensó en su papá, y su mamá.

El tiempo había pasado volando, y ella no había tenido tiempo para pensar en aquello alguna vez.

Sí, podían llamarla tonta. ¿Cómo iba a olvidar, que antes de formar su propia familia, ella pertenecía a una?

Inevitablemente, lágrimas se deslizaron por sus mejillas, y náuseas le invadieron. ¿Qué había pasado con sus padres? Seguramente habían estado como locos buscándole, y ella simplemente había estado entregándose a la mismísima hija de Lucifer cada noche.

No pudo soportar demasiado el golpe que aquello significó para ella, y corrió al baño a tropezones para vomitar en la taza del baño.

Había sido una mala hija. A pesar de que había aceptado todo, y su mente era muchísimo más abierta, no pudo evitar sentirse mal.

Sí, sus padres le habían inculcado un montón de cosas que ahora ella sabía que tal vez no eran del todo ciertas, pero a final de cuentas, habían sido buenos padres. Y ella les amaba.

Los espasmos le recorrieron el cuerpo, y regresó todo lo que había desayunado más temprano. Escuchó pasos apresurados en la habitación y después a la puerta del baño siendo abierta. Una palma se posó en su espalda, y le acarició como terciopelo.

— Mi amor, ¿Estás bien?

Mina le sostenía con dulzura, besó su nuca un par de veces y le acarició el cabello. Su mirada preocupada caía en ella, Nayeon estaba segura de que Mina estaría muy preocupada al verle llorar. Y lo que menos quería era traer problemas a su matrimonio.

Se reincorporó a rastras, y Mina le ayudó a enjugarse el rostro y la boca. Le cargó hasta la cama que compartían y le abrigó para después abrazarle.

— Minari...— había susurrado bajito, mientras se aferraba a su pijama. Los brazos fuertes le sostuvieron, y ella lloró sabiendo que Mina estaba ahí para sujetarle.

— Tranquila, cariño. Todo estará bien.

Nayeon confió en ella, y mientras el medio día se acercaba ella se dejó caer en los brazos de su amada, y se sumió en un profundo sueño. Escapando, al parecer, de algo que aún no estaba lista para enfrentar.

𓄹 ⭒ ࣪ ˖ 𑑛 ☆

Cuando Nayeon despertó, tomó por sorpresa a Mina quien le había estado acariciando el vientre y dejando besitos en su hombro. Se removió entre sus brazos, hasta que Minari le dejó un beso en su nariz y ella la frunció.

— Buenas tardes, dormilona.

— ¿Huhg? ¿Ya es de tarde? — Nay se alzó tantito, y vio por el gran ventanal de la habitación que, efectivamente, el atardecer ya estaba llegando. El cielo se pintaba de bonitas tonalidades naranjas, los rayos cálidos del sol no podían hacer competencia con lo cálido que se sentía Mina mientras le abrazaba.

— Dormiste mucho, cariño — Nayeon medió lloriqueó y se trepó a Mina como un koala, cuidando su vientre para que no se lastimara. — Huh, ¿Y ahora qué te crees?

— Un monito — respondió juguetona, mientras los restos de sueño aún yacían en ella.

Mina soltó una risa larga.

— Más bien pareces una conejita.

—¿Cómo que una conejita? No soy una — se hizo la indignada, mientras se bajaba de la pelinegra y le daba la espalda.

Sintió los brazos de su esposa rodearle, su espalda quedó contra el pecho y sintió las corazonadas de su amada latir en sincronía con las suyas.

— Claro que sí, mi conejita.

Mina apoyó su barbilla contra los cabellos castaños. Se quedaron ahí disfrutando de la compañía de la otra, en silencio.

Nayeon se sintió en plena paz, en la comodidad de su cama y en el amor que Mina podía ofrecerle.

Jamás se esperó estar así, en esa situación, maravillosamente embarazada y con una esposa. Pero ahí estaba, y lo estaba disfrutando. Se sentía bien, se sentía feliz.

— ¿Te encuentras mejor? — Mina habló, acariciando su pecho y dejando besos en su mejilla. Ella suspiró ante las caricias, sentía que hasta podía ronronear ahí.

Mhh, claro, ¿Por qué no lo estaría?

Bajando la voz y carraspeando, Mina continuó. — En la mañana te veías mal, cariño, ¿Segura que estás bien? Ví las noticias.

Ouh, y ahí estaba. Golpe bajo.

Nuevamente, sus ojitos se cristalizaron. Era inevitable. Se sentía mal al pensar en si había sido una mala hija por no, como mínimo, avisar que estaba bien. No podía imaginar cuánto habían sufrido sus padres, el corazón se le cerraba.

— Yo-yo no sé cómo sentirme, Minari, ni siquiera.., me había acordado de ellos, ¿Estuvo mal?

Mina le giró el rostro y depositó un beso suave en sus labios, masajeó su rostro con calma y le miró a los ojos.

— Claro que no, mi amor. Estabas demasiado ocupada encargándote de una demonio tonta como para pensar en ello.

— Pero aún así, m-me olvidé de e-ellos y...

— Shh— Mina le atrajo en un abrazo, transmitiéndole confianza e intentando que su esposita calmara su llanto.

Tal vez, tan solo tal vez, se sentía enormemente culpable. Ella le había privado de su libertad a Nayeon desde el momento en el que le mandó a raptar, y sí, no había sido la mejor forma pero- ¡Puaj! ¿A quién quería engañar?

Había sido lo suficientemente egoísta como para no detener en que Nayeon también tenía una familia mucho antes de todo, y posiblemente había tenido muchísimos amigos que le querían.

Ahora, posiblemente era la peor esposa que habitaba la tierra.

— Nay, mi amor, ¿Puedes perdonarme?

— Pe-pero, ¿Por qué? No has hecho nada...

— Claro que sí, te alejé de tus seres queridos, de tu familia, de tus amigos, prácticamente te quité todo.

Nayeon se volteó y le encaró rápidamente, viéndole chiquita y asustadiza, negando repetidamente con su cabeza.

— Mimi, no digas eso, al final yo elegí estar aquí, no tienes culpa de nada, ¿Sí?

Mina le sostuvo el rostro, amándole con la mirada y preguntándose qué había hecho para merecer a un ser tan etéreo como solo Nayeon podía serlo.

Se fundieron en un beso parsimonioso, brindando la calma que solo el otro le podía otorgar. Demostrando que realmente eran el uno para el otro, y que a esas alturas nadie podía separarlos.

— ¿Quisieras ir a ver a tus padres? — dijo Mina cuando se separaron, acariciando las mejillas de pan que tanto amaba besar.

— No lo sé, ¿Sería prudente? La verdad, bueno..., me aterra, tengo miedo.

— Todo estará bien, ¿Sí?

𓄹 ⭒ ࣪ ˖ 𑑛 ☆

Nayeon había estado aterrada la siguiente semana en la que se pasó pensando en cuál sería la solución más... beneficiable. O menos tormentosa.

Se pasó noches enteras pensando en cómo reaccionarían sus padres al verle.

Estaba más que claro que no podía llegar y plantarse para decirles:

"—¡Hey! ¿Qué tal? ¿La señora Im les pagó lo que les debía? Bueno, ¡Sorpresa! Me casé con la hija de Satán y ahora van a ser abuelos, ¡Sorpresa por segunda vez—"

No podía llegar así como así. Y temía sus reacciones. Después de todo, eran adultos que toda su vida habían sido criados en la iglesia cristiana, y sus ideas y principios estaban basados en ello.

Afortunadamente, Mina estuvo ahí para apoyarle y decirle que no importaba qué decisión tomara, ella estaría ahí para ella.

Fue así como finalmente se decidió, y se dijo a sí misma que no podía hacer sufrir a sus padres, ni a ella misma.

Esa mañana era particularmente fría, estando en el mes de enero y el frío de la mañana recorriendo las calles. Mina le había abrigado demasiado bien, exageradamente a decir verdad. Cargaba encima un suéter, un abrigo afelpado y una bufanda cubriéndole parte del rostro.

Según Mina, así se veía demasiado tierna.

Los nervios le carcomían, y su mente había estado atormentándole lo suficientemente como para hacerle creer que todo iba a resultar muy mal.

Y el viaje dentro del carro fue tortuoso. Minari le sostuvo la mano y nunca le soltó.

Vio por las ventanas las calles pasar, y se preguntó cuándo había sido la última vez que había salido. Es decir, con la compañía de Mina sus días habían sido más que entretenidos, y en casa no había necesitado nada como para tener esa necesidad de salir de aquella comodidad.

La melancolía le recorrió cuando logró reconocer las calles cerca de la casa de sus padres. Lamió muchas veces sus labios en señal de nerviosismo, y tuvo que controlar su propia respiración varias veces.

En algún momento llegaron, y ella no lo supo hasta que estuvo frente a la puerta de sus padres. La fachada se veía igual a como la última vez que estuvo ahí, todo estaba exactamente igual.

— Tú puedes, cariño — animó Mina y ella, en un impulso, tocó la puerta tres veces.

No se escuchó nada, hasta que la puerta delante de ella fue abierta y antes de poder ver quién era o de reaccionar, un cuerpo se había abalanzado contra ella, apretujándole en un fuerte abrazo.

Sintió sollozos contra su hombro y su pecho se oprimió, ni siquiera pudo reaccionar hasta que el cuerpo se separó de ella y pudo ver de quién se trataba.

— Ji-Jimin...

— ¡Dios, Nay! Nayeon, mi Nay, por fin, finalmente estás de vuelta, te-te extrañé demasiado, ¿Dónde estabas? ¿Por qué-por qué desapareciste así?

Quien había sido su mejor amigo se soltó a llorar ahí mismo, y ella le siguió casi al instante. Se abrazaron durante un par de minutos que fueron como una eternidad, en los que sus corazones se podían sentir aliviados.

— Tus padres, ellos-ellos han estado buscándote, ¿Dónde te habías metido? Nos preocupamos mucho por ti.

— ¿Ellos... están aquí, en casa?

Jimin asintió apresuradamente. Aún con los ojos hinchados y una enorme sonrisa en su rostro. Escaneaba a la castaña frente a él, agradeciendo a Dios por llevarla de vuelta a su hogar, sin poder creer que estaba ahí realmente.

— Están preocupados por ti, será mejor que entres.

Él le arrastró hacia adentro, girando su cabeza incontables veces y sonriéndole con ojos llorosos. Mina, a pesar de que fue totalmente ignorada por el hombre, también entró al hogar del matrimonio Im.

Dentro, todo estaba acomodado. Habían cuadros y varios floreros, la casa era muy acogedora. Incluso captó un cuadro de Nayeon de bebé, y por un momento pensó en robarse aquel cuadro.

Claro que también le resultó un poco incómodo el lugar. Todo ahí gritaba Dios, y resultaba que ella era un demonio. Captó múltiples biblias, y hasta una botella de aceite, que sabía, ocupaban los cristianos al realizar un exorcismo. La piel se le enchinó.

El sonido de una mujer llorando le sacó de su pequeño trance, y cuando volteó hacia el llanto, vio a su esposa ser abrazada por una mujer, que supuso, era su madre.

El llanto era desgarrador, los pequeños jimoteos de Nayeon también lograban escucharse. Ambas se presionaban contra sí, ante la lejanía que sentían, había entre madre e hija.

— Gracias a Dios, sabía que volverías, te extrañé muchísimo, Nay.

— Mamá... También te extrañé— Pero no fue Dios quien me hizo volver.

Im Yoona siempre había sido una mujer hermosa, amada por muchos y excelente madre. Pero justo ahí, se veía destrozada. Con grandes ojeras y cabellos despeinados, rostro afligido y la pesadez de haber sido una mala madre que se asentaba en su pecho.

Había llorado demasiado la perdida de su tesoro. Y le había orado incontables veces a Dios para que le regresara a su pequeña, y mientras apresaba a Nayeon, ella únicamente podía pensar en que todo aquello había sido gracias a Dios. Y por ende, era quien debía de agradecer.

— Nay, ¿Estás bien? ¿Dónde estuviste? ¿Por qué desapareciste? ¿Te hicieron daño?

Nayeon negó rápidamente, intentando limpiar sus lágrimas y viendo la apariencia cansada de su madre.

Únicamente quería explicarle todo a sus padres, reestablecer su relación y que todo saliera bien. Pedía porque fuera así.

— Estoy bien, mamá, todo este tiempo lo estuve. Yo... lamento haber desaparecido así, de verdad.

— No importa, cariño, ahora debes de estar muy cansada, ¿No? Puedo prepararte algo de comer y...

— Mamá, ¿Dónde está papá?

Yoona calmó su parloteo, y respiró tranquilamente. Diciéndose a sí misma que claramente su hija también necesitaba ver a su papá después de haber pasado mucho tiempo sin verles.

Ella le hizo una seña a Jimin quien salió rápidamente de la sala y se dirigió escaleras hacia arriba.

Volvió apenas unos segundos después, con un Hyunsik sorprendido por la noticia, bajando de las escaleras.

La escena se repitió una vez más. Hyunsik se lanzó hacia Nayeon y le apresó y lloró largos minutos mientras seguía agradeciendo a Dios por traer de vuelta a su pequeña.

Tras pequeños golpecitos por parte de Nay, finalmente el hombre se alejó.

— Antes que nada, ¿Podemos hablar? Es muy importante.

Nayeon alcanzó a Mina y la arrastró hacia su lado, tomándole como soporte para no derrumbarse ahí mismo. Claramente, ante la conmoción del momento nadie había notado la presencia de la pelinegra, y todos susurraron un pequeño "oh, claro, siéntense, están en casa".

Los nervios y la incertidumbre atacaron al matrimonio, todos tomaron asiento en los muebles de la sala. Aún moqueando y llorando por el reciente suceso, sintiendo la alegría en sus corazones.

— Bueno, sé que esto será muy, eh, muy loco, ¿Sí? Y puede que se sientan asustados, pe-pero realmente espero que puedan comprender — comenzó Nayeon.

Las miradas de las personas que por tanto tiempo apreció se pusieron sobre ella, poniéndole más nerviosa de lo que estaba. Su garganta se secó, sin saber cómo iniciar adecuadamente. Mina le apretó el brazo, en señal de apoyo y ella asintió lista para todo lo que venía.

— Primero, la-lamento haber desaparecido así, realmente no fue mi intención. Pero todo este tiempo estuve bien, más que bien, no hay de qué preocuparse. Y, esto será raro, y extrañamente va en contra de todo lo que me enseñaron, pero...

Nayeon se colocó de pie, y enlazó su mano con la de Mina bajo la atenta mirada de sus padres, y de Jimin. Incluso pudo ver cómo el rostro de su madre se contrajo notablemente.

— Bueno, ella es Mina, todo este tiempo estuve con ella, y yo-... nosotros, bueno.., somos esposas — soltó rápidamente, nadie dijo nada, y temiendo lo peor se apresuró a seguir hablando. — Nos casamos hace apenas un par de meses, ella, yo- yo la quiero muchísimo y justo ahora soy muy feliz, no tienen de qué tem-...

Un golpe impactó contra su mejilla.

Todo el mundo se le vino hacia abajo, porque resultaba que sus padres jamás le habían puesto una mano encima. Y recibir una cachetada de su padre, fue lo peor que pudo recibir.

Su mano sostuvo su rostro golpeado, Mina le jaló detrás de ella protegiéndole y vio el rostro rojo de su padre.

— ¿Qué has dicho, Nay? Hija, querida, ¿Qué te hicieron? Estás.., estás mal, por favor, retractate — habló su madre, intentando acercarse a ella de no ser porque Mina aún la protegía.

Aún seguía en su shock. Realmente, no se esperó eso. Tal vez sí esperaba negación por parte de ellos, pero pegarle..., le rompía todas sus esperanzas.

— Mamá, es verdad. Po-por favor, créeme, no puedo cambiar lo que ya está hecho, y, y, ¡Soy feliz ahora! — lágrimas resbalaron contras sus mejillas. Decepción y miedo eran palpables en el rostro de sus progenitores.

— No permitiré que mi única hija caiga ante tales artimañas del enemigo — habló por primera vez Hyunsik. Su mirada se calaba en ella, y solo pudo hacerse chiquita en su lugar.

— Señores, yo-...— Mina intentó hablar, pero fue abruptamente detenida.

— ¡Tú cállate! — bramó molesta Yoona.

Pronto, el ambiente se volvió pesado e intranquilo. Todo estaba yendo muy mal, y Nayeon dudaba que pudiera mejorar. Aún así debía seguir intentando, después de todo, aún eran sus padres, y necesitaba, como mínimo, recibir la misma mirada cálida que le daban cuando era mucho más pequeña.

— Mamá, por favor.., incluso, incluso serás abu-abuela.

Aquello derramó la última gota del vaso.

— ¡Nayeon! ¡Deja de blasfemar de tal forma! — gritó Hyunsik.

— ¿Q-qué? ¿A caso te has vuelto loca? Nayeon, no eras así. No sé qué te hicieron pero te curaremos — Yoona intentó acercarse una vez más a ella, pero Mina le detuvo y endureció su mirada ante el daño que le estaban haciendo a su pareja.

— Tú.., ¿Qué le has hecho a mi hija? Ojalá y Dios pueda perdornarlas, pecadoras.

Aquello fue señal verde para que finalmente Mina tomara suavemente a Nay y la sacara de ahí. No detuvo sus pasos aún cuando escuchó los lloriqueos de su esposa, pero no podía permitirse ser tratada así, mucho menos que le lastimaran a su amada.

Nayeon paró justo en la puerta, de la que alguna vez fue hogar, y respiró hondamente mientas aún lloraba a cantaros.

— Lo siento, mi amor, de verdad...— Minari le ayudó a sostenerse correctamente, mientras intentaba regular su respiración y calmar sus espasmos. También tenía que hacerlo si no quería poner en riesgo la vida de su bebé.

— Creí.., creí que todo s-saldría bien, por un momento lo hice.

— No te preocupes, aquí estoy yo para ti.

Nayeon apoyó su rostro en el hombro y dejó que le acariciaran la espalda por unos segundos. Le dolía, y muchísimo. ¿Cómo no iba a hacerlo? El rechazo de sus padres le dolía demasiado.

Se imaginó que podrían ser felices todos juntos, tal vez, podían haberse reunido todos los domingos en familia para compartir una rica comida. Con el hijo de Jimin jugando con su pequeño bebé y su madre diciéndole que hacía una buena pareja con Minari. Pero, lamentablemente, nada de aquello había sucedido.

Su mejilla aún dolía, y tenía unas increíbles náuseas. Deseó jamás haber ido hacia allí.

— ¿Podemos irnos? — pidió suavecito y bajito.

Mina asintió y le ayudó a incorporarse para poder caminar hacia el auto que les esperaba.

Estaban alejándose, cuando la voz de Jimin rompió el silencio que habitaba las, prontas, frías calles.

— ¡Nayeon! — había gritado, y se había mantenido considerablemente alejado de ellos. Nay volteó y le vio esperando a que él hablara, con los sentimientos encontrados.

— Nay, tú.., ¿Realmente volviste? — dijo él con mirada impaciente. — Quiero decir, ¿Sigues siendo tú?

Nayeon asintió frenéticamente, esperanzas aún volviendo hacia ella.

— Siempre he sido yo.

Jimin asintió con una leve sonrisa, empuñando las manos contra su abrigo.

— Al menos, ella te cuidará, ¿Cierto?

Esta vez, Mina asintió y se dirigió hacia el hombre.

— Siempre la cuidaré, no dudes de eso.

Jimin lloró en su lugar. Porque se sentía demasiado feliz de ver a su mejor amiga de nuevo, y él no lograba comprender nada de lo que había escuchado. Pero, si veía a los ojos de Nay, él podía ver la felicidad que iluminaba su alma. Y entonces estaba bien. Si Nayeon estaba bien, él lo estaba, y con él, todo también lo estaba.

— Te extrañaré muchísimo.

Y tomando aquello como despedida, Jimin se adentró hacia la casa, y Nayeon se sintió bien.

La vio desaparecer por la construcción, y se perdió de su vista en un par de segundos. Lloró una última vez, antes de que Mina le limpiara las lágrimas y besara sus mejillas.

— ¿Estás bien?

— Contigo estoy bien, lo sabes — Mina juntó sus narices en un beso esquimal, respirando la fragancia que su amada liberaba.

— ¿Te arrepientes? — preguntó entonces. — ¿Te arrepientes de haberte casado conmigo? ¿De todo esto? Justo ahora, podrías estar con tu familia, viendo pelis, o compartiendo un chocolatito.

— Mina — Nayeon enrolló sus brazos en el cuello de la más alta, pegándose más a ella y juntando sus frentes. — Tú eres mi familia.

Mina sonrió, sintiéndose feliz. Porque Nay seguía siendo aquello que siempre había soñado, y no podía estar más agradecida por tenerla allí. La amaba, la amaba tanto que toda la espera que tuvo que soportar para verla, era compensada por los besitos en las mañanas por parte de su amada. Era compensada por cada "Te amo" que Nay soltaba cuando se enterraba en ella, era muchísimo más que compensada por aquel fruto de su amor que crecía en el vientre de Nayeon.

La amaba, y Nayeon la amaba.

Porque ellas eran su familia, y estaban a nada de agrandarla aún más.

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