Capítulo 6.
Cuando llueve también diluvia.
Nayeon pensó y pensó, recostado sobre su gran cama, mientras el cielo se entristecía fuera del gran ventanal.
Cuando Nayeon era pequeña, siempre miró cómo sus padres reprendieron a todos esos demonios que atormentaron las vidas de las personas. Ella tuvo miedo.
Pero siempre fue reconfortada por su madre diciendo que Dios siempre estaba con ella y nunca le pasaría nada. Así fue hasta que conoció a Mina.
Cuando esos hombres... Cuando ellos atentaron contra sus vidas, no fue Dios quien defendió a Nayeon y la salvó. Fue Mina.
Fue Mina quien la sostuvo contra su pecho y la reconfortó. No su madre. Fue Mina quien estuvo con ella y la protegió. No Dios. No Dios. Él... No estuvo ahí.
Nayeon recordaba el miedo y la horripilante sensación de temor y preocupación recorriendo su cuerpo. Los nervios y el sudor acumulándose.
Y después paz y tranquilidad.
¿Miedo? Aún temblaba de ella.
Aún temblaba por Mina. Porque Mina no había sido misericordiosa y, en cambio, ella había acabado con la vida de sus atacantes. Pero si lo miraba desde otra perspectiva...
Nayeon tomó las sábanas y se cubrió hasta la cabeza, dio vuelta sobre la cama y gimió.
Sus pensamientos estaban hechos un lío. No sabía qué pensar. Qué hacer.
¿Debería ir y agradecer a Mina por salvarla? Nayeon sabía que tenía que hacerlo.
Pero...
Nayeon gimió nuevamente y giró al otro lado de la cama.
Tenía que poner en orden sus pensamientos. Así que enlistó;
Primero, estaba agradecida por ser salvada de la muerte. Correcto.
Segundo, Mina había asesinado a dos personas. Así tan fácilmente como lo era comerse un hotdog. Eso fue escalofriante.
Tercero, ¿Por qué siquiera estaba considerando las opciones? Debería de tenerle más miedo a Mina. Ella misma había dicho que era la hija del mismo satanás y eso malo y cruel e incorrecto, ¿No?
¿Por qué se sentía preocupada por Mina y por lo que sentiría si le dijera que estaba asustada?
Pensó en Mina. Y en sus ojos oscuros y atrayentes. En la determinación en su mirada y... el deseo. El anhelo. Cariño.
Nayeon pensó en su madre y en su padre.
¿Qué dirían de ella ahora? Deberían de estar decepcionados de ella por olvidar su fe en Dios. Nayeon ya ni siquiera oró por las noches. No sentía que fuera correcto estando en el hogar de Mina.
Pero Mina y estos sentimientos por ella tampoco lo eran.
¿Entonces qué lo era?
Moonbyul entró en ese momento a la habitación con su bandeja de comida diaria. Ella se veía calmada y paciente como siempre. Tomó lugar en la cama después de dejar la bandeja.
—Es hora de la comida, ¿Se siente mejor? Han pasado tres días. Debería de comer más.
Nayeon salió debajo de las sábanas y mantuvo su distancia. Tampoco había tenido mucho apetito desde lo ocurrido. El día siguiente del incidente Mina se apareció en su habitación y le ofreció comer con ella y Nayeon le rechazó.
Aún tenía dudas y en ese momento aún estaba en shock. No podría comer en el mismo lugar que Mina sabiendo que Mina era una... Asesina.
—Muchas gracias— contestó finalmente.
Tomó la bandeja sobre sus piernas y comenzó a comer.
La comida era deliciosa y Nayeon se centró en su sabor, limitándose a comer únicamente. Moonbyul permaneció a su lado en silencio hasta la mitad de su comida.
Nayeon llevaba un bocado de pasta cuando moonbyul dijo:
—La ama ha preguntado por usted, quiere saber si no está enferma.
Nayeon tragó en seco. —Estoy bien, solo un poco cansada y... necesito tiempo.
Moonbyul asintió. —Ella quiere hablar con usted. Cuando termine de comer puede bajar.
—Yo no creo que...
—Ella en verdad necesita explicarle las cosas y quiere asegurarse de que esté bien. Solo será una charla para apaciguar sus dudas.
Nayeon no dijo nada. Se limitó a terminar su comida y cuando lo hizo Moonbyul retiró la bandeja y ella salió de la habitación.
Nayeon se preguntó una decena de veces si debería de bajar o no, pero ella terminó cediendo. Una parte de ella quería respuestas y quería ver a Mina. Solo para asegurarse de que estaba bien.
Cuando armó valor, ella bajó. El pasillo y las escaleras mantenían un gusto antiguo y exótico al mismo tiempo. Nayeon no se topó con ninguna monja mientras bajaba las escaleras, había cuadros y jarrones por todos lados.
Como Moonbyul no le dijo a dónde debería de bajar, Nayeon fue al mismo lugar donde recordaba estaba el cuadro de la madre de Mina. Ella tenía un gran parecido con su hija.
En la Biblia hubieron predicciones del anticristo, pero Nayeon jamás se imaginó que realmente algún día llegaría. Mucho menos que se manifestaría como la mujer que quería casarse con ella y tener...
Nayeon apartó la mirada mientras tocaba una de sus orejas calientes. Una pequeña tos disimulada irrumpió el silencio y se volteó.
Frente a ella descubrió a Mina, cuya mirada parecía una mezcla de preocupación y miedo al rechazo y a la vez era un imán de deseo y atracción prohibida. Se mantuvo atrapada en sus ojos por unos segundos.
Mina avanzó dos pasos ante ella antes de detenerse. Mantuvo la distancia.
—Hola.
Nayeon se removió incómoda un segundo.
—Ahm.., hola.
—Está bien, Nayeon. No te voy a comer.
Nayeon asintió.
Mina lanzó un suspiro y movió las manos nerviosas por sus piernas y las frotó por su pantalón.
—Mira, solamente quiero explicarte lo que sucedió y por qué lo hice— dijo Mina.
Nayeon asintió lentamente, una vez más. Ella en verdad quería escuchar a Mina, y sus razones. Quería comprenderla.
Probablemente, Mina quería que se sentara, pero Nayeon no lo hizo. Solamente porque sentía las piernas tan inestables que temía que si se movía ella caería.
—Puedes comenzar— incitó Nayeon.
—Antes yo te dije que mi padre no era humano, sino que era el mismo...
—Satanás— completó Nayeon.
Mina asintió, se lamió los labios y continuó:
—Sé que parece muy loco Nay, y que quizás no me creas, pero yo realmente soy su hija. Y yo... Temía perderte. Cuando era una niña siempre escuché mi propósito en este mundo y siempre me dijeron que habría alguien ahí para estar a mi lado.
—¿Y esa... Soy yo? — la pregunta se escapó de sus labios, pero una vez hecha Nayeon no pudo retractarla. Tomó una respiración honda y evitó pensar en cómo sería estar al lado de Mina.
—Es lo que es, Nay. Pero no quiero que estés conmigo si tú no quieres, si no lo deseas. Solo quiero lo mejor para ti. Pero tampoco creo que haya alguien mejor que yo, esos hombres... Ellos te iban a lastimar y yo no podía permitir eso...
—Y yo estoy agradecido por eso, Mina. Me salvaste y... No sé qué pensar, debería de tenerte miedo ¡Y lo tengo! Pero no de ti. Una parte de mí dice que eres bueno y otra que sigue la lógica de lo que me dijiste dice que, obviamente, no eres buena, ¿En qué debo de creer?
Nayeon respiró pesado, apretó un puño y sintió los ojos vidriosos. Frente a ella, Mina se miró preocupada y se acercó dos pasos más. Nayeon quiso que estuviera más cerca, más cerca por si cedía y se derrumbaba.
—Yo no soy muy buena, Nay. Lo que viste y lo que hice es lo que seguiré haciendo en un futuro, lo que haré cuando sea el momento. Si alguien más intentara hacerte daño, yo haría lo mismo, una y otra vez, y no me arrepentiría. ¿Entiendes eso? Quiero tenerte a mi lado, Nay. Quiero que estés conmigo y que me aceptes, así como soy, como lo que nací. Pero es tu elección y no la tienes que tomar ahora, tú puedes tomarte tu tiempo.
Mina avanzó el resto de espacio que había entre ellas y sujetó una mejilla de Nayeon que tembló bajo su toque. La cercanía le hizo admirar cada una de las montañas frondosas que eran sus mejillas, y los valles de sus ojos. Y el dulce néctar de sus labios.
Nayeon se lamió los labios. ¿La entendía? ¿Ella realmente entendía a Mina? Por supuesto que no. No del todo. Nayeon aún quería creer que estaba dentro de un sueño, porque nada de esto podría ser real. Nada de propósitos y destinos, y apocalipsis y... Mina. Mina era tan irreal.
Intentando poner en orden sus pensamientos, Nayeon cerró los ojos y abrazó a Mina. Si segundas intenciones o sin sentimientos nublados.
Solo un abrazo. Cálido y apretado y que se sintió tan bien. Como un gran abrigo de algodón.
Nayeon susurró:
—¿Podrías esperarme? Hasta que yo tenga una respuesta.., ¿Me esperarías?
Mina se alejó lentamente, acarició un mechón castaño de pelo, dibujó una pequeña sonrisa y dijo:
—Yo siempre esperaría por ti.
Nayeon se prometió que la espera valdría la pena.
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