La noticia corrió. Hubo exclamaciones, sustos. Declaraciones de desmayo...

...un niño había entrado en la estructura. La esquina suroeste se encontraba corroída por la humedad. Unas rocas verdosas por el musgo se habían removido. Y aquí, una entrada. Se había creído que era guasa, pues dos señoritas hablaban de una voz y una aseguraba. Era el fantasma de su primer amor.

Pero luego la voz tuvo rostro y poco después se le vio. Su cabello opaco, se movía conforme corría y recorría los salones. Otras veces en las escaleras, desde su altura, se detenía, buscando algo. Para seguir corriendo. Los corazones de algunas se conmovieron y todas sonreían al verlo. Sin atreverse a interrumpirle en su búsqueda ansiosa, ni se aventuraban a dirigirle palabra.

Cuando la profesora de música y dicción se entero. Informándose, según ella. Fue a buscarlo. Y tras recorrer cuartos y armarios. Se dio cuenta, que no le informaban bien. 

Porque no le encontraba. A sus pesquisas le respondían con risas leves y entrecortadas. Mientras que las más tímidas, perdían el habla. - No yo, no- decían. Balbuceaban y fingían no acordarse. La profesora, con su vestido gris negruzco, pasaba pasillos. Convencida de dejar a todas sin postre en el desayuno, en la comida, y en la cena. Estaba a punto de fastidiarse... Abriendo otra puerta, le encontró.  

Era habitación de Agatha. Y era un niño. Ni siquiera con veinte centímetros más, alcanzaría a ser un muchacho. De rubio obscuro y ojos opacos con pestañas cortas. Sentado sobre el suelo de la alfombra, el muchacho reía tranquilamente. Apiñonadas, sobras de dulces, bajo la suela de sus zapatos. Cascaras de golosinas pasadas. Al haber oído la puesta. Agatha había volteado y sonrojándose ante la maestra. Sonrió primero, y apenándose después cubrió el rostro y mordió sus labios.

Tardo en encontrar palabras. Pero, explicó lo mejor que pudo. Era su hermano, o su primo...ella no se acordaba ¿No era igual? Se había escapado de sus clases y como la quería mucho. Quería decir... Eran familia y como tal, la había ido a buscar. Ahora mismo le contaba como comprendía tantas cosas, sabía leer tan bien...Karla, profesora de música y dicción, no quedo complacida hasta oír al pequeño decir nombres, apellidos. Y hacerle leer un buen pedazo de un tomo poético que por allí encontró. Dos años hace de que se había graduado de preescolar. 

La señora busco luego, entre las páginas de su gran direccionario. Halló la casa del intruso, y lo mandó para su hogar. El niño era entendido, comprendió que no era bien recibido en aquel lugar. Metió un pastel pequeño en el bolsillo de su abrigo...y echó los brazos al cuello de Agatha, metiéndose entre sus cabellos. Dándole un beso en la mejilla y murmurando algo rápido a su oído. Con la promesa de volver pasado un día, se marchó.