Van bajando. De sus cuartos al comedor. Todavía alguna se detiene en el dormitorio, se escuchan aún las sabanas arrugadas. Despertares tardíos. Bostezos con hambre de nuevos anocheceres. 

Se juntan manos morenas y rosas en torno al fregadero. Otras se paran de puntillas para alcanzar los platos sobre las gavetas. Una se queja de la comida, no hay arroz. Otra salta recordando el poco de naranjada sobrante del día anterior. Las faldas se juntan, chocan, se separan. Se oyen fruncir, se besan las telas al ir pasando... Hasta que al fin se sientan. Se abren las ollas, se oye el toque y repiqueteo de cucharas. Una no ha dormido bien. ¿Habrá sido el postre? - No, cariño, que ideas. Las palabras se despiden, el apetito las vence. Durmieron mucho. Pequeñas conversaciones breves las acompañan hasta que la alegría del amanecer llega a sus corazones y se sienten satisfechas. 

Una se marcha, despidiéndose de la mesa va a sus plantas. Una tiene hierbas y otras flores. Los frutos habrán de esperar pues el jardín es pequeño. Para cruzarlo, aparte, hay que saltar sobre las rocas, con mucho cuidado, para no pisar los retoños. 

...Tres muchachas se han quedado rezagadas en la cocina, y platican suavemente. Con voz tan queda, parece que murmuran:

-Pero, es que dijo...

 -¿Tu le crees? Mienten igual. Ella y tú ¿Pero eso no te sirve, verdad?

-Calla, viene.