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Una vez llegué a mi pequeño y agradable piso, no pensé ni dos veces antes de comenzar a preparar mi sofá en busca de comenzar mi nueva lectura ya que me sentía muy entusiasmado de descubrir qué tanto había fascinado aquella chica. Estaba muy curioso de saber si a mí me gustaría tanto como a ella, si llegaría a enamorarme un libro con temática de romance. Sentía cosquillas en mi interior de la emoción.

Preparé mi chocolate caliente de todas las noches junto a un sándwich mixto. Una vez listo lo dejé al lado de la mesita de mi sofá de lectura para ir rápidamente a vestir mi uniforme oficial de casa, el pijama. Me acosté en el sofá y tomé un sorbo de aquel delicioso chocolate caliente para después sumergirme en las páginas que aquel libro que ella me había recomendado. Leí por mucho tiempo hasta que decidí que era una buena idea abandonarlo a pesar de que estaba realmente interesante, acababa de comprarlo y sabía que, si seguía terminaría con él y esa no era la idea, ¿qué sería de mí durante la semana sin nada que leer?

El libro era más que fascinante, cada página te atrapaba más que la anterior. La historia se centraba en una pequeña pareja que llevaba años juntos y comenzaban a darse cuenta de que sus vidas eran inútiles ya que nunca habían disfrutado de su juventud tanto como las personas de su alrededor; como el sexo, el alcohol, las fiestas, diferentes parejas entre otras cosas que los jóvenes descubrían a esas edades, ellos se conocieron muy jóvenes y habían permanecido juntos hasta los días que se relatan. La pareja había comenzado a realizar cosas que hacían los adolescentes a pesar de estar al borde de los treinta años ignorando la opinión de los demás, rompiendo las normas sociales y todo aquello que les impedía descubrir su felicidad. Tenía muchas ganas de saber que pasaría finalmente, ¿seguirían juntos? ¿Sería factible haber vuelto a su juventud? ¿Perderían eso de ser adultos?

Me tiré de cabeza en mi cama desganado, a penas tenía sueño y sabía que me esperaba mucho hasta que mis ojos se cerrasen mientras ideaba millones de situaciones en las que la protagonista podría resolver sus problemas, eso era lo que más odiaba de mí, ser tan totalmente idiota como para continuar pensando en ello sin cesar hasta que mis párpados consiguieron sumirse en el ansiado sueño.

......

Volvió a llegar mi gran y esperado viernes, era con seguridad, mi día favorito de la semana. Volvía a encontrarme en la misma sección en busca del otro libro que aquella chica se había llevado. Me había encantado aquel libro y sin duda, pensaba llevarme otro libro de la autora gracias a la exquisita manera que tenía de escribir y lo originales que eran sus historias. Esta semana había leído el libro dos veces y ya iba por la tercera, realmente entendía por qué aquella chica amaba tanto aquel libro y estaba ansioso por encontrarme con ella para poder debatir sobre él.

—Me disculpo con usted pero, hemos vendido tantos que es complicado que queden, hemos hecho un pedido que llegará el próximo miércoles, ¿quiere que le reserve...

—Por favor, ¿lo puedo buscar el viernes? —Le interrumpí y ella asintió.

—Necesito su apellido y su nombre.

—Jung Hoseok —le indiqué y ella tecleó rápidamente en su ordenador para hacer el pedido de el libro.

—En cuanto lo tengamos le avisaremos, aunque apuntaré que lo vendrás a buscar el viernes.

—Gracias —susurré y me giré en busca de los otros libros de mi lista.

Una persona me llamó la atención en cuanto la vi merodeando por la zona de las estanterías de romance. Ella miraba atentamente los títulos en busca de algo que captara su atención, se encontraba concentrada, sumida en sus pensamientos. Caminé hasta ella y tomé los libros que iba a escoger esta semana, no solía leer la misma temática pero, me había quedado con las ganas de leer más sobre romance después de la obra maestra que había conseguido leer gracias a ella. Esta semana podía llevarme dos libros pero decidí guardar el dinero para aquel que había reservado. Ella me miró de reojo.

—Parece que esta semana me encuentro entre otra dura elección —dije para romper el hielo ya que me ponía nervioso que me mirara tanto de reojo.

—¿Te gustó el libro? —Preguntó ignorando totalmente lo que acababa de decirle y sonreí.

Era muy adorable. Me resultaba muy tierno que me interrumpiera de esa manera, ella tenía ganas de saber qué opinaba de uno de sus libros favoritos que ella misma me había recomendado, incluso podría pensar que ella estaba esperando con ganas que llegara este día para ver si tenía suerte de encontrarme por aquí y para qué mentir, yo también tenía ganas de encontrarme con ella una vez más.

—Ayer lo acabé por tercera vez, es increíble —admití mientras miraba al frente. Cuando la miré, podía decir que literalmente brillaba.

—¿Verdad que lo es? ¡Hay pocos que me entiendan! Siempre he leído malas críticas de él cuando es realmente genial, no entienden que cualquiera podría tomar la decisión que ellos tomaron, eso no te hace menos maduro —dijo molesta y reí—. ¿Por qué ríes? —Cambió su cara a algo confusa.

—Me hace gracia lo fácil que es conocerte —bromeé y ella se sonrojó un poco mientras se sobaba los brazos como acto de nerviosismo.

—Puedo decir lo mismo de ti, te muestras tal y como eres —ella admitió. Parecía que algo teníamos en común y no se trataba solo de libros.

—Creo que yo lo haría si no disfruto totalmente de mi juventud —admití volviendo al tema del libro y ella sonrió. Permanecimos en silencio por un rato compartiendo alguna que otra mirada.

—¿Cuántos tienes? —Preguntó torpemente y mire la estantería para hacerme a la idea de como sería más o menos en mi estantería. Pensé por un momento.

—Pues tendré cerca de ochenta y tres, ahora estoy dudando —ella me miró horrorizada y intenté tratar de entender lo que sucedía.

—Es mentira, ¿no? —Me preguntó y levanté la ceja algo extrañado.

—¿Por qué iba a serlo? —Abrió tanto la boca que creía que iba a perderla. Entonces entendí por qué tanto alboroto.

—¡No tengo ochenta y tres años! —Exclamé riendo y vi como su cuerpo dejaba la tensión que tenía de lado y comenzaba a relajarse.

—Menudo susto, ¿te referías a tus libros? Tenía que haber preguntado de otra manera, lo s... —fue a inclinar su cuerpo pero la paré antes de que sucediera. Mi corazón latía nervioso ante el tacto de mi mano sobre su hombro.

—Fue culpa mía, creía que me preguntabas acerca de mis libros —ella miró mi mano sobre su hombro y la aparté con cuidado—. Tengo veintitrés años, ¿tú?

—Tengo veinte, lo siento, te he tratado todo este tiempo como si tuviéramos la misma edad —dijo avergonzada. Sabía que aparentaba ser joven pero, tampoco imaginé que era para tanto.

—No te preocupes, no es algo que me enfade, sabía que eras pequeña pero eres más de lo que imaginaba —sonreí de lado y ella miró las estanterías. Las observó con detenimiento.

—Yo tengo una media de unos doscientos libros, desde que tengo consciencia leo y desde ese entonces comencé a reunir dinero para hacerme un pequeño capricho ya que mis padres me lo permitían, ahora que puedo comprar más a menudo.... ¡es como un paraíso! —Admitió y sonreí, entendía cómo se sentía ante la idea de poder gastar su dinero en lo que quisiera.

—Esta semana deberías de leer este —le recomendé yo esta vez, quería estar en sus pensamientos como ella había estado en los míos la semana anterior—. Fue de los primeros que leí y la historia me cautivó mucho —le informé y ella soltó el otro rápidamente, tuve que atraparlo en el aire porque lo había colocado mal.

—¿Por qué soy tan torpe? —Preguntó más para ella misma que para mí mientras me quitaba el libro para colocarlo esta vez en la estantería de buena forma. Vi su cara molesta y llena de desacuerdo, era como si yo le produjese nerviosismo—. Me tiemblan las manos —dijo aterrada y me acerqué a ella—Lo leeré —me informó retomando la compostura y sonreí.

—Eso espero.

Me sentí realmente emocionado sintiendo cómo me faltaba el aire, una sensación que nunca antes me había dado el gusto de sentir.

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