Seunghan despertó embriagado con el perfume de Eunseok, y su cabello haciéndole cosquillas en la punta de la nariz. Se desprendió del sueño poco a poco, a duras penas logrando distinguir sus fantasías de la realidad.
Tenía la mano descansando en la cintura de Eunseok, y oía su respiración como un susurro, y sentía recorriéndole el cuerpo, una ola dulzona y tibia. La primavera se anunciaba en las nuevas hojas en los árboles en la calle, en el cantar de los pájaros, y en la panza de Seunghan, como mariposas.
Apretó suavemente su cintura. No intentaba despertarlo, sólo quería saber si era real.
El chico se acomodó en la cama, y en sus labios se dibujó una perezosa sonrisa. Tomó la mano de Seunghan, y la aferró frente a su pecho, enredado entre sueños.
Seunghan se reincorporó con suavidad, su mano aprisionada todavía entre los largos dedos de Eunseok, no se quejaba. Las cortinas de Eunseok estaban cerradas, pero todavía se filtraba la luz. Pensó, recapitulando todo lo que había ocurrido, que se habían acostado bien entrada la mañana, y que hacía horas debían haber pasado el mediodía, a juzgar por lo bien descansado que se sentía.
Eunseok dormía con el ceño fruncido, con la típica cara seria que tenía cuando se concentraba. Parecía estar soñando algo bonito, a juzgar por los hoyuelos en sus mejillas.
Mientras Seunghan sonreía, observándolo, sintió más piezas acomodarse dentro suyo, al ritmo de una música tan excitante como familiar.
Seunghan siempre había adorado ser la "cuchara grande". Se sentía natural, de alguna manera, porque era el hombre, y eso es lo que los hombres hacen: se acuestan con mujeres, las abrazan y protegen. Siempre lo había adorado, también, porque lo hacía sentirse a salvo saber que lo notaría si la chica despertara, saber que no podía verlo en esa posición. No era nuevo enterarse de que ser la cuchara grande le daba seguridad, pero sí lo era el saber por qué.
Últimamente era común encontrarse consigo mismo hasta en los detalles más pequeños, observarse haciendo cosas que hacía siempre y preguntándose cómo podía ser que las hubiese intelectualizado por tanto tiempo hasta convencerse de que no significaban nada. Este era otro ejemplo. Seunghan todavía amaba ser la cuchara grande, pero sólo porque le permitía observar a Eunseok entre sueños, y sentir su piel bajo las palmas de sus manos.
Le corrió el cabello del cuello con un tímido gesto del mentón, tenía las manos ocupadas, y le besó la línea de su mandíbula, porque no sabía cómo resistirse.
Eunseok soltó una adorable carcajada, y se encogió de hombros, aferrándose todavía más fuerte a la mano de Seunghan.
—Me haces cosquillas. —protestó entre risas.
Seunghan quiso controlar la sonrisa, pero sólo hizo que le dolieran un poco más las mejillas.
—Buen día. —dijo, y Eunseok finalmente lo soltó para girarse en el colchón.
—Buen día.
Se besaron perezosamente, todavía demasiado cansados para hablar. El aliento de Eunseok apestaba a alcohol, y a sueño, y al cuerpo de Seunghan. Era amargo y terrenal, y Seunghan jamás en su vida había saboreado algo tan rico.
Seunghan anidó sus manos en el cuello de Eunseok, jugando con su cabello con dulzura mientras se miraban, enterrando los dedos detrás de su nuca con desesperación, cuando se besaban. Los besos eran húmedos, oscuros, y lentos, sabían a miedo, un poco, maquillados por el silencio y la duda. Eran también inagotables, un poco adictivos.
Hablaron del asunto casi una hora después, cuando la alternancia entre besos y miradas los había dejado calientes y al borde de la reincidencia. Fue Seunghan quien trajo el tema, alejándose del cuerpo de Eunseok a duras penas, duro y desnudo bajo las sábanas, con la piel de gallina.
—¿Qué pasó anoche?— dijo.
—Te la chupé.— respondió Eunseok entre risas, y probablemente no era tan gracioso, pero Seunghan rió también.
El silencio después permitió que Eunseok contara su historia, como Seunghan lo había hecho con torpeza unas horas atrás.
Era parecida en algunos aspectos, y completamente diferente en otros. Todo había comenzado por curiosidad: llevaba viviendo con Hanbin casi un año, escuchándolo hablar de tipos y parejas, y sintiendo cada vez que lo oía, que no sonaba descabellado, que él podría amar a un chico, algún día. Meses más tarde, vino una noche, en la que cervezas mediante Eunseok se lo confesó, y se besaron apenas alumbrados por la luz del televisor mientras un documental pasaba haciendo ruido de fondo. Eunseok supo, en ese momento, que le gustaban los chicos, porque se sintió igual de bien que besar a una chica.
Seunghan sólo sonrió en silencio, demasiado asustado para admitir que no sabía cómo eso se sentía. Que su descubrimiento no había sido natural ni paulatino, sino como una ola que lo sacudió dejándolo de fauces contra el piso, reevaluando todo lo que creía saber hasta el momento.
Hanbin le había dicho a Eunseok que seguir besándose sólo traería problemas, y que él era demasiado grande para ser su amigo con derechos. Su forma de acompañarlo fue llevarlo a fiestas gay, presentarle a sus amigos, darle tips aquí y allá para conquistar a los que le parecieran atractivos, y aconsejarlo para que su viaje de autodescubrimiento fuera ligero y despreocupado.
En total, Eunseok había besado a cuatro chicos cinco, contando a Seunghan y sólo con uno de ellos se había vuelto a besar. Era con el mismo con el que había tenido su primera experiencia sexual con un tipo, el que le había enseñado como hacer eso de tragar hasta el último centímetro de carne sin ahogarse. Seunghan estaba un poco celoso, pero también un poco agradecido.
Eunseok no volvió a preguntarle sobre Jiwoong, y Seunghan no volvió a comentar al respecto.
Fue el teléfono de Seunghan el que los devolvió al mundo. No solía recibir llamados, y casi había olvidado el ruidoso ringtone que les había asignado. Le costó un poco encontrarlo debajo de la cama, pero le costó aún más atender el teléfono.
—¿Yoonah?— saludó un poco confundido. Eunseok se golpeó dramáticamente la frente.
— Seunghan, cariño, odio molestarte— dijo, —¿Está mi hijo contigo? Anoche volvió a Seúl y me dijo que me avisaría al llegar, pero no lo hizo, y su celular me da apagado.
—Si, sí. Está aquí. ¿Quieres hablar con él?
—Por favor.
Seunghan cubrió el aparato un segundo, demasiado paranoico para pasárselo en seguida (no era momento de que todo el mundo se enterara de lo que había pasado la noche anterior).
—¿Desayuno?— dijo murmurando, pero dibujando exageradamente la palabra con los labios, y Eunseok asintió suavemente antes de tomar el celular.
Es gracioso lo rápido que pueden morir las mariposas. Todavía revoloteaban en su panza mientras caminaba a la cocina, intentando esconder la sonrisa, aunque no tenía realmente por qué. Al cerrar los ojos, mientras se mordía el labio, hasta podía verlas de colores, adentro suyo, incansables y llenas de vida. Recordaba los besos de Eunseok y se incendiaban, pero todavía volaban, y al pensar en su tacto y su mirada, estas se agitaban dentro suyo llevándolo al borde de la risa.
Entonces, pensó en el despertar juntos. Pensó en lo tibias que se sentían sus manos, y en el ronroneo en el pecho al tenerlo en frente; a lo cómodo de su cuerpo en el colchón; a lo bien que se había sentido besarlo aún con aliento matutino. El cuerpo se le volvió suave al pensar en sus besos, en su voz, todavía más grave después del sueño, y en los movimientos de sus labios mientras hablaba.
Y luego, cuando pensó en todo lo que dijo, las mariposas empezaron a desvanecerse una a una.
Como fuegos artificiales apagándose después de un colorido estallido. Como si la noche se las tragara y el cielo se viera bonito todavía, aunque quedara sólo humo.
A Eunseok le gustaban los chicos como le gustaban las chicas, hablaba de experimentar y ser joven; de vivir despreocupado, entregarse a las experiencias. Sonaba estúpido, cuando para Seunghan la novedad había sido igual a si lo hubiesen tirado al suelo agarrándolo desde el estómago, cuando su vida había cambiado completamente, cuando no quedaba casi nada de él que tuviera sentido. No había forma en que Eunseok pudiera quererlo jamás como él lo quería, porque Seunghan no podría significar todo lo que Eunseok significaba en su vida: algo así como un refugio, un hogar, una constancia.
Al volver al dormitorio, con dos tazas humeantes y una exagerada sonrisa, Eunseok dormía de espaldas a la puerta. Su trasero asomaba entre las sábanas y sus piernas abrazaban un almohadón, y el celular de Seunghan era todavía suavemente sostenido por sus dedos. Seunghan dejó la taza de Eunseok en la mesita de noche, tomó el celular y su conjunto, que seguía desparramado en el suelo desde la madrugada, y se fue a desayunar a su dormitorio. Si iba a querer sobrevivir a eso, tendría que dejar de ilusionarse en vano.
—¿Fuiste siempre así de dramático o se te despertó con lo marica?— dijo Jiwoong.
Seunghan frunció el ceño algo ofendido. No había pasado los últimos 30 minutos hablando y expresando sus genuinas preocupaciones para ser desestimado de esa manera. Además, honestamente, ¿Por qué cada vez que Seunghan decía algo que no fuera 100% políticamente correcto, Jiwoong lo regañaba, pero ahora se salía con la suya haciendo ese tipo de chistes?
—Le gustan las chicas.— insistió, porque era como si Wonbin no lo hubiera escuchado siquiera.
—Te la chupó, Seunghan, estoy bastante seguro de que le gustan los chicos también.— retrucó, y sacó el atado de cigarrillos del bolsillo. —Te lo dijo, además. Se llama bisexualidad, no es una novedad.
Seunghan puso los ojos en blanco: aquí iban otra vez, Jiwoong girando todo el asunto para que Seunghan se viera como un troglodita.
—Lo sé, no fui criado en una jungla.
—¿Entonces? ¿Cuál es el problema?
Seunghan se encogió de hombros y volvió a mirar alrededor. En la plaza la gente paseaba despreocupada, disfrutando del sol primavera, aunque todavía quedarían un par de días de frío por soportar. Jiwoong dio una honda pitada al cigarro, y le ofreció de fumar, y al tomar el cigarrillo Seunghan capturó en su mirada un dejo de ternura y comprensión, que sólo le ganó un suspiro.
El problema era demasiado largo de explicar. Imposible, de hecho, sabiendo que algunas de las piezas más importantes eran sólo Eunseok. ¿Cómo explicarle lo horrible que se sentía entender que lo Eunseok deseaba de él no era más que un juego? Que se sentía increíblemente afortunado de poder compartirlo con él, que adoraba sentirse bonito usando bragas, pero sobre todo que adoraba ser bonito para Eunseok, y que recordaba la mirada que le regaló cuando entró a su dormitorio y que todavía le hacía sentir cosquillas. ¿Cómo explicarle que se sentía femenino y delicado, y que disfrutaba que no quería regalar todo lo demás? El fútbol, y la cerveza con amigos y salir a correr con shorts deportivos, y que no sabía todavía quién era y cómo ambas cosas encontrarían su equilibrio, pero tenía la certeza de que era mucho más que lo que era usando bragas, y que había algo extremadamente angustiante en saber qué era eso y nada más lo que despertaba el deseo de Eunseok. Que recibir una mamada no significaba realmente nada, y que no podía dejar de sentirse rechazado, porque él quería a Eunseok todo el tiempo, cuando llevaba bragas y cuando no. Además...
El teléfono bipeó discretamente, pero a Seunghan le bastó como excusa para alejarse de esa conversación y del laberinto de pensamientos.
"Hani, Estarás en casa cuando salgo de trabajar?"
"Acabo de darme cuenta de que olvidé mi llave."
"Si no vas a estar, avísame, ¡y voy a buscarla en mi receso del almuerzo!"
"Buen día, dicho sea de paso ^^"
Seunghan apretó los labios y le devolvió a Jiwoong el cigarro (lo que quedaba de él de todas formas).
"No estaré en casa a esa hora porque tengo clase, y no estaré a la hora del almuerzo tampoco." escribió y tuvo que apresurarse a continuar porque "Eunseokie está escribiendo" empezó a titilar en la pantalla: "Pero estoy en el centro, si quieres nos encontramos por aquí en tu receso y te doy la mía."
"Cool! Quizá puedo invitarte a almorzar."
Eso sería lindo, respondió. Jiwoong suspiró divertido a su lado, así que Seunghan hizo el esfuerzo por recuperar la expresión seria. Falló al recibir el siguiente mensaje:
"Es una cita, entonces;)"
Seunghan esperó a Eunseok en las escalinatas del museo municipal. Jugaba a matar zombis en el celular, porque cada vez que se quedaba en calma y sin distracciones, le trepaba la sonrisa en los labios y no quería verse desesperado cuando Eunseok llegara.
Probablemente había sido el plan equivocado, porque cuando Eunseok le desordenó el cabello para anunciarse, y se dejó caer algo cansado, junto a él, en la escalinata, Seunghan lo miró y tuvo que absorber la vista de golpe. Eunseok con el cabello atado en un rodete, con una camisa azul y un bolso de cuero a su costado, con lentes de sol y un pantalón oscuro, y mascando chicle como si supiera lo jodidamente bien que se veía.
—Hey— lo saludó devolviéndole el coscorrón con un brusco codazo, porque Seunghan tenía cinco, aparentemente. —Mírate, todo formal para trabajar.
—Me has visto con mi ropa de trabajo seiscientas veces. —le recordó divertido.
—Siempre al final del día, no en tu pico de cooledad— explicó. —Nunca con los lentes de sol.— agregó y se los quitó.
Eunseok reía mientras se dejaba caer con los codos sobre la escalinata, y miraba a Seunghan ponerse sus lentes y hacerle caras de celebridad en portada de revista.
—Okay, Seunghan, tengo sólo una hora así que dejemos las morisquetas para cuando estemos almorzando.
—¿Sólo una hora?— se burló Seunghan poniéndose de pie —Yo no tengo ni 15 minutos para almorzar en mi trabajo.
—El doctor se toma dos, así que el consultorio se cierra un buen rato. Yo debo volver antes por si algún paciente llega temprano, y para tener todo listo— explicó, y se sacó uno a uno los invisibles del pelo —y tú trabajas de noche. No hay descansos para almorzar a las 3 A.M.
Iban a almorzar en un pequeño restó escondido en una callejuela, porque Eunseok almorzaba ahí a veces, y después de varios meses de almorzar afuera todos los días, había aprendido a apreciar un plato de vegetales bien condimentados. A Seunghan le daba honestamente igual, porque todavía estaba un poco lleno del café con Jiwoong hacía un rato, pero sobre todo porque estaba demasiado ocupado disfrutando del momento como para que le preocupe realmente qué comer.
Eunseok realmente se veía lindo, con el cabello, ahora, desordenado, y la camisa ajustada. Sobre todo, se veía feliz de verlo, y mientras le contaba todos los detalles de su mañana en la oficina, Seunghan no podía evitar pensar en aquella noche en su habitación y en lo bonito que sería experimentar eso de vuelta. Aunque no llevara a ninguna parte. Aunque no importara lo que hiciera, siempre terminaría con el corazón roto.
—Está lleno— Eunseok dijo al notar el cartel en la entrada del callejón, y Seunghan quiso responder algo, pero se había quedado sin palabras, mirándolo. —Joder, te iba a encantar este lugar.
—Otro día— respondió finalmente, encogiéndose de hombros, y las cejas de Eunseok que se habían enseriado, se relajaron de vuelta.
—Otro día.
Terminaron comiendo en un subway genérico en el centro comercial más cercano. Eunseok se había pedido un sándwich de atún que se veía genuinamente asqueroso, y Seunghan había optado por el de carne de cerdo, y procedido a quitarle las hojas de lechuga, el tomate, y otras cosas igualmente aburridas.
Decidieron comer afuera, porque el lugar estaba lleno y porque así Eunseok podría juzgarlo más libremente.
—¿Qué hubieses hecho si te hubiese llevado al resto? ¿Vaciado el plato en la basura? ¿Comido sólo el pan y la salsa de roquefort?
—Maldición... ¿Tienen salsa de roquefort?— preguntó tan ilusionado como burlón. Eunseok le pellizcó el brazo. —Ouch, okay... Lamento ser un mal comensal y avergonzarte o lo que sea.
—No me avergüenzas— Frunció el ceño, pero tienes que comer algo además de carne y pasta.
—Dos hojas de lechuga no iban a hacer la diferencia, Song. — insistió mientras se refregaba el brazo como podía, sin tirar el sándwich. No le había dolido tanto, pero Eunseok no sabía eso y él no iba a permitir que lo averigüe.
—Es Eunseok.— lo corrigió, y siguió hablando, pero Jake se distrajo de golpe mirando una vidriera del lugar.
Como si los recuerdos de la otra noche no lo inundaran cada vez que miraba a Eunseok a los ojos, ahora el conjunto negro, el mismo que Seunghan tenía escondido en algún lugar de su placard, decoraba un maniquí de posiciones imposibles. Eunseok frunció el ceño y se dio media vuelta para ver donde miraba, y cuando se giró de nuevo hacia Seunghan tenía la cara colorada.
—Si, como... Lo compré aquí. —explicó.
—¿Aquí?— dijo Seunghan sorprendido, aunque no sabía realmente por qué. Era un local como cualquier otro, y Eunseok debía haberlo comprado en alguna parte. Se acercó a la vidriera, todavía comiendo su sándwich, y observó el resto de los conjuntos, en los maniquíes y en los estantes.
—También el blanco. Ese también— explicó mientras se paraba junto a Seunghan y miraba del otro lado del cristal también.
—¿No te dio vergüenza? —preguntó —Es decir a mí me da vergüenza sólo estar mirando.
—¿Por qué? —dijo y se encogió de hombros —No hay nada de qué avergonzarse y, además, ellos saben tanto como tú les digas— Se acercó a él para hablarle en un murmullo sobre su hombro: —ahora mismo la gente debe pensar que estamos fantaseando con mujeres.
Seunghan se sonrió: él definitivamente no estaba fantaseando con eso.
—Además— continuó Eunseok. —les dije que era un regalo para mi novia.
—Eso es... Emasculante— dijo y se rio, aunque en verdad acababa de ponerse un poco triste.
Eunseok sólo se encogió de hombros otra vez.
—Era nuestro secreto, no iba a contárselo a todo el mundo.
Seunghan asintió mientras daba unos pasos más allá, mirando ahora un conjunto rosado que se veía tan delicado como caro. Estaba a punto de decir lo bonito que le parecía, cuando recordó que estaba con Eunseok, y que sólo lograría que se lo compre a escondidas para la próxima vez. No le molestaría modelárselo, y, joder que su cabeza ya se estaba entreteniendo, imaginándose los dientes de Eunseok sobre el encaje, pero todos estos regalos estaban empezando a incomodarlo un poco. Debería ser capaz de comprarse su propia ropa interior, a esta altura de su vida.
—Quieres entrar? —La voz grave de Eunseok lo volvió a la realidad.
—¿Hmmm?
—Les diremos que buscas algo para tu novia y puedes elegir el que más te guste.
Seunghan frunció el ceño y agachó la mirada. No sabía por qué, realmente. Sabía que Eunseok no había tenido mala intención y de hecho no había dicho nada malo en sí, pero es que... Toda esa conversación sobre novias. No estaba listo para eso. para pretender que no dolía.
—¿Dije algo raro otra vez? Lo siento. Joder, soy tan raro— se disculpó y Seunghan le pateó las canillas porque ya demasiado tenía con lidiar con sus propias crisis, no podía con las de Eunseok.
—No seas idiota. Sí, vamos a entrar—sonrió —pero tú ocúpate de las explicaciones.
Seunghan creía, hasta ese momento, que conocía a Eunseok como a la palma de su mano. Debería haberse imaginado que no era así después de todo el asunto del sexo oral y de enterarse de que no era el primer tipo con el que estaba... Pero lo que realmente le hizo darse cuenta de que sólo conocía un trocito de él, fue escuchar a las empleadas cuando lo recibieron. No fue la dulzura con la que recordaban lo tímido que se veía cuando apareció la primera vez a comprar un conjunto, ni siquiera el averiguar el pedido exhaustivo que había hecho en ese momento Cuando le compró las bragas blancas, los cientos de requisitos que había exigido a las vendedoras y lo mucho que sonaban al relato que Seunghan le había contado en su dormitorio cuando todo había comenzado.
Seunghan sabía todo eso. Sabía que Eunseok era cautivante, amable, detallista, y sobre todo encantador. Sabía antes de entrar al lugar que podría observar con calma sin distracciones porque las empleadas estaban suspirando y dedicándole sonrisitas, y sabía que hasta de su novia falsa, Eunseok hablaría como si fuera la mujer más bonita de todas, robando corazones por doquier. Lo sabía porque así era como él había terminado en esa situación: perdidamente enamorado, estúpidamente ilusionado.
Lo que no sabía era cuanto Eunseok amaba las bragas también. No para ponérselas, hasta donde él sabía, pero para verlas. Cada vez que las chicas mostraban algún nuevo conjunto a los "novios del mes" (porque aparentemente novios buscando ropa interior para sus novias eran una preciada rareza), Eunseok tragaba saliva y partía los labios y Seunghan podía jurar que sabía lo que estaba pensando. Sólo se preguntaba si en su mente era Seunghan el que llevaba las bragas, o si podría ser cualquier otra chica o chico, y quizá era el azúcar de la gaseosa que lo ponía extremadamente positivo, pero Seunghan elegía creer que era él.
Finalmente había optado por un corpiño delicado y tan refinado que parecía suspendido en el tiempo. Cuando la vendedora le había preguntado, Seunghan había dicho que su novia era más bien plana, así que ella le había mostrado un modelo sin mucho soporte, pero absolutamente sexy. Parecía traído de otra época, y al mismo tiempo osadamente actual. Seunghan lo había elegido porque al tocarlo le había hecho cosquillas en los dedos y porque se imaginaba frente al espejo con el sostén puesto, y era tan transparente que se verían sus pezones.
El asunto es que las bragas que venían con el sostén no eran tan bonitas. No era el estilo, igual de delicado y transparente y lleno de volados. Era el tipo de bragas, un poco aburrido, si podía decirlo.
—Puedes mezclar el sostén con otras— dijo la vendedora al notar lo poco convencido que estaba, y procedió a mostrarle todo lo que tenía en el mismo tono de rosa pastel.
—¿tienes idea qué quieres?— dijo mientras sacaba caja tras caja, vedetina, culotte, tanga...
—Umm... Una tanga sería lindo.— respondió. Podía oír a Eunseok frunciendo el ceño a su lado.
—¿No es eso como súper incómodo?
La vendedora soltó una risita.
—Es la novia, supongo que el plan es verla quitárselo— dijo y luego hizo una cara a Seunghan que probablemente se traducía a: "este tipo... ¿Puedes creerlo?". (Seunghan no podía). —Además, no es realmente incómodo.
Eunseok frunció aún más el ceño y volvió a mirar a Seunghan, y él sólo apretó los labios y se encogió de hombros. Sabía lo que estaba pensando, que no es lo mismo una mujer que un hombre y que a lo que Eunseok se refería es que sería incómodo para él, pero Seunghan no creía que fuera realmente así.
—No puede ser incómodo si es el talle apropiado— razonó, y luego, mientras la vendedora le mostraba las tangas más bonitas que había visto en su vida, y mientras se imaginaba otra vez frente al espejo, mirándose con ellas puestas, agregó: —además ella tiene un trasero muy bonito, debería aprovecharlo.
Eunseok suspiró tan fuerte que hasta la vendedora lo notó. Cuando río, cubriéndose los ojos, Seunghan tuvo que hacer el esfuerzo consciente de no mirarlo porque no podría contenerse de reír también, y ya era bastante sospechoso de por sí eso de ir a comprar lencería juntos para "sus novias".
—Si que tiene un trasero bonito. —murmuró.
Cuando salieron del negocio, Seunghan llevaba una bolsa con su conjunto nuevo y Eunseok otra con una sorpresa que no iba a mostrarle porque era "privado entre él y su novia". Pasaron el resto del paseo por el shopping riéndose de toda la situación, que por algún motivo era menos dolorosa para Seunghan ahora. Quizá era la promesa que escondía la misteriosa bolsa de Eunseok, quizá era el imaginarse modelando las bragas que había elegido para que él lo viera.
La alarma de Eunseok los interrumpió en el medio de una conversación sobre tangas, anunciando que era hora de que volviera al trabajo.
—Buu— protestó Seunghan, y se dejó caer perezosamente sobre el banco, incapaz de controlarse de hacer una pequeña escena. —Tengo clase las 3, ¿qué se supone que haga las próximas dos horas?
—Ven conmigo— le ofreció Eunseok, y Seunghan se reincorporó tan de golpe que luego tuvo que pretender que lo pensaba para no parecer tan desesperado por pasar tiempo con él. —cómo te dije, sólo tengo que acomodar un poco y atender el teléfono por si algún cliente llama, pero los turnos no empiezan hasta dentro de una hora.
—¿Puedo ir en serio?
—Por supuesto. Y si no te aburres mirando revistas puedes quedarte en el consultorio hasta la hora de tu clase...
—Sí, okay. Eso sería genial— dijo y tomó la mano que Eunseok le ofrecía para levantarse del banco, es decir, no sé si hasta las tres, pero, aunque sea un rato, sería lindo.
El sol quemaba el triple que antes cuando salieron del centro comercial. Era como si en el transcurso de cuarenta minutos que habían estado dentro, el invierno hubiera terminado y empezado la primavera, y el verano, y la primavera otra vez. Era como esa mañana que despertaron juntos, la atmósfera: los pajaritos cantaban, las parejas se besaban, y las mariposas en la panza de Seunghan habían vuelto tan brillantes y ruidosas como la primera vez. Como cuando supo que le gustaba Eunseok, o como la primera vez que lo miró a los ojos realmente.
Los recuerdos de la otra noche volvieron, mientras caminaban entre la gente hasta el consultorio, pero esta vez más amables que antes. La memoria de Seunghan se detenía, sin que él pudiera controlarla, en detalles tan nimios como revolucionarios: un beso en el interior de su muslo, la mirada de Eunseok cuando le sacó la foto, el cuarto beso que se habían dado la mañana siguiente y como los dedos de Eunseok se habían hundido suavemente en su cintura.
Eunseok se ataba el rodete mientras caminaban, y se veía tan guapo con los invisibles presionados por sus labios, que Seunghan hasta sentía el impulso de devolverle los lentes de sol para que se viera tan bien como cuando se habían encontrado hacía casi una hora. No lo hizo, porque el sol estaba fuerte, y porque adoraba quedarse con partes de Eunseok. Se sentía justo, considerando como Eunseok tenía todo de él.
El consultorio era completamente distinto a como Seunghan lo imaginaba. Por fuera era apenas una pequeña casita, con una placa en la puerta que listaba las muchas especialidades del jefe de Eunseok. Adentro, era monótono y sobrio, pero se había encendido de colores tan pronto como Eunseok entró en él. Hasta las paredes beige parecían arcoíris con el chico de ojos oscuros contrastando sobre ellas, paseando con su luz tan natural y su camisa azul.
Seunghan se mordió el labio mientras lo veía prender la computadora y acomodar sus cosas y sabía que no debería estar pensando en eso, pero es que... Eunseok se veía jodidamente bien, con el rodete y todo el asunto de parecer dueño del lugar ahora que estaban solos.
—¿Puedo usar el baño? —dijo, mientras Eunseok se perdía en la cocina.
—Sí, es la puerta junto al consultorio. ¿Té?
—Sólo agua, para mí— respondió y se metió al baño, junto a la bolsa que acababa de comprar (estuvo tentado a entrar con la de Eunseok, pero su plan era darle una sorpresa, no arrebatarle la suya).
Se afeitaba casi diariamente últimamente, ahora que había decidido que el asunto de las bragas era el menor de sus problemas. Esa mañana, sin embargo, no había tenido tiempo de nada antes de salir a encontrarse con Jiwoong a desayunar y pedir consejo.
Su piel no estaba tan suave como le gustaría, pero la afeitada de la tarde anterior resistía lo suficiente. Guardó su bóxer en su mochila y dejó el resto de su ropa apilada en un rincón, y se miró al espejo varios minutos, asegurándose de que su pelo se viera bien, ya que era lo único que podía hacer en ese momento.
Finalmente suspiró y se acercó a la puerta. Respiró hondo y la abrió.
Eunseok estaba sentado en el escritorio cercano a la puerta, haciendo algo en la computadora, pero al oír el clic se había girado a verlo.
—Joder. — dijo y Seunghan apretó los labios y se cubrió la sonrisa con la mano.
—¿Cómo me queda?
Eunseok abrió la boca, pero finalmente no dijo nada. Sólo tragó saliva y se mordió el labio.
—Ven, déjame verte de cerca.
Seunghan se sonrió.
—¿Están las cortinas cerradas?
—Y la puerta trabada.
Caminó lentamente hacia él. Un poco asustado. Un poco disfrutando el modo en que Eunseok lo miraba como si no pudiera esperar a tener las manos encima de él.
Se detuvo junto al escritorio: la taza de té humeaba junto a un vaso de agua, y Seunghan acarició los bordes de la taza suavemente y dejó que el vapor lo quemara un poquito.
—¿Cómo me queda? — insistió.
Eunseok se pellizcó los labios mientras su mirada subía desde sus pies hasta sus ojos.
Era casi mágico el poder que tenía sobre él, su mirada se sentía como caricias, despertándole más que las mariposas: la carne y la sangre y el deseo también.
—Date vuelta. —dijo, con la voz grave y rasposa, que delataba su deseo y que ponía a Seunghan la piel de gallina.
Lo hizo lentamente como había caminado hasta él: todavía tan tentador y rebelde como podía serlo con Eunseok, todavía genuinamente obediente, entregado a su voz y a sus manos porque no tenía opción realmente (porque quizá sería estúpido y quizá terminaría llorando y con el corazón roto, pero no sabía resistirse a él).
—Sí. Tienes un trasero infernal. —comentó Eunseok sonriéndose y Seunghan se rió también y lo movió suavemente.
Entonces, sintió sus palmas sobre él. Firmes, a la altura de sus caderas. La caricia fue lenta, y pegajosa-los dos todavía sudorosos del paseo bajo el sol del mediodía, pero en Seunghan se sintió como música, realmente; cada breve camino que recorrían sus dedos era la nota dulce y nostálgica de una canción que todavía no reconocía, aunque se sentía familiar. Eunseok lo tocaba como se acarician las cuerdas de una guitarra en una tarde perezosa, y Seunghan apenas si lograba contenerse de temblar.
Sus manos siguieron el rastro de la tanga hasta el centro, y luego bajaron en línea recta separando sus cachetes. Esta vez, Seunghan no pudo contenerse, y tembló ¿miedo? ¿curiosidad? Se apoyó con las palmas sobre el escritorio.
—No voy a...— dijo Eunseok, y su voz parecía recién arrebatada de la tierra, oscura y húmeda, no si tú no quieres.
—Yo nunca...— dijo Seunghan, porque era lo único que podía responder. Si quería o no, eso todavía no lo tenía claro.
Los dedos de Eunseok lo tomaron por la cinta de las bragas y tironearon suavemente. Seunghan nunca había sido acariciado de ese modo, tan distante y a la vez tan íntimo, pero cada tirón de Eunseok sobre el encaje era como cosquillas y Seunghan se debatía entre las ganas de sentarse sobre su regazo y besarlo hasta que le ardieran los labios, a sentarse sobre su regazo y largarse a llorar porque sólo él sabía cómo hacerlo sentir así. Tan especial.
—Ponte sobre el escritorio, bebé— dijo Eunseok y soltó las bragas sólo para tomarlo con una mano por la cintura y con la otra subir acariciando su espina.
Seunghan le hizo caso, echándose de torso entero sobre la madera y alzando su trasero en el aire mientras Eunseok lo acariciaba.
—Ahora, escucha— dijo Eunseok y su boca estaba tan cerca de su piel que la electricidad lo recorrió desde el suspiro hasta las yemas de sus dedos. —Relájate, ¿sí? Cuando quieras que me detenga lo haré.
—Eunseokie, yo nunca...— insistió porque lo deseaba, y moría de curiosidad, pero el miedo era mil veces más que eso en ese momento.
—Bebé, vamos. No voy a follarte, no ahora, no en el consultorio y definitivamente no sin lubricante— lo regañó y sonaba genuinamente ofendido de que Seunghan siquiera lo pensara. —no sin hablarlo contigo antes.
—Lo siento— dijo, pero antes de que pudiera explicar más, Eunseok le mordisqueaba el trasero haciéndole dar un respingo.
Pudo oírlo reírse de su reacción.
—Ni siquiera te dolió.— se burló y Seunghan se sonrojó un poco, pero por suerte no podía verlo en esa posición.
—Me asustó, eso es todo.
—¿Te asusta esto?— dijo Eunseok y lo lamió entero, por encima del encaje, desde las bolas hasta donde terminaba la tanga.
Seunghan quiso farfullar alguna respuesta, pero sólo ahogó un suspiro y asió sus dedos al borde del escritorio.
Eunseok lo lamió otra vez, y otra, siempre sobre las bragas, y siempre donde a Seunghan más le gustaba. Una de sus manos seguía firme sobre su cintura, presionándolo de forma tal que mantenía el trasero de Seunghan en la posición perfecta. La otra, subía desde sus rodillas a sus muslos, apretándolo bien fuerte cada vez que Seunghan soltaba un gemido.
Eunseok no podía hablar con su lengua ocupada en sus bragas, pero podía decirle aun así todo lo que quería: que adoraba cuando Seunghan dejaba escapar esos sonidos tan frágiles, que si seguía haciéndolos le daría cada vez más de lo que quería.
A veces subía un poco más con sus dedos y acariciaba su miembro; largas caricias, suaves y lentas, que se acababan antes de que Seunghan pudiera entregarse a ellas. Otras veces se humedecía esa mano con la saliva que escurría de su boca, y le metía bajo las bragas para acariciar la cabecita con la yema de los dedos y Seunghan se ponía en puntitas de pie y apretaba bien fuerte los dientes para no gritar.
Después de un rato, esa mano se detuvo, y sus labios se alejaron de su trasero, y Seunghan creyó por un segundo que eso sería todo. Respiró agitadamente, se relajó sobre el escritorio y notó entonces que estaba completamente transpirado, que la piel del pecho se le pegoteaba a la madera y que su sostén estaba tan húmedo como sus bragas, aunque Eunseok no lo había tocado.
Pensó que se había terminado e intentó reincorporarse, pero la otra mano de Eunseok lo detuvo nuevamente, mientras con la otra separaba sus cachetes. Seunghan sabía que no iba a follarlo, pero una pequeñísima parte de él deseó que lo hiciera.
Eunseok solo volvió a acercar su boca, y esta vez sin la interrupción del encaje, lamió y mordisqueó su entrada hasta que finalmente empujó su lengua dentro suyo.
Seunghan se echó instintivamente más adelante sobre el escritorio, pero Eunseok sólo lo atrajo hacia él y se acercó en su silla y lo lamió más rápido, y se hundió más adentro suyo con tanta desesperación que dé a instantes debía detenerse para respirar mejor. Entonces Seunghan sentía su aliento caliente sobre su piel y pensaba que si Eunseok fuera solo un poquito menos perfecto podría estar follándolo en ese momento, aunque no fuera especial, ni planeado, ni perfecto.
Cuando se detuvo por segunda vez, Seunghan se quedó en la misma posición, apenas moviendo el trasero de lado a lado, esperando que continuara, hasta que oyó el ruido de la silla correrse y de la cremallera bajarse, y se mordió bien fuerte los labios para que Eunseok no oyera sus suspiros.
—No voy a follarte— explicó Eunseok y su voz era la mismísima noche, pero se había llenado de estrellas al decir la palabra "follar". Le bajó las bragas hasta los muslos y se agachó sobre su trasero para escupir lo que le quedaba de saliva. —Solo quiero...
—Sí, okay— dijo Seunghan, porque, aunque no sabía qué quería decir, sabía que Eunseok jamás haría algo que Seunghan no quisiera.
Sintió su miembro sobre la entrada, golpeándolo suavemente, empujando apenas lo suficiente para hacer presión y nada más. Luego una mano humedeciéndolo aún con más saliva.
—Arquéate un poco, bebe— dijo Eunseok y Seunghan lo hizo, hasta que su trasero quedó tan elevado que Eunseok podía deslizarse entre sus cachetes lentamente al principio, pero pronto aumentando la velocidad. Sintió los dedos hundirse sobre su piel, apretándolo hasta aprisionar su miembro con su trasero, y Seunghan no estaba siendo follado en el sentido propiamente dicho, pero había algo extremadamente caliente de sentir a Eunseok moverse así sobre él, clavándole las uñas, resoplando y dejando escapar gemidos guturales a medida que perdía el control.
No le llevó mucho tiempo acabar, y, a decir verdad, Seunghan lo entendía. Un instante después, cuando Eunseok recobró el aliento, se dejó caer de vuelta sobre la silla, giró a Seunghan hasta tenerlo de pie junto a él y se la mamó con la misma pasión y entrega que la vez pasada.
—Joder. —suspiró y esta vez no cerró los ojos, esta vez acarició su cabello y se movió dentro de su boca. —¿Lo decías en serio cuando... dijiste que tragarías?
Eunseok balbuceó un sí como pudo, con la boca ocupada, y Seunghan lo tomó fuerte del cabelló y folló su boca hasta correrse, retirando su miembro lo suficiente para poder ver la lengua de Eunseok asomándose y en seguida su semen sobre ella.
Eunseok tragó, como prometió que iba a hacerlo, y se relamió las esquinas de los labios. Luego besó el pene de Seunghan hasta dejarlo limpio, y un poco más. Besó su cadera y su vientre, y lo abrazó por el trasero hasta acercarlo hasta él.
—Me siento como un idiota— dijo Seunghan, sin dejar por un segundo de acariciarle el cabello. —Tú siempre haces cosas para mí y yo sólo...
—Me gusta hacer cosas para ti— dijo Eunseok reposando contra su ombligo y sonriendo, mientras le acariciaba la espalda. —me gustan los ruidos que haces.
—A mí también me gustaría hacerlas— explicó. —quiero oírte también... Tragarte.
Eunseok mordisqueó su panza suavemente y ronroneó mientras lo abrazaba más fuerte.
—Quizá... Te compré algo bonito hoy, me gustaría verte usarlo.
ya casi terminaaaaaaa
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