04; El primer beso de Seunghan.
—¿No vas a ponerle carne?— dijo Seunghan asomándose por detrás de Eunseok.
—Si tú quieres.— Eunseok se encogió de hombros mientras revolvía la cebolla. —Se siente como mucho para una cena tan tarde.
—Oh, malcríame.— insistió Seunghan y sonrió tan exageradamente que Eunseok sólo pudo rodar los ojos. —Realmente tengo ganas de comer pasta y mañana tú no vas a cocinar y tendría que esperar hasta quién sabe cuándo.
—¿Hasta pasado mañana?
—Demasiado tiempo.— protestó, y sonrió cuando Eunseok, con expresión frustrada y todo, caminó hacia el refrigerador.
Se sentó en el mesón, justo al lado de la tabla donde Eunseok iba a cortar la carne. Verlo cocinar era, desde que se habían mudado juntos, uno de sus mayores hobbies. Había algo de sentir el olor de la comida inundar la habitación, mientras hablas de fútbol y de cotilleo del edificio, que era extrañamente encantador. Quizá era que lo transportaba a la infancia, que le recordaba un poco a su mamá, Seunghan había sido siempre apegado a su familia.
La cosa es que cuando Eunseok cocinaba, Seunghan no se movía de su lado ni por un segundo, y sería extremadamente sospechoso si se fuera ya.
Tendría que esperar unos minutos.
—¿Sabes? Parece un poco injusto que me hagas trabajar el doble el día anterior de mi cumpleaños para que no tenga que trabajar mañana— frunció el ceño. —Como, ¿no es un poco absurdo?
—Lo que sería absurdo sería desperdiciar tus impresionantes habilidades culinarias, Eunseokie.
— Eunseok.
—Además, amas esto— sonrió y como Eunseok estaba muy cerca suyo, cortando la carne, pero Seunghan tenía las manos húmedas de apoyarlas en el mesón, en lugar de pellizcarle los pezones le cabeceó el hombro juguetonamente.
—¿Cocinar o malcriarte?
—Ambas cosas— rió Seunghan. Eunseok sólo sonrió.
—Quizás.
Diez minutos después, Eunseok estaba vigilando la carne, y a punto de poner el agua hervir, y Seunghan pensó que ese sería el momento justo.
—Tengo que mear— mintió y brincó del mesón. Cuando oyó a Eunseok quejarse de que esa era más información de la que necesitaba, ya estaba entrando al pasillo.
Caminó derecho hacia el dormitorio de Eunseok, mientras sacaba el papel que llevaba en el bolsillo hacía por lo menos media hora. Abrió placard, y luego el primer cajón, y justo cuando estaba por acomodar el papel encima de la pila de bóxer (para que Eunseok lo viera sí o sí al día siguiente cuando se levantara a cambiarse, y que no terminara manoteando un bóxer y escondiendo la nota sin querer), notó una imagen familiar: la misma marca, el mismo color de la caja.
No lo pensó seriamente; el instinto lo movió. Sacó la caja del fondo del cajón, con el papel todavía en las manos. No podía ser la misma: Seunghan había tirado la suya hacía ya bastante tiempo (era más fácil esconder las medias y las bragas que la caja entera). Pero era igualmente intrigante, sobre todo por notarse tan reciente. Ni siquiera había sido abierta.
Cuando oyó los pasos en el pasillo, tuvo tiempo de esconderla (si hasta escuchó a Eunseok llamar su nombre, y detenerse en el dormitorio y el baño). Tuvo decenas de segundos para hacer algo, pero lo que lo paralizó esta vez no fue el miedo, sino la curiosidad.
Seunghan todavía estaba sentado en la cama, con la caja cerrada en la falda, cuando se asomó por la puerta. Eunseok le sonrió al verlo, pero luego notó la caja, frunció el ceño, y tragó saliva.
—Yo...— comenzó, pero luego se quedó callado.
Seunghan esperó varios segundos antes de hablar.
—Estaba preparando todo para tu cumpleaños— explicó suavemente, es decir, la pista. —Es una búsqueda del tesoro.
—Genial.
—Sí, y pensé: el primer lugar al que va Eunseok luego de dormir como Dios lo trajo al mundo por las noches, es al cajón de ropa interior, ¿verdad? — Eunseok solo asintió —, y entonces vi la caja y...— Silencio, otra vez. —Lo siento, Seok, no intentaba revisarte las cosas.
—No, no te preocupes. Lo sé.— dijo Eunseok y finalmente se movió.
Seunghan sonrió porque recién en ese momento notó que había estado al menos veinte segundos en la misma posición incómoda (un brazo en el marco de la puerta y un pie adelante, a punto de empezar a caminar, o salir corriendo). —Sólo lamento que la hayas encontrado así... Son para ti. No sabía si debía dártelas.
Seunghan asintió y volvió a mirar la caja. Lo sabía, un poco, lo supuso. Eunseok no llevaba a una chica al departamento desde hacía meses y no se lo veía como el tipo de hombre que usa ropa interior femenina (sufría demasiado con tener que usar la masculina).
—¿Por qué?
Eunseok se masajeó la nuca mientras se acomodaba, recostado contra la pared.
—No lo sé, realmente. Quizá porque no tenía un motivo: no es tu cumpleaños ni nada. Pensé que se vería raro si te las daba así sin más.
—Es así— sonrió Seunghan —, se ve un poco raro— Eunseok sonrió mientras agachaba la mirada —Quise decir, ¿por qué me las compraste?
Pasaron unos minutos antes de que tuviera su respuesta. Eunseok se mordía el labio y miraba el suelo y Seunghan odiaba cuando no podía leerlo, no tenía muchos talentos, pero ese era uno: adivinar la carcajada antes que la sonrisa, distinguir un enojo fingido de uno real. Seunghan conocía a Eunseok como a la palma de su mano y sin embargo, ahora, no sabía qué pensaba.
Eunseok se encogió de hombros.
—No lo sé. Hay una tienda cerca de mi trabajo... Siempre la veo al cortar camino por la galería— explicó —, sólo las vi y pensé en ti.
Seunghan se sonrojó y tragó saliva.
—Pensé que te gustarían.
—¿Puedo abrirla?— preguntó, mientras acariciaba los bordes de la caja. Eunseok no dijo nada, pero cuando Seunghan levantó la mirada, asintió velozmente.
Encaje. Seunghan amaba el encaje y al parecer Eunseok sabia eso. Era negro esta vez, pero el color no hacía diferencia al tacto mágico del material sobre sus dedos. Eunseok se había dado por vencido a intentar entenderlo.
Entenderse. Sólo aceptaba que algo de él renacía cuando las tocaba, y que quizá algunas cosas buenas también pueden ser secretos. En todo caso, estaba agradecido por poder compartirlo con Eunseok.
—Escucha— dijo Eunseok mientras Seunghan abría las medias en el aire y sonreía viendo el detalle en la zona alta, delicado y formal. —Es el conjunto entero, lo vendían así.
Seunghan asintió y dejó las medias sobre la cama y luego sacó de la caja el portaligas y las bragas también. Culotte. Seunghan jamás le contaría a nadie cómo sabía que así se llamaban.
—Te lo digo porque hay un sostén y sé que no...
—Sostén. — se burló Seunghan. Eunseok sonrió.
—Es decir. Quizá, no quieras usarlo y no quiero que pienses que sugiero... Aunque no tendría nada de malo.
Después de dejar las bragas en la cama, frunció el ceño y miró a Eunseok.
—¿Qué estás balbuceando?— rió y Eunseok rió también, y Seunghan solo volvió a la caja y sacó el sostén. Era delicado, con un pequeño moñito en el medio y el bretel. —Es lindo—dijo y volvió a mirar a Eunseok: —puede que lo use, no lo sé.
—Okay.— susurró.
Seunghan puso el sostén encima del resto en la cama, acomodándolo hasta que quedaran todas las prendas al alcance de su visión. Un conjunto entero, su primer conjunto.
Sexy, delicado, refinado.
Se lo pondría en ese mismo momento si no fuera porque un Eunseok muy incómodo seguía en silencio en el rincón.
Suspiró y volvió a guardar todo en la caja.
—Gracias, bebé. Realmente me encanta— dijo y tuvo que carraspear porque la voz le había salido más grave de lo habitual, un poco rasposa. Se puso de pie: —Bueno, mañana es búsqueda del tesoro. No hay sorpresa ahora. Te daré la pista con el desayuno, porque si la dejo en el cajón vas a espiarla antes de dormir— explicó y pasó a su lado sin mirarlo a los ojos. Desde el pasillo, revoleó la cajita sobre su colchón, y siguió camino hacia la cocina. —Huele a quemado.
Eunseok pasó corriendo a su lado.
—Mierda...
—¡Feliz cumpleaños!— gritó Seunghan una vez que se había posicionado lo suficientemente cerca del oído de Eunseok para darle un paro cardíaco.
—Por la putísima...— Eunseok se reincorporó exaltado y confundido por el grito y las estruendosas carcajadas de Seunghan —¡¿Cuál es tu problema?! Jesús.
Seunghan se revolcaba en el suelo de la risa, incapaz siquiera de levantar la mirada para responder.
—Esta es literalmente la peor forma de empezar mi cumpleaños— continuó protestando Eunseok, frunciendo el ceño y masajeándose los ojos. Cuando Seunghan finalmente encontró la calma suficiente para sentarse en el suelo, sin embargo, Eunseok sonreía. —Buen día, imbécil.
—Buen día, cumpleañero.— Sonrió.
Todavía esforzándose para contener la risa, se extendió en el suelo hasta alcanzar la bandeja del desayuno que tan cuidadosamente había posicionado alejada de la cama, en caso de que Eunseok tumbara todo al despertarse.
—Te hice el desayuno.
Eunseok se recostó contra el respaldar, sonriendo y aplaudiendo como un niño. Si Seunghan no rodaba los ojos no era porque no fuera empalagoso, sino porque primero no había nadie allí que lo viera sonriendo de un modo tan tonto en respuesta a Eunseok, y segundo porque se había levantado hacia hora y media para preparar el desayuno: merecía ver la respuesta.
—¿Panqueques? Eres genial, Seunghan — dijo Eunseok y sonrió mientras Seunghan le sacudía la melena en un gesto afectuoso. —Oye, ¿me compraste arándanos?
—Todo para mi fanático orgánico favorito.
Eunseok levantó la servilleta sobre el plato de frutas y sus ojos se iluminaron aún más.
—¿Y uvas? ¿Y frutillas? Jesús.
—Eres horrible. Literalmente estás más emocionado por las frutas que por la búsqueda del tesoro— protestó Seunghan. Eunseok rió —debería haberte organizado una visita a la feria de granjeros.
—No, no seas tonto— murmuró mientras sacaba el sobre debajo de la taza de café. —Muero por empezar la búsqueda también.
Seunghan tomó la taza de té que se había preparado y se sentó a los pies de la cama. Eunseok masticaba un bocado de panqueques mientras abría el sobre. Lo leyó en voz alta:
—Por La Primera Vez, en tu cumpleaños, no hay Nada para ti. Es tan temprano, que parecerás Un Muerto Caminando, pero hoy te regalo una búsqueda del tesoro. Así que Aléjate, Sin Palabras, y Si Alguna Vez Regresas, encontrarás el tesoro.
Frunció el ceño en silencio un largo rato, alternando sorbos de café mientras miraba a Seunghan. Finalmente, dejó la taza en la mesita, y murmuró:
—¿Realmente no tengo que decir nada, o...?
Seunghan rodó los ojos.
—Son pistas, Seok.
—Claro, claro. — asintió sonriendo. —Umm... Bueno, obviamente son referencias a The Script...— razonó. —¿Esto es por esa fiesta donde nos conocimos hablando de ellos?
Seunghan puso los ojos en blanco otra vez.
—Realmente pensé que te llevaría más tiempo.
Eunseok se llevó otro bocado a la boca mientras sonreía orgulloso y sacaba pecho. Después aplaudió, y terminó el café de un tirón.
—Esto es tan cool, no puedo creerlo— balbuceaba mientras se levantaba de la cama, sacudiendo la bandeja, los panqueques, y hasta a Seunghan que tan perezosamente se había recostado sobre sus codos a terminar el té. —¿tengo que ir allí entonces? ¿Dónde la busco? La siguiente pista, quiero decir.
Seunghan sólo se sonrió y pellizcó un trozo de panqueques mientras veía a Eunseok ponerse calzoncillos y el par de jeans que había usado el día anterior. ¿Cuántas veces le había visto el trasero desde que vivían juntos? Ya ni siquiera lo hacía reaccionar.
—¿Vas a venir conmigo? Prometo no pedir ayuda.— dijo Eunseok mientras se echaba desodorante.
—Tengo cosas que hacer primero— respondió encogiéndose de hombros. —pero te encontraré más adelante.
—Vas a dormirte de nuevo, ¿verdad?
Seunghan asintió suavemente y trepó hasta la almohada de Eunseok donde se recostó a terminar de comer los panqueques. Fue Eunseok quien rodó los ojos esta vez, mientras sonreía.
—No tardes demasiado— pidió y caminó hacia él para hacerle un suave coscorrón —estoy súper rápido, llegaré al final antes del mediodía... —Una búsqueda del tesoro, esto es, como, súper divertido.
—Eres un nerd.
A decir verdad, lo único que Seunghan tenía que hacer, era terminar los panqueques, dormir un rato, y avisarles a los chicos que terminaran de preparar todo el asunto de la fiesta solos porque él estaría ocupado con Eunseok y no podría ayudar. No era realmente necesario lo último, porque Sohee y Sungchan lo habían imaginado de todas formas, y sólo obtuvo como respuesta del pálido una serie de insultos por despertarlo a las diez de la mañana. Así que Seunghan lo había insultado de vuelta, se había vestido decente para andar por el centro, y había salido del departamento.
Había considerado por un segundo ponerse el regalo de Eunseok debajo de la ropa, como una suerte de agradecimiento y muestra de afecto para su mejor amigo en el día de su cumpleaños, pero iba a terminar sudando toda su ropa-para-sentirse-bonito, y, además, pensándolo dos veces, siquiera considerarlo era terriblemente raro. Se encontró con Eunseok frente a la cafetería cerca del campus a las 11 y media de la mañana. Casi ni había gente en Seunghan se entretuvo mirando los pajaritos picoteando en el pasto, mientras el cumpleañero llegaba.
Lo sorprendió la mano en el hombro, pero reconoció el tacto en seguida. Eunseok tenía una vincha, que vaya a saber alguien de dónde había sacado, protegiendo su melena del viento, y las mejillas rojas del frío y de caminar todo el día.
—Te llevó mil años llegar— protestó Seunghan, y Eunseok le explicó una interminable anécdota en tono mórbido acerca de una pequeña confusión en la tienda de cds entre él y un amigo del empleado del lugar.
Seunghan tenía sueño, y frío, y muchísimas ganas de tomar café, pero la historia era para Eunseok interesante, y Seunghan odiaba la cara que ponía cuando alguien lo interrumpía: era el modo en que se apagaba el brillo en sus ojos, que le rompía el corazón. Luego de haber sido algo así como un idiota con él, por diversión, las primeras tres semanas de su amistad, Seunghan había aprendido a concederle a Eunseok todos los minutos que el resto de sus amigos no le concedían. Se sentía como un superhéroe, repartiendo justicia.
—Perdí como cuarenta minutos. — suspiró Eunseok finalmente, sólo intentando dilucidar qué otra cosa podría haber querido decir la pista si no era la tienda de cds.
Seunghan esperó unos segundos para asegurarse de que hubiera terminado, y luego sonrió.
—Bueno, estás aquí ahora, cumpleañero. Ve a buscarla.
—¿Sólo voy y les digo que soy el cumpleañero? —preguntó Eunseok.
—¡Dijiste que no ibas a pedir ayuda!
—Lo siento, lo siento— se disculpó y se reincorporó con pereza, después de haber caminado probablemente algo así como cuarenta cuadras en lo que iba de la mañana.
Eunseok salió cinco minutos después con dos tazas de café humeantes y una porción de torta de chocolate. Sin decir nada, Seunghan tomó la suya y dio el primer sorbo, esperando que el café funcionara como una suerte de poción que le quitara el sueño, el frío y el hambre, y lo llene de energías para acompañar a Eunseok en lo que quedaba de la búsqueda. No era mucho, por suerte.
—No lo entiendo... No me dieron ninguna pista— susurró. —pregunté y me dijeron que sólo había torta de cumpleaños y café... ¿No lo habrán olvidado, Hani?
—Dijiste que no ibas a pedir ayuda. —insistió, y bebió otro sorbo de café.
Debía estar realmente cansado para disfrutarlo tanto. Era la falta de sueño, probablemente, la noche anterior había estado tan distraído pensando en la búsqueda del tesoro, la fiesta de esa noche, y el bendito conjunto que le había regalado Eunseok, que apenas había podido dormir unas horas.
—¿Desde cuándo eres tan estricto? Jesús— frunció el ceño, y volvió a mirar la torta que Seunghan estaba comiendo sin disimulo. —Ni siquiera me gusta la torta de chocolate, ¿no podrías haberles encargado de frutilla, o..? Ohhh.
Seunghan puso los ojos en blanco.
—¡Esto es por esa vez que ganamos una cena romántica en el programa de radio? Rosso, ¿verdad? Que comí tres porciones de torta porque era gratis y casi muero de descompostura esa noche.
—No lo sé— se encogió de hombros. —tú dime.
Eunseok rió, probablemente una mezcla de orgullo y de recuerdos de esa cena a principio de año que había colaborado más a su relación con anécdotas y chistes internos, que los seis meses anteriores.
—Okay, pero... ¿Qué se supone que haga allí? Como, ¿hablo con el mozo, o algo?
—Sin ayuda, Seok.
—Lo siento, lo siento... Bueno, ¡Vamos! Ya lo averiguaré.
Seunghan gruñó perezoso aferrándose a la taza de café como si fuera una reliquia familiar y Eunseok el villano intentando robársela.
—¡Puedes, como, relajarte, dos segundos? No es ni el mediodía y todavía no terminé mi café.
—Lo siento— rió, —es sólo que estoy ansioso. ¡Una búsqueda del tesoro! Es como lo mejor que me pasó en el año.
—Un poco exagerado— se burló Seunghan, pero sonreía y Eunseok sonreía también —pero me alegra que te guste.
—Bueno, eres bueno haciendo regalos.
Seunghan se encogió de hombros.
—Si algo aprendí de nuestro breve año de convivencia es que te gustan más los gestos que las cosas y que adoras seguir instrucciones.
—Eso no es precisamente halagador.— protestó mientras destapaba (al fin) su taza de café.
—No, pero lo digo bien. Me gusta que seas así — se defendió. —Como, te digo: " Eunseok, esta noche sólo fumemos hierba y veamos películas" y tú preparas las palomitas sin cuestionarlo.
—Todavía no es halagador— rió.
Seunghan sonrió otra vez y le dio un afectuoso golpe en el costado, y cuando Eunseok lo miró tenía esa sonrisa que era tan suya: amable, y dulce y ensimismada; y Seunghan no supo por qué recordó de golpe el conjunto de encaje que había dejado en su mesita de luz.
—Bueno, a mí me gusta que seas así— sentenció, e imitando a Eunseok, tomó otro sorbo de café.
Cuando finalmente volvieron al apartamento, Seunghan tuvo que pedirle a Eunseok que espere en el pasillo porque había olvidado preparar la anteúltima pista antes de irse. Sabía que olvidaba algo.
Pegó el sobre en el espejo del dormitorio de Eunseok ("Vuelve a casa, Hanieehhh tiene algo para ti" era la pista) y apenas volvió a abrir la puerta del departamento, el cumpleañero corrió al dormitorio como un niño. Era ligeramente embarazoso, pero Seunghan lo encontró encantador.
—¿Otra pista?— protestó Eunseok desde el dormitorio.
—La anteúltima.— lo juro dijo entre carcajadas: había logrado agotar a Song Eunseok, debería estar orgulloso. —y tienes un descanso ahora.
Llegó al dormitorio justo a tiempo para ver Eunseok abrir el sobre y encontrar la entrada al cine. Ni aún después de seis horas recorriendo la ciudad a pie, intentando descifrar acertijos, Eunseok estaba lo suficientemente cansado para no sonreír.
—Moría por ver esta película, Seunghan... Gracias— dijo y se acercó a él para envolverlo en un generoso abrazo, —vienes conmigo, ¿verdad?
Eunseok se fue a bañar mientras Seunghan compraba su ticket extra por internet. No había sido parte del plan original ir juntos: a esa hora, Seunghan debería estar con los chicos terminando los últimos detalles, asegurándose que todos los invitados fueran a la fiesta. Pero Sungchan y Sohee podrían ocuparse a la perfección y quizás era una película emo y densa, de las que Eunseok adoraba, pero hacía mucho que no iba al cine y no había forma en que la pasara mal con él.
Si se aburría demasiado podría tirarle palomitas a la gente, para distraerse.
Emprendieron camino a la casa de Sungchan media hora más tarde de lo previsto. Se detuvieron a descansar en una plaza, y hablando del final de la película pasaron muchos más minutos de los que Seunghan había imaginado. A Eunseok no le había costado demasiado trabajo descifrar la última pista, y aún antes de llegar ya le estaba agradeciendo a Seunghan por organizarle una fiesta sorpresa.
Era bastante frustrante como Eunseok había desbaratado su plan maestro, pero en el taxi, mientras el cumpleañero miraba por la ventana con una media sonrisa, Seunghan lo observaba y pensaba que se lo veía tan feliz y ansioso, que tanto a él como a Sungchan y a Sohee les bastaría para considerar que todo había salido bien.
Aun así, fue algo decepcionante cuando al cruzar la puerta de la casa del pálido, todos estaban demasiado ocupados bailando y bebiendo como para siquiera gritar "¡Sorpresa!"
—¡Tenías una tarea...! — bromeó Seunghan, tomando al rubio por el cuello y sacudiéndolo afectuosamente.
La risa del pálido fue tan alta que casi pudo oírse sobre la música (capturó al menos la atención de los que estaban cerca de la puerta).
—Oigan, todos, ¡Eunseok Hyung está aquí!
Aún detrás de los gritos de festejo, Seunghan pudo oírlo murmurar: es Eunseok.
Sohee había hecho un trabajo perfecto ocupándose de las invitaciones. No sólo estaban Shotaro, y Hanbin, y toda su clique de gente adulta y con empleos interesantes que Seunghan envidiaba tanto como detestaba, sino que hasta algunos ex compañeros de Eunseok del colegio que vivían cerca de Seúl habían aceptado la invitación. Seunghan los conocía de cuando Eunseok lo había obligado a visitarlo en Suwon antes de mudarse juntos, porque su mamá quería conocerlo. Además, estaban todos los amigos en común que tenían los cuatro, más esos conocidos de fiestas que habían asistido esperando encontrarse con otra descontrolada fiesta.
Eunseok se veía feliz. Jodidamente feliz. Y Seunghan estaba tan orgulloso que no podía parar de sonreír.
Eran las dos de la mañana cuando a Seunghan le volvió el sueño de golpe. Eunseok estaba contándole a Hanbin sobre la búsqueda del tesoro, y Seunghan no podía parar de bostezar. Quizá era el tono mórbido de Eunseok, quizá las pocas horas de sueño; quizá sólo buscaba una excusa para evitar la mirada divertida de Hanbin cada vez que Eunseok relataba la búsqueda del tesoro como si Seunghan le hubiese regalado el cielo y las estrellas. En todo caso, Seunghan se excusó a la cocina para prepararse un café.
Dejó la botella de cerveza en una fila que vaya uno a saber quién, había iniciado en el mueble del living, y entró a la cocina tarareando una canción que no recordaba cuándo se le había pegado.
Se detuvo a medio verso, apretó los labios, y continuó cantando. Jiwoong le sonreía desde la ventana que daba al patio, donde estaba fumando.
—Hey— lo saludó. — Seunghan, ¿verdad?
—Si... ¿Jiwoong?— dijo, fingiendo no estar seguro. El rubio sólo le sonrió. Seunghan olvidó por un segundo el café, quizá tentado por el olor al cigarrillo, y sacó su propio atado del bolsillo. Estaba buscando encendedores o fósforos alrededor, pero Jiwoong dio una honda pitada y le ofreció el suyo para que lo encienda.
—Gracias— le sonrió, y luego de ver la brasa encenderse, le devolvió el cigarro. —No te había visto antes.
—Llegué básicamente primero— bromeó. —Sungchan me pidió ayuda para instalar la música. Pero estabas con tu novio heterosexual, no quise ir a molestar.
Seunghan rió exageradamente.
—Bueno, es su cumpleaños. Hubiese sido rudo.
Jiwoong se encogió de hombros mientras fumaba.
—¿Cómo funciona eso? Sólo se tocan posesivamente el uno al otro y nunca follan.
—¿De dónde viene eso? —preguntó confundido.
—La otra vez, en el bar— explicó Jiwoong y se acercó un poco más a Seunghan para murmurar, aunque no había nadie en la cocina que pudiera oírlos: —Se veía un poco celoso.
Seunghan sonrió sin saber muy bien qué decir, pero no se movió de donde estaba. El humo de ambos cigarros se enredaba en el aire mientras subían lentamente, y Jiwoong estaba tan cerca que Seunghan podía oler el alcohol en su aliento.
—Protector, más que celoso— murmuró, y, que se vaya todo a la mierda, pensó: él no era de dejarse intimidar y morderse la lengua. —Tú estabas comportándote todo predador conmigo. — Jiwoong se sonrió mientras fumaba y escupió el humo lentamente, echando la cabeza hacia atrás.
—¿Puedes culparme?
Joder. Seunghan estaba sonrojándose otra vez.
—Sigues con esto, pero soy heterosexual, colega— rió. —encuentro todo esto muy halagador, pero soy del otro equipo, lo siento.
—Bueno, pero tienes un novio.
—Un novio heterosexual— aclaró y cuando Jiwoong rió, no pudo evitar reír también. Sí, era un poco absurdo. —Sólo somos amigos, en todo caso.
Jiwoong meneó la cabeza suavemente mientras se estiraba sobre Seunghan para apagar el cigarro en el piletón de la cocina. Era deliberado, Seunghan lo sabía por los movimientos lentos y porque había al menos seis colillas de cigarrillo tiradas en el suelo. Aun así, no pudo evitar seguir el perfil del rubio con la mirada, dejarse cautivar suavemente por su champú que olía a menta.
—Todavía no estoy convencido.— dijo Jiwoong caminando hacia la puerta.
—¿Por qué? ¿Porque me abrazo con mi mejor amigo?— retrucó Seunghan bajando del mesón. Tiró el cigarrillo al suelo, y lo apagó con un suave pisotón. —Eso es un poco estúpido.
—No es por eso— dijo Jiwoong al girarse, y le hizo un gesto con la cabeza para que lo siguiera.
Se hicieron paso por el pasillo entre la gente.
La música allí llegaba tan fuerte que la pequeña multitud esperando para usar el baño cuchicheaba a los gritos mientras pasaban el tiempo.
—¿Por qué entonces?— preguntó Seunghan, pero Jiwoong no lo oyó.
Subieron por la escalera que llevaba a los dormitorios. Seunghan sabía que era zona prohibida, porque había cintas que decían peligro prohibiendo el paso, pero Jiwoong las separó abriéndole paso y además, estaba prohibida para gente que fuera a vomitar en el suelo o follar en las camas, no para Seunghan y Jiwoong que iban a...
¿Qué estaban haciendo allí?
—¿Por qué entonces?— insistió.
—¿Por qué qué?— Jiwoong quiso abrir la primera puerta, pero estaba trabada.
—¿Por qué no estás convencido?
Jiwoong le sonrió. Si por la pregunta de Seunghan, o porque la segunda puerta estaba abierta, Seunghan no lo sabía. Entró a la habitación detrás de él.
—¿Por qué no estás convencido?— repitió.
El rubio estaba sentado en la cama de dos plazas de los padres de Sungchan, mirando alrededor. La música llegaba ahogada hasta allá arriba, pero el picaporte en la espalda de Seunghan vibraba al ritmo de los bajos.
—¿Por qué no estás convencido?
Jiwoong lo miró, y se lamió la comisura de los labios mientras sonreía.
—Bueno, estás aquí.
—Estamos hablando— explicó.
—Trabaste la puerta.
Seunghan tragó saliva y cruzó los brazos. Abrió y cerró la boca varias veces, buscando algo que decir, pero no encontró nada, no salió de la alcoba, y no destrabó la puerta.
—Escucha— dijo Jiwoong encorvándose sobre sus rodillas, todavía sentado sobre la cama. —No voy a hacer nada que tú no quieras hacer, ¿sí? No voy a echarme encima tuyo ni nada por el estilo, pero, y puedes odiarme por decirte esto, bebé, no eres heterosexual. Eres al menos bicurioso, y gracias al cielo, porque eres jodidamente hermoso.
—No lo soy— murmuró Seunghan. —Bicurioso— aclaró.
Jiwoong se rió, y apoyó las manos detrás de su espalda, echándose suavemente hacia atrás.
—Pero esta es mi oferta, y créeme que no lo hago por generosidad. Tú quieres saber qué te pasa, yo quiero besarte y tocarte el trasero: ambos ganamos. Nadie tiene que saberlo.
Seunghan odiaba eso. Odiaba estar considerándolo siquiera, pero más aún odiaba no tener una respuesta para darle. Odiaba que Jiwoong tuviera esa habilidad de dejarlo sin palabras, odiaba lo mucho que moría por besarlo ahora que la propuesta estaba allí.
Jiwoong se puso de pie y caminó hacia él. Y Seunghan cruzó aún más los brazos sobre sí mientras lo veía acercarse.
—Escucha, bebé— murmuró. —no voy a jugar al gato y al ratón. No me gusta esto de hacer de cuenta que tú no quieres. Si quieres hablar al respecto toda la noche podemos hacerlo, y si quieres irte puedes hacerlo y si quieres besarme, dios santo, puedes hacerlo también. Pero no soy un predador; no estoy aquí para corromperte.
Hasta el silencio se oía bonito mezclado con el champú mentolado y las larguísimas pestañas de Jiwoong. Seunghan no tenía palabras, no tenía idea, siquiera, pero tomó a Jiwoong por el cuello de su chaqueta de cuero y lo besó en los labios.
Jiwoong tardó un instante en responder. Sólo eso. Un instante que supo a miedo y arrepentimiento, pero que murió apenas las manos del rubio estuvieron en su cintura y sus lenguas se encontraron húmedas y tibias Jiwoong sabía a primer beso, más de lo que aquel beso con Daeun jamás supo.
Se sentía diferente. Se sentía eléctrico y caliente y desesperante. Se sentía bien en cierto sentido; se sentía como las bragas cuando Seunghan se las ponía: bonito, honesto, y ligeramente aterrorizante. Jiwoong lo besaba más rico de lo que nadie lo había besado jamás, mientras sus manos bajaban hasta su trasero y lo apretaban sobre el jean. Seunghan estaba acorralado entre sus labios y la pared, y no podía creer lo gigante y lo pequeño que se sentía en ese momento.
Fue él quien rompió el beso. Para tomar aire.
Para no llorar.
Joder, era el mejor beso que le habían dado. Era el primero que se sentía siquiera como un beso.
—¿Estás bien?— murmuró Jiwoong. Más que bien.
—Sí.— respondió, tan bajito como él, para no romper esa burbuja en la que se habían sumergido. Había algo mágicamente frágil del tacto de Jiwoong sobre él, Seunghan sentía que quizá nunca debería haberlo besado, que había abierto una caja de pandora, que ya no podría hacer de cuenta que besar chicas se sentía bien. —Maldición. — gimoteó, porque eran tan grandes sus ideas en ese momento que no podía guardarlas en su cabeza. Porque ¿cómo lo había logrado? ¿cómo se había convencido por tanto tiempo? ¿cómo había podido decirle a una chica que la amaba si ni siquiera su primer "amor" se había sentido así de sincero? ¿Si Seunghan nunca había disfrutado más un beso que este que no significaba nada? Nada más que el reencuentro consigo mismo, que no era poco de todas formas. —Maldición, maldición.
—Cálmate, bebé— murmuró Jiwoong y sus manos subieron desde su trasero hasta la cintura, mientras lo abrazaba con fuerza. —no es nada malo.
—No, lo sé, lo sé— gimoteó y hundió la cabeza en su hombro. Hasta el perfume de su cuello se sentía verdadero. Hasta eso le daba ganas de llorar.
—Mierda, lo sé— susurró y lo apretó más fuerte. —Dios, sé que he estado flirteando descaradamente como si no importara nada, pero lo sé. Yo también estuve allí. —Besó su mejilla.
Seunghan temía morir de sobredosis, de confusión, de miedo. Pero se giró suavemente y buscó su boca otra vez.
Lo besó con los ojos cerrados, y con el alma burbujeándole en el pecho.
Lo besó hasta que se le durmieron los labios, y las manos, y los pensamientos. Lo besó hasta que el miedo fue acallado por las sensaciones en su piel, hasta que el pecho se le había abierto tanto que le había tragado la angustia.
Lo besó. Y lo besó. Y lo besó otra vez.
Y cada vez que Jiwoong lo besaba de la misma forma, igual de desesperado, igual de sincero, Seunghan dejaba que la sonrisa se le dibujara en el rostro y mientras todo lo que conocía se iba lentamente a la mierda, pensaba que no podía ser tan malo.
Era de madrugada, y Seunghan llevaba más de una hora en la terraza con Jiwoong. Habían cambiado el tabaco por marihuana, y Seunghan lo escuchaba hablar mientras dibujaba sobre las baldosas caritas felices con la espuma de la cerveza.
Jiwoong le estaba contando ahora de su primer enamoramiento con un tipo heterosexual realmente heterosexual, y de cómo había dolido, y quizá era triste pero no todo podía ser tan bonito como la historia de su primer beso, o la de su primera vez, o la de su primer novio. Seunghan lo había oído hablar por horas, y podría seguir así mil horas más.
Fue el silencio repentino de Jiwoong el que llamó su atención. Levantó la cabeza y siguió la mirada del rubio hasta que lo encontró con Eunseok, asomándose por la escalera.
—Hey— sonrió, pero se lo veía incómodo mientras subía los últimos escalones. —te estaba buscando.
—¿Qué pasa?
—Son las cinco, me voy a casa.— dijo, con la voz rasposa de recién levantado.
Se veía ebrio y aturdido, pero Seunghan reconocía su cara de sueño: debía haberse quedado dormido sobre algún sillón apenas los que estaban con él se distrajeron. Lo entendía; ambos habían tenido un largo día.
—¿Vienes conmigo? —preguntó, porque Seunghan no dijo nada.
—¡Claro! Claro.— dijo y se puso de pie tambaleándose. Jiwoong reía mientras lo ayudaba a levantarse.
—Las cinco— suspiró Jiwoong levantándose también. —la noche pasó volando.
—Lo hizo— sonrió Seunghan.
Se sacudió el pantalón mientras pensaba qué decir. O no qué, sino cómo decirlo, en frente de Eunseok.
—Gracias por la hierba— optó finalmente, y Jiwoong sonrió sabihondo, con el dejo de picardía con el que le sonrió la primera vez que se vieron.
Seunghan puso los ojos en blanco. —Nos vemos.
—Nos vemos.
Eunseok lo esperaba en la escalera con la mirada oscura entre cansada y confundida. Aun cuando Seunghan lo tomó del brazo y lo empujó camino abajo por la escalera, sostuvo la mirada curiosa sobre Jiwoong un par de segundos de más.
—Nos vemos también— dijo, y Seunghan lo arrastró hacia abajo muerto de vergüenza: no quería tener que aguantar a Jiwoong otra vez comentar sobre lo disfuncional de su noviazgo heterosexual con Eunseok.
En el taxi, camino a casa, Seunghan sacó el celular. Había agendado el teléfono de Jiwoong más temprano esa noche, cuando hablaban de quizá ir a algún boliche gay en otras ciudades cuando Seunghan quisiera hacerlo. Sin embargo, no era por eso por lo que Seunghan le escribía.
"Cómo supiste?" preguntó, y agradeció que autocorrector ocultara su borrachera.
"Pensé que esto sería un mensaje de buenas noches" respondió Jiwoong, y enseguida agregó: "Cómo supe qué?"
"Que no era heterosexual."
Pasaron varios segundos en que los que el " Jiwoong está escribiendo..." lo volvieron loco.
"Cuando te conocí dije que eras bonito. Los tipos heterosexuales o se ríen o se enojan, nadie se sonroja y se pone doblemente bonito."
Seunghan se sonrió mientras fruncía el ceño, igualmente halagado y ofendido. Antes de que pudiera agregar algo, llegó otro mensaje de Jiwoong.
"No es un test 100% seguro, pero creo que quien quieres que te vea bonito es quien te gusta. Como, a mí me da igual si una chica cree que soy lindo, pero cuando es un tipo es distinto."
No respondió ese mensaje porque estaban llegando y Eunseok se acomodaba en el asiento buscando su billetera. Subieron al departamento tan callados como habían viajado, y Eunseok apenas si se despidió con un coscorrón y un murmurado "gracias" antes de perderse en su habitación a continuar el sueño que había empezado en casa de Sungchan.
Habían pasado como veinte minutos, pero Seunghan respondió el mensaje de todas formas.
"¿Y qué si el que quieres que te vea bonito es una persona? como no un género, sino alguien específico."
Jiwoong respondió inmediatamente.
"Eso, mi amigo, es amor. ; P"
voten y comenten o no les actualizo 😾🫵🏻
ya viene lo mejor de la historia ggg
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