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03; Las medias que Seunghan se puso para Eunseok.




Era mitad de enero y era la primera vez que Seunghan estaba solo en el departamento desde su cumpleaños. Había vuelto hacía unos días a Seúl, pero Eunseok ya estaba allí, y de vacaciones, así que Seunghan ni siquiera tenía las seis horas todas las mañanas con las que contaba los últimos meses, para hacer sus cosas. No se quejaba, porque había extrañado a Eunseok, y desde que había llegado a Seúl, no habían hecho más que hablar y pasar el tiempo juntos, porque siempre había sido la actividad preferida de Seunghan y hacía meses que los dos estaban tan ocupados que ni siquiera salían.

Aun así, esa tarde, cuando Eunseok le dijo que iba a ir a estudiar a la casa de un compañero porque no podía concentrarse en el departamento, Seunghan había agradecido al cielo y las estrellas por finalmente tener un segundo para él. Casi lo había empujado de la casa, pero eso no le impidió bromear con que no iba a hacerse cargo de la gravísima acusación de Eunseok: Seunghan no era tan interesante como para ser una distracción, pero si esa era la excusa para abandonarlo por todo un día, que así fuera.

Se había apresurado a ducharse, porque Eunseok iba a quedarse a cenar en lo de su amigo, pero probablemente volvería temprano.

Además, ya había sido probado por experiencias anteriores que el tiempo volaba cuando Seunghan estaba feliz.

Las medias le iban perfectas. Hacía que sus piernas se vieran delicadas y pasar la mano sobre el material era aún más adictivo que hacerlo sobre su piel afeitada. Seunghan estaba enamorado de cómo se apretaban sobre sus muslos y la casi imperceptible presión que ejercían sobre su piel creaba una curva pequeñita, justo encima del encaje. Amaba el espacio entre la media y las bragas; amaba el modo en que, al mirarse al espejo, era como si llevara la textura en todo el cuerpo, como luz del sol entibiando su piel.

Había pasado algo así como veinte minutos admirando su reflejo en el dormitorio de Eunseok, flexionando las piernas un poco, cruzándolas y separándolas, y poniéndose de espaldas para ver cómo se veía su trasero cuando lo sacaba para afuera, cuando alguien tocó el timbre.

¿Quién podría ser? No esperaba a nadie. Sonó otra vez, esta vez sostenido por varios segundos.

—Vooooy.— exclamó frustrado mientras se quitaba las medias.

Acababa de dejarlas caer sobre el colchón cuando volvió a sonar.

—Putísima madre, ¡Estoy yendo!— gritó otra vez, y como el inesperado visitante parecía empecinado en no soltar el timbre, se calzó los jeans encima de las bragas y manoteó la primera camiseta que encontró.

—¡Hasta que me abres, Seunghan!— protesto el pálido haciéndose paso apenas Seunghan hubiese destrabado la puerta. —Necesito un favor como de vida o muerte.

—Woah, hyung, ¿qué pasa?

—Shotaro. ¿Recuerdas a Shotaro?— Seunghan la recordaba: era el compañero de colegio de Sungchan de la que había estado enamorado desde entonces, pero con quien había perdido contacto desde que su carrera como modelo de ropa interior había comenzado.

—Lo recuerdo.— respondió, aunque tenía que ser una pregunta retórica considerando que Sungchan lo mencionaba básicamente cada vez que estaba ebrio.

—Bueno, está en la ciudad y me escribió para vernos, pero esta con una amiga así que necesito que me acompañes.

Seunghan pestañeó mientras el ceño se le fruncía lentamente en un gesto cada vez más confundido.

—¿Esa es la emergencia?

— Seunghan. Es Shotaro— explicó frustrado y luego de rodar los ojos, revolvió el departamento hasta encontrar la chaqueta de Seunghan. —Y esta con una amiga en la ciudad por trabajo, lo cual sabes que significa.

Modelo de ropa interior. Sorprendente. Para tratarse de un tipo con un trabajo horrible que estaba actualmente usando bragas debajo de un par rotoso de jeans, Seunghan era bastante afortunado.

—Colega, al menos déjame cambiarme. —protestó.

—No hay tiempo, literalmente salen a Tokyo en una hora.— retruco el rubio, mientras básicamente le ponía la chaqueta. —además, estas bien. Las chicas adoran cuando eres casual y relajado.

—¿Cómo podrías saberlo?— bromeó y manoteó las llaves de la mesa antes de salir porque, sería solo una hora, y Sungchan era uno de sus mejores amigos: no podía no responder a su pedido de auxilio. —Llevas años intentando meterte en sus pantalones.

—Okay, primero, he estado en sus pantalones— explicó mientras salía al pasillo del edificio y Seunghan puso los ojos en blanco.

—Besarte en un cumpleaños a los quince no es meterte en los pantalones de alguien.



Shotaro era todo lo que Sungchan había dicho que era: agradable, divertido, un poco desenfrenado y, sobre todo, jodidamente hermoso. Su amiga, Giselle, era quizá un poco más reservada, pero igualmente cordial. Seunghan no podía culparla del todo, al fin de cuentas, Shotaro estaba hablando con un amigo de hacía años y Giselle con un tipo ligeramente apabullado por su belleza y que no paraba por dos segundos de subirse los pantalones.

Apenas hablaron algo así como media hora antes de que tuvieran que irse. No hubo besos dramáticos entre el pálido y su amigo mucho menos entre Seunghan y Giselle, pero se despidieron con un fuerte abrazo y prometieron verse cuando ella volviera a Seúl en unas semanas, o eso explicó él mientras veían el taxi perderse por la calle.

Seunghan debería haberse ido a casa en ese momento, pero el rubio lo miró con la sonrisa más ancha y esperanzada que le había visto, y le dijo:

—Sólo una cerveza, ¡Vamos! Para festejar.

Dudó un segundo, pero finalmente se encogió de hombros y asintió. En el bar estaría oscuro y sólo necesitaba recordarse de subirse el pantalón de vez en cuando. No es como si Sungchan fuera a chequearle el trasero de todas formas.




Faltaban veinte minutos para la medianoche y Seunghan había bebido más alcohol esa noche que en el Año Nuevo, lo cual era decir mucho. Sungchan había trascendido al estado de ebriedad en el que hablaba de Shotaro y Seunghan lo oía enternecido porque, aunque jamás lo admitiría por miedo a ilusionarlo demás, los había visto juntos esa noche y se veían lindos.

Tenían química.

Estaban parados contra la pared de ladrillos del lugar, y Seunghan jugaba con su botella casi vacía, cuando Sungchan notó a un muchacho que se acercaba a ellos y tuvo que interrumpir su monólogo por un momento.

—¡Woongie!— dijo ruidosamente, mientras abría los brazos.

El chico era la exacta copia de Shotaro, en el sentido de que, como el, era ridículamente atractivo. Mejillas filosas, ojos intensos, y tatuajes misteriosos decorando cada rastro de piel que no era cubierto por aquellas casuales ropas del estilo "demasiado cool para ti".

—Sungchan, hey.— respondió con una sonrisa, y al verlo sonreír Seunghan no pudo evitar sonreír también. Ropa y tatuajes de lado, sonriendo parecía un niño. "Woongie" se soltó suavemente del abrazo, aunque todavía cruzando el brazo sobre su hombro, y miró a Seunghan: —¿Quién es tu bonito amigo?

—Es Seunghan y es heterosexual— rió y Woongie se lamió la esquina de los labios mientras disimulaba la sonrisa. —Así que resígnate.

—Así es mi suerte.— se encogió de hombros.

Wongie se llamaba en verdad Jiwoong y era estudiante de diseño gráfico. Iba siempre al bar donde trabajaba Sungchan, allí se habían conocido, sobre todo los días de micrófono abierto. El rubio decía que tenía una voz impresionante y Jiwoong había bromeado con que le cantaría una serenata si Seunghan se lo pedía, lo cual había hecho a Sungchan estallar en carcajadas y a Seunghan reír un poco incómodo.

Curiosamente, no era que un tipo estuviera flirteando con él lo que lo ponía tan raro, sino el no saber dónde se había metido su humor rápido e ingenioso y por qué se distraía tanto observando los gestos del extraño que tardaba en responder. No es que le gustara el tipo porque, no. Primero, porque Seunghan era heterosexual -detalle no menor-, pero, sobre todo, Jiwoong era demasiado intenso para su gusto.

Adorable, atractivo, gracioso... Pero intenso.

A Seunghan le gustaba estar en control de la situación y era probablemente eso lo que lo tenía tan incómodo en ese momento.

Afortunadamente, la puerta del bar se abrió y una familiar melena se asomó entre la gente.

Seunghan hizo un gesto con la cabeza, y Sungchan se giró curioso. Al ver a Eunseok levantó la mano en el aire y lo llamó bien fuerte (al menos tres Eunseok en el lugar miraron alrededor confundidos).

—Hey. — saludó con un apretón de manos a Sungchan y al extraño, pero cuando estaba por saludar a Seunghan se cruzó de brazos: —llegué de estudiar solo para encontrar una casa vacía y la ropa todavía en el lavarropas.

—Joder, lo olvidé. Lo siento— se disculpó haciendo una mueca consternada, pero pronto señaló al rubio a su lado: —fue culpa de Sungchan, él me sacó a las rastras.

Sungchan rodó los ojos.

—Bueno lamento haberte obligado a una doble cita con modelos de ropa interior. —Meneó la cabeza, con cierta indignación: —por cierto, Eunseok. Este es Jiwoong — Eunseok lo saludó nuevamente, esta vez sonriendo. —Jiwoong, este es Eunseok, el novio heterosexual de Seunghan.

Eunseok sonrió de ese modo tan raro que solo él sabía hacerlo, con los ojos bien iluminados y hoyuelos en las mejillas. Miró a Seunghan, y frunció el ceño, todavía sonriendo, aunque confundido, pero fue Sungchan quién le explicó.

—Jiwoong aquí está encaprichado con Seunghan, ha estado flirteando desvergonzadamente con él desde hace media hora.

—No se lo menciones a su novio heterosexual. —protestó divertido.

—Solo espero que él no te haya flirteado también. —rió Eunseok e interrumpió el extraño apretón de manos que llevaban dándose por algo así como veinte segundos, para dar un paso atrás y rodear a Seunghan por la cintura.

—No tuve la suerte— dijo Jiwoong y miraba a Eunseok entre divertido y extrañado y Seunghan no podía culparlo, porque era así como él mismo miraba su relación con él a veces.

—Soy un tipo de un sólo hombre— respondió dramáticamente y Eunseok rió estruendosamente porque hacia eso, a veces: — reírse de los chistes de Seunghan como si fueran tan graciosos. No por nada era su mejor amigo.

Después de advertirle a Jiwoong que estaría vigilándolo desde el otro lado de la habitación, Eunseok se fue con Hanbin y sus amigos porque ese era el motivo por el que estaba en el bar al fin de cuentas. Jiwoong había dejado de flirtear con Seunghan, al menos abiertamente, pero todavía lo miraba de ese modo intenso en que lo hizo cuando lo conoció y todavía le sonreía asomando la lengua y Seunghan estaba seguro de que las ridículas amenazas de Eunseok solo lo habían interesado un poco más.

No es que a Seunghan le molestara. Honestamente adoraba la atención y le daba igual de quién viniera, hombre o mujer. Pero seguía incomodándole eso de no saber cómo responder. Eso de haber necesitado que su "novio heterosexual" se acercara para que bromeara del asunto (¿desde cuándo Eunseok bromeaba de cosas antes que Seunghan?).

No había mucho para hacer al respecto, así que Seunghan fue por más bebidas y decidió que si Jiwoong iba a flirtear disimuladamente de ahora en más, él solo iba a hacer de cuenta que no lo notaba, beber cerveza y bailar hasta que le dolieran las piernas. Seunghan no era el tipo más maduro del mundo, pero sabía que había mejores maneras de pasar un viernes por la noche que jugando al gato y al ratón con un ratón que ni siquiera te interesa.



Eran las tres de la mañana y el bar estaba repleto de gente. Habían apagado las luces generales, pero en lugar de eso había luces parpadeantes que acompañaban la música. Él y Sungchan se habían terminado juntando con el grupo de Jiwoong , después de haber bailado con unas chicas por casi cuarenta minutos, aunque en el fondo ninguno de los dos estaba realmente interesado en llevarlas a casa, Sungchan tenía a Shotaro en la cabeza y Seunghan estaba vistiendo bragas.

Ahora, las chicas bailaban con otros tipos y Seunghan escuchaba a los que estaban a su lado hablar unos sobre otros, de música, fútbol y demás cosas, pero él estaba tan ebrio que solo miraba la pista y sonreía, porque a veces cuando la gente hablaba bajo las luces azules parecía que tuvieran dientes fluorescentes.

Lo sorprendió el tacto, al principio. Se hubiese volteado a la defensiva si no hubiese reconocido inmediatamente la voz de Eunseok en el oído.

Entonces, hasta la mano en su cintura se sintió familiar: ancha y firme y delicada a la vez (Eunseok a veces tocaba a Seunghan como si estuviera hecho de cristal).

—Puedo ver tus...— susurró y no dijo más, pero Seunghan pudo oír cómo se humedecía los labios. —Como, deberías subirte el pantalón.

—Joder. —exclamó y en seguida se reincorporó en el asiento para acomodarse el jean. Sintió una ola de pánico y hubiese empezado a mirar a los alrededores para ver si alguien había notado algo, si no fuera porque la mano de Eunseok estaba otra vez en su cintura y eso lograba calmarlo un poco.

—No te preocupes, sólo te decía. Probablemente lo noté porque las reconocí.

—¿Puedes ver mucho de ellas? —preguntó susurrando en su oído también.

Eunseok negó suavemente.

—Sólo los bordes y la cinta del moño— explicó y se alejó de su oído sonriente. Hizo de cuenta que miraba a alguien pasar detrás de ellos y aprovecho para volver a fijarse. Seunghan rodó los ojos porque Eunseok intentando ser disimulado era literalmente la persona más obvia del mundo. —Ahí está bien, no se ve. —susurró otra vez y procedió a desordenarle el cabello juguetonamente.

Recién cuando le guiñó el ojo y se alejó unos pasos, Seunghan notó que tenía la bufanda en el cuello.

—Hey, ¿te vas a casa? —preguntó bajándose del banco y alcanzándolo velozmente. —¿Te vas con alguien?

Eunseok negó suavemente, todavía sonriendo.

—No sé por qué clase de don Juan me tomas, pero no.

Seunghan puso los ojos en blanco: si había algo que Eunseok sabía cómo hacer era conseguir compañía para la noche. No iba a decírselo ahora, de todas formas; tenía sueño, y la música estaba fuerte y ya no tenía quién le vigilara que no se le vieran las bragas.

Se puso en puntitas para hablarle al oído.

—Espérame entonces, voy contigo.



Seunghan se derrumbó sobre el sillón apenas entraron al departamento. El frío de la calle le había hecho tragar la borrachera, pero ahora le dolía la cabeza y el estómago y los metros hasta la habitación se hacían eternos.

Eunseok dejó la bufanda y el saco en la mesita y luego se sentó junto a Seunghan, con los brazos sobre el respaldar del sillón y la cabeza echada hacia atrás.

—Bebí tanto— protestó.

—Lo mismo— dijo Seunghan. —es culpa de Sungchan, lo juro, el tipo no tiene fondo.

Se giró perezosamente hasta quedar panza arriba y trepó las piernas sobre el regazo de Eunseok.

—¿Cómo estuvo el estudio?

Se encogió de hombros.

—Ahora mismo no recuerdo absolutamente nada. —rió y Seunghan sonrió porque siempre lo enternecía ver a Eunseok así con la nariz colorada y la sonrisa fácil.

—El alcohol. —explicó, como si Eunseok no supiera.

—Quizá. —se encogió de hombros otra vez.

Se quedaron callados un buen rato. Seunghan sufría internamente porque necesitaba beber como dos litros de agua si quería sobrevivir a la noche, pero no encontraba las fuerzas para levantarse a buscarla. Eunseok tenía las manos sobre sus rodillas, pero debía estar cansado porque ni siquiera estaba haciéndole cosquillas como siempre que tenía la oportunidad.

—¿Cómo es que tú volviste solo hoy? —dijo después de un rato y Seunghan abrió los ojos de golpe porque aparentemente se estaba quedando dormido.

—¿Qué?

—Estaban hablando con esas chicas, parecían interesadas.

Esta vez fue Seunghan quien se encogió de hombros.

—Sungchan estaba probablemente pensando en su boda con Shotaro y yo... tú sabes.

—¿Qué? —preguntó confundido.

Se palmeó las caderas.

—Estaba vistiendo tu regalo de cumpleaños.

Eunseok rió bien fuerte y Seunghan no sabía que era tan gracioso, pero rió también.

—Fue un buen regalo, entonces— dijo, todavía sonriendo. —Es decir, te gustan.

Se mordió el labio y asintió en silencio. Era raro, hace un momento que lo había mencionado casualmente, había parecido fácil, y no había tenido problema en textear a Eunseok al respecto cuando las vio por primera vez. Pero ahora de golpe, se sentía raro.

Siendo justos no habían hablado, cara a cara del asunto desde el primer incidente en la habitación de Eunseok.

—Sí, son perfectas— dijo finalmente. —me quedan mejor que las otras.

Eunseok no dijo nada. Seunghan tenía todavía las piernas en el mismo lugar que antes, y los dedos de Eunseok no le hacían cosquillas, pero estaban inquietos golpeteando sus jeans. Seunghan sabía que estaba pensando algo, pero jamás se hubiese imaginado qué.

—¿Puedo verlas? —dijo y entonces lo miró y sus dedos se movieron aún más rápido mientras hablaba con el normal tono mórbido que parecía todo menos relajado en ese momento. —Es decir, te vi con las otras.

Seunghan asintió en silencio, pero no se movió. Solo miró a Eunseok y cómo él se mordía el lado interno de las mejillas e intentó buscar alguna razón por la que no debía hacer eso. Había decenas, cientos incluso, lo sabía, pero no podía pensar en ninguna.

—Sí, claro. —dijo y retiró las piernas del regazo de Eunseok.

Sus manos eran pesadas. Se sentían como las mantas en invierno cuando la cama se pegaba a su cuerpo. Y quizá era el miedo, o algo más, pero Seunghan se sentía igual de adicto a ellas. Parte de él solo quería dejar las piernas allí y olvidar los últimos minutos de esa conversación.

En cambio, se levantó, torpemente, como pudo. Estaba jodidamente ebrio, y se tambaleo un par de veces antes de finalmente quedarse de pie. Aun así, aunque era fácil culpar todo eso al alcohol, o a la adrenalina que le daba vestir las preciosas bragas blancas, Seunghan sabía que ese no era el motivo. No sabía por qué lo hacía, pero en todo caso creía que tenía más que ver con que se sentía solo justo: había sido Heeseung quién se las había dado de todas formas, y no tendría el coraje para usarlas siquiera si no fuera por esa perfecta charla que tuvieron en la alcoba aquel día.

Se desabotonó el pantalón, de espaldas a Eunseok, y se lo bajó rápidamente. Se tuvo que respaldar contra la pared para sacar las medias y las botas elastizadas de los jeans, pero finalmente pudo. Se sacó la camiseta, también, porque si iba a hacer eso iba a hacerlo bien y, como mirar a Eunseok parecía una tarea imposible, se miró a sí mismo. Miró la tela sobre su piel y se acomodó los bordes para que queden a la altura justa, y luego miró sus brazos superpuestos al encaje y se sonrió porque no sabía por qué, todavía no lo entendía y probablemente nunca lo hiciera, pero adoraba eso.

—¿Fueron las medias demasiado? —dijo Eunseok volviéndolo a la realidad, y cuando Seunghan miró lo vio sentado en el sillón, con los codos sobre las rodillas y los labios húmedos

—No sabía si era inapropiado o...

—No, ¿estás bromeando? Las amé, es sólo que— comenzó y quiso explicarle todo, pero era demasiado para su pequeña mente borracha. —sonó el timbre, tú sabes, Sungchan— Eunseok asintió, aunque probablemente no tenía idea que intentaba decirle. Seunghan solo carraspeó. —¿Quieres que me las ponga?

Eunseok asintió otra vez solo que un poco más rápido.

Se perdió por el pasillo cubriéndose el trasero con las manos y sonriéndose sin saber del todo por qué. Entró al cuarto de Eunseok: las medias estaban todavía donde las había dejado (tiradas a los pies de su cama), y tuvo que agradecer que Eunseok hubiese decidido no ser un Don Juan ese día, porque el pobre hubiese tenido que dar una gran explicación a quien fuera que durmiera con él esa noche.

Se sentó en la cama a ponerse las medias, porque estarse de pie era una tarea demasiado difícil en ese momento. Apenas terminaba de subirse la segunda cuando Eunseok apareció en el marco de la puerta con su camiseta en las manos.

No dijo nada. Solo se recostó sobre el marco y miró a Seunghan terminar de acomodarse las medias con una sonrisa ladeada y los ojos brillantes.

—¿A qué me veo tierno? —bromeó Seunghan extendiendo las piernas en el piso y mirándolas él también porque amaba esas benditas medias, amaba sentirlas en su piel.

—Jodidamente adorable— sentenció Eunseok, y caminó hacia él para tenderle la mano y ayudarlo a ponerse de pie.

Seunghan rió al chocar torpemente contra él y se alejó todavía tambaleante, demasiado embriagado en el alcohol y en esa sensación tibia que le crecía en el pecho. Se soltó de Eunseok y se miró al espejo y se giró para verse el trasero en el reflejo por veinteava vez desde que Eunseok le había regalado las bragas. Capturó la mirada oscura en el cristal y le sonrió y cuando Eunseok le sonrió también no pudo evitar sentir un suspiro dibujarse en los labios.

No dijo nada porque no sabía qué era lo que quería decir, pero Eunseok no esperó por sus palabras tampoco. Solo lo estudió en el reflejo y finalmente, después de un minuto se acercó de nuevo a él para acomodar el moño que se había aplastado de usar las bragas con el jean.

Seunghan no sabía por qué las manos de Eunseok se sentían tan peligrosas en ese momento, si eran tan anchas, firmes y delicadas como lo habían sido siempre con él.

—En fin— dijo y carraspeó, y la sonrisa de Eunseok se suavizó un poco mientras alejaba las manos de él. —gracias de nuevo.

—No es nada, Hani. Sólo un regalo de cumpleaños.

—Sí, bueno. Fue el mejor de todos. —se encogió de hombros y lo abrazó como siempre hacían, particularmente cuando estaban borrachos: Lo abrazo por el cuello y Eunseok por la cintura y Seunghan no sabía si era el hecho de estar en ropa interior o como el encaje se sentía como magia sobre su piel, pero fue diferente. Duró más.

La sensación se le pegó al cuerpo y aún media hora después cuando ya estaba en su bóxer intentando dormir en su cama, sentía el perfume de Eunseok y el tacto de sus manos en su espalda y no podía dejar de pensar en su sonrisa ladeada y en que cuando le dijo las buenas noches, Eunseok estaba sentado en su cama y todavía tenía en las manos su camiseta que Seunghan había usado todo el día.






como me gusta esta historia oigan

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