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02; Las bragas blancas que Eunseok le regaló para su cumpleaños.



Eunseok había cumplido su promesa, tenía que concederle eso. No solo se aseguraba de avisar cuando iba a dormir afuera -lo cual hacía desde que se habían mudado juntos, de toda forma-, sino que además siempre cumplía el horario en el que prometía volver de Suwon y hasta había adoptado la costumbre de comentar en el desayuno qué clases tenía esa tarde y a qué hora regresaría.

Seunghan había esperado los primeros días sin tocar las bragas (que dormían en su cajón ahora), todavía un poco inseguro y preocupado de exponerse otra vez a Eunseok de ese modo. Pero después de unas semanas había aceptado que Eunseok decía la verdad: que realmente llegaría a tal o cual hora, y que no le importaba lo que Seunghan hiciera siempre y cuando lo hiciera feliz.

Y dios, sí lo hacía.

Una vez que Seunghan estaba seguro de que no tendría vergonzosos accidentes de vuelta, se había afeitado, se había perfumado, se había puesto sus bragas rojas y se había sentido diferente. Realmente no entendía qué era lo que hacían sobre él. Era casi magia. Como si respirar se sintiera diferente así; más fácil, de alguna manera.

No es como si quisiera usarlas todo el tiempo, sino más bien como si...era una suerte de recreo. Se sentía suyo, personal y se sentía libre.

Seunghan no era un tipo demasiado complicado, pensaba. Le gustaba ver fútbol, estar con sus amigos, ir al cine un día a la semana o embriagarse hasta la médula un sábado. Le gustaban las cosas simples, no había nada extraordinario en su vida. Pero a veces, cuando llegaba de cursar, cansado de caminar y de su serie de empleos de medio tiempo que nunca duraban lo suficiente para permitirle un lujo, con los ojos rojos de leer sin lentes en clases y los oídos aturdidos...después de esos días, llegaba al departamento y Eunseok era vivaz y joven y él se sentía literalmente como la mierda.

Se sentía ordinario, y cansado; y vestir las bragas lo hacían sentir tan especial. Tan bonito.


—Arriba cumpleañero.

Seunghan se cubrió el rostro con la almohada.

—Mañana, Seok. Mi cumpleaños es mañana. —Protestó.

Eunseok estaba sentado al costado suyo en el colchón y hablaba como si fueran las dos de la tarde y Seunghan no estuviera terriblemente cansado y mal dormido.

—Sí, bueno, pero mañana no voy a estar contigo para hacerte el desayuno de cumpleaños, así que...

Seunghan levantó la almohada de su rostro con precaución. Las cortinas estaban cerradas y la habitación en penumbras, pero así y todo podía ver la sonrisa ancha de Eunseok y sus ridículos hoyuelos.

—¿Me hiciste el desayuno? —Dijo, reincorporándose lentamente.

Eunseok solo señaló con un gesto de la cabeza la mesita de luz.

Cool: dos tazas de té humeante, cuatro cupcakes de la pastelería junto a la plaza y una jarra de jugo de naranja.

—Gracias, colega. —sonrió, refregándose los ojos.

Se sentó bien en el borde del colchón, para que Eunseok pudiera hacerse lugar juntos él y la bandeja.

—¿Qué hora es?

—Ocho y cuarto— habló. —tengo que irme como en diez minutos.

Claro, el trabajo. Eunseok trabajaba en un consultorio médico de un amigo de su madre, donde era recepcionista (y Seunghan apostaría que era jodidamente perfecto en el trabajo, todo sonrisas y comentarios amables).

—Ya está todo casi listo para la fiesta, pero van a traer el barril de cerveza a eso de las siete...se supone que estaré aquí, pero si no.

—Sí, Seok, no te preocupes— le desordenó el cabello. —Yo estaré aquí.

Eunseok le sonrió y bebió un largo sorbo de su té. Luego, aunque la taza todavía le quedaba más de la mitad (Seunghan podía apostar a que iba a llamarlo más temprano, pero prefirió dejarlo dormir), le dio un beso en la frente y salió disparado para llegar a tiempo al trabajo.

Seunghan lo detuvo apenas había cruzado la puerta.

—¡Hey! Seok...

—¿Si?

—Gracias, por todo.


Cuando Eunseok llegó de trabajar, ya habían llegado la cerveza, y dos invitados. Seunghan intentaba enseñarle a Sohee a hacer trampa al póker mientras Sungchan conversaba junto a Anton y bebían cerveza. Eunseok dejó el maletín a un costado y se les unió, protestando porque esas cosas eran para la fiesta, pero al mismo tiempo obviamente agradecida por tan cordial bienvenida.

Se lo veía un poco raro, debajo de la máscara de buenos modales. Se mordía el labio y tenía la mirada perdida, y Seunghan no sabía si era el cansancio de organizar todo el evento o si simplemente había sido un largo día de trabajo.

Odiaba y adoraba a Eunseok por esa razón. Lo quería porque cuando Seunghan le confesó ebrio una vez que detestaba no poder ir con su familia por su cumpleaños y deprimido porque había perdido contacto con todas sus amistades de Estados Unidos y que ya a nadie le importaba, o alguna otra cosa dramática por el estilo, Eunseok procedía a organizarle la fiesta más grande que le hubiesen organizado jamás (aunque por cuestiones de dinero tuvieron que realizarla en su pequeño departamento)

Lo odiaba porque se lo tomaba demasiado en serio, porque Seunghan hubiese sido feliz si fueran los mismos de siempre, jugando videojuegos y bebiendo vodka con limón, pero Eunseok le gustaba hacer las cosas grandes y por su cuenta, y Seunghan no soportaba verlo así; cansado y pensativo, probablemente repitiendo su lista de tareas en su cabeza para ver si se olvidaba de algo.

—¿Estás bien? —Le pregunto, pero Eunseok sólo asintió suavemente y bebió otro sorbo de cerveza.


Daeun estaba lamiendo la sal de su pecho lenta y húmedamente, cuando un estruendoso bong sonó y la casa entera chilló festejando. La música se detuvo abruptamente y Seunghan se reincorporó en la mesita de café mientras Daeun bebía el shot de tequila. Eunseok y Anton venían de la cocina, uno tocando la guitarra, el otro llevando la torta.

Eran las doce. Era su cumpleaños.

—Probablemente deberíamos haber esperado hasta las doce y cinco— bromeó Wonbin cuando llegó a su lado, y Daeun río hundiendo la cabeza en el hombro de Seunghan, mientras lo abrazaba por la espalda.

Eunseok estaba mucho más ebrio de lo que debería, pero todavía le sentaba bien. La chica con la que había estado besándose antes todavía lo miraba desde la otra esquina del departamento, mordiéndose el labio, con una media sonrisa. No podía culparla, Eunseok era adorable borracho, con las mejillas coloradas y la nariz peor, y los ojos más perezosos del mundo. Era gracioso, porque Seunghan solía confundirlo con sueño, cuando recién estaba conociéndolo; lo veía así, tan blandito y relajado, que le preguntaba si quería que lo lleve a su casa, y Eunseok decía que sí pero después se quedaba hasta las siete de la mañana hablando tonterías y bebiendo cualquier rastro de alcohol que hubiese en el departamento que compartía con Sungchan, en ese entonces.

Eunseok se puso de rodillas frente a él para cantar la última línea de cumpleaños feliz, y la casa entera le aplaudió logrando que Seunghan se sonrojara un poco.

—Gracias, de nuevo. —murmuró.

Eunseok sólo le guiño un ojo y se reincorporó a los tropezones para buscar un cuchillo.

—Hey, Hani. — Sungchan le tocó el hombro, llamando su atención. —Te compre una tontería. Nada del otro mundo.—

Le ofreció un pequeño paquete, que Seunghan sabía que era un CD, pero aun así, bromeó. —Espero que sea un auto, espero que sea un auto.— cruzando los dedos, antes de abrirlo.

—Joder Chan.— dijo al ver el CD que tanto había querido comprar desde hacía dos meses (aunque ya lo tenía descargado ilegalmente) —es mi banda favorita, ¿Cómo lo supiste?

—Hey, te escucho cuando hablas. —se encogió de hombros sacando pecho y Seunghan se sintió tan especial que podría haber llorado. Probablemente era la cerveza.

—Seok le dijo—explicó Anton, rompiendo la burbuja. —También me dejó ver tu colección de historietas para ver qué número te faltaba.

El pelinegro sacó un tomo de Spiderman del bolsillo de su camperón. No estaba envuelto, pero era igual de especial que el de Sungchan.

—Eso es trampa, yo busqué el mío solo— protestó Sohee, ofreciéndole un paquete perfectamente forrado. —Puedes cambiarlo si no te gusta.

Era un suéter azul marino que parecía ser su taller por una vez en su vida.

—Me encanta.— admitió.

Luego de eso, abrió el resto de los obsequios.

—Gracias, chicos.— dijo mientras abrazaba a Daeun por los hombros. —No me hacen regalos de cumpleaños desde que tengo diez.

—Falta Seok.— recordó una de las amigas de Daeun , y Seunghan sabía que no era con mala intención, pero aún así le retruco secamente.

—El vodka que bebes es regalo de Eunseok. La fiesta entera, honestamente. —lo busco con la mirada en la sala; estaba un poco retirado ahora, apoyado en la pared del pasillo con el cuchillo esperando a que todos terminen de mimar al cumpleañero. —Gracias, otra vez.

Eunseok le sonrió desde su rincón de la habitación, pero en vez de darle el cuarto coscorrón de cumpleaños del día, le pasó el cuchillo a Sungchan, para que se lo alcanzara y se perdió por el pasillo hacia el baño.

Después, vino la improvisada batalla de comida (torta y snacks y un par de frutas maduras que alguien sacó de la nevera, volaban por todos lados) el campeonato de karaoke y la tercera sesión de besos con Daeun y cuando quedaba casi nadie en la casa, Seunghan se la llevó a su dormitorio y recién notó que no veía a Eunseok en horas, pero no parecía estar con alguien, -no había música, ni gemidos, ni nada por el estilo-, y Seunghan pensó que quizás había hecho algo mal.

Pero Daeun lo tomó del cuello de su camisa y lo besó con aliento a Ron, y Seunghan, por un momento, no pudo pensar en nada más que en cómo le explicaría, en unos minutos, cuando se bajara los pantalones, porque no tenía ningún pelo en ninguna parte del cuerpo.





Daeun estaba vistiéndose entre dormida a la mañana. Seguía protestando porque no encontraba su sostén, pero no lo estaba buscando realmente, demasiado ocupada en bostezar y refregarse los ojos.

Seunghan estaba sorprendido de sí mismo por haberse levantado a la hora prometida, pero el cerebro le funcionaba por la mitad por todo el alcohol de la noche anterior y cada tonta tarea le llevaba el doble del tiempo.

Ahora, armaba el bolso para irse a casa y no podía encontrar por ningún lado los libros de cuentos que les había comprado a las mellizas. A la mierda. Eran las nueve y veinte y el avión salía en tres horas. Les compraría algo allá.

Abrió la maleta y empezó a meter ropa dentro, toda sucia (la lavaría cuando llegara a casa) desodorante, crema de afeitar, talco...el camperón de plumas de su abuelo, siempre le preguntaba si lo usaba cuando lo veía. Agarró la historieta que le había regalado Sungchan también, lectura liviana para el viaje.

Estaba guardando los libros de texto, cuando recordó que le faltaba empacar la ropa interior. La valija estaba llena, así que abrió la mochila dispuesto a meter todo ahí y salir disparado, y entonces la vio. Una cajita de cartón. Rosa.

Envuelta con cinta blanca y pegada una sencilla tarjeta sin ningún mensaje más que "-xx"

Sabía lo que era. No necesitaba abrirlo.

—¡Lo encontré!— Exclamó Daeun desde la cama y Seunghan metió la caja, calzoncillos y medias en la mochila, sin pensar.

Cuando estaban saliendo del departamento, Daeun lo hizo detener.

—Hey, ¿qué es eso?— Preguntó señalando los paquetes de regalo encima de la mesa del comedor.

Seunghan camino hacia allí y sonrió al verlos. Los benditos libros para sus hermanas. Gracias, Seok.



Pasaron unas cuantas horas hasta que pudo estar a solas.

No había visto a su familia en meses y Minjeong, como siempre, no había dejado de servirle taza tras taza de té hasta que terminó de contarle todas las novedades de su vecindario. Las mellizas hacía un rato que se habían aburrido de estar prendidas de él, y ahora comparaban libros en la sala. Jimin había salido con unas amigas así que solo fueron él, Minjeong y Yizhuo hablando en la cocina hasta la hora de la cena y Seunghan amaba eso, la familia, la forma en la que se sentía con ellos (como si pudiera bajar todas sus barreras, y simplemente ser él, por una vez), pero esta vez tenía una promesa escondida en la mochila y no veía la hora de estar un tiempo a solas.

Fue Yizhuo quien lo sacó de la miseria.

—¿No vas a bañarte para cenar? Apestas a cigarro. —y Seunghan tuvo que jurar por diez minutos que era peste de fumador pasivo, que él jamás tocaría un cigarrillo.

Minjeong lo dejó ir frunciendo el ceño y recordando a regañadientes la trágica muerte de aquel tío lejano a causa de cáncer del pulmón. Sutil.

Seunghan subió los escalones de dos en dos, con el puño bien cerrado alrededor de las bandas de la mochila. Al entrar a su cuarto, apenas noto las cortinas nuevas o el olor a limpio. Revolvió en los cajones por algo de ropa vieja que usar hasta que su mamá le lavara la suya, y cuando tuvo todo listo, asegurándose que ninguna de sus hermanas estuviera asomándose a la puerta, sacó de la cajita de cartón, la envolvió en su viejo Jersey y salió del cuarto.

Tuvo que hacer de bañarse un esfuerzo consciente. Parte de él hubiese abierto la caja apenas entrado al baño, pero no quería llenarla de olor a cigarrillo y sexo y lo que fuera que le prendiera aún desde la noche anterior. Quería oler bonito, y quizás no tenía el shampoo de coco de Eunseok, pero la mayor de sus hermanas tenía una crema para la lucha con olor a frutos del bosque, y ya vería más tarde como lo explicaría, si alguien lo notaba.

Por suerte, no necesitaba afeitarse; llevaba semanas impecablemente lampiño. Solo se enjabono y lavo el cabello y se pasó la crema de su hermana y cuando salió de la ducha olía tan bien como estaba a punto de sentirse.

Se dejó secar lentamente, envuelto en la toalla, mientras inspeccionaba la caja. Era de un rosa pastel, pero tenía el nombre de la marca escrito con un sostificado color mármol. Se veía caro, por pequeñas tonterías; la dureza del cartón, el estilo de la caja, el nombre extranjero. De todas formas, Seunghan apenas si podía leer las palabras, por el modo en que le temblaban las manos.

Suspiro profundo, y la abrió.

Y no es que no supiera, porque, ¿Quién más le regalaría bragas para su cumpleaños? Sobre todo, quién lo haría de un modo no irónico, y tendría cuidado de no dárselo en frente de todos los demás. Solo Eunseok podría habérselas comprado, pero si le quedaba alguna duda, al abrir la caja, fue como si su nombre estuviera escrito sobre el encaje.

Todo gritaba Eunseok.

La nota, con el misterioso y único beso como saludo, lo sostificado de la marca, la mayoría de sus amigos no podían costearse un regalo así, el regalo perfecto. Sobre todo, el color de las bragas, el modo en que al sacarlas de la caja y verlas en su totalidad, Seunghan se sintió de vuelta como si fuera un crío de ocho años en la despedida de soltera de una amiga de su mamá.

Eran blancas, y de encaje, y transparente en todos los lugares apropiados. No era igual al modelo que Seunghan recordaba, pero se miraba que Eunseok había elegido esas en particular siguiendo cada detalle del relato de Seunghan. Hasta el moño en la parte alta del trasero, y el inocente detalle de los bordes.

Lloraría, si no fuera porque tenía que apresurarse si no quería levantar sospechas.

Se las puso más apurado que la vez anterior. Ya tendría tiempo cuando estuviera en Corea de dedicarse a estudiar cómo se sentían, de simplemente pasar tiempo en las bragas. Ahora, necesitaba verse.

Le iban perfectas. Las rojas que había robado del cajón de Eunseok pero eran ahora suyas, le ajustaban un poco, Seunghan tenía que ponerlas y quedarse quieto para que no se enrollan en los bordes y se subiera un poco. Además, la costura era barata. -sintética- y le raspaba junto en el lugar menos apropiado. No es que se quejara porque Seunghan así y todo las usaba en cada ocasión que podía, pero estas eran del tamaño justo para él, y lo suficientemente anchas abajo para no molestarlo.

Noto recién cuando dejó la caja en el lavamanos, que todavía quedaba algo dentro. Su corazón se detuvo por un momento y era tonto, todo lo era, cuando se trataba de Seunghan y de esta cosa que tenía, pero Seunghan casi murió al retirar aquellas medias tan bonitas, blancas y traslucientes de la pequeña caja.

Nunca había usado unas. Su madre no tenía -o no donde él pudiera encontrarlas cuando era pequeño, de todas formas- y seguramente le hubiesen quedado ridículas si intentaba ponerse unas cuando era un crío. Al verlas, sin embargo, descubrió que sin saberlo había muerto por usar unas desde siempre.

No puedo ponérselas. No acababa de sacarlas enteras de la caja cuando se oyó un golpe en la puerta.

—Hani, ¿te falta mucho?— era Minjeong. —Mamá dice que la carne esta lista.

—Estaré abajo en diez minutos, me estoy cambiando. —respondió, maldiciendo por lo bajo.

Considero seriamente hacerlo de todas formas; ponerse las medias y quizás luego solo ponerse el pantalón encima y cambiarse por unos boxers normales cuando tuviera la oportunidad en la noche, pero solo lograría estar nervioso toda la noche. Además, el punto no eran las bragas, ni las medias, era sentirse bonito y especial y no iba a lograr hacer ninguna de las dos cosas estando paranoico durante la cena.

Guardó las medias. Dudo, cuando estaba por sacarse las bragas. No le importaba tener que postergar ese momento nuevamente hasta estar en Corea, aunque fuera recién en dos o tres semanas. Sabía que iba a ser una tortura, pero podía hacerlo. Pero iba a ser doblemente difícil si ni siquiera...si no tenía la oportunidad de verse con ellas, con sus bragas blancas, con su regalo de cumpleaños.

Extrañaba el espejo de Eunseok. Extrañaba cuando sus hermanas no eran adolescentes y vivían moviendo las cosas de lugar (¡¿dónde habían dejado el espejo pequeño que su mamá usaba para maquillarse a veces?!)

Suspiró, y tomó el celular que estaba arriba del revistero. Sólo sería una foto. La vería y la borraría, y no pasaría nada.

Se paró con los azulejos del baño de fondo, y echó el trasero para atrás para separar los muslos, y se fotografió del ombligo para abajo, no supo controlar la sonrisa cuando vio la foto; se veía tan suave y curvilíneo...no debería ponerse así de emocional por unas bragas, pero es que, joder, había esperado ese momento desde los ochos años. Peor aún, se había resignado a nunca tenerlo, también, porque a medida que pasaban los años, Seunghan se daba cuenta que la única vez que vería a alguien con las medias, y los moños, y el encaje, y la transparencia, sería el día en que se casara, y no podría pedirle a su esposa que se las presté un segundo si no quería el divorcio de inmediato.

Seunghan pensó que nunca tendría eso, y sin embargo lo tuvo. Eunseok se lo había dado y quizás las bragas lo hacían sentir bonito y cómodo y especial, pero Eunseok siempre lograba hacerlo sentir jodidamente querido.

Abrió WhatsApp. Eunseok tenía de ícono una foto de él y Anton la noche anterior, bebiendo del mismo vaso de cerveza por sorbetes separados. No estaba en línea desde hacía horas, y probablemente era mejor así, porque Seunghan realmente debería ponerse ropa de varón y bajar a comer en dos minutos. Escribió: "¡¡Seok!! Quería darte las gracias de nuevo por la fiesta, y también por el regalo. Honestamente fue el mejor cumpleaños de mi vida."

Acababa de guardar las bragas en la caja otra vez, cuando el teléfono sonó.

"Es genial oír eso :):):) hey, ¿realmente te gustaron? Puedes cambiarlas si no te gustan o no te van. Feliz cumpleaños otra vez."

"Me encantan."

Escribió y lo envió, y estuvo a punto de enviarle también la foto, de pura emoción. Afortunadamente, una vocecita en la consciencia le dijo que enviarle fotos en bragas sería demasiado raro, incluso para Eunseok, que era el raro por excelencia. En cambio, agregó: "Me van bien, creo :p"

"Apuesto a que sí." Respondió Eunseok. "en serio me alegra que te hayan gustado. Y que hayas disfrutado la fiesta."

Seunghan tardó en responder, Minjeong había vuelto a golpear la puerta, y tuvo que cambiarse tan rápido como le fue físicamente posible. Recién después de haberse escabullido en su dormitorio para guardar las bragas en algún lugar donde nadie las encontraría y cuando ya estaba en el comedor y la mesa estaba servida, saco el celular del bolsillo y pudo leer el mensaje.

Sonrió.

"Ahora la pregunta es qué puedo hacer yo para que tu cumpleaños sea tan genial?? Jaja :p :p"

"Ya veremos ;)"


actualización doble para ustedes.
es bastante corta así que terminaré rápido porque tengo otras adaptaciones que quiero hacer.

disfruten.💗

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