Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

01; Las bragas rojas en el cajón de Eunseok.



Seunghan nunca guardaba la ropa. No era de ocuparse mucho de las cosas de la casa, en general. Desde que se había mudado con Eunseok más temprano ese año, apenas si había usado el lavarropas seis veces (y todas ocasiones en las que Eunseok no estaba en la casa para auxiliarlo) y en cada una de ellas había tenido que llamarlo por teléfono para que lo guíe durante el proceso. Su única tarea era la limpieza, y aún en eso era bastante malo.

Pero la cosa es que Eunseok había tenido que salir apurado, porque se había quedado dormido y el tren partía en una hora, y:

—Va a largarse a llover en cualquier momento, Seunghan. ¿Puedes levantarte y hacerlo tú?


El cielo estaba tan cerrado que parecía de noche, aunque era ya casi el mediodía. Seunghan se puso un suéter de Eunseok que estaba sobre el sillón, y entre bostezos salió al balcón con un canasto y ganas de volver a la cama. Se despabiló cuando al descolgar su camiseta vio unas bragas de encaje rojas que definitivamente no pertenecían ni a él, ni a Eunseok.

Por un momento, se quedó inmóvil frente al tendedero. El viento chiflaba agitando la ropa, y la braga se balanceaba pendiendo de la soga como una bandera roja anunciando peligro. Si de lluvia o de algo más, Seunghan todavía no estaba seguro.

Un trueno lo volvió a la realidad. No era tiempo de pensar tonterías. Seunghan ya no tenía doce años y no podía ponerse así por algo tan bobo. Manoteó la prenda y las demás que quedaban, y las puso en el canasto, y antes de que la primera gota de lluvia cayera sobre Seúl, Seunghan ya estaba doblando la ropa sobre la mesa y con la puerta del balcón cerrada.



Seunghan recordaba de memoria la primera vez que había visto unas bragas. Tenía seis años y estaban en la casa de una amiga de su mamá. Él era el único niño, porque todas habían dejado a sus hijos con sus respectivos esposos. Su padre estaba de viaje, así que a su madre no le había quedado otra opción que ir con su panza de ocho meses y su hijo a aquella extraña, pero tranquila despedida de soltera.

Había dibujado toda la tarde en la mesa del té: dinosaurios con alas y espadas samurai, y rayones de crayolas que simulaban el fuego. No prestaba atención a las conversaciones porque eran aburridas y no las entendía de todas formas, pero había algo del tono en que hablaban que lo hacía sentir curioso y extraño. La amiga de su mamá mostraba el modelo de vestido que había encargado de un catálogo, y el resto de las mujeres se reían de lo enorme que era.

—No va a poder encontrarte debajo de una cola tan grande. — bromeó una de las amigas, pero la futura novia respondió rápida y pícaramente.

—Lo que llevaré debajo será pequeñito. — Y luego risas estruendosas y cuchicheos absurdos.

Seunghan no recordaba mucho más de la conversación, pero si una frase y una imagen grabada a fuego. La futura novia había vuelto de la habitación con una cajita de cartón negra, y los labios apretados para no sonreír. Saco unas medias de encaje blancas, con portaligas incluido, y una tanga trasluciente y un corpiño angelical, y Seunghan no había visto algo así en su vida, pero recordaba reconocer, aún tan joven, lo bonito que era.

Lo otro que recordaba era el tono tímido y pícaro con el que la futura novia había dicho:

—Sólo quiero verme bonita para él.

Seunghan dobló la ropa con cuidado. La de Eunseok al menos, no tenía sentido esmerarse con la suya cuando iba a dejarla amontonada en las estanterías de su dormitorio. Primero las remeras, luego los pantalones, y por ultimo las medias dobladas sobre si y los bóxers por la mitad. Arriba de la pila de ropa, puso las bragas rojas, e intentando no pensar en los recuerdos que le venían, dejo todo sobre la cama de Eunseok, y luego cerré la puerta.

Solo tenía que prometerse no entrar al dormitorio de Eunseok y estaría bien. Si había tenido el suficiente autocontrol a los trece podía tenerlo ahora, con veintitrés años y la camiseta secándose frente al calefactor en la sala.


El sábado fue lo más difícil. Sabía que Eunseok no volvería en todo el día y tenía todo el tiempo del mundo para probárselas y mirarse frente al espejo como hacia cuando era niño. Sabía que sería diferente ahora, porque él era diferente (su cuerpo era diferente), pero moría de ganas de saber cómo. Nadie tendría que saberlo, y podría seguir con su vida haciendo de cuenta que nada había ocurrido. Pero, también, Seunghan pensaba que, si la sola idea de tener unas bragas en la otra habitación lo tenían así, ¿cómo podría creer que estaría desafectado una vez que se las pusiera?

Era un camino sin salida, lo sabía.

Pero sobrevivió el sábado, y el domingo fue más fácil. Cuando Eunseok se iba a Suwon, siempre lo hacia los sábados a la mañana en el tren de las 11 (nunca lograba levantarse más temprano e irse más tarde era siempre un problema, y terminaba perdiendo la mitad del día). Era predecible, en eso, al punto tal que cuando Seunghan lo veía salir tarde y apurado, ponía los ojos en blanco y lo esperaba con té media hora después. Lo difícil de adivinar era la hora en que volvía. A veces, si su mamá tenía planes con la parte de la familia que no le gustaba volvía a la mañana del domingo, y otra se quedaba hasta después de la cena y llegaba cerca de la medianoche a Seúl.

A Seunghan solía sacarlo de quicio, porque el horario en que volvía Eunseok afectaba su dieta, y pedirle que le avise con tiempo a qué hora volvería había demostrado ser como pedirle peras al olmo. Ese domingo, sin embargo, se lo agradeció. Era difícil siquiera imaginar probarse las bragas cuando Eunseok podría entrar por esa puerta en cualquier momento.



—¿Te parece justo volver justo ahora? —protestó Seunghan cuando Eunseok abrió la puerta del departamento. El chico con apariencia de ciervo le sonrió mientras dejaba la valija junto a la puerta y cerraba detrás de sí. —Si hubiese sabido que venias no hubiese pedido comida.

—¿Y me ibas a hacer cocinar? ¡Recién llego! Estoy cansado.

Eunseok se sacó las botas mojadas y se calzo las pantuflas que Seunghan le había regalado para su cumpleaños antes de mudarse juntos. Dejo la campera en el sillón y camino hacia la mesa.

—¿Me extrañaste? — bromeó mientras le sacudía el cabello, y luego se sentó a su lado.

—Me aburrí hasta la muerte— explicó y no era del todo mentira —,no pude hacer nada con este clima horrible.

—¿Qué comemos?

—Pollo Kung Pao. Hay ramen en la mesada.

—Aww, me esperaste. —sonrió Eunseok y fue a buscar el resto de comida a la cocina.

Mientras comían, Eunseok le contó de Suwon. Le dijo de su amiga del colegio con la que se había visto, del novio que Karina le había presentado ("bastante decente" tuvo que admitir, aunque no parecía del todo contento) y del color del que su mamá había pintado las paredes del comedor.

—Fuimos hoy temprano a comprar unas cortinas— conto —, para que combinen o lo que sea.

—¿Trajiste algo para nuestra casa?

—Sí, de hecho— recordó —, te lo mostraré luego— dijo y se palmeó la panza para indicar que estaba demasiado lleno para moverse. —¿Qué hiciste tú el fin de semana?

Pensar en las jodidas bragas sobre tu cama.

—Nada, realmente— se encogió de hombros —, jugué videojuegos, miré televisión. Estudié, un poco.

—¿No saliste con los chicos? — Seunghan negó con la cabeza.

—No tengo dinero y no ha parado de llover desde el sábado en que me despertaste. ¡Oh! Por cierto— dijo, porque no podía contenerse del todo. —bonitas bragas te compraste.

Eunseok frunció el ceño, pero pronto comprendió.

—Ohhh, las viste— sonrió. —Hwayoung se las dejó el jueves y no la he visto desde entonces.

—Bueno, no puede decirte que eres un mal novio. Le lavas la ropa.

—No soy el novio— protestó, pero volvió a sonreír. —aunque debo admitir que soy un caballero.



Seunghan había dejado de pensar en las bragas. Más o menos. Cada vez que se ponía una remera roja observaba el contraste del color sobre su piel y se perdía imaginándose cómo se verían las bragas en él. Pero las semanas pasaban, y las bragas probablemente no estaban en el departamento de todas formas, y era para mejor. Le había costado trabajo quitarse el hábito una vez, y no quería tener que volver a pasar por eso.

Cuando llegó noviembre, las bragas parecían tan lejanas en el recuerdo como las que escondía en el cajón de los juguetes cuando era niño y Seunghan se sentía como si hubiese esquivado una bala.

Entonces, sucedió. Quizá era el destino de todas formas.

Eunseok había estado con exámenes, y el clima no había ayudado, y la ropa sucia se apilaba sobre el canasto. Seunghan tenía que vestirse para la Universidad, pero no tenía siquiera ropa interior, Eunseok había rodado los ojos y después de decirle "podrías, aunque sea lavar eso cuando te bañas, ¿qué harías sin mí?", le había ofrecido que tome unos bóxers de su cajón solo por esta vez.

Seunghan entró a la habitación de Eunseok, impecablemente ordenada como si la semana de exámenes no la hubiese golpeado (la de Seunghan parecía víctima de un huracán, tazas de café en cada superficie plana del dormitorio y envoltorios de comida desparramados por el piso alrededor del tacho). Abrió el cajón, y las vio en seguida: estaban debajo de un montón de bóxer y calzoncillos, pero el rojo era brillante y capturó la mirada de Seunghan enseguida. No parecen escondidas, sino más bien olvidadas, y Seunghan tuvo que morderse el labio para no gritar.

Quizá podría llevárselas, quizá Eunseok no lo notaría. Hwayoung no había aparecido en el departamento en meses, y Eunseok no creía que volvería a buscarlas. Las tocó suavemente, y la sedosidad de la tela le murmuraba sobre los dedos. Pero se oyeron los pasos torpes en el pasillo y pronto Eunseok se asomó por la puerta. Seunghan apretó el puño alrededor de unos bóxers cualquiera y cerró el cajón.

—Oh, Seunghan. —dijo Eunseok. —me voy a casa mañana. Llevaré cosas para lavar allí.

—Okay. —se encogió de hombros intentando no mostrarse culpable.

—¿Quieres que lleve algo tuyo? Te diría que podrías lavar tu aquí, pero los dos sabemos que no lo harás.

Seunghan sonrió.

—Quizá una muda de ropa, por si acaso.

Eunseok sonrió también.

—Bueno, me voy al examen. Déjala sobre la cama antes de irte, así armo el bolso esta noche.


Después del examen esa tarde, Seunghan pasó por una farmacia en el centro. Compró crema para afeitar y dos máquinas descartables y sabía que no se veía raro para nada, pero no podía evitar pensar que quizá todos sabían. Al salir de la tienda escondió la bolsa en la mochila, y cuando llegó al departamento la dejó en el mueble de su pieza antes de ir a saludar a Eunseok.

—¿Cómo te fue?— preguntó y se sentó en su colchón mientras Eunseok terminaba de guardar todo.

—Bien, creo— dijo. Las dos remeras negras de Seunghan fueron a parar con todos sus jeans oscuros a una bolsa plástica, y los pantalones de jean claros con la ropa blanca. —Pero estoy muerto. Ya quiero llegar a Suwon y dormir. ¿Y a ti?

—Lo mismo. Creo que solo voy a dormir todo el fin de semana.



Seunghan se levantó al otro día cerca de las nueve. Se había puesto el despertador a las nueve y media, pero el cerebro lo había llamado antes. Fue a la cocina y preparó el desayuno: café para Eunseok y té para él.

Estaba ansioso. Una mezcla de ganas de que todo acabe y arrepentimiento por adelantado. No dejaba de pensar en las jodidas bragas, y solo quería que fueran las diez para que Eunseok se levantara y se fuera para entregarse a eso que lo estaba carcomiendo por dentro y solo... Suspirar... Dejar que pase... Entregarse.

Estaba cansado.

Llamó a Eunseok a las nueve y media, con la excusa de que lo ayude a poner el lavarropas antes de irse, y desayunaron juntos en la cocina. Eunseok le explicó veinte veces como programarlo cuando pusiera la ropa de color, pero Seunghan no estaba prestando mucha atención.

A las diez y media, Eunseok le dio un último coscorrón y se despidió por el fin de semana. Al cerrarse la puerta, Seunghan suspiró pesadamente y sonrió. Estaba temblando de miedo, pero estaba seguro de que quería hacer eso.



Se afeitó mientras se llenaba la bañera. Lo hizo con cuidado y paciencia, quería estar impecablemente liso. Eliminando también el poco vello facial. Con las piernas, y el pubis, se recortó un poco primero, y luego usó casi la mitad de la crema para afeitarse hasta el último centímetro. Se había cortado encima del tobillo, pero no había dolido, siquiera, y luego cuando Seunghan se tocaba y sentía la suavidad de su piel, pensó que valía la pena.

Se metió en la bañera y dejó que el agua caliente lo relajara un poco más. Se lavó la cabeza con el champú de Eunseok (que olía a coco) y después se quedó recostado mirando la humedad de los azulejos rodando abajo hasta que el agua estuvo tibia.

Eran la una de la tarde cuando finalmente salió del baño. Tenía el pelo húmedo pero el cuerpo ya se había secado por puro paso del tiempo. Estaba temblando. Seunghan se miraba al espejo y pensaba en las bragas y temblaba.

Suspiró pesadamente y salió del baño. En la soledad del departamento el silencio se respiraba. Seunghan pasó por su cuarto a ponerse desodorante y buscar el celular. Necesitaba ruido, algo que acallara, aunque fuera un momento la discusión interminable en su cabeza. Parte de él le recordaba que todavía estaba a tiempo de arrepentirse, dejar el pelo crecer y olvidar esas benditas bragas y solo hacer de cuenta que nada había pasado. Pero puso música, lenta y húmeda, e ignoró las voces mientras entraba, todavía desnudo, en el cuarto de Eunseok.

No se entretuvo demasiado. Dejó el celular en la cama y buscó las bragas en el cajón. Esta vez estaban a plena disposición, Eunseok se había llevado la mayoría de su ropa interior a Suwon así que nada las ocultaba. La tomó entre sus dedos, dejó que su suavidad se le hiciera carne, y luego, todavía temblando, la reposó sobre su pubis y se miró.

Dios. El rojo se veía bien.

Tragó saliva y empezó a ponérsela. Era tonto el modo en que lo hacía, lentamente, como dándose tiempo para arrepentirse. Como si fuera a hacerlo. Como si pudiera, siquiera.

Era tan diferente... Seunghan no podía odiarse por extrañarlo. Es que no había otra tela que se sintiera tan bien sobre su piel, tan cómoda. Era encaje sintético, ni siquiera el bueno, pero Seunghan lo sentía sobre su piel como espuma de mar. Nunca se había sentido tan desnudo y tan bonito como en ese momento, mientras acariciaba la tela sobre su piel y miraba abajo y sus piernas parecían largas y delicadas recién afeitadas, desde ese ángulo.

Si nadie lo molestaba, se quedaría así todo el fin de semana.

Caminando por la casa semidesnudo, con las cortinas cerradas. Que se jodan sus amigos, podría salir de fiesta en otro momento. Si alguien preguntaba, diría que había invitado a una chica aprovechando que Eunseok no estaba, y conservaría su secreto y su dignidad. ¿Quién sabia cuando tendría otra vez la misma oportunidad? En algún momento Eunseok tiraría la braga a la basura como hacía con todos los recuerdos que dejaban sus ex en la casa, y todo eso habría acabado. Tenía que aprovecharlo.

Cerró el cajón y luego la puerta del placard, dispuesto a ir a su dormitorio a buscar alguna remera para ver cómo le sentaba el contraste. Sin embargo, se encontró de golpe con su reflejo y entonces...

Lo había olvidado. Había olvidado que Eunseok tenía un espejo en la puerta del placard. Dios.

Dios.

Se veía tan bonito. Dio unos pasos atrás hasta poder capturar todo el reflejo en el cristal. Sus piernas se veían femeninas sin pelos y las bragas le dibujaban un ángulo suave debajo del vientre, donde su panza asomaba. Hasta eso se sentía bien ese día, hasta la panza de cerveza de la que no podía deshacerse en el gimnasio. Era curva y suave y delicada, y Seunghan no podía creer que ese fuera él.

Echó el trasero atrás para que sus muslos se vieran más delgados. Se dejó el flequillo caer sobre un costado y puso caras ridículas mirando al espejo, y honestamente, si viera a alguien hacerlo (¡incluso si se tratara de una chica!) no se cansaría de torturarlos al respecto, pero se sentía tan bien. Se veía tan bonito.

Sucedió todo demasiado rápido, Seunghan debería haber apagado la música del celular. Pasos en el pasillo. Torpes, pesados. Seunghan los conocía de memoria.

Quizá si hubiese sabido qué hacer podría haberse salvado, esconderse en el closet, cubrirse con alguna toalla, o algo. Pero fue tan repentino... Estaba tan alto, hacia un segundo, que cuando Eunseok abrió la puerta todavía tenía una media sonrisa, aunque por dentro estaba muriendo de miedo.

—Jesús... Lo siento, lo siento. — Eunseok cerró la puerta otra vez y Seunghan se vio sonreír una última vez al espejo antes de dejarse caer suavemente sobre la cama, hundir el rostro en sus manos, y empezar a llorar.



—¿Seunghan?

Abrió los ojos, asustado. Sobre todo, confundido. Estaba oscuro y Seunghan semidormido, y si no fuera porque sentía el tacto de las bragas sobre su piel todavía, podría convencerse de que todo había sido un mal sueño.

— Seunghan... Vamos, Háblame.

Eunseok se sentó a su lado en la cama, y Seunghan se limpió la nariz con la muñeca mientras reconstruía la escena: estaba en el dormitorio de Eunseok, todavía. Llevaba las bragas porque no quería estar desnudo y porque no se atrevía a salir del cuarto para buscar su ropa. Tenía tanta vergüenza que le había sacado el cobertor a la cama y se había sentado sobre el colchón cubierto bajo él como un fantasma. No recordaba haberse quedado dormido, pero lo último antes de la voz de Eunseok despertándolo era un recuerdo difuso de morderse la mano para no gimotear, porque no le quedaban lágrimas, pero seguía sintiendo ganas de llorar.

—Hannie. — Eunseok lo envolvió por encima del cobertor y lo atrajo hacia él, en uno de esos abrazos torpes y descoordinados que le salían tan bien. —Llevas aquí cuatro horas, bebé, no puedo dejarte así.

Bebé.

Seunghan había logrado activar a Eunseok sobreprotector. Qué embarazoso.

—Estoy bien. —mintió.

—Estás cubierto con mi frazada.

—Hace frío.

Eunseok rió.

—¿En serio vas a hacer esto? Pretender que no pasó nada... Seunghan, los dos sabemos que es mejor hablar del asunto y listo. Será difícil, pero para mejor.

—¿No soy gay, sabes? —explicó frustrado, porque probablemente era lo que Eunseok imaginaba. No podía culparlo.

—No dije eso— respondió. —Aunque no tendría nada de malo...

—Bueno, pero no lo soy. Y esto no es sobre ti— continuó explicando y tuvo que respirar hondo y muy lentamente para no largarse a llorar otra vez. Eunseok tenía razón: sería difícil. —Es solo una cosa que hago. Hacia. Es estúpido, no sé por qué haces un escándalo.

—¡No estoy haciendo un escándalo! —exclamó Eunseok, pero reía, —tú eres el que estuvo toda la tarde encerrado en mi cuarto cubierto con una frazada.

Seunghan rió, tenía que concederle que era gracioso. Su actitud definitivamente no vendía bien el discurso de "no es nada grave". Se preguntaba si Eunseok notaba que estaba temblando, también.

—Mira, no creo que tenga nada de malo, ¿sí? Sólo estaba preocupado por ti porque no salías del cuarto y pensé que te sentías mal al respecto. Todo el mundo tiene sus cosas, Seunghan, no es raro.

—Es un poco raro— admitió.

—Todos somos raros y tú no estás lastimando a nadie.

Okay, eso era cierto. Era solo una cosa que hacía, todos tienen sus cosas.

Asintió en silencio, mientras se incorporaba, alejándose del abrazo de Eunseok.

—Cúbrete, quiero acomodarme, me estoy asfixiando.

—Listo— dijo Eunseok, y Seunghan se destapó.

La luz del techo siempre le había parecido demasiado pálida, a Eunseok le gustaban las cosas pálidas, era su estética o algo así, pero esa vez le hizo cerrar los ojos.

Volvió a cubrirse, porque todavía estaba desnudo a excepción de las jodidas bragas. Esta vez, solo hasta la cintura.

—Listo.

Frunció el ceño esperando la mirada compasiva de Eunseok, que sabía vendría, pero era aún peor de lo que la recordaba. Oscura y tibia y transparente, Seunghan se sentía aún más desnudo bajo ella.

—Estuviste llorando— dijo e intento refregarle las mejillas, pero Seunghan se apresuró a correr el rostro.

—Estaba muriendo de vergüenza, Eunseok, eso es todo. No te preocupes.

Recién en el silencio frío que vino después, Seunghan notó que su celular todavía aullaba suave música desde algún rincón de la habitación. Arctic Monkeys. Seunghan iba a odiarlos de ahora en más. No podría escucharlos sin recordar ese momento.

No podría entrar en esa habitación sin recordar ese momento.

No podría mirar a Eunseok sin recordar ese momento.

¿Podría Eunseok mirarlo a él? ¿Lo odiaría de ahora en más, como él odiaría a esa banda?

—Siento que hayas visto eso— murmuró, —no es algo que hago siempre, ¿sabes? Sólo esta vez.

—Está bien, no te preocupes.

—No, pero es en serio. No es como que me meto en tu cuarto cuando te vas, y me pongo estas benditas bragas, no quiero que pienses que soy un pervertido.

— Seunghan, en serio, no estoy pensando eso, no te preocupes.

—No debería haberlo hecho, lo siento. — dijo entre dientes y, okay, estaba llorando otra vez. No estruendosamente, por suerte: las lágrimas ni siquiera caían. Pero sentía el estrujón en el pecho y los ojos húmedos, y le temblaban los puños cerrados sobre la frazada que le cubría las piernas. —Pero es que estas jodidas bragas... Intenté tanto tiempo... Como, si no fuera porque las vi ayer cuando me prestaste el bóxer... Nada de esto hubiese pasado.

—Seunghan. —Eunseok lo tomó con firmeza del rostro, obligándolo a mirar sus ojos: —está bien, lo juro.

—No, no lo está— murmuré y se hundió en su hombro y ahora sí, lloraba. No había otra forma de llamar a eso. Eunseok le palmeaba la espalda, y Seunghan lloraba como un niño, y de golpe no se sentía como si los últimos diez años hubiesen pasado. —No estaba bien cuando era un crío y no está bien ahora y lo siento.

Le contó entre sollozos la historia. Eunseok no hacia preguntas, ni lo interrumpía, pero le acariciaba la espalda mientras lloraba y recibía su mirada con ternura y compasión cada vez que Seunghan se atrevía a ofrecérsela. Le conto de la despedida de soltera, y del cajón del dormitorio de su madre, y de pararse frente al espejo y cerrar el puño en la parte trasera de las bragas para que no se cayeran cuando se las ponía. Para que se vieran como si estuvieran hechas para él.

Le contó acerca de la sensación en el pecho, la misma que había tenido hacia unas horas. Le explicó que no era sexual, que nunca lo había sido, pero que se sentía tan bonito en ellas que era adictivo, que había algo en la tela que lo llamaba, algo en verse con las bragas puestas que se sentía cómodo. Le contó de cómo había dejado todo cuando cumplió los trece, y se dio cuenta de que ese tipo de cosas le ganarían azotes si alguien se enteraba.

Le conto de cómo se mordía el labio para no hablar cada vez que una chica se desvestía frente a él, y llevaba esa ropa interior tan bonita puesta, y le contó cómo le temblaban las rodillas cuando vio las benditas bragas colgando del tendedero.

Habló como una hora entera, quizá un poco más, y cuando ya no supo qué más decir, de golpe se sintió bien. Relajado.

Eunseok le acariciaba el hombro, y Seunghan por primera vez levantó la mirada para verlo y pudo sostenerla allí.

—Así que, eso. —dijo.

—Así que eso— repitió Eunseok sonriendo. —No era tan grave, ¿cierto?

—Tú no eres de este mundo, por eso estas tan calmado.— protestó, sonriendo también.

Eunseok le palmeó una última vez el hombro antes de ponerse de pie.

—Voy a preparar algo de comer, porque no mastico desde el desayuno— dijo, —no sé si lo notaste, pero no fui a Suwon.

—Lo noté.

—Es una larga historia, te la contaré en la cena— dijo. —tu mientras me tiendes la cama y te cambias, o lo que sea.

—Okay. —asintió Seunghan.

Estaba poniéndose de pie, también, cuando Eunseok se paró de lleno en la puerta. Se giró, frunciendo el ceño, y miró a Seunghan fijamente, y él se hubiese asustado si no fuera porque Eunseok era de otro mundo y jamás le diría algo feo.

—Voy a decir tres cosas y quiero que no me interrumpas con estupideces, como, lo siento, o lo que sea, ¿sí?

—Okay...

Eunseok se llevó las manos a la cintura.

—No hay nada raro en todo eso, okay, la gente hace cosas así, está bien— Seunghan asintió y agachó suavemente la mirada. —No, no. Nada de timidez, mírame a los ojos, es importante.

—Vamos, Seok...

—No, mírame— Seunghan lo miró. —no tienes nada malo. Tú sólo querías sentirte bonito, y te veías bonito, así que, eso.

—Así que eso. —repitió manteniendo la mirada fija e intentando no pensar en eso último que había dicho.

—Y, como, no es que te veas mal con vello facial porque no es así, pero así te ves como tres años más joven.

—¿Esa es la segunda cosa? —frunció el ceño, porque pensaba que eso era un discurso serio de mejor amigo o algo así: —¿qué debería afeitarme más seguido?

—Si, eso— le sonrió, —y la tercera es que puedes quedarte las bragas. No es como si Hwayoung fuera a volver a buscarlas ni nada. No estás lastimando a nadie, y obviamente te hace feliz porque tenías una sonrisa enorme cuando te vi. —recordó y esta vez fue él quien ocultó la mirada. —aunque fuera un segundo, incluso recién, cuando me contabas todo. Te hace bien y a mí me pone feliz que estés bien, así que eso.

—Así que, eso. —murmuró y se mordió el labio.

Eunseok se quedó un momento más en la puerta, solo mirando a Seunghan.

Finalmente, sonrió.

—Te prometo que avisaré si vuelvo antes de ahora en más.

—Eso sería de ayuda. —sonrió también.





NUEVA ADAPTACIÓN

primero que nada, la historia es +18, ténganlo en cuenta si van a leer.
espero les guste mucho así como a mi.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro