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[Some people think they're always right
Others are quiet and uptight
Others, they seem so very nice-nice-nice-nice, oh
Inside they might feel sad and wrong, oh, no...]
You Only Live Once - The Strokes
Feliciano Gonzales:
Silencio
El silencio se define como la falta de ruido o la abstención de hablar. Muchas personas aman el silencio, muchas otras lo detestan. Hay ocasiones en las que el silencio te hace sentir solo y hay en otras ocasiones logra que sientas una compañía. Cuando pasas mucho tiempo en silencio, es difícil que algún sonido sea de tu agrado.
Mi nombre es Feliciano Gonzales y he pasado la mayor parte de mi vida en silencio.
Tal vez no en el sentido literal, supongo que siempre hay algún tipo de sonido rodeándome, pero yo estoy en silencio. En algún momento de mi vida, decidí que ya no quería escuchar. Dejé de escuchar a las personas, a mis padres y a mis profesores. Dejé de escuchar las discusiones y las risas. Los lamentos y los gritos. A tal punto que hubo un momento en el que el más mínimo sonido me causaba una migraña que me dejaba en cama por días.
Mi madre empezó a mostrar una pequeña preocupación hacia esta situación y decidió llevarme a una revisión general. Después de cientos de pruebas, gritos y llanto, los doctores llegaron a la conclusión de que no había nada malo en mí. Era completamente normal y eso fue lo que realmente hizo que se preocuparan. Probablemente no lo consideren como un problema tan serio, pero, en poco tiempo, esta situación se convirtió rápidamente en un problema tanto en mi vida, como en la de mis padres. Los doctores creen que mi cerebro se vió forzado por mí mismo a rechazar cualquier ruido, y con el tiempo, se adaptó y acostumbró a eso.
Creían que tenía fonofobia, pero lo descartaron al notar que no solo le tenía "miedo" o "pánico" a los ruidos fuertes, sino que le tengo miedo a todo tipo de sonido. Además, mi caso no es miedo, simplemente me desagradan en cantidades sorprendentes.
No estaba enfermo y tampoco tenía algún trastorno.
Era normal, común y reemplazable. Nada me hacía especial, esto solo lograba que destacara del resto, aunque no de una manera completamente positiva. Hay personas que creen no tener amigos, cuando realmente no tiene la más mínima idea de cómo es eso en realidad. Simplemente nadie te habla y no saben lo precioso y perfecto que es eso.
La mayor parte de mi vida escolar la pasé entre un gran maculís y un pequeño bote de basura que se situaban en la parte trasera del patio de mi colegio. A veces me sentaba a leer, a veces simplemente me acostaba en el pasto a observar mariposas, y en otras ocasiones, cuando realmente estaba calmado y tranquilo, apreciaba el suave canto de los pájaros que se encontraban a mi alrededor.
Con el paso de los años, todas las personas a mi alrededor empezaron a ignorar mi existencia. Cuando alguien me conocía, trataba de hablar conmigo, pero, al notar que no iba a obtener una respuesta, lo dejaba de intentar y se iba. Eso pasó con la mayoría de personas, excepto con una.
Amadeo Heredia.
Siempre pensé que era una persona muy peculiar y única. Cada parte de él tenía algo distinto. Desde su nombre hasta su manera de reír. Él es ese tipo de chico que ve el mundo de una manera diferente, es como si no viviera aquí y mientras trata de entablar una conversación conmigo, lo que realmente está haciendo es montar una mariposa increíblemente grande en su propia dimensión. Otra característica peculiar en él es que no se conforma con lo que le presenta el resto. No es un conformista y es difícil que una persona no lo sea. Él no se conformó al no obtener una respuesta de mi parte, sino que decidió quedarse a mi lado hasta obtener una.
La primera vez que intentó entablar una conversación conmigo fue cuando teníamos 5 años. Recuerdo que estábamos en el patio del instituto, yo estaba jugando en el arenero, me caí de boca y me estaba ahogando con la arena que había entrado en mi boca. Mi mayor error fue tragarla en vez de escupirla. En ese momento, mi "problema" no era tan profundo y seguía escuchando a las personas. No entendía lo que decían, pero las escuchaba.
Todas las personas a mi alrededor se empezaron a reír de mí mientras yo me ahogaba.
Sentía que me hundía en la misma arena en la que estaba, creo que esa fue la primera ocasión en la que tuve un ataque de ansiedad. Al ver esto, Amadeo empezó a llorar. ¿Raro? No, no existe lo raro, aunque la gente sí creyó que eso era raro. Aparentemente, ser sensible es raro. Mientras lloraba, él repetía una y otra vez la misma oración. "No es justo, está muriendo". En ese preciso momento, me di cuenta de dos cosas;
1.- La gente tiene problemas.
2.- Qué niño más sensible. Se parece a mí solo que de una manera distinta.
En el momento en el que Olive empezó a llorar, las risas pararon y la gente comenzó a dispersarse. Cuando las personas notan que su acción ya ha afectado a alguien, paran. No lo hacen antes, cuando pueden evitarlo. Tienen que ver las lágrimas de alguien, oír los gritos y sentir el dolor de alguien para poder parar.
Pero Amadeo no era así.
Cuando nos quedamos solo él y yo, Amadeo se acercó y me rodeó la cintura con sus pequeñas manos, haciendo su mejor esfuerzo para sacarme de la arena. Se aseguró de que ya no quedaba más arena en ninguna parte de mi cuerpo y, únicamente cuando ya no quedaba nada, dejó un pequeño beso en mi cabello y se fue. Nunca comprendí por qué hizo eso.
No volví a saber nada de ese niño que se puso a llorar mientras me ahogaba con arena hasta dentro de varios años. En ese momento, todavía no sabía su nombre ni me interesaba saberlo. No tenía ningún interés en hablarle con personas o conservar una relación con ellas. Solo quería sobrevivir al jardín de niños y, si tenía la oportunidad y lograba llegar tan lejor, sobrevivir también a la primaria. Lo sé, era una misión imposible.
El tiempo siguió corriendo y no me costó mucho olvidar al pequeño y cursioso Amadeo, o tal vez eso era lo que quería creer. A veces, cuando realmente estaba muy aburrido y mi cerebro muy tranquilo, pensaba en él. Casi nunca lo veía en el colegio, era como si realmente no fuera, pero, aunque no lo viera, pensaba en él. Me imaginaba una vida en la que yo fuera normal y la pudiera pasar a su lado. Una en donde yo pudiera ser su amigo. ¿Qué se siente tener un amigo? ¿Qué convierte a alguien en tu amigo? Creo que él ya era mi amigo. Me había hablado, ¿no?
En mi cumpleaños número 15, tenía que ir a clases. De todas formas, nunca me gustó celebrar mi cumpleaños. ¿Por qué celebraría un año más? Eso es bastante perturbador, prefiero celebrarlo como un día menos. Ese preciso día decidí escuchar música, bajo mi gran árbol, mientras veía a las mariposas. Normalmente no me gustaba escuchar música, era demasiado abrumador. Una canción que lograba hacerme sentir algo diferente era You Only Live Once de The Strokes. Me transmitía esa sensación de que no estaba solo. Aunque, a veces, me hacía sentir que estoy completamente solo y que eso es más que suficiente. Después de todo, nunca voy a estar completamente solo, de alguna forma u otra, siempre voy a estar conmigo.
Le había puesto un nombre a las mariposas que veía con más frecuencia en mi árbol. No me gustaba pensar que nadie nunca se había tomado un momento de su vida para ponerles un nombre, simplemente es demasiado triste.
Estaba muy tranquilo, hasta podría decir que estaba feliz. Solo podré saber que fui feliz cuando muera. Me gustaba creer que las mariposas sabían que era mi cumpleaños y por esa sencilla razón decidieron quedarse alrededor de mi árbol. Con tan solo pensar eso, me sentía muy especial. Pude percibir cómo las mariposas me rodeaban y sentía que en cualquier momento iba a volar con ellas. Pero entonces pasó, la canción terminó, las mariposa empezaron a alejarse de ahí y alguien se recostó conmigo bajo el deslumbrante cerezo llorón. Mi cerezo.
Cada vez que un ser humano se me acercaba, me hacía creer lo mismo: No se van a dar cuenta de que estoy aquí, si no hago ruido, no me notarán. La única persona en la escuela que sabe que existo es Amadeo. Solo quiero que él sepa que existo.
Usualmente, la gente prefiere ignorar lo que no entiende en lugar de buscar la manera de entenderlo. No me entendían a mí, así que decidieron ignorarme y creo que es mejor así. Sinceramente, yo tampoco solia entender a las personas claramente. Su cerebro sigue siendo demasiado confuso para mí.
Yo solo soy ligeramente diferente.
No pensaba ver quién se había recostado a mi lado, seguramente no iba a tardar mucho en irse e iba a volver a estar solo en muy poco tiempo, cuando es persona se diera cuenta de que hablarle no estaba en mis planes. El problema surgió cuando eso no sucedió. El tiempo siguió pasando y el humano a mi lado no parecía querer irse.
Decidí cometer una serie de estupideces de las cuales me iba a arrepentir en un tiempo no muy lejano.
Cautelosamente, me giré a ver quién se encontraba a mi lado y supongo que, de una manera u otra, ya me lo esperaba.
Amadeo.
Estaba acostado boca arriba, tenía sus hermosos ojos cerrados, sus largas y espesas pestañas conservaban el tono pelirrojo de su cabello, al igual que sus cejas. Las mariposas lo rodeaban, formando un círculo perfecto a su alrededor. Desde el lugar en el que me encontraba podía observar pequeños detalles de él; Todo en él era tan diferente y especial que me podía llegar a asustar. Tenía algunas facciones perfectas en su rostro que simplemente eran fascinantes. Sus labios resaltaban, ya que un tono rojo carmesí, causado por el frío, estaba plasmado en ellos. Pequeñas pecas decoraban su pequeño rostro, nunca antes las había notado. Unos cuantos mechones de cabello se esparcieron desde su frente hasta el inicio de sus ojos. Se ve tan suave. Unas hojas muertas de mi maculís habían caído en él. Quería acercarme un poco más a él, más no quería que me notara.
No aún.
Quería observarlo solo un poco más.
Continué observando a Amadeo por unos momentos que parecieron mágicos. Nunca habia recordado tanto algo como en ese momento. Es fascinante la paz que un humano te puede transmitir con tan solo estar a tu lado, pero todo ese encanto desaparece en cuanto deciden hablar. ¿Por qué lo hacen? ¿Cuál es su necesidad incontrolable de arruinar ese balance perfecto? Nunca lo he entendido y supongo que nunca lo lograré comprender por completo.
Abrumado, decidí evitar todos esos pensamientos que lograban atormentarme más seguido de lo que me gustaría admitir y apreciar el momento.
Amadeo había colocado su mano a una distancia diminuta de la mía. Al tenerla más cerca, pude notar algo. La punta de sus dedos estaba bteniendo un color violáceo. Supongo que por el frío.
¿Recuerdan la serie de estupideces de las que les hablé previamente? Bueno, aquí empiezan.
Decidí tomar su mano y entrelazar sus dedos con los míos mientras sostenía su muñeca con la mano que me quedó libre. Al sentir el cálido tacto de mi mano uniéndose con la suya, Amadeo abrió sus cafés ojos de golpe, llevando mi cuerpo a otra dimensión completamente nueva. Sentía que me ahogaba con solo verlo a los ojos. Su rostro mostraba una mezcla de sorpresa con nostalgia, parecía que se estaba hundiendo en su propia mente y estaba perdido. No entendía cómo ni cuándo había llegado al punto de querer ayudarlo de alguna manera. Simplemente quería demostrarle que no era necesario ahogarse.
Irónicamente, parecía que él se estaba muriendo en esta ocasión.
Y entonces ocurrió. Sentí una necesidad inmensa de envolverlo en mis brazos y salvarlo, alejarlo de lo que fuera que le estuviera haciendo tanto daño. Llegué a sentir cómo me decía todo sin contarme nada. O al menos eso me gustaba sentir. Una conexión.
Como si pudiera sentir lo que yo estaba sintiendo en ese momento, se acercó lenta y cautelosamente hacia mí. Parecía que si hacía cualquier movimiento, se iba a quebrar. O tal vez yo sentía eso y por eso creía que todo el mundo se sentía de la misma manera. Envolvió sus brazos, con una delicadeza abrumante, alrededor de mi cintura y se quedó viéndome directamente a los ojos. Sus confusos y abrumantes ojos cafés me confundían cada vez más. No entendía qué quería que yo hiciera. Tenía una expresión en su rostro que logró confundirme aún más; confusión. Y entonces lo entendí, quería que le correspondiera su abrazo. Lentamente, coloqué una de mis manos en la parte alta de su espalda dándole suaves palmadas. Ese simple acto fue suficiente para que él se diera cuenta de que me gustaba la calidez de su abrazo y siguió observándome por un tiempo, por lo que yo también decidí hacerlo.
Desde la posición en la que nos encontrábamos, podía observar de una mejor y detallada manera su fino rostro. Sus labios estaban muy secos, sus pecas tenían un color peculiar, sus ojos se veían cansados, pero seguían conservando ese brillo característico que los diferenciaba del resto. Podía ver mariposas en ellos.
Cada vez que recuerdo ese preciso momento, algo dentro de mí siente la calidez que logró transmitirme en ese momento y eso me tenía maravillado.
Esa fue la primera, pero no última, ocasión en la que un ser humano me hizo sentir algo . Una emoción, una sensación, una energía. Normalmente, solo sentía eso cuando estaba leyendo, escuchando música o cuando estoy con mis mariposas; nunca por un ser humano. Bueno, los seres humanos me provocaban sensaciones y emociones, pero no eran sensaciones completamente agradables de sentir. Comúnmente, son sensaciones que poco a poco me hunden. Las sensaciones que Amadeo me estaba provocando me comenzaron a salvar.
Desde ese momento, pude sentir diferentes emociones con tan solo pensar en él, ni siquiera necesitaba estar conmigo para darme un motivo de sentir, y, sinceramente, me encantaba ese simple hecho.
Me gustaba estar con él, me gustaba el simple hecho de saber que él está existiendo cerca mío.
Hace un tiempo, estaba recostado con Amadeo, había pasado una semana desde la última vez que había ido a pasar el rato a mi lado. Necesitaba averiguar en lo que realmente quería de él. Cuando estaba con él me sentía completo, pero no sé de qué forma. Me gustaría descubrir qué es esto. Él me hizo sentir algo sin siquiera hacer nada. Su simple compañía me desataba una serie de emociones.
¿Me estaba enamorando de alguien que solo había visto un par de veces y con quien nunca había compartido una conversación?
De nuevo, en cuestión de segundos y por mi culpa, me estaba ahogando en mí mismo. No quería que él me viera así. Me levanté rápidamente de su lado, buscando que el oxígeno volviera a mis pulmones. Podía sentir cómo cada vez menos oxígeno llegaba a mi cerebro, si no me controlaba pronto, me iba a desmayar ahí mismo. Me comencé a alejar un poco del gran árbol, hasta que algo me detuvo, sentía como algo me obligaba a volver al lugar en donde estaba con él.
¿Es normal no poder distinguir cuándo tu cerebro está creando una situación y cuándo realmente está pasando?
Espero que sí, porque a mí me pasa todo el tiempo.
De un segundo a otro, Amadeo me había acercado a él, obligándome a sentarme a su lado nuevamente. Entonces, hizo lo que menos me esperaba. Habló.
—¿Sabes? Eres como un rompecabezas del cual faltan muchas piezas, y por si no consideras que eso es suficiente, todas las piezas son del mismo color.
Después de eso, solo esperé a que el mareo, el desequilibrio y la migraña provocada por el ruido llegara a mí. Algo que nunca ocurrió. Unos cuantos minutos pasaron, me sentía aturdido. Su voz era simplemente relajante y no me estaba haciendo daño. Cuando volví a reaccionar correctamente, lo único que le quería decir era que últimamente él era la razón por la cual podía sentir esas mariposas cuando me iba a dormir.
Últimamente, tú eres la razón por la cual puedo sentir esas mariposas cuando me voy a dormir, dulce ángel...
Un leve sonrojo apareció en las mejillas de Amadeo.
—¿Dulce ángel?
—¿Eh? — ¿Qué acabo de hacer?
—¿En serio? ¿Puedes hablar?
—¿Yo? — Lo había dicho en un leve murmullo. Hace años que no decía ni una sola palabra.
—Yo.. yo.. lo siento mucho
—Lo siento, no logro entender a qué te estás refiriendo.
—Pensé que eras sordomudo — La vergüenza era clara en su rostro y rápidamente quiso explicar su suposición —. Tú nunca hablas con nadie y cada vez que he tratado de hablar contigo, parece que no me escuchas.
—Entonces eso cree la gente cuando alguien no les habla, que tiene una condición que no le permite oír desde que nació, por lo que comunicarse verbalmente les resulta severamente complicado —Dije más para mí que para él—. Interesante...
— No, no. No es eso.
— Sí lo es y está bien. El egocentrismo de las personas es tan grande que si una persona decide no hablarle, es porque es sordomudo y no porque simplemente son demasiado irritantes como para hablarles.
Él se quedó pasmado después de escuchar eso.
— Yo..
— No, lo entiendo. Te juro que lo hago.
Un silencio ligeramente incómodo se estableció entre nosotros. Me recosté nuevamente bajo mi árbol, las mariposas ya no volaban a mi alrededor, tal vez habían muerto.
—¿Te gusta?— Le pregunté a Amadeo, refiriéndome a mi maculís, mientras recogía unas flores ya muertas que había perdido. Mi acompañante se volvió a sonrojar nuevamente. Me gustaría saber en qué piensa. Parece que realmente estaba disfrutando ese momento. Aunque hay una pequeña posibilidad de que todo esto sea una creación mía, pero, aún así, prefiero disfrutarlo, sea real o no.
—Es precioso.
No tanto como tú...
—¿Tiene algún nombre?
—Es bastante patético— Ahora era yo el que se había sonrojado, una sonrisa divertida llegó al rostro de Amadeo, mientras me observaba con curiosidad. Su sonrisa le daba un toque romántico gótico a su rostro.
—No lo creo. No creo que nada de lo que hagas en algún momento sea patético.— Hizo una breve pausa mientras apretaba los labios y me dedicó una mirada pensativa. Parecía que estaba luchando contra un conflicto interno—. ¿Qué define a algo como patético? Algo que yo considero patético puede ser maravilloso para otra persona. No uses ese adjetivo calificativo; no me gusta.
No entendí muy bien de dónde salió todo eso, nada más para aclarar, no me molestó en lo absoluto; me agradó y me sigue agradando saber que alguien diferente a mí, percibe el mundo de una m anera parecida.
—Tengo que avisar que difiero de tu opinión. Estoy de acuerdo en que algo que para mí es patético, para ti puede ser algo maravilloso; claramente eso es posible y válido, pero yo puedo clasificar las cosas que quiera, como quiera y cuando quiera. Tal vez lo mejor no es clasificar a algo o a alguien, pero a mí me ofrece cierta tranquilidad saber que puedo controlar ese pequeño detalle.
Se quedó pensando sobre lo que le había expresado en ese entonces y soltó una suave risa que hizo que mis sentidos explotaran. Esa fue la primera vez que lo escuché reír y me había fascinado.
—¿Por qué acabamos de tener una conversación que hizo que me replanteara mi existencia? Solo te pregunté por el nombre de este árbol. Creo que es un cerezo llorón, no tengo idea, nunca supe clasificar bien a los árboles — Se quedó observando las hojas del árbol, sus raíces, las flores muertas. Todo. Lo observaba como si hubiera visto lo más precioso que había visto en toda su vida.
—¿Te gustan los árboles? —Amadeo asintió, dato que logró sorprenderme ligeramente. Mis ojos no se habían despegado en ningún momento de los suyos—. Lamento informarte que es un maculís, no un cerezo llorón.
—¿Cómo se llama? —Preguntó él mientras observaba las hermosas hojas de mi árbol.
—¿Por qué crees que le he puesto un nombre?
—¿Me equivoco?
Me dedicó una mirada intensa, nunca me había visto de esa forma. Eso me dejaba ver que le gustaba tener la razón y saberlo todo siempre. Tiempo después, pude comprobar mi teoría.
—Se llama bonito —. Había dicho eso último en un susurro prácticamente inaudible.
—¿Qué has dicho? ¿Que su nombre es bonito? Dímelo y te lo podré confirmar.
—Bonito.
—¿Que soy bonito? Eso ya lo sabía desde hace bastante, perdón por decepcionarte.
Un sonrojo llegó a mi cara mientras él me regalaba una preciosa sonrisa nuevamente.
—No, bonito.
—¿Me acabas de llamar bonito?
—No..yo..yo..
—Entonces ¿Me estás diciendo que no soy bonito?
—¿Eh? No. Basta. Lo que te estoy tratando de decir es que el árbol se llama bonito.
—¿Qué? —Una mueca de diversión mezclada con un poco de confusión llegó a su rostro.
—No me juzgues, tenía 7 años y era bonito.
—Te deberían de dar un premio por ser tan creativo.
—Y a ti uno por ser tan graciosamente gracioso.
Sí, ese fue mi intento de contar un chiste y no se atrevan a juzgarme; hace años que no contaba uno. De hecho, ese fue el primer chiste que conté en toda mi vida. Todo parecía marchar de maravilla hasta que él se levantó de mi lado, me dedicó una mirada fugaz, cargada de nerviosismo, y se levantó.
—Por más que realmente disfrute estar a tu lado, debo irme, bonito.
Mi cuerpo se tensó al instante.
—¿Eh?
—Espero que esto se vuelva a repetir pronto — Se acercó nuevamente hacia mí—. Nos vemos, bonito. Espero que pienses en mí cada momento hasta que nos volvamos a ver porque yo estoy seguro de que lo haré y no solo mientras esté despierto.
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