XI. Imparables
Salían de caza temprano, el sol apenas había salido debido a que amanecía tarde y anochecía temprano. Las casi siete horas de sol eran todo lo que las gentes podían disfrutar en esas vísperas de invierno.
Mayleen no habló apenas desde la noche anterior, Ramsay se aprovechó de su agotamiento para poseerla esa noche sin su consentimiento. Estaba muy airada y para evitar lanzar esa rabia sobre su esposo, la proyectaba sobre las pobres rameras que tuvieron la mala fortuna de aceptar acostarse con el Bolton.
Se movía ágil entre los árboles, sin dar ruidos, con el arco cargado apuntando al suelo. Su respiración creaba un vaho por culpa del frío y empezaba a no notar las yemas de sus dedos. La mano de su esposo se posó sobre su hombro que, cuando May se dio cuenta, apartó brusca.
—Vamos, ese juego de hacerte la dura sabes que no me funciona.
—Estoy de caza. Cada cosa a su momento—. Respondió ella con un tono de total naturalidad que ni si quiera el varón esperaba. Siguió su camino hasta topar con una de las perras de su marido. Estaba gruñendo a un árbol, por lo que miró donde apuntaba el animal y, allí en lo alto, una mujer que rondaba los veinticinco años se tapaba la boca ante el miedo de la escena. May tensó el arco y apuntó al pecho, luego disparó acertando en un blanco perfecto. Cayó con un ruido pesado, sus ojos seguían abiertos y mostraban el miedo que hubo sentido.
Encontraron a la segunda y tercera, la cuarta fue encontrada primero por Ramsay y mandó a cuatro de sus fieras perras negras tras ella. Para cuando May llegó, él ponía esa mueca de superioridad y la muchacha de poco más de dieciséis tenía mordiscos por las piernas y le faltaba un trozo de carne del brazo que no dejaba de sangrar. Corría como podía hasta que May disparó en el costado de ella, perforando uno de los pulmones. La falta de aire hizo su cometido, haciéndole caer y rodar por un montículo, hasta que las perras se encargaron de atacar el cuello de ella, dándole una dolorosa muerte.
—Buen tiro.
Hizo oídos sordos, claro que era un buen tiro. Ya sólo le quedaban dos chicas, la primera resultó fácil. Mayleen volvía a ir sola con el arco gacho cuando la propia presa alertó a su cazadora:
—¡Ayudadme! —el sonido provenía de unos matorrales—. ¡Ayudadme por favor! ¡Hemos de huir lo antes posible! —la chica salió del escondite para alertarla— ¡Es él, el hijo de Roose intenta matarme!
—Tranquila—. La voz con la que respondía era rematadamente plácida ante la desesperada de la asustada. Lo que la desconcertó fue ver las manos llenas de sangre de la rubia, eso la hizo dar un paso atrás.
—¿Qui-quién sois?
—Soy Mayleen Bolton, esposa de Ramsay Bolton y creo que vos habéis sido una de esas putas que han yacido con él en mi ausencia—. Alegó con gesto sombrío, poniendo los pelos de punta a la otra.
—Yo no... ¡por favor, yo no lo sabía! ¡Él me... él me...!—. No le dejó acabar la frase, con el cuchillo que llevaba en su tobillo cortó la garganta de la chica morena. La vio desangrarse sobre la nieve y la forma en que tan solo en un minuto, su tez morena se volvía blanca. En lo único que pensaba en ese momento era que aquel baño de sangre sólo atraería a los lobos de los alrededores. Había empezado a nevar unas semanas atrás, tal como le explicó el maestre de Invernalia, los lobos estaban más agresivos que nunca, acechando a las granjas y los rebaños.
Bajó la guardia por esos momentos hasta que unas manos la golpearon e hicieron caer. Se trataba de la última chica, que tomó el puñal de May ya que al caerse al suelo el arma salió disparada.
Se levantó tan rápido como pudo, aunque su oponente cargó hacia ella con la hoja afilada apuntando a su pecho. La joven era morena, de complexión fuerte, pero menuda y estaba claro que no tenía demasiada idea de luchar. Daba puñaladas sin sentido, sin ton ni son, desequilibrada. Pronto Mayleen fue capaz de encontrar el patrón de ataque que seguía.
La ramera alzó el brazo para intentar clavarle la hoja, siendo May rápida para dar un codazo en el estómago de la otra. La morena retrocedió dolorida, llevándose las manos a la zona para luego zafarse de una patada. La Bolton recibió un nuevo corte en la mejilla, aunque fue capaz de atrapar la muñeca de su oponente y en el forcejeo, golpeó su rodilla de forma que se desmoronó hasta el suelo, perdiendo la fuerza y dando la posibilidad de retorcerle la articulación lo necesario hasta que la notó crujir. Los huesos de la muñeca se habían partido y la muchacha gritaba de dolor en el pequeño claro de hierba.
—Una pelea digna de ver, ¿qué harás con ella, mi señora?—. Ambos se volteron a verla, allí sollozando y con la cara magullada. Se había llevado varios golpes, algunos incluso le abrieron heridas.
—Sus delitos son agredir e intento de homicio contra la señora del Norte y abusar de la gran hospitalidad de mi señor esposo hasta confundirle y llevarle a la cama, ¿no es así?
—¡No! ¡Él me obligó a mí!—. Gritó aterrada con los ojos abiertos.
—¿Cómo os llamáis?
—Roslyn—. Mayleen se dirigió hasta Ramsay y dio una vuelta en torno a él, paseando su mano derecha por el cuerpo de él a la vez que giraba. Se paró estando a su espalda, hablando muy cerca de su oído.
—¿Habéis oído, mi amor? ¿No había nacido una cachorra esta mañana? Roslyn me parece un buen nombre.
—Creo que se lo ha ganado...—. Destacaba el joven aún mirando a la chica que se sostenía la rota muñeca en la mano. Intentaba huir cuando Mayleen volvió a acercarse a ella a grandes zancadas y la tomó por el cuello.
—¡No! ¡Por favor! ¡NO ME MATÉIS!—. Suplicaba llorando y gimiendo atormentada por la pesadilla que supuso encontrarse a la casa Bolton en su camino.
—Veréis Roslyn —la mueca en la cara de la rubia dejaba claras las intenciones que tenía con la nueva prisionera. O al menos, para Ramsay—, en cuanto paséis un par de días conmigo, me suplicaréis que os mate.
En cuanto llegaron a Invernalia, Mayleen sabía perfectamente lo que debía hacer con la chica, además, mientras ella se encargaba de la tarea, tendría tiempo suficiente de buscar a Sansa y mantenerla lejos de May. Ninguna de las dos conocía la estancia en el lugar de la otra. Sansa estaba encerrada en el torreón más alto del lugar, la verdadera esposa dormía en la misma cama que el Bolton.
En las mazmorras, la cruz volvía a tener un nuevo sujeto amarrado. En esa ocasión se trataba de una moza adulta, de busto agradecido y ojos avellana. Estaba sudando y sangrando, las vestiduras rotas dejando a la vista zonas violáceas en su piel y varias marcas de garras.
—¿Qu-qué vais a ha-hacerme?
—Yo misma estoy debatiendo sobre esto—. Dijo pensativa sentada sobre un taburete mohoso de madera.
—¡Sé quién sois! ¡Sois la bastarda de Cersei y Jaime! ¡Os casásteis con el Joven Lobo, quien fue el amor de vuestra vida! ¡Sois una traidora! —estaba aprovechando el momento de calma de la rubia, que la observaba analizando su osadía—. ¡No amáis a ese Bolton como decís! Sabéis tan bien como yo que ese bastardo es el problema, no se cantan canciones sobre vos por vuestra brutalidad, sino por la valentía que mostrásteis como Reina en el Norte.
La mujer lloraba a la vez que recitaba esas palabras porque no comprendía qué era de la chica de las canciones, la que tenía un corazón bondadoso. Si se suponía que estaba frente a ella, ¿cómo podía estar tan impasible? ¿Quién era esa leona? Mayleen enseñó sus dientes y se acercó, con una daga en la mano derecha, la cual hacia bailar entre sus dedos.
—Se cantan miles de hazañas, pero la gente cambia. Tengo un pasado y un presente. Soy lo que el destino me ha hecho ser y creo que he tomado mi decisión... Os daré una muerte... lenta —Roslyn se lanzó hacia adelante intentando morderla—. Cariño, eso no os ayudará.
Clavó la daga en un dedo de la mujer y este se desprendió de la mano. May lo tomó entre sus manos y sonrió de forma falsa y se le ocurrió algo. Buscó entre la oscuridad hasta topar con una cuerda que ató alrededor del anular que había arrancado. Luego se lo puso a Roslyn colgando en su cuello, tras ello una bolsa.
—Disfrutad de la noche.
Dejó allí sola a la prisionera y fue a la reunión del comité que debatía la forma en que atacarían a Stannis Baratheon. Encontró allí a los Bolton y varios de sus más próximos vasallos, estudiando su posición y la del campamento de los enemigos.
Al oír el sonido de sus botas contra el suelo, los señores se giraron a mirarla. Estaban al corriente de sus hazañas en occidente al enfrentarse a Kevan Lannister y muchos parecían asombrados ante la osadía o..., como muchos lo calificaban, locura.
—Mis señores—. No iba a disculparse, ellos debían de ser los que esperaran a su señora del Norte. Notaba también la mirada acusatoria de Roose al verle las manos llenas de sangre.
—Quizás deberíais tomar una ducha. ¿Os habéis bañado en sangre?
—Digamos que tengo asuntos propios que resolver, ahora comentemos lo realmente importante.
Tras discutir muchas opciones de ataque que no parecían lo suficiente estratégicas, Ramsay les hizo callar a todos.
—Queremos no perder hombres para permanecer como guardianes del Norte. Si coincidimos en esto, tan solo voy a necesitar veinte buenos hombres.
—¿Para qué? —preguntó lord Cerwyn— Cuando os entregué a mi bastardo no volvió a aparecer, aunque esto no ha supuesto problema alguno.
—Yo iré con vos a la cabeza —se adelantó Mayleen—, está claro. Saquearemos su munición la noche anterior a la batalla—. Ramsay sonrió y la besó con fuerza, haciendo que los presentes apartaran la mirada.
—Tomad a los que queráis, confiamos en vuestra estrategia.
El matrimonio se miró por el rabillo del ojo, victoriosos. Estaba claro que unidos eran más que imparables.
¡Buenas noches a todos!
Hace muchiiiisimo que no actualizo, lo sé y lo siento. Estas semanas me he agobiado con el mundo porque tengo mil asuntos de la universidad. Para empezar, me han elegido como delegada, las prácticas me tienen loca (aunque estar trayendo niños al mundo me hace muy feliz) y no me dan las horas en el día para estudiar y empezar con el TFG... ofú que pechá de cosas
Y ahora, volvemos con Mayleen. Sé que no os está gustando nada el comportamiento y desarrollo de nuestra princesa favorita, pero las circunstancias son las que son... Digamos que me gusta probar y profundizar en las personalidades y en los personajes... jejejeje
De manera objetiva, ¿qué opináis de la relación de Ramsay y May? Y bueno, siendo subjetivo y con vuestras opiniones ¿qué pensáis en este caso?
¡Os leo a todos! <3
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