Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

VIII. Lealtad

Era la primera vez que se sentía poderosa. Encabezaba el pelotón de sus diez mil soldados. Llevaba una armadura real, un caballo de guerra negro como el tizón tan grande que desde lo alto creía poder ver a todos a sus pies. Junto a ella estaba Evan, orgulloso sobre su semental cobrizo, con esa mueca de estar disfrutando aquello. Tras ellos se hallaban los banderizos, que sostenían el estandarte de los Bolton tan arriba que podrían verse desde varios metros de distancia.

En esas dos semanas de viaje estaban a punto de llegar al Cuello, donde Walder Frey no osaría no dejarles pasar. Los Bolton eran en esos momentos aliados de los Frey.
Montaron campamento para descansar tras los últimos días en los que no cesaron ni un momento en el camino. La mayoría estaban agotados, pero Ramsay les dejó marchar con varios animales vivos para comer, entre ellos cabras, ovejas y gallinas; además de otras frutas que quedaban sin estar podridas que recogían cuando atravesaban los campos del Norte.
El ejército pudo, de esta forma, recobrar sus fuerzas y descansar junto a una hoguera. Mayleen, por su parte, estaba en su tienda, sola, observando los mapas, meditando la entrada en el hogar Lannister.

—Deberíais salir, las tropas tienen un buen humor.

—Llamad la próxima vez, Evan—. El joven rodó los ojos y se acercó con un plato de comida que le había llevado. En ocasiones, Mayleen se encerraba demasiado en su cabeza y se olvidaba de que debía comer.

—Se me encomendó protegeros y manteneros con vida, mi señora. No importa cuan desagradable intentéis ser—. May se le quedó mirando unos segundos, torciendo la mandíbula. Luego le acercó el mapa.

—Tengo varios planes más, pero tenemos que evitar ser vistos en las Tierras de los Ríos. Por lo que tengo entendido, los Tully patrullan a menudo en busca de desertores u otros soldados de otros bandos —la rubia contemplaba los centelleantes ojos azules de Evan, expectante a que dijera algo—. Dar rodeos para evitar algunos pueblos nos ahorraría problemas, aunque quizás nos tome un par de días más.

—¿Pedís mi consejo?

—Es por lo que estáis aquí—. Le recordó sin apartarle la vista. Al final, fue Evan quien la bajó, siempre jocoso. Fue a sentarse junto a la Princesa. Él también tenía más planes.

—Creo que deberíais acompañarme, mi señora. Tengo una sorpresa que os gustará. Respecto a eso —dijo señalando los papeles—, dos días más no nos retrasarán demasiado—. La tomó de las manos para hacerla levantar, luego la atrajo con fuerza a él, quedando pecho con pecho.

—¿Sabéis cuánto os jugáis al hacer esto?

—Ramsay no está con nosotros, no tiene por qué enterarse —reconoció con una sonrisa de medio lado.

—¿Quién ha hablado de Ramsay?

Mayleen le apartó empujándole con las manos, a lo que Evan le guiñó un ojo. La respuesta de la chica le había sorprendido bastante. Esperaba alguna bordearía, pero no una especie de amenaza. Sin embargo, una sonrisa apareció en el rostro de Evan. Y es que todas las palabras que salían de la boca de May surtían el mismo efecto en él.

Salieron de la tienda, atravesando la cantidad de tiendas, gentío y caballos, quedando casi en la entrada del bosque hasta que el chico la hizo parar. Él siguió adentrándose y buscó en diferentes direcciones, luego salió hasta donde se encontraba Mayleen de nuevo, con los brazos cruzados y cara de fastidio.

—Lleva unos días tras el pelotón.

Una sombra marrón oscura salió tras Evan, provocando que May arrugara —confusa— la frente. La sombra fue tomando forma hasta que a toda velocidad se echó sobre la princesa Bolton que reconoció al animal que le lamía la cara y meneaba con alegría la cola.

—¡Viento Gris!—. El gran huargo la había perseguido allí donde iba sin ser descubierto desde que volvió a Invernalia. Un par de lágrimas descendieron por las mejillas de May, pronto se las apartó y miró a su acompañante con el lobo junto a ella. Evan había hincado la rodilla y puesto su espada en alto.

—Mi espada es vuestra, mi vida es vuestra lady Mayleen. Lucharé y os defenderé desde este día hasta el final de ellos.

Evan había jurado fidelidad a Mayleen, no a los Bolton, a ella. Creía que era porque el joven se sentía atraído por ella, que podía ser cierto, pero era por mucho más de lo que aparentaba. Evan tenía más que claro que Mayleen escondía algo.

Llevaban cabalgando otros cuatro días y la unión del gran lobo, que perteneció al Joven Lobo, incomodaba a varios soldados tanto como a los caballos del ejército. Los animales comenzaban a piaffar nerviosos siempre que sentían demasiado cercana la presencia del huargo. Sin embargo, todos coincidían en la ventaja que suponía tener al fiero animal junto a ellos. Claro que era mucho mejor que tenerlo tras ellos, puesto que sólo obedecía a Mayleen, quien recordó las caras de los Freys que tuvieron que abrirles paso hacia las Tierras de los Ríos, estaban tan desconcertados como atemorizados.

—Sois... ¡Sois una traidora!—. Gritó uno de ellos.

—Soy la esposa de Ramsay Bolton. Se me ha encomendado una tarea y vais a dejarme pasar—. Viento Gris amenazó con sus fauces hasta que les fue abierto el paso.

—Aun sin virtud has sido aceptada en matrimonio por otro hombre —recordaba el Frey que debía ser otro de los hijos o nietos de lord Walder—, no debéis ser solo una cara bonita.

Rió con desdén el hombre que le iba a abrir paso al otro lado del puente. Mayleen iba a hacer caso omiso a las palabras vacías, pero fue Evan el que montó en cólera.

—¡Esta mujer es la Señora del Norte! ¡Debéis tanto respeto y fidelidad a su esposo como a ella! —las venas del cuello del joven de ojos azules habían comenzado a hincharse ante el discurso improvisado que estaba comunicando en pro de Mayleen. Ella sonreía con altanería y miraba a los Frey por encima del hombro— ... Es ella la que se encuentra hoy a punto de librar una batalla contra la casa Lannister, no su esposo. Ella la que comanda un ejército que podría arrasar vuestro paso. Yo que vosotros mediría mis palabras antes de hablar.

Evan entrecerró los ojos y miró a los otros tipejos de arriba a abajo con desprecio. Casi le faltó escupir al suelo.

—¿Acaso amenazáis con abatir a nuestras fuerzas, salvaje? —siseó el Frey con un tono amargo.

—No sé..., ¿podría?

—Vos no vais a comenzar ningún ataque —se apresuró a decir Mayleen con un tono que no dejaba espacio a la réplica— porque yo doy las órdenes a los soldados. En cuanto a vos, ser...

—Emmon —respondió el pariente de lord Walder.

—Ser Emmon, tratad de recordar con quien estáis hablando, si no, no será mi esposo quien se encargue de vengar mi honor.

Los hermanos, primos o lo que fueran entre ellos, agacharon finalmente la cabeza en señal de aceptación de las palabras de la rubia y le permitieron el paso a ella y sus huestes. Una vez en las tierras cercanas a Aguasdulces, fueron testigos de las consecuencias de la guerra. Los campos estaban totalmente barridos, no quedaba una sola fruta, huerta o granja sin saquear, aunque no podía saber si se trataba por parte de los Lannister o de los Tully.

—Evan, voy a encomendarte una tarea importante —dijo observando los áridos campos de su alrededor—, en cuanto tomemos el castillo, vais a quedar como castellano del lugar e izaréis la bandera de los Bolton sobre las torres de Roca Casterly. A continuación, saldréis junto a trescientos de los hombres en dirección a Dorne.

—Ellaria Arena...

—Exacto. Vais a secuestrarla y vais a traerla viva a Invernalia. Estaré esperando junto con mi esposo vuestra llegada. Estoy segura de que mi abuelo, Kevan Lannister, sabrá llegar a un acuerdo conmigo.

—Está hecho, mi señora.

Les hicieron falta otros tantos días más de trayecto para alcanzar el castillo. Muchos de los soldados allí presentes estaban deseando atacar en el momento de la llegada, pero May tenía más honor que todos aquellos patanes, por lo que se dirigió a las puertas con una bandera blanca sobre su caballo y seguida del gigantesco lobo. Le abrieron las puertas tan pronto como la vieron. Kevan fue a recibirla.

—Traicionaste a nuestra familia, ¡¿cómo osáis insultar la memoria de Tywin viniendo hasta aquí?!—. Ella esperó a que su otro abuelo se calmara.

—Ellos me dieron la espalda a mí. Aún así os estoy avisando: tengo un ejército de diez mil hombres esperando mis órdenes. Entrega el castillo y no correrá la sangre.

—Todo aquel que carga la espada contra su familia queda maldito—. Kevan sonaba amenazante.

—Nuestro apellido está manchado desde hace años. Soy una Bolton, Tywin ha muerto y tu casa jamás será lo que fue. Rendidme el castillo o morid en el intento—. Mayleen no se mostraba con actitud de parar aquello, sabía que Kevan no la estaba tomando enserio.

—¿Qué es? ¿Un regalo de bodas?

—Una amenaza.

—Recuerdo que os conocí hace muchos años en la capital, tendríais unos once o doce años —ambos hicieron memoria y los puntos de vista de ambos eran muy distintos—, toda una señorita, una copia exacta de vuestra madre. Vestíais con vestidos de tela myriense y amabais a vuestra familia.

—El mundo cambia, ser Kevan, y las personas evolucionan.

—¡La casa Lannister ha sido la más poderosa de todas a lo largo de la historia de Poniente! ¡Los muros de esta fortaleza jamás ha sido penetrados por ninguna horda de norteños! —la cara del hermano de Tywin se volvía roja por segundos y Mayleen alzaba la ceja izquierda, expectante— No será diferente hoy, no bajo mi mando y mucho menos ante una de los nuestros.

—¿Elegís la violencia, entonces? —el silencio confirmó su decisión—. Pues que así sea.

La muchacha apretó los flancos del animal y se marchó de allí. Viento Gris esperó unos segundos, estaba analizando al anciano, luego siguió a la chica.
Sonaban los cuernos de guerra, primero los de Mayleen, luego respondieron los de los enemigos.

—Va a haber batalla.

—Lo estábamos deseando.

Evan salió en dirección a los arqueros, dispuestos en una gran hilera. Gritaba a todos ellos que cargaran, y cientas de flechas se prendieron en fuego. May no quitaba ojo de las torres del castillo, aún se colocaban hombres esperando defender la fortaleza de piedra.

—Cuando queráis, Princesa—. Evan volvió a situarse a su lado, ya con la espada en la mano.

—¡Soldados! ¡Disparad!

Una primera oleada de flechas surcó el cielo.

¡Buenas noches lectores!

Resulta que he andado inspirada estos días y no me arrepiento de decir que tengo escritos dos capítulos más. De esta forma, espero que la trama esté gustándoos y tengáis ganas de seguir la aventura hasta el final.

Por cierto, ¿qué tal el reencuentro con Viento Gris? Reconozco que tenía muchísimas ganas de hacerle volver a la saga porque, lo prometo, estoy enamorada de los lobos en general y, tener uno gigante, posiblemente sea mi mayor sueño. ¡Y aquí está! Nuestro huargo ha vuelto para permanecer junto a May y ser su guardián.

Otra cosa más, ¿qué opináis de Evan? Es alguien cuyo personaje me llama mucho. Tiene potencial para bastante y del que creo que puedo sacar partido. ¿Estáis de acuerdo conmigo?

Creo que no tengo nada más que añadir, tan solo un beso enorme y que disfrutéis

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro