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Todo por la ciencia

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Estaba claro, el grupo estaba dividido; unos mantenían la firme idea de que Miguel y Marco eran peligrosos para la ciudad, mientras que otros miembros se ponían a discusión, ya que creían que el latino estuvo en el momento y lugar equivocado. Sin embargo, Hiro insistía que Miguel y Marco se mantuvieran cerca de ellos para poder recabar más información de el y comprobar si su estado es peligroso o no.

Han pasado dos días desde que Miguel despertó y solo ha estado en prueba tras prueba para medir su fuerza y poder; se siente frustrado, cansado de usar tanto su poder, que comenzaba a odiar a Hiro y su tan insistentes ganas por analizar y descubrir que es él. Extrañaba a su familia, solía llamarlos dos veces por semana, contarles de sus aventuras en un país extranjero, hablar de sus clases, bromear un poco con sus primos, presumirle a su prima y hermana menor de lo fácil que es conseguir artículos de Kpop (su prima es amante del Kpop, y su hermana menor comienza a serlo); escuchar la voz de sus padres, que cuanta alegría le da a su corazón saber de ellos.
Pero dentro de ese extraño edificio no le tenían permitido tener contacto con el exterior, y aunque llevara apenas unos días lejos de todo, la situación le hacía sentir como si ya hubieran pasado semanas, una tortura.

Estaba en su habitación, aunque era más parecido a una oficina con cama, que pertenecía a Hiro; lo cual no ayudaba en nada a hacer que su corazón dejara de latir, era una sensación muy extraña, era una mezcla de emoción y felicidad, el simple hecho de saber que ese lugar le pertenecía a Hiro, le causaba un terrible escalofrío. Pero todas esas sensaciones se esfumaban cuando el Hiro real se acercaba y le trataba con una dañina y helada indiferencia.

Hiro por su parte estaba pasando por un momento difícil, internamente su razón mantenía una guerra con los sentimientos; tenía buenas bases, por un lado se discutía el tema profesional en su trabajo como héroe en la ciudad, la responsabilidad de ofrecer seguridad a toda costa, el peligro que implicaba alguien como Miguel en su país. Por el otro lado, sus sentimientos tenían argumentos bastante cuestionables pero cada idea le confundía; se exponían ideas sobre el aspecto de Miguel, la amabilidad con la que actuaba a pesar de encontrarse en una situación estresante, demandaban clemencia para el latino y restaurar la amistad que ambos habían estado construyendo. No podía evitar sentir que el ritmo de los latidos de su corazón aumentaban a grados preocupantes, solo con ver entrar a Miguel, rozar su brazo con el ajeno, o simplemente escucharle hablar, mencionar su nombre. Aquel estado no era saludable para su fría mente, pero sabía cómo ocultarlo y pretendía seguir haciéndolo y llevarse a la tumba esos sentimientos encontrados.

~•~

Todo el equipo se encontraba en el área de entrenamiento, estaban preparando los equipos para las pruebas físicas del latino, así como las computadoras y las cámaras que se encargarían de escanear y analizar cada movimiento que hiciera, con el fin de comprender a que se enfrentan, "todo por la ciencia".

Miguel salió de su habitación, llevaba en su hombro un pequeño cuervo que observaba todo a su alrededor, era Marco; su plumaje era de un hermoso color tornasol, con una cola larga que constaba de varias plumas grandes, sus patas y pico eran completamente negras, y lo único que resaltaba de aquella pequeña sombra eran sus profundos ojos amarillos; no deseaba interactuar con nadie, pero estar dentro del alma de Miguel le hacía sentir completamente solo, se había acostumbrado tanto a Miguelito que no tenerle cerca le resultaba bastante deprimente; así que mantenerse como un cuervo cerca de Miguel comenzaba a ser una opción más cómoda. Miguel por su parte sentía un constante dolor en el hombro debido a las garras de Marco que encajaba para mantener el equilibrio y no caer.

—Aún no entiendo porque sigues aceptando ser su conejillo de indias... no somos nada que ellos conozcan... no hay nadie más como nosotros...—.
Miguel podía sentir como la tristeza de Marco se reflejaba en cada palabra, estaba tan acostumbrado a verle indiferente ante cualquier situación.

—No lo hago para ayudarlos, lo hago para demostrar nuestra inocencia.... así luego podremos ir a vengarnos de esa cochina cucaracha... hacerle entender que meterse con nosotros fue la peor idea que pudo tomar—.
Miguel esbozó una sonrisa amplia y tranquila, algo que Marco pudo entender por completo; sabía que cuando se le cruzaba una idea, el latino no se detendría ante nada hasta lograrlo.

Al entrar al área de entrenamiento pudo divisar a todo el equipo esperándoles de pie tras una especie de escritorios que le recordaban más a las mezcladoras en las cabinas de audio para hacer las grabaciones o los doblajes de voz, sin embargo, estás más pintan de computadoras gamer con algunas luces de neón, todo bien protegido por muros transparentes de un material tan resistente como el grafeno.
Ambos latinos tragaron saliva, sabían que les esperaba una prueba agotadora y larga. Los días anteriores habían hecho pruebas médicas y algunas físicas con algunos robots y drones, así que ambos aún no estaban del todo seguros sobre estas nuevas pruebas, lo cual les hizo pensar dos veces en la idea de huir y ser catalogados como un peligro nacional, total, podrían cambiarse a algún nombre ridículo como "Simón", ponerse un ridículo bigote, una camisa verde limó, un sombrero de charro, un sarape y sandalias tejidas, así nunca los encontrarían. Pero ya era demasiado tarde, la seguridad en la habitación ya estaba activada.

Avanzaron hasta donde se encontraba el equipo, Miguel elevó su diestra para saludar a todos agitando levemente la mano, algo que todos correspondieron con una sutil sonrisa, y algunos hasta con un "buenas tardes".
Honey se acercó a Miguel con un kit de entrenamiento que constaba de pantalones deportivos, playera y tenis; todo con el mismo estilo en negro, azul y detalles dorados.

—Miguel, por favor ve a cambiarte, esta será tu ropa de entrenamiento de alto rendimiento, viene con tecnología especial que nos ayudará a medir el ritmo cardíaco, cantidad de energía que utilizas al momento del ejercicio, la cantidad de líquidos que pierdes y demás. Esto nos ayudará a tener un mejor análisis al final de esta prueba—.
Le dedicó una sonrisa amplia y cálida, algo que a Miguel le recordó mucho a mamá Coco.
Sin decir nada, Miguel se retiro a la sala de duchas para cambiarse.

—¿Recuérdame porque rayos seguimos con estas pruebas ridículas?—.
Gogo miraba son cierto desdén a Hiro, casi siempre le agradaban las ideas locas del joven japonés, sin embargo, en esta ocasión sentía que el había llevado sus sospechas a otro nivel, con las pruebas previas que había tenido el latino fueron más que suficientes para comprobar su inocencia.

—Porque las computadoras aún no muestran resultados concretos y aún es sospechoso de los robos—.
Mantenía su mirada en la pantalla de su computadora mientras tecleaba algunos códigos.

—¡Ay por favor!... Hiro, ya dejémoslo libre, sabemos donde vive, tenemos toda su información, si pasara algo sabríamos como buscarlo en todo el mundo... esto comienza a ser más un secuestro—.
Wasabi hacía ademanes con sus manos un tanto exagerados, pero su argumento era completamente válido que sus compañeras ya estaban completamente de acuerdo.

—Ahora si concuerdo con Wasabi, estamos atentando en contra de su derecho a la libertad, con las pruebas previas que le hicimos fueron más que suficientes y logró comprobar que era un pobre muchacho buscando a su perro... y..—.
Gogo no pudo terminar con su excelente discurso cuando Fred intervino.

—No se ustedes chicos, pero Miguel es uno de esos antihéroes chidos con los que me gustaría trabajar, es que si lo piensan bien, alguien con sus poderes le vendría bien al equipo, o sea podríamos pelear con villanos de más fuerza, como algún mecha espacial o Gojira... ¡pelear contra Gojira!—.

—Emmm... eso.. no pasará—.

—No, jamás pasará—.

—Nonononononono...—.

—¿cómo pantuflas pelearemos contra una lagartija gigante?—.

—Ustedes siempre dudan de mis ideas cuando han sido las mejores—.
Fred se sentó en una silla detrás de ellos para luego cruzarse de brazos.

Honey se acercó a Hiro, tomó su hombro y le lanzó una mirada de extrema preocupación.
—Ammm.. Hiro... ¿Estas... seguro que quieres... hacer esto?... —.

—Tranquila, está será la última prueba, todo saldrá bien... aparte, de que te preocupas, soy Hiro Hamada, el defensor de esta ciudad—.
Aquellas últimas palabras las dijo con un aire de egocentrismo puro que de vez en cuando le caracterizaba al bromear.

Minutos después regresó el latino luciendo aquellas prendas deportivas, los colores le quedaban bien y el tipo de tela del que estaba hecho se ajustaba perfectamente a su cuerpo, dejando ver aquella silueta de músculos discretos pero atléticos. Podría decirse que llegaba a ser modelo si se lo propusiste, algún actor de cine; había que admitir que su belleza mexicana era para delirar.
Y Hiro lo pudo notar, de todos en la habitación, el fue quien se quedó completamente perplejo ante el porte de Miguel y como Marco se lucía en su hombro, para él, Miguel era igual que un personaje de anime por el que todas las chicas suspirarían. El asiático sintió como su cara se ponía completamente roja, le pareció que el clima en la habitación había aumentado drásticamente.

Sintió como Gogo le golpeaba la espalda para sacarlo de aquel trance, ya que estaba siendo algo obvia su reacción. Aclaró su garganta mientras ignoraba las sutiles risitas de sus amigos, incluso se giró para no ver la cara de Miguel mientras arqueaba su ceja al no entender que estaba sucediendo.

—ejem... b-bien... iré a por... mis cosas... ustedes.. ammm... pueden explicarle mientras—.
Salió a paso rápido, cubrió su rostro con una carpeta y casi se tropezaba con algunos objetos frente a el.

—aaaaah... ¿que le pasa al Chino?—.
Miguel miraba incrédulo a los demás, quienes se reían e imitaban a Hiro.

—nada nada, el solo vió algo muuuuuy bueno—.
Fred entre risas fue quien le contestó.

—¿Bueno?... hahaha se acaba de dar cuenta que le gusta el chile jalapeño—. Wasabi continuaba burlándose de su asiático amigo.

—Ya chicos, no sigan bromeando, que tenemos mucho trabajo—. Gogo se fue a sentar al lado de Wasabi, y comenzó a teclear.

Miguel miraba a todos con gran duda, no entendía todo aquello que acaban de suceder. Suspiró y caminó hacia ellos mientras que Marcó voló para postrarse sobre la computadora.

—entonces... ¿ahora que debo hacer?—. Mantenía su mirada en el equipo de cómputo.

— ah Miguel, está prueba es para estudiar tus habilidades en pleno combate, ayer intentamos algo parecido con drones de entrenamiento, pero ellos están programados por lo que no pueden tomar decisiones, las pruebas aún están incompletas...—. Honey acompañó a Miguel hacia el centro de la sala de entrenamiento.

—Así que me pondrán a pelear con alguien, entonces ¿Con quien?—. Miguel miraba a su alrededor.

—Esto va a ser bueno, le pondrán una buena madriza al cara de nopal—. Marco se burlaba aún sobre la computadora.

—¿Que tu no eres el sirviente de Miguel?—. Fred se acercó a Marco para picar repetidas veces el lomo del ave.

—¡Hey!, ¡¡No me toques que se me olvida el español!!—. Marco picoteó repetidas veces el brazo de Fred.

Miguel notó como Marco comenzaba a atacar a Fred, sabía lo fácil que era hacerle explotar y en la situación delicada en la que ambos se encontraban, los arranques de cólera de Marco podrían meterlos en más problemas.

—¡Marco!, callado y sentado, lo prometiste—. Miguel le miró con el ceño fruncido.

—li primitisti.... meh—.

—...bueno... ¿con quien pelearé?—.
Miguel volvió a mirar a Honey, pero antes de que ella respondiera su pregunta, una voz grave hizo eco desde el otro extremo de la habitación,

—Conmigo, el experimento funcionará si la pelea se ejecuta con los mismo elementos de aquella vez—. Hiro llevaba su traje especial que había utilizado la noche en que ambos habían peleado.

Miguel quedó completamente estupefacto ante la imagen del asiático, era como un ninja con un estilo entre cyberpunk y tradicional. Esta vez no llevaba el casco, por lo que su cabello despeinado solo estaba sujeto por una liga. No traía puesta la máscara que le cubría la boca, sin embargo la tenía amarrada a su cuello. Miguel sintió como la habitación se volvía un poco más caliente, su corazón no paraba de aumentar su ritmo; y es que no era para menos, ver a Hiro tan imponente con aquel traje de colores negros, rojos y morados, le hacía pensar en ideas un tanto comprometedoras.

Luego de bajar de la nube con el nombre de Hiro, Miguel comenzó a analizar las palabras del asiático, iba a pelear con el, de nuevo, estarían frente a frente golpeándose hasta terminar la prueba; era un grave problema porque el no quería golpearlo, no aceptaría la pelea, temía lastimarlo peor que aquella vez.

—Pero yo no quiero pelear... contigo.. solo he peleado con robots en todas las pruebas...—. Fue la única "excusa" que su mente formuló.

—ay vamos.. Miguel, estoy acostumbrado a los golpes... y creo que puedo ganarte—.
La voz tan altanera y arrogante de Hiro interrumpió al latino mientras se ajustaba los guantes.

—ja.. ¿Ganarme?... los moretones en tu cara son gracias a mi—. Miguel se cruzó de brazos, podía ser tranquilo y pacífico de momentos, pero amaba cuando le retaban. Esbozó una sonrisa amplia y burlona.

—culero cara de nopal... esos golpes se los hice yo...—. Aquella burla de Miguel molestó por completo a Marco, el se había encargado de todo aquella noche, o bueno, casi todo, ya que los capturaron por culpa de Miguel.

—Bueno, es hora de que yo te ponga los ojos morados, para quedar a mano—. Hiro caminó hasta quedar a un par de metros frente a Miguel.

—Eso está por verse—. Miguel tronaba los dedos de sus manos sin despegar la mirada del asiático.
Bien decían que nunca es buena idea cabrear a un toro encerrado.

—Bien chicos, necesitamos que se concentren y no se maten, es una prueba nada más —.
Wasabi encendió por completo las luces del área de entrenamiento.
Luego de preparar todo, dieron luz verde para que comenzara la prueba.

Miguel se quedo quieto, no solía ser quien iniciaba las peleas así que no tenía la menor idea de que hacer; esa prueba le recordaba a esos momentos en qué haces algo de manera espontánea y te sale bien, luego intentas replicarla ante un público y resulta un fracaso.

Por el contrario Hiro estaba desesperado, solía iniciar las peleas el pero al tener de prueba al latino debía esperar a que el reaccionara, sin embargo, veía que solo estaba ahí de pie mirándole, ni siquiera estaba en pose de batalla. Hiro suspiró y frustrado decidió iniciar con la pelea.

Corrió hacia Miguel, al estar lo bastante cerca apoyó su pie derecho contra el suelo, dio un giro para llevar su pierna izquierda por detrás de él y darle una patada por el lado izquierdo de Miguel, sin embargo Miguel logró bloquearlo, tomó su pierna con ambas manos, apoyó bien sus pies sobre el suelo y levantó a Hiro para lanzarlo un par de metros lejos de él.
Hiro cayó sobre un equipo de pesas para entrenar, de inmediato se levantó y corrió hacia el de nueva cuenta, en esta ocasión intentó con una patada de frente invertida, pero Miguel logró tomar su pie y aprovechando el peso del ajeno le empujó hacia un lado.
Cada golpe que Hiro intentaba, Miguel lo bloqueaba y lo tumbaba, pero jamás le golpeaba; así se mantuvieron unos cuarenta minutos, hasta que Hiro se exasperó.

—¡Ya basta!... ¡¿A que carajos estás jugando Miguel?!—.

—A nada, tu querías que peleara y eso hago—. Miguel miraba a Hiro con el ceño fruncido.

—¡Eso no es pelear!... ¡Cada maldito ataque lo bloqueas y me lanzas lejos... no estás peleando como aquella noche!, solo te estas defendiendo —. Hiro se acercó a Miguel hasta quedar escasos centímetros de su rostro.

—¡Tú pediste pelear con Miguel, aquí me tienes... así peleo yo!—. Miguel sabía que era lo que quería Hiro, una pelea donde utilizara su verdadero poder, pero no deseaba darle lo que pedía, las consecuencias de dejar a Marco pelear son altas; aparte comenzaba a gustarle hacerle enojar.

—¡Te pedí pelear como esa noche, idiota! Necesitamos saber cómo carajos funcionas—.

—¿Funcionas?... ¿Es al chile?... ¡NO SOY UN PINCHE ROBOT!—.

La discusión comenzaba a salirse de control, todos al otro lado de la habitación miraban nerviosos, debían detenerlos o jamás terminarían la prueba; fue encontrado que Fred alzó la voz con una hipótesis.

—Miguel tiene razón... ¡Hiro!, ¡Esa noche tú no peleaste sólo con Miguel, ellos dijeron que también había sido Marco!—.

Marco volteó a ver emocionado a Fred, por ese instante la había amado, por significaría que al fin podría vengarse del asiático.
Miguel se dió un golpe mental, estaba evitando meter a Marco en la prueba, sabía perfectamente que no le agradaba el asiático y el no se detendría.

—es cierto... ¡Fred, eres un genio!—. El rostro de Hiro se iluminó, alzó su diestra para mostrar su pulgar en señal de aprobación.
—Hey tú... Poe latino, dile a tu cuervo que venga, estaban unidos cuando peleé con ustedes—. Se separó de Miguel para volver a su pose inicial de batalla.

Miguel llevó su diestra a su rostro, talló sus ojos mientras que sus pensamientos le abrumaban lentamente, no quería hacerlo, no quería que Marco volviera a unirse para pelear, si sus recuerdos de aquella noche están borrosos y en desorden, podría volver a pasarle y quizás podrías resultar peor.
Volteó a ver a Hiro quien le lanzaba una mirada desidia y retadora, algo le hacía creer que no se irían de ahí hasta que obtuviera lo que deseaba. Alzó su mano para llamar a Marco, quien no tardó nada en volar y postrarse en el hombro del latino.

—Por un momento creí que no me dejarías divertirme—. Marco respondió divertido.

—Cállate... solo te pido que no lo mates, no uses las pistolas a menos que sea para desarmarlo... y por favor, no le rompas ningún hueso—.

—Okay okay okay... pero tú no te duermas, que la tentación es mucha—.

—Bien, entonces... maldición, te pido te unas a mi...—. Miguel cerró los ojos, soltó un suspiro pesado.

—es hora de jugar—.

Marco se elevó sobre la cabeza de Miguel, extendió sus alas negras para envolver a Miguel entre ellas, una luz amarilla salió del suelo de donde ambos se encontraban, así como varios pétalos dorados. Su alma fragmentada se volvía una, sus alas comenzaban a desvanecerse, para dejar ver aquel traje con el que habían peleado aquella noche. Un traje negro con detalles dorados, camisa roja como la sangre y moño dorado, su chaqueta tenía una cola un poco larga que le hacía parecer más a una gabardina, un chaleco del mismo color estaba desabotonado. Llevaba su máscara para ocultar su rostro, podía verse como dos puntos dorados brillaban en el interior de los huecos de la misma; portaba un hermoso sombrero que hacía juego con el resto del traje.

El asiático no pudo aguantar las ganas de reír al ver el traje tradicional del latino, solo pudo pensar en que parecía más que fuese a cantar que a pelear, un ridículo mariachi.

—¡¿De que carajos te ríes culero?!—. Marco sintió una enorme ira al ver la reacción del asiático, no le agradaba, y a cada momento sentía una enorme necesidad por destruirlo, el hecho que se burlara no ayudaba en nada a calmarse.

—De lo ridículo que eres, vamos a pelear, no a cantar la macarena —.
Había bajado la guardia, entre tantas risas se distrajo y olvidó lo más importante, no descuidar a alguien como Marco.

El latino suspiró pesado, de estar el solo ya hubiera explotado entre gritos; pero al estar ambos unidos había un poco de más autocontrol. Se retiró el sombrero, este se convirtió en una pistola plateada, revisó que tuviera las balas necesarias, apuntó al asiático. Por su mente pasó aquella canción que las madres y abuelas cantaban a sus hijos, aquella que le daba tanta gracia, "El ratón vaquero"; así que para hacer de esta pelea algo más divertido, comenzó a cantar por lo bajo.
Hiro reía y reía distraído, no paraba de hacer bromas acerca de su aspecto, su equipo al otro lado de la habitación les miraban preocupados, sabían que uno era mortal y el otro un mortal peligro para el primero.

Marco comenzó con la primera estrofa, cantó lento y sarcástico, estaba logrando que aquella canción para niños se tornara muy oscura.

—...en la ratonera ha caído un ratón ... con sus dos pistolas y su traje de cowboy...—. Caminó lentamente hacia Hiro quien no le prestaba la más mínima atención al estarse burlando.

—Ha de ser gringuito porque siempre habla inglés...—. Se detuvo en seco, observó los movimientos de Hiro, notó que llevaba su katana en la espalda, su casco estaba sujeto a su cinturón.

—...el ratón vaquero, sacó sus pistolas... se inclinó el sombrero, y me dijo a solas...—. El estruendo del arma hizo eco en la habitación, todos se quedaron perplejos, no hubo tiempo de advertir las intenciones del latino. Dos tiros certeros, uno en el mango de la katana, lo que sirvió para desequilibrar al asiático; y el segundo en el casco que por la fuerza cayó a un par de metros de Hiro.

Todos estaban congelados, el silencio persistía en la habitación, en las computadoras marcaban el ritmo cardíaco de Miguel, era normal, no había alteraciones. Hiro solo escuchaba un sonido agudo en su oído izquierdo, aquellas risas habían desaparecido, lo estaba subestimado. Marco le había probado que de ser una pelea real, el ya estuviera muerto.

Marco hizo una reverencia elegante mientras que aquella pistola volvía a transformarse en su sombrero, detrás de esa máscara sonreía victorioso; amaba cuando ver esas miradas de miedo hacia el. Dejó de cantar y volvió a tomar su pistola.

— nunca debes perder de vista a un demonio, menos subestimarlo—.

Con una increíble velocidad se acercó a Hiro, quedó a escasos centímetros de él, pudo sentir la respiración acelerada del asiático, estaba claro que tenía un poco de miedo.
—...y menos si se trata de mi... No te preocupes, prometí no matarte... no eres una amenaza para mi—.

El asiático sentía rabia, le hervía la sangre del coraje de sentir que Marco solo está jugando con el; que el conejillo de indias en sus pruebas se estaba revelando de una forma sutil y elegante. Tomó su espada, tenía el presentimiento de que el latino estaría esperando un contraataque, sin embargo poco importaba, solo quería apartarlo de el. Y es que algo en el porte Marco le causaba intimidación, esa mirada vacía en la máscara, la rapidez con la que se mueve por la habitación; era tan irreal, como salido de una película de terror.

Empujó a Marco lejos de el, intentó golpearlo con la espada, pero sus intentos eran en vano. Sin darle tiempo al latino de volver a tener equilibrio, le lanzó un par de estrellas ninja que al enterrarse en el suelo cerca de los pies ajenos, soltaron un gas que impedía ver que Hiro se acercaba con su katana.

Marco solo atinó a evitar que el filo de la espada le hiriera; se elevó un poco para luego quedar de pie sobre el filo de la katana, dejó salir una risa burlona mientas transformaba una de sus pistolas en su espada tan peculiar. Tarareaba tarareaba y silbaba la canción que había cantado antes de iniciar la pelea; entre ataque y contraataque el latino se divertía en demasía peleando con el asiático. Podía notar que con el tiempo, Hiro estaba cansándose, sus movimientos eran un poco más lentos, sus esfuerzos aumentaban al tiempo que Marco aumentaba el nivel de dificultad en su estilo de pelea; solo buscaba cansarlo, no podía o más bien, no tenía permitido matarle.

Hiro mantenía la pelea de cuerpo a cuerpo, pero a cada momento que se detenía podía sentir que sus piernas temblaban, cada vez más necesitaba retroceder para tomar aire, el corazón latía de manera rápida; estaba claro, la adrenalina en él había terminado, su cuerpo clamaba descanso, y como no, llevaban peleando una hora y media.
El equipo ya tenía media hora pidiendo a los dos que se detuvieran, pero estaban tan concentrados en ganarle al otro, que cualquier voz externa de ellos dos era totalmente ignorada. No parecía querer parar y ya tenían registrado en las computadoras lo que necesitaban para analizar, no había porque continuar; pero aquellos eran tan tercos que no responderían.

—Gogo, necesitamos detenerlos, Miguel.. digo, Marco... está aún muy fresco y al parecer puede seguir jugando a pelear, pero Hiro ya se está agotando, de seguir así puede desfallecer—. Honey miraba aquella pelea con gran preocupación.

—Lo se Honey, debemos hacer algo, pero ¿Cómo detenemos a un ser extraño y a Marco con su fuerza inagotable?—.

—Con un buen mangueraso de agua fría—. Comentó Fred mientras disfrutaba de aquella pelea.

—No es una mala idea, computadora, activa las mangueras contra incendios—.

De inmediato los aspersores en el techo se activaron sólo sobre el área de entrenamiento, empapando así a Marco y Hiro; se detuvieron en seco, mirando con duda al equipo que les miraban con una ligera sonrisa. Activaron las bocinas en el área de entrenamiento.

—Lo siento chicos, necesitamos que ya se detengan... ya tenemos el material necesario para analizarlo en estos días—. Wasabi fue quien les habló con su tan característico tono de preocupación.

—Apenas estaba calentando—. Comentó Marco con un notorio acento chiflado, se dejó caer al suelo para quedar boca arriba y con los brazos extendidos.

—¿Calentando?, vaya, y yo que creí que ya estabas agotado—. Hiro comentó burlón mientras bajaba su máscara de su boca, se retiraba los guantes y guardaba su katana. Estaba más tranquilo, había disfrutado pelear con el, podía sentir que le agradaba un poco.

—Nel, proyectaste tu cansancio en mi, yo solo tengo hueva, a ti se te nota el cansancio—. Marco retiró su máscara, esta de desvaneció entre pétalos dorados, al igual que el resto de sus prendas, quedando solo con el traje deportivo que Honey le había dado.

—Si, como digas... ven, tenemos que ir con ellos—. Hiro extendió su mano para ayudar a Marco a levantarse.

Marco estaba por negar la ayuda y ser tan sarcástico y grosero que siempre, pero decidió esconderse y dejar a Miguel con el completo control de su cuerpo. Miguel no dudó en aceptar la ayuda de Hiro, estiró su diestra para tomar la ajena.
Al hacer contacto ambas manos un destello rojizo y dorado invadió la habitación, ambos jóvenes sintieron un dolor recorrer su brazo lo que los llevó a separarse en cuanto el dolor se volvía insoportable. Una vez separado, en medio de ellos cayó el daruma, ambos estaban completamente estupefactos, ¿sería posible que al tener el contacto directo esto pasara?, ¿que significaría el hecho de que el daruma estuviera ahí, frente a ellos?. Demasiadas dudas comenzaron a brotar por la cabeza de Hiro.

—¡¿Que fue eso?!—. Hiro acariciaba su manos ya que aún le quedaba el fantasma de un cosquilleo.

—La cosa que tú buscabas... se me apareció hace unos días y luego desapareció—. La respuesta salió por sí sola de los labios de Miguel, quien también acariciaba su muñeca por el dolor.

—¡¿Y porque carajos no me dijiste?!—.

—Pues porque no me dejabas hablar... solo me pedías contestar las preguntas y ya—. Miguel se alejarse Hiro para ir hacia los demás que les esperaban.

—Ahora si eres el niño bueno que hace lo que le dicen... esto es muy delicado—. Siguió a Miguel mientras continuaba con su discurso sobre la pelea, el bien, lo Justo, ser héroe.

—ah... chicos dejen de pelear... tenemos al daruma y ahora podemos entregarlo al templo—. Wasabi se puso de pie para ir por la estatua que tanto Hiro como Miguel habían ignorado por estarse peleando.

—¿No les parece extraño que justo cuando ambos se tocaron fue que apareció?—. Gogo les miraba con el ceño fruncido, no por molestia, si no por que estaba intentando encontrar alguna lógica.

—Hiro, cuando vayas el templo cuéntale lo que acaba de suceder, las cosas siempre suceden por algo—. Honey odiaba dejar cabos sueltos, mientras las cosas se resuelvan pronto y las dudas sean contestada era mucho mejor.

—Si si... iré mañana, Kubo debe saber que está...—. Hiro fue interrumpido ya que la alarma de ayuda estaba activa, alguien en la ciudad.
Salieron de la habitación, baymax les comunicaba en el camino de donde procedía la alarma.

—Miguel, ve a la habitación, nosotros tenemos trabajo que hacer—. Hiro esbozó una sutil sonrisa al latino, salió de manera espontánea que no se percató, pero Miguel pudo notarla.

—Hiro, hay un incendio en uno pequeño edificio de departamentos, nos piden la ayuda para poder sacar a todos los recientes—.
Baymax continuaba informando sobre la llamada de ayuda.

Todo el equipo se fue a sus puestos, debían preparar a los drones para salir a salvar la ciudad. Hiro debía preparar su traje y el de baymax, era más que probable que necesiten de sus servicios médicos.

「Fin de la parte 2」


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Hola!!
Soy YongElli o solo Elli

Este capítulo está un poco tranquilo y no cuenta con alguna canción específica (salvo la que canta Marco)
Se suponía que sería una solo capítulo (el 8 y 9 juntos) pero quedaría demasiado largo, así que sería mejor que fuesen dos.

Ya somos 3k lectores!!! Que hermoso~ ;; enserio me alegra que ustedes disfruten de esta historia~

Espero que les guste el capítulo ~

Nos vemos luego!!!

Bye bye!!

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