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«LUCES NEÓN...

Luces neón y polvo de estrellas.

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Itaewon, Seoul.


—Esto es una pésima idea.

NamJoon lo miró como si quisiera matarlo, como si JungKook hubiera dicho algo atroz y digno del más bárbaro castigo. El rubio echó un brazo sobre sus hombros y miró con atención.

—Lo repetiré una vez más, solo en caso que a estas alturas no lo hayas entendido —NamJoon sonrió y apuntó al establecimiento frente al que habían permanecido de pie por quince minutos—. Vamos a entrar ahí, y vas a tener una buena noche. Me niego a que sigas deprimido entre las cuatro paredes de tu apartamento.

JungKook miró la fachada una vez más, era simple, de ladrillos y carteles neón.

—Es un buen apartamento —dijo. NamJoon rodó los ojos y apretó los hombros de Jeon como si la actitud del hombre le doliera.

—Lo sé, cariño —masculló, JungKook ladeó el rostro. Ambos mirándose a los ojos—. Y mi objetivo sigue siendo el mismo.

JungKook miró el lugar una vez más. La entrada una puerta de doble hoja, con un guardia de seguridad y la música grabada sonando desde el interior. NamJoon se había aparecido en su casa esa noche y prácticamente arrastrado fuera. El dieciséis de diciembre había llegado y cada día más cerca la noche buena y navidad. Una que sin remedio alguno, tendría que pasar solo. Al menos había arreglado el desastre de su departamento. Bueno, la mujer de la limpieza contratada por NamJoon. Pero algo era algo.

Después de ese día había intentando dejar de llorar y maldecir. Las lágrimas a estas alturas estaban secas, pero su boca no ayudaba mucho con mantener un lenguaje civilizado, incluso si solo se gritaba a sí mismo en el espejo. Ni siquiera era tristeza. A estas alturas solo era ira, pura ira. Con HaHyun, con ese hijo de perra de TaeJoon y con él mismo. Por ser tonto, ciego y tonto.

Estaba cansado, había memorizado cada grieta y mancha en su hogar, ahogado por sus pensamientos y cuestionamientos cada hora del maldito día.

—No se ve mal —dijo de la nada, sin mucho entusiasmo pero un poco menos reacio a entrar. NamJoon sonrió y acomodó la chaqueta de diseñador como si estuviera posando frente a una cámara. Jalando las solapas y moviendo la cabeza con toda la actitud.

—Es un buen lugar. Vengo a aquí seguido. Uno de nosotros tiene que mantener los estándares.

JungKook no se ofendió, de hecho una pequeña sonrisa tiró de sus labios. Siguiendo a NamJoon dentro, hacia la calidez y el gentío. JungKook descubrió que “Night Dreams“ era todo, menos lo que había pensado. El ambiente se mantenía nocturno y bullicioso en cuanto a decoración, haciendo honor a las festividades cercanas con arbolitos, gorritos y mucho rojo y verde en los rincones. Más allá de eso, casi parecía íntimo. Una tarima adornaba el centro, dejando espacio para una pista redonda y pequeña, y un grupo de mesas abarrotadas.

JungKook tomó asiento y miró alrededor. El bar era gayfriendly, por lo que ver algunas personas pertenecientes a la comunidad era normal en este tipo de establecimientos.

—Ten. Bebe un poco y quita esa cara de amargado. La gente pensará que te secuestré.

—Practicamente lo hiciste —aseguró. NamJoon rodó los ojos como un niño enojado. JungKook tomó la cerveza y se dió un trago largo. Una mueca de labios fruncidos dejó en claro su poco apego por la bebida. Por Dios, que alguien le devuelva su preciado whisky. Un suspiro dejó sus labios.

—Solo me preocupo por ti. Ese hijo de perra...

—NamJoon —amonestó con voz dura. Él sabía que Hahyun era muchas cosas y no todas bonitas, pero el hombre estaba más allá de el plano terrenal. Por favor, que él estaba intentando mantener el control.

NamJoon apretó el cuello de la botella con dedos tiesos, su mandíbula tensa y ojos brillantes dejaron en claro su descontento ante la reprimenda. Sin embargo, Kim respiró hondo. Él incluso aclaró su garganta.

—Como decía —comenzó otra vez. Esta vez NamJoon incluso sonrió al agregar:—. Ese ser de tan distinguida procedencia, no merece tus lágrimas. Solo olvídalo y sigue adelante.

JungKook sonrió tras su botella, la colocó en la mesa y miró alrededor con pasividad. El lugar era bonito, de luces brillantes y corazones cálidos. Él había visitado muchos lugares así en el pasado. Uno tan lejano y distinto a su realidad.

—¿Por qué odiabas tanto HaHyun? —preguntó de la nada, alzando la mirada a su amigo. El rostro de NamJoon borró cualquier rastro de diversión, sus ojos se concentraron en la nada.

—No te merecía —respondió en voz baja—. No lo hacía.

JungKook frunció el ceño. Él se echó hacia atrás en la silla y miró largo y tendido a Kim desde su lugar. NamJoon no le devolvía la mirada, casi parecía esquivarla y él nunca hacia eso, a menos que ocultará algo. JungKook lo golpeó bajo la mesa, justo en la puerta haciendo a Kim maldecir.

—¿Qué no me has dicho?

NamJoon se masajeó la zona con ahínco. Mierda, eso dolió.

—No sé de qué hablas.

JungKook volvió a golpearlo y Kim podría haberle devuelto el daño, pero al alzar la vista, la seriedad en el rostro de Jeon fue suficiente para detenerlo. Era la primera vez que veía tanta decisión en sus ojos. Al menos desde la desgracia a finales de noviembre. Casi parecía su antiguo yo.

—Kim. Está muerto —dijo, y NamJoon tomó un trago de cerveza en respuesta—. Puedes decirme.

NamJoon no parecía muy seguro, él se tomó un momento para meditar y JungKook sintió miedo de qué podría estar escondiendo. Él no estaba listo para más sorpresas. Suficiente tenía con las últimas noticias. NamJoon se recostó al espaldar y adoptó una pose cansada. Tan extraña en su siempre perfecto porte.

—¿Recuerdas la primera vez que te dije que Seok no valía la pena? —preguntó con la mirada en la botella sobre la mesa. JungKook asintió y entonces su amigo alzó la vista hacia él—. Días antes lo había visto con otro hombre. Era de madrugada y fui a despejarme a una discoteca cerca de aquí. Ellos... se estaban besando.

JungKook se quedó quieto, en silencio y atento. Jeon se vio en la necesidad de cerrar los ojos y suspirar, con los codos sobre la mesa, se pasó las palmas de las manos sobre el rostro y el cabello. Alzó la vista a Kim quién parecía un poco arrepentido al respecto.

—Intenté decírtelo, pero te veías tan feliz y... —hizo una pequeña pausa y lo miró de reojo—. Algo me decía que no me creerías. Así que di un paso atrás y los dejé ser. Pensé que era algo de una sola vez.

JungKook apretó la mandíbula y bebió su cerveza de una . Hasta el fondo y con zaña. La molestia burbujeando en lo profundo de su estómago. Oh, por Dios. ¿Cuántas veces?

—Seok HaHyun —gruñó entre dientes—. Hijo de perra.

NamJoon suspiró.

—Lo siento.

JungKook podría enojarse, gritarle y tacharlo de mal amigo, pero al ver la mirada arrepentida de NamJoon, como si su silencio hubiera sido el culpable de su dolor. Él no pudo. Porque no era su culpa. JungKook sabía en lo profundo de su pecho la realidad.

HaHyun era todo lo que deseaba desde que volvió consciente de su sexualidad. Atento, cariñoso, detallista. Una fantasía que duró años y cayó en picada durante los últimos tiempos. ¿Le habría creído a NamJoon de haberle dicho sobre aquella infidelidad? JungKook cerró los ojos y suspiró con el pecho apretado y la respuesta bailando en su mente.

No. Simplemente no lo hubiera hecho. Porque él amaba tanto a HaHyun, y en aquel entonces, la ternura y dulzura del momento no lo hubiera dejado ver más allá. Incluso a estas alturas, a JungKook le costó tanto aceptar la realidad, y peor aún. Él seguía buscando respuestas. ¿Cómo había sido tan ciego?

—Está bien —JungKook negó y llamó a una de las camareras—. Otra cerveza, por favor.

La chica asintió y fue en busca del trago, dejándolos solos.

—¿Estás bien?

JungKook miró a Kim y después de pensarlo, negó.

—No. No lo estoy —aceptó y le dio un apretón al rubio en el hombro—. Pero gracias, supongo que al final, solo fui un tonto.

—Estabas enamorado.

JungKook sonrió con pena.

—Aún lo estoy.

—Buenas noches a todos. Espero que la estén pasando bien...

La voz hizo eco por todo el lugar, recibiendo aplausos y chiflidos. JungKook vio un hombre de cabello oscuro en la plataforma, vistiendo ropas oscuras y el cabello atado en un moño alto. JungKook ladeó el rostro y frunció el ceño. Se le hacía conocido, pero no sabía de dónde. Con la mirada en el chico y haciendo fuerza a su memoria bastaron un par de minutos para localizar el recuerdo.

La morgue. Era el chico de la morgue. Solo que su cabello no estaba suelto y las lágrimas no surcaban su rostro. Casi parecía feliz.

—Canta bien, ¿verdad?

JungKook pestañeó como si saliera de un sueño ante la pregunta de Nam. Entonces, se dió cuenta de que el hombre había comenzado las primeras lineas de una canción, inundando el lugar con su voz. JungKook se encontró perdido en la suave voz, en las palabras que fluían dentro de su cabeza y por un momento, agradeció las clases de inglés que tanto odiaba en la secundaria. La frase se repetía en su cabeza una y otra vez.

La canción era hermosa, hablaba de la valentía de las almas y el seguir luchando ante las adversidades. De las luchas de los corazones incansables y como estos pese a todo el dolor, golpes y angustias, no podían romperse.

JungKook necesitó levantarse, alejarse y salir a fumar. La nicotina llenó sus pulmones mientras la duda surcaba su mente. Él había sentido la mirada del hombre sobre él. Por un par de segundos, por esos casi precarios segundos parecía que le cantaba única y exclusivamente a su persona. JungKook tenía que estar totalmente loco.

Aspiró al humo y se movió sobre sus pies. El frío era insoportable y la nieve no paraba de caer. Quizás salir no había sido la mejor opción.

—Hola.

JungKook miró a un lado, encontrando un par de ojos avellanas y cabellos oscuros.

—¿Estás bien? —preguntó. JungKook frunció el ceño, más no respondió—. Eras tú. En la morgue.

JungKook se lamió los labios y movió incómodo. Genial. Simplemente genial. De todas las personas y en todos los lugares posibles, tenía que encontrarse con la pareja del tipo con quien lo engañaba su ex muerto.

—Hola —susurró JungKook, metiendo las manos en los bolsillos de su abrigo—. Estoy bien.

El chico sonrió y sintió.

—Me alegro. Estaba un poco preocupado —JungKook alzó las cejas con duda—. Parecías quererlo mucho.

JungKook se mordió el interior de sus mejillas y miró la suelo, a la nieve con los labios apretados.

—Tú también. A tu chico —dijo Jeon. Él recordaba bien la lágrimas y el dolor del hombre al ver el cuerpo de TaeJoon. Pero el chico negó casi con pesadez, sacó una cajetilla de cigarros y prendió uno. Eran suaves y mentolados.

—¿Quieres?

JungKook negó. Él se encogió de hombros y dejó ir una bocana de humo.

—¿Crees que lo quería? —preguntó de la nada. JungKook se lamió los labios, temblando y con la nariz congelada, asintiendo—. Tienes razón. Yo lo quería un poco.

—Lloraste mucho.

—Estaba enojado —aclaró con tranquilidad, tirando el cigarrillo casi completo al suelo. Alzó la vista a JungKook—. Creo que de los dos tú la pasaste peor. Vi la sorpresa en tus ojos. No lo sabías.

JungKook se quedó muy quieto y callado.

—Me llamó, JiMin. Park JiMin —se presentó, extendiendo una mano en dirección a JungKook, quien apenas pudo agarrarla. Se le habían quedado los guantes. La mano de JiMin era pequeña y de dedos gorditos en la suya—. Nos veremos por ahí.

JungKook lo vió entrar de nuevo al local, con tranquilidad y paz en cada paso. «Park JiMin, recordó,» y solo entonces calló que no le había dado su nombre. Igual, no lo necesita. Ellos no volverían a encontrarse. JungKook miró al cielo, a las estrellas y la nieve. Justo como esa noche. Y quizás su corazón dolió y su respiración falló por un segundo, pero por primera vez desde el suceso se negó a sentirse afectado. Incluso después el dolor y la ira volvía. Ahora, él no quería sentir nada de eso.

Jeon entró, se sentó y escuchó a la voz suave del joven de ojos avellanas mientras cantaba nuevamente. Las luces neón llenaban el lugar, como si fueran polvo de estrellas.

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