Bokuto No Es Popular
Bokuto no tenía problemas para afirmar que ese 14 de febrero su suerte mejoría demasiado, después de varias rachas en picada durante su larga carrera de instituto. Tenía todas las cartas sobre la mesa, y había jugado con esmero con éstas para colindar a su mejor esfuerzo y los resultados tan perfectos en esa celebración tan ansiada por los hombres: los chocolates que las chicas entregaban.
Akaashi hacía lo posible para guardar silencio, mientras caminaba con el insaciable de Bokuto a su lado. No decía nada porque no se le había preguntado, y tampoco era como si quisiera avivar o apagar con agua la llama ardiente que retocaba el impensable corazón optimista de Bokuto. Simplemente lo miraba caminar a su lado, con pasos largos y sus brazos moviéndose alegremente.
—Oye, Akaashi, ¿vas a entregar chocolates tú? —cuestionó el mayor, con una enorme sonrisa en sus labios. El mencionado guardó silencio por unos breves segundos, correspondiendo la animada mirada de su compañero con sus irises azul metálico.
—¿Por qué lo haría?
—¡Ayer te vi comprando en una tienda cercana unos chocolates! —Señaló sin reparos con su dedo su descubrimiento, tratando de animar más de lo que ya estaba el ambiente. Sin embargo, Keiji ni siquiera mostró una pizca de sorpresa, su cara no parecía querer enseñar algún rastro de emoción.
Tardó un poco en contestar, logrando impacientar a Kotaro sólo un poco, porque parecía que el azabache se hacía del rogar a propósito.
—Bueno, sí se los daré a alguien... —dijo con simpleza, alzando sus hombros en una señal un tanto simple, restándole importancia al asunto. Bokuto no pudo evitar dejar escapar una carcajada.
—¡Lo sabía! —afirmó, alzando su puño al aire, como si jugara un extraño juego de adivinanza. Akaashi lo miró raro, arqueando una de sus cejas. Sí, en definitiva, parecía estar animado, y eso no era del todo bueno. Sentía que pronto su ánimo caería en picada, y eso no le gustaba. Tenía guardada en su mente una guía básica para tratar con Bokuto Kotaro, y sólo sabía que en algún punto él tocaría fondo y se desanimaría. Por alguna razón no le gustaba verlo desanimado—. ¿Crees que recibiré algo hoy, Akaashi? No sé... —Hizo una pausa dramática, mientras se sumergía en sus propios sueños, pareciendo gustarle la atención recibida, ya que se burlaba hasta de la pequeña cosa más mínima —. Quizás unos chocolates. Como unos diez... o más.
«Oh, no», pensó con brevedad su acompañante, sabiendo que ya se había emocionado y tomado grandes expectativas.
—No lo sé. —Y él pareció querer mantener encendida la llama, con una respuesta ambigua, que podría tirar al lado positivo o negativo, dependiendo de los resultados.
En sí, era cierto que Kotaro cumplía con los estándares requeridos en una película de adolescentes para ser el popular: era la estrella del club de voleibol de la preparatoria, era atractivo físicamente e intenso en cuanto a personalidad. No era una mala persona, aunque a veces llegaba a ser despistado. Pero claro, hablábamos de la vida real: realmente, esos estereotipos sólo se quedaban en la ficción, nadie podía ser popular en situaciones realistas.
—No te pongas celoso si no llegas a recibir ninguno, Akaashi —bromeó con emoción Bokuto.
—No lo haré, Bokuto-san.
—¡Ah! —Ni siquiera le prestó atención a su respuesta, ya que Bokuto divisó a lo lejos a Kageyama y Hinata, detenidos a mitad de la calle en la banqueta. Los dos parecían bastante ocupados, con el color rojizo al límite y Hinata mantenía un temblor inocente al entregarle una caja de chocolates. Los dos estaban en un momento importante en ese día, pero Bokuto no sabía leer ambientes románticos debido a su corta experiencia en el amor—. ¡Hey, hey, hey! ¡Hinata! —llamó, logrando sacar de su estado de trance a ambos jóvenes mencionados, asustándolos en el proceso.
Akaashi simplemente pudo suspirar.
Tal y como Akaashi lo esperaba, Bokuto no había recibido ni un pequeño chocolate ese día. La llama de la emoción ante sus sueños perdidos por no ser popular eran los fragmentos honestos que reflejaban los pasos pesados y poco alegres de ese joven, que ni siquiera parecía caminar bien, incluso arrastraba su mochila.
—No me dieron ningún chocolate, Akaashi —comentó, desanimado, sin siquiera poder mostrar del todo una alegría sincera, como la de esa mañana.
Keiji no respondió al instante, ya sabiendo de sobra cómo tratar con él en casi cualquier situación, pero aún era difícil verlo triste, no le gustaba. Podía simplemente ignorarlo, pero hacer lo que hacía y los impulsos que tomaba, eran algo de parte de su corazón, algo que simplemente nacía de él. Y no quería verlo triste.
—Bokuto-san, feliz 14 de febrero —comentó el hombre, con un rostro indiferente a la situación, pero sintiendo su corazón agitarse, al buscar en su mochila y tener la vista llena de curiosidad del mencionado sobre su persona.
Los ojos dorados del mayor parecieron mostrar completa alegría pura, y la sorpresa contenida le dieron un brillo incomparable, cuando Akaashi le extendió una pequeña caja cuadrada de color rojo que contenía diez pequeños chocolates.
—¿¡Es para mí!? —preguntó emocionado, tomando la caja entre sus manos, con una alegría inmensurable en su cara. Akaashi simplemente sonrió torpemente.
—Sí, es especialmente para ti.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro