𝐘𝐈𝐍
En el centro de Seúl, existía un pequeño vecindario llamado Ahyeon-Dong. Hace algunos años, este barrio era conocido por su maravillosa diversidad cultural. Sin embargo, detrás de esa apariencia alegre y de sus calles bulliciosas, existía una realidad oscura que la gente común no conocía.
Este rincón de la ciudad, abandonado por la mano de Dios, oscilaba entre las clases media y baja.
Actualmente, Ahyeon-Dong se anunciaba como uno de los barrios más peligrosos de Seúl, una zona marcada por pandillas, peleas callejeras, robos y graffitis en cada esquina.
Estas bandas se habían apoderado de las calles; vendiendo drogas, asaltando y sembrando el caos con protestas contra el estado. Los graffitis gritaban rebeldía absoluta contra el gobierno que los había relegado.
Tras el éxito del k-pop y los k-dramas, Corea del Sur había alcanzado una enorme popularidad internacional. Tanto así, que el estado comenzó a ofrecer ayudas y beneficios a extranjeros que llegaban a asentarse al país, para elevar su reputación.
Sin embargo, enfocados en el éxito internacional, descuidó gravemente las necesidades de sus propios ciudadanos. Esto no solo creó una caída en la localidad de Ahyeon-Dong, sino que también aumentó los prejuicios y marginación, por las diferencias entre las clases sociales.
Al verse privados de oportunidades por la falta de recursos, algunos jóvenes se vieron forzados a recurrir a la única salida que les quedó para subsistir; la delincuencia.
Y así, lo que alguna vez fue un vecindario prometedor, se transformó en un cultivo de bandas callejeras dominando los barrios bajos. Guiados por la cabecilla, un joven chico al que llamaban... capitán.
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