OO4 | FINAL
La noche cayó en la ciudad, envolviendo todo en una calma silenciosa. Celestine salió de la ducha, el vapor aún flotando en el aire mientras el agua goteaba lentamente de su cabello. Una vez con la bata, sintió cómo la piel fresca se erizaba al contacto con el aire más frío de la habitación. Al cruzar la sala, notó el sofá y su corazón dio un vuelco.
Allí, en un rincón, estaba Jungkook. Su figura, amplia y poderosa, se extendía cómodamente sobre el sofá, una manta deslizándose parcialmente de su cuerpo. La luz tenue de la lámpara realzaba sus rasgos; la mandíbula definida, el cabello desordenado y su expresión serena. La camiseta blanca que llevaba puesta se ajustaba a su torso, resaltando su musculatura robusta. Los brazos, fuertes, bien definidos y con cicatrices, parecían estar en perfecta armonía con su cuerpo, mientras que la tela se levantaba ligeramente, dejando entrever la parte superior de su abdomen. La línea de vello que bajaba por su ombligo se asomaba como un camino que prometía calor y deseo.
Aun así, un pequeño nudo se formó en su estómago. Las palabras de Sawyer resonaban en su mente, repitiéndose como un eco inquietante. "Este tipo... no es quien parece ser. Si llegaran a investigar su pasado, si todo esto se hiciera público... vernos ligados a alguien como él, Celestine, nos destruiría, tu carrera se iría al carajo."
La imagen de Jungkook, con sus cicatrices y su mirada intensa, la hizo dudar. ¿Realmente estaba haciendo lo correcto al acercarse a él?
Se detuvo por un momento, indecisa, observando cómo el pecho de Jungkook subía y bajaba con cada respiración. La conexión que compartían la llenaba de una calidez que ahora parecía amenazada por la realidad. Mientras la inseguridad la envolvía, se preguntó si su amor por él era suficiente para enfrentar el riesgo que conllevaba estar a su lado.
Con un suspiro profundo, Celestine se quedó a medio camino, vacilante. Observó a Jungkook dormir en el sofá, su pecho subiendo y bajando de manera pausada, casi tranquilizadora. La única luz en la habitación provenía de un velador junto a la sala, proyectando sombras suaves sobre sus rasgos. Parecía tan vulnerable en ese estado, tan alejado de la figura que mostraba al mundo. Por un instante, deseó acercarse más, dejar que sus dedos se deslizaran por su cabello oscuro, tocar su rostro y sentir la seguridad que él le proporcionaba. Pero las palabras de Sawyer resonaron en su mente como una alarma: No lo conocía realmente. Sus manos estaban manchadas de sangre. Su corazón dio un vuelco, y un escalofrío recorrió su columna. ¿Cuántos secretos escondía Jungkook tras esa fachada aparentemente impenetrable? Actos atroces. La frase se repetía como un eco, haciéndola retroceder un paso. Cerró los ojos con fuerza, intentando calmar su mente.
Tuvo que reprimir su deseo de tocarlo, de despertarlo para intentar hablar, ya que Jungkook solía despertar sobresaltado, y cualquier intento de acercarse ahora podría romper esa calma. Respiró hondo y desvió la mirada, alejándose del sofá y dirigiéndose hacia la pequeña cocina. Necesitaba algo que la distrajera, algo que calmara el caos en su pecho.
Abrió un gabinete, sacando un vaso con movimientos mecánicos. Mientras llenaba el vaso, su mente seguía en otro lugar, atrapada en la imagen de Jungkook, en los recuerdos de Sawyer y en esa constante sensación de que estaba pisando un terreno peligroso. Esa distracción le costó caro.
El vaso se le resbaló de las manos, y el sonido del cristal rompiéndose contra el suelo cortó el aire como un disparo.
El cambio fue instantáneo.
Jungkook se medio sentó su cuerpo rígido, los ojos completamente abiertos y llenos de terror. Un jadeo profundo escapó de su garganta mientras su mirada buscaba desesperadamente algo, alguien, como si esperara un ataque inminente. La habitación, en penumbra, parecía multiplicar las sombras a su alrededor.
—¡¿Qué carajo fue eso?! —rugió, su voz resonando como un trueno mientras se levantaba de golpe, volcando la mesita de café con un movimiento brusco de la pierna. Su respiración era errática, y sus manos se movían rápidamente, como si estuviera buscando un arma invisible. Sus puños se cerraron con fuerza, las venas en sus antebrazos sobresaliendo, su cuerpo listo para pelear.
Celestine se congeló. Su instinto le decía que no se moviera, que no hiciera nada que pudiera desencadenar algo peor. Levantó las manos lentamente, sus ojos fijos en él.
—¡Jungkook! ¡Soy yo! ¡Fue un accidente! —explicó rápidamente, su voz temblorosa mientras intentaba atravesar el velo de pánico que lo envolvía.
Pero Jungkook no la escuchaba. Sus ojos seguían desenfocados, escaneando cada rincón de la habitación como si estuviera atrapado en una pesadilla despierto. De repente, se abalanzó hacia la sombra junto a la ventana, su cuerpo impactando contra la pared con un golpe sordo. Giró bruscamente, sus movimientos erráticos, como si estuviera librando una batalla invisible.
—¡No me toques! —gruñó, cuando Celestine intentó dar un paso hacia él. Su voz, cargada de rabia y miedo, la hizo detenerse en seco. Sus hombros temblaban, su pecho se alzaba con respiraciones irregulares, y sus manos seguían en puños, temblando, como si estuvieran a punto de golpear.
Celestine tragó saliva, su mente luchando por encontrar algo que decir, algo que lo trajera de vuelta. Pero antes de que pudiera hablar, Jungkook soltó un rugido gutural, lanzando un puñetazo hacia la pared más cercana, el impacto resonando como un eco en la pequeña habitación. El dolor pareció sacudirlo de su trance; su respiración vaciló, y sus ojos finalmente se enfocaron en ella.
—Mierda... —murmuró, dejando caer sus manos a los costados. Su mirada estaba vacía, como si acabara de despertar de un sueño horrible. Se dejó caer de rodillas en el suelo, sus hombros hundiéndose mientras llevaba ambas manos a su rostro. Su cuerpo temblaba visiblemente, cada inhalación un recordatorio de que todavía estaba allí.
Celestine no se movió al principio, el miedo aún anclado en sus piernas. Finalmente, con cautela, se acercó un poco, sus pasos ligeros, como si temiera que cualquier ruido volviera a desatarlo.
—Jungkook, estás bien. Nadie te va a lastimar —aseguró suavemente, aunque su propia voz temblaba. Sus ojos se llenaron de lágrimas al ver cuánto estaba sufriendo.
Él negó con la cabeza, sus manos temblorosas enterrándose en su cabello, tirando con fuerza, como si intentara arrancarse la angustia que lo estaba consumiendo. Su cuerpo entero vibraba con la tensión de una batalla interna que no podía ganar. Respiraba entrecortadamente, su pecho subiendo y bajando en un ritmo errático, como si el aire mismo lo estuviera dejando.
—Lo siento... No puedo...—musitó, su voz quebrada, tan baja que apenas llegó a sus oídos. Cada palabra parecía arrancarle un pedazo de sí mismo, el dolor notable en su tono, como si lo estuviera desgarrando desde lo más profundo. Sus ojos se cerraron, y su cuerpo se tensó al borde de un colapso total—. No soy capaz de controlar esto...
En su mente, los recuerdos del pasado chocaban violentamente con la realidad. Los ecos de explosiones, gritos lejanos, y el ruido ensordecedor de batallas pasadas lo rodeaban, dejándolo atrapado en un torbellino de caos. Los latidos de su corazón eran un martillo en su cabeza, cada uno acentuando la sensación de estar a punto de perderlo todo.
—No puedo... No puedo escuchar ni un maldito vaso estrellándose sin... —su voz se quebró nuevamente, temblando, mientras cerraba los ojos con más fuerza, tratando de bloquear las imágenes que lo atormentaban. Los recuerdos de sangre y caos seguían invadiéndolo, ahogándolo.
Luchando por mantener el control, su cuerpo tenso como una cuerda a punto de romperse, sin decir más, al tenerla cerca, a pesar de estar de rodillas, la abrazó con una fuerza desesperada, sus brazos rodeando la cintura de ella como si fuera la única ancla que le quedaba para no desmoronarse por completo. El contacto, aunque breve, era un intento frenético de transmitirle lo que las palabras no podían, un intento de mostrarle que él, a pesar de su oscuridad y lo que arrastraba consigo, aún luchaba por ella.
—Te necesito... —susurró, su voz quebrada, casi inaudible, como si confesara su mayor miedo—. Eres lo único que me da razón para seguir... Lo único que hace que pueda intentar respirar un día más.
Su cuerpo temblaba al sostenerla, como si cada fibra de su ser estuviera a punto de rendirse. Sentía que sus demonios internos, los recuerdos lo consumían por completo, pero la presencia de Celestine era el único refugio, el único respiro que podía encontrar en medio de su tormenta.
Sintiendo el peso de su abrazo, se quedó inmóvil, la confusión apoderándose de ella. A pesar del miedo que le causaba lo que escuchaba, el contacto de Jungkook la desconcertaba, la suavidad de su desesperación le llegaba al alma, provocándole un torbellino de sentimientos encontrados.
—No sé si esto es lo que necesito —su voz salió temblorosa, mientras el calor de su abrazo la envolvía, dejándola más vulnerable de lo que estuvo en días. A pesar de las palabras de Sawyer resonando en su mente, a pesar de su miedo a lo que Jungkook pudo ser capaz de hacer, la cercanía de él la hacía dudar de su propia decisión. Algo en su pecho se tensó, y su mente tambaleó, dudando de la certeza que tuvo hasta hacía poco.
Jungkook apretó los ojos con más fuerza, sintiendo cómo su control se desvanecía. Sabía lo que ella quería decir. Sabía lo que estaba pensando. Pero no podía dejarla ir. No podía perder lo único que lo mantenía a flote, lo único que le daba sentido a su existencia rota.
—Por favor... —pidió entre dientes, su voz llena de una desesperación que lo rasgaba por dentro—. No me dejes, no... No puedo soportar perderte ahora y por mi culpa.
Sintiendo la tensión en su cuerpo, la miró a los ojos, buscando respuestas. Sus corazones latían desbocados en el silencio, cada uno envuelto en sus propias tormentas internas. La idea de que su relación pudiera costarle tanto la llenó de incertidumbre.
¿Podía arriesgarse a estar con un hombre que, aunque apasionado, también era potencialmente destructivo?
Celestine sintió cómo la tensión en el aire crecía a medida que Jungkook la miraba con una mezcla de anhelo y conflicto. Su corazón latía con fuerza en su pecho, un recordatorio constante de lo que sentía por él, pero también de las barreras que aún los separaban.
—Jungkook...—empezó, su voz firme aunque temblorosa—, si no me permites conocerte por completo, entonces esto no va a funcionar. No puedo estar aquí y sentirme así, cuando hay partes de ti que no entiendo.
La expresión de él cambió, y pudo ver la lucha interna que se libraba en su mirada.
—Tengo miedo, y eso no lo puedo negar —continuó, sintiendo las lágrimas amenazar con brotar—. Pero si no me das la oportunidad de comprenderte, si mantienes esas partes de ti ocultas, nunca sabré si puedo confiar en ti del todo.
Se quedó en silencio, procesando sus palabras. Su expresión era grave, y ella se dio cuenta de que tocó un punto sensible. Su vulnerabilidad la hacía sentir tanto compasión como temor.
—No quiero que tengas miedo de mí —confesó, su voz era un susurro tierno que contrastaba con la gravedad del momento. Pero Celestine sintió que el desafío aún estaba en el aire.
—Tampoco quiero tener miedo de estar contigo. Pero necesito saber que estás dispuesto a abrirte —declaró, su corazón latiendo con fuerza mientras se atrevía a mirarlo a los ojos—. De lo contrario, siempre habrá un muro entre nosotros.
—No es fácil para mí, Celestine. Hay cosas que no quiero que sepas, cosas que podrían cambiar cómo me ves.
—Entonces, ¿cómo podré construir algo real contigo? —frunció el ceño, sintiendo la urgencia en su voz—. Si no puedo ver la verdad de quién eres, siempre habrá sombras entre nosotros. Y esas sombras me llenan de dudas.
—Si no confías en mí completamente, no hay forma de que esto funcione —replicó, su tono lleno de frustración y dolor.
—¿Confianza? No me quieras tomar de estúpida —se burló ligeramente, aunque con tristeza en la voz—. La confianza es un camino de dos vías. No puedo confiar en alguien que no está dispuesto a abrirse.
En ese momento, el silencio entre ellos se convirtió en un abismo. Celestine sintió que la verdad de sus palabras colgaba en el aire, y aunque el deseo por Jungkook ardía intensamente, las dudas amenazaban con consumirla. ¿Podrían realmente superar las sombras que acechaban entre ellos?
—Si no me permites conocerte del todo, me temo que no habrá futuro para nosotros.
Sabía que su declaración era arriesgada, pero era la única forma de ser honesta consigo misma y con él, que la miró fijamente, sus ojos oscuros reflejando un torbellino de emociones. Celestine sintió su corazón apretar. La decisión estaba en sus manos, y la angustia de lo que podría ser, o no ser, entre ellos se sentía abrumadora.
Al darse cuenta que con su silencio estaba dándole una respuesta, volteó con su mirada nublada dirigiéndose indignada y dolida hacia la habitación, escuchándolo reincorporarse.
—Espera —habló, su voz era grave, pero había un temblor en ella que provocó que Celestine se detuviera. Al verlo acercarse, sintió que su corazón se aceleraba—. Voy a contarte hasta donde pueda.
Con una mano la tomó de la muñeca, sus dedos envolviendo su piel con un toque casi brusco, como si necesitara anclarse en algo real, en algo que lo atara a la realidad. Los nudillos de Jungkook estaban marcados por el golpe que dio a la pared para reaccionar, pero eso no le importaba ahora. Su expresión era tensa, pero su mirada parecía hacer un esfuerzo por suavizarse cuando se encontró con la de Celestine. La sensación de su contacto era abrasadora, como si con ese simple gesto intentara asegurarle que la protegería, sin importar lo que viniera después. La guió suavemente, pero con decisión, hacia el sofá. No se resistió, dejándose llevar por la fuerza tranquila de él. Se sentaron juntos, sus cuerpos casi pegados, y aunque había una barrera invisible de incertidumbre entre ellos, la cercanía era innegable. Jungkook respiró hondo, mirando al frente antes de girar hacia ella, su rostro más serio que nunca, como si estuviera a punto de destapar una herida antigua que no sabía si podría sanar.
Celestine no podía hablar, solo lo miraba, los ojos llenos de preguntas sin respuesta. En el aire flotaba la sensación de que estaba a punto de escuchar algo que podría cambiarlo todo, algo que podría destruir la imagen que tenía de él o cimentar aún más su conexión, aunque en su corazón sabía que Jungkook nunca podría borrar las sombras de su pasado. Pero al menos, en ese instante, el futuro de ambos parecía depender de la verdad que él estaba a punto de revelar.
La habitación estaba sumida en un silencio abrumador, tan denso que ella podía escuchar el latido de su propio corazón retumbando en su pecho. Los ojos de él, vacíos y cargados de sufrimiento, no dejaban de atormentarla, y en su expresión, tan fría y distante, había algo que la hacía sentirse más vulnerable de lo que esperaba. Una parte de ella quería retroceder, huir de esa verdad brutal que él estaba a punto de soltar, pero otra, más insistente, no podía evitar la necesidad de comprender, de desvelar la verdad oculta tras su fachada.
Con la voz casi temblorosa, Celestine rompió el silencio, cada palabra un eco en la quietud que les rodeaba.
—Jungkook... —Sus ojos brillaban con una mezcla de compasión y miedo—, ¿podrías empezar contándome por qué te dieron de baja del ejército? Quiero entender...
La pregunta era sencilla, pero parecía capaz de desgarrar el velo de indiferencia que Jungkook tejió a lo largo del tiempo. Apenas la pronunció, un escalofrío recorrió su cuerpo, y Celestine vio cómo su rostro se tornaba más sombrío. Fue como si la oscuridad de su pasado se hubiera materializado en ese momento, como si las sombras que lo acechaban lo rodearan y lo aplastaran de nuevo.
Tardó un largo minuto en responder, y cuando lo hizo, su voz salió quebrada, arrastrando consigo un dolor que parecía venir de un lugar profundo, tan lejano y tan cercano a la vez.
—Era parte de una unidad de operaciones especiales... —sus palabras fueron casi un susurro, un suspiro apagado—. Mis misiones no eran como las de los demás. Me enviaban a lugares donde la moral era solo una palabra vacía. No había líneas claras entre el bien y el mal, solo órdenes que cumplir —El dolor comenzó a teñir su voz, y ella sintió un nudo en el estómago, como si las palabras fueran cuchillos, desgarrando lentamente su alma—. Me daban esas misiones porque me consideraban... sangre fría, ya que no me importaba arriesgarme porque no tenía a nadie esperándome afuera. Nadie me esperaba, nadie me lloraba si algo me pasaba, así que no me preocupaba lo que pudiera sucederme. Solo cumplía mi objetivo.
El vacío en sus palabras era tan profundo que sintió que su alma se encogía al escuchar el eco de esa soledad infinita. Estaba marcado, pero lo que lo marcó era mucho más que las cicatrices físicas que pudieran haberse quedado en su cuerpo. Era el abismo del alma, la herida invisible que llevaba arrastrando durante años.
—En una de esas misiones me asignaron una tarea que nunca imaginé —Su voz se quebró, y ella vio cómo sus ojos se volvían vidriosos, como si las imágenes de aquel momento lo estuvieran tragando nuevamente—. Teníamos que tomar una base enemiga, y las órdenes eran claras: acabar con ellos antes de que pudieran atacar primero. Pero todo se salió de control... Las cosas no salieron como esperábamos.
Jungkook tragó con dificultad, y el silencio que siguió fue tan pesado que parecía casi irrespirable. No se atrevió a interrumpirlo, temerosa de lo que pudiera decir, de lo que podría liberar con solo un par de palabras. Un estremecimiento recorrió su cuerpo, y pudo ver cómo los recuerdos de aquel día lo aplastaban, cómo el peso de esas decisiones lo estaba deshaciendo en pedazos. Sus ojos se cerraron con fuerza, como si al cerrarlos pudiera borrar las imágenes que lo perseguían.
—Hubo explosiones, disparos, el sonido de la muerte en el aire... Todo se desmoronaba a mi alrededor... —Sus palabras se arrastraban, pesadas, como si cada una fuera un peso que lo estaba hundiendo aún más—. En ese momento... no pude pensar. Era el sargento, el encargado de tomar decisiones, y tenía que actuar rápido, sin tiempo para dudar. Y en mi desesperación, sin querer, ordené algo que jamás debí haber hecho —Celestine no sabía qué decir, no podía encontrar palabras para aliviarlo. El hombre frente a ella, tan fuerte, tan seguro, ahora parecía una sombra, quebrado por sus propios demonios—. La explosión fue... masiva. Destruyó todo a su paso, y no solo a los enemigos. Mi propio pelotón... muchos de ellos cayeron. Perdí a amigos ese día, hombres que habían confiado en mí, que habían seguido mis órdenes. Todo por una decisión equivocada. —dejó escapar un suspiro profundo, como si intentara liberar el peso de sus palabras, pero no podía—. Mi cabeza no podía ver más allá de la orden. Solo quería seguir adelante, seguir el plan... pero... no vi que había civiles cerca, que había familias atrapadas en la zona.
Cerró los ojos, y el dolor en su rostro se tornó insoportable. Celestine sintió un escalofrío recorriendo su columna. El dolor en su voz era notable, como si cada palabra que pronunciaba lo desgarrara más.
—Mujeres. Niños. Familias —Su voz se rompió de nuevo, y pudo ver cómo sus manos temblaban ligeramente, como si la culpa estuviera más allá de lo que pudiera controlar—. Mataron a los que no debían morir, a los que no representaban amenaza alguna. El sonido de sus gritos aún está en mis oídos, y me persigue, me atormenta... No solo los perdí a ellos, perdí a mi escuadrón. Perdí mi humanidad en un solo instante, en una decisión que cambió todo.
Jungkook cerró los ojos con fuerza, como si al hacerlo pudiera bloquear los recuerdos que lo atormentaban. Celestine, atrapada en el dolor de sus palabras, no sabía cómo consolarlo, cómo aliviar esa carga tan grande que parecía devorarlo por dentro.
—¿Cómo se explica eso, Celestine? —Su voz tembló, quebrada por el peso de la culpa, de la desesperación—. Pensaba que estaba cumpliendo, pero lo único que hice fue condenar a esos inocentes — Cada palabra parecía atravesar su pecho, como si estuviera escuchando su propia condena—. La culpa... me consume. Cada noche, las caras de esos niños, las familias, de mi escuadrón... me persiguen. Y ni siquiera sé si realmente tenía que hacer todo eso... si fui capaz de elegir.
El horror que describía era abrumador, una pesadilla que se repetía sin cesar, un ciclo que no podía romper. No sabía qué decir, no sabía cómo aliviar ese tormento, pero al menos podía escuchar, podía estar allí, aunque fuera en silencio.
Jungkook siguió, su voz tan baja que casi se perdía en el aire.
—El ejército me dio de baja después de eso... —suspiró profundamente, con la mirada fija en el suelo, como si las siguientes palabras que fuera a decir lo desgarraran—. Me catalogaron como alguien "inestable" y "peligroso". Me diagnosticaron TEPT. Trastorno de estrés Postraumático. Pero no era solo el estrés. Era lo que vi, lo que hice... el daño que causé —una risa amarga escapó de sus labios, amarga, llena de dolor y desesperación—. Me llamaron un "peligro". Pero no entendían. Nadie entendió que no era solo miedo. Era el monstruo que sentía que llevaba dentro.
Celestine tragó con dificultad, el peso de sus palabras aplastándola. El monstruo. Él estaba luchando contra algo mucho más grande que él mismo. Algo que no podía ver ni controlar. Y estaba tan solo, tan perdido en ese abismo.
—Me levanté después de eso, pero nunca pude dejarlo atrás. Nunca pude olvidarlo —empuñó las manos, sus dedos tensándose como si pudiera hacer desaparecer lo que le atormentaba—. Cada noche, mis ojos se llenan de las mismas imágenes, los mismos gritos, la misma desesperación —su respiración se volvió irregular y su mirada se tornó perdida—. Y a veces, Celestine... me pregunto si realmente fui capaz de elegir lo que hice. O si, simplemente, era un engranaje más en una máquina que no entendía lo que estaba construyendo.
Su voz se apagó, y las palabras que quedaban suspendidas en el aire eran tan densas, tan llenas de desesperación, que Celestine no pudo más que sentir que el mundo entero se detuvo. Ese hombre, que parecía tan distante, tan seguro, estaba roto, marcado por su pasado, por sus decisiones. Y ella no sabía cómo podía ayudarlo, cómo podía alcanzarlo en esa oscuridad que lo envolvía. Esas últimas palabras retumbaron en su mente, llenas de un dolor tan inmenso que parecía llenar la habitación entera. Jungkook no solo estaba marcado por su pasado, sino por una lucha interna que nunca dejaría de consumirlo. Y Celestine, al mirarlo, entendió que nunca sería capaz de comprender por completo lo que vivió, pero también supo algo más.
Esa oscuridad que lo envolvía, esa culpa que lo arrastraba, era algo con lo que tendría que aprender a convivir si quería estar cerca de él.
—No tienes que cargar con eso solo —musitó, acercándose aún más, sus manos temblorosas limpiando las lágrimas que caían de sus mejillas—. Estoy aquí, y aunque no pueda entender completamente lo que viviste, quiero apoyarte.
Sintió que el peso de su pasado era una losa sobre su pecho, aplastándolo cada vez que intentaba respirar con normalidad. Había momentos en los que el aire se volvía escaso y la desesperación se apoderaba de él. Las pesadillas lo asaltaban como una ola violenta; lo arrastraban hacia un mar oscuro de recuerdos que preferiría olvidar. Cada rostro, cada grito, cada decisión que tuvo que tomar, todo lo volvía a vivir con la misma intensidad, con la misma carga emocional. Y mientras observaba a Celestine, sintió que el vacío en su interior se hacía más evidente. Era una mezcla de culpa y rabia que nunca lo abandonaba, una sombra que se cernía sobre él como un recordatorio constante de su supuesta incompetencia. Las palabras del teniente resonaban en su mente, la presión del deber, la desesperación de la lucha y el horror de no poder salvar a sus compañeros. "Siempre tienes que estar preparado para lo peor", le decía. La guerra lo había moldeado, pero también lo había dejado roto, incapaz de separarse de las atrocidades que presenció.
Jungkook se cubrió la cara con las manos, y el sonido de su sollozo resonó en la sala. Celestine, sintiéndose impotente pero decidida, se inclinó más cerca y envolvió sus brazos alrededor de él, presionando su cuerpo contra el de él para darle consuelo.
—Lo siento, Celestine... Lo siento tanto —susurro de forma desgarradora—. No quiero que esto arruine lo que tenemos.
—No lo hará —aseguró, su voz suave y tranquilizadora—. Solo necesitas ser honesto conmigo. Estoy aquí para ti, sin importar lo que pase.
Pero él no podía dejar de pensar que la culpa lo definía. Era el precio que debía pagar por seguir respirando. Sentía que, al abrirse a Celestine, la estaba arrastrando a su tormenta, y eso era lo último que quería. La idea de perderla lo aterraba. Su mente se llenó de imágenes de ella alejada, de su risa apagándose, y de la soledad envolviéndolo nuevamente.
—Tengo miedo de perderte —expresó con dificultad, pero se sentía como si hubiera arrojado un peso enorme de su pecho—. No sé si puedo ser lo que necesitas. No sé si te merezco.
Celestine, con sus ojos llenos de comprensión y amor, le tomó las manos y lo miró con una intensidad que lo hizo estremecerse. Sabía que estaba hablando desde lo más profundo de su corazón, y eso lo llevó a un abismo de vulnerabilidad que no había experimentado en años.
—Solo sé que estoy aquí, Jungkook. No tengo todas las respuestas, pero estoy dispuesta a recorrer este camino contigo. Te elijo a ti, no a tu pasado.
Al escucharla, sintió un pequeño rayo de esperanza atravesar el velo de su dolor. Si podía aferrarse a ella, tal vez podría encontrar una manera de liberarse de sus demonios. Sin embargo, las sombras no se desvanecerían de inmediato. Sabía que el camino sería largo y lleno de obstáculos, pero por primera vez en mucho tiempo, tenía la sensación de que no tenía que enfrentarlo solo.
Ambos compartieron un momento de silencio, rodeados de la intimidad de sus palabras y la conexión que crecía entre ellos. A medida que las lágrimas de Jungkook cesaban, él sintió una luz de esperanza brillar a través de la oscuridad que había sentido por tanto tiempo.
La sinceridad de Celestine lo envolvió como un abrigo cálido en una noche fría. La miró, y por un instante, se sintió un poco más ligero, un poco menos solo.
La conexión que compartían era un faro en su tormenta, una luz que podía guiarlo hacia un lugar donde su pasado no lo definiera.
En un momento de ternura, la miró a los ojos, y algo en su expresión lo hizo detenerse. El miedo se mezclaba con la necesidad, la urgencia de ser reconfortado, de ser amado sin condiciones. Sin poder contenerse más, se inclinó hacia ella, apoyando su frente contra la de Celestine, sintiendo su aliento cálido en su piel. Sus lágrimas se mezclaron, y en ese instante, se sintió libre de su carga. Ella, al notar su vulnerabilidad, le tomó el rostro con manos suaves y firmes. Su mirada era profunda, como si estuviera tratando de transmitirle todo el amor que sentía por él. Lentamente, se inclinó hacia él y besó sus mejillas, una caricia delicada que buscaba borrar el dolor, el sufrimiento, y las inseguridades que lo atormentaban. Sus labios se deslizaron suavemente por la piel empapada de lágrimas, llevándose consigo parte de su tristeza.
Finalmente, sus labios se encontraron. El beso fue suave y lleno de ternura, un momento suspendido en el tiempo donde el mundo exterior desapareció. Fue un beso que hablaba de promesas, de sanación y de la esperanza de un futuro donde ambos pudieran encontrar paz. Jungkook sintió cómo su corazón se aceleraba, una mezcla de miedo y deseo. La calidez de Celestine lo envolvió, y por un instante, olvidó su pasado y se permitió soñar con un mañana diferente, donde la oscuridad no tenía poder sobre ellos.
Celestine, con la suavidad de su voz y la ternura en su mirada, rompió el silencio que envolvía la habitación.
—Debes estar cansado, así como yo —dijo, notando la fatiga que pesaba sobre los hombros de él. Su corazón se apretó al verlo así, y sin pensarlo, le tomó la mano con delicadeza. Era un gesto simple, pero significativo, como si al entrelazar sus dedos pudiera ofrecerle un poco de consuelo en medio de su tormenta interna.
La miró, asintiendo lentamente mientras se limpiaba las lágrimas de la cara con la mano libre, intentando recuperar un poco de su compostura. A pesar de todo lo que compartió, se sentía vulnerable y expuesto, pero la calidez de Celestine le daba una pizca de seguridad. Caminó junto a ella, sintiendo la conexión entre ellos fortalecerse con cada paso.
Al llegar a la habitación, Celestine corrió las mantas de ambos lados de la cama, creando un espacio acogedor y cálido. Jungkook se recostó, su cuerpo cansado se hundió en el colchón, y sorbió la nariz, intentando calmarse después de la tormenta de emociones que experimentó..
—¿Quieres que te abrace? —su voz suave fue casi un susurro. La pregunta flotó en el aire, llena de esperanza y un deseo de consuelo mutuo.
—¿No tienes miedo de que vuelva a dañarte por mis pesadillas y traumas? —su tono fue un susurro cargado de temor.
Celestine negó rápidamente con la cabeza, firme en su decisión.
—No. No tengo miedo —Su respuesta fue decidida, como si sus palabras fueran un escudo contra sus propios miedos. Luego repitió, casi con urgencia—: ¿Quieres que te abrace?
—Por favor... —pidió, la vulnerabilidad en su voz resonando en el espacio que los rodeaba.
Sin dudar ni un instante, Celestine se acercó y lo envolvió en sus brazos, sintiendo el calor de su cuerpo contra el suyo. Era un abrazo que decía más que mil palabras; era una promesa de apoyo y amor incondicional. Respiró hondo, sintiendo el alivio lavar su mente, aunque las sombras de sus traumas aún acechaban. En ese abrazo, se sintió un poco más seguro, un poco más completo.
Después de un momento, levantó la mirada.
—En momentos como este, siento que necesito más que solo tu abrazo —se detuvo, inseguro de cómo seguir—. Quiero estar más cerca de ti, sentirte de una manera que me haga olvidar...
Celestine sintió un estremecimiento en su interior. No era solo deseo físico; era una necesidad de conexión profunda. Se acercó un poco más, sus corazones latiendo al unísono.
—¿Te refieres a...?
—Quiero hacer el amor contigo —aclaró con sinceridad—. Necesito sentir que no estoy solo en esto, que hay algo real entre nosotros.
Las palabras la sorprendieron, pero a la vez le resultaron irresistibles. Había una mezcla de vulnerabilidad y deseo en su petición que la conmovió profundamente.
—Yo también lo quiero.
Jungkook, con una ternura que contrastaba con su apariencia fuerte, se inclinó hacia ella, buscando sus labios con los suyos. El primer beso fue lento, suave, como si tratara de saborear cada segundo que pasaban juntos. Sus bocas se encontraron, moviéndose con una sincronía perfecta, profundizando el beso a medida que el deseo crecía entre ellos. Las manos de él viajaron hacia los bordes de la bata que aún cubría a Celestine, sus dedos deslizándose suavemente por la tela mientras la iba despojando de ella, con lentitud y cuidado.
Lo dejó hacerlo, su respiración acelerándose con cada caricia de sus manos sobre su piel. La bata cayó al suelo en un suave susurro, dejando su cuerpo desnudo y vulnerable ante él, que aún con los labios sobre los suyos, trazó una línea de besos desde su boca hasta su cuello, bajando con una adoración casi reverente. Celestine suspiró, sintiendo su calor, cada roce, cada beso avivando más el fuego entre ellos. Con la misma calma, ella empezó a quitarle la camiseta, deslizando el algodón sobre sus músculos marcados, descubriendo su torso que tantas veces había admirado.
La abrazó con fuerza, sosteniéndola contra él, su pecho desnudo presionado contra los suaves contornos de su cuerpo. La calidez de su piel, el ritmo acompasado de sus respiraciones, todo parecía detenerse en ese instante en que el deseo se mezclaba con el amor. Lo miró, su corazón a punto de estallar por la intensidad de sus sentimientos. Lo besó nuevamente, esta vez con más urgencia, más deseo, y él respondió con la misma pasión. Mientras sus manos recorrían cada rincón de su cuerpo, ambos se despojaron del resto de la ropa de él con la misma lentitud con la que se entregaban el uno al otro.
Los besos se hicieron más profundos, más intensos, y en medio de esa entrega total, Jungkook la miró, sus ojos llenos de un amor que parecía imposible contener.
—Te amo —murmuró, con una sinceridad que la estremeció.
Celestine, sintiendo su pecho apretarse por la emoción, le acarició el rostro antes de volver a besarlo, dejándose llevar por la suavidad y el calor de sus labios. En ese momento, lo único que existía era él, el hombre que abrió su corazón, y ella, entregándose por completo al amor que compartían.
Estaba sobre, ambos completamente desnudos, sus cuerpos brillando bajo la luz suave de la luna que entraba por la ventana. La calidez de su piel se fusionaba en un contacto intenso, y la proximidad solo aumentaba el deseo que los envolvía. A medida que él se movía, restregándose contra ella, un escalofrío de placer recorría su cuerpo, la suavidad de su piel contrastando con la firmeza de su torso. Los gemidos suaves de Celestine se mezclaban con el susurro de sus respiraciones entrecortadas. Ella podía sentir cómo su cuerpo se humedecía, la necesidad creciendo a cada instante, y la desesperación comenzaba a hacerse presente en su estómago. Jungkook bajó la cabeza, dejando un rastro de besos por su cuello, cada roce de sus labios era una promesa de lo que estaba por venir.
—Jungkook...
Él aumentó la fricción, moviendo sus caderas lentamente, creando una danza hipnótica entre ellos. La presión entre sus cuerpos crecía, y cada contacto solo intensificaba el deseo que compartían. La miró con intensidad, sus ojos oscuros llenos de una mezcla de anhelo y vulnerabilidad.
—Si realmente lo necesitas... —dijo con voz ronca, cada palabra resonando entre ellos—, dímelo.
Sintió que el control se desvanecía. No podía esperar más. Su cuerpo respondía por sí mismo, impulsándola hacia un deseo que no podía contener.
—Solo... mételo de una vez —exhaló, su voz temblando entre la urgencia y el deseo.
—Si me quieres dentro de ti... tócame y mételo —ordenó con la voz ronca de deseo.
La mirada de Jungkook se intensificó, como si su respuesta dependiera de ella. En un impulso, Celestine levantó sus caderas, guiando su cuerpo hacia el de él. La conexión entre ellos se sentía tan profunda y verdadera que no podía resistir más. Con un movimiento decidido, tomó su miembro y lo guió hacia su entrada. Sorprendido por su iniciativa, se quedó momentáneamente quieto, sus ojos fijos en los de ella, llenos de deseo y necesidad. Con un empujón, Celestine lo introdujo en ella, ambos sintiendo cómo la intensidad de sus cuerpos se unía en una sola entidad. La sensación era abrumadora, una ola de placer que los envolvía. Él soltó un suspiro profundo, la expresión de su rostro revelando la mezcla de satisfacción y sorpresa.
—Celestine... —murmuró, su voz baja y llena de deseo mientras ella lo apretaba con fuerza.
Ella sonrió, sintiendo la conexión entre ellos, y comenzó a moverse, dejando que la desesperación y el amor se fundieran en un solo acto. Se movía sobre ella, sus cuerpos fusionándose en una danza de deseo y pasión. La habitación estaba impregnada de un aire cálido y cargado, el murmullo de sus respiraciones entrelazándose con sus gemidos suaves.
—Eres todo lo que he deseado —susurró, mientras sus caderas se encontraban con las de ella, creando una conexión profunda. Cada movimiento que hacía era una mezcla de urgencia y devoción, como si estuviera tratando de descubrir cada rincón de su ser.
—No te detengas —su voz entrecortada, revelando el placer que le provocaba. Sentía cómo él la llenaba, cada embestida enviando oleadas de placer por su cuerpo, haciéndola perderse en la experiencia.
—Voy a hacerte sentir más —prometió, su voz llena de determinación. Sus manos se aferraron a la cama, buscando un ritmo que provocara el éxtasis en ambos. La forma en que se movía, lleno de control y deseo, hacía que cada instante se sintiera eterno.
—Me encanta cómo me haces sentir —gimoteó, su aliento caliente acariciando su cuello. Jungkook sonrió, sintiendo cómo su cuerpo respondía a cada palabra. Aceleró el ritmo, llevando a ambos al borde de una explosión de placer.
Sentía que el clímax se acercaba, una promesa de entrega total. Cada embestida era más intensa, más profunda, mientras se entregaban el uno al otro, atrapados en un torbellino de sensaciones que solo ellos compartían.
Jungkook sintió cómo el calor de Celestine se intensificaba, cada movimiento que hacían enviando ondas de placer a través de sus cuerpos. Ella arqueó la espalda, permitiendo que sus sensaciones se elevaran, mientras sus uñas se aferraban a los músculos de su ancha espalda, provocando un gemido bajo que resonó en el aire.
—No hay nada como estar dentro de ti —murmuró, sintiendo cómo su cuerpo se apretaba a su alrededor, intensificando cada embestida. El ritmo se volvió más frenético, más desesperado, mientras se perdían el uno en el otro, en una búsqueda incesante de alcanzar la cima.
Celestine dejó escapar un susurro entrecortado, su respiración caliente chocando contra su piel. Cada vez que él la penetraba, sentía como si el mundo se desvaneciera, dejándolos solo a ellos. La conexión era casi abrumadora; la combinación de placer y deseo se sentía como un fuego que crecía en su interior. Con un movimiento instintivo, envolvió sus piernas alrededor de la cadera de Jungkook, atrayéndolo hacia ella con una fuerza desesperada. La presión de su cuerpo contra el de él la hizo sentir viva, y su aliento se aceleró aún más. A medida que él aumentaba el ritmo, ella se aferraba a su espalda con más fuerza, sintiendo cómo cada impulso la hacía perder el control.
—N-no puedo....
—Déjate llevar —su voz estaba cargada de urgencia. La intensidad de sus cuerpos chocando juntos era electrizante, y la forma en que ella se movía debajo de él lo llevaba al borde de la locura. La presión en su abdomen se acumulaba, haciéndolo sentir que se estaba acercando a un punto sin retorno.
Con cada embestida, podía sentir cómo el placer se intensificaba, tanto en él como en ella. Sus gemidos se mezclaban en el aire, creando una sinfonía de deseo que los envolvía. La sensación de ella, cálida y apretada a su alrededor, lo hacía sentir como si estuviera tocando el cielo.
—Jungkook... —suspiró, sus ojos cerrados, dejándose llevar por la marea de sensaciones. Con cada roce, cada contacto, se sentía más descontrolada, como si su cuerpo no le perteneciera y solo respondiera a la necesidad de él. La forma en que se aferraba a su espalda, combinada con la presión de sus piernas alrededor de su cadera, lo impulsaba a seguir adelante, llevándolos a un clímax inminente.
—Te amo, te amo —repitió con voz vibrante y llena de deseo. Con cada palabra, cada embestida, estaba reafirmando su conexión, llevándola más cerca del borde. La fricción entre ellos creaba un fuego interno, y Jungkook podía sentir que la explosión de placer se acercaba.
Finalmente, cuando ambos alcanzaron ese clímax compartido, el mundo alrededor de ellos se desvaneció por completo. Celestine sintió como si cada fibra de su ser estallara en una luz brillante, mientras la ola de placer la envolvía. Jungkook, por su parte, sintió que el éxtasis lo consumía, llenándolo de una felicidad que nunca había experimentado antes. La unión de sus cuerpos, sus almas entrelazadas, los llevó a un lugar de pura eufonía, donde todo era posible.
Después de la tormenta de placer que los sacudió, el aire se llenó de un suave silencio, interrumpido solo por el sonido de sus respiraciones entrecortadas. Jungkook se mantuvo dentro, mientras ambos intentaban recuperar el aliento. La luz tenue de la habitación iluminaba sus rostros, reflejando la intimidad del momento compartido. Los ojos de él brillantes llenos de ternura y admiración. Acercó su mano al rostro de Celestine, acariciando suavemente su mejilla con el pulgar.
—Eres más hermosa de lo que puedo describir —dijo con una voz suave y cálida, cada palabra impregnada de sinceridad.
Celestine sonrió, su corazón latiendo con fuerza. Se sentía vulnerable y a la vez completa, como si su alma hubiera encontrado su hogar. Sin pensar apoyó su frente contra la de Jungkook, sintiendo su respiración en su piel.
—Nunca imaginé que esto sería tan intenso —murmuró, sus ojos buscando los de él, deseando leer cada emoción en su mirada.
—Ni yo, pero sé que quiero estar aquí, contigo, en este momento.
Celestine sintió una oleada de felicidad recorrerla, como si cada latido de su corazón confirmara lo que ambos sentían. Lo miró a los ojos, notando la profundidad de sus sentimientos reflejados en su mirada.
—Te amo, Jungkook.
Él sonrió, una expresión de alegría pura iluminando su rostro.
—Yo te amo más, Celestine. Eres todo lo que he deseado y más,
Jungkook se inclinó hacia adelante, sus labios encontrándose con los de ella en un beso suave y tierno, lleno de promesas y anhelos. Era un beso que hablaba de un futuro juntos, de una conexión que iba más allá de lo físico.
Celestine se perdió en el momento, cerrando los ojos mientras se entregaba por completo al beso. Sus manos buscaron la parte posterior de su cuello, sintiendo la calidez de su piel mientras lo acercaba más a ella. El roce de sus labios, dulces y suaves, la hizo sentir viva, cada caricia una declaración de amor.
Finalmente, se separaron, sus frentes todavía tocándose, respirando el mismo aire, sintiendo la electricidad entre ellos. Jungkook sonrió, sus ojos brillando con felicidad.
La conexión que compartían se sentía como un abrazo, algo que los envolvía y los mantenía a salvo. El mundo exterior desapareció, y en ese instante, solo existían ellos dos, en un remanso de amor y deseo. Afuera, las estrellas brillaban en el cielo, como si celebraran la unión de dos almas que finalmente se encontraron. Y así, en la tranquilidad de la noche, se quedaron allí, entrelazados, soñando con el futuro que les aguardaba.
(...)
Celestine se encontraba en el estudio, sumida en su práctica para la pasarela. Las luces brillantes iluminaban el espacio, reflejando su figura delgada y elegante mientras se movía con gracia al ritmo de la música. Cada paso era un ensayo, un movimiento cuidadosamente calculado que combinaba poder y delicadeza. Se sentía libre, dejando que la melodía guiara su cuerpo, y la emoción de estar en el centro de atención la envolvía.
Con cada giro, sus pensamientos se disipaban, al menos por un momento, hasta que la puerta se abrió de golpe. Sawyer irrumpió en la sala, su rostro un torbellino de frustración y preocupación. El sonido de los tacones de Celestine resonó en el suelo mientras ella se detenía, desconcertada por la súbita interrupción.
—¡Celestine! —gritó, su voz cortando el aire como un cuchillo—. ¡¿Qué demonios estás haciendo?!
—Estoy practicando — frunció el ceño, sintiendo cómo su concentración se desvanecía—. ¿Por qué gritas?
—¿Por qué grito? —repitió, sus palabras llenas de incredulidad y rabia—. He estado trabajando incansablemente para que llegues hasta aquí, y ahora estás a punto de arruinarlo todo por tu relación con ese... Ese hombre.
El estómago de Celestine se hundió. Su corazón latía más rápido, entre la confusión y el enfado.
—No estoy arruinando nada. Jungkook es importante para mí.
Dio un paso hacia ella, el sobre que llevaba en la mano arrugándose entre sus dedos. La preocupación en su mirada se transformó en una furia protectora.
—¡Importante! —masculló sacando del portafolio que llevaba, un sobre amarillo—. ¡Mira lo que has hecho! ¡Un paparazzi te ha estado siguiendo y me envió estas fotos!
Con un movimiento brusco, arrojó las fotografías sobre el escritorio, y las imágenes se desparramaron como un despliegue de sombras que amenazaban con devorarla. Celestine sintió un nudo en el estómago al ver las fotos: ella y Jungkook riendo juntos en un café, abrazados en un parque una mañana donde salieron para que ella hiciera ejercicio, momentos robados que parecían inofensivos, pero que ahora la miraban con una acusación fría. Otra mostraba a Jungkook con un traje oscuro, abriendo la puerta de la limusina. Celestine bajaba con lentitud, sus piernas desnudas apenas cubiertas por la tela de la falda, y él la miraba, sus ojos recorriéndola con intensidad. Su mano tocando su espalda, como si no quisiera soltarla, y el espacio entre ellos completamente cargado de tensión sexual. Otra tomada en la entrada del edificio donde ella vivía, capturaba a Jungkook sujetando firmemente su muñeca, sus cuerpos tan cerca que cualquier excusa se sentía vacía. El roce de sus cuerpos, la forma en que sus miradas se entrelazaban antes de que él la empujara hacia el interior del edificio. La fuerza en su gesto parecía indicar que el control estaba en sus manos. Y una última foto, tomada en la salida de un exclusivo club, mostraba a Celestine en una pose que no dejaba mucho a la imaginación. Jungkook, con su presencia imponente, estaba justo detrás de ella. La forma en que su mano descansaba en la parte baja de su espalda, la cercanía de sus cuerpos mientras caminaban hacia el coche, y la forma en que él la miraba desde un ángulo que no dejaba dudas, llenaba la foto con una energía peligrosa. El roce de su cuerpo contra el de ella, la tensión intensa, parecía gritar que había algo más, mucho más, entre ellos que una relación entre un guardaespaldas y su protegida.
—Sawyer, yo... —intentó explicarse, pero la interrumpió de nuevo.
—¡No! —gritó, su voz reverberando en la sala—. ¿Qué demonios estabas pensando? He hecho todo lo posible para proteger tu carrera, y ahora estás a punto de destruirlo todo por un capricho.
—No es un capricho —replicó, sintiendo que las lágrimas amenazaban con asomarse, sintiendo que la angustia crecía en su pecho—. Jungkook es más que eso para mí. No puedes exigir que lo abandone solo porque estás preocupado por mi carrera.
—¿Te das cuenta de lo que significa esto? — dio un paso atrás, su expresión tornándose más seria, como si intentara contener el torrente de emociones que lo abrumaban—. Tu carrera está en riesgo. Si la gente se entera de su pasado, de quién es realmente, serás tú quien pague el precio.
—No puedo vivir con miedo, Sawyer. No puedo dejar de ser quien soy solo por lo que la gente pueda pensar.
La tensión llenaba la habitación, mientras las emociones se arremolinaban en el aire como un torbellino. Celestine sintió que el nudo en su garganta crecía, la lucha entre lo que sentía y lo que debía hacer la desgarraba. Pero había algo más que la inquietud; una determinación ardiente por defender lo que amaba.
—Tú eres mi manager, pero también eres mi amigo —recalcó, su voz resonando en el silencio—. No voy a dejar que el miedo controle mi vida. Jungkook es parte de mí ahora.
—Si esto continúa, tendrás que considerar a alguien más como tu manager —la miró, su expresión mostrando una mezcla de preocupación y resignación—. No puedo quedarme de brazos cruzados y dejar que esto no solo arruine tu futuro, sino también el mío.
—¡No me hagas esto! —imploró, las lágrimas corriendo por su rostro—. Solo quiero ser feliz.
—Tienes que ser inteligente. No puedo protegerte si sigues con él.
Mientras Sawyer la miraba, sintió que la desolación la envolvía. ¿Podía realmente arriesgarlo todo por alguien que, a los ojos del mundo, era un monstruo? La lucha por su vida y su carrera apenas comenzaba, y ya no podía ignorar lo que estaba en juego. Se sintió atrapada entre dos mundos, la presión de la conversación apretando su pecho como un lazo. A medida que su manager hablaba, las palabras resonaban en su mente como un eco constante, la imagen de su carrera tambaleándose ante sus ojos. Cada fotografía esparcida sobre la mesa se convirtió en un recordatorio de lo que estaba en juego, y su estómago se revolvió ante la posibilidad de perder todo por lo que trabajó tan duro para lograr.
Miró a Sawyer, quien había estado a su lado desde el principio, apoyándola en cada paso del camino. Era difícil imaginar su vida sin él, pero al mismo tiempo, había una chispa de rebeldía que se encendía dentro de ella. ¿Por qué tenía que elegir?
—No puedo simplemente dejarlo —dijo, su voz temblando mientras luchaba por mantener la calma—. No es solo un capricho. Jungkook es importante para mí. Me hace sentir viva.
—No se trata de lo que él te hace sentir, Celestine. Se trata de lo que podría costarte —La preocupación en los ojos de él se tornó en frustración, su rostro reflejando una mezcla de enojo y tristeza, igual que su voz—. Este tipo tiene un pasado oscuro, y si la gente se entera de quién es, te arrastrarán con él. Tu carrera se verá arruinada. Ya te lo advertí.
Sintió un escalofrío recorrer su espalda ante la mención de la reputación de Jungkook. Era verdad que su pasado no era perfecto, que había cosas que la gente no entendía y que ella misma decidió ignorar. Pero había algo más profundo en su conexión con él, algo que la llenaba de esperanza. Pero, ahora, en esa habitación, sentía que cada segundo que pasaba la acercaba más a una decisión desgarradora.
¿Era realmente una elección entre su carrera y su amor? La pregunta la perseguía, y la angustia se intensificaba a medida que contemplaba las implicaciones de su decisión.
La lucha interna se desataba en su interior, como un torbellino de emociones que se enfrentaban entre sí. Mientras las lágrimas se deslizaban por las mejillas de ella, la puerta se abrió de golpe y Jungkook entró en el estudio. Su expresión tranquila se desvaneció al instante al notar la tensión en el aire. La angustia de Celestine era visible, y su corazón se hundió al ver el rostro de su debilidad en una mezcla de preocupación y confusión.
—¿Qué sucede? —preguntó, su voz un susurro intenso, buscando respuestas en los rostros de ambos.
Sawyer no perdió el tiempo. Su frustración estalló como un volcán a punto de entrar en erupción.
—¡Lo que está pasando aquí es que Celestine necesita claridad y tú estás nublando su juicio con tus problemas!
Celestine se secó las lágrimas rápidamente, sintiendo la presión en su pecho aumentar. El tono de su manager la asustaba, y ver a Jungkook tan confundido la hacía sentir aún más impotente. Su mundo, que había parecido tan brillante y prometedor, se oscurecía rápidamente.
—¿De qué estás hablando, Sawyer? No es así...
—¡Tú tampoco lo entiendes! —gritó, su voz áspera como una cuchilla, mientras lo apuntaba con el dedo, su rostro demacrado por la furia. Su mirada era un fuego descontrolado—. ¿Sabes lo que ha hecho? ¿Sabes con quién has estado metida? Si se entera la industria, tu carrera está jodida, ¿me oyes?
Jungkook apretó los dientes, su rostro palideció por un momento, pero sus ojos se encendieron con un brillo oscuro y peligroso. Su respiración se volvió pesada, el aire que rodeaba su cuerpo parecía volverse más denso con cada palabra que el manager pronunciaba. La ira burbujeaba dentro de él, cada músculo tenso, listo para explotar.
—¡Cállate! —su voz se salió como un rugido bajo, con una furia contenida, como si tratara de controlar un animal salvaje dentro de sí—. No sabes una mierda de mí. No tienes ni puta idea de lo que soy.
—¡Claro que sé lo que eres! He sido el único que ha luchado por mantener todo esto en pie, hice que llegue a donde está, y tú no respetas tu lugar y arriesgas todo por tu mierda de pasado —lo miró con desdén—. ¿Crees que esto es un juego? Si sigues con esto, Celestine pierde todo. Todo. ¡Y te juro que no te lo voy a dejar hacer!
La tensión entre ellos creció hasta el punto de que parecía que el aire podría partirse. Jungkook avanzó un paso hacia él, su pecho subiendo y bajando con una respiración agitada. Su cuerpo vibraba con una furia incontrolable, como si estuviera luchando contra algo mucho más grande que él.
—¿Qué quieres que haga? —gruñó, su voz quebrándose por la ira—. ¿Me voy? ¿Es eso lo que esperas de mí? ¿Que me aleje de ella para que tú te quedes con su puto futuro? —frunció el ceño—. No la quiero destruir. ¡Pero no voy a dejar que me pongas en la posición de tener que elegir entre ella y su carrera! No lo haré.
Celestine sintió como si el aire se volviera más pesado, su corazón se comprimió en su pecho. Estaba atrapada entre dos mundos, entre el pasado oscuro de Jungkook y el futuro que Sawyer le ofrecía, y todo se sentía como si se desmoronara alrededor de ella. Sus manos temblaban, y el miedo la consumía. Cada palabra que decía su manager la desgarraba más por dentro. ¿Por qué tenía que estar entre ellos? ¿Por qué tenía que decidir?
—¡Basta! —gritó, su voz quebrada, desesperada, mientras levantaba la mano en un intento inútil de detenerlos. El miedo se apoderó de ella, la ansiedad la ahogaba—. Jungkook, cálmate... Sawyer, por favor... solo basta, no quiero que esto siga.
Pero la furia de Jungkook no se detuvo. Sus ojos brillaban con una rabia primitiva, y el aire a su alrededor parecía volverse aún más pesado. La expresión de su rostro era la de un hombre al borde del colapso, de un ser marcado por su propio infierno interno. La violencia contenida en su cuerpo era notable.
—¿Qué mierda quieres que haga, Celestine? —su voz tembló, pero seguía siendo feroz—. ¿Dejarte? ¿Que te quiten todo lo que eres por mi culpa? ¡No voy a dejar que eso pase!
Sawyer no retrocedió ni un paso. Su mirada se endureció, y vio cómo la furia del guardaespaldas se desbordaba. Dio un paso hacia él, acercándose a su rostro con una determinación helada en los ojos.
—No estás dispuesto a ceder por ella, Jungkook —dijo con una voz baja, pero mortal—. ¿No lo ves? No te importa un carajo su futuro, solo te importa mantenerla bajo tu control. Y eso la va a destruir — Jungkook gruñó, sus dientes apretados, y una oscura amenaza brilló en su mirada—. ¡Tú la vas a destruir! No te das cuenta de lo que estás haciendo.
—¡Cállate, hijo de puta! —Su voz se volvió gutural, cargada de odio, mientras su cuerpo comenzaba a temblar de rabia—. No voy a dejar que nadie le haga daño. Ni tú, ni nadie. ¡Si vuelves a decir una palabra más, te juro que no voy a ser responsable de lo que pase!
Dio un paso atrás, viendo la furia que se desataba entre ellos. Sintió un pánico profundo, una sensación de impotencia que la invadió por completo. La habitación parecía cerrarse sobre ella. Su corazón latía desbocado, el miedo se colaba por su garganta. No podía hacer nada para detenerlos.
—¡Basta, por favor! —exigió, las lágrimas amenazando con desbordarse. Su voz estaba rasgada por el miedo y la angustia, pero Jungkook ya no la miraba. Estaba completamente enfocado en el manager, sus ojos brillando con una furia incontrolable.
Celestine sintió como si el tiempo se detuviera, y sin pensarlo, dio un paso adelante, su cuerpo impulsado por un instinto protector. Sabía que no podía dejar que esto continuara, no podía permitir que Jungkook llegara al límite. Con un empujón rápido y desesperado, levantó ambas manos y las puso sobre su pecho, empujando su torso con la fuerza que su frágil cuerpo podía reunir. Él, sorprendido por su empuje, se detuvo en seco, pero su tamaño y su fuerza no cedieron. Su cuerpo resistió el impacto sin esfuerzo, como si ella no hubiera hecho más que un suave roce. Sin embargo, en sus ojos... esa mirada salvaje, furiosa, era la de un hombre al borde de perder el control. Su respiración era pesada, sus músculos tensos, como un depredador a punto de atacar.
—¡Jungkook, por favor! —suplicó, sus palabras casi ahogadas en la desesperación. Sus manos temblaban sobre su pecho, y su corazón latía desbocado, tratando de alcanzarlo. Cada fibra de su ser se agitaba, rogando que pudiera llegar a él, detenerlo antes de que hiciera algo de lo que se arrepentiría—. ¡No lo hagas! ¡No arruines esto cometiendo un error!
El silencio entre ellos era pesado. Celestine podía sentir la tensión en cada músculo de Jungkook, la lucha interna que estaba librando, pero él no la miraba a los ojos. Estaba absorbido por su ira hacia Sawyer, por el deseo de protegerla a toda costa, incluso si eso significaba destruir todo lo que ella había logrado. Pero luego, cuando las palabras de Celestine llegaron a él, algo cambió. En un instante, su mandíbula se tensó, y por fin, su mirada se desvió hacia la rubia, llena de una lucha interna. Sabía que, aunque su rabia fuera incontenible, golpear a Sawyer, en ese momento, sería un error. Comprendió con un estremecimiento lo que implicaba un golpe en ese momento. Si ya de por sí la carrera de Celestine estaba en peligro por su relación con él, si se llegaba a saber lo que hizo en su pasado militar, la situación se complicaría aún más. Si él, siendo un exmilitar, ahora trabajando como su guardaespaldas, golpeaba a Sawyer, la magnitud del escándalo sería catastrófica.
Las consecuencias legales no solo lo arruinarían a él, sino que destruirían por completo cualquier posibilidad de que Celestine saliera indemne de la situación. Con un solo movimiento impulsivo, su vida, su carrera, y lo que más quería proteger —a ella— quedaría en ruinas. Se le reveló que, al ser exmilitar, cualquier acción violenta contra alguien con una posición pública como Sawyer no solo sería un error profesional, sino también un delito con graves repercusiones legales. Las consecuencias serían devastadoras: su carrera, su libertad, y lo que más temía, la exposición de su oscuro pasado, quedarían al descubierto con facilidad.
En ese breve instante de vacilación, Celestine aprovechó para colocar ahora con suavidad la mano sobre su pecho, con la esperanza de transmitirle que lo entendía, que podía controlarlo, que no quería perderlo a él ni lo que más amaba: la seguridad de su vida.
Su toque le recordó a Jungkook lo que realmente importaba: protegerla a toda costa, pero sin destruirse a sí mismo ni a ella en el proceso.
Respiró hondo, sus ojos llenos de furia, pero también de una desesperación que lo consumía. La ira no se desvanecía, pero la presencia de Celestine lo mantenía anclado, al borde de la locura.
—Te lo advertí —Su voz era fría, calculadora mientras lo observaba con una mezcla de desdén y satisfacción—. Si no te apartas, Jungkook, la vas a perder. Y eso es lo que te va a destruir. De una forma u otra, la destruirás.
—¡Cállate!
Sawyer sin inmutarse, simplemente sonrió con amargura.
—Vas a tener que enfrentarlo, Jungkook. Vas a tener que enfrentar lo que eres.
Celestine no sabía qué hacer. Sus pensamientos daban vueltas mientras permanecía parada entre medio de los dos hombres.
—¡Sal de aquí, Celestine! —ordenó, señalando la puerta con un gesto tajante—. Necesito hablar a solas con Jungkook.
Ella dio un paso atrás, sin comprender completamente la agresividad en su tono.
—¿Qué? ¿Por qué?
—Esto es demasiado importante. Tienes que irte.
Su estómago se revolvía, la idea de dejarlo a solas con Jungkook la aterraba aún más. La preocupación por él la devoraba. ¿Estaba a punto de perderlo también?
—Sawyer, por favor...
—¡No discutas! —la interrumpió, empujándola suavemente, pero con firmeza hacia afuera—. Esto es por tu bien. Sal ahora.
El dolor en sus ojos creció mientras la obligaba a salir. Cerró la puerta con un clic bajo, pero resonante, como si fuera el cierre de una etapa irremediable en su vida. Quería gritar, quería desmoronarse allí mismo, pero algo en su interior le dijo que debía esperar, que debía confiar en algo, en alguien.
Jungkook la miró desde la habitación, su rostro endurecido por la rabia contenida. Había una tormenta dentro de él, pero no era solo ira, era miedo también. Pero el miedo de él era mucho más sombrío, mucho más profundo. Había sido el sargento que cometió actos atroces, el hombre que tenía cicatrices tan profundas que su alma nunca podría cicatrizar por completo. La oscuridad de su pasado lo seguía como una sombra implacable. Y Celestine, a pesar de que ella podría ser su salvación, él podría ser para ella su perdición.
—Esto tiene que parar. Aléjate de ella por las buenas.
Lo miró con los ojos llenos de fuego, como si estuviera a punto de estallar. Cada palabra del manager lo hacía hervir de rabia, pero la incertidumbre sobre lo que estaba haciendo con Celestine lo destrozaba por dentro.
—¿Y dejar que tú, con tus estúpidas reglas y tu moralidad de mierda, le hagas creer que todo está bien? —replicó con desdén, dando un paso hacia él, retando su espacio personal—. No voy a dejar que sigas con tu falso teatro.
—Lo que estás haciendo es mucho más peligroso que cualquier cosa que yo pueda hacer —aseguró con una sonrisa amarga—. ¿Te crees que ella está preparada para soportar tu pasado? Ella no sabe lo que eres, lo que has hecho. Y no va a sobrevivir a lo que tú eres, a lo que puedes llegar a hacer cuando te descontrolas.
Jungkook dio un paso adelante, su respiración agitada, su rostro a solo unos centímetros del de Sawyer.
—Si hablas de mi pasado una puta vez más, te juro que te vas a arrepentir —gruñó, su voz cargada de veneno—. ¡Y te estás equivocando! ¡Ya le conté todo, le dije sobre mi pasado! —su voz retumbó en la habitación—. Y ella lo acepta, porque me ama. ¡Me ama tanto como yo a ella! ¡¿No lo ves?!
Lo miró con incredulidad, negando con la cabeza. La rabia en su rostro era evidente, pero sacó un sobre de su portafolio y lo arrojó sobre la mesa con fuerza.
—¿Sabes qué es esto, Jungkook? —apuntó, su voz cargada de furia contenida—. Es un aviso formal de mi abogado. Ya hablé con él cuando comencé a sospechar, y te aseguro que esto no es un juego. Estás acabado.
Jungkook frunció el ceño, tomando el sobre con brusquedad. Lo sostuvo un momento, como si deliberara entre abrirlo o romperlo en pedazos. Pero lo lanzó de vuelta sobre las fotografías sin siquiera mirarlo.
—¿Qué? ¿Ahora vas a esconderte detrás de papeles y abogados? —cuestionó, su voz cargada de desprecio—. Te crees muy listo, pero todo esto no es más que basura legal que no va a proteger a Celestine de verdad.
—Di lo que quieras —sonrió con amargura, un brillo de satisfacción en sus ojos—. Pero si das un paso en falso, no solo voy a hundirte. Voy a asegurarme de que no puedas volver a estar cerca de ella nunca más.
La furia de Jungkook se desbordó. Con un movimiento rápido, lo empujó hacia la pared más cercana, su rostro se transformó en una mueca de pura ira, el dolor acumulado durante años saliendo a través de cada músculo tenso de su cuerpo.
—¡No me hables de lo que puedo o no puedo hacer! —rugió, y su respiración pesada chocó contra la piel de Sawyer, quien apenas pudo esquivar el golpe que lo habría dejado fuera de combate—. Yo no soy un puto perro al que le puedes dar órdenes.
—¡Esto se acabó, Jungkook! —llevó las manos a su pecho, empujándolo con fuerza, logrando separarlo solo un instante, aunque sentía la presión de su fuerza—. Estás despedido. Has roto todas las cláusulas del contrato, y no solo eso. Has puesto en peligro a Celestine, y eso no lo voy a tolerar —Sus palabras salían como cuchillos, la rabia contenida apretando su mandíbula, y la mirada fija en los ojos de Jungkook, como si quisiera atravesarlo—. El acuerdo no solo especificaba tu rol como su guardaespaldas, sino que también se incluía una cláusula clara sobre los límites personales. Te involucraste demasiado, violaste la distancia profesional, y ahora eso tiene consecuencias legales.
Jungkook, todavía jadeando por la rabia que lo consumía, le dedicó una mirada que parecía capaz de prender fuego al aire entre ambos. Sus puños estaban cerrados, temblando por el esfuerzo de contenerse, aunque la vena palpitante en su cuello dejaba en claro que estaba a un paso de explotar.
—¿Consecuencias legales? ¿Crees que me importa tu maldito contrato? Tú y tu maldito papelito pueden irse al infierno —espetó, con la voz cargada de desprecio. Su risa fue breve, amarga, como un rugido contenido—. ¿Poner en peligro a Celestine? ¡Yo soy el único que la ha mantenido segura mientras tú te preocupas por tus putas cifras y tu imagen pública!
Dio un paso hacia Sawyer, con los ojos brillando de furia, como si cada palabra fuera una bala disparada con precisión. Alzó una mano y la dejó caer a su costado, como si contenerse le costara más energía que explotar.
—¿Quieres despedirme? Perfecto. Hazlo —Su tono bajó, pero se volvió aún más amenazante—. Pero antes de que lo hagas, recuerda algo, Sawyer: la próxima vez que ella esté en peligro, no va a ser tu precioso contrato el que la salve. Va a ser alguien como yo, alguien que no le tiemble la mano para joderle la vida a quien se atreva a tocarla —Se inclinó hacia adelante, lo suficiente como para que él sintiera el calor de su aliento y el peso de su mirada oscura—. Así que adelante, idiota. Continúa con tu mierda, pero si algo le pasa a Celestine, vas a desear no haber abierto la puta boca.
—Déjame aclararte algo, héroe. No necesito tus discursos sobre sacrificio ni tu maldita lealtad. Puede que hayas protegido a Celestine, pero yo construí su carrera. Puse todo en juego para que ella esté donde está, y tú, con tu obsesión y tu maldito pasado, estás a punto de arruinarlo todo —apretó los puños, la rabia brillando en su mirada—. Celestine tiene un futuro brillante, y un escándalo como el de estar relacionada contigo podría destruir su reputación —Su respiración era rápida y agitada, su rostro a pocos centímetros del de Jungkook—. No bastó con que no pudieras mantener tu bragueta cerrada, tuviste que involucrar tus malditos sentimientos.
—Despídeme, no me importa. Pero no te equivoques, no soy un maldito riesgo para ella. Tú eres el que no la entiende, el que solo ve números y contratos, no lo que realmente vale. Y espero que cuando todo esto se caiga, puedas mirarte al espejo y saber que tú fuiste el que la dejó caer —masculló furioso—. ¿Qué crees? ¿Que me vas a alejar de ella con tus malditas amenazas? No sabes nada sobre lo que haría por Celestine, no sabes ni de cerca lo que yo sería capaz de hacer por ella.
Ambos se miraron, pero ninguno de los dos podía esconder lo que sentían. Jungkook, aunque posesivo y cruel, no podía dejarla ir. A pesar de lo que había sido, a pesar de lo que sabía de sí mismo, Celestine era lo único que lo mantenía entero. Pero también, lo que lo estaba destrozando.
—Como dije, desde que comencé a sospechar de lo que estaba pasando entre ustedes, empecé a hablar con mi abogado de confianza. No dejé nada al azar. Y ahora que me llegaron esas fotos, no hay vuelta atrás. Este no es solo un despido, es un aviso legal. El contrato tiene reglas que has roto de manera flagrante —tomo nuevamente el sobre y se acercó un paso más, su mirada fija, la respiración más pesada, como si quisiera que Jungkook sintiera el peso de sus palabras mientras levantaba el sobre—. Te vas a mantener alejado de ella, a diez kilómetros, no menos. Y si no lo haces, te enfrentas a consecuencias serias. No solo voy a anular tu contrato, sino que voy a recurrir a medidas legales más drásticas —clavó sus ojos en los de Jungkook, su tono se hizo más amenazante, que parecía incrédulo—. ¿Te crees que no puedo usar tus antecedentes, tu estabilidad mental, en tu contra? Yo soy su manager, y no voy a permitir que se relacione con alguien como tú que solo la arruinará —aseguró con el ceño fruncido—. Tú, con tus antecedentes de exmilitar, tu inestabilidad, no vas a poder escapar de esto. Te aseguro que en cuanto pises el tribunal, se acabó. Ya no se trata de tu reputación o tus derechos, se trata de Celestine y de mi responsabilidad de protegerla —hizo una pausa, el aire entre ellos cargado de tensión, y luego sentenció—: Si te acercas a ella, no solo tendrás una orden de restricción, sino que también enfrentarás una demanda por daños. Te lo dejo claro, Jungkook: diez kilómetros. O te alejas ahora, o te hundes más de lo que crees.
En ese momento, los dos hombres sabían que la batalla por Celestine no era solo una cuestión de poder o amor. Era una cuestión de supervivencia, de redención, y de aceptar que ninguno de los dos podría salvarla sin perder algo de sí mismo.
(...)
Sentada en la lujosa limusina, Celestine miraba por la ventana, las luces de la ciudad destellando como recuerdos perdidos. Las lágrimas caían sin control, arrastrando consigo la desesperación que le ahogaba. La discusión con su manager retumbaba en su mente como un eco aterrador: "Tienes que elegir entre él y tu carrera". La idea de perder a Jungkook se convertía en un peso insoportable, una carga que la aplastaba. Sentía como si el aire se le escapara de los pulmones. La angustia se mezclaba con la confusión. Sentía que amaba a Jungkook, pero el peso de su carrera y las expectativas que la rodeaban la hacían sentir culpable. Era una vida que fue impuesta por su madre, pero en el fondo, encontró una especie de seguridad en ella. Ahora, la incertidumbre se cernía sobre su futuro como una sombra amenazante.
El sonido de su celular interrumpió su tortura interna. Celestine no dudó ni un segundo y aceptó la llamada, sabiendo que no podía escapar de esa conversación.
—¿J-Jungkook?
—Celestine... —La voz de Jungkook era rasposa, cargada de estrés. Podía sentir la tensión, como si estuviera al borde del colapso—. Necesito que escuches bien, por favor. Sawyer... no va a dejarnos en paz.
Un nudo en el estómago de Celestine se apretó aún más al escuchar su nombre. Ella ya sabía lo que implicaba ese hombre, el poder que tenía sobre sus vidas. Pero lo que Jungkook le decía ahora la dejó helada.
—¿Qué quieres decir con eso? —preguntó, aunque ya sospechaba lo peor.
—Es peor de lo que imaginas... Si no respeto las condiciones que me ha impuesto, si no me alejo de ti, las consecuencias no solo son personales... serán legales. Y no te imaginas lo que está en juego.
La confusión se apoderó de Celestine, y una oleada de miedo recorrió su cuerpo. Ella ya sabía sobre el pasado de Jungkook en el ejército, sus atrocidades, el trastorno de estrés postraumático que lo llevó a hacer cosas impensables, pero escuchar aquello le hizo sentir que la tierra se desmoronaba bajo sus pies.
—¿Qué consecuencias legales? —su voz se quebró, incapaz de entender la magnitud de lo que estaba escuchando.
—Si no sigo las condiciones de distancia que me ha impuesto Sawyer, él no dudará en demandarme. No solo por incumplimiento de una orden judicial... sino que podría desenterrar todo mi pasado —suspiró—. Y lo peor es que lo hará, Celestine. Sabe todo sobre mi baja del ejército, sobre el TEPT. Lo que hice en el ejército... lo que le hice a esas familias inocentes, todo eso podría ser presentado nuevamente frente a la justicia.
El corazón de Celestine dio un salto, y un frío helado se apoderó de ella. Si bien sabía lo que Jungkook hizo, la amenaza de que todo eso se pusiera bajo el microscopio judicial la aterraba.
—¿De qué estás hablando, Jungkook? ¿Qué pueden hacer con todo eso?
Jungkook se tomó un momento antes de responder, sabiendo que cada palabra podría ser la última oportunidad de salvarla a ella y a él mismo.
—Si todo esto se saca a la luz, me enfrentaré a consecuencias mucho peores que una simple demanda —Su respiración era pesada, entrecortada, como si intentara contener algo más profundo—. Sawyer tiene influencia. Si decide presentar todo esto, las acusaciones por crímenes de guerra, por las muertes que causé... —Su voz se quebró por un instante, pero él siguió hablando, como si temiera detenerse—. Me acusarán de ser una amenaza para la sociedad. Las pruebas del "TEPT", mis episodios de inestabilidad, todo podría ser usado en mi contra. Si un juez decide que soy un peligro para la sociedad, no hay nada que pueda hacer —El sonido de su exhalación llegó a sus oídos, un eco de cansancio que parecía pesar toneladas—. Podría ser encarcelado, Celestine —Hubo un breve silencio al otro lado de la línea, y Celestine sintió el peso de su angustia. Y con una voz apenas audible, Jungkook añadió—: O incluso peor... podrían retenerme en una institución para tratar mi "estado mental" —La tensión en sus palabras era evidente, como si cada sílaba lo estuviera desgarrando por dentro—. No puedo arriesgar eso.
Cada palabra hacía que se sintiera más atrapada, como si todo su mundo estuviera desmoronándose. Ella sabía de su dolor, de su lucha interna, pero ¿realmente había algo que pudiera hacer para evitar que todo se viniera abajo?
—Entonces... ¿Qué vas a hacer? —indagó sintiendo cómo las lágrimas comenzaban a correr por sus mejillas.
—Lo único que puedo hacer es alejarme, Celestine —su voz era grave, rota, como si le costara articular cada palabra; un suspiro pesado se filtró por el celular antes de continuar—. No puedo permitir que me sigas en esto. Si sigo cerca de ti, si nos vemos... todo esto se desmoronará para mí. Y para ti —hizo una pausa, como si luchara por controlar un temblor en su voz—. ¿Te das cuenta? Si tú sigues involucrada conmigo, podría arruinarte también. Sawyer no solo me destruirá a mí, también te destruirá a ti —El ruido de fondo parecía intensificarse, quizá el crujido de sus pasos mientras caminaba de un lado a otro, inquieto—. Hará que el mundo piense que yo te he manipulado, que te he metido en este lío, que te he arrastrado a mi caos... —su tono bajó, cargado de dolor, antes de añadir con voz quebrada—: No quiero eso para ti.
Se quedó en silencio, absorbida por todo lo que acababa de escuchar. Sabía que estaba diciendo la verdad, pero aún no podía entender cómo llegar a un punto en el que todo lo sucedido pudiera separarlos para siempre.
—No puedo... No puedo hacerte esto, Jungkook, pero no sé cómo podría alejarme...
—Lo sé... Lo sé —su voz sonaba tensa, como si cada palabra fuera arrancada de su pecho—. Y me odio por tener que pedirte esto, pero te lo pido por nosotros —hubo un silencio breve, cargado de un peso casi tangible, como si tratara de contener un temblor en su voz—. Si me amas... hazlo por mí, por tu futuro, por tu tranquilidad. Esto lo único que puedo hacer para protegerte de ese hijo de puta.
El silencio que siguió fue pesado, pero la decisión de ambos ya estaba tomada, aunque ninguno de los dos podía ver la distancia que crecería entre ellos.
—No sé cómo voy a soportar sin ti...
Pudo escuchar la risa amarga de Jungkook, un sonido que le desgarró el corazón.
—Pensar que antes me gritabas para que dejara de ser tu guardaespaldas, y ahora lloras porque no quieres que deje de serlo.
La ironía la golpeó con fuerza, y las lágrimas fluyeron aún más.
—No puedo dejarte, Jungkook. No quiero perderte...
La desesperación la invadió, y sintió cómo el miedo se apoderaba de su corazón. ¿Cómo podría seguir adelante sin él?
—Tú no te preocupes. Estoy comunicándome con alguien que puede ayudarme. No dejaré que nos separe, Celestine.
La limusina continuó su camino, mientras el futuro de ambos se tornaba cada vez más incierto. La lucha por el amor y la carrera se hacía cada vez más intensa, y el eco de sus promesas resonaba en el aire como una melodía desgarradora. Celestine sabía que la vida que conoció estaba a punto de cambiar para siempre, y la angustia por lo que estaba por venir la envolvía como una niebla oscura.
Terminó la llamada con Jungkook, aún temblando por la intensidad de la conversación. Su corazón latía con fuerza, una mezcla de angustia y confusión. Mientras el silencio la envolvía, con manos temblorosas, desbloqueó su teléfono y abrió las redes sociales.
A medida que comenzaba a desplazarse por la pantalla, lo que vio la dejó paralizada. Las imágenes de ella y Jungkook eran inconfundibles: sonrisas compartidas, miradas cómplices, momentos robados. Había fotos de ellos en diferentes eventos, pero lo que más la golpeó fue un artículo que hablaba del pasado militar de Jungkook.
"El oscuro pasado de Jungkook, un guardaespaldas con un pasado cuestionable como exmilitar, se revela en imágenes exclusivas".
Mientras continuaba leyendo, los titulares se volvían más explícitos, más hirientes. "La relación de la modelo Celestine Ashford con un exmilitar responsable de masacres." Los comentarios en redes sociales eran como puñaladas:
"¿Cómo puede alguien de su nivel estar con alguien así?"
"Celestine apoya crímenes de guerra"
"Qué decepción. Otra celebridad más con moral cuestionable."
El contenido viralizándose era aún más devastador: fotos de Jungkook en el ejército, cubierto de polvo, herido, con un rifle en la mano. Clips de testigos relatando los horrores de las misiones en las que él participó. Videos de archivo mostrando masacres, con titulares insinuando que él tenía un papel crucial en ellas. Hasta estaba inundándose de análisis: expertos en derecho y militares detallaban las atrocidades, conectándolas directamente con su nombre.
Los ataques no se limitaban a Jungkook. Celestine también era el blanco. "Cómplice", "insensible," "traidora". La presión se extendía incluso a otras celebridades, quienes comenzaban a distanciarse públicamente de ella. Los rumores sobre contratos cancelados y marcas desvinculándose aparecían entre los comentarios.
Celestine sintió cómo su garganta se cerraba. Sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas mientras apretaba el teléfono contra su pecho. Desde el interior del coche, podía escuchar el bullicio de la multitud que ya se había reunido, esperando el paso del vehículo. El aire dentro de la limusina parecía volverse más denso, como si la presión de todo lo que sucedía la estuviera sofocando. Los flashes de las cámaras no paraban, iluminando la oscuridad del túnel, mientras los gritos de los periodistas comenzaban a retumbar en el aire.
—¡Celestine! ¡Cuéntanos la verdad!
—¿Es cierto que apoyas a un hombre que tiene las manos manchadas de sangre? ¡Un criminal de guerra!
—¿Qué piensas de las masacres que cometió?
El sonido de los flashes y los gritos se volvió ensordecedor. Las palabras de los periodistas le llegaban como cuchillos, cada una más afilada que la anterior. Sus redes sociales explotaban de notificaciones, los titulares marcando el mismo ataque, como si fueran un juicio público al que no podía escapar.
El chófer intentó maniobrar el vehículo, pero el tráfico de paparazzis, periodista y personas lo hacía imposible. Uno de los periodistas, empujando a los demás, se acercó a la ventanilla con una cámara en mano. La miró con insistencia.
—¿Es cierto que te has convertido en cómplice de sus crímenes, Celestine? ¡¿Qué tienes que decir a los familiares de las víctimas?!
Cada palabra resonaba como un martillo golpeando su mente. Celestine apretó los dientes, el teléfono aún en su mano, pero su mente nublada por el miedo y la confusión mientras seguían golpeando la limusina. Sabía que los medios ya condenaron a Jungkook, y ahora parecía que ella era parte del crimen. Pero lo peor era que no sabía cómo defenderlo. ¿Cómo podría defenderlo? ¿Cómo podía defender lo que no comprendía completamente? La verdad de su relación con Jungkook se sentía como un laberinto oscuro, donde cada paso que daba la sumergía más y más en un abismo del que no podía salir.
La presión aumentó cuando el chófer, con las manos temblorosas, intentó avanzar, pero no pudo. El vehículo estaba completamente rodeado. Más y más fotógrafos se amontonaban, alguno golpeando, otros forzando la puerta para obtener una mejor toma de Celestine. La puerta del conductor se abrió de golpe. El chófer estaba siendo arrastrado fuera del vehículo, y ella gritó, aterrada. La desesperación se apoderó de ella, sintiendo que el control de la situación se desvanecía por completo. Nadie la escuchaba, nadie la veía, solo querían la historia, el escándalo.
En medio de ese caos, Jagger apareció. Estaba allí, entre los paparazzi, con una sonrisa cálida, pero también con una mirada calculadora. Se acercó a la ventanilla y, con voz suave, intentó tranquilizarla, aunque ella sabía que sus intenciones no eran del todo altruistas.
—Tranquila, Celestine —dijo mientras miraba a su alrededor, empujando a quienes querían acercarse—. Yo te sacaré de aquí. Confía en mí.
Celestine lo observó, su instinto gritándole que no debía confiar en nadie en ese momento. Pero la ansiedad y el miedo la estaban superando. El caos a su alrededor era insoportable, y no sabía cuánto más podría soportarlo.
—No hay tiempo. Si te quedas, esto va a empeorar. Déjame ayudarte. Sal y te llevaré lejos de todo esto.
En su interior, Celestine dudaba. ¿Podía confiar en él? ¿De verdad quería dejarse llevar por un paparazzi? Pero en ese momento, el miedo era más fuerte que su lógica. No podía quedarse ahí, atrapada, siendo atacada por las preguntas, por las acusaciones.
Finalmente, con una respiración temblorosa, Celestine decidió salir del vehículo, pero tan pronto como lo hizo, los paparazzi se abalanzaron sobre ella. Las cámaras explotaron en su rostro, el sonido de los flashes se hizo ensordecedor, y los gritos se mezclaron en una masa caótica.
—¡Celestine! ¡¿Por qué estás con él?!
—¡¿Es cierto que sabías todo sobre sus crímenes?!
—¡Dinos qué piensas sobre sus asesinatos!
Intentó avanzar, pero la multitud la empujaba, la rodeaba, y sus preguntas seguían cayendo sobre ella como un torrente imparable. Estaba siendo aplastada por la presión, sin espacio para respirar, sin saber qué decir o hacer. Jagger, en ese momento, actuó rápido. Puso su cuerpo entre Celestine y los paparazzi, empujándolos con firmeza, con una agresividad que la sorprendió.
—¡Por favor, denle espacio! —gritó, usando su posición para abrirse paso entre la multitud de periodistas—. ¡Celestine no va a hablar con ustedes! ¡No más preguntas!
Pero los paparazzi no cedían. Al contrario, se volvían más insistentes, más violentos. Las cámaras seguían disparando, buscando la imagen que definiera el escándalo. En medio de la confusión, Celestine sintió una mano en su brazo, tirando de ella, alejándola de la masa de periodistas. Era Jagger, que la estaba guiando, pero aún con él cerca, el peso de la situación seguía presionando sobre su pecho.
La relación con Jungkook, su apoyo hacia él, todo lo que compartieron ya no parecía importar. El juicio ya había comenzado, y ella estaba en el centro de él.
Fue en ese instante que Jungkook, decidido a no dejarla sola, apareció. Subido a su moto, atravesó la oscuridad del túnel con una velocidad letal, los faros brillando como dos ojos furiosos que no se detendrían ante nada.
Al llegar, se lanzó contra los paparazzis con una furia contenida, apartándolos como si fueran simples obstáculos. La multitud de fotógrafos, al ver su imponente figura, se dispersó momentáneamente, pero no lo suficiente. Como un enjambre de avispas, se agruparon rápidamente, intentaron rodearlo, gritando y empujando, buscando capturar cada gesto, cada movimiento que pudiera alimentar el escándalo. Los flashes explotaban a su alrededor, cegándolo por momentos, mientras los gritos se intensificaban, como si de una tormenta furiosa se tratara.
—¡Celestine! — gritó Jungkook, su voz rasgada por la desesperación, intentando abrirse paso entre la multitud. Pero la presión de los paparazzis, la furia del público, lo empujaba hacia atrás, y su figura se veía cada vez más pequeña en el océano de cuerpos que se agolpaban, clamando por su cabeza.
—¡No te acerques, asesino!
Algunos gritaban, mientras otros agitaban carteles con mensajes desgarradores que le quemaban como brasas en la piel. "¡No olvidamos tus crímenes!", "¡Tus manos están manchadas de sangre inocente!", "¡Monstruo disfrazado de héroe!", "¡Paguen por sus muertes, no con su silencio!" Los lemas escritos con tinta gruesa parecían gritar más fuerte que las propias voces, clavándose como dagas en su pecho. Pero el odio no se detenía en las palabras. Los primeros empujones llegaron como un aviso, seguidos por puños y codos que impactaban con fuerza, cortándole la respiración. La multitud parecía una marea imparable, cargada de rabia y desprecio.
Jagger, que estuvo tratando de apartar a los demás, se puso entre Celestine y la masa furiosa, intentando protegerla, pero la violencia desatada era más fuerte que él.
—¡Muévanse! —exigió, empujando a los periodistas con desesperación, como si de alguna forma pudiera detener el caos—. ¡Déjenla en paz!
Pero la multitud no cedió. Los insultos no se detenían.
—¡Cómplice de la maldad!
—¡Te mereces lo peor!
Las voces se amontonaban, se superponían unas a otras, como una orquesta sin control. Cada grito era un peso más sobre su pecho, una verdad cruel que dolía más que cualquier golpe. Mientras tanto, Jungkook intentaba moverse, pero la masa de cuerpos lo aplastaba, empujándolo hacia el suelo. Sus músculos, aunque mucho más fuertes que los de cualquiera de esos hombres y mujeres, empezaban a ceder bajo la presión. Los golpes eran más intensos, más salvajes. Un puño lo golpeó en la mandíbula, otro en el costado, y aunque intentaba no reaccionar, una ola de furia lo invadió. Pero su respiración comenzó a volverse más difícil, casi imposible de controlar. Los gritos y las luces se desbordaban, asfixiándolo. Las manos, los cuerpos, lo rodeaban como si fueran parte de una tormenta, empujándolo, apartándolo más de Celestine, como si quisieran destruirlo por completo.
El aire se volvía denso, y Jungkook, con su imponente altura y fuerza, intentaba abrirse paso, pero el mar de cuerpos lo ahogaba cada vez más. Los golpes lo hacían tambalear, y las patadas lo alcanzaban en las piernas y la espalda. La multitud parecía no cesar, y él comenzaba a sentirse vulnerable. Su piel, tan fuerte y resistente, ahora se sentía débil bajo los impactos, y las ráfagas de dolor lo hacían perder la concentración.
—¡Déjenme ayudarla! —pidió desesperado, pero las voces a su alrededor se alzaban con más fuerza, burlándose de él, increpándolo.
—¡Vete al infierno! ¡No te acerques a ella! —gritaban mientras más y más manos lo empujaban, lo arrastraban hacia el suelo.
La presión sobre su pecho aumentaba, y por un momento, la sensación de asfixia lo tomó por completo. No podía ver más allá de la multitud, no podía escuchar más que el estruendo ensordecedor de los gritos. Su cuerpo sentía que estaba perdiendo el control. La multitud, sin piedad, continuó atacándolo. Las cámaras no dejaban de disparar, mientras él luchaba por liberarse, por alcanzar a Celestine. La desesperación lo envolvía por completo. Y, en el fondo, Jungkook sabía que, por más que lo intentara, no podía salvarla de este caos.
Un golpe más, directo en su estómago, lo derribó, y la fría calzada de la calle lo recibió con dureza. Se quedó allí, sintiendo cómo las fuerzas lo abandonaban poco a poco. La multitud, por fin, se alejó un poco, pero el daño ya estaba hecho. Entre los gritos, los flashes y el caos, el único sonido que quedó resonando en su cabeza fue el de la voz de Celestine, gritando su nombre desde lo lejos, perdida entre las sombras de un mar de odio.
Esa voz, tan llena de desesperación, parecía estar desvaneciéndose a medida que la distancia entre ellos crecía. Cada grito de ella lo atravesaba, y no podía quedarse allí, tirado. No podía. Algo en su interior se agitó, un impulso frenético, una necesidad de no dejarla ir. Con un gruñido de esfuerzo, comenzó a levantarse, empujándose con las manos sobre la calle fría. Su cuerpo se rebelaba, dolía, pero su mente estaba enfocada en ella. Celestine lo necesitaba, y no podía permitir que la alejaran más de él. Con una fuerza que no sabía de dónde sacaba, comenzó a empujar a la gente que se interponía en su camino. Con cada empujón, sentía que su respiración se aceleraba, el pulso en su cuello palpitaba fuerte, pero nada lo detendría. El caos a su alrededor parecía desvanecerse mientras su mirada se mantenía fija en Celestine, quien aún luchaba por zafarse del agarre de Jagger.
—¡Déjala ir! —gritó Jungkook, su voz rasgada por la rabia, pero Jagger no le prestó atención. La aferraba con más fuerza, su expresión feroz y llena de desprecio.
Fue entonces cuando Celestine, llena de pavor y desesperación, le dio una patada a Jagger. Con un gesto de sorpresa, él la soltó de golpe, y ella aprovechó ese instante para correr. El miedo en sus ojos estaba claro, pero no miraba atrás. Solo quería llegar hasta Jungkook, y eso era lo único que importaba.
Jagger, furioso, sintió cómo la rabia lo consumía mientras veía a Celestine ser empujada por la multitud. No podía soportarlo. ¿Por qué ella corría? ¿Por qué todo el mundo la empujaba como si fuera una más? No. Ella era suya. El sonido de los gritos y el caos de la calle se desvanecieron mientras su obsesión por ella tomaba el control. El corazón le latía con fuerza, y el impulso de actuar lo invadió. ¿Qué mejor manera de llamar su atención que mostrarle el poder que podía desatar?
Sin pensarlo, abrió su mochila y sacó una bengala, la cual sostenía con manos temblorosas pero decididas. En su mente, ya no había espacio para la razón. Solo había espacio para la obsesión. Aceleró el movimiento, buscando el encendedor que siempre llevaba consigo. Lo encontró rápidamente, y con un movimiento hábil, prendió la mecha de la bengala, la cual comenzó a arder con un resplandor cálido y frenético. Antes de que pudiera reflexionar sobre las consecuencias, lanzó la bengala hacia la limusina estacionada junto a la acera, a unos metros de donde la multitud se encontraba. La bengala cruzó el aire con rapidez y, al impactar contra la carrocería metálica del coche, provocó una pequeña chispa. Pero lo que no había anticipado Jagger era lo que pasaría a continuación. La bengala no solo había golpeado la pintura del coche; había alcanzado una parte vulnerable del sistema de escape del vehículo. En un instante, la chispa se desató con furia, alcanzando una fuga de gas cerca del motor, lo que provocó una explosión.
La limusina estalló con un ruido ensordecedor, una llamarada inmensa iluminó la calle, y el aire se llenó de humo y escombros. Los gritos de pánico se mezclaron con el estrépito de la explosión, y la multitud retrocedió rápidamente, algunos tropezando mientras huían del peligro. Y Jagger permaneció inmóvil, los ojos fijos en Celestine, quien, aterrada, seguía corriendo a través de la multitud desesperada sin notar su presencia. La explosión le dio una sensación extraña, como si todo hubiera cambiado en ese instante. En su mente, era una señal de que la historia estaba tomando un giro irreversible, uno que le aseguraba que nadie, ni siquiera ella, podría escapar de él.
La explosión fue como un golpe directo en el pecho de Jungkook. El sonido lo atravesó con la misma fuerza que un cañonazo en medio de la guerra. El aire se llenó de humo, y por un instante, todo se detuvo en su mente. La visión de Celestine, corriendo hacia él, se desdibujó, y en su lugar, lo que vio fue el campo de batalla. Los disparos, los gritos, las explosiones... Todo se mezcló con el retumbar de la bengala, transportándolo de inmediato al caos de sus recuerdos de guerra.
El estruendo le hizo perder el control. El miedo, el terror acumulado en sus recuerdos, lo desbordó. En ese instante, ya no estaba en el túnel con Celestine. Estaba otra vez en medio de la masacre, rodeado de cuerpos caídos, el aire espeso de humo, y las explosiones que nunca dejaban de sonar. El sonido era como un eco de esas batallas, de esos días oscuros en los que el ruido no paraba, de esas noches interminables en las que no sabía si volvería a ver la luz del día. Su respiración se volvió errática, su cuerpo tenso como una cuerda a punto de romperse. El suelo bajo sus pies parecía temblar, su visión se nubló, y el pánico se apoderó de él. No podía pensar, no podía controlar nada. Cada imagen de la guerra lo invadía con una brutalidad insoportable. Los recuerdos, las caras de sus compañeros caídos, el miedo a la muerte, todo lo que quiso dejar atrás lo rodeaba ahora con una fuerza abrumadora.
Los flashes de las cámaras, el caos de la multitud, todo parecía un ruido lejano, casi irreconocible. No podía ver a Celestine. No podía escuchar su voz. Solo había oscuridad, gritos, y el eco del infierno de su pasado.
—¡Jungkook! —La voz de Celestine, lejana y angustiada, lo atravesó. Pero él no podía reaccionar. Su cuerpo seguía paralizado por el pánico, la mente atrapada en el horror que vivió, incapaz de volver a la realidad. Ella lo necesitaba, pero él estaba atrapado en un túnel de desesperación que no podía escapar.
Cada respiración le quemaba la garganta, y el mundo parecía desmoronarse a su alrededor. Solo quedaba el sonido de su propio sufrimiento. Y mientras la multitud gritaba y el caos se desataba, Jungkook se encontraba más perdido que nunca, completamente desbordado por la oscuridad de su mente. El estruendo aún retumbaba en sus oídos, pero en medio de todo, Jagger no dudó. Aprovechó la confusión y, con rapidez, volvió a aferrarse a Celestine, quien luchaba por liberarse de su agarre.
—¡Suéltame! ¡Déjame ir! —exigió, pero sus palabras no conseguían nada. Jagger la mantenía sujeta, su fuerza casi imparable mientras ella pataleaba y trataba de zafarse, sin lograrlo. En medio de la lucha, Celestine volvió a gritar, su voz llena de angustia—. ¡Jungkook! ¡Jungkook! —El grito atravesó el aire, llegando a los oídos de Jungkook, quien, aún atrapado en la niebla de pánico, comenzó a reaccionar lentamente. Su respiración errática, el sudor frío recorriéndole la frente, pero las palabras de ella fueron lo que lo sacó de su letargo.
Con determinación, empezó a abrirse paso entre la multitud, empujando a quienes intentaban interponerse. Su mente, nublada por el miedo, se despejó al escucharla. Solo Celestine importaba. Solo ella.
—¡Celestine! —gritó, su voz llena de desesperación mientras sus ojos la buscaban frenéticamente. La vio a lo lejos, luchando con Jagger. Con el corazón latiendo con fuerza, empezó a correr hacia ella, sin importar el mareo ni el dolor.
Cuando llegó, no dudó ni un segundo. Con una fuerza sobrehumana, apartó a Jagger de un solo empujón, tirándolo al suelo como si fuera una simple molestia. Celestine, respirando con dificultad, lo miró aliviada, pero su alivio duró solo un segundo. Al ver la sangre que manchaba el rostro de Jungkook, la preocupación se apoderó de ella.
—¡Jungkook, estás... herido!
—¿Creías que te iba a dejar ir tan fácilmente? —preguntó Jagger, con una sonrisa venenosa. La navaja brillaba en su mano mientras se acercaba rápidamente a Jungkook, que aún no había terminado de procesar la preocupación por Celestine.
Antes de que pudiera reaccionar, el paparazzi se lanzó hacia él, con una fuerza maligna en cada movimiento. En un abrir y cerrar de ojos, la navaja cortó el aire, hundiéndose profundamente en el brazo izquierdo de Jungkook, robándole un grito ahogado. El filo rasgó su piel, abriendo una herida profunda que rápidamente comenzó a sangrar, manchando su camiseta y tiñendo sus manos de rojo. El dolor fue agudo y punzante, pero lo soportó como si fuera nada. La sangre empapó su brazo, goteando sobre el suelo, pero el furor y la rabia lo impulsaron a actuar. Con una furia que no parecía humana, empujó a Jagger con toda su fuerza, arrojándolo al suelo con una brutalidad que dejó a todos atónitos. Su brazo herido apenas lo detuvo.
Con los dientes apretados, se abalanzó sobre él, sin pensar en la herida. La sangre seguía fluyendo de su brazo, pero su furia era tal que ni el dolor ni el mareo parecían detenerlo. Y Jagger, aún tirado en el suelo, intentó levantarse, pero no le dio oportunidad. De un solo movimiento, lo derribó una vez más, aplastándolo contra el suelo con fuerza suficiente como para que el aire escapara de sus pulmones. La multitud observaba en completo silencio, temblando ante la brutalidad del momento.
Celestine, aterrada, no podía hacer más que mirar la escena, horrorizada al ver cómo la herida de Jungkook no parecía importarle. La sangre seguía fluyendo de su brazo, empapando su piel, pero sus ojos solo mostraban una furia imparable. La imagen de ella, su miedo y su desesperación, solo alimentaban su determinación de protegerla.
La policía llegó, frenando el caos que tomó el lugar. Los oficiales se apresuraron a separar a la multitud, arrestando a algunos de los periodistas, paparazzis y personas más violentas, que seguían empujándose y gritando mientras tomaban fotos. Los paramédicos llegaron al instante. La multitud seguía alrededor del exmilitar, algunos murmurando entre sí, otros con la curiosidad reflejada en sus ojos. El rostro de Jungkook, además de la herida en el brazo, mostraba varios cortes que no paraban de sangrar, y su respiración aún era irregular. Con las manos temblorosas, uno de los paramédicos intentó limpiarle la sangre del rostro mientras trataban de curarle la herida en el brazo.
Celestine, aterrada, no se despegó, viendo cómo el hombre que amaba estaba en un estado tan vulnerable, atrapado entre el caos y los recuerdos de su pasado. Él, aún asfixiado por el ataque de pánico, apenas era consciente de lo que sucedía a su alrededor. Las personas seguían empujándose, mirando la escena con ojos curiosos, como si todo fuera parte de un espectáculo, mientras que ella se sentía completamente impotente. La policía les pidió que se alejaran, preguntando qué había sucedido, pero Celestine, viendo la condición de Jungkook, se limitó a dar respuestas vagas. Sabía que involucrarse demasiado podría empeorar la situación, sobre todo para él. No solo estaban lidiando con la agresión de Jagger, sino con el hecho de que ahora estaban atrapados en este torbellino mediático, donde cada palabra podría ser interpretada de la peor manera.
La realidad la golpeó: su vida había cambiado para siempre. Lo que comenzó como una relación que le dio un nuevo comienzo, esperanza, felicidad, ahora se veía empañada por la violencia y el peligro. Frente a ella, Jungkook luchaba con sus propios demonios internos, y ella, por más que lo deseara, no sabía si podría soportar las consecuencias de seguir a su lado. Tendría que decidir entre el amor que sentía por él y los riesgos que conlleva estar con alguien tan roto y perseguido por su pasado.
(...)
Celestine se encontraba en la sala de su departamento, envuelta en una manta, como si esa simple tela pudiera protegerla del caos que invadió su vida en las últimas horas. Su cabello estaba desordenado, los mechones caían desaliñados sobre su rostro, y su maquillaje, que fue cuidadosamente aplicado esa mañana, estaba ahora corrido y manchado, evidenciando las lágrimas que derramó durante la crisis. Con una mano temblorosa, sostenía una taza de té humeante, el líquido caliente prometiendo consuelo en medio de su desconsuelo. El aroma del té de hierbas intentaba aliviar su ansiedad, pero cada sorbo estaba cargado de una mezcla de desesperación y confusión. Se sentía como una sombra de sí misma, anclada en el sofá, atrapada entre recuerdos de la pelea y el temor a lo que vendría después. El recuerdo de Jungkook enfrentándose a la multitud, el ataque de pánico, la herida en su brazo, y la angustia en su voz aún resonaban en su mente.
A su lado, Jungkook estaba sentado, su presencia sólida y protectora, pero la atmósfera era pesada. Llevaba una camiseta blanca que se ceñía a su torso musculoso; la tela resaltaba su figura atlética, pero eran la herida visible en su brazo y su rostro lo que mantenía la preocupación en el aire. La venda estaba manchada de sangre, un recordatorio tangible de la violencia que tuvo lugar afuera. Cada vez que lo miraba, el peso de la culpa la invadía. ¿Por qué tuvo que llegar a eso?
Sawyer, por otro lado, ocupaba un rincón del sofá, con una expresión que oscilaba entre el desdén y la preocupación. Su mirada era penetrante, como si buscara entender cada pensamiento que cruzaba la mente de Celestine. Estaba presente, pero su actitud era fría, casi calculadora.
—Deberías descansar —recomendó, rompiendo el silencio que se instaló. Su voz era serena, pero Celestine podía notar el desdén en su tono. No le gustaba ver a Jungkook allí, tan cerca de ella, y su comentario estaba cargado de una insinuación sutil.
Celestine lo ignoró, llevándose la taza de té a los labios. Las palabras de su manager no la alcanzaban, y en su interior, luchaba por encontrar un sentido a lo que sucedió. Miró a Jungkook, buscando algo en sus ojos que la hiciera sentir más segura, más en control de su vida. Él la miró de vuelta, sus ojos oscuros reflejaban una mezcla de dolor y determinación.
—¿Estás bien? —preguntó, su voz suave y profunda como un bálsamo para su ansiedad. La calidez de su tono contrastaba con el frío que emanaba de Sawyer, y en ese momento, Celestine supo que había algo más en juego que solo sus sentimientos.
—No —respondió finalmente, su voz temblorosa. Las lágrimas amenazaban con brotar nuevamente, pero se esforzó por mantener la compostura—. No estoy bien.
Jungkook se inclinó un poco hacia ella, su brazo vendado colgando a su lado. Su cercanía era reconfortante, pero también la recordaba del peligro que enfrentó por ella. Sawyer, con su mirada intensa, observaba cada interacción, como un depredador que esperaba el momento adecuado para atacar.
—Lo siento, Celestine. No quería que esto sucediera —murmuró, sus palabras cargadas de sinceridad. La culpa pesaba en su voz, y ella sabía que lo decía en un intento de calmarla, pero no podía evitar sentirse culpable por lo que provocó en su vida.
—Esto es solo un desastre. No sé qué hacer.
La atmósfera se volvió tensa, el aire cargado de emociones no expresadas. Su manager se aclaró la garganta, y ella pudo sentir cómo se tensaba su postura.
—Debemos encontrar una solución a esto, Celestine —insistió, su voz cargada de urgencia—. No podemos permitir que esto destruya tu carrera, así que debemos pensar bien cómo limpiar tu nombre.
Levantó la mirada, el cansancio y la rabia en su rostro. Su cuerpo temblaba, pero no de miedo, sino de furia contenida.
—¿Mi carrera? —repitió con una risa amarga—. ¡Mi contrato está a punto de expirar y no lo voy a renovar! ¡Ya no quiero esta vida! No quiero seguir siendo un maldito trofeo en exhibición para este mundo superficial.
Se quedó paralizado, como si las palabras de Celestine fueran un golpe directo en su rostro. Sus ojos se agrandaron, sin poder comprender lo que acababa de escuchar.
—¿Estás loca? —su voz se elevó, llena de rabia contenida—. Has trabajado demasiado para tirar todo por la borda. ¡Además, ahora que encerraron a Jagger, podrás vivir una vida más tranquila!
—No estoy tirando nada. Estoy eligiendo vivir. Y no quiero que nadie más decida por mí.
Se puso rígido, la sorpresa cruzando su rostro. Sus ojos se abrieron en incredulidad, como si no pudiera concebir que ella pudiera rechazar lo que trabajó tan duro por construir. La tensión en la sala se intensificó, y la respiración de Celestine se volvió pesada.
—¿Estás segura de eso? —intervino Jungkook, su voz grave y cargada de preocupación.
Lo miró a los ojos, y en su interior, una batalla se libraba entre el deseo de ser libre y el miedo a lo desconocido.
—Sí, estoy segura —confirmó, su voz temblando con determinación—. No quiero seguir con esta vida.
—¡Es un error, Celestine! —gritó, su voz tensa y desesperada—. ¡Todo lo que has logrado fue para nada! ¡Puedo ayudarte a limpiar tu nombre...!
—No quiero seguir siendo parte de esto. No quiero seguir siendo tu maldito proyecto. El contrato termina, y no me importa lo que pase después.
La atmósfera se volvió pesada, densa, como si el aire estuviera cargado de electricidad estática. Sawyer quedó en silencio, incapaz de responder ante la claridad de las palabras de Celestine. La batalla interna que libró en su mente ahora era completamente evidente. Celestine tomó su decisión. Y él no podía hacer nada para detenerla.
—¡No entiendes! —gritó, su voz temblando de rabia. —Todo lo que he hecho ha sido por tu bien. Te he mantenido a salvo. ¿Y ahora estás dispuesta a arriesgarlo todo?
—No estoy arriesgando nada. Estoy eligiendo vivir mi vida por primera vez.
En ese instante, Jungkook se puso de pie, sintiendo que el ambiente estaba a punto de estallar. Se acercó al manager, su postura tensa y desafiante.
—Es mejor que te vayas, Ethan —su voz baja, pero cargada de una amenaza clara.
—¿Tú? ¿Qué demonios sabes tú de ella? —se burló, la rabia y el desprecio evidente en su tono.
Jungkook no se movió, pero su mirada se endureció. Dio un paso hacia él la ira y la determinación brillando en sus ojos.
—Quizás seas tú el que no sabe nada. Tú no controlas a Celestine, ni su vida, ni su carrera. Y sobre su maldita renovación de contrato, olvídalo —dijo con voz firme, dejando claro que no había vuelta atrás—. No solo la presionaste hasta el límite, sino que la metiste en este maldito juego que no tiene ningún sentido. Ella no va a firmar contigo. Ya lo decidió.
—No puedes detener esto. Estoy a punto de tomar acciones legales. ¿Crees que todo fue un juego?
Lo miró fijamente, su mandíbula apretada, pero ahora había una calma en su postura, como si supiera algo que Sawyer no entendía.
—Hazlo. Pero sabes que no tiene caso. Sé cómo puedes perder más que solo el control de Celestine si decides seguir adelante con eso —Hizo una pausa, dejando que sus palabras se calaran en el aire—. Si insistes, perderás mucho. Hay un par de registros que no quieres que se salgan a la luz, que podrían destruir más todo lo que has construido. No solo tu reputación, sino todo lo que has querido proteger.
La amenaza era clara, y por un momento, la inseguridad brilló en los ojos del manager.
—¿Qué diablos estás diciendo?
—Lo que digo es simple. No fuiste el único que se tomó el tiempo de investigar, así que no sigas presionando. No sigas con esta guerra legal —se acercó un paso más, su presencia imponente —. Porque te aseguro que en cuanto tu mierda salga a la luz, todo lo que creíste proteger se desmoronará. Y no me hagas hablar más de lo que sé sobre tus métodos. Es tu última oportunidad de retroceder sin hundirte más.
Lo miró, su respiración más rápida, pero sin atreverse a continuar con la amenaza. Sabía que Jungkook no estaba jugando. Finalmente, giró hacia Celestine, lanzándole una última mirada desafiante, antes de dirigirse hacia la puerta, su ego herido.
—Tómate tu tiempo para pensar en lo que estás haciendo. Pero no te equivoques, Celestine. No puedes dejar que esto termine así.
Jungkook lo observó irse, pero luego se giró hacia Celestine, con una mirada que combinaba cansancio y determinación.
—Ya está, todo lo que viene ahora, es tu decisión.
Jungkook cerró la puerta con fuerza, el sonido resonando por toda la sala como una explosión. El golpe fue un acto de liberación, como si al fin pudiera soltar la frustración acumulada por todo lo sucedido.
Celestine se quedó quieta, observando cómo Jungkook respiraba con dificultad, su pecho subiendo y bajando rápidamente.
—¿Estás bien? —preguntó, su voz temblando, aunque la firmeza en su mirada mostraba que aún había lucha dentro de ella mientras él se acercaba.
—No voy a dejar que nadie te haga sentir así.
Sin más palabras, Jungkook se puso en cuclillas frente a ella, su mirada profunda y seria.
—Tienes que pensarlo, Celestine —aconsejó, su voz suave pero firme—. Quizás ahora solo sientes esto por todo lo sucedido. Estás afectada y confundida. Lo mejor es que tomes un momento para reflexionar con la cabeza fría.
Negó con la cabeza, su corazón latiendo con fuerza.
—No hay nada que pensar, Jungkook. Ya no quiero esta vida.
La declaración resonó en el aire, y él sintió un nudo en el estómago. Se quedó en silencio, observando cómo la angustia se reflejaba en su rostro.
—Entiendo que te sientas así, pero... —comenzó, buscando las palabras correctas—. ¿Estás realmente segura de que es lo que deseas?
—No puedo seguir viviendo así. No quiero más de esto.
Jungkook se sintió frustrado, pero también comprendía el impacto de lo sucedido. La preocupación se acumuló en su pecho, y la urgencia de protegerla se hizo más fuerte.
—Solo quiero que estés a salvo —expresó, su tono más suave, pero aún lleno de determinación—. Tómate un tiempo. Por favor, piensa en ello.
Ambos se quedaron en silencio, y aunque el caos exterior seguía presente, la conexión entre ellos se sentía más fuerte que nunca. La tormenta podía continuar, pero juntos, podían enfrentar cualquier adversidad que se presentara.
Jungkook, sintiendo la carga emocional que pesaba sobre ambos, tomó la taza de té que Celestine aún sostenía entre sus manos. Con suavidad, la dejó a un lado en el suelo, asegurándose de que no hubiera nada que pudiera distraerla o hacerla sentir más vulnerable. Luego, sin pensarlo dos veces, envolvió sus brazos alrededor de ella, atrayéndola hacia su pecho con una firmeza que le transmitía protección. Celestine sintió el calor de su cuerpo, la fuerza de su abrazo, y se aferró a él con todas sus fuerzas, como si su vida dependiera de ello.
—No sé qué habría hecho si te hubiera pasado algo —confesó Celestine, su voz temblando, llena de emoción. Las lágrimas brotaron de nuevo, pero esta vez no era solo por miedo, sino por la desesperación de lo sucedido—. Pensé que podrían haberte hecho más daño, que no te volvería a ver...
Jungkook sintió cómo su corazón se apretaba al escuchar su confesión. La sinceridad en sus palabras lo golpeó con fuerza, y sintió la necesidad de calmarla.
—No voy a dejar que eso suceda, Celestine —murmuró, acariciando suavemente su espalda en un intento de consolarla—. Haré lo que sea necesario para protegerte. No tienes que preocuparte por eso.
Su abrazo se hizo más fuerte, como si quisiera absorber todo su miedo, toda su angustia. Celestine cerró los ojos, permitiendo que las lágrimas fluyeran libremente mientras se aferraba a él. La tensión acumulada en su cuerpo comenzó a desvanecerse, aunque el eco de la violencia que enfrentaron seguía presente en su mente.
—Me asusté tanto, Jungkook. —su voz salió entrecortada por sollozos—. Nunca pensé que las cosas llegarían a este punto. Todo lo que había planeado, la vida que había construido... Se siente como si se estuviera desmoronando.
—Lo entiendo. Pero esto no tiene que ser el final. Podemos encontrar una manera de superar esto, juntos.
El hecho de que él estuviera ahí, sosteniéndola, hizo que se sintiera un poco más segura, aunque la tormenta emocional aún rugía dentro de ella. En ese momento, su mundo parecía detenerse, y por un instante, lo único que importaba era la conexión que compartían.
—Prométeme que no te alejarás de mí, Jungkook —suplicó, levantando la vista para encontrar su mirada.
—Nunca. No importa lo que suceda, siempre estaré a tu lado.
Ambos se quedaron en ese abrazo por lo que pareció una eternidad, sintiendo cómo el mundo exterior se desvanecía. En medio del caos y la incertidumbre, el consuelo del otro era lo único que realmente necesitaban para afrontar lo que vendría.
Jungkook, sintiendo la vulnerabilidad de Celestine en sus brazos, inclinó la cabeza y besó suavemente la parte superior de su cabeza. El gesto, lleno de ternura y calidez, resonó en el silencio de la sala, mientras el sonido de sus sollozos llenaba el aire. Con una mano, comenzó a acariciar su cabello, deslizándola con cuidado entre sus dedos, como si quisiera aliviar el peso de su angustia.
—Está bien llorar, Celestine —susurró, su voz suave y reconfortante—. Estoy aquí. No tienes que enfrentar esto sola.
Las lágrimas continuaron fluyendo, y aunque el dolor era abrumador, en su corazón también sentía un destello de gratitud por tenerlo a su lado. Cada caricia en su cabello la hacía sentir más protegida, más anclada en la realidad. Su corazón palpitaba con una mezcla de miedo y esperanza, y en ese instante, lo único que deseaba era permanecer en el refugio de su abrazo.
Y aunque el mundo exterior continuaba girando con su caos, en su pequeño refugio, la conexión que compartían les daba fuerzas para enfrentar lo que viniera.
(...)
Después de la intensa crisis que vivió con el paparazzi y las tensiones con Sawyer, Celestine se sumergió en una profunda reflexión sobre su vida y los verdaderos deseos que había dejado de lado. El caos que había rodeado su mundo la llevó a un punto de quiebre, donde cada grito y cada flash de las cámaras resonaban en su mente, obligándola a mirar más allá de la superficialidad que estuvo viviendo. Mientras se recuperaba junto a Jungkook, quien permaneció a su lado como un apoyo constante, encontró un espacio para la introspección. Pasaba horas sentada en su pequeño balcón, con una taza de té caliente entre las manos, observando el mundo que pasaba frente a ella. Las calles, que antes le parecían llenas de glamour y oportunidades, ahora se convertían en un recordatorio de la autenticidad que anhelaba recuperar. Con cada sorbo, se preguntaba qué la hacía realmente feliz más allá de las luces brillantes y el constante acoso de los paparazzis.
Mientras sus pensamientos vagaban, comenzó a recordar su amor por el arte y la fotografía, pasiones que dejó de lado por la presión de ser modelo. Su mente se llenó de imágenes de su infancia, de momentos en los que se perdía detrás de una cámara, capturando la esencia de lo que la rodeaba. Recordaba la emoción que sentía al inmortalizar una sonrisa genuina o una escena que contaba una historia sin necesidad de palabras. La realización fue abrumadora: su verdadero deseo siempre fue contar historias a través de su lente, no ser el centro de atención.
Con cada día que pasaba, la chispa de su pasión comenzaba a reavivarse. Con el apoyo incondicional de Jungkook, quien la animaba a seguir su corazón sin importar las consecuencias, Celestine se sentía más fuerte. Las palabras de él resonaban en su mente, recordándole que tenía el poder de decidir su propio destino. Él siempre había creído en su talento, y esa fe se convirtió en un impulso para que ella también comenzara a creer en sí misma.
Finalmente, llegó el momento de dar un paso audaz. Celestine organizó una reunión con su agencia, un evento que estuvo evitando, temiendo la reacción de quienes habían estado a su lado en la industria. Sin embargo, cuando se sentó en esa sala, con la mirada fija en los rostros de sus representantes, sintió una oleada de determinación. Con la voz firme y clara, les comunicó su decisión. Explicó que no volvería a renovar el contrato, que encontró su verdadero camino. A pesar de la incredulidad y la crítica que recibió, en su interior, experimentó una liberación indescriptible. Por fin estaba eligiendo lo que realmente quería, y aunque sabía que enfrentaría desafíos y reacciones adversas, la sensación de libertad y autenticidad la llenó de fuerza.
Mientras salía de la oficina de la agencia, sintió que una carga inmensa se levantaba de sus hombros. Era el principio de un nuevo capítulo, uno donde podría explorar su verdadero yo y vivir una vida que resonara con sus deseos más profundos. A partir de ese momento, Celestine se comprometió a seguir su pasión por el arte, lista para capturar la belleza del mundo a través de su propia lente, dejando atrás un pasado que nunca fue realmente suyo. Después de dejar el mundo del modelaje, Celestine decidió canalizar su experiencia en un documental que explorara las verdades ocultas de la industria de la moda y su impacto en la salud mental de las modelos. A través de su lente, comenzó a capturar la vida de varias mujeres que, como ella, enfrentaron presiones extremas y luchas personales.
Con un equipo comprometido, recopiló testimonios de modelos que compartían sus historias de lucha con la autoimagen y los trastornos alimentarios, así como entrevistas con expertos en salud mental. El proceso no solo fue emocionalmente desgastante, sino también liberador, ya que permitió a las modelos encontrar apoyo mutuo en sus experiencias.
Mientras la vida de Celestine encontraba equilibrio en medio del caos, Jungkook enfrentaba una tormenta mediática que amenazaba con destruirlo por completo. Las pruebas documentales y testimonios de su pasado militar inundaron los titulares, avivando la furia de quienes lo veían como un símbolo de los horrores de la guerra. A pesar de que Sawyer retiró las acciones legales, la presión pública obligó a las autoridades a abrir investigaciones independientes para determinar si sus crímenes habían sido producto de órdenes superiores o decisiones personales.
Celestine, firme a su lado, se convirtió en su ancla más que nunca. Pese a recibir el odio de quienes los despreciaban, nunca lo abandonó. Su apoyo no solo le brindó fuerzas para resistir, sino que también ayudó a humanizarlo frente a aquellos que estaban dispuestos a escuchar. A su lado, comenzaron a surgir personas que entendían que Jungkook no era simplemente un monstruo, sino un hombre atrapado en las sombras de un sistema que lo había destruido.
Finalmente, la defensa de él argumentó con éxito que sus actos formaban parte de misiones oficiales respaldadas por inmunidad legal. Las investigaciones concluyeron que, aunque su papel en los eventos era condenable, no podía ser juzgado como un actor independiente. Fue exonerado de las acusaciones más graves, aunque las cicatrices mediáticas y sociales permanecieron. La experiencia marcó a Jungkook profundamente, pero al mirar a su amada, supo que no todo estaba perdido. A pesar del caos, el odio y las sombras que los perseguían, ambos encontraron una fortaleza mutua, demostrando que incluso en el peor de los escenarios, el amor y la comprensión podían ser la mayor salvación
Y una vez completado el documental, titulado "Detrás del Espejo: Verdades de la Moda", Celestine organizó una proyección inicial que resultó ser un éxito rotundo, resonando con el público y generando un diálogo sobre la necesidad de priorizar la salud mental en la industria, pese a que las críticas hacia ella continuaron, pero también logro redefinir su imagen pública y profesional, mostrando resiliencia y creatividad. Y a medida que el documental ganaba reconocimiento y premios en festivales de cine, se convirtió en defensora de un cambio significativo en la moda, impulsando políticas que favorecían el bienestar emocional de las modelos. Su trabajo no solo transformó su vida, sino que también inspiró a muchas otras a valorar su autenticidad y a contar sus propias historias, convirtiéndose en un símbolo de esperanza en la lucha por una representación más realista y compasiva en el mundo de la moda. Además, ese éxito representó una esperanza para Jungkook, al demostrarle que, a pesar de las adversidades, era posible redimirse y construir algo valioso. Sin darse cuenta, a través de su obra, pudo abrir camino para que ambos reconstruyan sus vidas, mientras lograban superar juntos el odio y los prejuicios del pasado.
Después de dejar el modelaje, Celestine y Jungkook tomaron la decisión de mudarse juntos de la ciudad. Para ambos, este nuevo comienzo significaba más que un cambio de dirección; era una oportunidad para dejar atrás las sombras de sus pasados y construir un futuro basado en el amor y la autenticidad. Sin embargo, el camino no estuvo exento de desafíos.
Para Jungkook, la vida en el ejército dejó cicatrices profundas que a menudo resurgían. Aunque logró contener gran parte de su dolor, la exposición pública que sufrió le hizo replantearse con más fuerza su propia historia. Con el apoyo de Celestine, se sintió lo suficientemente seguro como para buscar otra vez terapia, un paso que le resultó complicado, pero necesario. Durante las sesiones, Jungkook exploró sus miedos y ansiedades, enfrentando la sombra de su pasado. Aprendió que era fundamental hablar sobre su dolor y que buscar ayuda no era un signo de debilidad, sino de valentía. La terapia se convirtió en una herramienta crucial para su sanación, no solo por él mismo, sino también por Celestine, quien merecía su mejor versión.
A medida que pasaban los meses, la pareja trabajó arduamente en su comunicación. Celestine, dejando atrás la superficialidad de la industria del modelaje, se comprometió a ser completamente honesta con Jungkook sobre sus propios temores e inseguridades. Ella también enfrentaba desafíos; la presión de haber estado en el ojo público y las expectativas sociales que dejó atrás pesaban en su mente. En sus conversaciones, compartían sus ansiedades y apoyaban el crecimiento del otro, creando un espacio seguro donde podían ser vulnerables.
Él decidió mantenerse lejos del bullicio mediático, incluso mientras ella continuaba brillando en el ojo público con su documental y proyectos. Encontraron juntos un pequeño rincón en las afueras de la ciudad, un lugar tranquilo donde la vida parecía moverse a un ritmo más lento, permitiéndole respirar con cierta paz. Allí, Jungkook abrió un gimnasio modesto, un espacio que reflejaba su necesidad de simplicidad. Para él, el gimnasio era más que un lugar de entrenamiento; era un refugio donde podía enfocarse en ayudar a otros a fortalecer su cuerpo y mente, al tiempo que reconstruía su propia vida.
Aunque prefería evitar la atención, su experiencia y carisma natural comenzaron a atraer a la comunidad local. Muchos lo veían como un hombre reservado pero apasionado, alguien que, a pesar de sus cicatrices visibles e invisibles, buscaba construir algo positivo. Celestine lo visitaba a menudo, llevándole café y quedándose a observar cómo entrenaba a sus alumnos con paciencia y dedicación. En ese lugar, Jungkook encontró un nuevo propósito. Aunque su pasado seguía siendo una sombra, el gimnasio le dio una razón para mirar hacia adelante, lejos del caos que una vez definió su vida. Con cada día que pasaba, recuperaba poco a poco la normalidad que tanto perdió, mientras compartía silenciosamente la luz que Celestine irradiaba en su propio mundo.
La relación se fortaleció a través de estos momentos de sinceridad, permitiéndoles cultivar una conexión más profunda. A pesar de los altibajos, la pareja encontró consuelo en su amor y en la promesa de un futuro mejor.
Finalmente, al llegar su segundo aniversario, decidieron celebrar en un restaurante donde solían ir y disfrutaban de la tranquilidad. Decorado con luces suaves y un ambiente acogedor, el lugar parecía estar lleno de recuerdos felices. Al mirarse a los ojos, ambos sintieron que recorrieron un largo camino, uno lleno de aprendizajes y crecimiento.
La cena avanzaba entre risas y anécdotas, mientras las velas parpadeaban suavemente sobre la mesa, creando un ambiente acogedor. Jungkook y Celestine se miraban a los ojos, sintiendo la conexión que los llevó hasta allí.
—¿Sabes? A veces me imagino cómo sería nuestra vida en un futuro cercano —mencionó jugueteando con su copa de vino, Celestine.
—¿Ah, sí? ¿Y cómo lo imaginas? —sonrió, levantando la vista curioso.
—No sé... Tal vez viviendo en una casa pequeña, rodeados de árboles y flores. Un lugar donde los niños puedan jugar libremente. —su voz se suavizó mientras hablaba—. Me gustaría tener un jardín donde cultivar nuestras propias verduras.
Jungkook sintió una calidez en el pecho al escucharla.
—¿Y qué hay de esos niños que mencionas? —bromeó, intentando aligerar el ambiente, aunque la idea le parecía encantadora.
Soltó una ligera risa, pero luego su expresión se tornó más seria.
—Sería increíble. Me imagino a un par de pequeños corriendo por el jardín —hizo una pausa, pensativa—. Quiero que tengan la libertad de ser ellos mismos, sin la presión de este mundo.
—Definitivamente, quiero lo mismo —asintió, sintiendo el peso de sus palabras—. Quiero que crezcan felices, seguros y protegidos.
Celestine lo miró con admiración.
—¿Te imaginas cómo sería, entonces? Sería un gran cambio en nuestras vidas, ¿no crees?
—Sí, pero creo que sería un cambio maravilloso. —expresó con su mirada suavizándose mientras los ojos de ella brillaban de sorpresa y alegría—. Me encanta la idea de construir una familia contigo. Me gustaría que tú fueras la madre de nuestros hijos.
—¿De verdad?
—Sí, de verdad. Aunque deberíamos apresurarnos, porque estoy envejeciendo cada vez más.
Ella soltó una risotada, sintiendo que una ola de felicidad la envolvía.
—¿Tú? ¿Envejecer? No puedes estar hablando en serio.
—Lo estoy. —replicó con una sonrisa traviesa—. A este paso, estaré usando bastón para cuando llegue el momento. Ya tengo cuarenta y dos años, amor.
Ambos rieron, disfrutando de la ligereza del momento.
—¿Y qué hay de casarnos? —preguntó, su voz un poco más tímida. La pregunta flotó en el aire como un susurro, lleno de significado.
—¿Te gustaría? — sonrió ampliamente, la emoción evidente en su voz—. Porque yo definitivamente quiero que seas mi esposa. No hay nadie más con quien quisiera compartir mi vida.
—Sí, me gustaría. —su voz temblando de alegría mientras su corazón se aceleraba—. Sería un sueño hecho realidad.
—Entonces hagámoslo realidad. Planeemos nuestra vida juntos.
La conversación fluyó entre ellos, llena de sueños y promesas. Mientras hablaban, se dieron cuenta de que estaban construyendo algo hermoso y duradero, un futuro que ambos deseaban, lleno de amor y posibilidades. La cena se convirtió en un recuerdo significativo, un paso más hacia la vida que soñaban compartir. Disfrutaron de una cena íntima, Jungkook tomando la mano de Celestine, sintiendo la calidez de su toque. Ella sonrió, notando la serenidad en su expresión, una calma que antes parecía inalcanzable. En ese instante, comprendieron que, a pesar de las batallas internas y externas, construyeron una vida juntos fundamentada en el amor, la honestidad y el apoyo mutuo.
La conversación fue desvaneciéndose en una calma cómoda, pero sus miradas seguían conectadas, cargadas de todo lo que dijeron y de lo que aún sentían. Jungkook deslizó su mano sobre la de Celestine, acariciando sus dedos como si fueran un ancla en medio de un mar de emociones.
—Te amo, Celestine —expresó con firmeza, su voz vibrando con cada palabra—. No sé cómo explicarlo, pero todo lo que soy, todo lo que he vivido, me ha traído hasta ti. Eres mi razón para seguir adelante.
Lo observó, conmovida hasta lo más profundo. Bajo la luz suave de las velas, sus ojos resplandecían como si estuvieran llenos de todas las promesas de un futuro juntos.
—También te amo, Jungkook. —murmuró, su voz rota por la sinceridad—. Me haces sentir como si nada pudiera hacerme daño, no mientras estés a mi lado.
Se inclinó hacia ella, acercándose lentamente, como si no hubiera prisa, como si todo el tiempo del mundo les perteneciera.
—Siempre estaré aquí para protegerte, para amarte. —susurró, su aliento rozando suavemente los labios de ella.
Celestine cerró los ojos un instante, dejando que esas palabras la envolvieran, llenas de seguridad y consuelo. Cuando volvió a abrirlos, su mirada se encontró con la de Jungkook, intensa y cargada de sentimientos. No hizo falta más. Sus labios se unieron en un beso que era una mezcla perfecta de ternura y pasión, un beso que sellaba todas las promesas que hicieron en la mesa. Fue un gesto lleno de amor profundo, de compromiso y deseo, de un futuro que ambos habían decidido crear juntos.
Cuando se separaron, sus respiraciones aún entrelazadas, Celestine sonrió suavemente, sus dedos acariciando la mejilla de Jungkook.
—Nunca imaginé que sería posible sentirme así, tener todo esto —confesó en voz baja, con una dulzura que solo él conocía—. Pero contigo, todo parece posible.
Jungkook asintió, apoyando su frente contra la de ella.
—Lo es, y siempre lo será.
En ese momento, un silencio cargado de emociones se extendió entre ellos. Sabían que había un largo camino por delante, lleno de desafíos y decisiones, pero también de amor inquebrantable. Se encontraron en medio del caos y, juntos, construyeron algo tan fuerte que ni el tiempo ni las circunstancias podían destruir. Así, mientras la noche se envolvía en estrellas brillantes, supieron que estaban destinados a recorrer este viaje juntos. Celestine encontró en Jungkook no solo un amante, sino un protector. Y él encontró en ella su razón para seguir luchando.
¡Hola!
¿Qué les pareció esta parte final? ¿Se esperaban ese pasado de Jungkook como militar? ¿Les gustó cómo finalizó la historia?
La verdad es que esta historia, aunque corta, se volvió una de mis favoritas, así que espero que hayan disfrutado de la lectura tanto como yo disfruté escribirla. No se olviden de pasarse por RACES OF REVENGE que es la nueva historia que ganó la votación, el JK de carreras ilegales. Gracias por todo el apoyo que le dieron a BODYGUARD AND PASSION.
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