OO1 | BAJO SU PROTECCIÓN
Celestine Ashford caminaba con paso firme sobre la alfombra roja, su figura deslumbrante capturando la atención de todos a su alrededor. Los flashes de las cámaras la envolvían, cada destello arrancando una sonrisa controlada de su rostro. Aparentaba una seguridad que en su interior se desmoronaba, ya que la ansiedad la quemaba como un fuego lento, pero ella, como siempre, lo ocultaba detrás de su impecable fachada.
En el último tiempo, además de enfrentarse al vertiginoso crecimiento de su popularidad tras su actuación en una exitosa serie, Celestine había atravesado un quiebre personal devastador. Su relación con Matt, un cantante que comenzaba a brillar en la escena musical, terminó. Había estado profundamente enamorada de él; adorando cómo siempre estuvo presente en sus eventos, cómo en ese tiempo las cámaras los capturaban juntos con una perfección casi irreal. Incluso se permitió imaginar un futuro con él, uno donde sus mundos glamorosos y llenos de admiradores se entrelazaran para siempre. Pero en los últimos meses, Matt dejó de ser el hombre atento y protector que solía ser. Y al final, confesó ya no estar enamorado de ella. Su ruptura no solo dejó un vacío en su corazón, sino que la obligó a enfrentarse al creciente abismo que sentía dentro de sí misma.
Ahora, mientras desfilaba bajo la mirada de todos, su éxito parecía eclipsarlo todo, pero la verdad era que ella se sentía como una sombra, atrapada entre su propia imagen y los recuerdos que la atormentaban. Cada paso que daba sobre la alfombra roja parecía un acto mecánico, una coreografía ensayada para un público que no podía ver más allá de las luces y el glamour.
En su interior, sin embargo, había un deseo ardiente que luchaba por silenciar sus pensamientos. Anhelaba que el actor, el hombre que había compartido pantalla con ella en la serie que la catapultó al estrellato, rompiera el silencio que la envolvía. Había algo en él que iba más allá de las simples palabras o miradas. No solo la hacía olvidar el peso de su ruptura con Matt, sino que desbordaba cada rincón de su ser con una pasión que la hacía sentir viva, aunque solo fuera por momentos fugaces. Pero llevaba días sin saber de él. Días en los que su mente la torturaba con imágenes de los dos capturadas por los paparazzis: él junto a otra actriz, demasiado cerca, demasiados cómplices. Fotografías que parecían confirmar que quizás su conexión había sido tan efímera como todo lo demás en su vida. Y, aun así, Celestine se aferraba a la esperanza de que esas imágenes fueran solo una invención, una ilusión creada por un lente intrusivo. Deseaba, rogaba en silencio, que él volviera a buscarla, que le permitiera seguir hundiéndose en ese abismo que, paradójicamente, la hacía sentir menos perdida. No se sentía capaz de dejarlo ir, no cuando él era la única forma de anestesiar todo lo que la abrumaba: su fracaso con Matt, la presión constante de la fama, y el vacío que no podía llenar por sí sola.
A su lado, sus "amigos", más pendientes de ser parte del espectáculo que de protegerla, la exponían cada vez más al caos, sin percatarse de que el peligro acechaba. Celestine, cada vez más cerca de la multitud, comenzó a sentir que todo se desmoronaba.
De repente, los gritos de la multitud cambiaron. Lo que al principio eran vítores emocionados se transformó en una oleada de desesperación. Un grupo de fans comenzó a empujar con fuerza las barreras, y en un segundo, el control que los guardias ejercían sobre el evento se esfumó. Las barreras cayeron, y las personas, en un frenesí, se lanzaron hacia Celestine como un mar furioso que se desborda. Su corazón latió con violencia, y el mundo a su alrededor pareció acelerarse y colapsar al mismo tiempo.
Los flashes de las cámaras, que minutos antes la glorificaban, ahora solo capturaban la tragedia que se desataba. Celestine intentó moverse, escapar, pero la multitud la acorralaba. De repente, una botella de vidrio voló por el aire, girando como un proyectil. Sentía el peligro antes de verlo, y en una fracción de segundo, el objeto pasó rozando su cabeza antes de estrellarse contra el suelo. El sonido del vidrio rompiéndose se mezcló con los gritos de los fans y los periodistas.
Más objetos comenzaron a volar. Los guardias, sobrepasados por la marea humana, luchaban por mantener el control, pero era inútil. Estaba perdida entre la multitud y sin sus falsos amigos a su lado, se encontró sola y vulnerable, en medio de una tormenta de caos y violencia. Los ojos de la multitud, antes llenos de admiración, ahora eran devoradores, implacables. Estaba atrapada, y lo único que la rodeaba era el peligro.
El mundo alrededor de ella se desmoronaba. Sus piernas, siempre tan elegantes y firmes sobre las alfombras rojas, ahora parecían de plomo, incapaces de moverse con la agilidad que necesitaba para escapar. El sonido de los gritos, cada vez más desesperados y frenéticos, resonaba en su mente, perforando cualquier intento de mantener la calma. El miedo le atrapaba el pecho, oprimiéndolo hasta casi robarle el aire. Por dentro, luchaba con todas sus fuerzas por mantener la compostura, pero el terror la envolvía como una segunda piel.
Un empujón violento desde atrás la sacudió, haciéndola tambalearse, mientras sus tacones altos la traicionaban en la lucha por mantener el equilibrio. Apenas lograba mantenerse en pie, y su respiración se volvió errática, cada vez más rápida, más pesada. Las caras en la multitud, distorsionadas por el pánico y la desesperación, parecían fundirse en una masa única de caos. La ansiedad la carcomía, su corazón retumbaba como un tambor enloquecido dentro de su pecho. Estaba sola, atrapada.
Los gritos crecían como una ola incontrolable, una mezcla de entusiasmo desbordado y un pavor que comenzaba a contagiarse en la atmósfera. Un fan demasiado entusiasmado logró colarse entre los guardias, su mano extendida hacia ella como si quisiera atraparla, aferrarse a su fama, a su existencia. Los ojos de Celestine se abrieron con terror. Intentó retroceder, pero sus movimientos eran torpes, cada vez más difíciles de controlar. Una segunda botella cruzó el aire, estallando cerca de ella, y su cuerpo reaccionó de inmediato al instinto de protegerse.
El miedo la consumía por completo. No podía gritar, apenas podía respirar. El clamor del público, que minutos antes la había adorado, se convertía en su peor pesadilla. La gente la rodeaba como depredadores que olfateaban su vulnerabilidad. Los empujones continuaban, y sentía que en cualquier momento sería derribada por completo. Ya no sabía dónde estaban los guardias, ni dónde se encontraban sus falsos amigos. Estaba a merced de la multitud.
Pero entonces, de entre el caos, alguien irrumpió. Una figura alta y fornida emergió entre la marea humana. Sin detenerse ni dudar un segundo, el hombre apartó a los fanáticos con una fuerza implacable, su presencia imponía autoridad, casi salvaje. Los ojos de Celestine, nublados por el terror, lo enfocaron mientras él se abría paso con rapidez. Sentía que el aire regresaba lentamente a sus pulmones, aunque no comprendía del todo lo que sucedía.
De repente, el brazo de la figura la rodeó con firmeza, como un escudo de hierro. El calor de su piel atravesaba el delgado material de su vestido. Celestine se estremeció, pero esta vez no por miedo. El hombre la levantó del suelo con facilidad, su voz, baja y firme, se escuchó por encima del caos.
—Tranquila. Estás a salvo.
Las palabras la atravesaron como un bálsamo. Su cuerpo temblaba, pero algo en esa voz, en la fuerza con la que la sostenía, la hizo aferrarse a él. Mientras avanzaba con decisión, la multitud se apartaba ante su imponente figura, y en cuestión de segundos, Celestine, todavía temblando, estaba siendo llevada lejos del caos, lejos del peligro. Sus piernas no respondían, así que dejó que aquel hombre la guiara, sintiendo, por primera vez en lo que parecían horas, un mínimo de seguridad.
—¿Q-quién eres? —logró balbucear, su voz quebrada.
—No hables ahora —ordenó con firmeza, sin dejar de caminar—. Solo mantente tranquila.
El miedo seguía latente, palpitando en cada rincón de su ser, pero ahora estaba a salvo. No sabía quién era ese hombre, pero había llegado en el momento justo, cuando todo parecía desmoronarse. Y ahora, mientras las cámaras continuaban capturando todo, sentía que su vida nunca volvería a ser la misma.
Celestine sintió el tirón firme de alguien que la arrastraba fuera de la multitud. Aunque su corazón seguía latiendo con fuerza, empezó a sentir una mínima sensación de alivio al ver que un guardia de seguridad la alejaba del peligro inmediato. Los gritos de los fans seguían siendo ensordecedores, y los flashes de las cámaras no cesaban, pero al menos ya no estaba sola en medio del caos.
Su visión se nubló por un momento, entre el pánico y el aturdimiento, mientras era guiada a una zona segura detrás del set de la alfombra roja. Respiraba con dificultad, cada jadeo le recordaba lo cerca que estuvo de perder el control por completo. Miró alrededor, buscando desesperadamente algún rostro familiar, pero sus amigos seguían ausentes. La imagen pública de la mujer segura y controlada que solía proyectar estaba en pedazos.
—¡Celestine! —la voz de Sawyer, su manager, llegó a sus oídos cuando finalmente logró alcanzarla, sudando y con el rostro pálido—. ¡Dios mío, pensé que te perderíamos entre esa multitud!
La rubia apenas logró asentir, su mente todavía reviviendo los momentos de peligro, los objetos volando, el terror palpable. Sentía el cuerpo tembloroso, incapaz de encontrar palabras para expresar su miedo. Pero su manager, viendo el estado en que se encontraba, rápidamente tomó el control de la situación.
—Esto fue el colmo —masculló, furioso y nervioso—. No podemos seguir así. Te necesito con la cabeza clara, y después de esto... —negó con la cabeza, sacando su celular—. No me importa lo que cueste, vamos a solucionar esto.
Sawyer no perdió tiempo. Marcó el número de su última carta bajo la manga: Jungkook Jeon, un exmilitar con la experiencia y el carácter necesarios para controlar situaciones de este calibre.
«Si alguien puede proteger a Celestine, es él» pensó mientras esperaba a que atendiera la llamada.
El manager de Celestine estaba a su lado, tratando de calmarla y alentándola a respirar profundamente para no perder el control, mientras hablaba a su vez por llamada. Sabía que la situación podía empeorar si no lograba calmarla pronto, así que hizo una rápida llamada.
—Necesito que entres, es urgente —dijo en un susurro apremiante.
Apenas colgó, giró hacia la rubia y le tomó la mano, transmitiéndole seguridad mientras esperaba la llegada de Jungkook. Después de unos minutos, las puertas de acceso de seguridad se abrieron. Un equipo del staff, que había sido alertado de la situación, permitió la entrada de un hombre de casi dos metros con una expresión de hielo y pasos seguros. Vestido con un traje oscuro y ajustado que realzaba su complexión poderosa, Jungkook se abrió paso con facilidad, manteniendo un porte frío y calculador.
A medida que avanzaba, los asistentes y el personal se apartaban casi instintivamente, cautivados y a la vez intimidados por su presencia. No era famoso, ni un rostro conocido en el mundo del espectáculo, pero la autoridad y disciplina en cada uno de sus movimientos dejaban en claro que estaba allí para controlar la situación.
Al llegar junto a Celestine, le dirigió una breve mirada, evaluando rápidamente su estado y la situación en su entorno. Luego, se inclinó ligeramente hacia el manager.
—A partir de aquí, me encargo yo.
Sin necesidad de decir más, asumió su papel protector y empezó a guiar a Celestine hacia una zona segura, manteniendo una distancia calculada para protegerla de la multitud.
Jungkook avanzaba entre la multitud con paso firme, como una sombra que no dejaba espacio para dudas. Su estatura de casi dos metros, junto a su complexión robusta y musculosa bajo el traje oscuro, hacía que pareciera una torre de fuerza entre la masa de gente. Cada movimiento de su cuerpo parecía calculado, y la forma en que se desplazaba entre los asistentes y reporteros, con total seguridad, dejaba claro que no estaba allí para dar espacio a la distracción. Su porte exmilitar era evidente, y su expresión severa solo reforzaba la sensación de que cualquier intento de acercamiento era una amenaza potencial.
La gente a su alrededor lo miraba, pero pocos se atrevían a interrumpir su camino. Los flashes de las cámaras destellaban a su alrededor, pero la figura de Jungkook se mantenía imponente, casi como si nada pudiera atravesar esa muralla de control. Los fotógrafos, al principio impulsivos, comenzaron a vacilar a medida que él se acercaba, algunos retrocediendo inconscientemente ante la intensidad de su presencia. Era como si su sola mirada fuera suficiente para detener a cualquiera que quisiera desafiar la distancia entre él y Celestine.
Su cuerpo, forjado en años de entrenamiento militar, era una máquina de precisión. Cada paso que daba mostraba su dominio sobre el terreno, y cómo se posicionaba frente a Celestine, de manera protectora, dejaba claro que nada ni nadie pasarían. La multitud comenzaba a apartarse, no porque él hubiera dicho una palabra, sino por la amenaza tácita que irradiaba. Su seriedad era visible, y los pocos que se atrevían a acercarse para pedir un autógrafo o una foto rápidamente comprendían que no era bienvenido. Un simple gesto de su mano, firme y recto, era suficiente para que el espacio se despejara.
Celestine caminaba a su lado, ligeramente apartada de la presión que la multitud ejercía, con el cuerpo de Jungkook siempre cerca, una barrera sólida y casi inquebrantable. A pesar de la tensión que sentía por lo sucedido, no podía evitar notar cómo su presencia la rodeaba, cómo la protegía, incluso sin palabras. Cuando la multitud intentó acercarse aún más, Jungkook se movió como si ya hubiera anticipado sus movimientos. Con una precisión casi militar, extendió su brazo hacia el frente, bloqueando a quienes se acercaban, y en un segundo, los periodistas más curiosos parecían pensar dos veces antes de dar un paso más cerca.
Cuando llegaron a la zona de vehículos, la limusina negra esperaba, rodeada por más de los guardaespaldas y personal de seguridad. Jungkook no permitió ni un segundo de vacilación. Al llegar, abrió la puerta de la limusina con una mano firme, asegurándose de que Celestine estuviera segura. Mientras lo hacía, su mirada nunca abandonó la multitud, asegurándose de que el caos se disipara.
Una vez dentro, el ambiente se calmó, pero la tensión seguía flotando en el aire. Jungkook, en su imponente silencio, permaneció junto a la ventanilla, mirando hacia el exterior. Su cuerpo aún estaba tenso, preparado para cualquier cosa, mientras la limusina comenzaba a alejarse del bullicio. La gente afuera, aunque en su mayoría ya se había dispersado, aún hablaba entre sí sobre la figura de Jungkook, el exmilitar convertido en guardaespaldas, cuya presencia logró silenciar a todos sin apenas mover un dedo.
Dentro del coche, en el asiento delantero, el manager se asomó para asegurarse de que estaban a salvo.
—¡Esto fue demasiado peligroso! Nunca debí dejar que te expusieran así— exclamó, aún con la respiración entrecortada. Jungkook permanecía al lado de Celestine, su presencia sólida y tranquila en medio de la tormenta emocional que ella enfrentaba.
Con cada latido de su corazón, la rubia sintió una mezcla de incomodidad y algo más, un sentimiento confuso que no lograba descifrar completamente. Aunque el peligro había quedado atrás, no podía evitar la tensión en su pecho. Algo en la presencia de Jungkook, tan autoritaria y segura, le hacía sentirse más vulnerable de lo que ya era. Su cuerpo reaccionaba de manera inexplicable, y no sabía si eso la incomodaba o si era una sensación que necesitaba, aunque no podía dejar de sentirse expuesta.
Con la adrenalina aún corriendo por sus venas tras el caos del evento, estaba rígida, cada bache de la carretera un recordatorio incómodo de su vulnerabilidad. A su alrededor, las luces de la ciudad parpadeaban con una indiferencia cruel, como si el mundo continuara sin darse cuenta de su tormento interno.
Se sentía humillada y expuesta, el eco de los gritos de la multitud aún resonando en su mente. Las cámaras habían dejado de captar su imagen, pero las memorias de la multitud descontrolada la perseguían, como sombras que se negaban a desvanecerse. Su mirada se dirigió hacia Jungkook, que estaba a su lado, sentado con una postura tensa. Su presencia imponente contrastaba con el estado de ánimo frágil de ella, haciendo que se sintiera más vulnerable de lo que ya era. Un destello de furia surgió en su interior al pensar que alguien como él, con su aura de seguridad, había sido asignado para "protegerla".
—No necesito que me rescates —le lanzó con cierta furia, su voz traicionada por un ligero temblor que revelaba la fragilidad que intentaba ocultar. Cada palabra fue una defensa, un intento de recuperar el control que sentía que había perdido.
Jungkook la observó con una expresión impasible, su mirada fría y directa como el acero. Ella no podía evitar notar los detalles en su rostro que revelaban que no era joven: las líneas sutiles alrededor de sus ojos y la cicatriz en su pómulo derecho, un recordatorio de sus días en el ejército. Esa cicatriz, junto con su mirada intensa, le daba un aire peligroso y atractivo, y mostraba las experiencias que había atravesado.
Vestía un traje negro perfectamente ajustado, que delineaba su físico trabajado y resaltaba sus hombros amplios y su torso musculoso, como si cada prenda hubiera sido diseñada solo para él. Incluso sentado, su altura casi intimidante se notaba; sus largas piernas ocupaban buena parte del espacio del asiento trasero, y su presencia llenaba la limusina. Había en su porte una calma y una confianza relajada, como si el lujo del vehículo y el glamour de la noche fueran cosas triviales para alguien que había visto mucho más.
—No estoy aquí para jugar a ser tu héroe. Estoy aquí porque me necesitan.
Las palabras de Jungkook la golpearon con una dureza inesperada. No esperaba simpatía, pero algo en su tono frío y distante la irritó profundamente. ¿De verdad pensaba que podía hablarle así? El desprecio en su voz la hizo sentir como si fuera nada más que una carga para él, un problema a resolver.
—¿Eso es todo? ¿Solo un trabajo para ti? —preguntó con voz firme, sin poder ocultar la molestia. Giró la cabeza hacia la ventanilla, como si la vista de la ciudad pudiera calmar la creciente frustración que sentía. Sentirse tratada como un caso, como alguien a quien "salvar" sin considerar lo que ella realmente pensaba, la hacía sentir más vulnerable que nunca.
—Exactamente. Mi trabajo es mantenerte a salvo —Jungkook ajustó su chaqueta con una mano, mirando al frente sin cambiar su expresión. Sus ojos permanecieron fijos en la carretera, como si nada más tuviera relevancia en ese momento—. Y no tengo tiempo para tus dramas personales. Si eso te molesta, lo siento, pero no voy a hacer excepciones.
—¿Y qué más tienes que decirme, aparte de que soy solo un trabajo para ti? —el sarcasmo se filtró en sus palabras. No podía evitarlo. Todo en ese hombre la exasperaba. La frialdad con la que la trataba, el hecho de que parecía ver su vida personal como una molestia más que un aspecto importante, solo la hacía querer alejarse aún más de él.
Jungkook la miró un momento, con la misma expresión impasible, como si lo que le decía fuera irrelevante.
—No te estoy pidiendo que me agradezcas —su voz fue firme, casi cortante—. Solo quiero que te mantengas tranquila y sigas mis órdenes. El resto no me interesa.
Las palabras cayeron como un peso sobre Celestine, y por un segundo, su respiración se aceleró. No le gustaba nada de lo que estaba pasando. No le gustaba cómo la veía, cómo la trataba. Pero lo peor de todo era que, aunque sus palabras la irritaban profundamente, algo en su actitud le recordaba la frialdad con la que había tenido que enfrentarse al mundo toda su vida.
No lo soportaba, y no tenía intenciones de cambiar su opinión sobre él.
Desde el asiento delantero, Sawyer, interrumpió sus pensamientos, asomándose con el rostro pálido, marcado por la adrenalina y la tensión del evento.
—Lo siento por la falta de formalidades, pero tengo que agradecerte, Jungkook. La situación estaba fuera de control.
—¿De verdad pensaste que contratar a alguien para protegerme era la solución?
—Celestine, lo hice porque hay amenazas. No es solo un capricho —se apresuró a aclarar, tratando de mantener la calma en medio de la tormenta de emociones—. Ya veníamos recibiendo advertencias. Jungkook es la mejor opción para garantizar tu seguridad.
Las palabras de su manager se clavaron en su pecho, y la incomodidad se instaló entre ellos, cargando el ambiente de tensión. La sensación de ser un objeto en manos de otros la consumía, un rol que odiaba pero que parecía inevitable.
—No quiero ser tratada como un trofeo que necesita ser protegido. Soy más que eso.
—Es una cuestión de vida o muerte —a pesar de la seriedad de la situación, las palabras de Jungkook fueron directas y sin rodeos—. Esta no es solo una decisión de negocios. Tu carrera está en juego y ahora también tu vida.
La intensidad de su mirada no se quebró, y por un momento, Celestine sintió que su propia determinación se tambaleaba. A medida que las luces de la ciudad pasaban rápidamente, reflejándose en los cristales, la realidad de su situación la ahogaba. La rabia se mezclaba con el miedo, y se dio cuenta de que, aunque quería luchar, estaba atrapada en una red que no podía deshacer.
El silencio se volvió ensordecedor en el vehículo, como si el aire se hubiera vuelto denso y difícil de respirar. Estaba dividida entre la resistencia y la vulnerabilidad, se dio cuenta de que la línea que separaba su deber de su deseo se volvía cada vez más borrosa. La atmósfera era un campo de batalla emocional, una danza delicada entre la seguridad y el peligro, entre el deseo de ser libre y la necesidad de protección.
El vehículo se detuvo frente a un elegante edificio de oficinas, su fachada de cristal reflejando las luces de la ciudad en la penumbra de la noche. Celestine sintió un leve alivio al notar que, al menos por ahora, el peligro había quedado atrás. Sin embargo, el remolino de emociones seguía agitando su interior. El bullicio del evento resonaba en su mente, una cacofonía de gritos y flashes que la había dejado al borde del colapso.
Sawyer, que había permanecido callado durante el trayecto, abrió la puerta y salió del coche. La brisa fresca de la noche la envolvió, pero no logró disipar la sensación de vulnerabilidad que la acosaba. Jungkook la observaba, su mirada fija y penetrante como si pudiera leer cada pensamiento que la atormentaba.
Mientras cruzaban la entrada del edificio, el eco de sus pasos resonaba en el vestíbulo vacío. Las luces brillantes iluminaban el ambiente, pero para Celestine, todo parecía desdibujarse. La tensión y el miedo aún bullían en su interior, aunque estaba a salvo momentáneamente. La imagen de la multitud descontrolada seguía grabada en su mente, y el miedo a lo desconocido se había afianzado en su pecho.
El manager la miró, consciente de su estado.
—¿Estás bien, Celestine? —preguntó, su voz baja y preocupada, como si intentara calmar no solo a ella, sino también sus propios temores.
Asintió con una sonrisa forzada, pero el brillo en sus ojos no coincidía con la imagen de confianza que intentaba proyectar. La dignidad y la seguridad que había cultivado con esmero parecían desvanecerse con cada instante.
—Voy a quedarme aquí. No quiero ser una carga —mencionó, su tono firme a pesar de la batalla interna que libraba.
—No digas eso. Necesitamos que estés bien —insistió, su mirada reflejando una preocupación genuina. Pero ella se mantuvo firme, decidida a no ser vista como una víctima.
La empresa de Sawyer no era solo un lugar de trabajo, sino también un refugio. Como su manager, él se encargaba de todos los aspectos de su carrera, y además le ofrecía un lugar donde quedarse, proporcionándole incluso una habitación en las instalaciones para cuando lo necesitaba. Aunque a veces sentía la presión de estar siempre bajo su supervisión, en esos momentos de vulnerabilidad, ese espacio privado le proporcionaba una sensación de seguridad, aunque no la calma completa que buscaba.
Mientras Sawyer y Jungkook se dirigían a una sala de conferencias, Celestine se quedó en el vestíbulo, sintiendo la presión de su vulnerabilidad. Las luces del edificio parecían parpadear con una intensidad cruel, y la soledad la invadió, como un manto pesado que le oprimía el pecho, y en su mente volvió a surgir la necesidad desesperada de aferrarse a algo, a alguien.
Quería a Matt. Anhelaba su calor, su cuidado, esa sensación de seguridad que él le brindó cuando estuvo presente en su vida. Aunque ya no lo tenía, su ausencia era como un eco que no dejaba de resonar, recordándole lo lejos que estaba de volver a sentirse completa. Sin embargo, ahora no podía volver a él, y eso solo hacía que los pensamientos sobre el actor que la hacía olvidar de todo fueran más persistentes.
Si al menos lo hubiera visto en el evento, si hubiera podido encontrarse con él entre la multitud y perderse en sus brazos, aunque fuera por un instante, quizás habría podido calmar esa tormenta interna. Sabía que el actor nunca lograba hacerla sentir protegida; su toque era efímero, superficial, pero al menos la distraía. La desconectaba de todo lo que le perturbaba, de las emociones que amenazaban con consumirla. En su ausencia, ese vacío se hacía insoportable, y Celestine se sentía más perdida que nunca.
Una vez dentro, Sawyer cerró la puerta detrás de ellos y se volvió hacia Jungkook, quien mantuvo una actitud imperturbable.
—Gracias por tu intervención. Ella estaba al borde.
Con su mirada aguda y calculadora, observó al rubio, midiendo cada palabra.
—¿Qué tipo de amenazas está enfrentando? —interrogó, su voz era un bajo tono que sugería que estaba preparado para lo peor. Las sombras de su pasado como militar se insinuaban en su postura, y la seriedad de la situación lo envolvía.
Sawyer suspiró, asumiendo una postura más relajada al pensar que estaban a salvo, aunque la tensión en el ambiente aún era notable.
—La fama de Celestine ha crecido desmesuradamente desde su aparición en esa serie —comentó, frotándose el mentón, pensativo—. Fue un papel que le abrió muchas puertas, pero también la convirtió en un blanco —se cruzó de brazos—. Los fans que antes la idolatraban ahora parecen tener un sentido de posesión sobre ella —resopló, negando lentamente con la cabeza—. Algunos la ven como un objeto, y no les importa lo que tengan que hacer para acercarse a ella.
Frunció el ceño, asimilando la información con una intensidad que revelaba su creciente preocupación.
—¿Algo más específico? ¿Amenazas directas?
—Sí, hemos recibido mensajes anónimos, y algunos individuos han tratado de acercarse a ella de maneras inapropiadas. —explicó, pasándose una mano por el cabello, visiblemente frustrado—. No estaba seguro de lo que iba a pasar en el evento, pero sabía que había que tomar precauciones. No quería que esto terminara mal —hizo una mueca—. Más que amenazas, esto va mucho más allá. Hay alguien obsesionado con Celestine. Hemos recibido cartas llenas de palabras perturbadoras, como si esta persona creyera que tiene una conexión especial con ella. Pero no es solo eso. Han enviado fotos de ella tomadas en lugares donde ni siquiera se suponía que hubiera cámaras: en el gimnasio, saliendo de su apartamento, incluso en eventos privados.
La mandíbula de Jungkook se tensó, pero Sawyer no le dio tiempo a reaccionar antes de continuar.
—Hace unas semanas, llegó un paquete con un vestido que ella había usado en una de sus sesiones de fotos. Sabemos que no pudo haber salido del set, así que esta persona tuvo acceso a algo que nadie más debería tener.
El silencio que siguió fue opresivo. Sawyer exhaló con dureza, su mirada grave.
—Todo indica que quien sea está aumentando su intensidad. Esto ya no es una simple obsesión, Jungkook —negó con la cabeza mientras sus labios se presionaban—. Es un riesgo real. No quiero que Celestine termine siendo otra víctima de alguien que no sabe dónde están los límites.
Mientras hablaban, Celestine se quedó fuera, escuchando a través de la puerta entreabierta. La preocupación en las voces de ambos la hacía sentir un torbellino de emociones. A pesar de su deseo de ser fuerte, la realidad de su situación comenzaba a aplastarla. Las palabras de Sawyer, aunque bien intencionadas, resonaban en su mente como ecos de su fragilidad.
—Celestine ha tratado de mantener una fachada, pero está desgastada —continuó en voz baja, como si estuviera midiendo cada palabra—. Desde que terminó la serie, parece que no sabe qué hacer con su vida. —lanzó una mirada rápida a Jungkook, como buscando comprensión—. La gente espera que siempre esté sonriendo, siempre dispuesta, pero no comprenden que detrás de esa fachada hay un ser humano que lucha por encontrar su lugar.
Jungkook se cruzó de brazos, sintiendo que la responsabilidad que tenía sobre los hombros se volvía más pesada. Su instinto protector se agudizaba con cada revelación.
—Voy a hacer todo lo posible para mantenerla a salvo. No solo de los extraños, sino de sí misma.
Lo miró con sorpresa, consciente de que la perspectiva del pelinegro iba más allá de lo que había anticipado.
—Eso es lo que necesitamos. Ella tiene potencial, pero no puede seguir así.
Celestine, atrapada en su propio torbellino de pensamientos, sintió que las lágrimas amenazaban con brotar de sus ojos. El remordimiento y la inseguridad la inundaron. La sensación de ser un peso para los demás la paralizaba.
La noche avanzaba, y con ella, la incertidumbre de lo que estaba por venir. Jungkook sabía que su trabajo iba más allá de simplemente proteger a Celestine; debía encontrar una manera de ayudarla a redescubrirse a sí misma en medio del caos que la rodeaba.
(...)
En una sala de conferencias austera, con paredes grisáceas y una mesa larga de madera oscura, los miembros del equipo de seguridad se reunieron en un silencio tenso y expectante. Jungkook, de pie al frente, era el más alto y corpulento entre ellos, su figura eclipsando a los demás tanto por su imponente físico como por su edad y experiencia. Con su historial como exmilitar, conocido por su dureza y decisiones cuestionables, no había lugar para los nervios en su enfoque. Su estilo era claro: o seguían sus órdenes, o se apartaban del camino.
La luz fría de los fluorescentes resaltaba su camiseta negra ajustada, que dejaba ver cada línea de sus hombros anchos y su torso firme. Sus pectorales y abdomen bien definidos destacaban sin esfuerzo, mientras los pantalones oscuros delineaban sus poderosas piernas. Su cabello corto y oscuro, ligeramente desordenado, acentuaba su expresión severa y decidida. Sin siquiera decir una palabra, su porte y estatura parecían llenar el espacio, haciéndolo ver como una sombra dominante que no necesitaba imponerse, pues su presencia hablaba por sí sola.
El murmullo de la sala se desvaneció cuando su voz, grave y autoritaria, rompió el silencio.
—Gracias a todos por asistir —dio un paso al frente, ajustando la correa de su muñeca mientras sus ojos recorrían la sala con calma—. Como saben, mi nombre es Jungkook Jeon, y he sido contratado para reforzar la seguridad de Celestine Ashford —colocó las manos sobre la mesa con firmeza, su mirada fija, desafiando cualquier duda—. Hoy, quiero presentar un nuevo protocolo que creo que es esencial para garantizar su protección efectiva.
A medida que mostraba las diapositivas en la pantalla, se podía ver un gráfico que ilustraba sus propuestas, que incluían métodos de control de multitudes más estrictos y una comunicación más eficaz entre los miembros del equipo. Sin embargo, no tardó en notar las reacciones negativas que se filtraban entre sus colegas.
Uno de los miembros, Charles, un hombre robusto con una mirada desafiante, que parecía bastante joven a comparación de él, cruzó los brazos sobre el pecho y se inclinó hacia adelante.
—¿Y por qué deberíamos seguirte? ¿Qué sabes tú sobre proteger a una celebridad? —alzó una ceja mientras se recostaba ligeramente en su silla. Sus ojos no dejaban de evaluar a Jungkook, buscando alguna grieta en su actitud—. Este enfoque es demasiado agresivo. No necesitamos asustar a los fans, solo asegurar que se mantengan a raya.
El resto del equipo murmuró en asentimiento, y Jungkook sintió cómo la presión aumentaba. Sin embargo, no estaba dispuesto a retroceder.
—Con todo respeto —Jungkook levantó una mano, su tono firme, pero controlado—, lo que necesitan entender es que el estado emocional de Celestine y su bienestar son nuestra prioridad —Mientras hablaba, su mirada recorrió la sala con intensidad, fijándose en cada uno de los presentes, como si midiera sus reacciones. Hizo una pausa, antes de continuar, sus dedos apretando ligeramente el borde de la mesa, dejando en claro la seriedad de sus palabras—. No es solo cuestión de protegerla físicamente, sino de anticipar y prevenir situaciones peligrosas antes de que ocurran.
Otro miembro del equipo, Sebastian, un hombre de cabello rizado, alzó la mano.
—Pero ¿qué sabes tú sobre su vida? —insistió, con un leve movimiento de su mano, empujó un bolígrafo hacia un lado de la mesa, sus palabras cargadas de duda—. Llevamos meses trabajando juntos, y ella tiene un equipo que la ha protegido durante años, así que, ¿por qué deberíamos cambiar lo que ya funciona?
Jungkook, manteniendo la calma, se acercó un poco más a la mesa, proyectando una confianza que apenas sentía.
—Porque la situación ha cambiado —contestó con obviedad. Su mirada dura mientras observaba a sus colegas, y su postura era tan recta que parecía imposible de quebrantar—. El acoso que ha enfrentado Celestine ha aumentado, y mi experiencia en situaciones críticas me ha enseñado que una respuesta pasiva no es suficiente —Mientras hablaba, se permitió hacer una breve pausa, clavando la mirada en uno de los hombres más cercanos, como si esperara que comprendieran el peso de sus palabras—. Necesitamos ser proactivos y tener una mentalidad de prevención —su tono se endureció aún más, como si las palabras estuvieran impregnadas con toda la gravedad que sentía en ese momento—. La seguridad de ella depende de nuestras decisiones y acciones, no solo de la gestión de la situación.
El silencio llenó la sala mientras sus palabras resonaban. Algunos miembros comenzaron a reconsiderar sus posturas, pero la tensión aún estaba presente. Jungkook podía ver que, aunque algunos se mostraban escépticos, había una chispa de interés en sus rostros.
La robusta resistencia de Charles no se desvaneció fácilmente.
—Suena bien en teoría, pero esto es Hollywood —recalcó alzando una ceja—. No podemos tratar a los fans como amenazas. Esto podría dañar la imagen de Celestine.
—Entiendo su preocupación, pero es mi trabajo hacer lo necesario para que ella esté a salvo —se inclinó ligeramente hacia adelante, su mirada fija y decidida, como si cada palabra fuera un mandato—. Si esto se hace bien, protegeremos su imagen y su vida —su mandíbula se tensó, casi como si estuviera recalcando la importancia de su punto—. No podemos permitir que la complacencia se interponga en su seguridad, porque, en la vida real, los peligros son inminentes, y debemos estar preparados.
A medida que continuaba defendiendo su enfoque, Jungkook sentía que la resistencia comenzaba a desmoronarse. La charla se tornó más colaborativa, con Charles ahora planteando preguntas y ofreciendo sus propias experiencias. Él estaba abriendo un diálogo, y aunque el camino por delante estaba lleno de desafíos, Jungkook sabía que había dado un paso importante para ganarse su confianza.
Con cada respuesta, estaba forjando un puente entre su visión y el grupo, mostrando que no solo era un nuevo rostro en el equipo, sino un líder dispuesto a luchar por la seguridad de Celestine. En su interior, sabía que el tiempo diría si sus métodos funcionarían, pero esa reunión había sido un primer paso necesario para establecer su autoridad y ganar el respeto de quienes lo rodeaban.
La sala de conferencias comenzó a vaciarse, pero la tensión en el aire aún seguía. Jungkook se quedó un momento más, revisando las notas que había tomado durante la reunión. En los días que habían pasado desde su llegada, había sido testigo del caos que podía generar la fama de Celestine. Los aficionados, las multitudes, y las cámaras eran parte de un mundo que ella conocía bien, pero que él estaba comenzando a entender.
A medida que sus compañeros de trabajo se iban, murmuraban entre ellos, algunos lanzando miradas de reconocimiento. Había logrado, al menos parcialmente, superar su escepticismo inicial y ganar un poco de respeto.
De repente, su celular vibró, interrumpiendo su concentración.
SAWYER
¿Puedes reunirte con Celestine ahora?
Necesita hablar contigo sobre la nueva estrategia
Se pasó una mano por el cabello corto, consciente de que esta reunión no iba a ser más fácil que la anterior. A pesar de los días transcurridos, donde había intentado establecer su autoridad y protegerla, sabía que las cosas estaban lejos de ser ideales. Así que se dirigió a la oficina que estaba justo al final del pasillo.
Cuando entró, la atmósfera cambió de inmediato. Celestine estaba sentada en un sofá, con los brazos cruzados y una expresión de desconfianza marcada en su rostro. A su lado, Sawyer trataba de calmarla, pero había un rayo de frustración en sus ojos. Jungkook pudo notar que el ambiente estaba cargado de una incomodidad intensa, como si una tormenta estuviera a punto de desatarse.
—Buenos días, Celestine —saludó, manteniendo un tono profesional, aunque no pudo evitar que un pequeño escalofrío recorriera su espalda al sentir la mirada desafiante de ella.
—Sawyer me habló de la reunión —lo miró con desconfianza, su postura rígida y desafiante—. ¿Es así como planeas manejar mi seguridad? ¿A base de órdenes?
—Jungkook tiene un enfoque diferente, y creo que ha hecho un buen trabajo organizando las ideas —Sawyer intervino, intentando suavizar la situación—. Deberías darle una oportunidad para explicarte su plan.
—¿Un plan que implica tratar a mis fans como amenazas? —rodó los ojos, claramente reacia a escuchar—. No creo que eso sea necesario.
Jungkook mantuvo su postura, sintiéndose como si estuviera frente a un muro. Sin embargo, no podía dejar que eso lo detuviera.
—No se trata de desestabilizar tu relación con tus fans, sino de protegerte de situaciones que pueden volverse peligrosas —explicó, intentando sonar conciliador, aunque sus palabras sonaron firmes.
—¿Así que ahora me vas a decir cómo manejar mis relaciones? —Su tono estaba cargado de frustración, y sus ojos se entrecerraron mientras lo observaba, claramente molesta por la insinuación de control—. Llevo años lidiando con esto y no necesito que un exmilitar me diga cómo vivir mi vida.
—Celestine, Jungkook está aquí para ayudarte —intervino nuevamente al sentir que la tensión aumentaba—. Ha estado analizando los riesgos y su experiencia puede ser valiosa. Te lo aseguro.
Jungkook se sintió aliviado al escucharlo apoyándolo, pero al mismo tiempo, sentía el peso del desafío que Celestine le planteaba. Ella lo miró, buscando un punto débil en su postura.
—No estoy aquí para que me digas lo que puedo o no puedo hacer. Solo quiero que me dejes en paz.
El guardaespaldas se quedó en silencio, sintiendo cómo la tensión crecía entre ellos. No iba a rendirse, pero también sabía que tenía que encontrar un equilibrio, por lo que Sawyer tomó una respiración profunda y se dirigió a él.
—Tal vez sería mejor si hablaras con ella a solas —mencionó levantándose—. Creo que necesita escuchar tu perspectiva sin que yo esté aquí.
Asintió, entendiendo que tenía que aprovechar esta oportunidad mientras el manager salía de la oficina. Se giró hacia Celestine, quien aún lo observaba con desconfianza.
—Te prometo que mi única intención es tu seguridad. Quiero que estés a salvo, eso es lo que más me importa.
La habitación quedó en silencio, la tensión como una cuerda a punto de romperse. Jungkook sabía que tendría que luchar por la confianza de Celestine, y esa batalla apenas comenzaba.
—No estoy dispuesta a dejar que dictes mi vida —declaró finalmente, su voz firme, pero Jungkook vio el pequeño destello de vulnerabilidad detrás de su desafío.
—No pretendo dictar tu vida, solo asegurarme de que la vivas.
La batalla de voluntades había comenzado, y Jungkook estaba decidido a ganar.
(...)
El hotel estaba repleto de luces brillantes, la música suave y las risas elegantes resonaban por doquier. Celestine se movía entre los invitados, con una sonrisa cuidadosamente ensayada que apenas ocultaba su incomodidad. A su lado, Jungkook se mantenía alerta, su presencia sólida y firme, como una sombra que no la dejaba de cerca. Cada vez que él se acercaba, algo en su postura y en su mirada hacía que se tensara sin poder evitarlo. Era como si no pudiera escapar de la constante vigilancia de su protector, siempre atento, siempre calculando los posibles peligros a su alrededor.
Pero lo que más la inquietaba no era su presencia en sí, sino la manera en que él se comportaba. Había algo instintivo en sus movimientos, una agresividad soterrada que no podía disimular, como si estuviera constantemente preparado para saltar a la mínima señal de amenaza. En las reuniones, en las fiestas, él permanecía cerca, vigilante, como un animal que marcaba su territorio, observando cada posible peligro con los ojos de un depredador. Y cuando alguien se acercaba demasiado, su postura cambiaba, se tensaba, sus ojos se volvían fríos y calculadores, siempre buscando una razón para intervenir.
Era una vigilancia constante que la incomodaba profundamente, como si no pudiera respirar sin que él estuviera al tanto de cada uno de sus movimientos. Se sentía como si estuviera bajo un microscopio, como si su vida fuera una pieza de ajedrez sobre la que él tenía el control absoluto, sin importar cuánto lo deseara ella. En esos momentos, él no era un hombre que la protegiera, era algo más, como una bestia que percibía cualquier movimiento en falso y respondía con rapidez, sin importar el costo.
Lo peor era cómo se movía, cómo respiraba, cómo cada uno de sus gestos exudaba una necesidad de control, como si estuviera protegiéndola no solo de los peligros que pudieran surgir, sino de sí misma, como si creyera que no podía valerse por sí misma. Ella nunca había pedido esa protección. Y, sin embargo, allí estaba, como una sombra constante, siempre alerta, siempre dispuesto a entrar en acción sin previo aviso. En esos momentos, algo se le hacía incómodo, como una mezcla de gratitud y molestia. No estaba acostumbrada a que alguien se preocupara tanto por ella, ni a ser el centro de tanta atención. Su vida siempre había sido una lucha por mantenerse a flote, por demostrar que no necesitaba ayuda de nadie. Y aquí estaba él, dándosela de manera casi excesiva.
Cada vez que sus ojos la fijaban, él no solo la protegía, sino que parecía reclamar algo de ella. Esa mirada de posesión, esa actitud de "estoy aquí para controlarlo todo", le provocaba una irritación profunda, pero lo que más la molestaba era lo natural que le parecía a él todo esto. Era como si no pudiera ver más allá de la protección, como si su control y su cercanía fueran su único lenguaje.
En algún rincón de su mente, una parte de ella se preguntaba si, de alguna manera, Jungkook necesitaba protegerla porque no sabía cómo estar realmente cerca de una mujer sin imponer su dominio. Era como si la distancia emocional que ella sentía hacia él fuera un reflejo de lo que él deseaba: estar cerca sin realmente conectarse. Celestine había vivido su vida como una isla, sin nunca poder confiar plenamente en alguien, sin la seguridad de que alguien cuidara de ella sin esperar nada a cambio. Cada vez que Jungkook se acercaba con esa actitud de protector inquebrantable, sentía un nudo en el estómago, una mezcla de resistencia y una necesidad que no comprendía del todo. Ese impulso de querer rechazarlo, de no necesitarlo, pero también la incomodidad que le causaba cuando él se apartaba demasiado, como si, por un instante, sintiera que quedaba vulnerable.
Cada vez que él se acercaba para asegurarse de que estuviera bien, Celestine se sentía algo perdida, como si esa protección estuviera surgiendo de un lugar que no entendía, un lugar que la hacía sentirse, de alguna manera, insegura. Como si la necesidad de control y vigilancia de Jungkook pudiera hacerle perder su propia identidad, la sensación de que su valor como persona no debía depender de alguien más. Pero por alguna razón, se encontraba agradecida, aunque no lo admitiera ni a ella misma.
Era una contradicción constante. Y lo peor de todo es que no sabía si ella estaba reaccionando a su sobreprotección, o si estaba simplemente buscando algo que nunca había tenido, pero que le molestaba profundamente aceptar.
La fiesta era una gala privada en un lujoso hotel, un evento exclusivo al que solo los más importantes del mundo del espectáculo y la moda estaban invitados. Era una mezcla de alfombra roja, fotógrafos y periodistas que intentaban conseguir el mejor ángulo para una foto. Celestine, aunque más tranquila de lo que se podría esperar, se encontraba rodeada por sus "amigos". Entre ellos, Kyle, el influencer que siempre estaba buscando una manera de subir su número de seguidores, y Madison, una modelo que parecía compartir el mismo deseo por escalar posiciones a través de las conexiones correctas.
—Oye, Celeste —habló Kyle, usando el diminutivo que Celestine detestaba, pero ella sabía que debía tolerarlo si quería mantener la paz—. ¿Sabes qué estaría increíble? Que nos invites a esa fiesta exclusiva en la que fuiste la otra vez. He oído que esta vez van a estar más famosos. ¿Te imaginas? ¡Nosotros ahí con esos VIPs!
Madison, que no paraba de mirar a Celestine con una sonrisa forzada, se adelantó para unirse a la conversación. Sus ojos brillaban de envidia, y sus palabras no hacían más que confirmar lo que Jungkook había sospechado desde el principio.
—Sí, Celeste, tú siempre sabes dónde están las mejores fiestas. Deberías invitarnos más a menudo, ¿sabes? Para que tengamos la oportunidad de conocer gente importante... —su tono era claramente ambiguo, como si se refiriera a la gente influyente que Celestine podía conectar. La insinuación era tan obvia que la rubia se sintió incómoda, como si su presencia solo fuera valorada por lo que podía proporcionarles.
Jungkook, observando desde lejos, frunció el ceño al ver cómo Kyle y Madison se colgaban de cada palabra que Celestine decía. Había algo irritante en la manera en que manipulaban a la joven, como si su amistad fuera un vehículo para ascender socialmente. Le incomodaba ver cómo aprovechaban la inocencia de la modelo, llevándola hacia un camino de autodestrucción sin que ella se diera cuenta.
—Tienes que ayudarnos. El trabajo de modelo para mí sabes que está complicado. Pero si vamos juntas a esas fiestas, seguro que nos abren más puertas —insistió, sonriendo de forma que era imposible no notar lo calculada que era la sonrisa.
Había algo más en sus ojos, una chispa de envidia que Jungkook captó de inmediato. Aunque Madison no lo dijera explícitamente, su tono decía mucho. Cada vez que hablaba, su mirada se deslizaba sobre Celestine, comparándose. Sabía que la rubia estaba en la cima, mientras que ella apenas lograba mantenerse a flote.
—Oye, Celeste —continuó Kyle, con una voz suave pero cargada de malicia—. Si te invitan a algo grande, ¿te imaginas cómo quedaría nuestra imagen? —hizo una pausa calculada—. Todo el mundo se enteraría de que somos más cercanos... las puertas se abrirían aún más. Tal vez deberíamos salir más, ¿no?
El comentario la hirió en un lugar profundo, y aunque Celestine trató de ocultarlo con una sonrisa, se dio cuenta de lo manipulador que era el tono de ambos. Ya no estaban interesados en ella por su compañía, sino por lo que representaba: fama, conexiones y acceso a un mundo del que ellos querían formar parte.
Jungkook observaba todo con creciente irritación. Sabía que el camino que querían que Celestine tomara no era el adecuado. Las fiestas, las conexiones, el descontrol... Todo lo que ellos buscaban era fama a costa de ella, sin importar los peligros que pudiera enfrentar. Pero lo peor era que Celestine, en su afán de encajar, se dejaba llevar por ellos. De alguna manera, ella siempre quería ser parte de ese mundo y sentir que pertenecía. Pero su guardaespaldas podía ver cómo se estaba perdiendo en todo eso.
Se acercó un poco más a la mesa donde estaban conversando, su mirada fija en los tres, pero sin intervenir aún. Celestine no parecía notar su incomodidad, pero él podía leer entre líneas cómo esas "amistades" la estaban manipulando.
—¿Y qué hay de esos rumores de que algunas personas del medio están probando cosas más fuertes? —indagó Madison, como si fuera una broma inocente, pero Jungkook escuchó la veneno en su voz. Celestine, al ver que la conversación se volvía más provocativa, se echó atrás, incómoda.
Jungkook estaba observando desde una distancia discreta, pero sus sentidos estaban alerta. Notaba cómo el tono de la conversación se deslizaba hacia un terreno peligroso, y algo en su interior se tensó al ver cómo la rubia trataba de restarle importancia al asunto.
Madison y Kyle no estaban interesados en su bienestar; solo querían arrastrarla más a ese mundo de descontrol, fama superficial y excesos. El ambiente ya no le agradaba a Celestine, pero era evidente que, aunque se sintiera incómoda, prefería tolerarlo antes que aceptar la intervención de Jungkook.
Con un suspiro apenas audible, dio un paso adelante, acercándose con la firmeza en la mirada que solo él podía transmitir.
—Disculpe, Celestine —intervino, suavizando su tono, sin la agresividad habitual—. He estado revisando su agenda, y tenemos un compromiso mañana temprano. Sabe que no le vendría mal descansar un poco, ¿verdad?
La intervención fue sutil, pero la excusa era lo suficientemente válida como para hacer que Celestine se sintiera atrapada en su propia incomodidad. Madison y Kyle, sorprendidos por la interrupción, se quedaron en silencio por un momento. Celestine no podía rechazar tan fácilmente el argumento de la "agenda" ni la idea de perder el foco de su carrera.
Madison, intentando disimular, sonrió con un toque de sarcasmo.
—Vaya, Celeste, parece que tienes un guardaespaldas muy... organizado —Su voz no era amistosa, pero su mirada burlona sí era clara.
Se tensó, odiando la forma en que Madison la miraba, pero la realidad era que la idea de irse le parecía una salida más fácil que enfrentarse a la presión de sus "amigos".
—Sí, bueno, no quiero arruinar nada mañana, ¿verdad?
Sentía que, aunque la intervención de Jungkook le resultaba molesta, en ese momento la excusa de su agenda era la única que podía usar para salir del círculo incómodo en el que estaba atrapada. Y él al ver la aceptación a regañadientes en su rostro, hizo un gesto hacia la salida con una mirada firme, sin dar pie a más conversación.
—Entonces, vamos —dijo, y esta vez no era una sugerencia; era una afirmación que ella no podía rechazar sin hacer una escena.
Celestine, a pesar de que la situación la enfurecía, no quería armar un escándalo en frente de los demás. Sus amigos, sin embargo, no lo veían venir. Kyle trató de restar importancia a la situación con una risa tensa.
—Oye, ¿en serio? ¿Ya te vas? —frunció el ceño, pero al ver cómo el guardaespaldas fijaba su mirada en él mientras sus facciones se endurecían, añadió—: ¡Está bien, está bien! La próxima vez, entonces, no te olvides de la fiesta, ¿eh?
Madison, con su sonrisa tensa, también lo intentó.
—Claro, claro, hasta pronto, Celeste. No olvides mandarnos la invitación a esa fiesta de la que nos hablaste.
Ambos parecían hacer un esfuerzo por mantener las apariencias, pero la envidia y el desdén no pasaron desapercibidos para Jungkook. Mientras Celestine giraba para seguirlo, pudo notar la incomodidad de su rostro, la rabia contenida por tener que ceder ante la presión.
—Nos vemos —movió la mano, forzando una sonrisa a medida que se alejaba, ya sintiendo el peso de la situación.
Jungkook la acompañó con calma, guiándola hacia la salida sin decir una palabra más. Aunque la tensión entre ellos seguía presente, él sabía que había hecho lo correcto al evitar que se quedara más tiempo en ese entorno tóxico.
Ella no se molestó en mirarlo, pero su expresión lo dijo todo: estaba frustrada, enojada, pero a la vez aliviada de haber escapado de la presión de sus "amigos". A pesar de que odiaba que su guardaespaldas interfiriera, en ese momento, sabía que su intervención había sido la única salida.
En cuanto se dio vuelta, él estaba a su lado, guiándola hacia la salida. Los ojos de los demás se posaron en ella, pero evitó hacer contacto. Estaba demasiado cansada de todo eso.
Cuando llegaron a la puerta principal, un par de hombres de seguridad se acercaron para despejarles el camino. Una limusina estaba esperando en la acera, listo para llevarla lejos de esa multitud. La brisa fresca de la noche las envolvió en cuanto cruzaron el umbral del hotel, y fue ahí cuando un paparazzi apareció de la nada.
Celestine lo reconoció al instante. Jagger, un fotógrafo que siempre parecía estar en todos los eventos a los que ella asistía, casi como si tuviera un sexto sentido para rastrear su presencia. Su cabello, recogido en una coleta, caía de manera ordenada sobre su cuello, dándole un aire pulcro y algo atractivo, aunque había algo en su actitud que no le gustaba. A pesar de su rostro juvenil y atractivo, su persistencia constante la incomodaba. Parecía no comprender el concepto de "espacio personal".
—¡Celestine! ¡Es un placer verte! —gritó, levantando la cámara y acercándose rápidamente. La voz de Jagger tenía ese tono excesivamente entusiasta que solía usar cuando quería conseguir algo—. ¿Cómo te encuentras? ¿Qué pasa con tu regreso a la pantalla? ¿Vas a retomar proyectos de actuación?
Ella dio un paso atrás, tensándose al instante. Aunque la pregunta era inocente, sabía que él no estaba realmente interesado en sus proyectos, sino que solo quería una respuesta que pudiera vender. Mientras el paparazzi seguía acercándose, repitió las mismas preguntas, insistiéndole como si fuera su derecho. Lo que realmente la molestaba era cómo él siempre aparecía en el momento menos esperado, como si estuviera acechando. Aunque había veces en que, con el tiempo, llegó a responder sus preguntas cortésmente, aquella noche no tenía ánimo para seguir la misma rutina. La incomodidad la hizo fruncir el ceño.
Jungkook, que estaba detrás de ella, no soportó más. Su expresión se volvió dura como piedra, y su cuerpo se tensó. En un rápido movimiento, avanzó y se interpuso entre Celestine y el fotógrafo, bloqueando a Jagger con su cuerpo enorme, que intimidaba de inmediato. Jungkook era mucho más grande que el paparazzi, y su altura y complexión, en ese momento, lo hacían parecer una muralla de músculo.
Jagger titubeó por un momento, mirando hacia arriba, directamente a los ojos del guardaespaldas, y sintió la amenaza en el aire. Jungkook no le dio tiempo a reaccionar. Con un solo empujón, lo apartó con fuerza, haciéndolo tropezar hacia atrás.
—¡Aléjate de ella! —gruñó, con una voz profunda que resonaba con autoridad. Su tono era feroz, y la furia en sus ojos dejaba claro que no estaba dispuesto a tolerar más.
El paparazzi, algo sorprendido por la agresividad, intentó mantener la calma, pero no pudo evitar mirar con incomodidad a Celestine. Ella lo había reconocido, pero en ese momento, la situación había tomado un giro que no esperaba. La miraba buscando alguna reacción, esperando que lo defendiera como hizo en ocasiones pasadas. Sin embargo, Celestine no dijo nada. Su molestia hacia el paparazzi se sumó a la incomodidad que sentía por la actitud de Jungkook, que parecía haber perdido completamente el control.
—Yo... solo quería unas respuestas, Celestine... —murmuró, claramente esperando alguna reacción de ella, pero al ver su silencio, se quedó allí, sin saber si debía irse o quedarse. Su mirada iba de Celestine a Jungkook, que seguía mirando con una intensidad casi peligrosa.
La rubia apretó los dientes, un nudo en el estómago. Aunque le molestaba que Jungkook interfiriera, había algo en su forma de protegerla que le resultaba... extraño. Era como si él quisiera borrar de su vida cualquier situación que pudiera hacerle daño. Sin embargo, se sintió atrapada por su sobreprotección, como si él estuviera controlando demasiado.
—Jungkook, basta —ordenó finalmente, con tono cortante, alzando la voz para que la escuchara. Su mirada se encontró con la de Jagger, que esperaba una respuesta, pero Celestine lo ignoró, en lugar de eso, volvió a dirigirse a Jungkook, claramente incómoda.
Su guardaespaldas no respondió, simplemente la empujó suavemente hacia el coche, ignorando las miradas furtivas del paparazzi, que se quedó atrás, con un dejo de frustración en su rostro. Le abrió la puerta con un gesto que pretendía ser cortés, pero Celestine se deslizó dentro sin mirarlo, desafiando su autoridad una vez más.
Con un golpe de puerta, la tensión entre ellos se convirtió en una carga silenciosa que ambos llevaban mientras la limusina se alejaba del evento, dejando atrás las luces brillantes y las risas vacías. Con el corazón agitado y la frustración a flor de piel, se preguntó si alguna vez lograría ganar su respeto, mientras Celestine, con su orgullo herido, se preguntaba si alguna vez podría liberarse de su presencia.
La limusina avanzaba lentamente, el ambiente tenso entre ambos tras la reciente confrontación. Lo sucedido con los amigos de ella y el paparazzi, dejó a ambos con sentimientos agridulces. Jungkook, con su mirada intensa y autoritaria, había intentado protegerla, pero ella rechazó su preocupación, sintiéndose atrapada y molesta por su actitud. Sentada en el suave asiento de cuero, Celestine miraba por la ventana, absorta en sus pensamientos. La ciudad se deslizaba ante sus ojos, pero su mente estaba lejos, en otra parte. Sabía que no confiaba en ella.
De repente, el sonido del tono de llamada interrumpió sus pensamientos. Al ver el nombre del actor en la pantalla, una oleada de anticipación la invadió. Su corazón comenzó a latir con fuerza; era como si el mundo a su alrededor se desvaneciera y todo lo que importaba era esa llamada.
—¡Hola! —contestó, intentando que su voz sonara despreocupada, aunque su emoción era palpable.
—Celestine, ¿cómo estás? —la voz del actor era cálida, con ese tono que siempre le hacía sentir mariposas en el estómago.
—Estoy bien, solo... Saliendo de un evento.
—¿Te gustaría venir a mi departamento? Me encantaría verte.
La propuesta hizo que su pulso se disparara. Era justo lo que deseaba. La sensación de estar con él siempre la envolvía en un manto de euforia.
—Sí, claro. ¿Cuál es la dirección ahora?
—Es la 233 de la Avenida Mercer —informó, su voz suave y confiada—. Vivo en el penthouse, el último piso.
—Gracias —susurró, casi sin aliento. Luego, colgó la llamada sin pensarlo demasiado.
Guardó el teléfono en su bolso con un suspiro, su cuerpo tenso de emoción, ignorando la intensa mirada de su guardaespaldas. No podía esperar para estar allí, para ver al hombre que había capturado su atención y que, a pesar de sus propios intentos de escapar de sus pensamientos, la mantenía atrapada. Al instante, miró al chófer.
—Llévame al 233 de la Avenida Mercer —ordenó con voz firme, dejando claro que no estaba dispuesta a discutir.
Jungkook, que hasta entonces había permanecido en silencio, frunció el ceño al escucharla. Sus ojos seguían fijos en ella y su cuerpo tenso como un resorte.
—No puedes ir —intervino con voz baja pero firme. Su tono de voz no dejaba lugar a dudas. Celestine levantó la vista hacia él, notando la irritación en su expresión.
—¿Qué? ¿Ahora me vas a decir lo que puedo o no puedo hacer?
No se inmutó, su rostro más serio que nunca.
—No es seguro. Lo que querían tus amigos, lo que pasó con el paparazzi... no podemos permitir que sigas exponiéndote de esa manera.
—¡¿Exponiéndome?! —exclamó, casi sin poder creer lo que estaba escuchando. —¡Me arrastraste de ahí cuando estaba disfrutando con mis amigos! ¿Y ahora me dices que no puedo ir a un lugar donde yo quiero estar?
Su tono se volvió cortante, cargado de frustración. No solo estaba molesta por ser arrastrada fuera del evento, sino por la forma en que él había intervenido con el paparazzi, alguien a quien ella conocía bien. Al principio había tolerado la sobreprotección, pero después de todo lo ocurrido esa noche, sentía que estaba perdiendo el control de su propia vida.
—No voy a dejar que sigas haciendo lo que quieras —se acomodó en el asiento, su mandíbula apretada, pero su respuesta fue firme—. El evento ya fue suficiente. No tienes idea de lo que podría haber pasado si no te hubiera sacado de allí.
—¿Lo que podría haber pasado? —replicó molesta. —¡Ya basta! No te necesito protegiéndome todo el tiempo. El paparazzi no era una amenaza, ¡lo conozco! ¡Lo he visto mil veces! ¡Y si te hubieras quedado callado y me hubieras dejado responder, todo habría estado bien!
Jungkook respiró profundamente, tratando de mantener la calma, aunque la rabia burbujeaba bajo la superficie.
—El problema no es lo que crees que es. Te estoy protegiendo, ¿por qué no lo entiendes?
Pero ya no podía callarse. La rabia de estar controlada y manipulada, la frustración por no poder ser libre, explotó dentro de ella.
—¡No me trates como si fuera una niña, Jungkook! ¡No te estoy pidiendo que decidas por mí! —su voz se alzó, y por un momento, el tono agudo de su reproche llenó el interior de la limusina, mientras que él la miró fijamente, su mirada dura.
—No quiero que termines como todas las demás, sin saber lo que te está rodeando.
Las palabras la hirieron más de lo que esperaba. Sintió un nudo en el estómago, esa sensación de estar atrapada entre lo que él pensaba que necesitaba y lo que ella realmente deseaba. No era una niña, y no necesitaba que alguien la tratara como tal, sin importar cuán bien intencionado fuera.
—No soy "todas las demás", Jungkook.
El chófer, sin decir palabra, giró el volante hacia la Avenida Mercer, pero la tensión entre ellos era abrumadora, como si cada palabra no dicha fuera otra capa en una creciente tormenta.
—¿Y por qué quieres ir? ¿Acaso es otro de los que te dan drogas y te arrastran a esta vida de mierda?
—No. No entiendes.
—Entiendo que estás tomando malas decisiones —masculló, el freno de la limusina resonando mientras se detenía frente al edificio del actor—. Seguro que es otro que te está utilizando, y por eso te busca a estas horas.
—¡No es así! —gritó, incapaz de contener su enfado—. Él me hace sentir bien.
—¿Bien? ¿O solo te está manteniendo en un estado de euforia? —replicó, cruzando los brazos, claramente frustrado—. No puedes seguir así, Celestine.
—¡Déjame vivir! No soy una maldita niña.
—Tienes que dejar de buscar problemas —su voz firme—. Voy contigo, no me importa lo que pienses.
—¿Por qué? ¿Para hacerme sentir peor?
—No, porque es mi trabajo protegerte, aunque no me caigas bien.
La honestidad la golpeó como una bofetada. El silencio llenó el coche, pesado y denso. Celestine sintió la mezcla de rabia y frustración que la envolvía, pero su deseo de estar con el actor era más fuerte. Sin más palabras, abrió la puerta de la limusina y salió, ignorando la advertencia en la mirada de Jungkook.
—¡Celestine! —llamó tras ella, pero no se detuvo.
Mientras se dirigía hacia la entrada del edificio, sabía que Jungkook la seguiría. Aunque le irritaba su presencia, una parte de ella se sentía aliviada de no estar sola en ese momento. No obstante, su mente estaba en conflicto, luchando entre la emoción de lo desconocido que la esperaba y la advertencia de Jungkook que resonaba en su mente.
Al cruzar el umbral del edificio, sintió que se adentraba en un mundo donde la ilusión y la realidad se entrelazaban, sabiendo que, aunque la seguía, no estaba allí para protegerla realmente. Estaba allí porque no tenía otra opción.
Avanzó por el vestíbulo del elegante edificio, sintiendo las miradas curiosas de los residentes. El ambiente era lujoso, pero su mente estaba llena de pensamientos oscuros. Sabía que la seguía, lo que la incomodaba. No quería que estuviera allí, recordándole que alguien la estaba vigilando, pero también había algo reconfortante en su presencia.
Cuando llegaron al elevador, presionó el botón sin mirar a su guardaespaldas. La puerta se cerró y el silencio se volvió abrumador.
—No puedo creer que estés haciendo esto —mencionó finalmente, rompiendo el tenso silencio.
—¿Y qué esperabas que hiciera? ¿Quedarme en casa y llorar por mi ex? —replicó, su voz llena de desafío.
—No, pero hay otras formas de lidiar con las cosas —insistió, su tono firme—. No necesitas buscar el consuelo de alguien que solo te va a lastimar.
—¿Y tú qué sabes de mí? Solo eres un guardaespaldas, no un consejero.
—Soy alguien que ha visto a demasiadas personas caer en esa vida.
—No te importa realmente —recalcó, sintiendo que la ira burbujeaba dentro de ella—. Solo estás aquí porque tienes que estarlo. No actúes como si te preocuparas por mí.
El elevador se detuvo y las puertas se abrieron, interrumpiendo el intercambio. Salió, decidida a ignorar la tensión entre ellos. Caminó hacia la puerta del penthouse, su corazón latiendo con fuerza. Justo cuando iba a tocar, Jungkook la alcanzó, colocándose a su lado.
—¿Vas a entrar ahí sin pensar en lo que estás haciendo? —preguntó, su voz ahora grave.
—No tienes idea de lo que es esto para mí, Jungkook. Él me hace sentir viva.
—¿Viva o adormecida? —inquirió, sus ojos oscuros fijos en los de ella—. Una vez que te metas más profundo en esto, será difícil salir. Te lo prometo.
Celestine sintió un escalofrío recorrer su espalda. A pesar de su furia, había una parte de ella que sabía que Jungkook tenía razón. Pero su deseo de sentirse querida y deseada por ese actor la cegaba. Golpeó la puerta, casi ansiosa.
—Celestine...
—Voy a verlo, y cierra la jodida boca.
Ella no dio un paso atrás. La puerta se abrió, revelando a ese hombre, que sonreía como si la estuviera esperando.
Jimin Park, un famoso actor de ascendencia surcoreana, era conocido no solo por su habilidad actoral, sino también por su físico cautivador. Su cabello rubio caía en suaves ondas sobre su frente, acentuando su rostro y sus rasgos delicados. Tenía unos ojos expresivos que parecían brillar con cada emoción que mostraba, y su sonrisa deslumbrante podía iluminar cualquier habitación. Vestía una camiseta ajustada que realzaba su figura atlética, y su porte carismático lo convirtió en un favorito tanto en la pantalla como en la vida real. Había protagonizado una serie de dramas exitosos y películas taquilleras, lo que le había ganado no solo fama sino también una base de seguidores apasionados.
—¡Celestine! —exclamó, abriendo los brazos para recibirla—. ¡Qué bueno que viniste!
Mientras se acercaba al actor, sintió cómo se desvanecían sus inseguridades, más por su mirada seductora.
—¿Quieres pasar?
—Claro —respondió, girándose brevemente hacia Jungkook. Sus miradas se encontraron, y en ese instante, un torrente de emociones la inundó. La tensión entre ellos, la frustración del pelinegro y su propio deseo de liberarse de las ataduras de su vida anterior.
—Voy a esperarte aquí —informó con una firmeza que le hizo eco en el corazón a Celestine.
Solo asintió, aunque no quería hacerlo. La puerta se cerró detrás de ella, y en ese momento, sabía que estaba cruzando una línea peligrosa.
Dentro del penthouse, Jimin la llevó a la sala, donde las luces tenues creaban una atmósfera íntima. La música suave sonaba de fondo, y sintió que el ambiente la envolvía. Pero la presencia de Jungkook en la entrada, como un guardián vigilante, no podía ser ignorada.
—¿Te gustaría algo de beber? —llamó si atención, mientras Celestine intentaba dejar a un lado la voz de Jungkook que resonaba en su mente.
—Sí, por favor.
Mientras Jimin se movía por la habitación, no podía evitar pensar en su guardaespaldas. ¿Podría realmente confiar en Jimin, o estaba caminando hacia un peligro del que no podía escapar? Los ecos de las palabras de Jungkook seguían presentes en su mente, amenazando con arruinar el momento que había estado esperando, luego de ser ignorada por semanas. Su corazón latía con anticipación, pero la sombra de la advertencia lo oscurecía todo.
Jimin se movió ágilmente, sus gestos eran fluidos mientras servía dos copas de un elegante vino tinto. La luz tenue del ambiente resaltaba su cabello rubio, y el aire parecía vibrar con su carisma innato. Sin embargo, mientras él se ocupaba de la bebida, ella se sentó en el borde del sofá, sus pensamientos revueltos y su corazón inquieto.
—¿Todo bien, Celestine? —indagó al girarse hacia ella, sus ojos cafés buscando su mirada. Notó la tensión en su rostro, pero su expresión mostraba un interés superficial, casi como si se hubiera acostumbrado a ver a las personas desde una distancia segura.
—No, en realidad no —admitió, incapaz de ocultar su frustración—. Tuve un problema con mi guardaespaldas por mis amistades y por un paparazzi que conozco —Su voz tembló levemente al recordar la situación, pero, a pesar de su incomodidad, sintió que hablarlo con Jimin podría ayudarla a desahogarse.
El rubio frunció el ceño, pero no dijo nada. En lugar de eso, llenó sus copas de vino con una sonrisa que era más para él que para ella.
—¿Y qué hizo tu guardaespaldas?
—Él... —se detuvo, sintiendo un nudo en el estómago al recordar la discusión con Jungkook—. Él hizo lo que se supone que debía hacer, pero no sé, no me gusta cómo se comporta. Es tan autoritario y parece disfrutar de serlo.
—Suena como un tipo que se toma muy en serio su trabajo —se encogió de hombros, sirviendo más vino en su copa—. A veces, eso puede ser un poco pesado, ¿no crees?
Asintió, aunque la incomodidad seguía acechando en su pecho. No quería pensar en su guardaespaldas ni en lo que había dicho.
—Puede que mis amigos no sean los mejores, y que ese paparazzi sí me causa algo de miedo porque siempre está donde estoy —Sus palabras salieron atropelladas, como si la ansiedad se estuviera filtrando en su voz.
—Eso no suena bien, Celestine —se inclinó hacia ella con una mirada que intentaba ser comprensiva, aunque era difícil no notar la falta de interés genuino en sus ojos—. Pero tú siempre puedes contar conmigo.
A medida que él se sentaba a su lado en el sofá, sintió que la tensión se intensificaba.
Jimin se inclinó un poco más hacia ella, su mirada directa y sugerente mientras llevaba una mano a uno de los bolsillos delanteros de sus pantalones. De una pequeña bolsa transparente que llevaba ahí, sacó una pastilla brillante de color azul claro. La sostuvo entre sus dedos con una sonrisa traviesa, observando cómo ella la miraba.
—Mira, creo que esto te hará sentir mucho mejor —mencionó, sosteniendo la pastilla entre sus dedos, su tono juguetón parecía una invitación a una travesura.
—¿Qué es eso? —preguntó, con una mezcla de curiosidad y desconfianza. Aunque sabía que no debería, había algo en la forma en que él hablaba que la hacía dudar.
—Solo algo que te ayudará a relajarte —aseguró con desdén, ignorando su evidente incomodidad—. Mejor concéntrate en sentirte bien, ¿sí?
Mientras hablaba, Jimin llevó la pastilla a su boca, mostrándole la lengua para que la viera. Su gesto era provocador, y Celestine sintió que su pulso se aceleraba. La imagen de su guardaespaldas volviendo a su mente se desvaneció momentáneamente, y con ella, la advertencia que había hecho. Sin pensarlo, se acercó a Jimin, dejándose llevar por la atracción. Sus labios se encontraron, un beso lleno de promesas y una búsqueda de escape. En el fondo de su ser, sabía que Jungkook tenía razón sobre Jimin, pero en ese instante, la necesidad de sentirse viva y deseada superaba cualquier advertencia.
Celestine sintió cómo la presión se disipaba, aunque en su interior una pequeña voz le susurraba que se estaba metiendo en un camino peligroso. Aceptó la pastilla que le ofrecía y, a medida que sus labios se separaban, la confusión de sus sentimientos se desdibujaba con cada segundo que pasaba en la compañía de Jimin.
La luz del apartamento danzaba a su alrededor, y por un momento, todo lo que había dicho Jungkook se desvanecía, dejándola sumergida en la ilusión que Jimin le ofrecía, una ilusión que sabía que podía resultar peligrosa.
(...)
Celestine sentía su cuerpo arder bajo el peso de Jimin, cada movimiento suyo la envolvía en una sensación casi irreal. La había despojado de cualquier resistencia, sus manos hábiles recorriendo cada rincón de su piel desnuda, haciendo que cada centímetro de su cuerpo vibrara con deseo. El calor de su piel contra la suya, la manera en que sus caderas se movían en un ritmo hipnótico, la mantenía al borde de un placer que no recordaba haber sentido antes.
—Jimin... —susurró, su voz entrecortada por los jadeos. Apenas podía hablar, apenas podía pensar—. No pares... Por favor.
Jimin sonrió, su mirada oscura y calculadora, observando cómo ella se deshacía bajo su control.
—¿Ves lo bien que te sienta esto? —su voz era baja y suave mientras se inclinaba sobre ella, sus labios rozando su oído—. Estás hecha para esto, Celestine, lo sabes, ¿no?
La rubia apenas podía mantener la mirada fija. Sus pupilas dilatadas y el leve temblor en su cuerpo dejaban claro que la combinación de sustancias que Jimin le había dado estaba haciendo su efecto. No fue solo una pastilla; el alcohol y el polvo blanco que él le ofreció con una sonrisa cómplice habían contribuido a su estado.
Cada embestida de Jimin la hacía perderse más y más en el abismo de sensaciones, en la calidez del vino que aún corría por su cuerpo, en el fuego que ardía en su vientre. Sentía cómo se hundía profundamente en ella, su cuerpo tensándose y arqueándose en respuesta a cada empuje.
—Sí... Sí... —gimió, su voz quebrada por el placer mientras sus uñas se clavaban en la piel de sus hombros—. Lo siento, Jimin... lo siento tan profundo.
Un gemido escapó de sus labios, agudo y desgarrador, mientras su espalda se arqueaba de placer. Era como si el mundo a su alrededor hubiera desaparecido, reduciéndose solo a la conexión física entre sus cuerpos. Cada vez que Jimin se movía, una oleada de éxtasis atravesaba su cuerpo, una electricidad que subía por su columna vertebral y explotaba en su cabeza, haciéndola gritar con una intensidad que no podía controlar.
—Eso es, suéltate —ordenó, con una sonrisa de satisfacción en sus labios mientras aumentaba el ritmo de sus movimientos, sus caderas golpeando las de ella con más fuerza—. No pienses, solo siente.
Las palabras de Jimin eran como un eco lejano en su mente, mientras Celestine sentía cómo cada embestida de la empujaba más hacia el borde del abismo. Sus piernas se envolvieron alrededor de su cadera, queriendo sentirlo más profundo, queriendo más de esa conexión que la mantenía en una nube de éxtasis. Sus manos se aferraban a su espalda, enterrando las uñas, rogando sin palabras que no se detuviera.
—¡Oh, Dios...! —gimoteó, perdiéndose en las oleadas de placer que recorrían su cuerpo—. ¡Es tan... tan intenso!
Los gemidos de Celestine llenaban la habitación, sus gritos de placer se hacían más fuertes, incontrolables. Estaba completamente perdida, su cuerpo estremeciéndose bajo cada toque de Jimin, cada movimiento firme que él hacía. Era como si todo lo que hubiera sentido antes, todas las dudas, todo el miedo, se hubiera desvanecido, dejando solo un deseo abrumador que dominaba su mente y cuerpo.
—Eso es, grítalo, quiero escucharte —jadeó, su voz ronca mientras la miraba con lujuria, deleitándose en cada sonido que ella hacía.
Se estaba ahogando en el placer. Las luces del apartamento parecían girar a su alrededor, sus pensamientos nublados por la intensidad del momento y el efecto de las drogas. Sus piernas temblaban, su cuerpo entero se tensaba, cada músculo ardiendo en un fuego imparable que amenazaba con consumirla por completo. La droga la había despojado de cualquier inhibición, su mente flotando en una nube de sensaciones, su juicio completamente perdido.
—¡Jimin! —gritó, su voz quebrada mientras el clímax la golpeaba con una fuerza abrumadora. Su cuerpo entero se sacudió bajo él, su mente completamente en blanco por la explosión de placer.
Jimin no se detuvo, sus movimientos se volvieron más frenéticos, buscando llevarla más allá del límite. Celestine gritaba su nombre, su voz ronca y quebrada, mientras el placer seguía inundándola, una ola tras otra que la dejaba jadeando, exhausta, pero queriendo más.
—Tú lo querías... Aquí lo tienes...
—Sí... Sí... Lo quiero... —habló, casi incoherente por la intensidad del momento, sus manos aferrándose a las sábanas mientras su cuerpo seguía temblando con los ecos del orgasmo.
Cuando finalmente ambos se quedaron quietos, el cuerpo de Celestine aún temblaba con los ecos del clímax. Su respiración era errática, su piel brillaba de sudor, y aunque su mente seguía perdida en la niebla de las drogas, una pequeña parte de ella sabía que había cruzado un límite peligroso.
Sintió cómo su cuerpo cedía al peso de las drogas. Las luces del departamento de Jimin se desdibujaban, y su respiración se volvía más lenta. Su mente se hundía en una neblina, apenas podía mantenerse consciente de las sensaciones que la abrumaban. Su voz apenas era un susurro cuando trató de hablar, pero las palabras no salían, y todo lo que podía hacer era dejarse llevar. Su consciencia flotaba, entre la confusión y el letargo, mientras el mundo alrededor se volvía borroso, distorsionado por el efecto de las drogas que la arrastraba a la oscuridad.
(...)
Fuera del departamento, Jungkook caminaba de un lado a otro frente a la puerta, su frustración aumentando con cada segundo que pasaba. Sabía que algo estaba mal. Su instinto, afilado por años de entrenamiento, le decía que Jimin no era la compañía que Celestine necesitaba, y aun así, ahí estaba ella, dentro, fuera de su alcance. Los pensamientos de lo que podría estar ocurriendo detrás de esa puerta lo carcomían por dentro, y la impotencia de no poder intervenir lo volvía loco. Apoyó la cabeza contra la puerta por un segundo, tratando de calmarse, pero no podía. Sus manos se tensaron a los costados, y sus dientes rechinaron mientras se maldecía por no haberla protegido mejor, por no haberla obligado a quedarse en la limusina.
El silencio en el pasillo lo enloquecía. Si tan solo pudiera escuchar algo, saber si estaba bien o si necesitaba ayuda. Pero solo había silencio, un abismo de incertidumbre que lo mantenía atrapado en su lugar.
Estaba a punto de perder la paciencia cuando la puerta del departamento finalmente se abrió. Jimin apareció con una bata negra de seda, su cabello húmedo caía desordenadamente sobre su frente, señal de que se había duchado. Tenía la sonrisa habitual y despreocupada que parecía fuera de lugar, especialmente cuando su mirada se encontró con la de Jungkook, quien lo observaba con el ceño fruncido, lleno de tensión.
—Sácala de aquí —ordenó con su tono ligero y distante mientras pasaba una mano por su cabello mojado. Su voz no dejaba lugar a dudas de que estaba hablando en serio—. Está inconsciente. No puedo hacer nada por ella.
Aquellas palabras lo golpearon como una descarga eléctrica. Sus ojos se ensancharon, la incredulidad se mezclaba con el desconcierto. No entendía por qué Celestine estaría inconsciente, y menos por qué Jimin lo decía con tanta indiferencia.
—¿Qué demonios hiciste? —interrogó, la furia en su voz apenas contenida, dando un paso hacia él, que levantó las manos con gesto de burla y fastidio, como si la situación fuera un inconveniente menor.
—Nada que ella no quisiera .Ahora, sácala de mi departamento. Está en mi habitación —señaló hacia el pasillo con un ligero movimiento de la cabeza, mientras le daba la espalda sin más explicaciones.
Sin perder un segundo, Jungkook atravesó el departamento a grandes zancadas, siguiendo la indicación de Jimin hasta la puerta que llevaba a la habitación. Su corazón latía con fuerza, y una oleada de pánico lo recorrió mientras empujaba la puerta. Al entrar, la escena lo paralizó por un segundo.
Celestine estaba tendida en la cama, cubierta por una sábana blanca que apenas escondía su cuerpo desnudo. Su piel estaba pálida, y lo que más lo alarmaba era lo inmóvil que estaba. Se acercó rápidamente, inclinándose sobre ella y llamándola en voz baja.
—Celestine... Celestine, despierta. —Su voz era áspera por la preocupación mientras sacudía suavemente su hombro, pero no obtuvo respuesta.
El miedo se apoderó de él cuando puso dos dedos sobre su cuello, buscando su pulso con urgencia. Afortunadamente, encontró el latido débil, pero estable, aunque eso no aliviaba del todo el nudo en su estómago. Algo estaba muy mal, lo sabía.
En ese instante, escuchó los pasos de Jimin acercándose al umbral de la puerta, su voz cargada de irritación.
—No te pongas dramático. Solo se ha relajado un poco —mencionó con desdén, pero sus palabras encendieron una chispa de furia en Jungkook.
—¿Qué le diste? —exigió saber, levantándose de un salto para enfrentarlo—. ¡La drogaste, maldito imbécil!
La sonrisa sarcástica del actor apenas duró un segundo antes de que el puño de Jungkook lo golpeara en la mandíbula, enviándolo contra la pared. Jimin se tambaleó, llevándose una mano al rostro mientras una risa amarga escapaba de sus labios.
—Tú no entiendes nada, ¿verdad? —murmuró, tocándose la mandíbula—. Celestine está mejor así... lejos de ti y tus constantes vigilancias.
Jungkook lo agarró del cuello, empujándolo con fuerza contra la pared nuevamente, sus ojos ardiendo de furia.
—¡Le diste algo sin su consentimiento, malnacido! —rugió, cada músculo de su cuerpo temblando por el deseo de romperle la cara en ese mismo instante, pero sabía que eso solo lo metería en más problemas—. Si le pasa algo a Celestine, juro que te haré pagar.
Jimin lo miró con frialdad, desafiando su amenaza, pero había un brillo de preocupación en su mirada.
Jungkook se movió rápidamente, incapaz de perder más tiempo. Con cuidado, levantó a Celestine del lecho, sintiendo el calor de su cuerpo contra el suyo, una sensación agridulce que le hacía querer protegerla aún más. La sábana cayó, dejando al descubierto su piel, y Jungkook sintió que el aire se le cortaba por un momento. Sin pensar, buscó el vestido que ella había dejado tirado en el suelo, un ligero y vaporoso diseño que había llevado en el evento. Con destreza, lo deslizó por su cuerpo, asegurándose de cubrirla adecuadamente.
Cuando terminó de vestirla, se dio cuenta de que el vestido le quedaba un poco ajustado, resaltando sus curvas de forma delicada. Sin embargo, no había tiempo para preocuparse por eso. Rápidamente, tomó su chaqueta, una prenda oscura y amplia que pertenecía a él, y la envolvió alrededor de sus hombros. La chaqueta le quedaba grande y caía desproporcionadamente, pero Jungkook se sintió aliviado al verla cubierta. Era un pequeño gesto, pero lo hacía sentir que estaba haciendo lo correcto.
Con Celestine en sus brazos, planeó su salida con precisión. Sabía que moverse sin llamar la atención era crucial en el exclusivo edificio de lujo, donde cada espacio estaba bajo estricta vigilancia. Subió cuidadosamente su propia chaqueta sobre ella, asegurándose de que cubriera bien su rostro y de que su cabeza estuviera inclinada contra su pecho, ocultando sus rasgos.
En lugar de dirigirse a la entrada principal, se dirigió a la salida de servicio del edificio. A esas horas, la entrada de empleados y el acceso al estacionamiento subterráneo eran las rutas más seguras para evitar el ojo público. A medida que avanzaba, se aseguraba de mantener una postura protectora, cubriéndola de cualquier cámara.
Una vez en el estacionamiento subterráneo, sacó su teléfono y llamó al chofer, ordenándole con voz firme que se acercara a la salida de servicio. En menos de un minuto, el coche estaba allí, manteniendo un perfil bajo para evitar levantar sospechas. Cuando el vehículo se detuvo, Jungkook abrió la puerta trasera, aún cubriendo a Celestine con la chaqueta y con cuidado la acomodó en el asiento trasero.
Mientras se subía y aseguraba que estuviera bien cubierta, la limusina se deslizó hacia la salida del estacionamiento, sin atraer ninguna mirada.
(...)
Jungkook llegó al edificio, aún sosteniéndola en sus brazos, su cuerpo todavía cubierto por la chaqueta que le quedaba grande. Sawyer, al verlo, se descontroló al instante, su expresión llena de preocupación y rabia. Sin perder tiempo, él le explicó que Celestine había estado en el penthouse de Jimin y que había tomado algo. La urgencia en su voz hizo que el manager llamara de inmediato al doctor de confianza.
El doctor llegó con rapidez y profesionalismo, llevando un maletín de emergencia y una expresión grave que no pasó desapercibida para Jungkook, quien lo guió hasta la habitación de Celestine. Ella yacía inconsciente sobre la cama, su piel algo pálida y su respiración más superficial de lo habitual. Jungkook se mantenía a un lado, sin apartar la mirada de ella, mientras que Sawyer observaba con el ceño fruncido, denotando una profunda preocupación.
Abrió su maletín y, tras revisar su pulso y respiración, sacó una linterna para evaluar la respuesta de sus pupilas. La reacción fue lenta, un claro signo de que la sustancia seguía afectándola. Finalmente, el doctor se volvió hacia los hombres, con un gesto de cautela.
—Parece haber consumido una droga estimulante, probablemente éxtasis o alguna variante —informó en voz baja—. Está estable, pero su cuerpo aún procesa el efecto. Va a necesitar varias horas de descanso. Por ahora, manténganla hidratada y eviten cualquier tipo de estímulo que pueda sobrecargar su sistema.
Sawyer asintió, aliviado pero visiblemente molesto, mientras Jungkook escuchaba cada palabra, asimilando las recomendaciones.
—Les dejo una solución de sales para que la mantengan hidratada. Es importante que alguien esté aquí por si muestra signos de ansiedad o sensibilidad, y no debe estar sola hasta que recupere por completo la consciencia.
El doctor dejó instrucciones detalladas y, después de asegurarse de que entendían los cuidados, se retiró.
Durante las siguientes horas, la habitación de Celestine quedó en un silencio tenso, interrumpido solo por los susurros entre Jungkook y Sawyer mientras decidían quién la vigilaría. La preocupación se reflejaba en los rostros de ambos, pero ninguno podía quedarse en la habitación durante tanto tiempo sin atender otros asuntos.
Para no dejarla sola, acordaron turnarse en intervalos. Jungkook permanecía a su lado durante algunos momentos, observando su respiración lenta y sus manos débiles, mientras Sawyer salía al pasillo para hacer llamadas urgentes, informando al equipo de manejo y cancelando compromisos para las próximas horas. Luego, cambiaban posiciones: Sawyer regresaba para vigilarla y asegurarse de que su condición no empeorara, mientras Jungkook salía a coordinar con el personal de seguridad y confirmar que nadie externo se enterara de la situación.
Cada regreso del guardaespaldas a la habitación estaba marcado por una revisión rápida, buscando alguna señal de que Celestine mejorara o se agitara. A medida que pasaba el tiempo, ambos volvían a la habitación con más frecuencia, con la mirada clavada en cualquier movimiento o sonido, atentos al más mínimo cambio.
Celestine comenzó a sentir cómo el letargo de su cuerpo lentamente se desvanecía, aunque un pesado cansancio todavía cubría cada uno de sus músculos. Sus ojos parpadearon, intentando enfocarse en la luz suave de la habitación. Un molesto dolor punzante en la cabeza la hizo llevar la mano a la sien, mientras la confusión sobre lo sucedido la invadía. Respiró hondo, pero el aire le supo extraño, y en el fondo, un recuerdo difuso de la noche anterior la inquietó.
Al abrir finalmente los ojos por completo, la imagen de alguien la tomó por sorpresa: Jungkook estaba ahí, mirándola con la intensidad habitual en él, como si evaluara cada signo de vida en su rostro. Su postura, firme y decidida, dejaba entrever la tensión contenida en su cuerpo, a pesar de la calma que intentaba proyectar. Llevaba una camisa blanca de aspecto impecable, aunque sus mangas estaban dobladas hasta los antebrazos, mostrando algunas cicatrices en su piel bronceada y dejando ver parte de su cuello y clavícula a través de los dos primeros botones desabrochados. La tela ajustada a sus hombros y el corte de su pantalón negro realzaban su físico atlético y los contornos de sus piernas con una precisión que casi resaltaba el peso de su presencia.
—Jungkook... —intentó formar su nombre, apenas un murmullo áspero al principio, y con esfuerzo, logró susurrarlo
Él asintió con una mirada seria, sus labios tensos, sin mover ni un músculo, observándola por unos segundos más. Pero entonces, como si hubiese tomado una decisión repentina, descruzó los brazos y se dirigió hacia la puerta sin decir una palabra, dejándola confusa. Celestine lo siguió con la mirada hasta que desapareció en el pasillo, sin entender del todo por qué la dejaba sola tan de repente y con una mezcla de frustración y vulnerabilidad por la frialdad de su partida. Su mente aún estaba envuelta en una neblina pesada, los recuerdos apenas comenzaban a encajar, pero el malestar en su estómago y la sensación incómoda en su pecho no le daban tregua.
Cuando la puerta se abrió de nuevo, Sawyer entró rápidamente, su rostro reflejaba preocupación y, quizás, algo de decepción. Se acercó hasta la cama, observándola con una mezcla de alivio y exasperación.
—Celestine... —su voz era baja, pero seria, y la intensidad de su mirada le hacía sentir como si hubiese cruzado una línea que no debía cruzarse—. ¿Estás bien?
Asintió lentamente, tratando de ordenarse, pero sin saber bien cómo responder. Antes de que pudiera decir algo, Jungkook volvió a entrar, cerrando la puerta con suavidad detrás de él. Se colocó junto a Sawyer, cruzando los brazos, sin quitarle los ojos de encima, su presencia firme y silenciosa, como una sombra protectora.
La miraba con frialdad, su rostro inmutable, pero su mirada lo decía todo: desaprobación, desilusión. Sintió una punzada de humillación. La chaqueta de Jungkook, grande para su cuerpo, cubría sus hombros desnudos, y la hacía sentirse aún más pequeña y vulnerable ante él. Era como si, en su estado actual, no fuera más que un desastre que él tenía que arreglar, y eso la destrozaba.
—¿Qué demonios te pasa, Celestine? —al verla bien, Sawyer explotó finalmente, su tono impregnado de preocupación y rabia—. ¡Te metiste en el peor lío de todos! Estás arriesgando todo. ¡Tu vida, tu carrera!
Intentó incorporarse, pero su cuerpo no respondía como ella quería. A cada intento, sentía las sábanas pegándose a su piel. El desprecio en la mirada de su guardaespaldas la hizo apartar la vista. Sentía que, más que palabras, la mirada de él la estaba juzgando, hundiéndola aún más en su error.
—N-no quería... —murmuró con la voz rasposa.
—No querías, pero mira lo que pasó. ¡Tuviste suerte de que Jungkook entrara a tiempo! —soltó, señalando al guardaespaldas con una mezcla de agradecimiento y desesperación—. ¿Te das cuenta del peligro en el que te metes? Y ahora también esto... Drogas. ¿Qué crees que va a pasar si esto sale a la luz?
—Lo que importa ahora es que estés bien —Jungkook finalmente rompió su silencio, su voz grave resonando en la habitación. Sus ojos seguían fijos en ella, como si midiera cada respiración que daba.
Celestine sintió una mezcla de rabia y vergüenza que la hicieron reaccionar. No podía soportar esa mirada.
—¿Y tú? ¿Por qué no me detuviste antes? —lo observó, su voz quebrada pero llena de reproche—. ¡Estabas ahí, Jungkook! Se supone que me proteges, ¿no?.
—Te advertí sobre Jimin, pero decidiste no escuchar —recalcó, sin levantar la voz, pero con una intensidad que le atravesó.
—¡Claro que decidí no escucharte! —estalló enfurecida, señalándolo con un dedo acusador, sus ojos encendidos de ira—. Porque nunca me dejas vivir mi vida como yo quiero. ¡Eres un maldito vigilante todo el tiempo! —apretó los puños, respirando agitada, como si sus palabras apenas contuvieran toda la frustración acumulada—. ¿Qué crees que soy? ¿Una niña indefensa? —sus labios temblaron de rabia y sus manos hicieron un ademán de despedida—. ¡No quiero que seas más mi guardaespaldas!
Jungkook frunció el ceño, descruzando los brazos, pero sin moverse de su posición. La calma que intentaba mantener solo la enfurecía más.
—Sabes que no es así, Celestine —intentó decir, su voz grave, pero controlada. Ella no lo escuchaba—. Mi trabajo es protegerte, y si hubiera hecho menos, ahora podrías estar muerta por lo que pasó.
—¡Protección! —Soltó una ligera risa sin humor, moviendo la mano como si intentara apartar el aire—. ¿Así le llamas a meterte en cada aspecto de mi vida? Siempre con esa mirada, como si fuera incapaz de hacer algo bien —La histeria la dominaba mientras su voz se volvía más aguda, más desesperada, y su pecho subía y bajaba con rapidez. Sus ojos brillaban con frustración, como si cada palabra fuera un intento de liberarse de una prisión invisible—. ¡Me estás sofocando, Jungkook!
La voz de Celestine se quebró, sus manos temblaban mientras intentaba contener las lágrimas. Jungkook, notando su estado, trató de hablar de nuevo, pero ella lo cortó antes de que pudiera decir algo más.
—¡Ya no te necesito! ¡Vete! ¡No quiero verte más!
Sawyer, que había estado observando la escena, levantó las manos en señal de paz, tratando de calmar la situación.
—Jungkook, será mejor que salgas —dijo, sin atreverse a desafiar la autoridad de su voz, pero consciente de que Celestine estaba fuera de control.
El guardaespaldas lo miró por un segundo, luego a Celestine, y suspiró profundamente. No dijo una palabra más, simplemente asintió con la cabeza y se dio media vuelta, saliendo de la habitación con pasos firmes. Pero antes de cruzar la puerta, lanzó una última mirada hacia ella, una mezcla de preocupación y frustración.
En cuanto la puerta se cerró, Celestine se derrumbó. El peso de la situación la aplastaba, y comenzó a sollozar con fuerza. Sawyer se acercó más a ella.
—¡Celestine, basta ya! Tienes que abrir los ojos —su voz temblaba, cargada de frustración, casi como un gruñido—. Estás destruyendo todo lo que hemos logrado. Tu carrera... todo lo que sacrificamos, lo estás tirando por la borda. Jimin no te está ayudando, te está hundiendo más, y tú sigues cegada —se pasó una mano por el rostro, respirando fuerte—. Las drogas no van a arreglar nada. Si sigues así, lo perderás todo, tu imagen, tu futuro... ¿Es eso lo que quieres? —su voz se hizo más baja, casi amenazante—. Porque si sigues por ese camino, no solo arruinas tu vida, Celestine, la mía también. Yo construí todo esto para ti. Pero si te sigues hundiendo, voy a perder todo lo que he trabajado. Y no lo voy a permitir.
Celestine, entre lágrimas, sacudió la cabeza. Las palabras de su manager resonaban con una verdad que la asustaba. Sabía que tenía razón, pero enfrentarlo era demasiado doloroso. Sollozaba sin control, sintiendo el miedo crecer en su interior. Sabía que estaba en peligro, sabía que había perdido el control de su vida, y el darse cuenta de ello la quebraba.
—Tengo miedo... —susurró finalmente, su voz casi inaudible—. Tengo tanto miedo...
La abrazó con fuerza, intentando consolarla mientras ella lloraba sobre su hombro, finalmente entendiendo el abismo en el que se había hundido.
(...)
Celestine caminaba lentamente por el pasillo del edificio, los tacones de sus botas resonando en la quietud de la noche. Cada paso parecía arrastrar un peso invisible sobre sus hombros, como si el aire estuviera más denso que nunca. La mente de Celestine estaba llena de pensamientos que se entrelazaban, pero ninguno lograba disipar el malestar que le recorría el cuerpo. Jimin... la había usado, y su propia debilidad la había arrastrado de nuevo a sus brazos, solo para sentirse vacía y rota. No quería admitirlo, pero la culpa, mezclada con la rabia, la atormentaba. ¿Cómo había sido tan ciega? ¿Por qué había permitido que él, una vez más, la hiciera sentir que el mundo se desvanecía cuando estaba cerca de él?
Pero lo que más la consumía ahora era su furia contra Jungkook. No quería aceptarlo, pero lo odiaba con una intensidad que no podía controlar. Le había advertido, le había pedido que no entrara esa noche, pero ella había ignorado su consejo, impulsada por una mezcla de ira y confusión. Y ahora... ahora le estaba costando aceptarlo. La imagen de Jimin la acechaba como una sombra, y el hecho de que Jungkook hubiera estado allí, como siempre, le dolía. A pesar de que él no tenía culpa de lo que había pasado, lo odiaba por permitir que ella cayera en esa trampa. Lo odiaba por haberla dejado inconsciente y por haber arruinado la poca estabilidad que le quedaba. Y para colmo, Sawyer, su manager, la había regañado con una furia que le quemó la piel. Ahora, por su culpa, le exigían que buscara ayuda, que dejara de arruinar su carrera.
Con pasos apresurados, Celestine dejó que sus pensamientos la guiaran, ignorando las sombras del pasillo que parecían estirarse hacia ella. El silencio del edificio de noche era pesado, opresivo, y ella no podía escapar del malestar que sentía, como si cada esquina la estuviera acechando. Pasó por varias puertas cerradas, las luces apagadas en su mayoría por lo tarde que era, hasta que llegó a una oficina, donde una tenue luz iluminaba el espacio.
Fue entonces cuando lo vio.
Al asomarse, vio la figura de Jungkook, sentado en una silla, sus brazos apoyados en la mesa, la cabeza descansando sobre sus antebrazos. Estaba inclinado hacia adelante, la postura encorvada, como si el peso de sus pensamientos lo estuviera aplastando. La luz tenue de la lámpara de escritorio apenas iluminaba su figura, dejando su rostro sumido en sombras. La forma en que estaba dispuesto, tan vulnerable, sin la postura rígida de siempre, la hizo vacilar un segundo. Había algo inquietante en su fragilidad, algo que Celestine no esperaba ver en él.
Se quedó parada en el umbral de la oficina, observando la escena, sintiendo que una oleada de emociones la invadía. La rabia, el rencor, la frustración... Pero también algo más, algo que no podía identificar. No quería darle importancia, no quería sentir nada por él. Sin embargo, lo veía allí, como si fuera un reflejo de su propio sufrimiento, y eso le molestaba más de lo que estaba dispuesta a admitir.
Se acercó, con el ceño fruncido, queriendo liberar toda la furia que tenía acumulada en su interior, pero al estar más cerca, notó los pequeños movimientos que hacía mientras dormía. Su respiración era irregular, como si estuviera atrapado en una pesadilla. Sus hombros se tensaban cada vez que su cuerpo se estremecía, y su rostro, ligeramente visible, parecía marcado por la incomodidad. Murmuraba algo, palabras que no alcanzaba a entender, pero el tono de su voz dejaba claro que estaba luchando contra algo en su sueño.
Celestine lo observó un momento, completamente absorta en el cambio que había en él, pero la furia que sentía hacia él no disminuía. Sin poder contenerse, extendió la mano hacia su hombro, queriendo despertarlo, enfrentar lo que había hecho, todo lo que había sucedido. Pero cuando su mano estaba casi sobre su piel, algo en el aire la hizo dudar.
Observó a Jungkook un instante más, una mezcla de enfado y frustración congelando sus movimientos. Cada segundo que pasaba junto a él parecía incrementar la tormenta interna que luchaba por salir. Con la mano extendida, finalmente tocó su hombro, un toque ligero pero decidido, buscando despertar lo que tanto había deseado evitar: su contacto.
Al principio, no hubo respuesta. El rostro de Jungkook seguía tan rígido como antes, como si ni siquiera percibiera su presencia. Pero, en el momento en que su palma rozó su hombro, algo cambió. Su respiración, que hasta ese momento era profunda pero regular, se volvió errática, como si la calma que había antes se hubiera roto. Su cuerpo se tensó de inmediato, y un leve sonido, apenas un murmullo, escapó de sus labios. Celestine se congeló al escuchar ese suspiro quebrado, algo inhumano en él, como si estuviera atrapado en un infierno del cual no podía salir.
De repente, sus ojos se abrieron con violencia. La reacción fue tan rápida, tan automática, que Celestine no tuvo tiempo ni para retroceder. En un solo movimiento, sus manos volaron hacia ella, como si fuera una amenaza inminente que debía neutralizar. Antes de que pudiera siquiera procesar lo que sucedía, sintió cómo las fuertes manos de Jungkook se cerraban alrededor de su cuello, apretando con fuerza, sin pensarlo.
El aire se le escapó de los pulmones de forma abrupta, un estremecimiento recorriéndola al sentir su agarre. Gritó, un grito agudo y desesperado que resonó en la oficina vacía, un sonido que se le escapó sin control. El miedo la invadió como un río desbordado, pero antes de que pudiera pensar, Jungkook la levantó de un tirón, su cuerpo liviano en comparación con su fuerza, y la estampó contra la mesa con un golpe sordo. El impacto la dejó sin aliento, su cabeza doliendo por el golpe contra la madera, mientras sentía cómo la presión alrededor de su cuello se mantenía.
La visión de él ante ella estaba distorsionada por la presión, pero podía ver sus ojos: no había reconocimiento en ellos, solo confusión y agresión. En su mente, aún no comprendía qué ocurría, ni quién era ella, ni cómo había llegado a estar allí. Solo veía una amenaza, algo que debía neutralizar, y su instinto de supervivencia lo impulsaba a actuar sin tregua.
El peso de su cuerpo sobre ella, su respiración rápida, llena de pavor y adrenalina, no le daba espacio para razonar, solo para reaccionar. El contacto de su cuello con las manos de Jungkook le impedía hablar o pedir ayuda, sus uñas tratando de arañar las manos que la aprisionaban, mientras su visión se nublaba de desesperación.
El agarre de Jungkook se intensificó, y Celestine, luchando por recuperar el aire, emitió unos sonidos guturales, apenas audibles, mientras su rostro se iba enrojeciendo de manera alarmante. La presión en su cuello la asfixiaba, y el pánico se apoderaba de ella. Sus ojos se desorbitaban con miedo, buscando desesperadamente una forma de escapar, pero sus manos temblaban inútilmente contra el agarre de él. Los sonidos que brotaban de su garganta eran una mezcla de terror y angustia, el cuerpo de Celestine se retorcía mientras las lágrimas comenzaban a caer por su rostro, primero con lentitud, y luego en torrentes incontrolables. El enrojecimiento de su rostro reflejaba no solo el dolor físico, sino también el miedo profundo que la invadía ante la sensación de que podría estar a punto de morir allí mismo, sin entender completamente por qué la violencia de Jungkook había alcanzado esa intensidad.
En ese momento, los ecos del pasado parecían atravesar la mente de Jungkook como un relámpago. Aunque sus ojos permanecían fijos en el vacío, podía oír, en la distancia de su mente, los gritos lejanos de una sirena, los sonidos sordos de una explosión, las ráfagas de disparos. Cada uno de esos ruidos hacía que su cuerpo reaccionara aún más intensamente, como si estuviera reviviendo una de las tantas batallas que había enfrentado en su vida. Sus manos apretaban con más fuerza, el nudo en su estómago se hacía más grande, más doloroso. La sensación de control se le escapaba, y con ello, un pánico indescriptible comenzaba a invadirlo.
La asfixia la cegaba, su respiración era entrecortada, y el calor del miedo se apoderaba de su cuerpo. Los ruidos guturales seguían saliendo de su garganta, cada vez más débiles, mientras sus lágrimas caían con fuerza sobre sus sienes, llenando su rostro de desesperación. El pánico la envolvía, pero el rojo en su rostro seguía presente, la angustia de no poder respirar sumaba un peso adicional al miedo que la dominaba.
Fue entonces cuando Jungkook, como si algo en su interior hubiera despertado, liberó su agarre. Su rostro, lleno de confusión y angustia, se encontraba ahora cerca de ella, mientras Celestine, entre sollozos, lograba tomar un respiro profundo. A pesar de que su respiración seguía agitada, pudo ver, a través de las lágrimas que le empañaban los ojos, la fragilidad de su situación. En ese breve instante, un atisbo de comprensión cruzó por su mente. Aunque el dolor y la furia que había sentido seguían presentes, ahora podía entender que la violencia de Jungkook no solo era dirigida a ella, sino que provenía de algo mucho más profundo, de un dolor interno que no podía dejar de arrastrar. Sin embargo, la rabia de Celestine seguía ardiendo, y la lucha interna que ambos compartían parecía solo haber comenzado.
Se quedó congelado, su mente aturdida, aún sintiendo la presión de sus manos sobre el cuello de Celestine, pero ahora con una claridad dolorosa. El cuerpo de ella temblaba, sus ojos llenos de lágrimas, y su rostro y cuellos rojos. Sintió un nudo en el estómago, una mezcla de angustia y horror al darse cuenta de lo que acababa de hacer. El aire a su alrededor parecía espeso, y las palabras le costaban salir, como si su garganta estuviera atrapada por el mismo miedo que había sentido al despertar de su pesadilla.
—Celestine... lo siento —murmuró, su voz temblorosa, como si estuviera luchando por encontrar el camino de vuelta a la realidad. Sus manos, que antes habían sido tan firmes, ahora se mostraban vacilantes, extendiéndose hacia ella, pero sin atreverse a tocarla—. No... No quería... no sé qué hice...
Las palabras se atropellaban, mientras su mirada se perdía en su cuello marcado, en las huellas de su propia brutalidad.
Celestine, luchando por recuperar el aire, llevaba una mano a su cuello, presionando ligeramente donde aún sentía el ardor del contacto de sus dedos. La piel estaba roja, casi inflamada, y le costaba respirar, como si el aire fuera espeso y no pudiera llenarse de él. Los temblores no cesaban, su cuerpo entero vibraba con cada intento de inhalar, y sus lágrimas seguían cayendo en un flujo incontrolable, una mezcla de angustia y miedo.
—¿Q-qué me hiciste...? —susurró, su voz apenas audible, pero cargada de dolor. Se sentó con dificultad, las piernas temblorosas bajo ella, sin poder sostenerse completamente. La mano de Celestine se llevó a su pecho mientras trataba de calmar su respiración agitada, pero cada exhalación parecía un desafío.
Mirándola con desesperación, se inclinó hacia ella, queriendo acercarse, pero algo en su interior lo retenía. El recuerdo de la fuerza que había ejercido sobre ella, el miedo que había causado, lo consumía. Su rostro reflejaba una mezcla de arrepentimiento y culpa, pero no encontraba las palabras para hacer que eso significara algo para ella.
—No... No quise... ¡No sé qué me sucedió! —repitió, su voz quebrada, sus manos ahora completamente a su lado, como si temiera que cualquier gesto fuera un nuevo error. Su respiración se aceleró también, y sus ojos, llenos de dolor, observaban a Celestine con una intensidad casi desesperada, buscando algún tipo de respuesta, pero también temiendo lo que pudiera encontrar en ella.
Aún con la garganta ardiente por el dolor, tosió violentamente, su respiración entrecortada dificultando cada movimiento. Se levantó lentamente de la mesa, con los músculos temblorosos, su cuerpo vacío de fuerza. Las piernas parecían no sostenerla, y al dar un paso hacia adelante, su equilibrio falló, tambaleándose peligrosamente.
Jungkook, viendo cómo ella perdía el control, extendió una mano, apurado, intentando ofrecerle apoyo.
—Celestine, por favor, déjame ayudarte... —dijo, su voz teñida de desesperación, mientras avanzaba hacia ella, pero, con un esfuerzo titánico, la rubia levantó la cabeza y lo miró con una mezcla de furia y temor.
—¡No te acerques! —gritó, las palabras ahogadas por la tos y la falta de aire. Su rostro estaba pálido, la furia opacando la debilidad que sentía, mientras levantaba una mano, como una barrera invisible, hacia él. Sus ojos, empañados por las lágrimas, reflejaban el dolor y la rabia que sentía por todo lo que había sucedido.
Jungkook se detuvo en seco, la intensidad de su grito le caló hondo. Sin poder hacer nada más, se quedó inmóvil, su cuerpo rígido de arrepentimiento, observándola mientras ella luchaba por mantenerse erguida. Sus ojos se llenaron de una tristeza infinita, pero respetó su pedido, retrocediendo lentamente, dejando que ella tomara su propio camino.
Con dificultad, comenzó a caminar, sus pasos vacilantes pero decididos. Cada uno de ellos era un esfuerzo, un recordatorio de lo que acababa de pasar, pero algo dentro la empujaba a seguir adelante. No podía quedarse allí, no podía permitir que Jungkook siguiera cerca de ella. Había algo en él que la había marcado, que la hacía sentir atrapada en su propia vulnerabilidad, algo que no estaba dispuesta a soportar más.
Cuando ya estaba cerca de la puerta, giró un poco la cabeza hacia él, con una expresión fría que no lograba esconder todo el dolor.
—Voy a decírselo a Sawyer... —informó, cada palabra arrastrada por el agotamiento, pero firme en su decisión—. Te voy a quitar de mi vida de una puta vez. No quiero verte más cerca de mí.
Jungkook permaneció unos segundos en el mismo lugar, paralizado, observando cómo Celestine caminaba tambaleante, saliendo de la oficina. Un torrente de emociones lo invadió, una mezcla de culpa, rabia y, sobre todo, algo que no lograba entender, una necesidad profunda de no dejarla ir, de no dejarla escapar de su vida, a pesar de todo lo que había sucedido. Un sentimiento que lo desconcertaba, que le quemaba por dentro, como si una fuerza más allá de su control lo empujara hacia ella, obligándolo a seguirla.
—Maldita sea... —murmuró, más para sí mismo que para cualquiera.
Cada uno de los pasos de ella parecía estar pesando en su mente como una condena. No podía permitirlo, no podía dejar que hablara. Su respiración se aceleró, y el nudo en su estómago se apretó aún más mientras sus pensamientos giraban con rapidez. Sabía lo que su historial significaba, sabía que cualquier cosa que manchara más su reputación, que sumara otro error, lo dejaría aún más cerca de perder todo lo que había conseguido fuera del ejército. Había hecho cosas inaceptables en el pasado, cosas de las que nunca se podría deshacer. Pero esto... no. Esto no podía ser otro escándalo más que cargar sobre sus hombros. El simple hecho de que ella hablara de lo que acababa de ocurrir solo empeoraría las cosas, lo haría más vulnerable, más expuesto.
Mientras caminaba tras ella, sintió una creciente tensión en su pecho. No sabía por qué, pero algo en su interior no podía dejarla ir, no podía permitir que se fuera con esa idea de él. Antes la odiaba, antes todo lo que hacía le provocaba un desprecio inmenso. Pero ahora... ahora había algo que lo arrastraba a seguirla. No podía entenderlo, no podía procesarlo, pero algo lo mantenía pegado a ella, a sus decisiones, a sus gritos, a sus ojos llenos de miedo. Como si, por alguna razón inexplicable, fuera su deber protegerla, estar cerca, incluso si todo su ser le gritaba que debía dejarla ir y acabar con todo de una vez.
Su mente estaba en guerra mientras avanzaba por el pasillo, su paso apurado, cada movimiento impulsado por un instinto tan arraigado en su ser que no pudo frenarlo.
—¡Celestine, espera! —gritó, su voz firme y autoritaria, pero también desesperada, una mezcla de rabia y algo más que no podía identificar.
Las puertas del elevador comenzaron a cerrarse, y un suspiro de alivio salió de los labios de Celestine, pero justo cuando parecía que iba a escapar de él, algo en su interior estalló. Con un rugido bajo y un movimiento rápido, extendió la mano y detuvo las puertas con un golpe violento. Las puertas se abrieron de nuevo, y él no dudó en dar un paso adelante, entrando de forma brusca en el espacio reducido del elevador.
Al ver que no tenía escapatoria, retrocedió asustada, el miedo evidente en sus ojos. Golpeó contra la pared del elevador, su rostro pálido y el cuerpo temblando por la presión del momento.
—¡Déjame en paz! —exigió, su voz entrecortada, el terror reflejado en cada palabra.
Jungkook se acercó a ella, su mirada fija, pero su presencia era feroz. No podía dejar que se fuera sin explicaciones, no podía aceptar que dijera lo que había pasado entre ellos, lo que ella había visto, lo que él había hecho. Su corazón latía con fuerza, pero algo en su pecho ardía, como si el fuego de sus propios demonios lo empujara a mantenerse cerca de ella.
—No vas a decir nada, Celestine. —su voz sonó bajo y profunda, casi como una orden. No era una amenaza, pero sí una promesa de que no permitiría que ella lo dejara atrás, no tan fácilmente.
Ella, sin embargo, parecía no escuchar. El miedo la envolvía, sus ojos grandes y aterrados mientras miraba a Jungkook como si estuviera ante un monstruo.
La tensión era abrumadora en el aire, Jungkook seguía allí, en frente, sin moverse, esperando una reacción de ella, sin poder dejar de mirarla. No sabía si lo que sentía era coraje, ira, o algo más complejo, algo que no sabía reconocer, pero lo único claro era que no podía dejarla ir. No ahora. No sin más.
—¡Aléjate de mí! —exclamó, la voz rota, pero cargada de rabia—. ¡No quiero escucharte, ni verte!
—¡Escúchame! —Jungkook golpeó la pared del elevador con la palma abierta, apenas a unos centímetros de su rostro, haciendo que ella se sobresaltara. Su mandíbula estaba apretada, y su respiración pesada. Cerró los ojos un instante para calmarse antes de continuar—. No sé qué crees que vas a ganar hablando con Sawyer o con quien sea, pero no puedes hacerlo. No sabes lo que esto me va a costar.
—¿A ti? —soltó una risa irónica, aunque el sonido era amargo, casi histérico—. ¿Te preocupa lo que a ti te va a costar, después de lo que acabas de hacerme?
Bajó la mirada por un momento, como si el reproche lo golpeara con fuerza. Su mandíbula tembló, pero no se apartó.
—No fue mi intención...
—¿Tu intención? —lo interrumpió, empujándolo apenas con ambas manos, aunque apenas logró moverlo. Sus fuerzas eran limitadas, pero su rabia estaba intacta—. ¡Me estrangulaste, Jungkook! ¿Qué más da tu intención?
El silencio se hizo pesado entre ellos. Jungkook tragó con dificultad, sin saber cómo responder. Las palabras se le atoraban en la garganta.
—Necesito este trabajo —murmuró finalmente, en voz baja, pero con intensidad—. No puedo perderlo.
Celestine lo miró con incredulidad, las lágrimas acumulándose de nuevo en sus ojos, no solo por el miedo o la ira, sino por la absoluta desconexión entre ellos.
—Eres increíble. Todo lo que te importa eres tú mismo, ¿no?
Apretó los dientes, pero no replicó. Sus manos estaban cerradas en puños a los costados, y parecía estar luchando consigo mismo, con algo que lo superaba.
El silencio era sofocante, solo interrumpido por el ligero zumbido del mecanismo de las puertas cerrándose. Celestine respiraba con dificultad, todavía temblorosa, mientras Jungkook se mantenía rígido, un músculo tenso marcándose en su mandíbula mientras luchaba por controlar el aluvión de emociones que se agitaban en su interior.
—Te lo advierto, Celestine. No hables con Sawyer —repitió con voz baja, pero firme, como si intentara contener algo mucho más explosivo —. No digas nada de lo que pasó
—¿Y qué esperas? —frunció el ceño, todavía presionada contra la pared, con un temblor en su voz que no lograba esconder del todo. Su mirada se clavó en él con una mezcla de desafío y miedo—. ¿Que me quede callada mientras tú sigues creyendo que puedes hacer lo que quieras?
—No tienes idea de lo que estás diciendo —gruñó. Su cuerpo proyectaba una sombra intimidante en el reducido espacio, pero esta vez Celestine se negó a apartar la mirada.
—¡Claro que no! Porque nunca dices nada, Jungkook —escupió, su respiración todavía entrecortada, pero con una chispa de determinación iluminando su rostro pálido—. ¿Sabes qué? Quizá debería empezar yo a hacer preguntas. Como, por ejemplo, ¿por qué te dieron de baja del ejército?
La pregunta cayó como una bomba. Por un instante, Jungkook pareció quedarse congelado, sus ojos oscuros reflejando algo que Celestine no pudo identificar del todo. Su expresión endurecida se fracturó por un segundo, mostrando algo más vulnerable: una mezcla de culpa, rabia y un dolor que parecía demasiado grande para ser contenido.
—Eso no es asunto tuyo —masculló, su voz áspera y cargada de una tensión que parecía a punto de estallar.
—Tienes razón. No lo es. Pero tampoco es asunto tuyo controlar cada paso que doy o decidir qué es mejor para mí —respiró hondo, forzando su cuerpo a mantenerse erguido a pesar de lo débil que se sentía—. Si quieres seguir con tus malditos secretos, hazlo, pero deja de actuar como si fueras el dueño de mi vida.
Jungkook apretó los puños, pero terminó llevándose una mano a la nuca, como si intentara encontrar las palabras adecuadas, con su mirada que evitaba la de Celestine, clavándose en el suelo metálico.
—Hice lo que tenía que hacer —murmuró al final, con un tono tan bajo que ella apenas lo escuchó. Luego levantó la mirada, clavándola en la rubia con una intensidad que la hizo estremecer—. Y no voy a justificarlo frente a ti ni frente a nadie.
—Tal vez eso es exactamente lo que deberías hacer, Jungkook. Porque parece que ni siquiera tú puedes vivir contigo mismo.
El impacto de sus palabras pareció dejarlo sin aire, como un golpe directo al estómago. Pero antes de que pudiera responder, el elevador llegó a su destino y las puertas se abrieron. Celestine, tambaleándose pero decidida, salió apresuradamente, dejando a Jungkook solo en el elevador, mirando el espacio vacío donde ella había estado segundos antes.
—Celestine... —su tono era urgente y algo desesperado.
Ella giró, mirándolo, sus ojos brillando con una mezcla de ira y miedo. Quería gritarle, pedirle que se alejara, que la dejara en paz, pero algo en el rostro de Jungkook la detuvo. Aunque él estaba aún lleno de esa furia contenida, había algo más en su mirada: miedo, sí, pero también desesperación.
—¿Qué más quieres de mí, Jungkook?
Él dio un paso hacia ella, su rostro sombrío mientras el frío del pasillo parecía rodearlos.
—No quiero que hables con nadie sobre lo que pasó —repitió, casi suplicante, aunque sus palabras sonaron como una orden—. No quiero más escándalos, no quiero que se sepa nada de esto. No entiendo por qué me haces esto, Celestine. Te juro que si hablas, no solo mi vida se vendrá abajo. La tuya también.
Celestine lo miró con desdén, sin entender completamente lo que quería decir. ¿Cómo podía ser tan cínico, tan egoísta, como para pensar que ella lo salvaría de algo después de lo que había hecho? Pero algo en sus palabras la hizo dudar por un segundo.
—¿Mi vida? ¿Qué me estás diciendo? ¿Qué tiene que ver esto conmigo?
No pudo evitar que una pizca de incertidumbre cruzara su rostro. Jungkook no la miró, sino que se pasó una mano por el rostro, como si intentara ordenar sus pensamientos. Cuando finalmente levantó la vista, sus ojos se encontraron con los de ella, llenos de una angustia reprimida que era imposible de ignorar.
—¿No lo entiendes? Si hablas, esto se convertirá en un circo mediático —explicó, su voz baja, pero cargada de la pesadumbre de alguien que ha tocado fondo—. Mi historia, mis errores...—apretó la mandíbula, desviando la mirada por un instante como si el peso de las palabras lo aplastara—. El simple hecho de que estés vinculada a alguien como yo, será suficiente para que los medios se ensañen contigo —aseguró con el tono bajo y rasposo—. Usarán mi pasado como un arma y no dejarán nada de ti. Tu carrera, tu vida, todo lo que has construido... lo tirarán a la basura —desordenó aún más su cabello, como si intentara encontrar calma donde no la había—. Serás otra víctima más, no solo de ellos, sino de mi existencia misma.
Celestine lo miró, sus pensamientos luchando por dar sentido a sus palabras. La idea de que su carrera se pudiera ver comprometida por la mediática situación le revolvió el estómago. Aunque odiaba a Jungkook, entendía el peso de lo que le estaba diciendo. Todo lo que había hecho, toda su carrera construida, podría desmoronarse en un solo segundo. Pero ¿debería ser ella la que lo protegiera, después de todo lo que había sufrido?
Dio un paso más hacia ella, y en ese momento Celestine lo sintió más cerca de lo que nunca le hubiera gustado. La distancia entre ellos se desvaneció, y la presión en el aire se volvió abrumadora.
—Piénsalo bien. Hazlo por ti. Hazlo por ti misma. No permitas que esto te arruine —murmuró, su voz más baja, casi temblorosa—. Quiero evitar que el mundo te vea como algo que no eres. Lo que pasó entre nosotros... No quiero que seas una víctima más. Te estoy pidiendo esto, no solo por mí. Lo hago por ti también.
El tono de su voz, la sinceridad que contenía, hizo que ella vacilara por un momento. Aunque no quería admitirlo, la duda se filtraba en sus pensamientos. Su odio hacia él seguía ardiendo, pero la posibilidad de que todo lo que había construido se viniera abajo la golpeó con fuerza. La presión en su pecho aumentaba a medida que pensaba en todo lo que perdería si él estaba diciendo la verdad.
Con dificultad, tragó saliva, todavía sin poder creer lo que estaba a punto de hacer. Apretó los dientes, mirándolo fijamente, antes de que una idea cruel y humillante pasara por su mente.
—Está bien... pero quiero que lo entiendas bien —su voz era gélida, impregnada de desprecio, mientras sus ojos brillaban con una furia contenida. La expresión de su rostro era de desdén, y la sonrisa que esbozó era amarga, venenosa—. Si vas a pedírmelo, deberías estar dispuesto a hacer todo lo que yo te diga.
Jungkook, que estaba acostumbrado a dominar, a controlar incluso las situaciones más tensas, frunció el ceño. Su cuerpo, inmenso, parecía alzarse contra ella, pero la mirada desafiante de Celestine lo hizo vacilar. La confusión se reflejaba en sus ojos, pero no le dio tiempo a responder o procesar sus pensamientos. Sin previo aviso, ella lo empujó con fuerza, una mano contra su pecho, obligándolo a retroceder. La fuerza con la que lo hizo no era algo que pudiera ignorar.
—Arrodíllate —ordenó, su voz fría y firme como un hielo afilado. Las palabras caían como cuchillos en el aire, y no había duda en su tono. No era una sugerencia, sino una orden, y la exigencia se sintió en cada sílaba.
No se movió al principio. Era difícil para él, la ira hirviendo en sus venas mientras su mente se debatía entre el orgullo y la necesidad de rendirse ante ella. Pero el peso de su mirada lo atravesaba como si fuera un peso físico, y la presión en su pecho lo obligó a ceder, aunque la rabia en su interior amenazaba con estallar.
Con un movimiento lento, cargado de frustración y humillación, finalmente se arrodilló. Su cuerpo, colosal en comparación con el de Celestine, se dobló hacia el suelo, pero aún se mantenía erguido en su postura, como una montaña contenida. El brillo de su mirada se mantenía firme, pero había algo en ella que no podía negar: un brillo de ira mezclado con una sensación de impotencia.
Celestine lo observó desde arriba, con una elegancia que contrastaba con la tensión de la situación. Su presencia era dominante, como un castigo que él mismo se había ganado. Mientras su guardaespaldas se inclinaba hacia el suelo, la distancia entre ellos parecía desvanecerse, y el aire pesado se cargaba de una tensión palpable. El gigante de casi dos metros, arrodillado, la miraba con los ojos oscuros, mientras sus músculos se tensaban, incapaz de quitarse la furia que latía en su pecho.
Con una fría sonrisa, Celestine le dirigió una mirada de desdén, disfrutando del poder que había tomado de la situación.
—Ahora, dime que lo sientes —su tono era despectivo, como si estuviera haciendo una exigencia que lo empujaba a la vergüenza.
Jungkook, apretando los dientes, luchó contra la ira que lo consumía. Lo que ella decía, lo que le pedía, era una humillación directa. El cuerpo de él se tensó más, y las manos, apretadas en puños, temblaban por la frustración. Pero al final, su orgullo no pudo más que ceder.
—Lo siento —con dificultad, las palabras salieron de sus labios, pero lo hizo con la rabia contenida, casi con los dientes apretados.
El sonido de esas palabras le quemó la garganta, y no podía evitar sentir cómo se rompía un poco más en su interior. Era una humillación completa, y la sensación de impotencia lo envolvía mientras su mirada no podía dejar de clavarse en ella.
Celestine lo observó en silencio, sin una pizca de compasión, mientras la sonrisa que apareció en sus labios fue más cruel que cualquier palabra. La humillación se reflejaba en su rostro, y por un instante, algo raro en su interior la hizo sentir una satisfacción perversa, como si finalmente hubiera conseguido la venganza que tanto deseaba. Pero algo más, algo más extraño y profundo, comenzó a agitarse en su pecho, una tensión que no lograba comprender.
—Ahora, quédate ahí —su tono fue tan cortante que parecía congelar el aire—. Quiero que sepas lo que se siente, que entiendas cómo es arrodillarse ante mí... cómo te conviertes en nada —sus dedos se posaron con fuerza sobre su rostro, empujando suavemente su barbilla hacia arriba para forzar su mirada. Jungkook sintió un escalofrío recorrer su cuerpo ante el contacto de su piel, una mezcla de ira y algo mucho más profundo que le quemaba por dentro, algo que no podía controlar. La cercanía de ella, el roce de sus dedos sobre su piel, lo hacía sentirse vulnerado, pero al mismo tiempo, deseaba más. —Y eso, Jungkook, es lo que eres. Nada.
Su voz, aún implacable, retumbó en su mente. La figura de él, tan poderosa y controladora, estaba ahora a sus pies, y no podía evitar sentir una mezcla de poder... y algo más. Mientras lo miraba, una tensión surgió entre ellos, algo que no podía ignorar, aunque no entendiera qué era. La cercanía, la forma en que sus cuerpos se alineaban de manera tan opuesta.
Y él, con la mandíbula apretada, miraba hacia arriba, hacia sus ojos. La frustración estaba escrita en su rostro, pero también había algo más que no lograba entender. La furia seguía ardiendo en su interior, pero algo en el aire entre ellos lo hacía querer permanecer allí, frente a ella, sin poder dejar de sentir esa extraña atracción.
Celestine lo observó en silencio, su rostro como una máscara inmutable, mientras sus ojos brillaban con una satisfacción fría. No mostró piedad, no mostró arrepentimiento, solo una frialdad total ante la humillación que acababa de infligirle. Y, finalmente, con un giro de su cuerpo, se alejó sin decir más, dejando que la tensión se disipara entre ellos. Cada paso que daba la alejaba de él, y Jungkook, arrodillado en el suelo, sentía que una parte de él se desmoronaba. Su orgullo, su historia, su todo, se estaba desplomando en ese mismo instante. En eso, una sensación extraña se apoderó de él, algo que no podía comprender. Pero lo único que quedaba ahora era el sabor amargo de su derrota, la humillación de estar ahí, de haber sido completamente despojado de su poder, mientras ella se alejaba sin mirar atrás.
¡Hola!
¿Qué les pareció esta primera parte? ¿Qué opinan de los personajes? Les prometo que la siguiente estará mejor. Y no se olviden que esta historia, como avisé en instagram, solo cuenta con 4 partes bien extensas, como esta primera
Espero que les haya gustado, si es así no se olviden de votar y comentar
¡Nos leemos pronto!
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