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Final (Parte I)


Cuando Jimin se despertó a la mañana siguiente, encontró a Yoongi de pie junto a la cama con un periódico en la mano.

–¿Qué significa esto? –le preguntó Min, poniéndole el periódico delante.

Jimin frunció el ceño mientras se apartaba un mechón de la cara. Observó durante unos segundos el periódico y luego dirigió la mirada a Yoongi, que esperaba su respuesta con impaciencia.

–Ya sabes que no entiendo bien el italiano –dijo Jimin–. ¿Por qué no me lo lees tú?

–Aquí tienes otro en inglés –replicó Yoongi, acercándole otro periódico–. Sólo dice más de lo mismo.

Jimin pudo ver una fotografía suya en la tienda de ropa para bebés donde había estado el día anterior. No podía leer los titulares, pero la foto lo decía todo: sostenía en la mano un pijamita de niño de color rosa con lunares blancos y lo contemplaba con una mirada soñadora.

–¿Y bien? -Soltó Yoongi molesto.

–No es lo que piensas. -Dijo Jimin con voz dura tambien.

–Entonces, ¿por qué no me dices lo que es? –dijo Yoongi con un tono de voz duro como el acero.

–Yoon, no puedo aguantar ya por más tiempo. Tengo que ser sincero contigo.

–¿Es éste otro de tus trucos para llamar la atención? –exclamó Yoongi señalando la foto con el dedo–. ¿Decirle a la prensa que puedes tener hijos y ahora estás embarazado antes de contármelo a mí?

–¿Es eso lo que dice? –preguntó Jimin con cara de sorpresa.

–¿Quieres decirme acaso que no lo estás? –dijo Yoongi con una sonrisa de desprecio.

– Sí yo ... yo puedo tener bebés y no, no estoy embarazado, claro que no. ¿Cómo se te puede ocurrir una cosa así? Ya te dije que estaba tomando la píldora. Nunca te haría algo así.

Yoongi dejó caer el periódico y se pasó la mano por la cara y el pelo para tirarlo hacia atrás.

–Lo siento, Jimin. A veces me pasa como a la mayoría de la gente y tiendo a sacar conclusiones precipitadas.

–No pasa nada. -Dijo Jimin sonrojado pero no sabía si era por la vergüenza o por el enojo.

–No –dijo Yoongi–. Creo que te conozco bien y no debería haberte juzgado tan a la ligera.

–Tú no me conoces realmente, Min –dijo Jimin muy sereno–. No me conoces en absoluto.

–¿Cómo puedes decir eso? Claro que te conozco.

–¿Sabes acaso lo que más deseo en este mundo?

Su expresión se tambaleó por un momento.

–Ser amado –contestó Yoongi tras pensárselo unos segundos–. Quieres a un hombre que te ame y te acepte tal como eres.

–¿Y tú me amas y me aceptas tal como soy?

Yoongi sintió un nudo en la garganta como si no le salieran las palabras o no supiera qué decir.

–Me preocupo por ti, Jimin –respondió él con cierta aspereza– Reconozco que al principio quizá no me porté bien contigo. Me sentía molesto por verme obligado a casarme en contra de mi voluntad. Pero con el tiempo me he dado cuenta de lo equivocado que estaba. Eres un chico muy especial. Eres tan inteligente, tan hermoso, tan sensual...

«Se preocupa por mí», se dijo Jimin con una sonrisa de amargura. ¡Qué palabra tan patética! ¡Preocuparse! ¡Por favor! Las personas se preocupan por su perro, por sus peces de colores o por sus plantas. Pero eso no significa que estén dispuestos a darlo todo por ellos. No significa que sientan un vacío en lo más profundo del alma cuando están lejos de ellos. Que no puedan imaginarse la vida sin ellos. Jimin sí sentía todo eso, y mucho más, por Yoongi.  

Jimin quería ser amado, no sólo que se preocupasen por él.

–¿Cariño? –dijo Yoongi pasándole el pulgar por la mejilla–. Estamos bien juntos. Tú lo sabes. Nos entendemos bien, ¿no es verdad?

–¿Cómo sabes lo que siento por ti? Quizá podría odiarte. -Soltó Jimin mordiendo su labio inferior.

–Pues, si es así, tienes una forma deliciosa de demostrarlo –dijo Yoongi pasándole el dedo por el labio inferior.

Jimin apartó suavemente la cara para no tener que resistirse a aquella caricia tan tentadora.

–Hyung, necesito tiempo para pensar...

–¿Pensar? ¿En qué? - Preguntó un confundido Yoongi.

Jimin se mordió el labio por donde Yoongi había pasado el dedo.

–En la noticia... en la falsa noticia del embarazo. Creo que he cambiado de opinión sobre lo de tener o no tener un hijo...

–¿Me estás diciendo que ahora quieres tener un hijo? –preguntó Yoongi.

Jimin contuvo la respiración por un instante antes de contestar.

–Ya sé que eso es algo que no entra dentro de tus planes. Por eso no quiero seguir hablando de esto contigo. Me gustaría poder reflexionar tranquilamente sobre cómo quedará nuestra situación dentro de once meses. Necesito tiempo, Yoon. Por favor, déjame volver a Daegu o Busán por unos días. No puedo pensar cuando estoy contigo.

–Cariño, yo tampoco puedo pensar cuando estás a mi lado, pero, ¿realmente tienes que ir a Corea? Debe de hacer ahora un tiempo muy húmedo y frío por allí.

–Sólo unos días, ¿de acuerdo? Hasta mi cumpleaños. Quiero ver a aTn la esposa de Taemin. Quiero que sepa que nunca traicioné su amistad. Necesito hablar con ella cara a cara. Es algo que debería haber hecho hace tiempo. Ahora que sabe que estamos casados, quizá quiera escucharme.

–Te reservaré una habitación en nuestro hotel de Busán –dijo Yoongi pasándose la mano por el pelo–. Pero iré a verte en un par de días, ¿entendido? No puedo estar más tiempo sin verte.

–¿Por qué? ¿No te fías de mí?

Yoongi lo miró fijamente y le pasó el dorso de la mano por la mejilla.

–Porque voy a echarte mucho de menos.

Busán estaba tan frío y húmedo como Yoongi había predicho, pero Jimin tenía otras cosas en que preocuparse. Fue a ver a Jisso a su casa. Supuso que no querría recibirlo, pero se equivocó.

 Fue un encuentro muy emotivo.Tn había descubierto hacia sólo unos días que su marido estaba teniendo una aventura con una compañera del trabajo. Un mensaje de texto comprometedor en el teléfono móvil de Taemin había sido el desencadenante. Tras una conversación con su marido, había resultado que él había utilizado a Jimin como chivo expiatorio para escudarse de sus correrías amorosas.

Jimin le explicó por qué no se había defendido de aquellas calumnias, confesando por primera vez a alguien el problema de su dislexia. Jisso se mostró muy amable y comprensiva, lo que le hizo preguntarse a Jimin si no debería tener el mismo valor para contárselo también a Yoongi.

 Sabía que su relación no tendría ninguna posibilidad de salir adelante si no era sincero con él.

Yoongi lo llamaba por teléfono varias veces al día y le enviaba una docena de rosas rojas, junto con algún regalo distinto cada día. El primer día fue un collar de oro blanco con unos pendientes a juego, el siguiente, un smoking de uno de sus diseñadores favoritos, y el tercero, un brazalete con incrustaciones de brillantes.

Había una tarjeta con el brazalete, pero Jimin sólo pudo distinguir su nombre. 

Pasó los dedos por la tarjeta una y otra vez, preguntándose si Yoongi lo echaría de menos tanto como había dicho. Jimin sí le echaba en falta. Sentía la cama vacía todas las noches, sin tener el calor y la seguridad del  cuerpo de Yoongi  junto al suyo.

Yoongi llamó ese día, poco después de que Jimin hubiera recibido el brazalete y Jimin le dio las gracias.

–Es muy hermoso, Yoon. Pero no tenías que haberte gastado tanto dinero en mí.

–¿Recibiste mi tarjeta? –le preguntó Yoongi.

Jimin hizo un gesto con los labios y miró a donde estaba la tarjeta, apoyada en el florero con el último ramo de rosas.

–Sí...

–¿La has leído? –preguntó Yoongi tras una breve pausa.

Jimin hubiera querido decírselo todo en ese momento, pero no le pareció bien hacerlo por teléfono. Quería tenerle enfrente y verle la cara, para estar seguro de que no se burlaba de él.

–Estaba demasiado ensimismado con los diamantes –replicó Jimin a modo de disculpa.

–Iré a verte al hotel a eso de las seis. Tengo una reunión después de comer, pero no creo que se prolongue mucho.

–Muy bien –dijo Jimin–. Hasta luego.

Unos minutos antes de las seis, se presentó el padre de Jimin, Park Keith, en el hotel para felicitarlo por su cumpleaños, por adelantado. No podía haber llegado en  peor momento, pero no podía esperar otra cosa de su padre. 

Su padre llevaba ya dos copas e iba por la tercera cuando llegó Yoongi a la suite. Jimin se levantó del sofá y salió a saludarle.

–Hola –dijo Jimin, hecho un manojo de nervios–. Mi padre ha venido a verme al enterarse de que estaba en Busán. Espero que no te importe.

Yoongi le rozó la boca con los labios, una, dos veces, y a la tercera lo besó apasionadamente. Fue un beso prolongado que hizo despertar su deseo aletargado durante aquellos días.

–Claro que no, cariño –dijo Yoongi, con una sonrisa cordial–. ¿Cómo está, señor Park?

–Venga Min, déjate de tanto señor, eres mi yerno. A partir de ahora, será mejor que me llames suegro –dijo el hombre muy jovial, levantando su vaso de whisky–. ¡Salud! ¡Por ustedes!

Yoongi le pasó a Jimin el brazo por la cintura y lo llevó de nuevo al sofá. Él se sentó en una silla, a su lado. Lo notó algo nervioso. Confió en que fuera por la presencia de su padre y no por la suya. 

Yoongi había pasado unos días horribles sin Jimin. No había podido casi conciliar el sueño por la noche pensando en que Jimin quisiera poner fin a su matrimonio y marcharse a Australia a empezar una nueva vida. 

 No podía soportar la idea de estar sin Jimin. Había sido un estúpido todo ese tiempo por no haberse dado cuenta. Pero él era así, estaba acostumbrado a no reconocer sus emociones y sus sentimientos, era algo que hacía de ya forma casi mecánica . Había vivido cerrado a los demás hasta que Jimin había entrado en su vida y le había abierto el candado de su corazón.

–Bueno, Yoongi –dijo Keith, sirviéndose otra copa de whisky–. ¿Cuándo me vas a dar un nieto de verdad, no de esos que se inventa la prensa? Estoy deseando que me hagáis abuelo. Y será mejor que te pongas a ello cuanto antes, Jimin ya no es ningun niño.

–Todo a su tiempo, suegro –replicó  Yoongi–. Todavía estamos en nuestra luna de miel.

–Espero que el primero sea niño –dijo el padre de Jimin. A los hombres nos gusta tener un hijo para que no se pierda el apellido y se haga además cargo del negocio.

Yoongi le tomó la mano a Jimin y se la apretó suavemente.

–Me sentiré feliz de tener un hijo, sea niño o niña –respondió Yoongi–. Y, en cuanto a lo de hacerse cargo del negocio, ésa será una decisión que le corresponderá a él o a ella.

El padre de Jimin carraspeó, apuró su vaso de whisky y se puso de pie. –Bueno, chicos, gracias por la bebida, pero siento tener que dejaros.

–Ha sido muy amable viniendo a ver a su hijo –dijo Yoongi sin soltar la mano de Jimin, que seguía un poco tenso.

–Bueno, es lo menos que podía hacer teniendo en cuenta que no podré venir a felicitarlo el día de su cumpleaños. Tengo un partido de golf con mi empresa. Pero sé que a Jimin no le importa, ¿verdad, Jimin? Mientras tenga su regalo... Eso es lo que importa, ¿no?

–Gracias por el bono-libro, papá –dijo Jimin–. Me será muy útil.

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