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Hwasa, la madre de Jimin, había sido una dama de la buena sociedad de Busán. Había fallecido prematuramente, víctima de una sobredosis, cuando Jimin tenía cinco años. Si había sido un suicidio o un accidente era algo que ni Jimin ni su hermano Chanyeol habían sabido nunca. Siempre había habido muchas especulaciones sobre el matrimonio de sus padres. Las niñeras que Jimin había tenido a lo largo de toda su infancia le habían enseñado a no hablar de su madre en presencia de su padre. Por qué le molestaba eso tanto a su padre era también otro misterio sin resolver.

Jimin miró al plato que tenía delante y se mordió el labio inferior. Odiaba salir a comer fuera. Era algo que, por lo general, trataba de evitar, pero no por las razones que todos suponían. La prensa lo había tratado muy mal, sacando a la luz su internamiento en una clínica especial cuando tenía sólo quince años, y luego tres años después cuando su salud corrió un grave peligro al quedarse exageradamente delgado tras la muerte de su hermano Chanyeol. Ahora estaba ya bien, pero cuando salía a comer fuera a un restaurante tenía que enfrentarse al problema de elegir unos platos de una carta cuyos nombres no acertaba a comprender.

Sintió en ese momento el peso de la mirada de Yoongi como una losa sobre el. Alzó la vista y cerró la carta del menú.

–¿Qué piensas tomar? –le preguntó Jimin.

–Fettuccine con cangrejo de primero y ternera en salsa Marsala de segundo. ¿Y tú?

Jimin se pasó la lengua por sus labios abultados y un poco resecos.

–Elige tú por mí –respondió, apartando la carta del menú a un lado–. Se ve que conoces muy bien este sitio. Ya sabes que no soy nada quisquilloso.

–¿No? –exclamó Yoongi arqueando una ceja.

–He tenido que pasar por muchas cosas estos últimos años, Min –replicó él con gesto serio

–Pero no voy a avergonzarte tirando la comida por el sanitario del cuarto de baño en cuanto me des la espalda.

–No pretendía decir tal cosa –dijo él con el ceño fruncido–. Sé que has pasado muy malos momentos, perdiendo a tu madre siendo casi un niño y luego a tu hermano en esas circunstancias tan trágicas.

–Preferiría no hablar de ello. Los dos están muertos y la vida continúa.

El camarero llegó para tomarles la nota y, cuando se marchó, Yoongi se quedó mirándolo con gesto pensativo. Jimin comenzó a sentirse como un bicho raro en el portaobjetos de un poderoso microscopio. Tenía la virtud de hacerlo sentirse así.

Veía cosas que otras personas no veían. Tenía unos ojos tan profundos y penetrantes que lo hacían sentirse vulnerable e indefenso, cosas que el odiaba y trataba de evitar a toda costa.

–¿Ves a tu padre con frecuencia? –preguntó Min.

Jimin agarró con dos dedos el tallo de su copa de champán y se puso a darle vueltas muy despacio.

–Antes de esto, sí. Venía a verme de vez en cuando con su novia de turno – dijo  con la voz apagada–. La última era sólo un año o dos mayor que yo. Creo que acabarán casándose. Él desea tener otro hijo... para llenar el vacío de Chanyeol. Lleva hablando de eso desde hace años.

Yoongi percibió el dolor que se ocultaba tras aquellas palabras aparentemente frías y cínicas.

–Nunca se han  llevado bien, ¿verdad?

Jimin negó con la cabeza, sin mirarlo a los ojos.

–Creo que le recuerdo demasiado a mi madre.

–¿Te acuerdas de ella? –preguntó él.

Los maravillosos ojos verdes de Jimin se iluminaron de repente como si Yoongi acabase de pulsar un interruptor en algún lugar recóndito de su corazón.

–Era tan hermosa... –dijo Jimin en un tono de ensoñación, moviendo suavemente la copa de champán y viendo cómo las burbujas ascendían y se rompían delicadamente al llegar a la superficie–. Tenía mucho glamour y cuando pasaba por tu lado dejaba un olor a diosa, como a madreselva y jazmín después de un día largo y caluroso de verano –dejó el vaso en la mesa y se puso a hacer círculos con el dedo alrededor del borde mientras hablaba–. Era muy cariñosa.

Cada vez que pasaba al lado de Yeol o de mí se paraba a darnos un abrazo. Me encantaba oír su voz cuando me leía algo o me contaba cuentos. Podía pasarme horas enteras escuchándola...

Se hizo un extraño silencio. Jimin soltó un pequeño suspiro, tomó de nuevo su copa y la giró entre los dedos antes de acercársela a los labios. Luego la dejó sobre la mesa con un rictus en la boca como si el sabor de aquel champán tan caro y exclusivo no hubiera sido de su agrado.

–Nos quería mucho. Nos amaba de verdad. Eso es algo de lo que nunca tuve la menor duda.

Yoongi no sabía gran cosa de los rumores que habían corrido a raíz de la muerte de Park Hwasa. Se habló de una relación ilícita que Park Félix había decidido dar por terminada cuando su amante se negó a dejar a su esposa por ella. Otros rumores sugerían que el padre de Jimin no había ha sido un buen esposo ni un buen padre, pero no era fácil poder distinguir entre lo que era cierto y lo que eran sólo invenciones.

La prensa aprovechó para presentar la historia de la forma más sensacionalista: cuanto mayor fuera el escándalo, mayores las ventas. Eso era algo que sus hermanos y él sabían muy bien por haberlo sufrido en sus propias carnes. Pero había algo en Jimin que le intrigaba. A lo largo de esos años, se le había visto con cierta asiduidad en los actos sociales, vestido de punta en blanco, sonriendo muy complaciente a las cámaras y manejándose con mucha soltura con los paparazis, pero él se preguntaba si alguien sabía de verdad quién era el verdadero Park Jimin. Ese chico hermoso, elegantemente vestido y un poco maquillado, que estaba ahora sentado frente a él haciendo girar su copa de champán entre los dedos sin apenas probarlo, que se negaba a hablar de la muerte de su hermano y que hablaba de su padre sin poder disimular su indignación.

¿Quién era el? ¿Quién era realmente? ¿Era de verdad ese joven que había roto el matrimonio de su mejor amigo, tal como la prensa había publicado? ¿O era otro hombre completamente diferente?

–La pérdida de un progenitor es un golpe muy duro en la vida –dijo Yoongi para tratar de romper el silencio que se había creado–. Para mí fue una gran conmoción el accidente de mi padre... Tener que verlo en el hospital en aquel estado... –hizo un gesto de amargura al recordarlo–. Tenía tanta vitalidad... y de pronto verlo allí en estado de coma... –se pasó la mano por el pelo–. Su muerte fue al final un alivio para todos. Nadie se atrevió a decirlo, pero era la verdad. Él no hubiera querido seguir viviendo con el cerebro paralizado como un vegetal.

Jimin lo miró a los ojos. Había una gran simpatía en su mirada.

–Tú te pareces mucho a él –dijo cordialmente–. Supongo que te lo habrá dicho mucha gente. Él también detestaba sentirse atado a otra persona.

Yoongi sonrió con ironía mientras echaba otro trago de champán.

–El matrimonio de mis padres fue un acuerdo concertado por sus familias.

Es algo que pocas personas conocen. Mi madre estaba muy enamorada de él, pero él no quería encadenarse de por vida a una mujer. A pesar de todo, consiguieron sacar adelante su matrimonio lo mejor que pudieron, hasta que llegó Yoonji.

Tenían ya tres chicos y mi padre soñaba con tener una niña. Se volvió loco de alegría cuando ella nació. Yoonji lo era todo para él –Min dejó el vaso en la mesa y miró fijamente a Jimin–. Cuando ella murió, sintió que ya no había nada en el mundo que tuviera interés para él. Se lo tomó como un castigo de Dios por no haber amado suficiente a su esposa y a sus hijos. Pasó por una época muy difícil y turbulenta. A pesar de que eras un niño por entonces, seguro que oirías hablar de ello: de las aventuras amorosas que mantuvo con mujeres frívolas y ambiciosas, hasta que finalmente comprendió que la única mujer a la que podía amar era la madre de sus hijos, la única que lo había amado de verdad y lo amaría toda su vida.

–Cada persona tiene su propia manera de reaccionar frente al dolor –dijo Jimin suavemente.

Jimin volvió a tomar su copa, pero ahora no con la intención de echar otro trago, sino sólo para tener algo entre las manos.

–A mí no me gusta que nadie me diga lo que tengo que hacer. En eso he salido a mi padre –dijo Yoongi–. Supongo que ésa fue la razón por la que Sehun puso esas cláusulas en el testamento.

–Pero ahora estás haciendo lo que él quería y eso es lo que importa –dijo Jimin sin mostrar la menor emoción en la voz–. En un año, estarás otra vez libre.

Tendrás tu parte de la herencia y podrás estar con quien quieras.

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