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Estaba tomando su segunda copa de champán cuando Yoongi llegó. Se quedó perplejo al verlo sentado en la cama con las piernas cruzadas.
–¿Qué demonios estás haciendo aquí?
–Celebrando nuestro compromiso –dijo Jimin alzando la copa con una tímida sonrisa.
Min estaba rígido. –¿Perdón? –dijo con voz pausada pero amenazadora. Jimin tomó un sorbo y lo miró fijamente. –La prensa lo sabe ya. Yo les di la exclusiva. Lo único que necesitan ahora
es una foto.
Min se fue derecho hacia él. Se le veía fuera de sí. El primer impulso de Jimin fue salir huyendo de allí. Sabía muy bien lo que era sentirse maltratado. Su padre le había dado más de una bofetada, pero su orgullo estaba por encima de todo eso. En su lugar dirigió a Yoongi una mirada desafiante y descarada.
–Si me pegas, iré a la prensa y les contaré lo del testamento de tu abuelo. No querrás que haga eso, ¿verdad, Min?
–Eres sólo basura, una asquerosa y sucia basura –dijo él.
Jimin, con su copa de champán en la mano, se puso a canturrear una canción infantil que decía algo así como que las palabras no hacían tanto daño como los palos.
Yoongi se acercó a él y le quitó la copa bruscamente de la mano, derramándole el champán sobre la camisa.
–¡Malnacido! –exclamó, levantándose para ver la mancha que le había quedado–. Me has estropeado el vestuario.
–Sal de aquí –replicó Min muy enfadado, resoplando como un toro bravo y señalando la puerta con la mano–. Sal de aquí antes de que tenga que echarte yo.
Jimin movió la cabeza con gesto negativo y se dispuso a desabrocharse los botones de la camisa.
–Si me pones un dedo encima, iré a la prensa y les contaré aún más secretos de los Min.
–¿Es que no tienes principios?
–Muchos –contestó Jimin, quitándose la camisa con cierta dificultad por lo ajustado que era.
–¿Qué crees que estás haciendo? –preguntó él con cierto recelo.
Jimin dejó caer la camisa al suelo, y lo miró con la barbilla alzada. Llevaba sólo una camiseta de manga corta, después se quito el pantalón dejando ver unos bóxer negros, además de sus zapatos. Por un instante se preguntó si no se habría desnudado también interiormente, pues Min lo miraba de una forma que parecía traspasar su ropa interior. Podía sentir el calor de su mirada en la piel, por dentro y por fuera, así como una agitación que parecía ir intensificándose a cada segundo que pasaba.
–Voy a darme un baño –dijo Jimin armándose de valor–. Luego, cuando me haya refrescado, saldremos a celebrar públicamente nuestro compromiso.
Yoongi se quedó quieto, respirando de manera entrecortada, y mirándole duramente con unos ojos llenos de odio como él nunca le había visto hasta entonces.
-No voy a dejar que te salgas con la tuya, Park, ni que juegues y coquetees conmigo, ¿me oyes?
–¡Juegues! ¡Coquetees!... ¡Qué palabras tan bonitas y tan bien elegidas! –dijo Jimin entrando en el cuarto de baño–. No te preocupes, no habrá nada de eso, ¿de acuerdo? No forma parte del trato.
Hizo un pequeño saludo con la mano y cerró la puerta de baño, echando el cerrojo por dentro.
Min dejó escapar un suspiro tan grande que parecía salido de una locomotora de vapor. Estaba mucho más que enfadado. Estaba lívido y furioso. Estaba fuera de sí.
Jimin le había tendido una trampa y no le quedaba más remedio que seguirle la corriente. Quedaría como un imbécil si la prensa se enterase de las maquinaciones de su abuelo. Si tenía que casarse con él, lo haría, pero no como si fuera un títere cuyos hilos podía manejar cualquiera.
Abrió y cerró los puños varias veces tratando de controlarse. Habría querido echar abajo la puerta del cuarto de baño de una patada y agarrar por el pelo a aquella pequeña basura y sacarlo de allí a rastras. Nunca había pensado que pudiera llegar a odiar tanto a una persona.
¿Era eso lo que su abuelo había querido? ¿Qué odiase de Park Jimin hasta el aire que respiraba? ¿Qué interés le había llevado a que se uniera a él en un matrimonio de conveniencia durante todo un año? No acertaba a comprenderlo. Sería una tortura para él. El matrimonio era ya en sí un calvario, una especie de cárcel. Odiaba la idea de atarse a una persona aunque fuese sólo por unos meses, no digamos ya para toda una vida.
Era lo que le había sucedido a su padre. No había sido capaz de serle fiel a su esposa tras la muerte de la pequeña Yoonji, y había estado a punto de destruir su matrimonio. Él era por entonces sólo un niño para recordar aquella muerte trágica e inesperada de su hermanita, pero sí se acordaba de las cosas que pasaron años después.
Después de haber tenido tres hijos, la pérdida de la niña había sido, tanto para su madre como para su padre, un golpe muy duro del que les había costado mucho recuperarse emocionalmente.
Min había llevado hasta entonces una infancia feliz. Era el pequeño de la familia y había recibido siempre el cariño incondicional de sus padres. Pero después de la muerte de su hermanita, sus padres habían vivido atemorizados ante la idea de poder perder a otro y eso les había llevado a distanciarse afectivamente. Namjoon y Hoseok, que eran por entonces ya mayorcitos, no lo habían sentido tanto, pero él había visto perder de repente el lugar de privilegio que había ocupado hasta entonces.
Tener que casarse con Jimin era el peor de los escenarios posibles. Era un hombre incapaz de guardarle fidelidad, aunque fuera sólo por un año. No era de extrañar que él mismo le hubiera propuesto dejar el sexo al margen de su relación. Estaba claro que no podía confiar en él.
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