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De la boca de los niños [Brian/Pastor]

Pastor tiene una voz reconfortante y aterradora en partes iguales. Con Brian suele ser más de lo primero, pero también lo ha visto volverse agresivo frente a cualquiera que lo provoque lo suficiente. Tiene una especie de furia silenciosa, que se acumula segundo a segundo dentro de él y explota de la peor manera. Toma bastante empujarlo hasta ese extremo, y una vez que sucede, no hay vuelta atrás.

Por suerte Brian le evoca un comportamiento distinto. Sabe que se debe a que es pibe y, como Pastor es buena persona, siente que tiene que protegerlo. 

Pastor tiene manos de papá, nota Brian una tarde, acomodando libros junto al hombre callado. Sus manos cargan con esa clase de amor paternal, son cálidas y dan palmadas alentadoras en su espalda. Su mirada tiene ese orgullo silencioso, también de reto, que es severo sin necesidad de palabras. Le inspira respeto. Y le agrada, mucho.

Le gusta su compañía. Brian es de llevarse con gente mucho mayor que él, porque es bueno escuchando y le gusta aprender. Es bien portado y paciente. Todas esas cualidades hacen que hombres como Pastor lo tomen bajo su ala y quieran guiarlo por el buen camino, darle sus consejos, sonreírle y revolverle el pelo con cariño.

Pero en Puente Viejo eso no significa nada bueno, y lo sabe por Galván. Galván, que tiene manos grandes y amorosas de abuelo, pero que muelen y frotan sus hombros por tanto tiempo que le erizan los pelos de la nuca. Y lo mira con calor, sí. Calor de habitación, de cama. Nunca había sido foco de ese tipo de atención, que es mucho más madura y obscena. Inapropiada. Hace que quiera cubrirse el cuerpo.

Pastor lo cuida de eso, de miradas que se detienen en su figura por mucho tiempo y sólo son maliciosas, del tipo que no se supone que desee, que busque. Le dice que tenga cuidado, y lo más importante, le promete la libertad. Confía en Brian y en su inteligencia lo suficiente como para compartir con él un plan de escape que le puede costar la vida. A Brian eso lo llena de ilusión, lo emociona. Se esfuerza mucho por hacer sentir orgulloso a Pastor, que sepa que vale la pena tenerlo de compañero, que no deje de darle esa sonrisa que a Brian le recuerda tanto a su propio padre, pero que a la vez no se parece en nada. A la vez es completamente diferente y lo sabe.

La propuesta de Pastor se convierte en su plan, de ellos dos, juntos. Eso lo pone nervioso, comienza a caminar mirando para todos lados y ya no canta cuando hay silencio; piensa. Siempre está atento, maquinando, y cuando necesita relajarse recurre al único método que le ofrece el encierro.

Lo último que quiere es decepcionar a Pastor con su cobardía.

—¿Estás bien, pibe?

Brian levanta la mirada de los libros en el piso y asiente rápidamente cuando Pastor pregunta mirándolo desde arriba. El silencio nunca es problema para Pastor, pero sabe que el de Brian no significa cosas buenas. Ya lo conoce.

Pensar en eso hace temblar su corazón.

—Sí, sí. Todo bien.

Pero Pastor arruga la frente, poco conforme con su respuesta, casi reprobatoriamente. Nada se le escapa a él, a esos ojos oscuros que todo lo tienen bajo control. Brian debería haberlo sabido. 

El pibe jadea sorprendido cuando, poniéndose de cuclillas frente a él, Pastor lo toma de la barbilla con dedos que se sienten como tenazas, y lo acerca a su cara para forzarlo a mirarlo a los ojos, examinándolo.

—¿Vos te estuviste drogando?

Brian lo mira a la cara, observa la manera en la que el cuerpo de Pastor se cierne sobre el suyo, mucho más experimentado, más duro, y se le aflojan las piernas.

—No, nada que ver. ¿Por qué? —pregunta en cambio, haciéndose el boludo pero su voz temblorosa lo delata. Se seca las manos transpiradas en su pantalón, cerrando los muslos, y aunque se deja hacer sumisamente bajo el agarre áspero de Pastor, es mantenido en posición con una fuerza que le hace doler la mandíbula, casi como si Pastor creyera que podría llegar a escaparse en cualquier momento. El hecho de que en verdad no podría aunque quisiera, que si Pastor realmente tuviera la intención de lastimarlo no podría hacer nada por evitarlo, hace que Brian se agite más y se le apriete la panza, como un calambrazo de emoción, un subidón de calentura que le seca la boca.

Pastor entrecierra los ojos, claramente desconfiado de lo que dice. Brian inhala con fuerza el intenso olor que viene de Pastor, que no puede describirlo como otra cosa que olor a hombre, y se lame los labios, casi saboreándolo en su lengua, salado, adictivo. Sus párpados revolotean de placer, deseando fugazmente que las manos de Pastor lo aprieten en otros lugares.

—Porque tenés las pupilas como sandías, pendejo boludo. Te dije que no agarres nada de nadie acá.

Es verdad, se lo dijo, se lo dijo mil veces, y Brian escucha todo lo que Pastor le dice, obedece casi sin rechistar porque le gusta que le diga qué hacer, le gusta Pastor, pero necesitaba relajarse, nada más, y a veces se despierta con los cables cruzados y le late la vena rebelde. 

Como ahora, que levanta el cuerpo del piso con ayuda de sus manos y alcanza a besar a Pastor antes de que este lo suelte de golpe y lo aparte con una mano sobre el hombro.

—Perdón, papi —dice Brian, haciendo su mejor puchero, y la manera en la que Pastor lo mira hace que se ponga colorado.

—¿Qué decís, Brian?

Por un momento se da cuenta de su error, y la vergüenza le pesa en los pulmones. Él nunca hace las cosas mal. ¿Cómo se dejó llevar así? ¿Qué esperaba que hiciera Pastor?

—Pensé-

Una risa entrecortada de Pastor lo interrumpe.

—No, te equivocaste. Te equivocaste mal. ¿Qué te pasa?

Brian se vuelve a sentar y observa en silencio como Pastor se frota la nuca y evita su mirada, como sopesando qué hacer con él ahora que sabe lo que verdaderamente quiere, lo que siempre quiso.

 —Andate, dale. Ya. Salí de acá.

Y como siempre, Brian obedece.

n/a: Una probadita de daddy kink que ni yo me esperaba pero sucedió. Si me ven editándolo después, no, no me vieron. Espero que les haya gustado uwu

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