9. Mala actitud
Capítulo 9
Mala actitud
—Gracias—sonrió dulcemente cuando le entregué una taza con chocolate caliente. Lionel en cambio estaba de pie cruzado de brazos mirando con seriedad la escena, no estaba para nada contento de que su prometida estuviera en mi casa. ¿Cómo lo había encontrado? ¿Sus hermanos lo habrán hecho también?
Dilara lucía más joven que yo, tal como había dicho Leo, éramos muy distintas. Su cabello en ondas le llegaba hasta sus pechos, era completamente naranja, sus ojos eran verdosos, labios finos al igual que su nariz y piel un poco más clara que la mía. Tenía un aspecto dulce y mejor que el de Lionel cuando llegó.
— ¿Cuántos años tienes?—no pude evitar preguntar. Me senté frente a ella en el sillón.
—Dieciocho, recién los cumplí hace poco—levanté mis cejas sorprendida. ¿Cuántos años tendría Leo entonces?—Oh, bonito collar—sonrió.
— ¿Sabes lo que es?—escuché decir al chico por primera vez.
— ¿Un collar?
Al parecer no sabía sobre la supuesta leyenda.
— ¿Recuerdas las historias que nuestros padres solían decir sobre una bruja que se enamoró de un lobo?—se acercó sentándose en el brazo del sofá. Le reproché con la mirada, no estaba cumpliendo las reglas, rodeó los ojos sentándose como era.
—Sí, lo recuerdo—asintió bebiendo un poco de su taza, la capa que traía cubría la mayor parte de su cuerpo. ¿Cómo alguien tan dulce podía casarse con un ser insoportable como Lionel? La chica era muy dulce e inocente, al menos eso daba a pensar con su físico.
—Mi abuela me lo dio en una cena familiar—dije mirándola—Ha estado en mi familia por años.
—En pocas palabras, nuestra boda está anulada.
—Leo—reproché por su crueldad.
—Es la verdad, ¿Cómo me encontraste aquí?—exigió saber siendo muy descortés. La chica parecía no molestarse su actitud.
—Seguí tu olor como pude...
— ¿También eres loba? Creí que sólo los hombres...
—Algunas mujeres nacen con ese don, son muy pocas pero es posible—explicó sonriendo un poco. Miré a Lionel sin entender, ¿Por qué no quería casarse si conservaba su parte lobuna? Algo no quedaba bien allí—Mis hermanos están furiosos contigo.
—Gracias a ellos casi muero—dramatizó—Naomi tuvo que curarme porque tus queridos hermanos quieren asesinarme por ser sincero y honesto.
— ¿Por eso huiste? ¿Preferiste ser un cobarde?
De acuerdo, eso era un golpe bajo para el hombre lobo. Notaba la furia crecer en él. Sin responder se levantó subiendo a la habitación cerrando de un portazo, Lucy apareció acariciando las piernas de Dilara. Los miré sin entender.
—Hola—dejó la taza a un lado cargándola. Acarició sus orejas provocando que ronroneara— ¿Cómo se llama?
—Lucy.
—Hola Lucy, eres muy linda, gatita—siguió hablándole con dulzura.
—Es extraño, a Lionel no lo soporta desde que llegó, creí que por ser...
—Sí, te entiendo—sonrió divertida—Desde niña siempre me han gustado los animales. Tengo algo que los trae.
—Supongo que él los aparta—susurré. Me miró sonriendo de lado— ¿Por qué viniste, Dilara?
—Estaba preocupada por él—dejó a Lucy en el suelo de nuevo. Suspiró con algo de tristeza—Sé que no le importa pero siempre ha sido así, ya sabes. Aunque ahora con el collar...
— ¿Quieres casarte con él?
No dudó en responder.
—No—sonó firme—Me preocupo por Lionel pero ninguno de los dos siente amor. No creo que un matrimonio pueda resistir de esa forma.
—Tienes razón.
—Hablé con mis hermanos antes de irme, estaba tan molesta cuando me enteré de lo que habían hecho—negó con la cabeza apenada.
— ¿Siempre han tenido problemas con él?—me atreví a preguntar.
—Astor es el mayor de los tres, es el que más odia a Lionel—explicó tomando la taza de nuevo—Caín es mi segundo hermano, a pesar de que él y Astor se llevan dos años de diferencia, siempre ha hecho lo que le digan. Es manipulable.
— ¿Tus padres que dicen sobre eso?—me crucé de brazos apoyándolos sobre mis rodillas.
—No confían en Lionel.
—Pero quieren casarte con él.
—Y nunca lo entendí—rió bajo. Noté cierta tristeza en su mirada, recordé las palabras de Lionel, incluso las criaturas sobrenaturales son crueles con los suyos, supongo que todo ser vivo tiene ese defecto en común—Gracias por curarlo.
—No me agradezcas—le devolví la sonrisa— ¿Debes irte ya?
—No creo que él quiera que me quede—se levantó. Me apresuré a detenerla, afuera nevaba con fuerza.
—Puedes quedarte hasta mañana. ¿Tus hermanos vendrían por ti?
—No lo creo—parecía segura. Lucy volvió a acariciarla.
— ¿Ves? Ella también quiere que te quedes.
Sonrió cargándola llenándola de caricias.
Toqué la puerta de la habitación al conseguirla con seguro, hace mucho que no salía de allí. Suspiré tocando más fuerte y con insistencia hasta que tuve respuesta. Su torso estaba desnudo, no llevaba camisa sólo unos pantalones. Notaba las cicatrices de las heridas, se estaba curando bien aunque todavía tomaba tiempo.
— ¿Qué quieres?
—Pasar.
Se hizo a un lado permitiéndome el paso. Cerró de nuevo cruzándose de brazos, aquello sólo hizo que sus músculos se marcaran más. Respiré profundo manteniendo la compostura.
— ¿Cómo sigue eso?—señalé las heridas. Se había quitado las vendas.
—Los lobos tardaron tres días en curarnos o quizás más, estaré bien—le restó importancia— ¿Eso querías saber?
—Fuiste muy grosero esta tarde—susurré molestándome. Bufó rodeando los ojos— ¿Por qué la tratas de esa forma? Creí que era diferente...
—Sus hermanos me hicieron esto, ¿Lo olvidas?
—Sí, porque tú te metiste con Dilara—le recordé con el mismo tono molesto—Tu problema era con ellos, no con ella.
—Si vas a darme un discurso sobre los valores, vete.
—El que debería irse eres tú—aquello salió sin previo aviso. Me acerqué a él—He sido muy buena contigo y no eres nada amable con las personas que te ayudan. Quizás Dilara si tiene razón, eres un cobarde.
— ¿Yo soy el cobarde?—avanzó hacia mí. Sonrió con ironía— ¿Quién es la que huye de los hombres cuando está a punto de dar el paso?
— ¿Quién te dijo eso?—fue mi turno de retroceder.
— ¿Quién es el cobarde ahora, Naomi?—sus ojos azules se oscurecieron un poco y su sonrisa parecía malvada ahora. Me sentía pequeña—Sí, hui de ellos pero tú huyes de lo que es natural en la vida. ¿Quién es el cobarde?
—No tienes ningún derecho a meterte en mi vida—fui hasta la puerta pero tomó mis brazos. Forcejeé para que me soltara, recibí un empujón que me envió a la cama. Lionel se sentó sobre mí deteniendo mis muñecas—Eres un idiota.
— ¿Qué sabes tú sobre mí? No sabes nada, absolutamente nada.
— ¡¿Y tú sabes mucho?!—quise golpearlo pero presionó mis muñecas—Dijiste que me ayudarías.
—Cierto, nos ayudaríamos, pero al parecer el único que tiene la mente en claro soy yo—reclamó—No quieres ayudarme, sólo quieres deshacerte del maldito collar para seguir jugando con Eric.
Algo me decía que Lauren estaba involucrada en eso.
—Eso no es cierto—contuve las lágrimas— ¡Suéltame!
— ¿Ves? Es sencillo ser cobarde, Naomi. Aunque entre ser egoísta creo que tú ganas.
No quería seguir escuchando, las lágrimas salieron y no supe porque. ¿Y si él tenía razón? Sollocé queriendo que me soltara, su rostro cambió al notarlo, ya no era el Leo de hace segundos que me reclamaba sobre mis decisiones, ahora era uno dulce.
—Omi, yo...
— ¡No me digas así!—lo empujé quitándolo de mí. Me incorporé de inmediato—Quiero que te vayas de mi casa, no me importa tu boda ni quienes te buscan. Yo sola saldré de esto—salí rápidamente encerrándome en mi habitación.
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