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4. Obediencia

Capítulo 4

Obediencia

— ¿Qué tiene que ver el collar?—no comprendí.

Sus ojos azules me miraron incrédulo, como si le hubiera dicho una broma. Al notar que realmente no entendía nada frunció el ceño.

—Tienes que estar bromeando.

— ¿Por qué?

— ¿Dónde lo conseguiste?

—Estás evitando mi pregunta principal—señalé dejando el teléfono en su sitio. Terminó la distancia casi dejándome prisionera contra el mesón, tomó el collar mirándolo con atención, como si fuera lo más interesante del mundo. Definitivamente el hombre estaba loco. Retrocedió un poco limpiando su barba.

—Las personas que me buscan están relacionadas con eso—indicó mirándome con la seriedad de hace segundos cuando lo curaba.

—Estás mintiendo—me crucé de brazos—Recién me lo coloqué hoy.

— ¿Quién te lo dio?

— ¿Quiénes te buscan?

—Naomi—reprochó—Déjame adivinar, te lo dio tu novio—guardé silencio. Si tan sólo supiera—Debes hablar con él lo más pronto posible, lamento decirte que te ha estado mintiendo—regresó a su puesto siguiendo con su banquete.

—Mi abuela—dije. Alzó su vista unos minutos—Fue mi abuela, dijo que era un regalo importante.

Observé el collar sin verle nada importante ni interesante, era obvio que el hombre mentía en mi cara. Si le seguía la corriente quizás llegaríamos a alguna parte.

— ¿Qué clase de regalo?

Decidí quitármelo. Me acerqué a él colocando el collar sobre el mesón, lo tomó observándolo de nuevo.

—Dijo que su madre se lo había dado cuando era más joven que yo—nuestras miradas se encontraron—Lo veo demasiado sencillo, ¿Qué podría tener un tonto regalo?

—Cuando sepas lo que significa verás que no es tan tonto—preferí quedarme callada. Parecía tan seguro que comenzaba a dudar— ¿Qué piensas cuando escuchas la palabra "luna"?

— ¿En la noche?—rodó los ojos. Me tomó de la cintura sentándome sobre el mesón, era demasiado confiado para hacer lo que quisiera conmigo.

—Cierra los ojos—ordenó. Suspiré haciéndolo, esto era muy estúpido—Piensa y concéntrate.

¿En qué pienso cuando escucho la palabra "luna"? ¿Qué puedo decirle? Esperaba una respuesta mientras que yo moría por una tonta pregunta. Respondí después de unos minutos.

—En un bosque, en la oscuridad, en los lobos...

— ¿Y cuando la palabra es "Sol"?

—En el día, en el calor, en el fuego...—sonreí de lado. Al abrir mis ojos, me encontré con los suyos, creí que estaría burlándose pero no.

—Te recomiendo que hables con tu abuela lo más pronto posible—me entregó el collar. Lo miré sin entender, fijé mi vista en lo que tenía en mis manos de nuevo, en casa de la abuela había notado la forma de algo entre el sol y la luna, parecía ser un lobo— ¿Te dijo algo más?

—Dijo que todo cambiaría ahora.

—Ten por seguro que así será.

— ¿Qué fue lo que te atacó?—señalé donde estaban las vendas. ¿Cómo dijo que se llamaba? ¿Leonel? No, era algo parecido. ¿Lio? ¡Lionel! Cierto.

—Unos animales—suspiró.

— ¿Por qué decidiste entrar aquí?

—Fue lo primero que vi—se encogió de hombros.

— ¿Así que tu plan principal no era robarme?

—Así es. Lamento haber entrado así, ya lo dije.

Su actitud no era muy buena y su presentación tampoco lo había sido pero recordar como tenía las heridas me dejaba cierta duda y preocupación. Tomé aire antes de decidirme.

—Te quedarás en el sofá—bajé del mesón teniendo el collar en mi mano— ¿Cuánto tiempo te quedarías?

—Tal vez más de lo pensado.

¡¿Por qué cada palabra que decía me dejaba con ganas de seguir preguntando?! Era demasiado misterioso.

—En ese caso deberás cambiarte de ropa y...asearte un poco—aquella barba lo hacía lucir viejo. Su voz era joven a pesar de ser ronca. Su cuerpo no parecía de alguien mayor—Debo tener reglas contigo, sigues siendo un extraño.

—Sabes mi nombre...

—Sólo eso.

—No tengo dinero para comprar...

—Iré mañana a ver qué consigo—noté su asombro e incomodidad—Te buscaré algo para que no pases frío.


Por la mañana fui a una de las tiendas, regresé sin perder el tiempo, no había podido dormir bien anoche con el extraño y el tema del collar. Lucy se mantenía en mi habitación para evitar la nueva compañía, al parecer estar sola no era tan malo para ella. Me serví una taza de té consiguiendo un mensaje de Melanie y otro de Lauren en el celular. Mientras contestaba pensé en lo hablado con mi hermana, quizás tenía razón, no podía dejar que mi vida siguiera avanzando.

— ¿Y bien?—giré para verlo. Casi me ahogo con el té, tuve que esforzarme para que el celular no cayera al suelo. Aquel hombre no era más que un chico de veintitantos años, la barba se había ido, su cabello castaño estaba más corto, su rostro era...muy distinto a lo que pensaba— ¿Cumplí tus reglas?—extendió sus brazos permitiendo que lo viera. La ropa que le había comprado le quedaba bien.

—Sí, sí—aclaré mi mente dejando la taza sobre el mesón—Te luce bien.

Demasiado bien.

—De acuerdo, ya cumplí lo que querías...

— ¿Quieres un poco?—ofrecí.

— ¿Qué es?

—Té.

Arrugó la nariz en forma de desagrado. ¿Qué sucedía ahora? Sus labios eran un poco más delgados que los míos, debía admitir que era más atractivo que Eric.

—Tiene miel.

— ¿Cómo lo sabes? Ni siquiera lo probaste—bebí de la taza y él apartó la vista—La miel suele darle un toque dulce y especial. No seas infantil.

—No me gusta la miel.

—Bueno, de acuerdo—rodeé los ojos. El chico era muy delicado— ¿Pero te gusta el té sin miel?

—Mi madre solía prepararlo por la noche, me ayudaba a dormir junto a mi hermana—se sentó sobre el mesón. Le reproché aquello ordenándole que bajara— ¿Qué estoy haciendo?

—Reglas, ¿Recuerdas? Para eso tienes las sillas—bufó haciendo lo que decía—Haré una lista con las cosas que no puedes hacer—le serví algo de té ofreciéndole la taza. A pesar de estar caliente lo bebió muy rápido.

— ¿Debía beberlo lento?

—Normalmente se hace así—señalé.

—Lo siento, intentaré controlarme—miró mi cuello— ¿Y tu collar?

—En mi habitación...

—No puedes quitártelo por mucho tiempo.

Mi abuela había dicho algo parecido.

— ¿Por qué?

—Tu nariz comenzará a sangrar, tu cabeza dolerá y quedarás inconsciente—reí ante eso—No es gracioso, Naomi.

—No, tú lo eres—se cruzó de brazos molesto—Vamos, deja de inventar cosas. ¿Cómo están las heridas?

—Bien.

—Déjame ver.

—Usa el collar.

—No voy a usarlo, soy alérgica...

— ¿Qué clase de alergia es esa?

—No lo sé pero no miento—bebí un poco de té—Cuando llevo collares mi cuello empieza a tener comezón y mi piel se torna roja. ¿Acaso me llevarás al hospital, señor fugitivo?

Lionel sonrió divertido. Era muy bipolar. Una gota roja había frente a mí en el mesón, junto al celular, otras dos cayeron, toqué mi nariz notando la sangre en mis dedos. El color rojo se hizo más intenso mientras más sangre salía de ella. Tomé un pañuelo mientras el idiota seguía allí mirándome.

— ¿Usarás el collar ahora?

—Está en la mesa de noche—contesté entre dientes odiándolo.

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