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39. Medicina

Capítulo 39

Medicina

La mujer sonreía todo el tiempo. Incluso con la voz chillona de Lauren quejándose de no poder preparar correctamente las galletas, ella seguía sonriendo con esa dulzura que tanto la caracterizaba. Tuvo que explicarle el procedimiento nuevamente y la niña la escuchaba con atención. Cuando regresó a la sala tomó asiento junto a mí.

— ¿Has pensado lo que pedirás esta navidad, cariño?—acarició mi cabello largo.

—Sí—asentí con seguridad—Pedí algunas piedrecillas para los collares que estoy haciendo. A mamá le gusta.

—Y son muy hermosos—besó mi frente abrazándome. Sonreí aferrándome a ella— ¿Sólo eso pedirás?

—Sí—miré sus ojos—Es que realmente quiero hacer esos accesorios. Lauren se burló de mí...

—Tu hermana tiene distintos gustos—explicó—Sabes que es muy extravagante, en cambio tú, Naomi, eres especial.

— ¿Por hacer collares?

—No, mi niña—sonrió dulcemente acariciando mis mejillas—Cuando crezcas lo entenderás.

Hubo un minuto de silencio entre ambas. Lauren logró hacer las galletas saltando de emoción y sirviendo en un plato a la abuela, incluso yo las probé, había acertado muy bien. Mientras comíamos las galletas dulces con un vaso de leche, recordé lo que había pasado en la escuela.

—Abuela, ¿Por qué las personas deben morir?—quise saber. Siempre tenía las respuestas a todo. Lauren y yo decíamos que era un libro abierto. Me miró con curiosidad—Una niña en mi salón estuvo llorando todo el día, la maestra intentó animarla pero fue imposible. Dijo que alguien de su familia había muerto.

— ¿Enserio?—Lauren ahora tenía una cara dramática. Había dejado la galleta a medio terminar— ¿Abuela también morirás?

—Todos estamos destinados a eso—nos miró—Es triste y trae mucha depresión a la familia pero también es necesario.

— ¿Por qué? Algunos aman su vida. Eso es injusto.

—Omi—reprochó con suavidad—En la vida todo es injusto, todo tiene un tiempo y nada es eterno, por más bueno que sea jamás lo será.

— ¿Quiere decir que lo malo si lo es?—Lauren también estaba tan curiosa como yo.

—No, todo en este mundo tiene un balance, un tiempo exacto para hacer lo que debe hacer—explicó dejando el vaso de leche fría en la mesa del centro. Mi hermana estaba en el suelo como yo—Por eso sus padres suelen decir que todo a su debido tiempo, nunca se debe ir con prisa, debes ir despacio para apreciar cada momento y lo que te rodea.

— ¿Estarás con nosotras por mucho tiempo, verdad?—fui hasta ella abrazándola. Lauren se unió también besando su mejilla.

—Debes enseñarme todos los postres que conoces, abuela.

Rió rodeándonos con sus brazos haciéndonos cosquillas y llenándonos de besos.

El llanto de Diego me trajo a la realidad. El niño intentando caminar por si solo se había caído golpeándose la frente, Dilara intentó calmarlo pero éste se movía en sus brazos inquietos, ni siquiera su padre pudo tranquilizarlo. Miré el árbol de navidad decorado por las luces y las bolas plateadas, tenía tres colores: Azul, plateado y blanco. Hace una semana del funeral de la abuela. Algunas veces me sentía tan tranquila que me asustaba pero otras veces simplemente me perdía en mis pensamientos.

Aquel recuerdo había sido cuando tenía unos nueve años. Lauren tenía unos doce, si mal no recuerdo. Ladeé mi cabeza recordando sus palabras. Todo tiene un balance, un tiempo exacto para hacer las cosas. ¿Quiere decir que su tiempo ya pasó? Respiré profundo bajando la mirada, ¿Por qué no pudo tener un poco más de tiempo? ¿Por qué ahora? Mi cabeza quería volver a torturarme con ese dolor.

—Naomi.

— ¿Qué?—Lionel tenía en brazos a un inquieto Diego. El niño extendía sus pequeños brazos a mí, lo recibí en mis brazos acomodándolo entre mis piernas. Besé su frente con cuidado acariciando el lugar del golpe. Limpié sus mejillas apartando las lágrimas, sus ojos avellanas se mantenían en mí— ¿Está mejor?—susurré sonriéndole un poco. Sus pequeñas manos se dirigieron a mi rostro. Las tomé besándolas provocando una sonrisa en sus labios—Sí, está mucho mejor.

Lo acerqué a mi pecho aferrándolo a mí. Respiré profundo pensando en lo irónica que era la vida, mientras algunos recién llegan otros recién se van.


Las chicas me habían convencido sobre la decoración en casa de la abuela. Mayra solía recordarme lo mucho que estaría de acuerdo en que todo siguiera con normalidad. Diego jugaba con las cosas ajeno a todo lo que pasaba, en su mundo todo era inocencia, juegos e imaginación. Lionel se unió también, tenía que agradecerle por soportarme en todos estos días.

Había hablado con mamá, nos habíamos visto hace poco. Lloramos recordando los buenos momentos con la abuela e incluso Lauren se nos unió. Fue un momento agradable, sentí que dejaba salir todo. Después de tanto pensarlo los invité a celebrar el último día del año en esa casa que tenía tantos recuerdos. Mayra había estado contenta con mi decisión.

Por las noches solía sentirme más cansada de lo normal, gracias a eso, una parte de mí deseaba regresar a Chicago para volver a la rutina.

En la oscuridad de la habitación y en medio del silencio podía ver la hora que marcaba el despertador. Era medianoche, no podía dormir con mi cabeza pensando tanto. Me giré observando a Lionel dormido, estaba de espaldas a mí pero podía ver como respiraba tranquilamente y con lentitud, coloqué mi mano allí sintiendo su piel tibia. Agradecí que no usara camisa esa noche. Sonreí de lado rompiendo la distancia, deposité dulces besos por sus hombros y parte de su espalda pasando mi mano a su pecho. Lo acaricié repetidas veces hasta que la atrapó con la suya despertando.

Se giró despacio. Miré sus ojos azules que lucían oscuros por la noche, acaricié su mejilla colocando mi frente con la suya. Respiré profundo sintiendo su brazo rodear mi cintura acercándome más a él. El nudo en la garganta quiso aparecer pero lo obligué a irse.

—Cuídalo—susurré—Tienes razón, fui muy egoísta. Diego merece estar con su padre así como estuvo conmigo—abrí mis ojos teniendo mi mano en su mejilla—Debo volver para finalizar la universidad y créeme que al terminar, regresaré con ambos para quedarme.

—Y esta vez será distinto—añadió en voz baja. Depositó un dulce beso en mi frente volviendo a mirarme—Tú, Naomi Rose, sigues siendo la misma chica de quince años—sonreí ocultando una risita—Mejor de dieciocho, no luces tan pequeña ahora—sonrió también—Ambos cambiamos pero seguimos siendo nosotros.

—Todo gracias a la abuela.

—Especialmente a ella—asintió. No me había percatado de aquella lágrima por mi mejilla, Lionel la limpió antes de que cayera—Éramos egoístas, pensando sólo en el bienestar de nosotros, nunca colocamos al otro en primer lugar. No fue sencillo, quizás la magia hizo su parte pero creo que ambos cooperamos.

—Hace un año me encontraba en la cena familiar con los demás—suspiré—Hace un año que entré a mi casa encontrando a un extraño pero atractivo fugitivo al cual mi gata odiaba desde el alma...

—No era atractivo.

—Lo eras, incluso con esa barba asquerosa...

—Oye, no estaba tan mal—se defendió con voz suave—Los lobos somos descuidados en la naturaleza, no colocamos atención a las apariencias.

—No me digas—fingí interés a lo que él causó cosquillas por mi cuerpo. Detuve sus manos con una sonrisa divertida. Sólo él podía hacerme olvidar los problemas que rondaban por mi cabeza— ¿Recuerdas cuando me preguntaste por el collar? ¿Eso de que pensaba cuando escuchaba la palabra sol o luna?—asintió— ¿Por qué lo preguntaste?

— ¿Ahora es que lo recuerdas?—rodeó sus ojos—Eres muy despistada—fingió estar ofendido. Reí bajo por su rostro gracioso de hombre traicionado. Leo al parecer estaba disfrutando el verme animada. Hace días que la depresión ha querido tumbarme en la cama pero gracias a su presencia, no ha podido—La mayoría de las mujeres que han usado ese collar suelen responder lo mismo. Cuando coincidiste con ellas supe que estaba jodido—fruncí el ceño—En el buen sentido.

— ¿Así que existen dos tipos de jodido?—bromeé—Eres pésimo como maestro. Nunca lo intentes.

—Cierto, por eso Diego tendrá suerte de que su madre le enseñe todo lo humano posible—besó mi mejilla.

— ¿Estarás ahí con nosotros cuando empiece a cambiar, cierto?

—Claro que sí—se acercó más—Jamás los dejaría, Omi. Los dos lo son todo para mí.

Besé sus labios de forma dulce y suave. Lo atraje hacia mí permitiéndole quedar sobre mi cuerpo, acaricié su cabello rodeando su cuello con mis brazos. Sin previo aviso rompió el beso tomando mi barbilla, mirándome a los ojos dijo esas dos palabras que jamás creí escuchar. Antes estaban prohibidas pero ahora...podían decirse con naturalidad.

—Te amo.

Mi corazón pareció sanar por completo. Todo el malestar de hace días desapareció en el acto, esas palabras podían ser la mejor medicina para cualquier enfermedad. Sonreí con dulzura mirando sus ojos, su cabello, sus mejillas, su nariz y finalmente sus labios que volví a besar una vez más.

—Te amo, Lionel Mason—sonreí rozándolos—Mi lobo.

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La canción iba a usarla en otra historia pero cuando volví a ver la letra supe que debía colocarla aquí. Es exactamente para este momento. El próximo capítulo será el final :) No se preocupen, la segunda parte ya tiene su portada hecha y el resumen también. Se llamará "Ojos de Lobo" Espero que les guste tanto como esta.

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