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38. Sueño eterno

Capítulo 38

Sueño eterno

Esta sería una de las navidades más tristes y terribles para mí. Especialmente para mí. ¿Por qué tenía que pasar en la primera navidad de mi hijo? ¿Por qué ahora? ¿Por qué no pude despedirme como lo hacen la mayoría de las personas? La pequeña voz en mi cabeza decía que muchas personas se han encontrado en mi situación. No todos tienen la suerte de despedirse de los que quieren. Contuve las lágrimas de nuevo, bajé la vista a mis manos, aquella rosa blanca me recordaba a la abuela. Acariciaba los pétalos suaves recordando su ternura de siempre, el color blanco era su favorito, además, le sentaba bien. Sonreí con algo de tristeza.

La mayoría de los familiares se encontraban aquí, todos reunidos para presenciar el entierro de la mujer que daba amor a todo el mundo. Me había sorprendido de ver a mis primos y tíos, los niños que estaban allí se mantenían en silencio mirando con ojos tristes e inocentes lo que ocurría. Mis padres estaban de pie en una esquina, mamá no podía dejar de llorar con la muerte de su madre. Mi padre la consolaba susurrándole algunas palabras y acariciándole el brazo.

El nudo en mi garganta no parecía querer irse. Cada vez que respiraba sólo se me hacía más complicado expulsar el aire, Lionel me acercó a él rodeando mis hombros con su brazo, recosté mi cabeza en su pecho cerrando los ojos. Diego se había quedado en casa bajo el cuidado de Dilara, la chica no soportaría estar en un funeral aunque lamentaba la pérdida, Diego en cambio me había parecido muy pequeño para traerlo a un lugar tan triste y deprimente como lo era el cementerio.

La abuela había muerto por causas naturales, su corazón dejó de latir por la noche, murió de la manera más pacífica. Cerró sus ojos cuando dio las buenas noches a Mayra y se perdió en sus sueños por la eternidad. De nuevo contuve las lágrimas sintiendo que si dejaba salir el llanto, caería de rodillas al suelo. El frío hacía el momento más cruel. La nieve cubría gran parte del lugar pero allí frente a nosotros había un gran hueco preparado para recibir el ataúd donde la abuela seguía durmiendo profundamente.

Sonreí de lado, ella jamás podría estar muerta para mí. Claro que no, todo mi ser se aferraba a creer en que ella sólo dormiría por siempre, había caído en un sueño eterno en el cual sería más feliz que ahora. En ese sueño la podía ver con el abuelo, el hombre la recibiría de brazos abiertos y la aferraría a él susurrándole cuanto la había extrañado, cuanto la había esperado. De nuevo estarían juntos. Quizás Lucy la reconozca cuando la vea.

—Omi—susurró una voz ronca. Abrí mis ojos encontrando a Leo que seguía sin soltarme— ¿Quieres dejarle la rosa?

—Puedo hacerlo si no puedes—miré a Mayra quien había venido. Era difícil no encariñarse de la abuela.

Algunos de los presentes dejaban las rosas sobre el ataúd con mucho cuidado. Mi madre fue acompañada de papá que no la soltaba, quizás por temor a que sus piernas perdieran la fuerza que parecía quedarle. Esta vez dejé que las lágrimas silenciosas aparecieran, caminé con lentitud hacia el centro sintiendo el peso de las miradas y el peso que había en el ambiente. Una vez más, agradecí el no haber traído a Diego.

El ataúd de la abuela era completamente negro. En medio de éste descansaban las rosas que los demás habían depositado después de algunas palabras, a diferencia de los demás, no tenía nada que decir. La abuela había cambiado toda mi vida en sólo un año. Siempre habíamos sido unidas pero creo que este tiempo fue el más importante de todos.

Miré la rosa dejándola con cuidado junto a las demás. El nudo en la garganta me estaba afectando el respirar, mordí mi labio sonriendo con tristeza.

"Gracias abuela, gracias por haberme cambiado tanto y por haberme demostrado la diferencia entre amar y querer. Gracias por darme el collar, el que tanto odié, lo sé. Gracias por tantas cosas...pero especialmente por haberme apoyado en cada momento. ¿Cómo olvidarlo? Gracias por haberme hecho conocer a un hombre tan especial, sin ti, nada de esto hubiera pasado. Tenías razón, me hacía falta conseguir el amor en mi vida"

Las lágrimas caían una detrás de otra. Llevé mi mano a mi boca sollozando sin contenerme más. Lionel se acercó rodeándome con sus brazos, retrocedimos mirando aquel proceso horroroso llamado entierro.


Todos se fueron uno por uno. Mis padres no se despidieron y lo entendí, yo tampoco quería hablar con nadie. Aproveché el espacio y el vacío que habían dejado los demás, me arrodillé frente a la lápida con su nombre. La tierra era fría y parecía más pesada de lo normal. Coloqué mis manos en ella suspirando y dejando salir el aire con lentitud, mis ojos cerrados contuvieron las lágrimas permitiéndome recordar cada momento de este año.

—Abuela—susurré en un tono demasiado bajo para los demás—No pude decir adiós, nunca pensé que esto pasaría, eras fuerte, ¿Qué fue lo que pasó?—ante el silencio de la pregunta respiré profundo sintiendo la suave brisa helada de invierno—Algunas personas dicen que presienten su propia muerte, ¿También la habías sentido? ¿Por eso querías que esta navidad fuera con nosotros nada más?—de nuevo no obtuve respuesta. Mi pecho dolía mientras el llanto amenazaba con salir—Gracias por todo—abrí mis ojos acariciando la tierra. Como si ella pudiera sentirla también—Gracias por la familia que tengo, ¿Qué será de mi vida sin ti?—sonreí en una torpe mueca—Te quiero, abuela, por favor saluda a Lucy si la ves. Sé que la cuidarás por mí.

En ese momento miré como una mano depositaba un ramo de flores siendo la primera en la tierra que parecía respirar con libertad sin la nieve cubriéndola. Alcé la vista encontrándome con un chico que sonreía con tristeza. Sus ojos oscuros brillaron de la misma forma, me incorporé abrazándolo con fuerza, éste me correspondió el gesto suspirando.

—Lo siento mucho, Naomi—susurró en mi oído—Estoy seguro de que fuiste la mejor nieta que pudo tener.

—Pudo ver lo que más quería—sonreí un poco separándome—Ansiaba ver que la menor de la familia finalmente sentaba cabeza formando su propio círculo.

—Algunas veces la vida es injusta, todos nacemos, aprendemos mientras envejecemos y...

—En un instante todo puede irse—finalicé— ¿Cómo te enteraste de la noticia?

—Lauren me escribió. Quería llegar a tiempo para despedirme también.

—Lo hiciste—acaricié su brazo. Eric sonrió de lado observando el ramo de flores—Y estoy segura de que le gustaron—señalé.

— ¿Naomi?—giré mi cabeza encontrándome con Lionel quien se acercaba. Tomó mi mano acariciándolo, de su boca salía vapor por la baja temperatura— ¿Todo está bien?

—Sí—asentí—Él es Eric, Eric, él es Lionel. El padre de Diego.

—Gusto conocerte, Naomi me habló mucho de ti—extendió su mano y el chico la aceptó. Para mi sorpresa se mantuvo sereno, quizás no quería armar un escándalo en este momento. Aún me sentía mal y probablemente esté así por unas semanas hasta que supere la muerte de la abuela.

—También me ha hablado de ti—sonrió un poco— ¿Eras amigo de su abuela?

—Algo así.

— ¿Por qué no vamos los tres a tomar algo caliente? No creo que pueda soportar un minuto más en este lugar—intervine escondiendo mi mano libre en el bolsillo de mi chaqueta.

—Por supuesto—aceptó Eric con una sonrisa. Lionel imitó su gesto mirándome.


La cafetería estaba algo llena pero no tanto para ser escandalosa. Hablaba con los chicos en algunas ocasiones pequeñas, Eric y Lionel compartían opiniones sobre algunos intereses o cosas que parecía llamar su atención. Tal como esperaba, Eric preguntó por Diego. Quería mantener una conversación entre ambos pero el peso en mi pecho seguía impidiéndome respirar con normalidad.

Mayra estaría en casa con Dilara y el niño, quizás cuando lo tenga en brazos me sentiré mejor. No. Eso era mentira. Esa sensación de estar perdida en el mundo empeoraría, me disculpé para ir al baño y allí sollocé otros segundos. Mi padre decía que cuando necesitara llorar, que lo hiciera, si llegaba a contenerlo todo entonces explotaría lastimando a los demás.

Me miré al espejo al limpiar mi rostro, el agua se mezclaba con las lágrimas, mis ojos avellanas estaban oscuros, no tenía brillo, las ojeras bajo ellos comenzaba a notarse. Solté mi cabello intentando tener un mejor aspecto, quise sonreír para animarme pero no pude hacerlo.

La abuela no estaba conmigo, se había ido. Me dolía más el hecho de que hace poco había hablado con ella, estuvimos planeando la mejor navidad para Diego, estaba tan ansiosa como el resto. Dilara y ella intercambiaron ideas sobre los platillos para esta temporada pero...todo se fue. Todo se esfumó. Respiré profundo cerrando mis ojos, no quería llorar, no quería hacerlo. Me sentía como una niña pequeña que necesitaba compañía o podría perderse.

Cuando me sentí mejor, regresé con los muchachos, ambos me dedicaron una pequeña sonrisa de apoyo. Eric comenzó a buscarme conversación mientras que Lionel me animaba a responder. Ese gesto me hizo sentir un poco más tranquila, ambos colocaban lo mejor de sí para hacerme sentir bien y debía admitir que lo estaban logrando sin mucho esfuerzo.

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Debo admitir que este capítulo me provocó un nudo en la garganta mientras lo escribía ya que algunos pensamientos de Naomi los tuve hace meses. En abril de hecho. La canción me pareció la mejor para el momento, describe perfectamente lo que Omi no llega a decir en voz alta. En fin, espero que les guste. Me costó bastante :/

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