35. Decisiones
Capítulo 35
Decisiones
— ¿Por qué piensas eso?
—Sólo respóndeme.
—No, no lo estoy—respiré con alivio—Al menos eso creo.
— ¡Mayra!
—Jamás nos cuidamos, ni siquiera me había preocupado por eso hasta ahora—señaló levantándose con algo de inquietud—Tiene sentido. Estaba muy pensativo y no quiso dar muchos detalles sobre lo que pasó.
—Necesitas hacerte la prueba.
— ¿La prueba?—me miró confusa.
—Sí, para saber si estás en estado—negó con la cabeza caminando de un lado a otro—Mayra, debemos estar seguras.
—Me he sentido bien, no he tenido ningún cambio en mi cuerpo.
—Desde que llegué no has dejado de llorar.
—Oh, mierda—llevó sus manos a su cabeza— ¿Qué haré si resulta ser cierto? Lionel no me lo perdonará, mis padres no pueden saberlo, ellos...no lo entenderían y Astor...—su rostro se tornó a uno triste. Pude ver las lágrimas acercarse entre sus ojos.
—Respira—tomé sus brazos—Si te alteras no conseguirás nada. ¿Has notado algún cambio además de estar sentimental por todo?
—Yo...—su mirada iba a todos lados. Realmente estaba histérica y alterada.
—Mayra, mírame—centró su atención en mí—Todo estará bien, fuiste la única en adivinar sobre mi embarazo, conoces los síntomas, dijiste que tu madre había sido el mejor ejemplo cuando esperaba a su segundo hijo.
—Sí, cierto—respiró profundo un par de veces. Sus ojos azules siguieron llorosos pero se contuvo mejor esta vez—He tenido una mala alimentación pero es por culpa del estrés, la depresión y todo lo demás. Tu abuela me ha brindado una mejor comida de la que estoy acostumbrada...
— ¿Has tenido náuseas?—negó con la cabeza.
—Solías tener muchas náuseas en un comienzo—me recordó.
—Algunas mujeres tienen distintos síntomas, no todos los embarazos son iguales—sus manos temblaron y sus labios se tornaban pálidos— ¿Te has desmayado?—volvió a negar con la cabeza aunque se apresuró a responder.
—Sólo dos veces pero por el estómago vacío—tomó mis brazos esta vez—No puedo estar esperando un hijo de Astor. ¿Sabes lo que eso significa? No quiero que me odie.
—No te odiará. ¿Has tenido algún...atraso en tu período?
—No sé.
— ¿Cómo que no sabes?
—Nunca es constante, desde niña he tenido problemas con eso.
—Oh, Dios.
—No pienso regresar—dijo decidida—Si hay algo en mi interior creciendo no pienso regresar con mis padres. No soportaría estar entre cuatro paredes escuchando sus voces—de nuevo los sollozos volvieron—Quiero alejarme de todo, Omi.
—Shh—tuve que consolarla nuevamente.
— ¿Está todo bien?—escuché decir a la abuela cuando entró a la sala mirándonos con preocupación. Negué con la cabeza sin soltar a la chica.
—No sabemos si Mayra está embarazada—sus ojos se abrieron como platos—Pero estamos seguras de que el padre es Astor.
—Dios mío—se acercó con cuidado— ¿Mayra es eso cierto? ¿Por qué no dijiste nada, cielo?
—Porque no creí que fuera posible, no pensé en eso—contestó con voz ahogada sin soltarme. Esto se estaba complicando cada vez más. Algo me decía que no podría volver a Chicago por un mes más— ¡¿Qué demonios me pasa?!
—No te alteres, recuerda lo que hablamos—acaricié su brazo—Ahora mismo iré a una farmacia. Regresaré y haremos la prueba de embarazo. ¿De acuerdo?
— ¿Cómo se supone que eso funcione?
Sonreí con dulzura. Era obvio que Mayra no sabía nada sobre eso. Toda su vida había vivido en el bosque, los lobos no usaban pruebas de embarazo o exámenes de sangre. Si se sentían mal debían recurrir a la naturaleza.
—La abuela te lo explicará. Cuando regrese quiero que estés más tranquila.
—No tardes, por favor—pidió.
Mi celular había recibido un mensaje de Lionel preguntando donde andaba. Debía volver a casa antes del anochecer, mis padres llevarían a Diego y quería estar allí para recibirlo. El ver a Mayra tan alterada y nerviosa me recordó cuando Bianca había dado la noticia de mi embarazo. Nunca se sabía cómo se reaccionaría con la idea de ser madre. Sí, daba miedo, todavía me aterraba y creo que jamás terminas acostumbrándote a serlo.
— ¿Está listo?—preguntó la abuela al verla salir del baño.
— ¿Enserio esto funciona?
—Debemos esperar unos minutos.
— ¿Y si tiene un error?—reí un poco por la forma en que miraba el pequeño aparato.
— ¿Cómo fue cuando tu madre supo que estaba en estado?—pregunté.
—Su vientre comenzó a crecer—se encogió de hombros. La abuela sonrió un poco. Las tres estuvimos en silencio en la sala, cuando los minutos pasaron dejé que fuera ella la que diera el resultado— ¿Qué dice?
—Positivo.
Miré a Mayra quien se mantuvo demasiado tranquila para mi gusto. Mantuvo la vista en la prueba que tenía mi abuela en sus manos, ambas intercambiamos algunas miradas de preocupación. Toqué el hombro de la chica buscando su mirada. Sus manos temblaban.
— ¿Estás bien?—susurré—Podemos hacer exámenes para que estés segura...
—No.
—Mayra, cielo, si estás segura de que no lo estás...
—No quiero exámenes—volvió a decir con seguridad interrumpiendo a la mujer. Hubo otro rato de silencio, aún esperaba la reacción alterada y el llanto pero nada apareció—Estoy en estado—asentí manteniéndome callada. Sus ojos azules fueron hacia algún punto lejano de la sala—Voy a tener un bebé.
— ¿Le dirás a los demás?—preguntó con cautela la abuela mientras se sentaba a su lado—Tarde o temprano lo sabrán.
La que mejor entendía a la chica en esos momentos era yo. Sabía que miles de emociones pasaban por todo su cuerpo y los pensamientos probablemente estén volviéndola loca. Por esa misma razón no quise alejarme.
—No quiero regresar—repitió.
—Mayra, eres una loba...
—No quiero regresar—repitió entre dientes ignorando lo que la abuela decía—Si llego a entrar al bosque terminaré volviéndome loca. Quiero quedarme—tomó mi mano— ¿Vas a ayudarme, cierto?
—Haré lo que tengas en mente—asentí.
No pude dormir muy bien por la noche. La mayor parte del tiempo me dedicaba a acariciar el cabello de Lionel que dormía profundamente. Había rozado con la yema de mis dedos las marcas en su brazo, esas que Astor había hecho cuando llegué. Pensaba una y otra vez en Mayra. Sentía las ganas de contarle a su hermano lo que estaba pasando pero había prometido no ser yo la que le contara. Mayra hablaría con él cuando estuviera lista para hacerlo.
Había dejado un mensaje a Lauren. Sólo preguntaba como estaban las cosas y que en ocasiones la extrañaba. Por la mañana durante el desayuno, Diego reía con las cosquillas de su padre. Éste llenaba sus mejillas de besos y el niño reía contagiándome. Dilara comenzaba a estar más tiempo en casa lo cual no me molestaba en lo absoluto. Había visitado a mis padres en pocas ocasiones, por alguna razón me sentía sin aire cuando estaba en su hogar.
Había entrado sola al bosque. El lago que tanto conocía tenía esa dura capa de hielo, esta vez mantuve distancia mientras recostaba mi pared del árbol sentándome entre sus raíces. Cerré mis ojos sintiendo el frío y poco a poco fui quedándome dormida. Al despertar encontré una figura frente a mí sentada en la nieve. Me mantuve neutra por fuera pero en el interior estaba sorprendida de verlo.
Su cabello rubio era corto pero un poco más largo que el de Lionel. Sus ojos verdosos estaban fijos en el lago, su mandíbula estaba tensa y sus labios apretados. Poseía unos brazos fuertes además de una espalda ancha. Aquella piel era algo pálida. Noté la barba que comenzaba a formarse en su rostro. Respiró profundo con los brazos apoyados en sus rodillas. En ese momento giró su cabeza observándome.
— ¿Hace mucho que estás ahí?—pregunté.
— ¿No deberías estar asustada?—su voz fue algo grave y seria.
—Eso es lo que esperas de todos—Mayra vino a mi mente junto a la noticia del embarazo. Ese chico vengativo y cruel iba a ser padre. ¿Cómo era eso posible?— ¿Visitas el lago muy seguido?
—En esta temporada muy poco—apartó la mirada suspirando— ¿No se supone que deberías estar en casa con tu mocoso?
—Algunas veces es bueno respirar aire fresco—contesté estirándome un poco. El cuello me dolía por haber dormido mal. El día estaba oscureciendo—Pareces pensativo.
—No me digas, sabes la razón de eso—bufó.
— ¿Quieres a Mayra?—fui directa.
—Tú lo dijiste, sólo la usé—se encogió de hombros.
—Ella te ama—ignoré sus palabras—Puedo jurar que es su primera vez. ¿Cierto Astor?—me miró con seriedad sin responder—No voy a fingir estar asustada, de querer hacerme daño lo hubieras hecho mientras dormía.
— ¿Eso fue lo que le gustó a Lionel?—entrecerró sus ojos un poco— ¿Una humana con carácter irritante?
— ¿Por qué no le dices lo que sientes?
— ¿Por qué te interesa saber lo que pasa entre Mayra y yo?
—Porque ella es mi amiga, me ayudó en muchas ocasiones y yo quiero devolverle el favor—contesté con seguridad— ¿Puedes responderme ahora?
Suspiró con cansancio. Sabía que no me daría por vencida así de sencillo. Echó un vistazo al lago antes de mirarme para hablar. Lucía tranquilo pero al mismo tiempo agotado.
—Mayra no es romántica y yo tampoco lo soy. ¿Contenta?
—Eso no es todo.
—Así son las cosas.
—Incluso la mujer más dura del mundo ansía saber lo que es el romance, ¿No crees?—insistí sin temor a que se enfadara—Aquí estás tú, ¿Por qué tener tantos encuentros con ella si sólo es sexo? No creo que la estés usando.
—Eres demasiado extraña.
—Debes cambiar, Astor.
— ¿Para qué?—bufó— ¿Por quién? ¿Por ella? ¿Por qué el mundo no cambia a mi manera? Eso sería mejor.
—Vaya—dije asombrada—Esos mismos pensamientos solía tener Lionel cuando nos conocimos.
— ¿Estás comparándome con ese idiota?
—No, es obvio que ambos son totalmente diferentes—sonreí un poco. Sus ojos verdosos oscurecían un poco mientras la noche seguía cayendo—Esa necesidad de lastimar a los que tienen cerca no puede ser normal. Mayra se enamoró de ti incluso sabiendo lo que eres.
—Y de nuevo Mayra—rodó los ojos.
—La quieres.
—No es tu problema.
—Pero la quieres.
— ¿Sueles conversar sobre los sentimientos de tus enemigos, Naomi?—usó un tono oscuro—Ten cuidado, nunca es bueno entrar a la boca del lobo.
—No te odio, incluso después de todo lo que has hecho no lo hago.
—Te felicito—fue sarcástico.
Me incorporé sacudiendo mi pantalón de la nieve. Cuando me disponía a marcharme lo escuché.
— ¿Sabes dónde está?
— ¿Quién?—sentí sus ojos en mi espalda. Sonreí de lado adivinando—Dijo que no regresará.
— ¿Por cuánto tiempo?
—Necesita recuperarse—me giré mirándolo—Está pasando por un duro momento y no está lista.
—Espero verla pronto.
Bianca llegaba hoy al pueblo, la abuela se quedaría en casa acompañando a Mayra quien no quería estar sola. Lionel no tocaba el tema pero podía saber cuando pensaba en ella. Se notaba en su mirada. Dilara miraba con curiosidad el collar en la caja. Le interesaba saber más sobre la magia. Cuando la chica llegó a la puerta de mi casa no había cambiado en nada, su cabello estaba más largo y liso. Saludó a Lionel, se presentó ante Dilara y no pudo evitar pellizcar las mejillas de Diego al conocerlo.
— ¿Aquí está?—preguntó cuando tomó la caja.
—Sí.
—Lo queremos lejos de nosotros—comentó Leo teniendo al niño en brazos.
—Eso esperaba—sonrió burlonamente. Sus ojos fueron a mí—Conseguí algo entre los libros viejos de mi casa.
— ¿Es bueno?—se adelantó Dilara.
—Existe una forma de regresar las cosas a su naturaleza original—prosiguió—Más bien es un intercambio.
— ¿Qué clase de intercambio?—insistió el chico.
—Puedes ser un lobo como antes pero necesito a alguien dispuesto a entregar su parte—fruncí el ceño apoyando mis manos de la silla donde Lionel estaba sentado. Diego extendió sus brazos a mí y tuve que cargarlo.
— ¿Te refieres a...?—Dilara fue interrumpida.
— ¿Conoces a alguien que sea capaz de darte su lado lobuno?
—Eso es imposible—señaló serio.
— ¿Qué pasaría con esa persona?—intervine.
—Sería alguien humano por el resto de su vida—señaló con una pequeña sonrisa—Todo tiene un precio y ese es el precio que debe pagar la persona que decida entregarte su magia lobuna.
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Creo que este capítulo es el más largo hasta ahora. No sé cuantos capítulos exactos quedan para el final pero estaré avisando n.n
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