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31. Acción y reacción

Capítulo 31

Acción y reacción

Diego reía en brazos de su abuela quien no dejaba de hacerle cosquillas. Su risa llegaba a cada rincón de la casa, mientras desayunábamos debía admitir que no había sido tan malo el haber venido. Mayra se unió al rato algo adormilada ya que recién se había levantado. No pude evitar sonreír al recordar lo que había visto. Esperé el momento exacto para hablar con ella.

Mientras Lionel hablaba con su madre antes de irnos. Tomé el brazo de la chica llevándola a la cocina. Sostuve a Diego con el otro brazo mirándola picaronamente.

— ¿Quieres contarme algo, Mayra?

— ¿Algo de qué?—se cruzó de brazos estando confusa.

—No lo sé—me encogí de hombros mientras el niño jugaba con mi collar— ¿Qué hiciste anoche?

—Estuve caminando un rato—se apoyó del mesón.

— ¿Con la nieve cayendo?

—El frío no nos hace mucho daño.

—No puedo creer que no me lo digas—insistí fingiendo decepción— ¿Era él? ¿El chico del que hablaste la otra vez?—sus mejillas se tornaron rosas. Sonreí al adivinarlo— ¿Cómo se llama?

—Ehh...yo...

—No estés nerviosa ahora, anoche parecías muy concentrada en esos besos intensos—palideció haciéndome reír—Tranquila, no le dije a tu hermano, tu secreto está a salvo conmigo. Dime, ¿Cómo se llama?

—Ehh...—jugó con sus manos pasándolas por su cabello luego. Me parecía gracioso que estuviera nerviosa cuando ella misma había dicho ser muy...expresiva con todo—Naomi, él... ¿Enserio no lo conoces?

— ¿Debería hacerlo?

—No puedo decirte.

—Prometí no decirle a nadie—Diego llevó el collar a su boca—Dijiste que confiabas en mí.

—Lo sé pero...—volvió a vacilar—Esto está mal. No debería estar con él, los sentimientos están mal, es obvio que son aventuras de una noche...

—Estoy segura de que es algo más que eso—seguí sin entender—Estabas muy...distinta cuando hablamos en casa.

—Lo siento.

—Omi—miré a Leo en el marco de la cocina—Hora de irnos.


El bosque se mantenía cubierto de nieve. Lionel llevaba al niño ahora, éste iba entre risas y sonrisas. Había despertado muy alegre el día de hoy. Sentí algo de temor cuando lo arrojaba y lo atrapaba en el aire, el pequeño en cambio parecía disfrutar de eso. Había quedado algo pensativa con lo de Mayra, había sido muy raro y extraño. ¿Qué sentido tiene contarme el inicio pero no el final? ¿Estaba escondiendo algo?

— ¿Estás bien?—Leo rodeó mis hombros con su brazo—Estás muy callada. ¿Sigues molesta por haber venido?

—Gracias por recordármelo—pasé mi brazo por su cintura mirando la nieve. Besó mi mejilla haciéndome sonreír de lado— ¿Crees que tu padre se enfade cuando sepa que estuvimos allí?

—Fue por voluntad de mi madre.

—Lo que menos quiero es meterte en más problemas.

—No lo estás haciendo—se detuvo besando mis labios por unos minutos. Diego al parecer no estaba contento ya que interrumpió el momento comenzando a moverse inquieto haciendo pucheros. Su padre intentó calmarlo pero fue peor ya que comenzó a llorar.

—Debe tener hambre...

—Que hermosa imagen tengo frente a mis ojos—una voz masculina hizo que Leo de inmediato nos cubriera con su cuerpo. Me tensé al suponer quien era, Diego seguía llorando— ¿Quién iba a decirlo? Lionel Mason siendo padre de un mocoso humano.

—Ese mocoso tiene parte de lobo—gruñó. Intenté mirar pero el chico me lo impedía. Me esforcé por calmar a Diego— ¿Qué estás haciendo aquí?

—Sólo quería conocer al niño que ha dado mucho de qué hablar.

— ¿A qué se refiere?—quise saber. Tuve que obligar a Lionel que se moviera un poco. Frente a nosotros había un chico musculoso, ese cabello rubio...— ¿Tú?—no pude ocultar el asombro. Acto seguido dije su nombre—Astor.

—Gusto conocerte finalmente, Naomi—sus ojos verdosos fueron al niño—También al niño. Tuviste suerte de que fuera más a ti y menos al animal de su padre—sentí la mano de Lionel en mi brazo. En vez de retroceder, me giré entregándole al niño unos minutos.

—Creo que tenemos muchas cosas de que hablar...

—No tenemos nada de qué hablar—negó con la cabeza—Lo hecho, hecho está, ¿No?

—Eso no quiere decir que un niño deba pagar por los errores de su padre—avancé un poco. Su mirada se fijó en el collar y luego en mí—Incluso, no es necesario manejar a tu hermano como si fuera una marioneta—recordé la muerte de Lucy— ¿Por qué no recibí visitas de tu parte en mi casa?

—Naomi, vámonos—insistió Leo con preocupación.

No estaba nerviosa. El chico podía atacarme, cierto, pero eso no hacía desaparecer las ganas que tenía abalanzarme sobre él por cada maltrato hacia Lionel y cada tortura hacia mí, además, debo agregar el hecho de andar haciéndole ilusiones a la hermana del chico. ¡Claro! Mayra no quería darme nombres porque sabía que iba a matarla literalmente. ¡¿Estaba demente o qué demonios le pasaba a la gente?!

—Fue bueno aclarar ciertos puntos...

— ¿No te parece que ya lo has dejado bastante en claro?

—No, jamás es suficiente—se acercó. De inmediato sentí a Lionel tomando mi brazo. Volví a soltarme sin ser capaz de callarme—No te metas en esto.

—Lamentablemente debo hacerlo si el nombre de mi hijo está dentro del problema—reté— ¿Qué crees que estás haciendo con Mayra?

— ¿Mayra? Omi...—el lobo sonrió con malicia cruzándose de brazos— ¿Qué está pasando?

—Estás jugando con ella—seguí avanzando—Estás jugando con sus sentimientos, eres un maldito cobarde, crees que puedes tener todo lo que quieras pero muy dentro de ti sabes que no es cierto. Esto ya no se trata sobre lo que Lionel dijo o no sobre tu hermana—apunté sin detenerme—Estás celoso, estás celoso de no tener lo que el hombre lobo que odiabas pudo tener. ¿Sabes que fue? Una familia. A pesar de la magia y los problemas seguimos juntos. Cuando consigas a una chica capaz de eso, no dudes en avisarme. ¿Quieres?

Se inclinó hacia adelante mirándome fijamente. Mantuve la frente en alto sin temerle.

—Debes tener cuidado cuando entras a la boca del lobo, Naomi.

—No me das miedo—susurré. Sonrió con una falsa alegría, en segundos estaba contra un árbol con su mano en mi cuello. Lionel no dudó en abalanzarse sobre él después de dejar a Diego entre un arbusto que lo sostenía perfectamente. Tosí un poco por la falta de aire perdiendo de vista a los dos chicos, en su lugar, se encontraban dos lobos compartiendo mordiscos y garras.

"¿Qué se supone que debo hacer ahora?"

Ambos eran idénticos. No podía diferenciar quien era quien. Me apresuré a buscar algo que pudiera ayudarme, mis manos apartaron la nieve. Jadeé por mis dedos congelados, dolían al moverlos, sostuve un palo de madera que parecía ser fuerte. Al girarme conseguí al animal gruñéndome mientras mostraba sus dientes dispuestos a desgarrarme. No quedaba duda alguna de quien era.

Sus ojos eran verdosos. Tenían un color humano pero no reflejaban ningún sentimiento parecido.

Miré hacia atrás retrocediendo con el palo en alto, Diego había comenzado a llorar de nuevo, mi corazón latió con fuerza. Mierda. Toda acción tiene una reacción.

—Aléjate de mi hijo—gruñí. Cuando el lobo se acercó para morderme golpeé con fuerza entre sus costillas con el palo. Escuché un quejido mirando al que suponía que era Lionel, estaba inmóvil en el suelo aunque su pecho seguía moviéndose. Respiré aliviada, seguía vivo pero debía alejar a Astor del niño—Vamos, no te rindas—reté provocándolo de nuevo. Como era de esperarse, era un animal, actuaría como tal—Sí, eso es. Ven—retrocedí alejándolo de Diego y de Lionel. Al tener cierta distancia respiré profundo antes de comenzar a correr.

El plan estaba saliendo bien. Tenía toda su atención, ¿Ahora qué? ¿A dónde se suponía que debía correr? ¿A casa de los padres de Leo? No. Estaba muy lejos. Me cansaría antes de llegar. Había pensado en el plan A sin formar un plan B para casos como estos.

Mis pulmones comenzaron a arder, mis piernas estaban agotándose cuando escuché un aullido que hizo eco en todo el bosque. No podía ser Astor... ¿O sí? La nieve amontonada sólo hizo que mis piernas se hundieran retrasándome. Coloqué todo de mí en moverme con la respiración jadeante. El lobo estaba a pocos metros de mí, cuando pasaba por un tronco caído no me percaté de la colina que había.

Al caer por ella mi mano dejó de sostener el palo de madera. No sé cuánto tiempo estuve rodando pero al llegar, mi frente se golpeó contra algo duro que crujió. Todo me dio vueltas estando borroso. Otro aullido hizo eco en el bosque, el collar me comenzó a parecer más pesado. Intenté levantarme pero me encontraba muy mareada para hacerlo. Astor estaba allí mirándome con extrema tranquilidad.

—Cobarde—susurré. Cerré mis ojos unos segundos llevando mi mano a mi cabeza, el crujido de algo me hizo preguntarme donde estaba. El sonido me era conocido. Cuando mi vista se aclaró fue que noté donde había caído. Era un lago convertido en hielo puro, no sabía si formaba parte del lago que Lionel y yo visitábamos pero la capa que estaba bajo mi cuerpo comenzaba a quebrarse—Mierda—intenté moverme pero sólo formaba más grietas. El lobo se había ido. Estaba sola—Diego, por favor, Dios, no dejes que le pase nada—mi corazón latió con más fuerza.

Estaba recostada boca arriba, cada simple movimiento de mi cuerpo formaba más grietas. El agua estaba terriblemente fría, no creo que el hielo no haya afectado en la temperatura. Contuve las lágrimas de angustia y desesperación.

—Tranquila, tranquila, debe haber una forma—susurré a mí misma. El dolor en mi cabeza era fuerte pero no me preocupaba por eso en este momento. Escuché un gruñido que me hizo ver a la orilla, estaba a pocos centímetros de allí. Los ojos del lobo eran azules, al levantarme un poco para verlo mejor, fue que el hielo no soportó más peso—Lio...—y el agua helada me hizo hundirme en la oscuridad adormeciendo todas las extremidades de mi cuerpo.

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La canción es una de mis favoritas de Florence. En mi opinión, queda con este capítulo y por eso lo coloqué. Espero que les guste.

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