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29. No puedes evitarlo

Capítulo 29

No puedes evitarlo

Mis padres habían conocido a su nieto, estaban más contentos de lo que pude imaginar. Podía jurar que vi a mi padre aguantar algunas lágrimas de felicidad. El tema de mi hermana no se tocó. Eso quería decir que mamá no sabía sobre eso. Durante la visita exigí que no dijeran el nombre de Lionel. Mucho menos si iban a decir algo malo. Sí, estaba defendiéndolo y era capaz de más.

Mi casa, mi antiguo hogar estaba exactamente igual. Leo había ido algunas veces con la abuela para limpiar, el chico se sentía más libre por el bosque, pasaba más horas allí junto a Mayra. Las veces que me conectaba en la laptop aparecía el nombre de mi hermana para iniciar una conversación. Aún seguía molesta por sus palabras, Eric había dejado algunos mensajes en el correo deseándome suerte y claro, recordándome que podía confiar en él cuando quisiera.

Si me ponía a pensarlo era extraña pero admirable la relación que teníamos. El chico me amaba, de eso no había duda, incluso cuando me amaba permitía que fuera con el verdadero hombre que quiero. Fue él quien me animó. Eric era un chico totalmente diferente al resto, siendo humano podía marcar la diferencia, eso me gustaba. No era lo típico de siempre.

Hace dos noches había decidido escribirle a Bianca. Al pensar en ella decidí dejarle un mensaje a su correo que me había dejado por uno de los mensajes de texto. Probablemente tarde en responder, no creo que me haya olvidado, el collar no se lo permitiría. Algunas veces lo miraba por horas pensando en todas las manos que lo han sostenido. ¿Cómo era posible que cosas así existieran y todos desconocieran de eso?

Los humanos sabían sobre la Magia Blanca y la Magia Negra pero no se compara a lo que he descubierto en este tiempo.

En ocasiones cuando estoy sentada en cualquier rincón de la casa pienso en Lucy. Su plato de comida estaba en uno de los estantes de la cocina. No pude evitar recordar ese momento tan terrible, la imagen de su cuerpo insistía en venir a mi mente pero me esforzaba por enfocarme más en los buenos momentos con ella. Sólo los que me conocen en realidad sabían lo mucho que significaba esa gata para mí.

Dilara apareció unos pocos días después de mi llegada. Estuvo contenta de verme, no pudo dejar de llenar de besos a Diego quien comenzaba a malhumorarse de tantos cariñitos. Lionel había pasado más tiempo con él, me encantaba verlo reír cuando ambos jugaban. La casa parecía contagiarse de su risa inocente. Momentos así quería que perduraran para siempre.

Muchas veces, cuando era niña, escuchaba a mis padres decir: "El tiempo pasa volando cuando se trata de niños"

—No me dijiste la razón de tu corte—señalé. Mayra estaba conmigo en la cocina mientras preparábamos algo para cenar.

— ¿Qué tiene de malo hacerse un cambio?—se encogió de hombros— ¿Cómo te has sentido?

—Bien—me limité a responder.

— ¿Sigues odiando a mi hermano por no contarte lo que pasó?

—Sigo molesta por eso pero estamos bien.

— ¿Están bien?—asentí mirándola—Vamos, Naomi. Sé que los dos tienen relaciones desde que llegaste—agradecí no estar bebiendo o comiendo nada. De lo contrario me estaría ahogando. Mis mejillas se tornaron rojas, ardían con fuerza. Mayra sonrió divertida— ¿Qué tiene de malo decirlo?

—No es eso, sólo...no me gusta ser...detallista en eso—aclaré mi garganta.

—Entiendo—hubo unos minutos de silencio. Pude escuchar unas risas desde la sala. Cuando me proponía a servir la mesa, Mayra rompió el silencio de nuevo—Conocí a un chico.

— ¿Enserio?—sonreí alegrándome por ella.

—Hace mucho que nos conocemos realmente—Lionel había dicho algo sobre su matrimonio con un chico que se fue de la tribu. Estaba claro que se trataba de otro—Todos lo odian, créeme, es muy terco, insoportable...

—Tu hermano era insoportable, sigue siendo terco pero...—hice una mueca sin terminar. Ella rió un poco ayudándome con la mesa.

—Te aseguro que éste es diferente—colocó los platos en su sitio mientras me encargaba de los vasos y los cubiertos—Mis padres no lo saben. Hasta ahora sólo tú.

— ¿Leo no lo sabe?—detuve lo que hacía— ¿Por qué me lo cuentas?

—Porque confío en ti—sonrió de lado. Suspiró y noté cierta preocupación en su mirada—Porque una tonta idea de que él podría cambiar vino apareciendo en mi cabeza, no sé qué hacer, lo veo y me siento de mil maneras...

—Estás enamorada, eso es lo que pasa—señalé.

— ¿Crees que él también sienta lo mismo?

— ¿No te lo ha dicho?

—No es muy expresivo pero cuando estamos juntos pareciera ser una persona distinta—la forma en que hablaba me hacía sonreír. Mayra estaba tontamente enamorada, se notaba en cada gesto—Sé que no te gusta hablar de esto pero disfruto cada momento juntos. Me encanta escucharlo agitado, me encanta tenerlo sólo para mí, sus labios parecen ser lo más irresistible del mundo.

—Cada cosa que dices lo comprendo muy bien—le recordé—En mi opinión, deberías hablar un poco más con ese chico sobre los sentimientos. No me gustaría verte con un corazón roto, Mayra.

—Mamá nunca dijo algo parecido.

—Tómalo como un consejo—acaricié su hombro—Hazme caso.

Sin previo aviso me abrazó con fuerza.

—Gracias.


Desperté por la mañana encontrando la habitación en silencio, por la ventana sólo veía una capa blanca. Al parecer la neblina no se iría por un rato. Recosté mi cabeza de nuevo en la almohada estando con las sábanas hasta la cintura mientras me encontraba boca abajo. Diego seguía dormido en su cuna, podía ver su pequeño pecho subir y bajar. La puerta se abrió cerrándose con cuidado, Leo se acercó a la cama depositando un delicado beso en mi frente.

—Buenos días—susurró tomando asiento junto a mí. Sentí su mano en mi espalda.

— ¿Dónde estabas?—hablé en el mismo tono. Se encargó de cubrirme un poco más.

—Mayra acaba de irse—jugó con mi cabello—Dilara apareció más temprano.

— ¿Está abajo?

—No, sólo vino a decirme algo—fruncí el ceño algo confundida. Me acomodé mejor hasta quedar sentada, seguía teniendo sueño pero quería saber lo que pasaba. Coloqué algunos mechones de mi cabello largo detrás de mis orejas.

— ¿Qué pasó esta vez?

—Mi madre habló con ella—tomó una de mis manos evitando verme—Le preocupa que Mayra pase más tiempo aquí que en su hogar—suspiré dispuesta a discutir pero con el niño durmiendo sería imposible—Y dijo también que quiere conocerlo.

— ¿A quién?

—A nuestro hijo.

— ¿Lo dices enserio?—me esforcé por mantener el volumen bajo de mi voz. Los ojos azules del hombre lobo me miraron. Sabía que esta conversación iba a pasar—Ambos dejaron en claro que no quieren nada...

—Mi padre no desea saber nada sobre tú y Diego pero mi madre parece interesada.

— ¿Quieres que lleve a mi hijo con ella?—bufé.

—Te recuerdo que es nuestro hijo—habló firme.

—Pues no piensas como un verdadero padre lo haría—acusé alejando mi mano—Ella no va a conocerlo. Suficiente tengo con Astor cazándonos. ¿No crees que es extraña tanta tranquilidad?

—Astor no les hará daño.

— ¿Sabes cuántas veces te he visto con cicatrices o con sangre reseca?—la voz fue subiendo—Perdí la cuenta.

—Mi madre quiere conocerlo, es su abuela, así como conoció a sus abuelos maternos ahora es mi turno—señaló—Es mi hijo, puedo decidir por él así como tú lo haces.

—Ni se te ocurra sacar a Diego de esta casa—advertí.

—Deja que lo conozca.

—Si quiere conocerlo tendrá que venir ella misma.

—Mi madre no se atreverá a venir—rodeé los ojos—Papá no la dejará acercarse a los humanos.

— ¿Y crees que si aparecemos allí será buena idea?

—Omi, por favor—suplicó tomando mi rostro—Ella quiere conocerlo y yo quiero presentárselo. Con problemas o sin problemas, sabemos que tanto ella como mi padre son y serán siempre sus abuelos— ¡Maldita sea! Ahora me sentía culpable de algo que no podía saber con exactitud—Astor no los lastimará, mucho menos con mis padres estando cerca.

Eché un vistazo a la cuna y luego a su padre. Respiré profundo un par de veces. Lo que él decía era cierto pero lo que yo decía también tenía razón. Una voz en mi cabeza decía que mientras más pronto mejor. Si me negaba, tendría este tema hasta que fuera la hora de irme.

— ¿Cuándo nos iremos?

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