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25. No lo necesito

Capítulo 25

No lo necesito

Desperté con la lluvia cayendo afuera. Suspiré pasando mi mano por el cabello mirando el techo. Había soñado con un bosque, el agua corría proveniente de un río. Casi podía jurar que sentí la fría brisa de la naturaleza, había sido relajante y por un minuto quise que fuera real. Nunca terminaría acostumbrándome a Chicago. Eso ya lo sabía, quizás después de terminar la universidad regresaría a Alaska con mi hijo.

Me levanté estirando cada parte de mi cuerpo mientras bostezaba un poco. Fui hasta la cuna de Diego encontrándolo despierto, tenía su chupón entre sus labios manteniéndose quieto.

—Buenos días, cariño—susurré tomando su pequeña mano. Duré unos minutos con él antes de ir al baño para cepillar mis dientes. Lauren se había ido a trabajar al igual que Vincent, hace una semana que se podría decir que estaba de vacaciones lo cual era mentira. Lo que menos había hecho era descansar, Mike iba a clase de música dejándome sola con el niño. Cuando todo estaba en silencio aprovechaba los minutos de paz.

Arreglé a Diego después de bañarlo con agua tibia, Eric pasaría por nosotros para desayunar juntos. El niño se quedaba tranquilo cuando debía vestirlo. Algunas veces podía ser tan tranquilo como yo y tan inquieto como su padre.

Me apresuré a arreglarme dejando de lado la toalla húmeda. Escogí algo sencillo pero que me mantuviera abrigada, últimamente llovía mucho y el frío no faltaba aunque no era tan fuerte como al que estaba acostumbrada. Eric nos esperaba afuera, sus ojos oscuros brillaron al verme. Sonrió cuando me acerqué a él, Diego pasó a sus brazos sin quejas.

— ¿Listos para irnos?—asentí forzando una sonrisa.


Las mesas en la parte de afuera del restaurante era mejor que estar adentro. Sentía la brisa, había arbustos llenos de flores, plantas reales y falsas, las personas pasaban frente al lugar enfocadas en sus asuntos. Diego reía con Eric mientras éste jugaba con él. Sonreía mirándolos. Sí, la imagen era hermosa pero lo sería aún más cuando Lionel esté en su lugar.

La mujer que nos atendía trajo nuestro desayuno y las bebidas para luego retirarse. Eric colocó al niño en su coche que había traído, éste se quedó tranquilo mientras nos miraba.

— ¿Comió algo antes de venir?

—Sí—contesté pinchando algunas frutas con el tenedor— ¿Qué tal estás tú?—pregunté cambiando el tema. Eric vivía en Nueva Orleans, me había ofrecido ir allí muchas veces pero en Chicago tenía algunos amigos que le habían dado trabajo en un banco. El chico veía billetes todo el tiempo.

—Bien—llevó algo de comida a su boca. Cuando tragó continuó— ¿Cómo te sientes hoy? ¿Dormiste bien?

—Lauren no controla lo que dice cuando está molesta—negué con la cabeza comiendo sin ganas pero tampoco quería rechazarle el desayuno—No tiene derecho a juzgarme.

— ¿Vincent las escuchó?

—No pero supongo que ella le contó—lo miré—Realmente quiero ir, Eric.

—Entonces hazlo—tomó mi mano sobre la mesa. Me quedé mirando ese gesto unos minutos—Si estás segura de que el padre de Diego estará ahí, hazlo.

— ¿Lo dices enserio?—susurré.

— ¿Es lo que quieres, no?

—Sí, claro—no supe si alejar mi mano—Sólo me incomoda un poco hablarlo contigo considerando...

—Que me gustas—finalizó. Asentí y él sonrió de lado sin soltarme—No me gusta verte triste, me preocupa cuando lo estás, desde que nació el niño no dejas de pensar en ese hombre—bajé la mirada avergonzada de que tuviera una idea tan...deprimente de mí—Lo importante es lo que será bueno para Diego.

Tomé el collar jugando con él. Recordé el sueño de anoche suspirando.

—No quiero discutir con mi hermana ni con mis padres sobre lo que decida hacer...

— ¿Tienes dieciséis años acaso?—sonreí de lado pensando en la terrible comparación que había hecho Lionel cuando nos conocimos. Era pésimo adivinando— ¿Regresarás después de eso?

—Por supuesto, debo estar aquí para la universidad—contesté sin dudarlo. Retomé el desayuno y él igual— ¿Viajarás el próximo mes?

—Estoy pensándolo. Pero dime, ¿Qué harás cuando lo vea?

—No lo sé—eché un vistazo a Diego que se había quedado dormido. Siendo honesta no tenía ni idea de cómo reaccionaría cuando volviera a verlo aunque debía admitir que lo había extrañado—Estoy seguro de que será natural.

— ¿Natural?

—Sí, Leo...—contuve mis palabras. Casi digo que ya lo sabía—lo aceptará bien.

— ¿Y si eso no pasa?

—No pasará.

— ¿Pero y si llegara a suceder?—bebió un poco de limonada.

—Entonces terminaré convenciéndome de que fui una estúpida—contesté para calmarlo en su inquietud. Aquello no pasaría—Y sabes que lo fui.

—No creo que seas estúpida, nunca lo he creído—aseguró señalándome con el tenedor—Sólo mírate, estás luchando.

—Todos estarán contentos de conocer a Diego, finalmente la familia está más tranquila después del embarazo—llevé algunos bocados a mi boca notando el silencio. Eric frunció el ceño estando serio.

— ¿Sólo ves al niño como una obligación?

—No. Por supuesto que no, amo a mi hijo—me apresuré a decir—Sólo digo lo que es cierto. Todos esperaban que terminara casada y con hijos, tengo sólo una parte de eso.

— ¿Piensas casarte?

Sus ojos se encontraron con los míos por unos segundos. Sonreí de lado masticando.

—No estoy lista, lamento desilusionarte—rió un poco negando con la cabeza—Bastante he tenido con ser madre y ser esposa sería el límite. Quiero esperar.

— ¿Le propondrás matrimonio al chico?—esta vez fue mi turno de reír por eso— ¿Qué harías si su padre te dice algo así?

—No va a pedirme que me case con él.

—Siempre debes pensar en "Y si..."

Lionel no me pediría eso. Ninguno de los dos estábamos listos para casarnos y además no quería casarme. ¿Vivir toda mi vida con una persona? ¡No! Tampoco significaba que me gustara dormir con cualquier hombre que tuviera enfrente pero era muy joven, ¡Dios! Soy un desastre en estos momentos, intento llevar las cosas pero algunas veces exploto como anoche que lloré con Eric. El matrimonio es algo que quizás nunca haría en toda mi vida.

—Lo rechazaría—levantó sus cejas sorprendido.

—Pero lo amas.

—Eso no significa que deba casarme.

—Eres extraña, ¿Lo sabes?—rodeé los ojos—Amas a alguien pero no eres capaz de unirte a ese alguien en la iglesia.

—Tengo mis razones.

— ¿Enserio?

—Sí y no me mires así—señalé. Levantó sus manos en señal de rendirse—Sé lo que hago. Diego puede mantenernos unidos pero cuando esté lista para firmar un papel donde me entregue a alguien, te lo haré saber.

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