OO6: Deportes
Pareja principal: Midoriya Izuku x Katsuki Bakugo (DekuKatsu)
Autora: NatsukiHaru
Día 6.
« Frío vals »
Por encima vez se sentía como un complemento idiota, había logrado colarse en la pista de patinaje sin que nadie lo viera, como lo había estado haciendo las últimas semanas. Era un jovencito estúpido de eso no tenía duda, pero no podía evitarlo el verle moverse sobre el hielo era lo más emocionante de su día.
Amaba el sonido que hacían sus cuchillas al deslizarse en la helada superficie, adoraba los increíbles saltos que daba y le fascinaba la forma elegante en que caía con un aterrizaje fluido y suave, nada comparado a la forma ruda y casi violenta con la que se movían él y sus compañeros al jugar al hockey.
De alguna forma se terminó enamorando de aquel deporte, el cual su madre jamás le dejaría practicar y no tenía el valor de ir contra los deseos de la vieja bruja o de meter en medio de una posible discusión a su comprensivo padre, quien de seguro se pondría de su lado.
En ocasiones deseaba tener la suficiente libertad para tomar las riendas de su vida, pero era difícil con una mujer tan autoritaria como su madre, debía sentirse afortunado de que su padre fuera tan distinto a su malhumorada esposa.
Un fuerte sonido lo hizo apretar las manos con fuerza, en la pista quién patinaba terminó cayendo de trasero sobre el hielo resbalando un poco, de seguro aquel golpe le dolería más tarde, Bakugo lo sabía por experiencia propia.
"Levántate", pensó el rubio mientras miraba al patinador de cabello verdoso.
El muchacho se levantó del hielo y continuó practicando, realizando nuevamente el salto que acababa de fallar, pero en esa ocasión le salió a la perfección, aterrizando en uno de sus pies sobre el hielo antes de dar un par de giros.
"¿Cómo no puede ser algo masculino? ¡Está sonriendo después de tremendo golpe! El inútil de Kaminari se levanta quejándose cada vez que cae", dijo en sus adentros al recordar la forma tan absurda en que habló su madre una vez que vio practicar al peliverde.
El muchacho en la pista se detuvo y se dirigió a una de las salidas, por lo que Bakugo veía ese día no estaba con su entrenador como era usual, ahora el joven de cabello verde se encontraba solo probablemente repasando su rutina, tan dedicado como siempre.
Bakugo Katsuki, quién estaba practicando con su equipo varias semanas atrás, se había topado con Midoriya Izuku, un patinador artístico muy talentoso y de renombre, y había quedado flechado al instante.
Izuku practicaba casi todos los días, información que logró obtener del encargado de la pista de patinaje. Era un joven dedicado y enfocado en sus metas, por lo que había oído decir de su entrenador, eso le agradaba, le gustaba la gente determinada que se esforzaba. También logró escuchar sobre la próxima competencia en la que el peliverde participaría, al parecer era algo grande e importante.
El saber eso solo lo hizo desear verlo durante la competición, quería apoyarlo y darle ánimo desde las graderías, incluso estuvo buscando videos de las antiguas competencias de Midoriya. Era magnífico, aquellos trajes que resaltaban su belleza, sus movimientos perfectamente sincronizados con la música y su sonrisa, era tan atrayente y hermosa.
Una sonrisa adornó el rostro del joven escondido, recordar sus búsquedas le aceleraba el corazón, se sentía como si estuviera haciendo algo prohibido, aun si no fuese así, aunque realmente prefería ver a Izuku en la vida real como lo hacía en ese momento.
Bakugo se quedó mirando fijamente al joven patinador mientras este se echaba su sudado cabello verde oscuro hacia atrás al mismo tiempo que bebía agua de su botella gris con estampado de estrellas.
Todavía agazapado en su escondite, Katsuki se permitió un instante para admirar el cuerpo del peliverde. Ver sus fuertes piernas en aquella licra negra ajustada y refunfuñar por el suelto suéter color mostaza. ¿Era mucho pedir el ver sus marcados abdominales a través de los apretados buzos que de vez en cuando utilizaba?
—Es hermoso —suspiró Bakugo al ver a Izuku dejar la botella a un lado.
—Gracias, ¿creo? —dijo el peliverde viendo en la dirección en donde se encontraban escondido Katsuki—. El capitán del equipo de hockey de la universidad, ¿me equivoco?
Bakugo se quedó inmóvil en su lugar, su rostro se puso completamente rojo y sintió un vacío enorme en el estómago. ¡Lo habían descubierto! ¿Qué podía ser más vergonzoso que ser visto espiando a su amor platónico?
De pronto escuchó el sonido de los patines contra el hielo y quiso salir corriendo del lugar sin mirar atrás, sin embargo, sus malditas piernas no le hicieron caso, se quedaron clavadas en su lugar siendo completamente inútiles.
—¿También te gusta el patinaje artístico? —preguntó Midoriya al lado de él.
Sin más remedio que levantarse y responder, pues el salir corriendo para ese punto solo lo dejaría todavía más en ridículo, Bakugo se enderezó y miró al precioso peliverde por fin, después de semanas, de cerca.
"Tiene pecas", pensó Katsuki al ver las constelaciones que adornaban el rostro del patinador.
—Am, ¿no te gusta? —Volvió a intentar Izuku.
—¡Si me gusta! —gritó Bakugo sonrojándose en el acto.
—Soy Midoriya Izuku —se presentó el peliverde.
—¡Soy Bakugo Katsuki!
Una pequeña risita se escapó del peliverde al ver al gran y musculoso jugador de hockey completamente nervioso con su presencia. Era realmente tierno en persona y eso que siempre había pensado que Bakugo era alguien aterrador.
—Kacchan, ¿te gustaría patinar conmigo? —preguntó el pecoso con voz dulce.
—¿Kacchan?
—Me gusta ponerle apodos tiernos a las personas.
El rubio cenizo se sentía en las nubes en ese mismo instante. ¡Su amor platónico le acababa de poner un apodo! Fue algo bueno que no lograra moverse de su lugar, pues gracias a eso pudo subir de nivel en su relación, de completo extraño a conocido.
Le fue inevitable el apreciar el bello rostro del hombre frente a él. Su piel era blanca y cubierta de diminutas pecas, sobre todo en el puente de la nariz y sus mejillas, sus ojos eran de un verde oscuro muy parecido al de su cabello y sus labios eran un poco gruesos, de un tono rosado demasiado apetitoso.
—Kacchan —dijo la suave voz del patinador—. Tierra llamando a Kacchan.
—¿Ah?
La cantarina risa del peliverde llenó el lugar haciendo que las mejillas del rubio se tornaran de un delicado color rojo.
—¿Quieres patinar conmigo? —preguntó Izuku unos momentos después.
—No sé patinar como tú lo haces.
—No hay necesidad, solo quiero moverme por la pista contigo como si bailáramos un vals —explicó el pecoso tomando la mano de Bakugo—. ¿Tienes patines o debes ir a pedir unos prestados?
—Y-ya regreso. —Katsuki salió corriendo a toda prisa, provocando que se tropezara con un escalón y cayera al suelo—. ¡Estoy bien!
Con un sonrojo que le llegaba a las orejas, el rubio cenizo corrió hacia la parte de adelante de la pista para buscar a uno de los trabajadores del lugar.
—Disculpa —dijo al ver a un muchacho rubio que usaba la fea camiseta naranja que era parte del uniforme del sitio—. Quiero tomar prestados unos patines.
Buscó en su maletín el carnet de estudiante mientras caminaba hacia la ventanilla de atención. Solo levantó la cabeza cuando encontró el escurridizo rectángulo plastificado.
—¿Tú no tienes patines ya? —dijo Monoma Neito, el insoportable capitán del equipo de fútbol americano—. ¿O será que lograste algo con la florecita patinadora?
El sonido de un fuerte golpe se escuchó en el solitario lugar, un par de gotas de sangre mancharon las baldosas color azul y un pequeño gemido de dolor perturbó el ambiente.
Monoma jamás se lo esperó, Bakugo era un hombre gritón, malhablado y malhumorado, pero como el dicho decía, perro que ladra no muerde. El rubio nunca había agredido a nadie, por eso en ningún momento sintió miedo al burlarse y fastidiar al imponente capitán del equipo de hockey.
—Métete tu comentario homofóbico por donde te quepa y dame la maldita planilla y los putos patines —pidió Katsuki con voz calmada, sin embargo, aquel tono en vez de ser tranquilizante era aún más aterrador.
Poco después el rubio cenizo regresaba a la pista con los patines en la mano. Izuku se encontraba allí esperándole sentado en una de las bancas usando una enorme chaqueta color violeta.
—Pensé que habías escapado de mí —dijo el peliverde cuando Bakugo se encontraba frente a él.
—No lo haría nunca. —El rubio se sentó al lado del patinador y comenzó a cambiarse los zapatos por los patines.
Bakugo se levantó y fue hasta la pista a esperar al pecoso. Se sentía nervioso, nunca creyó que algo así le sucedería, literalmente su amor platónico le acababa de invitar a bailar, además, para volver todo aún mejor, podría verlo patinar de cerca sin la necesidad de esconderse entre las sillas de las graderías donde apenas y podía ver lo que Izuku hacía.
Vio como el peliverde se quitaba la chaqueta dejándola a un lado, tomaba su maletín y sacaba de él un pequeño bafle color blanco, lo encendía antes de dejarlo en la silla y regresaba a la pista poniéndose justo frente a él.
Música suave empezó a sonar, sin duda alguna se trataba de un vals, la mano de Izuku se posó suavemente en la cintura del rubio mientras que con la otra tomó una de sus manos.
Por pura inercia Bakugo colocó su mano libre en el hombro del pecoso, entonces se dejó dirigir por este por toda la pista deslizándose suavemente sobre hielo al compás de la música.
En un principio se sintió tímido y rígido, pero a medida que la melodía le inundaba los sentidos y el calor que desprendía su acompañante lo embriagaba, pudo percibir como su cuerpo se relajaba y sus movimientos se hacían cada vez más fluidos y naturales.
En algún punto terminó cerrando los ojos, disfrutando de la pequeña corriente de aire helado que le pegaba en el rostro y de la firme presión de las manos que le sujetaban, empero antes de que pudiera sumergirse por completo en aquella relajante sensación sintió como su cuerpo daba una vuelta completa para quedar de nuevo frente a Izuku.
Se asustó por un momento abriendo sus ojos al instante, no se esperaba algo así, sus dos rubíes se posaron en el sonriente rostro del patinador quien le miraba fijamente.
—No te dejaré caer, no te preocupes. —Al terminar de decir aquellas palabras volvió a hacerlo girar, pero esta vez no terminaron frente al otro pues el pecoso soltó a su acompañante para alejarse de él.
Katsuki estuvo a punto de replicar, sin embargo, se quedó en silencio al ver como Izuku empezaba a hacer su rutina, la misma que tanto lo había visto practicar, pero en esa ocasión no llevaba aquella dulce sonrisa que siempre tenía en su rostro al realizarla, en cambio, una más pícara y lujuriosa adornaba sus labios.
Cada movimiento fue aún más fluido de lo normal, la habitual elegancia fue reemplazada por una sensualidad increíble y los giros y saltos se veían todavía más prefectos. No sabía nada de patinaje artístico, pero Katsuki estaba seguro de que aquella rutina que se encontraba presenciando era merecedora de la calificación más alta que le pudiesen dar.
Las manos del patinador volvieron a tomarlo, ambas a cada lado de su cintura, esa vez fue sostenido desde atrás y guiado con delicadeza. Otra tonada mucho más suave sonaba envolviéndolos en una atmósfera casi romántica.
—¿Confías en mí Kacchan? —preguntó Izuku.
—Te acabo de conocer —contestó Katsuki.
—Los dos sabemos que eso no es cierto.
Aquellas palabras hicieron que el rubio se detuviera por un momento, siempre creyó que nadie lo había visto escabullirse en la pista y mucho menos que Izuku le hubiese descubierto espiándolo.
—No te preocupes por eso —dijo Izuku incitando suavemente al rubio a volver a moverse, cosa que logró—. Solo confía en mí.
Poco después, cuando volvieron a tomar cierto ritmo, Midoriya deslizó suavemente una de sus manos hasta una de las piernas de Bakugo alzándola con cuidado para que no perdiese el equilibrio.
Katsuki se asustó al verse inclinado demasiado cerca del hielo, cualquier error y terminaría con su rostro deslizándose sobre el frío suelo, además la velocidad con la que iban era un poco vertiginosa en esa posición, empero no hizo algún movimiento extraño, sabía que eso podría causar que los dos terminaran cayendo.
En aquella posición dieron un par de vueltas rápidas en círculo que casi hacen a Bakugo darle un infarto, para luego ser soltado e impulsado con precisión para que diese un giro completo él solo y quedar de nuevo entre los brazos del pecoso siendo abrazado.
—Lo hiciste genial Kacchan —felicitó Midoriya—. En un principio creí que terminaríamos cayendo, pero te dejaste guiar magníficamente.
—Casi se me para el puto corazón —comentó el rubio deteniéndose provocando que su acompañante hiciera lo mismo.
Apenas y estaba logrando que su corazón se tranquilizara un poco cuando este volvió a palpitar todavía más aceleradamente. Sin previo aviso los suaves labios del patinador se presionaron contra los suyos en un casto y delicado beso.
—¿Te parece bien si vamos a tomar un café caliente? —sugirió Midoriya al separarse solo un par de milímetros de los labios de Katsuki—. Yo invito.
—Si —aceptó en un suspiro Bakugo.
—Entonces andando.
Hola, volví a ustedes con este día, lo curioso es que soy pésima en los deportes, espero que les gustara el sexy y coqueto Izuku patinador y el acosador y tímido Katsuki.
En un principio no tenía ni idea de que escribir, pero empecé el primer párrafo, luego imaginé una pista de patinaje sobre hielo y pues así resultó todo.
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