O28: Festival
Pareja principal: Katsuki Bakugo x Midoriya Izuku
Autora: NatsukiHaru
Día 28.
« Durazno »
Despertó en la cómoda almohada en la que había dormido los últimos dos días. Izuku se estiró sacando de su cuerpecito toda la pereza que lo embargaba, había sido unos días de los más extraños, había estado rodeado de comodidades y lujos, además de que prácticamente solo se mantenía en el hombro de Kacchan todo el día.
—Saludo a su majestad el emperador consorte, luna del imperio —saludó Kendo quién en ese mundo era una sirvienta—. He venido a preparar su baño.
Era incómodo a más no poder, Midoriya aún no se acostumbraba a la formalidad con la que le hablaban, cada vez que lo hacían sentía que se moriría de la vergüenza, pero no decía nada, se suponía que él estaba acostumbrado a eso, después de todo estaba haciendo el papel de príncipe.
En su tiempo en ese mundo estando sobre el hombro del rubio cenizo, pudo obtener mucha información sobre su nuevo entorno, cosa que le había servido para no estar tan perdido cuando los demás se dirigían a él.
Descubrió que el imperio gobernado por Bakugo era el territorio más extenso y poderoso del continente, siendo seguido únicamente por el reino de los elfos, del cual se supone él provenía. De resto había otros reinos y principados más pequeños ubicados al norte y este, de los cuales poco y nada sabía Izuku, solo que estaban brindando su apoyo para la guerra que se avecinaba.
También descubrió que las personas en el palacio le tenían a Katsuki más miedo que respeto, lo podía ver en sus ojos y en su manera de hablarle. ¿Por qué le tenían miedo si él era tan amable? Desde la perspectiva de Izuku, aquel Bakugo era demasiado considerado, había cuidado de él de una forma que ni en sus más locos sueños había hecho su Kacchan.
Muerto de vergüenza como había estado las últimas dos veces que había sido bañado, el peliverde se dejó hacer por Kendo, quién restregó su piel con esmero usando un paño y luego lo vistió con aquellas ropas sueltas y delicadas. Se sentía como un muñeco cada vez que hacían eso, sin embargo, había notado que Bakugo recibía el mismo trato cada mañana, es por ello que no se negaba, supuso que eso era lo normal.
—Deku —dijo el emperador al entrar en la habitación—. Veo que estás listo, eso es maravilloso.
—¿Por qué estás tan feliz Kacchan? —En algún punto del día anterior el peliverde había terminado llamando al rubio de esa manera tan familiar.
—Llegó la ropa del sastre real, justo a tiempo por cierto, mañana es la coronación —comentó el rubio tomando a Izuku entre sus manos para besarle la cabeza.
Aquellos gestos de afecto se habían vuelto comunes en esos dos días. Bakugo estaba maravillado con la belleza del príncipe Izuku, y era un hombre que se caracterizaba por tomar las oportunidades para lograr sus objetivos.
El pequeño pecoso en sus manos no era su esposo, era verdad, se veían idénticos de pies a cabeza, pero, a diferencia del príncipe, el pequeño hombre no le era indiferente, además de que le era demasiado fácil el hablar con él, expresarse con él e incluso sincerarse con él.
Deku era alguien listo y un estratega nato, como lo había demostrado en el consejo de guerra el día anterior, eso le agradaba a Bakugo, le gustaba sentirse apoyado por su pareja, mostrando que eran un frente firme, una alianza perfecta, como había pasado en aquella reunión.
—Vamos a ir con Mina para que te regrese a tu tamaño real y después comprobaremos que los preparativos para mañana estén listos —comunicó el rubio con una sonrisa mientras se dirigía al taller de la bruja de la corte.
—Hoy hay mucho ajetreo —dijo Izuku mientras observaba a las personas ir y venir con premura solo deteniéndose para dar una reverencia al pasar junto a ellos.
—Desde temprano empezaron a llegar los dignatarios extranjeros y los nobles de mi imperio —informó el rubio cenizo—. Todos tendrán mucho trabajo estos días. Por cierto tus padres llegan por la noche.
Esas palabras le sacaron una mueca al pecoso. Una cosa era engañar a personas que no conocían bien al verdadero príncipe, pero los padres de este eran una historia distinta, además de que no podría evitarlos como estaba haciendo con Iida, eso crearía malos entendidos.
—Estarás bien, relájate —pidió el rubio cenizo mientras subía las escaleras al taller de Mina.
—Kacchan... y si digo algo que no debería o me preguntan algo que no sé, no soy muy bueno mintiendo.
El rubio se detuvo y miró al pequeño peliverde en su mano. Se veía demasiado tierno en ese momento, con la mudada baja y jugando con sus dedos.
—Entonces no mientras.
—¿¡Qué!? —exclamó Midoriya al escuchar las palabras de Katsuki. No podía estar diciéndolo en serio—. Pero tú dijiste que si alguien se entera sería desastroso.
—Lo sería, pero a lo que me refiero es que no le hables a los reyes elfos del pasado solo mencionarles las cosas que has vivido los últimos días —aclaró el rubio—. Si te hablan del pasado intenta cambiar el tema de forma sutil.
Después de hablar, Bakugo siguió subiendo las escaleras hacia el ruidoso taller donde probablemente la enérgica Mina estaría haciendo alguna de sus locuras mientras bailaba por todo lugar.
—¡Di ah! —exclamó la mitad hada justo en el momento en que atravesaron el umbral del taller.
Izuku tragó la sustancia que le fue embutida en la boca de manera brusca, sabía dulce, demasiado empalagoso y muy viscoso, aquella pócima se le pegó en la garganta bajando de forma perceptible por su laringe y esófago.
—Agua por favor —rogó el pecoso mientras se daba golpes en el pecho en un inútil intento de ayudar a la sustancia a bajar.
Pocos segundos después de haber tragado el para nada apetitoso brebaje, Deku sintió su cuerpo arder desde su estómago, sus huéspedes y músculos dolieron terriblemente haciéndolo gritar y podía escuchar un fuerte pitido en sus oídos.
—¡Qué le hiciste bruja de mierda! —gritó Bakugo llevando al agónico peliverde hacia su pecho de forma protectora.
—Deshacer algo hecho por Shigaraki no es fácil, y en caso de lograrse él se asegura que sea tortuoso, un seguro de protección en su maleficio —comentó Mina con calma.
—¡Pudiste habernos dicho!
—Nada hubiera cambiado de haberlo hecho, igual le iba a doler. —Encogiéndose de hombros la mitad bruja caminó hacia una de sus mesas y continuó con su trabajo.
—K-Kacchan —se quejó Izuku sosteniendo con sus manitas uno de los collares que portaba el emperador.
—Tranquilo ya pasará —arrulló el rubio cenizo sin saber qué hacer.
Pasaron los minutos, unos diez para ser exactos, Izuku lloriqueaba mientras Katsuki le acariciaba la espalda con delicadeza, entonces el peliverde sintió como si algo estallara dentro de él haciéndolo gritar aterrado. Unos segundos después cayó de forma abrupta al suelo sosteniéndose de Katsuki en un inútil intento de detener su caída.
Hubo un momento de silencio mientras ambos hombres se orientaban. El dolor en el cuerpo de Izuku se había desvanecido, se sentía mucho mejor, la brisa que provenía de la ventana pasaba sobre él ayudándole a bajar el terrible calor que tenía relajándolo bastante, terminó acomodándose mejor en la calidez sobre la que estaba, casi quedándose dormido.
—Bueno, Deku si quieres saber cómo fue la noche de bodas debiste preguntarlo antes —soltó Bakugo con un tono de burla.
Ambos estaban en el suelo, Katsuki abajo y el héroe arriba, Izuku se encontraba desnudo, sonrojado y sudoroso.
—Bonita escena me han regalado —dijo la Ashido contemplando a ambos hombres—. Por cierto, buen trasero su majestad.
—¡La ropa! —gritaron ambos hombres al unísono levantándose del suelo.
Con premura Bakugo se quitó la capa de cuero negro que llenaba puesta y la colocó sobre el peliverde cubriendo su desnudez. Izuku sostuvo los bordes de la prenda para cerrarla sobre su cuerpo.
—Nos vamos —gruñó Bakugo al notar como Mina hacía todo lo posible para darle otro vistazo al atractivo cuerpo del peliverde.
Al escuchar las palabras de Kacchan, Midoriya intentó levantarse, pero cayó al suelo de inmediato, sentía como si sus piernas fueran de gelatina, no tenía mucha fuerza en su cuerpo en ese momento.
—Por cierto, por un rato te sentirás sin fuerzas —mencionó la bruja mientras colocaba un recipiente de vidrio en una de las mesas—. Son efectos secundarios de la pócima.
Mina apenas había terminado de hablar cuando Izuku sintió como era levantado del suelo.
—Vamos para que descanses un momento antes de ir a probarnos los trajes que usaremos mañana —comentó el emperador un poco más calmado.
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El peliverde fue puesto en la gran y cómoda cama de Bakugo con delicadeza, para él era un poco incómoda la situación, sobre todo porque el rubio se quedó de pie a un lado viéndole fijamente.
Bakugo por su parte se sentía maravillado, en ese tamaño el parecido con su esposo era increíble. Su piel blanca manchada de pecas, sus largas y fuertes piernas y estaban descubiertas hasta sus muslos, su delicada figura llena de firme musculatura, su angelical rostro mofletes regordetes cubierto de aquellas infantiles manchitas y sus grandes y brillantes ojos esmeralda.
—Kacchan, necesito ropa, por favor —pidió Izuku con voz temblorosa sintiéndose completamente cohibido.
No obtuvo respuesta, en cambio el rubio cenizo se sentó a un lado de la cama inclinándose hasta quedar con el rostro a centímetros del suyo.
—Eres hermoso —susurró el rubio.
—¿Kacchan? —Izuku estaba confundido. ¿Por qué Bakugo estaba tan cerca?
Se quedó mirando al hombre sobre él, Izuku jamás estuvo tan cerca de su amigo de la infancia por tanto tiempo. Era tan apuesto como el explosivo héroe, de rasgos masculinos, ojos rojos expresivos y brillantes, piel blanca levemente quemada por el sol, suave e impoluta; su cabello rubio de apariencia tan suave que producía en el pecoso el deseo de acariciarlo y sus rosados labios apetitosos lo llamaban a besarlos, devorarlos por completo.
Se besaron, sus labios se unieron en un ritmo tranquilo y dulce. Las manos de rubio retiraron la tela que cubría el cuerpo del más pequeño, mientras que las manos de Izuku acariciaban la espalda y nuca del Katsuki.
El beso se volvió más demandante, el rubio terminó sin darse cuenta sobre el cuerpo de Deku, acariciando y tocando toda la piel expuesta para él, una de sus manos recorrió su costado pasando por su cadera y levantando la pierna del peliverde para ponerla sobre su cuerpo.
—Kacchan —suspiró Midoriya cuando su cuello fue atacado con delicados y húmedos besos.
Se sentía maravilloso, la calidez de sus cuerpos, la suavidad de sus pieles, los dulces sonidos de gusto.
Se escuchó el sonido de la ropa del dragón siendo quitada de su cuerpo y después Deku pudo sentir como el desnudo cuerpo de Bakugo se encontraba sobre el suyo, como sus excitados miembros se rozaban.
Volvieron a besarse mientras sus manos exploraban el cuerpo del otro delineando cada músculo, cada curva. Izuku abrió sus piernas flexionando sus rodillas permitiéndole a Kacchan el posicionarse allí.
—Mi Deku —susurró Bakugo antes de sentir como uno de sus hombros era atacado con besos, mordidas y lamidas de parte del hombre bajo él.
—Kacchan, Kacchan, te amo Kacchan —decía Izuku entre gemidos sintiendo como una mano abría sus glúteos.
Bakugo metió un par de dedos en su boca humedeciéndolos para luego llevarlos hacia el apretado aro muscular del pecoso.
Estaba introduciendo el primero mientras acariciaba el miembro del otro hombre, Izuku debajo de él soltaba gemidos llenos de placer apresándolo en un fuerte y demandante abrazo, entonces la puerta de la habitación fue abierta con estrépito.
—Hermano encontré al fugitivo —dijo un pelirrojo fijando su mirada en las personas sobre la cama—. ¡Oh! Veo que él ya está aquí.
—¡Lárgate pelo de mierda! —gritó el emperador lanzándole una almohada al recién llegado.
En ese momento de sorpresa la claridad llegó a Izuku, quién avergonzado se quitó al rubio cenizo de encima tomando la capa para cubrirse y salir corriendo del lugar.
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—Deku, sal de allí, debemos ir a supervisar los preparativos, medirnos los trajes y... —Estaba mencionando Bakugo antes de ser interrumpido.
—Tú no eres mi Kacchan —declaró un mortificado héroe—. Perdóname, yo estaba haciendo eso pensando que eras él, no es justo contigo.
—No debes disculparte, yo estaba haciendo lo mismo —confesó el dragón recostándose contra la puerta de la habitación del príncipe elfo, donde Izuku se había escondido—. Estamos realmente jodidos, esto es una porquería, pero quiero que sepas que tú también me gustas, más allá de que te parezcas a él.
—Lo mismo me pasa contigo, aun así, yo amo al Kacchan con el que crecí —contestó el pecoso avergonzado.
—No tenemos que torturarnos con esto —sugirió Bakugo—. Podemos disfrutar de nuestra compañía mientras esto dure.
Hubo silencio mientras Midoriya reflexionaba en aquel ofrecimiento, al final decidió que no le hacía mal recibir cariño romántico una vez en su vida.
—Sin embargo, el sexo está fuera de cuestión —respondió el pecoso abriendo la puerta.
—¿Al menos puedo besarte? —preguntó el rubio.
—Me parece bien.
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Esa tarde, después de aburrirse hasta la somnolencia, Midoriya se encontraba en las puertas traseras del palacio escabulléndose como un criminal junto al rubio cenizo. El peliverde seguía sin entender el motivo del comportamiento de Bakugo, pero aun así le siguió sin rechistar.
Caminaron por el frondoso bosque que rodeaba el castillo hasta llegar a la población cerca de este. De inmediato Izuku sintió el cambio de ambiente, era como si la alegría le estuviera golpeando de frente con una avalancha de sensaciones.
La ciudad capital del imperio llevaba ya tres días de festividades, las calles empedradas estaban decoradas con preciosas pinturas coloridas, imágenes que representaban el orgullo de toda la población, los dragones. En cuanto a las casas, todas eran decoradas con pequeñas banderas y arreglos de flores de papel.
Siguieron por las calles inundadas de personas hasta llegar a la plaza principal donde la algarabía era todavía más fuerte.
Colores, olor a comida, músicos tocando y vendedores ofreciendo sus productos a la multitud reunida. La coronación era una celebración más festiva que solemne para los dragones, sobre todo en esa ocasión.
Muchas cosas se esperaban de aquella unión además de la protección del imperio. Un hijo de un dragón dorado y un elfo de sangre pura, que tan magnífica y poderosa criatura nacería, sería algo que nunca antes se hubiese visto en todo el mundo, la esperanza de todo el continente.
Los súbditos del imperio no podían esperar al momento en que el elfo fuera coronado, con eso realizado no había nada que les impidiera a sus majestades el ir hasta la cima del gran volcán durmiente para pedir a los dioses un hijo.
Todos deseaban de corazón que los emperadores fueran bendecidos por los dioses con aquella gracia que pocos podían obtener.
El volcán del dragón durmiente era el sitio más sagrado en la cultura de los dragones, no solo para aquellos que vivían en el imperio, sino para todas y cada una de aquellas poderosas criaturas. Pues según decía la leyenda, en lo profundo de la inmensa montaña nevada yacía el primer dragón en un profundo sueño.
Aquel lugar, también conocido como La cuna de los dragones, era algo misterioso, la magia que emanaba desde las entrañas del volcán era poderosa, antigua y caprichosa, el origen de un sin fin de eventos extraordinarios, entre ellos el nacimiento de Los hijos del volcán.
Con ojos brillantes Izuku observó todo a su alrededor, era maravilloso, ciertamente una escena salida de una película de fantasía. Si bien en el imperio la mayoría de la población eran dragones, en él también habitaban otras criaturas.
En la gran plaza una inmensidad de seres fantásticos y maravillosos, caminaban conversando, riendo y comiendo.
Era cierto que en el mundo original de Izuku era normal encontrar personas con alas, cuernos y escamas, pero era algo diferente a lo que presenciaba el pecoso en ese momento. ¡Eran hadas, elfos y ninfas de verdad!
"Espera, ¡ella es una sirena!", pensó el pecoso asombrado al ver a una vendedora, que tenía una preciosa cola de pez, dentro de una enorme urna de cristal llena de agua ofreciendo collares y pulseras hechas de conchas.
—Ten Deku —dijo Bakugo haciendo regresar a Izuku a la realidad—. Te traje una brocheta.
—¿Todo esto es por la coronación? —preguntó Midoriya tomando la comida que le ofrecían—. ¿Es así de importante?
—En esta ocasión la celebración es más grande que cuando me coronaron emperador —comentó el rubio cenizo—. Todo el mundo está emocionado por el príncipe elfo y el posible heredero que saldrá de la unión de los emperadores.
—Espera, ¿no son ambos hombres? —preguntó Izuku confundido—. ¿Cómo van a tener un hijo? O van a traer una mujer para que tú...
Bakugo río mientras negaba al ver el sonrojo que subió por las mejillas del pecoso. ¿Qué cosa estaría imaginándose el peliverde?
—No Deku, yo no estaré con una mujer para eso —comentó el rubio cenizo antes de darle un beso en la mejilla Midoriya—. Iremos a La cuna de los dragones para hacerlo.
Ante la confundida mirada esmeralda, Katsuki empezó a explicar parte de su cultura al pecoso y toda la leyenda de los Hijos del volcán.
—Entonces me estás diciendo que debes subir al volcán —decía Midoriya mientras comía lo que le quedaba de la brocheta—, tener sexo con mi otro yo, y si están de suerte en nueve meses saldrá un bebé de la tierra donde los fluidos de los dos cayeron.
—Eso mismo —afirmó Bakugo limpiándole el mentón a Deku—. Es por eso que no tengo que preocuparme por el heredero.
—Es ridículo —dijo el pecoso antes de morder el último bocado de su brocheta.
—Yo soy un hijo del volcán —reveló Katsuki sorprendiendo a Izuku—. Mi madre no podía quedar embarazada a pesar de que tenían tres años de casados, así que decidieron ir al volcán.
—Me estás mintiendo. —El ceño fruncido de Bakugo le sacó una mueca de disculpa al peliverde—. Lo siento no quería ofenderte.
—¿Sabes que? Mejor disfrutemos del festival —sugirió el emperador caminando hacia los vendedores.
En el puesto al que se acercaron estaban ofreciendo joyería hecha con piedra tallada. Todo era precioso y sencillo, Midoriya estaba maravillado con cada pequeña pieza, tenía una gran sonrisa y sus ojos brillaban al contemplar con detenimiento los diferentes objetos observando sus colores y formas. Mientras tanto Bakugo lo miraba a él, fascinado con cada expresión, con cada murmullo, el pecoso era simplemente encantador.
El emperador no iba a engañar a nadie diciendo que no estaba interesado en el pecoso, incluso era evidente que con el peliverde de su tamaño original había quedado más encantado todavía. Era demasiado perfecto, su figura se veía encantadora con aquella ropa que normalmente usaban los elfos, ajustada en los lugares correctos, de colores tan claros que parecían brillar con la luz del sol y ornamentada con delicados bordados dándole un aire de magnificencia.
En ese momento Midoriya era un manjar para la visita, incluso aunque usaba las ropas más sencillas que utilizaban los elfos plebeyos, las cuales no eran tan adornadas como las que usualmente llevaban los nobles. ¿Cómo alguien podía verse majestuoso con ropa común? Solo Izuku era capaz de ello.
En ese punto Bakugo se encontraba en un dilema, ciertamente sentía algo por su esposo, su belleza estaba a un nivel inexplicable y sus gestos y forma de moverse tan delicada y refinada lo hacían simplemente precioso, empero, el Deku humano con su alegría, frescura y amabilidad, también había calado en su corazón.
"Enamorarme de dos personas con el mismo rostro, estoy perdido", se quejó Katsuki apartando su mirada del peliverde para observar los objetivos en la mesa.
Entre todo lo que estaba a la venta un pequeño aro llamó su atención. Lo tomó y observó de cerca, a diferencia de todo lo demás era de madera barnizada, probablemente tenía un hechizo de preservación por la pequeña cantidad de magia que provenía de este, pero lo que realmente lo hizo tomarlo fue el diminuto dibujo de un corazón tallado en él.
—Quiero este —dijo Katsuki sacando una moneda de oro y entregándosela al vendedor.
—Señor, ese anillo no vale todo esto y aún no he vendido lo suficiente hoy como para darle una devuelta —explicó el hombre apenado.
—¿Tienes otro igual? —preguntó el dragón.
—No tengo más.
—¿Puedes hacer más?
—Si, claro que puedo.
—Entonces hazme otro igual y pon en uno Kacchan y en el otro Deku —pidió Katsuki mientras le devolvía el anillo al hombre—. ¿Cuándo los tendrías listos?
—Para mañana señor —declaró el vendedor.
—Mañana volveré por ellos. —Después de eso se alejó del puesto siendo seguido por Izuku.
—Kacchan esos anillos... ¿Los compraste para tu esposo? —preguntó Izuku.
—Los compré para nosotros dos Deku.
Un beso en sus labios sorprendió a Izuku, pero rápidamente se relajó y empezó a corresponder. Esa definitivamente sería una tarde/noche maravillosa, después de todo era la primera cita del peliverde.
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"Que alguien me salve de esta tortura", pensaba Izuku, quien no entendía por qué tenía que usar un corsé si era un chico, no importa cuántas veces Bakugo le hubiera dicho que eso era normal en la cultura de los elfos, él seguía sin darle sentido.
—No puedo respirar madre —dijo Midoriya a la mujer idéntica a su propia mamá, a excepción de sus orejas.
—Hoy debes verte más lindo que nunca, es tu coronación como emperador —aseguró la mujer de cabello verde acercándose a quien creía era su hijo—. Te ves mucho mejor que cuando saliste del palacio. Realmente lamento lo del joven Shoto, pero eres parte de la familia real y tenemos deberes.
"¿Shoto? ¿También hay un Todoroki-kun aquí?", se cuestionó el peliverde.
—Ka... El emperador ha sido muy amable conmigo —respondió el pecoso intentando no profundizar en eso.
—Eso es un alivio, me preocupaba mucho los rumores —dijo la mujer mientras contemplaba como maquillaban a Izuku—. Los dragones dorados son muy volubles, se vuelven fácilmente en seres crueles y sádicos, además el carácter tan poco apropiado del emperador me hace desconfiar de él.
Con esas palabras el semblante de Izuku cambió, no le gustaba que hablaran así de Kacchan cuando no lo conocían, no obstante, resistió el deseo de regañar a Inko, no podía montar una escena en ese momento. Aun así, no quería quedarse callado después de haber escuchado eso, él simplemente no dejaría pasar las cosas así.
—Bueno, pocas veces los rumores son totalmente ciertos. El emperador es un buen hombre, solo hace falta tomarse el tiempo de conocerlo.
Después de eso hubo un silencio incómodo mientras lo terminaban de arreglar. Inko se veía confundida por las palabras de su hijo, pues había sido justamente él quien más repitió tales rumores como argumento para no casarse con el dragón dorado.
—Supongo que el emperador Katsuki de verdad te ha tratado bien —habló después de mucho tiempo la peliverde cuando advirtió que Izuku ya estaba listo—. Me alegra saber que tu estadía aquí no es tan mala.
Midoriya asintió mientras se miraba en el espejo con su traje para la ceremonia. Se sentía extraño con aquella túnica verde bosque con bordados en un tono más oscuro y adornos de oro, junto a una capa de un color similar con el cuello de piel blanca, esponjosa y peluda.
—Ya es hora —informó Iida.
—Bien —dijo con nervios el pecoso antes de salir de la habitación donde se preparaba para ir al lugar de la ceremonia.
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Música, aplausos y voces emocionadas, eso fue lo que se escuchó en el momento en que el sumo sacerdote puso sobre la cabeza de Izuku la magnífica corona llena de piedras preciosas.
El pecoso se levantó de dónde estaba arrodillado, tomó la mano que le ofrecía Bakugo y caminó un par de pasos al frente, junto al rubio, quedando a la vista de todos.
—Ante ustedes sus majestades el emperador Katsuki Bakugo y el emperador consorte Izuku Midoriya —proclamó el sumo sacerdote desatando una lluvia de aplausos.
Poco después la celebración inició, fueron horas y horas de protocolo, saludos, bailes y más saludos, el pecoso estaba simplemente agotado, eso sin contar que el maldito corsé lo iba a terminar matando. Bakugo lo notó, podía notar el cansancio reflejado en el rostro de Midoriya y como su sonrisa era cada vez más forzada, así que se levantó con toda la intención de salir de allí.
—Por hoy nosotros nos retiramos —anunció el rubio cenizo alejándose de su trono con Deku de la mano.
—Espera un momento su majestad —habló un hombre de cabello largo y oscuro, el padre del príncipe elfo, Hizashi Midoriya—. Creo que para la seguridad de todos y el fortalecimiento de la alianza, los dos deberían ir al Volcán del dragón durmiente.
Murmullos se escucharon por doquier poniendo nervioso a Izuku, pues por lo que podía oír todos estaban a favor de aquella petición.
Por su parte, Bakugo pensaba en sus opciones, sabía que de negarse podría dar la idea de que no estaba comprometido con la alianza, pero de no hacerlo daría la impresión de ser una persona fácil de manipular.
—Estamos agotados, sin embargo, es cierto lo que dices. —Hubo más silencio mientras Katsuki pensaba—. Por el momento quiero llevar a mi esposo a un lugar cerca del volcán, mañana podremos ir allí.
»No siendo nada más, nos retiraremos.
Después de decir eso Katsuki miró al pecoso y se fue con él de la mano, ya había tenido suficiente de formalidades por un día.
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—¿De verdad nos vamos a ir? —preguntó Izuku viendo como el rubio contaba al jardín trasero del palacio.
—Quiero descansar —contestó el rubio—. Eijiro nos espera al inicio del volcán junto a mi encargo.
—Entonces, ¿ya no me necesitas? —La voz de Izuku se escuchó triste, realmente había disfrutado esos días, era una lástima que fueran tan pocos.
Estaban ya en el jardín cuando el rubio cenizo se detuvo y volteó hacia él tomándolo en brazos. Bakugo le dio un beso en la frente al peliverde, luego en la nariz, después en la mejilla y por último en los labios.
Estuvieron varios segundos perdidos en aquel beso tranquilo y lento hasta que el rubio se separó.
—No estés triste, no cambiaré mi actitud hacia ti, seguiré comportando mi igual contigo hasta que te vayas a casa —aseguró Katsuki.
—Sabes que tienes esposo, ¿cierto?
—Él es la persona que menos puede quejarse, después de todo me abandonó poco después de la boda.
Si más el emperador se alejó de Midoriya y fue a la mitad del jardín, a un lugar amplio y despejado. Frente a los ojos de Izuku un humo amarillento rodeó a Bakugo como un torbellino y en cuestión de segundos un gran dragón dorado estaba en el sitio de Katsuki.
—Rápido sube, tenemos un largo camino —dijo el dragón sin siquiera mover la boca.
El pecoso dudó por un momento, pero después se acercó a la gran bestia haciendo lo que le pedía, era Kacchan después de todo.
Un fuerte aleteo y un remolino de pétalos y hojas fue levantado por el viento. En poco tiempo ya estaban volando tan alto que el peliverde casi podía tocar las nubes, hacía frío y el viento le golpeaba fuerte la piel, pero era maravilloso, el paisaje de la ciudad bajo él y el oscuro bosque, todo se veía pequeño y lejos.
Gritó y río de felicidad con cada vuelta y cambio de dirección, se aferró fuerte al cuello del precioso dragón de escamas tan brillantes y doradas como el oro, y disfruto del calor emitido por el enorme cuerpo.
Estuvo tan eufórico con el viaje que solo notó que habían llegado cuándo Katsuki descendió, teniendo que bajarse a regañadientes del lomo de este.
El lugar en el que estaba era hermoso, una pequeña casa adornada con flores se veía al fondo, un estanque de agua que brillaba debido a la magia que en ella residía, hacía que el lugar se iluminará con los colores de las flores que nacían a su alrededor.
Todo el lugar era mágico y pintoresco e Izuku se sintió demasiado feliz de estar allí y contemplarlo todo, al menos fue así hasta que escuchó un grito, una palabra dicha con su propia voz.
—¡Suéltame! —gritó aquella persona que se veía a lo lejos junto al pelirrojo.
—Por favor alteza no se vaya —suplicaba Kirishima sosteniendo la mano del príncipe Izuku.
—¡Ya basta Deku! —exclamó Katsuki de regreso a su forma humana—. Podrías por favor comportarte como un príncipe.
Bakugo se acercó a las dos personas forcejeando siendo seguido por el héroe que miraba a su otro yo sorprendido.
—Tú no tienes derecho a decirme nada maldita bestia sin corazón —dijo el príncipe antes de recibir una fuerte cachetada.
—¡Tú eres el que no tiene derecho a hablarle a Kacchan! —exclamó el héroe aguantando las ganas de volver a golpear a su contraparte, pero esta vez dándole un puñetazo—. ¡Acaso tienes idea de los problemas que pudiste causar! ¡De las personas que pusiste en peligro!
—Así que usaste un hechizo para poner a un suplente mío —acusó el elfo con una mirada de asco dirigida a Bakugo—. No te importa engañar a los demás para cumplir tus ambiciones.
—Tienes que estar bromeando —suspiro el humano—. Primero que todo soy tú, pero de otro mundo, me importa un comino si me crees.
»Segundo, Kacchan hizo esto pensando en el bienestar de su reino. Según tengo entendido tu padre hubiera desatado una guerra si sabía que te desapareciste. Y por último, ¡tú no sabes nada de él!
—¡Tú tampoco sabes nada de mí! ¡No sabes por lo que estoy pasando, lo que sufrí! —gritó el príncipe al borde de las lágrimas.
—Ninguno de nosotros lo sabe porque tú no lo has dicho —intervino el emperador—. Solo te fuiste sin contarme nada, me acusaste de una enorme cantidad de cosas y desiste que yo era malvado.
»Tu padre fue quien sugirió el matrimonio, yo acepté por el bien de todos, no te quise alejar de nadie si es por eso que me odias.
—Por tu culpa no pude estar con él por más tiempo en sus últimos días. —A ese punto el elfo ya estaba llorando—. Por tu culpa perdí una semana de su vida, por tu culpa y esa maldita boda.
—¿Te refieres a Shoto? —Izuku recordó las palabras de la Inko de ese mundo y nada más pudo suponer la tragedia que sucedió—. Por qué no se lo mencionaste a Kacchan.
—Nada hubiera cambiado, la boda seguiría mientras la vida de mi amor se extinguía —lloriqueó el elfo.
Se escuchó un sonoro suspiro de parte del rubio cenizo mientras se pasaba la mano por el rostro cansado. Casi por inercia tomó la mano del humano antes de hablar.
—De haberlo sabido hubiera atrasado la boda, incluso pude haberle pedido a Mina que lo revisara —manifestó el dragón—. Pudiste decirme algo, no causar está situación. ¿Qué clase de monstruo crees que soy como para obligarte a casarte después de saber que la persona que amas se moría?
Hubo silencio, pesado y largo. Kirishima daba lentamente un paso hacia atrás intentando salir de la incómoda conversación, el príncipe lloraba en silencio mientras pensaba en lo que le habían dicho y Bakugo solo miraba a su esposo esperando una respuesta.
—¿Me hubieras dejado estar con él? —cuestionó al final el pecoso elfo.
—Así es —contestó Katsuki.
—¿No me hubiera tenido que casar contigo?
—Lamentablemente, no teníamos de otra, tu padre lo puso como condición para la alianza y mi pueblo está primero —respondió Bakugo con firmeza.
—Entiendo —soltó el príncipe dejándose caer en el suelo cansado.
—Hoy fue la coronación, Deku tomó tu lugar en ella —explicó el rubio cenizo—. Nos mandaron aquí para ir al volcán, pero podemos dejarlo para después de tu luto.
El elfo alzó la mirada y vio al emperador que le miraba con expresión solemne. En ese momento Izuku se dio cuenta de lo estúpidos que fueron Shoto y él, pero quien los culparía, normalmente a los nobles, reyes y emperadores poco les importa los sentimientos, para ellos es más importante el poder.
—Gracias —susurró el pecoso príncipe.
El alivio se sintió en el aire ante las palabras del elfo, como si todo hubiese caído en su debido lugar. El héroe sintió como la mano que hasta hace un momento apretaba la suya se relajaba antes de alejarse del todavía confundido príncipe.
—Quiero darte algo —dijo Bakugo cuando estuvieron alejados de los otros dos hombres presentes—. Espero te guste Deku.
Del bolsillo de su pantalón el dragón sacó un pequeño anillo de madera con un corazón y el apodo Kacchan tallado en él.
—¿Me dejas ponértelo? —preguntó el rubio ya tomando la mano de Izuku.
—Si —respondió el pecoso viendo como el brillante anillo le era puesto—. Kacchan es hermoso.
—Quería demostrarte mis sentimientos hacia ti de alguna forma —comenzó el emperador—. Tú me gustas Deku, es cierto que en un principio fue tu parecido al príncipe Izuku lo que me atrajo, pero después de conocerte un poco puedo asegurar que tú me gustas mucho. Así que me gustaría...
Izuku no pudo terminar de escuchar las palabras del emperador, puesto que el mundo a su alrededor se distorsionó y el sonido se perdió en un remolino. Casi se cae al suelo al intentar dar un paso atrás chocando con una fría pared, pocos segundos después su borrosa visión se enfocó y pudo ver que se encontraba en una calle, los autos pasaban frente a él y la noche era iluminada por la luz de las farolas. Había regresado a casa.
Una mano temblorosa se dirigió a su pecho mientras sus ojos se llenaba de lágrimas, quería saber, deseaba con todo su ser terminar de escuchar esas palabras, anhelaba poder estar un poco más con aquel Kacchan que si le correspondía, sin embargo, el tiempo se había acabado.
—¡Deku!
Escuchó aquella voz con la que había crecido llamarle, lo que le hizo voltear a ver hacia donde provenía. Cruzando peligrosamente la calle venía Bakugo en ropa de civil.
—Deku, ¿eres tú? —Al estar frente a Midoriya, el rubio revisó de pies a cabeza a este, aún tenía la ropa de la ceremonia de coronación, sin la corona, y sus orejas puntiagudas por la prisión de Mina.
—Soy yo Kacchan, he vuelto —contestó Izuku sonriendo, sonrisa que se esfumó al ser atacado con un repentino beso de parte del rubio cenizo.
—Jamás vuelvas a desaparecer así —rogó Katsuki al separarse del beso para abrazar fuertemente al peliverde—. No quiero volver a vivir esto.
—No lo haré Kacchan —aseguró Midoriya correspondiendo el abrazo—. No me alejaré de ti, porque te amo.
Los brazos del rubio lo apretaron más y se escuchó un pequeño sollozo provenir de este.
—También te amo Deku.
Hola, Natsuki de nuevo reportándose. Por fin terminé está larga historia, está fue la parte final de Durazno, realmente fue demasiado trabajo espero que les gustara esta historia.
Me gusta Katsuki de dragón, por mi lo vuelvo dragón en todas mis historias, pero eso es exagerar.
No siendo más nos leemos después.
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