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O1O: Muñeco

Grupo: BakuSquad
Mención leve de parejas: KiriBaku, DenkiJirou, Monoma x Kendo.

Autora: NatsukiHaru

ADVERTENCIA: Este contenido contiene escenas de violencia, se recomienda discreción.

Día 10.

« Campamento »

Era una linda noche, oscura y cálida para un campamento, todos mis compañeros iban y venían intentando terminar de acomodar sus carpas para poder irse a dormir, eran unos idiotas, yo les había dicho desde muy temprano que dejaran de jugar y pusieran las malditas cosas, ahora tenían que correr para poder armar todo con la escasa luz que les proveía las linternas.

Después de un rato de verlos batallar hasta por fin lograrlo, los cinco idiotas se reunieron al rededor de la fogata donde yo estaba sentado desde hace un buen rato.

—No podemos irnos a dormir sin antes comer malvaviscos asados —dijo Kyoka Jirou la nueva novia de Kaminari, una chica de cabello corto y morado, llena de tatuajes en los brazos, que siempre iba vestida con ropas negras las cuales increíblemente la hacían lucir bien y no como si fuera a un funeral.

Jirou se sentó con las tres bolsas de aquellas nubes azucaradas en mano, Kaminari Denki, uno de mis mejores amigos, un rubio alegre e idiota, otaku hasta la medula, se sentó a su lado con una gran sonrisa en su rostro.

—Y contar historias, no se olviden de las historias —pidió Hanta Sero con aquella extraña sonrisa que siempre tenía mientras se amarraba su cabello negro en una mala coleta.

Aquel extra era un amigo de Kaminari quien extrañamente nos acompañaba a ese campamento, seguramente por invitación del rubio, aunque no me quejaba demasiado, pudo haber sido peor, pudo haber invitado al degenerado de Mineta.

—¡Qué sean de terror! —Sentí una fuerte palmada a mi espalda cuando Kirishima Eijiro, mi estúpido novio, gritó aquellas palabras antes de sentarse a mi lado.

—¡Si, de terror! —apoyó Ashido Mina, una viaja amiga de mi novio, la cual por algún motivo siempre quedaba incluida en nuestros planes.

—No creo que puedan soportarlo —dije con aburrimiento. Yo quería irme a dormir, estaba cansado, pero a mi mano llegó una rama con uno de esos empalagosos dulces ensartado.

—No seas así bro, o Kiri no te dará duro hoy —rio Kaminari sacando mi temperamento.

—¿Y tú cómo sabrías eso? —habló Kirishima acariciando mi hombro en un intento de calmarme—. Puede que sea a mí al que le van a dar como cajón que no cierra.

»Sabes, ya que estás tan interesado me aseguraré de gemir bien fuerte para que tengas todos los detalles.

—¡Ni se te ocurra Kiri! —exclamó el idiota rubio con el rostro más rojo que su fea camiseta de Superman.

—¡Más fuerte Katsuki! ¡Más! ¡Más! —decía mi novio entre gemidos fingidos haciendo que todos rieran a carcajadas.

Varios minutos después y una segunda ronda de malvavisco aparecieron los refrescos, yo no les había dejado traer cerveza, los conocía y no tenía ganas de lidiar con borrachos a la mitad de la nada botando sus entrañas por la boca.

—Bueno, entonces comencemos por las historias, yo me sé una muy buena —dijo Denki con una sonrisa macabra—. En este mismo bosque hubo un asesinato, fue algo realmente horrible, una bella joven fue golpeada por su novio hasta la muerte. Él al darse cuenta de lo que había hecho se llenó de miedo, solo había sido un pequeño ataque de ira, eso se dijo a sí mismo.

»Con las manos temblorosas tomó un viejo cuchillo que lleva a consigo en su maleta y empezó a cortar parte por parte el cuerpo de su novia, bañándose de sangre en el proceso, entonces esparció los trozos de carne sangrante por todo el bosque con la esperanza de que los animales se los comieran. 

 »Pasaron meses desde su muerte y los oficiales a cargo del caso todavía encontraban partes de su cuerpo esparcidas por doquier, un ojo entre los arbustos, un dedo al lado de las rocas, así fueron armando a la mujer como si fuera un rompecabezas. 

 »Cuenta la leyenda que en las noches cómo estas si pones cuidado aún puedes oír los gritos desesperados de la chica pidiendo ayuda.

—¡Ayuda! —Se escuchó gritar y casi todos se sobresaltaron a mi alrededor.

—Deben estar bromeando, eso fue lo más estúpido y genérico que he llegado a escuchar —dije con desgano—. Además es obvio que el que gritó fue sonrisa extraña.

—Muy bien señor crítico, ya que estás así de exigente cuanta una historia tú —dijo el pelinegro cruzándose de brazos.

—¡No! —gritó Denki con pánico—. No hay necesidad. ¿Saben qué? Ya tengo sueño, vámonos a dormir.

—Yo quiero oír su historia, ya que le gusta criticar supongo que es porque puede hacerlo mejor —dijo Hanta mirándome de forma retadora.

Todos los que ya me conocían de hace tiempo tragaron grueso mientras me miraban con ojos suplicantes, como si me rogaran que no le siguiera el juego, pero ellos sabían muy bien como era y yo nunca daba marcha atrás cuando me retaban.

—Muy bien —hablé con una gran sonrisa—. Comencemos con esta mierda.

—¡No! —exclamaron mis amigos, pero ya era tarde, nadie podía detenerme, ni Kirishima y su tierna cara de cachorrito suplicante.

 —Comenzaré esta puta historia como siempre lo hacen —indiqué antes de llevarme a la boca mi casi carbonizado malvavisco—. Cuenta la leyenda que en este mismo bosque...


...

Era un día despejado, se podría decir que era bastante tranquilo, perfecto para ir de campamento, eso fue lo que pensó Monoma Neito, un muchacho de cabello rubio y ojos azules, de unos diecinueve años de edad bastante estúpido y molesto, todo un hijo de puta insoportable como si solo.

Monoma había tenido la brillante idea de ir al bosque a acampar, él solo sin nadie que supiera en donde se encontraba, un verdadero estúpido, sin embargo, todo le había salido bien, formó una fogata decente, puso su carpa para una sola persona y estuvo toda la tarde tomando fotos de los alrededores y caminando, se la paso bien el imbécil.

El día cayó, el cielo estaba completamente estrellado y la luna se alzaba sobre el firmamento redonda y luminosa, no había nada que temer en una noche tan hermosa, eso fue lo que él pensó, como dije era un completo idiota.

A eso de las siete y cuarenta de la noche, Neito se encontraba disfrutando de su cena, una salchicha asada en la fogata y un par de rebanadas de pan de molde, mientras que escuchaba música de la pequeña radio de baterías que llebaba consigo.

El idiota se levantó del tronco caído en el que estaba sentado y tomó su radio, no había nada más que pudiera hacer ese día, había planeado ver las estrellas por la noche y quizás intentar tomar una foto del cielo nocturno con su nueva cámara, pero algunos minutos atrás las nubes comenzaron a hacer su aparición.

—Espero que al final no llueva —dijo Monoma. Se iría al día siguiente temprano en la mañana, tenía mucho que hacer, ya saben, cosas de inútiles engreídos.

Iba a apagar el radio cuando la canción, la cual era de esas cursis y empalagosas, empezó a disminuir su volumen para luego solo escucharse un fuerte chillido.

—¡Maldición! —exclamó mientras apagaba el aparato.

La noche estaba silenciosa, sin el sonido de las ramas movidas por el viento o el de los animales que habitaban los alrededores. El imbécil no se había dado cuenta de ello debido al gran ruido que hacía y tampoco lo notó en ese momento. ¿Aquello hubiera cambiado las cosas para él? Era posible que no, después de todo era un idiota.

Ya sin nada más que hacer se fue a su carpa para descansar, estaba tan exhausto que una vez estuvo dentro de su saco de dormir, quedó profundo.

La noche transcurrió, la luna siguió su camino en el cielo y las nubes se acumularon hasta volver el firmamento de un profundo color azabache.

A eso de las tres y quince de la noche una fuerte tormenta se desató, el sonido estruendoso de un trueno sacó a Neito de su profundo sueño. La carpa se movía frenéticamente debido al viento, parecía que en cualquier momento se echaría a volar.

—Tienen que estar bromeando —dijo al despertar por completo.

Necesitaba un verdadero refugio pronto, no había otra opción para él, en el que estaba no era seguro en ese momento. Quizás su auto, ¿era una buena opción? Podría buscar algo como una cueva, tenía un mapa, podía ver la ubicación de una en él, tal vez era mejor que saliera a carretera y fuera a un motel o alguna parada de descanso, ¿eso era algo bueno para hacer? No tenía idea de que hacer en esos caso, el inútil nunca había acampado antes.

Como pudo guardó sus cosas, miró en el mapa ubicándose en él y dio con una cueva no muy lejos de su posición. Por suerte había llevado consigo un traje impermeable, se lo puso junto a un par de botas de plástico —al menos no era un completo estúpido y empacó esas cosas—, tomó su mochila y dio por pérdida la carpa antes de salir de ella encendiendo su linterna.

 Afuera todo era un caos, el viento movía las ramas de los árboles como si estas estuvieran hechas de papel, el agua caía a raudales y la oscuridad era tan densa que apenas y era disipada por la luz que emitía la linterna.

La pequeña mierda de Monoma empezó su camino hacia la cueva, tenía buena memoria, bien por el hijo de puta. El suelo estaba terriblemente lodoso, el frío le empezó a calar en los huesos desde el momento mismo que empezó a caminar entre los árboles del bosque y el viento le pegaba en el rostro como cuchillas provocando que sus mejillas se le entumecieran.

Un fuerte rayo cayó lo suficientemente cerca de él como para que un grito se le escapara de los labios al imbécil.

—Maldita sea la hora en que se me ocurrió que esto era una buena idea —afirmó por lo bajo—. No, más bien maldita sea mi estupidez por no ver el pronóstico del tiempo. 

Siguió caminando entre la lluvia hasta que vio a lo lejos una cabaña con las luces apagadas.

"Es buena idea ir a tocar", pensó el idiota, además la cueva podría ser peligrosa.

 Debía bajar una pequeña colina para llegar hasta ella, normalmente no sería un gran problema, pero el piso estaba tan húmero que la tierra se había vuelto resbalosa.

Con cuidado Monoma empezó a bajar sosteniéndose de los troncos de los árboles, sus botas se iban llenando de fango mientras se enterraban en el blando suelo.

Un trueno más, demasiado cerca, el rayo le dio de lleno a un árbol algunos metros detrás de él, el susto le hizo soltar el tronco que sostenía, el lodo provocó que su pierna derecha se deslizara e inevitablemente terminó cayendo rodando colina abajo hasta quedar cerca a un tronco con algunos leños amontonados.

—¡Mierda! —gritó, se había lastimado el tobillo al resbalar, estaba jodido.

Usando el montículo de leña se levantó, el tobillo le dolía horrores, estaba lleno de lodo y se había mojado la ropa bajo el impermeable.

Una luz en la cabaña fue encendida y alguien se asomó por una de las ventanas, poco después salió un hombre por la puerta trasera con un paraguas en mano.

—Amigo, ¿te encuentras bien? —preguntó este mientras le ayudaba a llegar a la cabaña.

—Me doblé el tobillo —contestó Neito.

El calor del interior del lugar le llegó en el preciso instante que puso un pie dentro, fue puesto con cuidado en una silla junto a la pequeña mesa de desayuno de la cocina.

—¿Qué hacías allá afuera con esta tormenta? —preguntó el hombre—. Por cierto mi nombre es Tetsutetsu.

 —Soy Monoma —se presentó el imbécil—. Estaba acampando, no sabía que iba a haber tormenta.

Una fuerte risotada se escuchó mientras el hombre de cabello plateado le entregaba a Neito una toalla cálida y seca.

—Eres bastante idiota —afirmó Tetsutetsu—. Yo alquilé esta cabaña por el fin de semana, necesitaba un respiro.

Monoma era un hijo de puta orgulloso y por supuesto que quiso decir algo por la evidente burla, empero se calló, ¿y si el hombre lo echaba a la tormenta si lo insultaba? Él lo hubiera hecho sin dudarlo, así que era mejor callar.

Poco tiempo después el imbécil de Monoma se encontraba durmiendo en un sofá de cuero viejo frente a la chimenea que crepitaba por la madera recién encendida. El calor que lo envolvía lo hacía tener un buen sueño por fin, o al menos hubiera sido así de no ser por un pequeño murmullo que pudo escuchar justo en su oído izquierdo.

La incomodidad lo hizo abrir los ojos, la sala de estar estaba bañada por la luz amarillenta que emitía las llamas y la cabeza de ciervo embalsamado sobre la chimenea le miraba con sus ojos fríos y muertos, aparte de eso no había nada inusual en la estancia, aun así, no se sintió tranquilo, una incomodidad se instauró en su pecho como un frío inmenso.

Afuera la tormenta seguía cayendo con fuerza, no parecía que tuviera ganas de mermar, así que el irse, como su instinto de conservación le pedía, estaba fuera de discusión.

Tenía sed, el idiota no había tomado muchos líquidos en ese día con la absurda idea de no tener que orinar en pleno bosque.

Apartando la vieja manta que le fue prestada se levantó y caminó cojeando hasta la cocina para tomar un vaso de la encimera y servirse un poco de agua de la llave. Eran pasadas las cuatro de la madrugada, según indicaba el reloj analógico sobre un estante, apenas escampara llamaría a su novia Kendo y le pediría que fuera por él, ese era su tonto plan.

Estaba tranquilo tomando su agua en la oscuridad —no entiendo la necesidad del pendejo por andar a tientas en un lugar desconocido—, cuando escuchó unos pequeños gemidos salir de la habitación donde dormía Tetsutetsu.

"No me digas que el estúpido se está masturbando conmigo aquí", pensó antes de caminar de regreso a la sala, pero sus pasos se detuvieron al escuchar un segundo grupo de gemidos que no parecían ser de la misma persona. ¿No se suponía que estaban solos en ese lugar?

No quiso prestarle atención, la vida privada de aquel hombre no era de su incumbencia —tal vez si debió mirar, no sé, no más digo—. Siguió su camino hasta el sofá en el que estaba durmiendo y dio un suspiro al poder por fin descansar su lastimado tobillo.

Justo cuando iba a acostarse algo llamó su atención, un pequeño muñeco de madera, no más grande que su mano, se encontraba allí puesto sobre la almohada. No tenía ropa ni rostro, parecía ser de aquellos muñecos usados por los dibujantes para ilustrar diferentes poses.

Lo tomó con cuidado y lo colocó en la mesa junto a él antes de recostarse y cobijarse. Dormiría un par de horas más antes de levantarse, solo deseaba que la tormenta acabará para ese momento.

No había transcurrido ni quince minutos desde que concilió el sueño cuando un fuerte gritó lo hizo sentarse de golpe.

—¿Qué fue eso? —El corazón de Monoma quería salírsele por la boca—. ¡Maldición! ¿¡Es qué no podré descansar hoy!?

Se quitó la manta de encima y puso sus descalzos pies sobre la fría madera antes de caminar hacia la habitación, podría estar fastidiado por ser despertado de esa forma, pero tampoco era una basura completa que no se preocupaba por el bienestar ajeno.

—Oye Tetsutetsu, ¿te encuentras bien? —preguntó Neito asomándose por la rendija de la puerta de la habitación algo abierta.

La poca luz del lugar apenas y le dejaba ver. Abrió más la puerta provocando que las secas bisagras rechinaran, la luz que provenía de la chimenea inundó la habitación donde estaba el amable muchacho de cabello plateado, dentro había una figura encorvada sobre la cama, era grande y oscura, llevaba puesta una pesada gabardina.

—¿Tetsutetsu? —llamó con la voz inundada de duda el imbécil.

La luz de un rayo llenó la habitación desde la gran ventana a un lado, aquel que se encontraba encorvado se irguió levantándose de la cama en donde se veía alguien más acostado.

 Por puro instinto Monoma encendió la bombilla de la habitación usando la pequeña cadena colgando a su lado, que error más grande.

Cuando la artificial luz blanquecina inundó todo el puto lugar fueron distinguibles el rojo carmesí que pintaba las paredes y las sábanas, el cuerpo destrozado del muchacho de cabello platinado y el gran hombre vestido con una pesada gabardina, el cual tenía una enorme y aterradora cabeza de cuervo sobre sus hombros, un monstruo.

Con las piernas temblorosas el imbécil de Neito dio un par de pasos hacia atrás antes de voltear y salir corriendo a toda prisa hacia la salida —bueno, tan rápido como su tobillo lastimado se lo permitía—. Varios quejidos salieron de su boca mientras daba cada paso sosteniéndose de las paredes, la puerta frente a él le llamaba hacia la salvación.

Se escuchaban los ruidosos pasos de pesadas botas de cuero sobre la madera del piso, Monoma no volteó a mirar, la puerta era lo primordial, cuando llegó a esta la abrió con rapidez y sin pensarlo mucho salió al oscuro y tormentoso exterior.

Los truenos seguían oyéndose a lo lejos uno tras otro, el agua seguía cayendo en grandes gotas golpeando sobre la que ya estaba acumulada en la tierra y el frío no daba tregua haciéndole temblar.

Sus pies se enterraron entre el pasto y el lodo, fuertes chapoteo se escuchaban a cada paso irregular que daba, su respiración agitada más bien era irregulares jadeos y lágrimas llenaron sus ojos azules, no muy lejos de él resonaban los pesados pasos del monstruo.

Alcanzó a tomar la rama de un árbol al lado de la colina a unos diez metros de la cabaña cuando sintió como su ropa era sujetada, no tuvo tiempo de hacer nada más antes de ser levantado para luego ser estrellado contra el húmedo suelo, casi se ahoga con el agua y el lodo.

Fue volteado justo a tiempo para ver el horrendo pico del cuervo abrirse dejando salir un terrible graznido. El imbécil hizo lo mejor que pudo para soltarse, pero el monstruo era terriblemente fuerte, podía sentir como su cuerpo se enterraban en el lodo por la fuerza ejercida en su pecho por una sola de las manos de este.

No había nada que hacer, el pico se enterró en su hombro y en poco tiempo la sangre empezó a brotar de allí antes de que este fuera lanzado a un lado, luego le siguió su pierna izquierda, después la otra y su último brazo, una a una sus extremidades fueron arrancadas de él haciéndole gritar hasta que sus cuerdas vocales no pudieron más.

Lo último que vio Monoma Neito fue el espantoso pico del cuervo dirigiéndose a su cuello.

Una semana después los cuerpos mutilados de los dos jóvenes fueron encontrados por las autoridades.

Ambos se encontraban en la misma cabaña donde habían pasado la noche, en la cama de la única habitación del lugar, acomodados uno al lado del otro como si se abrazaran. De una vieja radio de baterías puesta en la ventana salía una canción de amor que se repetía una y otra vez, mientras que sobre la cabecera de la cama, en una repisa, un cuervo disecado cargaba en su lomo dos muñecos de madera, uno rubio y el otro con el cabello plateado, vistiendo de la misma forma que los dos eternos durmientes.


...

—Fin —dije tomando el último trago de mi refresco.

—¡Oh vamos!, eso no da miedo —aseguró Hanta cruzándose de brazos.

—M-mejor vamos a dormir —sugirió Denki levantándose de su asiento y tomando la mano de su novia.

Después de eso todos fuimos a nuestras respectivas carpas para descansar, nadie dijo nada más.

Algunas horas después el pelo de mierda y yo estábamos abrazados en nuestra bolsa de dormir doble, dándonos algunos besos que prometían subir de tono, cuando escuchamos gritos y pasos en el exterior. Gruñí por lo bajo, odio que me molesten cuando estoy a punto de comerme el puto pene de mi novio.

—Blasty vamos a ver —pidió Kirishima ya levantándose.

Sin más remedio lo imité saliendo de la carpa tras él. En algún punto de la noche una suave lluvia empezó a caer, nada del otro mundo, era algo que no nos afectaría en lo absoluto, quizás solo nos daría algo de frío.

En medio del lugar de campamento todos los idiotas se encontraban reunidos con linternas en mano rodeando a alguien, más precisamente rodeaban a Hanta quien hablaba de forma acelerada y con voz chillona.

—¿Seguro de que no lo traías contigo? —preguntó una asustada Mina.

—¡Les digo que no! —exclamó aterrado Sero—. Lo encontré en mi almohada cuando volví de orinar.

Me acerqué a ellos y vi lo que tenía entre las manos el extra de cabello negro, era un muñeco de madera sin ropa o rostro.

—Bota eso —recomendé—. Con todas tus fuerzas, en el límite de los árboles.

—¿No es malo hacerlo? —preguntó Jirou.

—Monoma debió haberlo hecho —dije como quien no quiere la cosa.

—¿Tenías que contar una historia de terror? —preguntó Denki recriminándome—. Sabes perfectamente que pasan cosas raras cuando lo haces.

—Solo haz lo que te dice Blasty —aconsejó Kirishima con voz preocupada poniendo una mano en el hombro de Hanta.

Sin dudarlo Sero corrió hasta el inicio de los árboles y lanzó el muñeco con toda la fuerza que poseía casi cayendo por el impulso. Luego regresó con el grupo con expresión pensativa.

—Lo hiciste tú, ¿cierto? —dijo mirándome con ojos acusadores.

—Quien sabe —contesté caminando de regreso a mi carpa dejando la algarabía de los extras atrás.

Cuando estaba a punto de regresar al interior de esta, no queriendo mojarme más, vi la sombra de un gran hombre con una pesada gabardina y la cabeza de un cuervo sobre los hombros.

—Tokoyami aquí no hay comida para ti —dije y me quedé viendo como el hombre se alejaba del lugar perdiéndose entre los árboles antes de entrar a mi carpa—. Espero que Kirishima regrese pronto, tengo ganas de coger. 


Hola, soy Natsuki, volví haciendo mi mejor esfuerzo de terror para hacerle honor a la fecha, no me creo buena en esto, pero se hace lo que puede.

Espero que sí les gustara, fueron muchas palabra, fue mi historia más larga para este libro hasta ahora.

Por último solo diré... ¡Lo logré! ✧\(>o<)ノ✧

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