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O18: Mini Guy

Pareja principal: Katsuki Bakugo x Midoriya Izuku

Autora: NatsukiHaru

Día 18.

« Durazno »

Corrió tan rápido como sus piernitas se lo permitieron, debía salir de aquel ridículo lugar tan rápido como pudiera. ¿Cómo llegó Midoriya Izuku allí?, pues un ridículo kosei lo golpeó, el pecoso héroe terminó sin darse cuenta en un bosque, solo y sin forma de regresar a casa.

Después de pasar todo un día deambulando en el bosque, sin saber a dónde ir, el hambre le golpeó con fuerza, pero por fortuna encontró un gran duraznero que estaba repleto a reventar de duraznos, los cuales comió con ansias sabiéndole cada uno a dicha.

Aquellas frutas estaban jugosas y dulces, demasiado deliciosas, al menos eso pensó el joven de cabello verde, sin embargo, la dicha le duró poco pues tan pronto terminó su tercer durazno su cuerpo empezó a encogerse quedando atrapado entre la tela de su traje de héroe.

El pánico lo atacó con fuerza, su situación solo había empeorado todavía más, quién iba a pensar que por comer unos duraznos terminaría así, ni que estuviera en el país de las maravillas.

—Creo que he atrapado un nuevo manjar —dijo una voz un poco lejos de donde Izuku estaba.

El pequeño peliverde la conocía bien, era Shigaraki Tomura, no podía creer que de todas las personas con las que se pudo encontrar en tan desafortunada situación fuese justo un villano el que apareciese. Escuchó los pasos acercarse a su posición, se encontraba en un verdadero peligro, así que Izuku se tomó solo un segundo para pesar en que hacer, su mente valoró todas las posibilidades, al final escogió la decisión más sensata de todas, huir.

Tuvo que salir corriendo completamente desnudo, luego podía regresar por su ropa, primero debía alejarse del peligro, después pensaría en una forma de regresar a la normalidad, sus prendas si a mucho eran la última de sus prioridades.

Corrió y se alejó tanto como su pequeño cuerpo se lo permitía. Por suerte para el peliverde el One for all seguía funcionando a la perfección, su tamaño no afectó en lo absoluto su poder, lo cual era un alivio para Izuku, no quería sumarle otra dificultad a la situación ya de por sí desventajosa para él.

Después de mucho correr, por fin se sintió a salvo, literalmente su cuerpo percibió como el peligro había quedado atrás. Si se ponía a pensar con detenimiento, aquel malestar lo había sentido desde mucho antes de comer los duraznos, pero lo había ignorado por completo, fue un terrible descuido.

—¿Ahora qué haré? —dijo el pequeño con preocupación.

Debía encontrar una forma de volver a la ciudad y pedir ayuda, pero llevaba demasiado tiempo caminando y no había encontrado una zona poblada, ahora con su actual tamaño su búsqueda se haría más dificultosa.

En su afán de encontrar a alguien que pudiese ofrecerle ayuda terminó caminando por algunas horas, siguió hasta muy entrada la noche, solo se detuvo cuando sus pies descalzos no podían más.

Decidido a tener algo de descanso antes de continuar su búsqueda al día siguiente, busco un lugar para poder dormir. Se refugió bajo la raíz de un árbol, juntó algunas hojas caídas y con ellas hizo su mejor esfuerzo por crear una improvisada cama, donde se acostó encogido en posición fetal intentando lo mejor posible el darse calor.

Despertó con los primeros rayos del sol, tenía el cuerpo entumecido, los pies adoloridos y se sentía terriblemente sucio, todo era un desastre que solo parecía empeorar más. Se estiró, se levantó del lecho de hojas y miró con desánimo el inmenso camino que tenía por delante.

—¿Qué tan lejos puedo estar? —susurró Izuku poniendo una de sus manos en su estómago.

Tenía sed, hambre, frío y había pasado una noche de porquería, una pésima combinación para alguien que tenía un largo camino por recorrer.

Con completa resignación emprendió su caminata, no sabía ni siquiera si la dirección que estaba tomando era la correcta, no tenía ni idea de donde se encontraba. Quizás lo que estaba haciendo era una pésima idea, tal vez la mejor opción en su circunstancia era quedarse en el mismo lugar y esperar a que le encontrase alguno de sus compañeros.

Solo continuó un pequeño tramo más, se acercaba el mediodía cuando sintió su cabeza embotada, el mundo parecía querer empezar a girar a su alrededor y el hambre le causó unas terribles ganas de vomitar. Ya no podía seguir, no tenía fuerza alguna para ello, así que decidió detenerse y buscar refugio bajo la sombra de una roca.

El pecoso casi se había quedado dormido recostado en la fresca hierba cuando escuchó como los arbustos no muy lejos de él eran echados a un lado.

—¡Maldición! —gritó alguien a pocos metros de Izuku.

Los pasos de esa persona se sentían pesados sobre el suelo haciéndolo temblar un poco. Unas botas color cielo fue lo primero que vio el peliverde, luego su mirada siguió el trayecto por el pantalón, el torso desnudo y al final el tan conocido rostro para él, enmarcados por un sudoroso cabello rubio cenizo.

—¡Kacchan! —gritó con la chillona voz que en ese momento poseía.

—¿Ah? —El enorme rubio bajó la mirada hasta el suelo donde vio al pequeño hombrecito desnudo y tiritando de frío—. ¡Deku! Por un momento creí que estábamos perdidos.

El rubio cenizo se agachó tomando entre sus manos el pequeño y delicado cuerpo, antes de inspeccionarlo con cuidado. Acarició sus mejillas pecosas, alzó sus pequeños bracitos y separó sus piernecitas.

El pequeño hombre estaba hecho un asco, sucio a más no poder, sudoroso y lleno de cortaduras, sobre todo en sus pies. Parecía que este había estado caminando por horas y Kacchan no podía encontrar el motivo de tal estado. ¿Quizás había entrado a ese maldito huerto?

El rubio cenizo acercó más a Izuku a su rostro y empezó a olfatearlo pegando su nariz a su abdomen, luego volvió a inspeccionarlo con la mirada, pero esa vez desde pocos centímetros de distancia, provocando que el peliverde se pusiera colorado. Estaba cerca, Kacchan estaba demasiado cerca para su gusto y él estaba desnudo.

—¡No Kacchan! —Izuku quería morirse de la vergüenza mientras intentaba ocultar sus partes nobles de la evaluativa mirada del más alto.

—No eres mi Deku —sentenció Kacchan al quitar un mechón de cabello de una de las orejas del pequeño—. ¿Quién eres? Y más te vale responderme rápido antes de que te mate.

Izuku abrió mucho los ojos ante las palabras de su amigo de la infancia. ¿Es que había otro Deku al que Bakugo consideraba suyo? No, en teoría él era el único Deku de Kacchan.

Aquel pensamiento demasiado inocente lo llevó a detallar con más atención a la persona frente a él. Ojos carmín de pupilas alargadas como los de un reptil, un par de aretes rojos con forma de colmillo en cada oreja, las cuales eran puntiagudas, colmillos largos y afilados, además ese Kacchan parecía ser mayor.

Varias teorías ya se formaban en la mente de Izuku, entre ellas la que más le resaltaban era que terminó siendo mandado a otra dimensión. Claro que también había otras explicaciones, como que todo fuera una broma.

Con ese pensamiento en mente, sin contar que la otra opción era una idea descabellada, Midoriya meditó la posibilidad de que todo fuera una muy elaborada broma de mal gusto.

Lo pensó y lo pensó sintiendo como los ojos del rubio lo quemaban, al final llegó a la conclusión de que no era una broma, no se imaginaba a Bakugo prestándose para eso, él simplemente no era así. Además antes de terminar en ese lugar habían estado en plena batalla con un villano y el rubio cenizo era muchas cosas, pero no un irresponsable con su trabajo.

—¿Dónde estamos? —preguntó el pecoso después de decidir que no se encontraba en su dimensión.

—¡No me devuelvas la pregunta maldito bastardo! —gritó el rubio cenizo un tiempo después, era como si se hubiera demorado en contestar por alguna razón.

—¡Lo siento! —exclamó el peliverde al sentir como la mano en la que estaba empezaba a calentarse. Con ese tamaño de seguro moriría con una sola explosión—. Creo que este no es mi mundo. Un kosei me golpeó y terminé aquí, luego caminé por horas, me dio hambre y comí unos duraznos que me dejaron de este tamaño, luego Shigaraki habló a lo lejos, creo que era él por la voz, pero esta es otra dimensión así que...

—¡Cállate! —La historia sonaría descabellada para muchos, sin embargo, eso no era así para un dragón con siglos de edad como Bakugo.

La magia podía hacer maravillas, lograr lo imposible y crear lo inimaginable, ese era el fundamento que sostenía el mundo.

—¿De casualidad te llamas Bakugo Katsuki? —preguntó el pecoso con un poco de duda.

—Katsuki Bakugo —dijo el rubio mirando con detenimiento al joven en su mano—. Comiste del maldito huerto de Shigaraki. ¿Te llamas Izuku Midoriya?

—Soy Midoriya Izuku —aclaró el peliverde.

—Entonces en tu mundo tu nombre es Midoriya y tu nombre familiar es Izuku —dijo Bakugo acercando al pecoso a su rostro.

—No, no es así, mi nombre es Izuku mi apellido Midoriya —corrigió el pequeño sintiéndose intimidado por la mirada evaluativa del rubio.

—En realidad eso no importa. —Bakugo tenía problemas más grandes que el orden del nombre de la persona en su mano.

Hace algunos días atrás Katsuki, el emperador de Yuei la sagrada tierra de los dragones, había contraído nupcias con Izuku, el hijo más joven del rey de los elfos. Había sido un matrimonio por conveniencia, no muy diferente al que tuvieron sus padres en el pasado.

Los novios se conocieron el día de la boda y para desgracia del rubio cenizo, su nuevo esposo escapó del castillo solo un día después de haberse celebrado la ceremonia. Por suerte solo una persona se dio cuenta de eso, su mejor amigo y mano derecha Eijiro Kirishima, quién vio al elfo saliendo del castillo junto a un humano con el cabello de dos colores.

Realmente a Katsuki le importaba muy poco que Izuku tuviera un amante, en la cultura de los dragones era normal que los emperadores poseyeran uno o dos consortes, el problema nacía en que si el reino de los elfos se enteraba de que Deku no estaba con él se podría desatar una guerra y en aquel momento tan crítico para el continente de Weyard, no podía permitirse algo así.

"Príncipe irresponsable. No tengo nada en contra de que estés enamorado, pero es que acaso no piensas en los millones de vidas que has puesto en peligro", pensó Bakugo mientras miraba con detenimiento al pequeño hombrecito frente a él.

El predicamento en el que se encontraba, el cual ponía en peligro la alianza que había hecho con los elfos, yacía en que el rey Hisashi Midoriya era conocido por muchas cosas, pero el saber escuchar razones cuando de uno sus hijos se trataba no era una de ellas. No importará cuántas veces Bakugo le diga que Izuku se fue por voluntad propia, el monarca de los elfos creerá sin lugar a dudas que el dragón le hizo algo a su hijo.

—Te ayudaré a volver a tu casa a cambio de que me hagas un gran favor —soltó el rubio mientras volvía a revisar al pequeño hombre en su mano. Sin lugar a dudas era idéntico a su esposo, lo único que Bakugo notaba diferente eran las orejas—. Necesito que te hagas pasar por mi Deku hasta que lo encuentre. Si aceptas, le pediré a la bruja de mi corte que te envié de vuelta a casa.

Izuku miró a Bakugo por un momento, si estaba en otro mundo realmente se encontraba en grandes problemas. Debía regresar a casa, de eso no tenía dudas.

Si lo pensaba con cuidado, estaba en ese lugar debido a un kosei, era probable que el efecto desapareciera con el tiempo y pudiese volver o que los demás héroes atraparan al villano logrando hacer que él lo regresase, sin embargo, había una posibilidad de que no fuera así, por lo que no era mala idea tener opciones.

—Está bien —concedió Izuku—, pero puede que en cualquier momento desaparezca. Solo te lo digo para que lo tengas en cuenta.

—No importa, me estás dando algo de tiempo —respondió Bakugo con una sonrisa.


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Lo había llevado con cuidado entre sus manos. Era la primera vez que Izuku era tratado de esa manera por Bakugo, pero en realidad ese no era su amigo de la infancia a pesar de su apariencia, debía recordarse eso constantemente, de otra forma podría salir realmente lastimado de esa situación.

Había comido una fresa silvestre que le entregó Katsuki, junto a un poco de agua que llevaba consigo el rubio. Después de comer se había sentido mejor, ya no estaba mareado y su estómago se tranquilizó. Encontrar a Bakugo fue un verdadero alivio, pues estaba seguro de que de lo contrario habría terminado en una terrible situación.

—Llegamos —dijo Bakugo justo frente a la gran puerta de hierro y madera—. Este es mi castillo.

Varios hombres con armas y ropa parecidas a la del monarca le abrieron paso mientras le daban profundas reverencias. Entraron sin problemas al interior de los muros que rodeaban la enorme edificación de piedra.

Dentro Midoriya solo pudo ver ajetreo, carretas llenas con sacos entraban y salían, los trabajadores se apresuraban a hacer sus labores y los soldados caminaban en formación. Aquella era la parte trasera del castillo, por donde se movía el personal, se encontraban las caballerizas y las barracas de los soldados.

Ya en el interior de la edificación había habitaciones, lugares para la servidumbre y después de eso la cocina. Tuvieron que caminar bastante antes de llegar a la parte principal del imponente castillo.

Izuku se quedó maravillado mientras era llevado en las manos del dragón por los largos pasillos. Todo era fantástico, desde los hermosos tapices bordados a mano a los muebles de madera tallada, el peliverde se sentía dentro de una película de fantasía.

—Vamos a ir a la torre sur con la bruja de la corte —informó Katsuki—. Ella sabrá cómo regresarte a tu hogar y deshacer el maleficio que te hizo pequeño.

—¿Qué es exactamente lo que tengo que hacer para pagar el favor? —preguntó el pecoso mirando el rostro de Katsuki.

—Deku, quién en realidad se llama Izuku Midoriya, bueno supongo que ahora es Izuku Bakugo, es el príncipe de los elfos y mi esposo —contó el dragón sabiendo que el pequeño en sus manos tenía que saber esa información—. Solo necesito que te mantengas a mi lado y nada más. Es importante que le vean sano y salvo.

»Intenta no hablar de temas demasiado relacionados con tu vida o este mundo.

—Entiendo —dijo el peliverde no sintiéndose cómodo con la idea de mentir, pero no tenía opción, necesitaba ayuda—. Por cierto, cuando planeas darme algo para vestirme.

Bakugo no le contestó, solo empezó a subir el largo tramo de escaleras que le llenaba al gran taller de la bruja Mina Ashido. Entró sin tocar y puso a Izuku en una de las múltiples mesas del lugar.

—¡Mina tengo una emergencia! —vociferó Bakugo—. ¡Deja lo que sea que estés haciendo y ven acá!

—¡Suéltame! —gritó Izuku.

—¡Qué lindo! —exclamó enternecida la mitad bruja, mitad ninfa, Mina Ashido, mientras sostenía a Midoriya desde una de sus piernas alzándolo de cabeza.

—Mina, necesito que lo regreses a su tamaño y que lo mandes a su mundo —ordenó el rubio arrebatando al pecoso de la mano a la bruja.

—No es su majestad, ¿me equivoco? —preguntó Mina con una sonrisa traviesa.

—Y mantendrás eso en secreto si no quieres perder la lengua.

—De mi boca no saldrá nada, pero es bastante obvio que no se trata de su majestad el emperador consorte, a sus orejas le faltan detalles.

Era cierto, el pequeño peliverde era idéntico a su Deku en todo, incluso tenía las mismas cicatrices, sin embargo, sus orejas eran un rasgo que no compartían, y aquello era lo más distintivo de los elfos.

—No pongas esa cara, con magia todo es posible —comentó la medio bruja mientras buscaba entre sus estantes—. Es el maleficio del huerto de Shigaraki, ¿no?

—Así es, el idiota comió un durazno de su huerto.

—Puedo solucionar eso, pero tardaré un par de días, en cuanto a lo otro, dame un mínimo de un mes —dijo Mina llevando hasta ellos un frasco con un líquido naranja fosforescente y un gotero—. Di ah.

Sin darle tiempo de nada al pecoso la bruja ya le había hecho tragar una gota de aquel líquido de sabor amargo, cosa que hizo toser al peliverde.

—Entonces debo dejarte trabajar. —Bakugo no dio un agradecimiento o por lo menos se despidió, solo salió del lugar como si nada.

—Ella no cuestionó nada —murmuró el pecoso asombrado—, solo creyó de inmediato todo.

—Las brujas no cuestionan las cosas de este tipo —respondió el rubio cenizo—, ellas viven sus vidas bajo el supuesto que todo puede suceder en el mundo, entonces todo es real a menos que se demuestre lo contrario.

»Y por si te preguntabas el cómo te oí, es porque tengo un muy buen oído, te haría bien el recordarlo.

—Bien, entonces en dos días tendré de vuelta mi tamaño. —Se sentía aliviado ante eso, un problema menos del que preocuparse, sin embargo, eso le hacía darse cuenta de otro más inmediato—. Kacchan, digo Bakugo-san.

—Bakugo, ¿qué? —preguntó el rubio extrañado.

"Bien, otra cultura, nada de honoríficos", apuntó en su mente.

—Bakugo, no quiero molestar —prosiguió el pecoso—, pero estoy desnudo y me preguntaba si tenías algo para cubrirme.

Era cierto, Bakugo miró al pequeño hombre en su mano que avergonzado se cubría sus genitales. El rubio cenizo estaba tan preocupado por la inminente guerra, el escape de su esposo y el mantener ese desastre en secreto, que se olvidó por completo de que aquel hombrecito estaba desnudo, sucio y herido.

—Te llevaré a mi habitación y le pediré a alguien que te consiga ropa. Creo que en el mercado venden ropa para hadas. —Bakugo sabía que debía tratar bien al peliverde, si bien el pequeño no iba a ayudarlo de forma desinteresada, eso no quería decir que no mereciera una hospitalidad adecuada.

—¡Majestad! ¡Majestad! —gritaba Denki Kaminari, un joven dragón de cabello rubio y brillante armadura, mientras corría hacia él—. Tenemos problemas.

—¿¡Qué han hecho con su alteza!? —gritaba un hombre alto, corpulento, de cabello azul y lentes, que venía detrás del pobre Kaminari—. ¡No lo he visto desde ayer! ¿¡Dónde está!?

—¡Iida-kun! —exclamó Izuku desde la mano de Bakugo.

—¡Alteza! ¿¡qué te han hecho!? —El gran hombre le arrebató de la mano el pecoso a Katsuki y lo puso frente a sus ojos provocando que el peliverde se sonrojara—. ¡Esto es imperdonable! Regresaremos al reino ahora mismo. Sabía que no debíamos confiar en los dragones.

—¡No! ¡Espera! —No estaba muy seguro de cómo funcionaban las cosas en ese mundo, empero no tenía duda de que si dejaba así el malentendido todo sería un desastre—. Fue mi culpa, yo me perdí en el bosque, me dio hambre, me encontré un duraznero y cuando comí de sus frutos quedé así.

—De seguro aquel árbol es obra de ellos —acusó Iida señalando a los dragones.

—¡Claro que no! Kacchan me rescató.

Solo quería un baño y ropa limpia, pero parecía que antes de eso tendría que resolver un problema diplomático estando tal cual llegó al mundo.


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Un reconfortante baño y ropa limpia e Izuku se sentía casi mejor, aún le dolía los pies terriblemente, pero por lo menos no estaba incómodo.

Se miró una vez más en el pequeño espejo de plata pulida puesto cuidadosamente por una sirvienta para que él pudiese verse.

Su ropa era holgada, un pantalón ancho y un chaleco corto con la espalda descubierta, supuso que por aquel agujero saldrían las alas de las hadas, no llevaba zapatos, sus brazos estaba adornados por pequeños brazaletes de oro, su cabello tenía una diminuta diadema también de aquel precioso metal y lo más impactante de todo eran sus orejas, que en ese momento eran puntiagudas y alargadas, más largas de cómo las tenía el Katsuki de ese mundo.

—Eres muy bello. —La voz del rubio llenó la gran habitación sorprendiendo a Izuku—. Cuando vi a mi Deku el día de la boda creí que no sería tan malo aquel matrimonio arreglado.

La voz de Bakugo sonaba triste, pero como no estarlo, fue abandonado poco después de haberse casado y su esposo le había dejado muy en claro que jamás lo amaría, es más, le había dicho que lo detestaba. Ni siquiera le dio tiempo para mostrarle la persona que realmente era, la cual distaba mucho de aquel cruel y sanguinario emperador que todos fuera de su círculo cercano creían que era.

Era cierto que Katsuki era un dragón dorado, pero muy contrario a la leyenda, este no era un ser lleno de maldad y codicia que sólo se alegraba al ver sangre fresca. Tenía su temperamento, eso jamás lo negaría, empero no era un monstruo.

—Él es un idiota —comentó Midoriya al notar la tristeza en la voz del dragón—. Y un irresponsable. Puede que no entienda lo que está sucediendo, pero estoy seguro de que la partida de mi otro yo causará muchos problemas.

—Podría provocar la destrucción de nuestros reinos.

Izuku caminó apartándose del espejo al escuchar esas palabras. La destrucción de dos reinos, los cuales no solo eran una porción de tierra, sino que había personas que vivían allí, personas que sufrirían y probablemente morirían por culpa de su contraparte en ese mundo.

—¿Por qué se fue? —El peliverde quería darle el beneficio de la duda, después de todo era él mismo.

Bakugo, quién lo había visto cojear al caminar, lo obligó a sentarse y le revisó los piecitos. Realmente se veían mal, llenos de ampollas y cortes, demasiado dolorosos para mirar.

—No estoy seguro —dijo mientras iba a un mueble en un rincón de su habitación y sacaba algo de allí—. Supongo que por amor, lo vieron huir junto a alguien.

Se acercó al pecoso con una daga y vendas, las cuales empezó a cortar con cuidado para dejarlas de un tamaño adecuado para los pies del peliverde.

—El amor es algo lindo —comentó el pequeño—, sin embargo, en esta ocasión, con vidas en riesgo, creo que es más importante el deber.

Bakugo sonrió al ver al joven frente a él, no tendría más de dieciocho años, ni siquiera un cuarto de la edad de su esposo, aun así, era mucho más maduro y responsable que este.

—El amor es lindo, es cierto —concordó el rubio cenizo mientras empezaba a vendar con cuidado uno de los piecitos de Midoriya—. Si hubiera hablado conmigo yo no me habría opuesto a su amor.

Le fue imposible a Izuku el no sonreír, tener a Bakugo tan cerca cuidándolo era algo que casi nunca había disfrutado, quizás solo fue así en su infancia antes de descubrir que no tenía un kosei. Si tan solo tuviera eso mismo en su mundo, un Kacchan que lo trate bien y se preocupe por él.

Con aquellos pensamientos Midoriya se dio cuenta de que esa dimensión le estaba dando un problema más, esperanzas de que su amor imposible se hiciera realidad. No estaba seguro si su corazón aguantaría un mes de ese trato.

—Listo, creo que por el momento no deberías usar mucho tus pies —comentó el rubio cenizo al terminar de vendárselos.

—Necesito caminar —dijo Izuku mirando las vendas—. ¿Qué haré para moverme?

—Llamaré al médico de la corte. —Bakugo sostuvo a Izuku entre sus manos—, ahora mismo está ocupado fuera del castillo.

Izuku veía fijamente al rubio mientras hablaba, este salía de la habitación con paso calmado, se encontraba un poco más tranquilo que cuando se encontraron, como si hubiera descansado de alguna carga demasiado pesada. El pecoso no tenía ninguna idea de lo que sucedía en esas tierras, pero algo en él le decía que la situación era demasiado grave.

—Si no te molesta que te pregunte —dijo el peliverde—, ¿qué es lo que sucede en tu reino?

Una carcajada se escuchó en el vacío pasillo, el rubio cenizo, quien no había disminuido el paso en todo ese tiempo, empezó a caminar más lento. Tenía hambre, con todo lo que ocurrió no se había tomado el tiempo para comer más que un pan antes de salir a buscar a su esposo.

Aunque su estómago rugía, el dragón se detuvo para contestar la pregunta aprovechando que no había nadie alrededor.

—Un ataque —respondió el rubio—. Cruzando el mar hay un reino gobernado por un hechicero, un hombre cruel, avaricioso y con un terrible poder, el cual obtuvo al hacer un trato con un dios corrupto.

»Lamentablemente es demasiado poderoso para la fuerza de mi reino, igual que la de los elfos, pero estos son orgullosos y no aceptaron hacer una alianza sin antes tener algún tipo de vínculo.

—Una boda.

—Así es, una boda, por eso tomé al príncipe elfo como mi esposo. —Al terminar esas palabras siguió caminando hacia el comedor, lo siguiente que tenía que decir no necesitaba de secretismo—. En tres días será tu coronación, ¿te parece si mañana revisamos los preparativos?

—¿Coronación? —preguntó confundido.

—La ceremonia de coronación Deku, es lo último que falta para dejar claro ante todos que nuestros reinos están unidos —comentó Bakugo entrando al gran comedor.

Un olor delicioso a comida le llegó de golpe al pecoso haciendo a su estómago rugir. En una gran mesa de madera pulida frente a él se encontraban múltiples platillos dispuestos a lo largo del enorme comedor. Frutas, pasteles, panes, ensaladas e incluso un cerdo asado con una manzana en la boca como lo había visto el peliverde en las películas.

El rubio cenizo caminó hasta la mesa y se sentó en la cabecera de esta. Cuando él estuvo en su lugar varias personas, que Izuku no había notado, tomaron asiento en las múltiples sillas dejando únicamente vacía la que se encontraba a la derecha del emperador.

—La costumbre de mi pueblo dicta que mi corte no puede comer antes que yo —contó el dragón—, al menos si estoy en el castillo.

Midoriya asintió y se quedó viendo a Bakugo esperando a que este tomara algo y empezara a comer.

—La regla no aplica para ti majestad —comentó una mujer delgada de cabello corto y morado.

Esa fue toda la autorización que necesito el pecoso, quién caminó por la mesa queriendo tomar una rebanada de carne que se veía apetitosa, sin embargo, no fue capaz de sujetar aquel trozo que era más grande que él.

Un tenedor apareció frente a sus ojos clavándose en la jugosa rebanada llevándola consigo.

—Ven aquí Deku —dijo el rubio cenizo—. Dime qué quieres comer y yo te sirvo.

Con las mejillas sonrojadas el peliverde vio como Katsuki cortaba un trozo de carne de un tamaño adecuado para él y lo ponía en su plato, luego hizo lo mismo con cada cosa que le pidió el pequeño.

Mientras ingería la deliciosa comida y escuchaba a Katsuki hablar tan tranquilamente sin importar que él estuviera a su lado, una idea descabellada surgió en la mente del peliverde. ¿Sería demasiado malo dejarse llevar por la situación y disfrutar de ese Kacchan mientras pudiera?


Continuará...


Hola, de nuevo Natsuki aquí reportándose. Me tocó detenerme, porque si no termino escribiendo quién sabe cuánto.

Me encantan las historias medievales, y simplemente me dio hacer este tipo de historia de cambio de dimensión, que también me encanta, así nació este día, espero lo disfrutaran.

¡Terminé el día! ♪ヽ(・ˇ∀ˇ・ゞ)

Ahora sí, me despido, nos leemos luego.

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