O17: Kiosco
Pareja principal: Kaminari Denki x Kyoka Jiro
Autora: NatsukiHaru
Día 17.
« Corazón Roto »
Una linda tonada sonaba llenando el silencio, era de noche, el parque que normalmente se encontraba llenó de niños estaba casi vacío, únicamente una joven se encontraba allí sentada en el pequeño kiosco tocando una vieja guitarra.
Lágrimas recorrían las mejillas de la artista mientras sus dedos se paseaban habilidosos sobre su guitarra, era como si quisiera vaciar su alma en el canto del instrumento. ¿Por qué el amor tenía que doler?
—Sí que está llorando esa guitarra —dijo una voz al lado de la artista.
La guitarrista dio un salto sobre la banca antes de mirar en la dirección de dónde provenía la voz. Allí de pie al lado de ella estaba un joven de cabello rubio, ojos ámbares y sonrisa brillante.
El intruso llevaba puesta una camiseta naranja con letras negras, unos pantalones de jeans gastados y unos tenis grises.
—¿Quién eres? —preguntó la joven con desconfianza, después de todo estaba sola en un parque con un completo extraño.
—Tranquila vengo en son de paz —afirmó el rubio sentándose en uno de los muros—. Vivo frente al parque, solo salí a caminar y oí la guitarra, la curiosidad me trajo hasta aquí.
»Por cierto, soy Kaminari Denki.
La joven sostuvo con fuerza la guitarra y vio al chico de nuevo. Le incomodaban los hombres, siempre le habían molestado, algo en ellos le causaba cierto temor, quizás algún trauma de su temprana infancia, no lo sabría decir.
—Bueno, me voy, adiós —tomó el estuche de su guitarra y se apresuró en guardarla.
—Lamento tu pérdida —soltó de repente Denki haciendo detener a la guitarrista.
—¿Por qué me dices eso?
—Estabas llorando y la melodía, yo solo supuse que alguien al que querías había muerto.
—No, para nada.
La artista rápidamente siguió guardando su guitarra para así poder huir del lugar.
—¡Lo siento mucho! No debí suponer cosas —se disculpó el joven—. ¿Entonces un corazón roto?
—Supongo que sí. —Terminó respondiendo con sinceridad.
—¿Cómo te llamas? —preguntó el joven al verla levantarse.
La guitarrista se detuvo un momento antes de emprender su camino. Decirle su nombre a un extraño, jamás lo había hecho, no era algo cómodo para ella, mucho menos si este era un varón, sin embargo, le pareció bastante grosero no presentarse después de que él lo hubiera hecho tan fácilmente. Los buenos modales no son fáciles de olvidar una vez se aprenden.
—Jirou —dijo antes de empezar a caminar.
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Había vuelto a ese parque casi una semana después, la vio a ella junto a su espectacular nuevo novio. ¿Qué le había visto Yaoyorozu Momo a Todoroki Shoto? No lo sabía, pero su mejor amiga estaba tan enamorada y Jirou solo podía sufrir por ello.
A veces se quedaba pensando en cómo acontecieron las cosas. ¿Si hubiera sido más rápida ahora sería ella quien disfrutara de los besos de la pelinegra?
El día que por fin iba a confesar su amor a su mejor amiga, después de años de mantenerlo en secreto, había tenido una dificultad, o maldita naturaleza femenina, lo que la obligó a ir a la enfermería por toallas higiénicas, retrasándose así de su cita para almorzar con la pelinegra.
Había tenido que correr por todo el campus de la universidad intentando llegar a tiempo, ese día llevaba dos bentōs, uno para ella y el otro para Momo. El plan era sencillo, comerían juntas, hablarían y reían, al final Jirou declararía todo su amor con la canción escrita por ella misma especialmente para la ocasión.
Grande fue su dolor al ver a Todoroki Shoto, el hijo del decano de la universidad y estudiante de psiquiatría, declararsele a Momo, pero fue todavía peor el verla corresponderle con un beso en los labios.
Ese fue el comienzo de su tragedia de amor, después de todo al ser su mejor amiga debía oírla hablar constantemente de su novio y de todo lo que hacía junto a él. En algún punto Jirou comenzó a apartarse de Yaoyorozu, ya no la buscaba tanto y prefería comer sola durante los almuerzos, era demasiado doloroso el verla así de feliz por alguien más, aunque suene egoísta.
Ahora estaba allí, nuevamente en el bello parque llenó de flores a varias calles de su casa, sacando su vieja guitarra de su estuche y sentándose en la colorida banca para empezar a tocar aquella canción destinada al motivo de su penuria.
Se concentró en cada nota, en cada acorde, la tocó tan bellamente, tan perfectamente que dolía el solo escucharla, ya no era una canción de amor, nunca más lo sería.
—Corazón roto —llamó una voz al lado de ella.
Jirou rápidamente se limpió las lágrimas y miró a la persona que acababa de llegar. El mismo joven de la vez pasada estaba allí junto a ella, sin embargo, algo en él la sorprendió.
Llevaba puesto una camiseta blanca con estampado de flores negras que le llegaba un poco más arriba del ombligo, una falda negra, larga y acampanada y los mismos tenis de la vez pasada.
—¿Ese atuendo qué? —preguntó Jirou confundida. Los hombres no se visten así, ¿cierto?
—Me queda genial, ¿cierto? —dijo el rubio—. La camiseta es nueva.
Con una gran sonrisa en el rostro el rubio se sentó al lado de la guitarrista. Normalmente tal cercanía con un hombre desconocido le hubiera puesto insegura hasta no poder más, pero el shock que le causó el atuendo del joven le hizo olvidar a su cuerpo que tenía que ponerse alerta.
—Corazón roto, ¿sabes alguna más alegre? —preguntó el rubio.
—¿Corazón roto?
—Eres tú, después de todo tienes el corazón roto.
Una sonrisa demasiado brillante le fue dedicada a Jirou lo que le hizo imposible el gritarle a Denki por su terrible imprudencia.
—Me llamó Jirou, no corazón roto —reprendió ella apartando la mirada—. Si sé más canciones.
—¡Enséñame!
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Era una tarde calurosa un domingo de verano. Antes en aquellos días solía ir junto a Yaoyorozu a nadar en la piscina de su casa, se la pasaban días enteros allí disfrutando de la frescura del agua y tomando bebidas frías.
La había invitado como siempre, eso era cierto, pero en esa ocasión Momo haría una fiesta donde estaban invitados los amigos de su novio. Jirou fue y se sorprendió al ver tal cantidad de gente rodeando la bella piscina de la casa de su amiga.
No lo soporto, había demasiados desconocidos, sobre todo hombres. La guitarrista no estaba acostumbrada a estar junto a tantas personas, su amiga lo sabía muy bien, aun así la invitó. Al final, en menos de media hora ya se estaba yendo, Momo ni siquiera notó su ausencia.
Ya una hora después de haberse marchado de la dichosa fiesta, la artista se encontraba de vuelta en aquel kiosco rodeada de niños y madres. Sin darse cuenta había ido directamente desde la estación de buses a aquel lugar. No entendía que hacía de vuelta en ese parque, pero le gustaba estar allí, el lugar reconfortaba su herido corazón.
Frecuentaba el sitio desde ya varias semanas atrás, normalmente de noche, llegaba con su guitarra y tocaba aquella canción, al menos así fue en un comienzo, pues poco a poco está fue cambiada por otras, diversas melodías dependiendo del día, dependiendo del estado de ánimo que él le transmitiese.
—Corazón roto —llamó Kaminari poniendo en su mejilla algo frío, un vaso lleno de refrescos de cola con hielo—. ¿Qué haces aquí tan temprano?
—¿Hoy vas de hombre? —cuestionó Jirou con una sonrisa al verlo vestido con una pantaloneta azul con rayas grises, una camiseta blanca con estampado de gatos y sandalias.
—No sé qué idea equivocada te has hecho, pero yo siempre soy un hombre —afirmó el rubio entregándole el vaso a la guitarrista—. Si me gusta algo, nada me impide comprarlo y usarlo.
—Entonces eres gay. —Eso explicaría el porqué no se sentía intimidada por él.
—Tampoco —dijo Kaminari—, soy completamente heterosexual.
La artista lo miró con extrañeza, ese chico frente a ella no podía ser heterosexual, no había forma alguna de que eso fuera cierto.
—Te cortaste el cabello, me gusta como te luce así de corto —comentó el rubio tocando una de las puntas del cabello morado de Jirou—. Si no tienes algo que hacer te invito a mi fiesta en la piscina.
—No tengo nada que hacer, pero... —Jirou no pudo terminar de negarse pues su mano ya era sujetada por la de Denki quien empezó a guiarla fuera del parque.
La guitarrista no dijo una palabra más, solo se quedó viendo la espalda del chico que la llevaba de la mano y sintiendo el tacto de la cálida piel de este sobre la suya. Su corazón se aceleró y sintió como sus mejillas se calentaron.
No era cierto, no podía ser cierto, ella no estaba sintiendo mariposas en el estómago, era imposible algo así, pues a ella solo le gustaban las chicas, lo ha sabido desde muy joven y después de años eso no podía cambiar, ¿o sí?
Sin darse cuenta ya estaba en una casa, la música sonaba desde la parte trasera y podía escuchar risas y conversaciones.
—¿A dónde fuiste Denki? —preguntó un muchacho pelirrojo quien estaba completamente empanado.
Jirou inmediatamente se tensó, el chico frente a ella era mucho más alto y musculoso que Denki, con cabello lacio y rojo, además de una sonrisa afilada. Un hombre sin duda alguna, demasiado masculino y aterrador para la artista.
—Vi a corazón roto en el parque así que fui por ella —aclaró Kaminari.
—¡Una chica! —gritó desde el fondo una joven de cabello rosa, piel morena llena de tatuajes y ojos color miel—. ¡Por fin no estaré sola!
Jirou no pudo ni reaccionar pues ya era abrazada por la voluptuosa y energética mujer.
—Ellos son mis amigos —dijo Denki—. La que te abraza es Mina, este pelirrojo enorme es su novio Kirishima, el gruñón de la esquina es Bakugo y por último el pelinegro que se llama Hanta.
»Amigos, ella es la chica de la que les hablé, corazón roto.
—Soy Kyoka Jirou —corrigió la guitarrista.
—Tienes vestido de baño, yo tengo uno de repuesto —dijo la mujer de cabello rosa.
Las palabras de Mina le recordaron que esa era una fiesta en la piscina, pero no veía ninguna, no, eso no era del todo cierto pues en medio del lindo patio de verde césped se encontraba una enorme piscina inflable completamente llena.
Poniendo más cuidado pudo ver que también había un par de mangueras en el suelo y una mesa llena de bocadillos y refrescos, entre ellos una sandía picada en trocitos.
—¿Cuántos años tienen ustedes? —cuestionó la pelimorada.
—Tenemos diecinueve —respondió de forma hostil Bakugo—. Ya entendí, te parecemos infantiles pequeña hija de...
—¡Bakugo! —gritaron sus amigos al unísono.
—Es que Hanta hace poco estuvo enfermo y no puede beber licor, tenemos calor, pero a Bakugo le dan asco las piscinas públicas y Kirishima tenía una piscina inflable así que armamos esto —explicó Kaminari viendo a Jirou con aquella sonrisa a la cual la guitarrista empezaba a acostumbrarse.
—Tengo vestido de baño, ¿dónde me puedo cambiar? —preguntó Jirou sintiéndose inexplicablemente cómoda en ese lugar rodeada de extraños, incluso los hombres no le incomodaban tanto, quizás solo un poco.
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—¿Una fiesta? —Esas fueron las palabras cargadas de extrañeza de Kaminari cuando ella le pidió unos días después de su tarde en la piscina que le acompañase a una fiesta que haría Momo en su casa.
—No quiero ir sola y no conozco a nadie más —aclaró la pelimorada.
—Está bien, ¿por qué no? Será divertido —accedió el rubio con su habitual sonrisa.
Algunos días después de eso se encontraba sosteniéndose con fuerza de Kaminari mientras rezaba por su vida. ¿En qué momento se le ocurrió dejar de insistir en que fueran en transporte público?
Denki había insistido una y otra vez que fueran en su motocicleta, que se verían muy raros llegando a pie a una fiesta de chicos populares, además quería lucirse, ella aceptó sólo porque la sonrisa del otro la deslumbró.
¿En qué momento terminó teniendo tanta confianza con él? Antes no sabía ni que existía, pero ahora era parte constante de su vida más allá del tiempo que pasaba en el kiosco.
Aquel enérgico muchacho estudiaba en la misma universidad que ella, cosa que ni sabía, diseño de modas. Se lo encontró por casualidad hacía algunos días en la entrada, luego terminó almorzando con él y sus amigos e incluso salieron a ver una película juntos después de clases.
Se sentía cómoda con estos, encajaba y la hacían parte de ellos con una facilidad asombrosa, incluso no le molestaba tanto como debería que el grupo estuviera conformado prácticamente por hombres.
—Llegamos —dijo Denki estacionándose frente a la enorme casa de Yaoyorozu—. Vamos a dentro.
Jirou bajó de la motocicleta y esperó a Kaminari. Era curioso lo seguro que este era, no le importaba el usar ropa que podría provocar que se burlaran de él, como en ese momento con su enterizo gris oscuro de espalda descubierta que le llegaba hasta la pantorrilla y sus botines negros con taches.
Realmente parecía que al rubio nada le perturbaba, ni las miradas de burla que le estaban dando mientras caminaba a la entrada de la casa, ni los cuchicheos para nada disimulados. A Kaminari le resbalaba la opinión negativa de los demás, Jirou podía verlo en su forma firme de andar, sin vacilaciones, con la cabeza erguida y la mirada al frente.
La artista en ese momento deseaba poder ser así de segura, sin miedos y vacilaciones, hacer lo que quería, luchar por lo que le gustaba. Quizás no hubiera perdido a Momo si fuese así, aunque para ese punto aquello empezaba a importarle menos.
Entraron a aquella gran casa que Jirou tan bien conocía, pero que en ese momento le parecía tan ajena, tan incómoda. ¿Adónde se había ido la sensación de seguridad y confort que siempre le había transmitido aquel lugar?
La entrada y la sala estaban tan repletas de personas que les era difícil caminar y la música era tan estridente que a Jirou le pareció molesta.
Se aferró a Kaminari con fuerza y respiró hondo, no pudo pasar de ser percibido por la artista la cantidad de hombres que se encontraban en el lugar. Recordó que cuando pequeña le era imposible estar en un sitio así sin llorar desconsoladamente, en ese entonces Momo solía tomar sus manos y darle valor con palabras dulces, pero ella ya no estaba allí para consolarla.
—Corazón roto.
Sintió las suaves manos del rubio sobres sus hombros, la guitarrista no se había dado cuenta de que en algún punto había empezado a temblar.
Buscando soporte puso sus manos sobre las del chico frente a ella que la veía preocupado.
"Tú puedes con esto Jirou, ya has superado las crisis hace mucho tiempo", se alentó a sí misma mientras apretaba las cálidas manos de Denki y empezaba a hacer sus ejercicios de respiración.
—Si quieres podemos irnos —sugirió Kaminari abrazándola.
La artista pudo sentir el olor de la colonia de Kaminari, era un perfume de hombre, tan contrario a su atuendo. Normalmente fragancias de ese tipo le molestaban, pero con Denki no era el caso.
¿Una asociación? Podría ser, el rubio jamás fue intimidante, era alegre y dulce, un poco tonto en ocasiones, pero eso lo hacía divertido.
Jirou envolvió sus brazos en la pequeña cintura del más alto y empezó a pensar en cosas que a su parecer no venían al caso. ¿Era lesbiana, realmente? Las chicas le gustaban, no lo podía negar, le encantaban las curvas pronunciadas, los buenos pechos y las voces dulces.
Ante aquellas ideas que se formaban en su cabeza solo pudo reír, confundiendo a Denki en el acto. ¿Qué importaba su orientación sexual en aquel momento? No lo sabía, no podía encontrar el punto que la llevó a esa línea de pensamiento.
—¿Quieres tomar algo? —preguntó la chica casi gritando cuando se sintió con la suficiente valentía para separarse de él.
—Algo sin alcohol, recuerda que tengo que manejar —respondió Denki con una sonrisa intuyendo que Jirou no querría hablar de lo que acababa de ocurrir.
Con un asentimiento la pelimorada se alejó de él para caminar a la mesa llena de bebidas. Al aproximarse solo puedo ver alcohol y más alcohol, ni siquiera un mísero refresco se encontraba entre todas las opciones.
—Esto tiene que ser una broma —dijo con resignación la guitarrista antes de regresar con Denki, pero se detuvo a pocos pasos por una pregunta que le molestó.
—¿Tú qué haces aquí? —preguntaba Todoroki quién sujetaba la mano de su novia—. No recuerdo haberte invitado.
Un malestar se instauró en el pecho de la artista. El ver a su amiga de la mano con Todoroki siempre le causaba molestia, sin embargo, en ese momento no evitaría verlos ni se alejaría, como normalmente hacía, pues no le había agradado el tono con el que Shoto le habló a Kaminari.
—Yo lo hice —contestó Jirou sosteniendo la mano de Denki—. Momo, ¿recuerdas que te dije que iba a venir con alguien? Pues él es mi cita.
—¿Conoces a uno de los raros? —cuestionó la pelinegra haciendo que la más baja la mirada con extrañeza.
—¿Los raros? —Jirou no entendía a qué se refería con eso. Era cierto que Denki usaba ropa de mujer en ocasiones, pero de resto era un chico de lo más normal.
—Toda la universidad sabe de ellos —comentó Shoto—. Son un grupito lleno de personas extrañas.
Toda la universidad lo sabía excepto aquellos que les importaba poco ese tipo de rumores como a Jirou, es por ello que la guitarrista no sabía que Denki y sus amigos eran una especie de parias que se juntaron en algún punto de su vida universitaria.
Cada uno de ellos fue excluido de la vida social de la universidad por motivos distintos. Desde los problemas de manejo de la ira de Bakugo, pasando por la afición a la cultura steampunk de Mina, incluso el fanatismo por los superhéroes del novio del rubio cenizo, Izuku, el cual había conocido el día anterior.
La guitarrista pudo notar como el joven a su lado temblaba, al alzar la mirada vio por primera vez desde que lo conoció como la sonrisa de Kaminari no estaba allí, en cambio una terrible mueca llena de rabia se posaba en su rostro.
—Realmente no lo podía creer cuando Monoma me lo dijo —comentó Yaoyorozu—. ¿En verdad lo invitaste o sólo estás siendo amable?
»Jirou, sabes que no tienes que defenderlo. Sé que tienes un gran corazón, pero a mí me molesta que personas que no conozco se cuelen en mi casa sin invitación.
—Mira Momo, yo no sabía nada de eso de los raros o lo que sea —soltó la artista sin apartar la mirada de Kaminari—, lo único que sé es que quería venir a mi primera fiesta en la universidad con un chico guapo, por eso invité a Denki.
No sabe ni siquiera de dónde salieron tales palabras, pero eso era poco relevante, lo que realmente le importó fue ver como el rubio volteaba a mirarla asombrado antes de volver a sonreír.
—Momo —llamó Jirou—, ¿tienes algún refresco o algo sin alcohol? Es que Denki es el conductor designado y aquí solo hay cerveza o ron. Ya sabes, no quiero que mi cita se muera de sed.
Después de eso los dos se quedaron poco tiempo, no les gustó la atmósfera del lugar ni las miradas que les daban, al final de cuentas por mucho que a alguien le resbale la opinión ajena ciertas atmósferas era mejor evitarlas. Así que una hora después se encontraban en la casa de Kaminari viendo una mala película de terror.
"Fue un desperdicio todo este maquillaje y el estúpido vestido de lentejuelas que Denki me obligó a usar", pensó la guitarrista mientras estaba sentada en un sofá de la sala de Kaminari abrazando un peludo cojín azul oscuro.
—Corazón roto, pásame las palomitas —pidió el rubio.
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Una noche no mucho después de eso Jirou fue hasta el kiosco como casi todos los días sentándose allí con su guitarra para tocar. Practicó algunas canciones, afinó las cuerdas de su instrumento e incluso escribió el inicio de una nueva canción, pero Denki no aparecía como era su costumbre, así que terminó yéndose.
Al día siguiente fue lo mismo, igual que el día posterior a ese y el que le seguía, así pasó una semana sin que el rubio diera señales de vida.
"¿Por qué nunca le pedí su número?", se quejó Jirou cuando empezó a pensar que algo estaba mal.
Tuvo que armarse de valor para guardar su guitarra, salir del parque, atravesar la calle y tocar la puerta de la casa de Denki. Poco después esta fue abierta.
—Hola, Jirou —saludó Kirishima.
Normalmente, aun si ya había pasado algo de tiempo con ese chico, la presencia del pelirrojo le causaba un poco de temor, empero ese día poco y nada le importó su malestar.
—Vine a preguntar por Denki, es que no lo he visto en una semana —soltó la guitarrista olvidándose de saludar.
El rostro del pelirrojo fue manchado por una mueca preocupada y bajó su cabeza mirando el suelo, esas simples acciones despertaron todas las alertas de Jirou.
—Denki tuvo un accidente —dijo Kirishima.
Este siguió hablando, la pelimorada lo supo pues veía como movía los labios, sin embargo, no podía oírlo. Su corazón dolía tanto como aquel día en el que vio a Momo con Shoto, no, realmente dolía mucho más.
Entre su angustia y dolor escuchó una dirección, no supo ni en qué momento se movió, pero de repente ya se encontraba en la parada de autobús.
Viajó todo el tramo hasta aquella dirección con los pensamientos hechos una maraña de pesimismo. Al llegar vio que era un hospital, no dudó en entrar a este, caminó hasta la recepción y habló con la persona que allí se encontraba. No podría ver a Kaminari en ese momento, el horario de visita había acabado hacía un par de horas.
Tuvo que regresar a su casa para pasar la peor noche de toda su vida. ¿Y si le ocurría algo por la noche? ¿Y si fue muy grave? ¿Y si no podía verle nunca más? Sin haber dormido ni un minuto, Jirou se levantó esa mañana y cambió su ropa con rapidez para después salir de su pequeño hogar rumbo al hospital.
Solo comió un paquete de papas y un refresco que compró en una máquina expendedora cerca a la parada de autobús.
Llegó justo a tiempo, apenas había acabado de comenzar el horario de visitas de ese día, así que corrió a la recepción a preguntar por Kaminari.
—Habitación quinientos tres —informó la enfermera.
Sin perder tiempo la guitarrista fue hasta la habitación, casi había corrido por los pasillos del hospital y solo se detuvo frente a la puerta marcada con el quinientos tres.
Abrió la puerta con manos temblorosas y los ojos cerrados. No quería ver dentro, se imaginaba lo peor, cables y tubos conectados al inconsciente Denki.
—¿Corazón roto? —dijo la voz que había aprendido a conocer tan bien en todas esas semanas.
—¡Denki! —exclamó la artista al abrir los ojos y verlo sentado en la cama con una consola de videojuegos portátil en la mano.
No le dio tiempo a Kaminari de reaccionar pues ya estaba sobre él abrazándolo fuertemente mientras lloraba. Sentía tanto alivio que fue un sentimiento demasiado maravilloso.
Luego el calor del cuerpo en sus brazos la hizo reaccionar diferente, sobre todo cuando sintió que unos fuertes brazos la rodeaban. Su corazón se aceleró, su rostro enrojeció y de nuevo las malditas mariposas se hacían presentes.
Para ese punto no había forma de negarlo más, era tan evidente que sería estúpido decir que no estaba pasando. Claro que le gustaban las chicas con buenas curvas, pechos grandes y voz dulces, sin embargo, al parecer también le gustaban los chicos de musculatura delgada, altos y de sonrisa alegre.
—Estás igual que yo —susurró Denki casi en su oído—. Se nos va a estallar el corazón.
Jirou no respondió solo apretó más el abrazo escondiendo el rostro en el cuello del otro. Podía sentirlo también, el corazón desbocado de Kaminari golpeaba con fuerza casi siendo audible.
—¿Ya no eres un corazón roto? —preguntó el rubio.
—No, ya no —dijo la guitarrista antes de darle un tierno beso al chico del kiosco.
Para ese momento no había forma alguna de seguir teniendo el corazón roto.
Hola todos, soy Natsuki de nuevo con ustedes. Hace demasiado tiempo que no escribo una historia con una pareja heterosexual, espero que me quedara bonita, naco desde este corazón roto.
Kiosco, solo podía pensar en uno que hay en un parque no muy lejos de mi casa, por eso en mi mente las escenas del kiosco acontecieron en ese lugar.
Nos leemos lueguito chicos.
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